3.1
El jardín de Olivia.
Salen VIOLA y el BUFON con un tamboril.
VIOLA
Dios te guarde, bufon, y tu música. ¿Vives tocando el tamboril?
BUFÓN
No, vivo tocando la iglesia.
BUFÓN
Nada de eso, hidalgo: vivo tocando la iglesia, porque vivo en mi casa, y mi casa está arrimada á la iglesia.
VIOLA
De esa suerte podrias decir que el rey duerme al lado de una mendiga, si viviese una mendiga al lado de él; ó que tu tamboril es arrimo de la iglesia, si estuviese tu tamboril arrimado á la iglesia.
BUFÓN
Decís bien, hidalgo. ¡En qué siglo vivimos! Una sentencia es como un guante de cabritilla para un ingenio discreto. ¡Con qué presteza logra volverla del revés!
VIOLA
Cierto es, á fe; los que juegan diestramente con las palabras, pronto las hacen livianas.
BUFÓN
Por eso quisiera que no le hubieran puesto nombre á mi hermana.
BUFÓN
Porque su nombre, hidalgo, es una palabra, y temo que el jugar con esa palabra pudiera hacer liviana á mi hermana. Pero es lo cierto que las palabras son verdaderas pícaras desde que las deshonraron escrituras.
BUFÓN
A fe, hidalgo, no os podré dar razon alguna si no es de palabra; y las palabras han llegado á ser tan falsas, que no me atrevo á fundar razon alguna en ellas.
VIOLA
Apuesto la cabeza que eres mozo alegre y no te preocupas por nada.
BUFÓN
No tal, hidalgo, me preocupo por algo; pero en mi ánima que no me preocupo con vos; si eso fuera no preocuparme por nada, quisiera que fuera parte á haceros invisible.
VIOLA
¿No eres el bufon de la señora Olivia?
BUFÓN
No, á fe; la señora Olivia no gusta de bufonadas, ni mantendrá bufon alguno mientras no se case; y tanto va de un bufon á un marido como de una sardina á un arenque: el marido es el mayor de los dos. En verdad no soy su bufon, sino su corruptor de palabras.
VIOLA
Te ví no há mucho en la corte del conde Orsino.
BUFÓN
La necedad, hidalgo, se pasea por todo el orbe, como el sol: brilla en todas partes. Lástima me diera de que el bufon no estuviera tan á menudo con vuestro amo como con mi ama. Se me antoja que ví á vuestra sabiduría allí mismo.
VIOLA
Si piensas convertirme en blanco de tus pullas, hemos acabado. Toma por el gasto que has hecho.
BUFÓN
Ruego á Júpiter que la próxima vez que le sobre pelo te conceda una barba.
VIOLA
(Aparte.) aunque no quisiera que me saliera en la cara.—¿Está en casa tu ama?
A fe mia te juro que casi me muero por una;
BUFÓN
(Señalando la moneda que tiene en la mano.) ¿No darían fruto un par de estos?
VIOLA
Ciertamente, teniéndolos juntos y administrándolos bien.
BUFÓN
De buena gana haria el papel del seor Pándaro de Frigia, hidalgo, para traer una Creseida á este Troilo.
VIOLA
Ya os entiendo; teneis buen modo de pedir.
BUFÓN
(Váse.) La merced no será gran cosa, creo, pidiendo á una pordiosera. Creseida fué una pordiosera. Mi ama está dentro, hidalgo. La notificaré de dónde venís. Quién sois y qué queréis, son cosas que están fuera de mi esfera, mejor diria de mi elemento; pero la palabra está muy gastada.
VIOLA
Le sobra seso para hacer el bobo.
Y algun ingenio ha menester si quiere
Hacer bien su papel: que observe es fuerza
405
De aquellos el humor á quien da broma,
Su rango y clase; que oportuno sea,
Y como el jerifalte se abalance
A cualquier pluma que su vista hiere.
Y es este tan difícil ejercicio
410
Como cualquiera á que se entrega el sabio:
Pues el bufon discreto nos distrae;
Y el sabio que da en necio, en loco cae.
Salen DON TOBÍAS y DON ANDRÉS.
DON TOBÍAS
Dios os guarde, caballero.
DON ANDRÉS
Dieu vous garde, monsieur.
VIOLA
Et vous aussi; vôtre serviteur.
DON ANDRÉS
Así lo espero; y yo lo soy vuestro.
DON TOBÍAS
¿Quereis honrar nuestra casa? Mi sobrina desea que paseis adelante, si es que traeis algun recado para ella.
VIOLA
Es merced que me otorga. Ella es el límite de mi viaje.
DON TOBÍAS
Probad vuestras piernas, hidalgo; ponedlas en movimiento.
VIOLA
Mis piernas me comprenden mejor que yo lo que quereis decir con mandar que pruebe mis piernas.
DON TOBÍAS
Quiero decir que andeis, hidalgo, que entreis.
VIOLA
Os contestaré andando y entrando. Pero no me dejan.
Salen OLIVIA y MARÍA.
Muy noble y hechicera dama, lluevan los cielos perfumes sobre vos.
DON ANDRÉS
Ese jóven es gran cortesano. «Llover perfumes.» ¡Bonito!
VIOLA
Mi recado no tiene voz, señora, sino para vuestros solícitos y condescendientes oidos.
DON ANDRÉS
«Perfumes, solícitos y condescendientes.» Al punto me los he de aprender de memoria.
OLIVIA
Que cierren las puertas del jardin, y dejad que le preste oido.
(Vánse D. Tobias, D. Andrés y María.) Dadme la mano, hidalgo.
VIOLA
Humilde á vuestras órdenes me postro.
VIOLA
Cesario tiene nombre,
Princesa encantadora, vuestro siervo.
OLIVIA
415
¡Mi siervo, hidalgo! Nunca hubo alegría
En este mundo desde que en dar nombre
De cumplimiento á la lisonja dieron.
Criado sois del conde Orsino, jóven.
VIOLA
Y él vuestro, y vuestro debe ser el suyo.
420
De vuestro siervo el siervo es siervo vuestro.
OLIVIA
No pienso en él, os juro: más quisiera
Que fuera una hoja en blanco su memoria,
Que verla en mis recuerdos ocupada.
VIOLA
Vengo á avivar, señora, en favor suyo
425
Vuestra memoria tierna.
OLIVIA
Perdonadme.
Os dije que jamás en mi presencia
Volvierais á nombrarle. Pero en cambio,
Si otra merced tuviérais que pedirme,
Vuestra solicitud escucharia
430
Mejor que de los ángeles el canto.
OLIVIA
Permitid, os ruego.
Despues que tal encanto há poco obrasteis
Aquí, mandé tras vos una sortija,
Haciendo tal agravio á mi persona,
435
A mi criado, y áun á vos, me temo.
Me expongo á vuestras duras conjeturas,
Pues quise con astucia ignominiosa
Daros por fuerza aquello que sabíais
Que no era vuestro. ¡Cómo me habreis puesto!
440
¡Mi honor habreis en blanco convertido,
Disparando sobre él cuantas injurias
Pudo inventar un corazon tirano!
Para un ingenio como el vuestro vivo
Bastante dije. ¡Ay! un cipres, no un pecho,
445
Mi corazon oculta! Hablad ahora.
OLIVIA
Hay de eso á amar un paso.
VIOLA
No tal, ni medio. La experiencia enseña
Que nos infunden lástima á menudo
Los propios enemigos.
OLIVIA
Pues entónces,
450
Es hora ya de sonreir de nuevo.
¡Cuán dado, oh mundo, es al orgullo el pobre!
Si es fuerza presa ser ¡cuánto más vale
Caer rendido ante el lëon que el lobo!
(Se oye dar la hora en un reloj.)
Me riñe porque el tiempo en vano gasto.
455
Nada temais, buen jóven; yo no os quiero.
No obstante, cuando lleguen á su agosto
Ingenio y juventud, vuestra consorte
Un hombre logrará de nobles prendas.
A Poniente derecho vuestro rumbo
460
Va por allí.
VIOLA
Pues á Poniente entónces.
Salud y alegre humor os acompañen.
¿Y no hay recado alguno para el amo?
OLIVIA
Espera un poco, y dime, te lo ruego:
De mí ¿qué piensas?
VIOLA
Que pensais, señora,
465
Que no sois lo que sois.
OLIVIA
Pues si eso pienso,
Pienso de vos lo mismo.
VIOLA
Y bien pensado:
Pues no soy lo que soy.
OLIVIA
A fe, quisiera
Que fuerais tal cual mi deseo os pinta.
VIOLA
¿Fuera mejor de lo que soy, señora?
470
Lo espero: ahora soy juguete vuestro.
OLIVIA
¡Cuán seductora la altivez parece
En el desden y enojo de ese labio!
Más pronto sale á luz que muerte impía
Tímido amor: su noche es claro día.
475
Cesario, por las rosas del estío,
Mi fe, mi honor, mi virginal desvío,
Te juro que mi pecho loco te ama
A pesar de tu orgullo y de mi fama.
Sutil no arguyas, porque así te imploro,
480
Que debes ver impávido mi lloro;
Sé compasivo, y tu razon discreta
En esta forma á la razón sujeta:
Si es dulce amor, con hondo afan logrado,
Más dulce es cuando brota inesperado.
VIOLA
485
Por mi inocencia y juventud os juro
Que tengo un alma fiel y un pecho puro;
Y dueña de ellos no es mujer alguna,
Y salvo yo, no lo será ninguna.
Que os guarde Dios. Jamas por mi plañido
490
Será de mi amo el duelo á vuestro oido.
OLIVIA
No, ven; tal vez podrás mover mi pecho
(Vánse.)
A amar al hombre cuyo amor desecho.
3.2
La casa de Olivia.
Salen DON TOBÍAS, DON ANDRÉS y FABIO.
DON ANDRÉS
No, á fe, no me quedaré un minuto más.
DON TOBÍAS
¿Tu razon, querido veneno? dinos tu razon.
FABIO
Es fuerza que manifesteis vuestra razon,
don Andrés.
DON ANDRÉS
ES el caso que ví á vuestra sobrina hacer tales favores al criado del conde, como no me los dispensó á mí jamás; lo ví todo en el jardin.
DON TOBÍAS
Pero ¿te vió á ti al mismo tiempo, camarada? Contéstame á eso.
DON ANDRÉS
Tan claro como os veo á vos ahora.
FABIO
Pues os dió con eso una prueba grande de su amor.
DON ANDRÉS
¡Vive Dios! ¿os quereis divertir conmigo?
FABIO
OS lo probaré en toda regla, hidalgo, bajo el juramento del criterio y la razon.
DON TOBÍAS
Y estos fueron siempre grandes jurados desde ántes que Noé dió en hacerse marino.
FABIO
Se mostró afable con el mancebo delante de vuestros propios ojos, sólo con el objeto de exasperaros, de despertar vuestro valor de liron, de llenaros el corazon de fuego y el hígado de azufre. Hubierais debido acercaros á ella en aquel instante, y con algunos chistes agudísimos y flamantes de puro recien acuñados, hundir en mutismo al mancebo. Esto es lo que ella aguardaba de vos, y esto es lo que vos no supisteis hacer. Dejasteis que el tiempo borrase el doble dorado de esta feliz ocasion, y ahora habeis ido á parar á los mares del Norte de la estimacion de mi ama, en donde os quedareis colgado como un témpano de la barba de un holandes, si no remediais vuestra torpeza haciendo algun laudable esfuerzo de valor ó de política.
DON ANDRÉS
En siendo de algun modo, habrá de ser con valor, pues detesto la política; más qui siera ser puritano que político.
DON TOBÍAS
Pues entónces edifica tu fortuna sobre la base del valor. Desafia al mancebo del conde y sácale á reñir; hiérele en once partes; mi sobrina lo tendrá en cuenta; y ten por seguro que no hay corredor de amor que pueda recomendar con más eficacia á un hombre á las mujeres que la fama de valiente.
FABIO
No os queda otro camino, don Andrés.
DON ANDRÉS
¿Se prestará cualquiera de vosotros á llevarle un cartel de desafío?
DON TOBÍAS
Vé, escríbelo en letra marcial; sé áspero y breve. Poco importa que sea chistoso ó no, con tal que sea elocuente y rebose discrecion. Búrlate de él con toda la licencia que te concede la tinta; no estará de más que le tutees media docena de veces; y pon en tu carta cuantas mentiras quepan en el papel, aunque fuere tan grande como una sábana. Vé, y pon manos á la obra. Cuida de que haya bastante hiel en tu tinta, y aunque escribas con pluma de ganso, no importa. Manos á la obra.
DON ANDRÉS
¿Dónde os hallaré?
DON TOBÍAS
Te iremos á llamar á tu cubículo. Véte.
(Váse don Andrés.)
FABIO
Caro os debe ser este hombrecillo, don Tobías.
DON TOBÍAS
Tambien le soy caro, muchacho: de un par de miles, ó cosa así, no bajan.
FABIO
Braba carta recibiremos de él: pero no la entregareis.
DON TOBÍAS
Me guardaré muy bien. Tratad vos de aguijar al mancebo para que le conteste. Creo que ni con un tiro de bueyes será posible juntarlos. En cuanto á Andrés, si se le abriera, y halláreis en su hígado sólo una gota de sangre bastante para entorpecer la pata de una pulga, me comprometo á comerme lo restante del cadáver.
FABIO
Y el rostro de su adversario, el mancebo, no presagia tampoco gran valentía.
Sale MARÍA.
DON TOBÍAS
Mirad donde viene la picarilla.
MARÍA
Si teneis gana de hipocondría, y quereis
desternillaros de risa, seguidme. El chorlito de Malvolio se ha convertido en pagano, en verdadero renegado; pues es imposible que ningun cristiano que espere salvarse por la verdadera creencia, crea en semejante cúmulo de despropósitos. Lleva medias amarillas.
DON TOBÍAS
¿Y las ligas cruzadas?
MARÍA
Sí tal, está feísimo; tiene traza de pedante maestro de escuela. Le he acechado como un asesino. Cumple al pié de la letra la carta que extravié para engañarle. A fuerza de sonreírse ostenta más líneas en su cara que tiene el nuevo mapa con el aumento de las Indias. No os podeis figurar qué ridículo está. Apénas me pude contener de tirarle algo á la cabeza. Sé que mi señora le dará de bofetadas, y si tal hace, se sonreirá, y lo tendrá á gran merced.
DON TOBÍAS
Vén, llévanos, llévanos adonde esté.
(Vánse.)
3.4
El jardin de Olivia.
Salen OLIVIA y MARÍA.
OLIVIA
Mandé tras él, y dijo que vendria.
¿Cómo he de agasajarle? ¿Qué daréle?
550
Más fácil es comprar á un alma jóven,
Que ablandarla con súplicas y ruegos.
Hablo de más. ¿En dónde está Malvolio?
Es grave y es cortés, y bien se aviene
Criado de esta especie con mi estado.
555
¿En dónde está Malvolio, te pregunto?
MARÍA
Ya viene, señora, aunque de un modo extraño. Sin duda debe estar poseido, señora.
OLIVIA
¿Qué ocurre, pues? ¿Delira?
MARÍA
No, señora; no hace más que sonreirse. Vuesamerced haria bien en tener á álguien cerca cuando venga, pues de fijo tiene trastornado el seso.
OLIVIA
Vé, corre en busca de él; dile que venga.
(Váse María.)
Mi seso igual enfermedad padece,
Si el loco alegre al triste se parece.
Sale MALVOLIO.
560
¿Qué tal Malvolio?
MALVOLIO
(Se sonríe.) ¡Hermosadama!¡oh!¡oh!
OLIVIA
Pero ¿qué es eso, dime? ¿Te sonries?
Pensaba hablarte en un asunto serio.
MALVOLIO
¿Sério? ¡Señora! Gana tengo de estar sério: este cruzamiento de ligas produce cierto entorpecimiento en la sangre. ¿Pero qué importa? En agradando á los ojos de una, digo como aquel verdadero soneto: «En agradando á una, agrado á todas.»
OLIVIA
Pero, Malvolio, ¿cómo te encuentras, hombre? ¿Qué te pasa?
MALVOLIO
No negro de humor, aunque sí amarillo de piernas. En efecto, llegó á sus manos, y las órdenes serán cumplidas. Creo que conocemos la bella letra romana.
OLIVIA
¿Te quieres ir á la cama, Malvolio?
MALVOLIO
¿A la cama? Cierto, bien mio, y me tendrás á tu lado.
OLIVIA
¡Válgate Dios! ¿Por qué te sonries tanto, y te besas la mano tan á menudo?
MARÍA
¿Cómo os sentís, Malvolio?
MALVOLIO
¡A la orden vuestra! Ruiseñores contestan á grajos.
MARÍA
¿Cómo osais presentaros con tan ridícula impertinencia delante de la señora?
MALVOLIO
«No te arredre la grandeza.» Bien escrito estaba.
OLIVIA
¿Qué quieres decir con eso, Malvolio?
MALVOLIO
«Unos nacen grandes...»
MALVOLIO
«Otros alcanzan grandeza...»
MALVOLIO
«Y á otros la grandeza se les echa encima.»
MALVOLIO
«Acuérdate de quien alabó tus medias amarillas...»
OLIVIA
¡Tus medias amarillas!
MALVOLIO
«Y manifestó el deseo de verte siempre con las ligas cruzadas.»
MALVOLIO
«Ea, tienes hecha tu suerte; no falta más que cogerla...»
MALVOLIO
«Si no te atreves, véate yo mayordomo siempre.»
OLIVIA
¡Válgame Dios! ¡Este hombre está loco rematado!
Sale un CRIADO.
CRIADO
Señora, el paje del conde Orsino está de vuelta; apénas pude conseguir que volviese. Aguarda las órdenes de vuesamerced.
OLIVIA
Voy á verle.
(Váse el criado.) Querida María, haz que cuiden de este hombre. ¿Dónde está mi tio Tobías? Que tengan dos ó tres de mis criados particular cuidado con él. No quisiera por la mitad de mi dote que se me desgraciara.
(Vánse Olivia y María.)
MALVOLIO
¡Hola! ¡Ya va dando en el blanco! ¡Nádie ménos que don Tobias ha de cuidar de mi persona! Esto concuerda exactamente con el contenido de la carta: le manda precisamente con objeto de que pueda contrariarle: me lo dice en su carta. «Despójate, me dice, de esa capa de humildad que te encubre; sé caprichoso con cierto pariente; áspero con los criados; resuenen en tus labios argumentos de peso; haya singularidad en tu comportamiento.» Y luego describe la manera en que esto se ha de hacer, á saber: con aspecto grave, con apostura venerable, lengua pausada, á manera de gran personaje, y lo demas. La tengo enligada. ¡Pero todo es obra de los dioses, y hagan ellos que me muestre agradecido! Y añora al marcharse: «Haz que cuiden de ese hombre.» ¡Hombre! no Malvolio, ó según mi tratamiento, sino hombre. Está visto, hay en todo completa concordancia; de suerte que ningun grano de escrúpulo, ningun escrúpulo de escrúpulo, ningun obstáculo, ninguna circunstancia inverosímil ó equívoca...¿Qué se me podrá objetar? No puede haber nada que se interponga entre mí y el vasto horizonte de mis esperanzas. En fin, Júpiter es el autor de todo esto, y á él rindamos gracias.
Salen MARÍA, DON TOBÍAS y FABIO.
DON TOBÍAS
En nombre de todos los santos, decidme en dónde está. Aunque todos los demonios del infierno estuvieran reconcentrados en breve espacio, y estuviera poseido de la misma legion, no obstante, le hablaré.
FABIO
Aquí está, aquí está. ¿Cómo os sentís, hidalgo? ¿Qué tal te va, hombre?
MALVOLIO
Alejaos; os despido; dejadme disfrutar de la soledad. Alejaos.
MARÍA
¿No oís con qué voz tan hueca habla dentro de él el enemigo? ¿No os lo dije? Don Tobías, mi señora os ruega que mireis por él.
MALVOLIO
¡Hola, hola! ¡conque eso quiere!
DON TOBÍAS
¡Silencio! ¡silencio! Es menester que le tratemos con dulzura. Dejadme á mí. ¿Qué tal, Malvolio? ¿Cómo os sentís? Vamos, hombre, no os rindais; resistid al demonio; considerad que es enemigo del género humano.
MALVOLIO
¿Sabeis lo que decís?
MARÍA
¡Mirad, mirad cuán á pecho lo toma cuando se habla del demonio! ¡Dios quiera que no le hayan hechizado!
FABIO
Llevad su orina á casa de la curandera.
MARÍA
A fe mía que se la he de llevar mañana en cuanto amanezca, si vivo. Mi señora no quisiera que se le desgraciara por todo el oro de las Indias.
MALVOLIO
¿De véras, madama?
DON TOBÍAS
Calla, por favor. Esto no se hace así. ¿No veis que le estáis enojando? Dejadme á solas con él.
FABIO
¡Con dulzura! ¡con dulzura! Mucha calma. El diablo es díscolo, y no se deja tratar con rudeza.
DON TOBÍAS
¿Qué tal, buen mozo? ¿Cómo te va, pichon?
DON TOBÍAS
Ven acá, pimpollo. Vamos, hombre. No es digno de un hombre formal jugar á la gallinita ciega con Satanás. ¡Fuera con ese inmundo carbonero?
MARÍA
Haced que rece, don Tobías, haced que rece una oracion.
MALVOLIO
¡Una oracion, fregona !
MARÍA
¿No lo veis? ¿no os lo dije? Reniega de la devocion.
MALVOLIO
(Váse.) ¡Idos todos al diablo! Sois unos séres abyectos y mentecatos: no pertenezco á vuestra esfera. Luego sabreis algo más.
DON TOBÍAS
¿Será posible?
FABIO
Si se representara esto en un teatro, lo tendría acaso por una ficcion inverosímil.
DON TOBÍAS
Nuestro estratagema le tiene sorbido el seso.
MARÍA
Seguidle ahora, no sea que le dé el aire á nuestro ardid, y se evapore.
FABIO
De esta hecha le volveremos loco de véras.
MARÍA
Más tranquila estará la casa.
DON TOBÍAS
Venid; le encerraremos atado en un aposento oscuro. Mi sobrina está ya en la conviccion de que está loco; podremos seguir con la broma, para diversion nuestra y escarmiento suyo, hasta que nuestro mismo pasatiempo, cansado y sin aliento, nos mueva á apiadarnos de él; y a ti, muchacha, te expediremos patente de reconocedora de locos. Pero, ¡mirad! ¡mirad!
Sale Don ANDRÉS.
FABIO
Más materia para un dia de carnestolendas.
DON ANDRÉS
Aquí teneis el cartel de desafío; leedlo: yo respondo de que tiene sal y pimienta.
DON ANDRÉS
Ya lo creo: respondo de ello. Leed, leed.
DON TOBÍAS
Dame.
(Lee.) «Mancebo, seas lo que fueres, no eres sino un bellaco.»
FABIO
¡Bien! ¡muy valiente!
DON TOBÍAS
«No te asombres ni te admires en tu imaginacion de que te ponga tal mote, pues no te daré razon alguna para ello.»
FABIO
Buena cláusula. Así os poneis á salvo de la garra de la ley.
DON TOBÍAS
(Lee.) «Visitas á la señora Olivia, y delante de mi te trata con halago. Pero mientes en tu garganta; no es esta la razon por que te desafío.»
FABIO
Así: breve y en excelente sentido… tonto.
DON TOBÍAS
(Lee.) «Te acecharé al volverte á tu casa, y si tienes la suerte de matarme...»
DON TOBÍAS
(Lee.) «Me matarás á traición y villanamente.»
FABIO
Siempre os manteneis á barlovento de la ley: ¡bien!
DON TOBÍAS
(Lee.) «Dios te guarde, y que él se apiade de una de nuestras dos almas. Podrá ser que se apiade de la mia; pero mi esperanza es más risueña, y por tanto, vive alerta. Tu amigo, segun y conforme le tratares, y tu enemigo jurado,
ANDRÉS DE SECOROSTRO.»
Si no le mueve esta carta, no le moverán sus piernas. Yo se la entregaré.
MARÍA
Buena ocasion se os presenta. Está ahora platicando con mi ama, y no tardará en marcharse.
DON TOBÍAS
Vé, don Andrés, y acéchale como un alguacil á la vuelta del jardin. En cuanto le veas, desenvaina, y al desenvainar, reniega horriblemente; pues un voto redondo, echado á tiempo y con acento de maton, suele dar á un hombre más fama de valiente de la que le diera nunca la mayor prueba de bravura.
DON ANDRÉS
Lo que es á renegar no me ganará nadie.
(Váse.)
DON TOBÍAS
Me guardaré bien de entregar esta carta, pues el comportamiento del mancebo revela que es discreto y bien criado: el oficio que desempeña entre su amo y mi sobrina lo demuestra claramente; por lo tanto, esta carta no podrá infundir, por lo absurda que es, miedo alguno en el jóven: verá que procede de un zote. En cambio, le comunicaré su reto por palabra; diré maravillas de la bravura de Secorostro; y haré formar al caballero, cuya juventud é inexperiencia fácilmente se dejarán engañar, una opinion atroz del coraje, de la destreza, furia y denuedo del otro. Esto producirá en ambos tal miedo, que se darán mutuamente la muerte con sus miradas como basiliscos.
Salen Olivia y Viola
FABIO
Aquí viene con vuestra sobrina. Dejadles pasar hasta que se despida, y luego id al punto tras él.
DON TOBÍAS
Discurriré entre tanto algun terrorífico exordio para el reto.
(Véase don Tobías, Fabio y María.)
OLIVIA
Bastante dije á un corazon de piedra,
E incauta por demas mi honor expuse.
565
Hay algo en mí que tal error reprende;
Pero es error tan terco y poderoso
Que de la débil reprension se burla.
VIOLA
Cual la pasion en vos, así en el alma
De mi señor la pena estragos hace.
OLIVIA
570
Llevad por mí esta joya: es mi retrato;
No lo rehuseis, no os cansará con charlas.
Os ruego que volvais mañana á verme.
¿Qué me podreis pedir que yo os negare,
No siendo de mi honor en menoscabo?
VIOLA
575
Esto no más: vuestra alma para el conde.
OLIVIA
¿Cómo con honra puedo darle aquello
Que ya os he dado á vos?
OLIVIA
Vuelve mañana. Adios. ¡Demonio tierno!
(Váse.)
¡Contigo fuera alegre al misma infierno!
Salen Don TOBIAS y FABIO.
DON TOBÍAS
Dios te guarde, hidalgo.
VIOLA
Y á vos, caballero.
DON TOBÍAS
Ten á mano las armas que llevares contigo: no sé de qué indole son las ofensas que le has hecho; pero tu acechador, lleno de coraje, sangriento como el cazador, te aguarda á la vuelta del jardin, ¡Saca tu tizona! ¡ármate de brio! pues tu contrincante es ágil, diestro y mortal.
VIOLA
Os engañais, hidalgo: estoy seguro que nadie piensa en reñir conmigo. No conservo en mi memoria imágen ni recuerdo de agravio inferido á hombre alguno.
DON TOBÍAS
Os desengañareis en breve, os lo aseguro. Conque, si es que estimais en algo vuestra vida, poneos en guardia; pues vuestro adversario tiene de su parte cuantas ventajas puedan dar á un hombre, juventud, fuerza, destreza y coraje.
VIOLA
Por favor, hidalgo, decidme quién es.
DON TOBÍAS
Es caballero, armado tal con espada sin mella, y en campo alfombrado; pero es un verdadero demonio en achaque de desafíos: ha divorciado ya á tres cuerpos de sus almas, y su cólera es tan implacable en este instante, que no admitirá otra satisfaccion que muerte y sepultura. ¡Cis! ¡zas! tal es su consigna: donde las dan las toman.
VIOLA
Volveré á entrar en la casa y pediré auxilio á la señora. Yo no soy quimerista. He oido hablar de ciertos hombres que se entretienen en trabar de intento pendencias con otros, á fin de probar su valor: me temo que sea éste uno de aquellos.
DON TOBÍAS
No, señor: su enojo procede de una injuria grave; conque, id allá y satisfaced su deseo. Lo que es á la casa no habeis de volver, á menos que querais emprender conmigo lo que con no ménos seguridad pudierais ajustar con él: conque vamos allá, ó desnudad de pomo á punta la espada; pues es cosa resuelta que teneis que reñir, ó renunciar á ceñir acero.
VIOLA
El lance es tan descortés como extraño. Os ruego que me hagais la merced de informaros de ese caballero en qué le he podido ofender: sin duda habrá sido por inadvertencia, no con intento.
DON TOBÍAS
Quiero complaceros en eso. Señor Fabio, quedaos con el hidalgo hasta que yo vuelva.
(Váse.)
VIOLA
Decidme, hidalgo: ¿teneis alguna noticia de esta pendencia?
FABIO
Sé que ese caballero está enfurecido con vos hasta el extremo de hacerlo cuestion de vida ó muerte, pero ignoro las demas circunstancias.
VIOLA
Y decidme, ¿qué clase de hombre es?
FABIO
A juzgar por su exterior, no parece ni con mucho tan formidable como le hallareis, sin duda, al poner á prueba su valentía. Es, en verdad, el más diestro, sangriento y fatal adversario que hubierais podido encontrar en toda Iliria. ¿Quereis ir á su encuentro? Os ayudaré á hacer las amistades con él, si puedo.
VIOLA
(Vánse.) Os lo agradeceré en el alma. Por mi parte, estoy más á gusto entre letrados que entre soldados; y no me importa que me tachen de prudente.
Salen DON TOBÍAS y DON ANDRÉS.
DON TOBÍAS
Hombre, te digo que es el mismísimo demonio: no vi en mi vida tan diestro espadachin. Le di un pase con la espada en la vaina; y tira cada estocada, y con tan mortal intencion, que no hay quien la evite. Al parar, os devuelve el golpe con más seguridad que tocan vuestros pies el suelo que pisan. Dicen que ha sido maestro de esgrima del Gran Turco.
DON ANDRÉS
¡Pese á mi casta! no me meteré yo con él.
DON TOBÍAS
Sí; pero es el caso que no se deja apaciguar: Fabio apénas puede sujetarle allá abajo.
DON ANDRÉS
¡Voto va! á haber sabido que era tan valiente y tan diestro esgrimador, dejara que cargara el demonio con él antes que retarle. Haced de modo que dé la riña por concluida, y le regalaré mi caballo tordo Capuleto.
DON TOBÍAS
Le haré la proposicion. Quedaos ahí, y haced semblante de valiente: esto acabará sin perdicion de almas.
(Aparte.) A fe, á fe, le pondré la silla á tu caballo tan bien como á ti la albarda.
Salen FABIO y VIOLA.
(A Fabio.) Ya me da su caballo por arreglar la pendencia. Le he hecho creer que el mancebo es un demonio.
FABIO
No tiene éste ménos horrible aprension del otro, y tiembla y palidece como si le siguiera un oso á los talones.
DON TOBÍAS
(A Viola.) No hay remedio, hidalgo; quiere reñir con vos sólo porque lo ha jurado. Aunque en lo que toca á la pendencia con vos, lo ha pensado mejor, y ve que la cosa no vale la pena de que se hable de ello. Conque, desenvainad para que no falte á su juramento. Protesta que no os hará daño.
VIOLA
(Aparte.) ¡Dios me proteja! La menor cosa bastara para que les dijera lo que me falta para ser hombre.
FABIO
Cejad, si veis que se pone furioso.
DON TOBÍAS
Vamos, don Andrés, no hay remedio: por la negra honrilla se empeña el caballero en dar un pase con vos: las leyes del duelo se lo imponen; pero me ha prometido, á fe de caballero y de soldado, que no os hará daño. ¡Vamos! ¡en guardia!
DON ANDRÉS
Dios quiera que cumpla su palabra.
VIOLA
Sucede á mi pesar, os lo aseguro.
(Sacan las espadas.)
Sale ANTONIO.
ANTONIO
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Guardad la espada. Si este jóven hizo
Ofensa alguna, yo respondo de ella.
Si le ofendisteis, yo por él os reto.
DON TOBÍAS
¿Vos, hidalgo? ¿y quién sois vos?
ANTONIO
Un hombre que osa hacer por sus amigos
585
Lo que su lengua, por modestia, calla.
DON TOBÍAS
Si sois quimerista, soy con vos.
(Sacan las espadas.)
Salen ALGUACILES.
FABIO
¡Teneos, buen don Tobías! aquí viene la justicia.
DON TOBÍAS
(A Antonio.) Nos veremos despues.
VIOLA
Os ruego, hidalgo, que envaineis ese acero, si os place.
DON ANDRÉS
A fe mia, hidalgo, que lo he de hacer; y en cuanto á lo que os prometí, cumpliré mi palabra. Os llevará á gusto, y está bien arrendado.
ALGUACIL PRIMERO
Este es, prendedle.
ALGUACIL SEGUNDO
Antonio, te prendo por órden del conde Orsino.
ALGUACIL PRIMERO
No me engaño.
Bien reconozco, hidalgo, vuestra cara,
Aunque cubierta la cabeza ahora
590
No lleveis con la gorra de marino.
Prendedle; sabe bien que le conozco.
ANTONIO
Es fuerza obedecer.
De iros siguiendo á vos; mas no hay remedio:
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Caro me costará. ¿Qué hareis ahora
Que trance tan cruel me pone en caso
De pediros mi bolsa? Más lo siento
Por lo que hacer no puedo en vuestra ayuda,
Que por mi propia causa. Estais perplejo;
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Mas ánimo cobrad.
ANTONIO
Parte de aquel dinero necesito.
VIOLA
¿De qué dinero hablais? Movido en parte
Por la amistad de que me disteis prueba,
Y en atencion á vuestro actual apuro,
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Quiero prestaros parte de mi pobre
Mísero haber: escasa es mi fortuna;
Mas partiré con vos lo que me resta:
Tomad; es la mitad de cuanto llevo.
ANTONIO
¡Cómo! ¿os negais ahora? ¿Y es posible
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Que no os persuadan beneficios tantos?
¡Oh, no apureis á un mísero! no sea
Que olvide mi decoro hasta el extremo
De echaros las mercedes y favores
Que os hice, en cara.
VIOLA
Yo no sé de alguno;
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Ni vuestra cara, ni esa voz recuerdo.
Odio la ingratitud en pecho humano
Aún más que la mentira, que el orgullo,
Que la embriaguez, que la jactancia necia,
O vicio alguno, cuya vil ponzoña
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La débil sangre infecta.
ALGUACIL SEGUNDO
Venid, hidalgo, no os pareis, os ruego.
ANTONIO
Dejadme que hable un rato. A este jóven
Libré yo de las garras de la muerte;
Díle socorro con amor tan santo,
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Y hasta adoré su imagen , en que oculta
Hallar creí virtud esclarecida.
ALGUACIL PRIMERO
¿Qué nos importa? El tiempo vuela, vamos.
ANTONIO
¡Y el dios en tan vil ídolo se trueca!
Deshonras, Sebastian, tan noble traza
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Sólo á Natura infama el torpe pecho:
El hombre ingrato sólo es contrahecho.
Beldad es la virtud; maldad lozana,
Negro ataud que el pérfido engalana.
ALGUACIL PRIMERO
Se vuelve loco, á fe: llevadle al punto.
635
Venid, venid, hidalgo.
(Vánse Antonio y los Alguaciles.)
VIOLA
Habla con tal fervor, que en su quebranto
Se cree á sí mismo: no hago yo otro tanto.
¡Oh hermano! ¡que se cumpla mi recelo,
Y que por ti me tomen quiera el cielo!
DON TOBÍAS
Ven aquí, hidalgo; ven aquí, Fabio; reflexionemos sábiamente un rato, y pongámonos de acuerdo.
VIOLA
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A Sebastian nombró, tal vez no en vano,
Pues soy espejo vivo de mi hermano
En todo igual: usaba vestidura
De igual adorno, igual color y hechura;
Que es él á quien imito. ¡Si así fuera,
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(Váse.)
Por mansos, viento y olas bendijera!
DON TOBÍAS
Es un muchacho ruin y sin honra, y más cobarde que una liebre. Prueba su deshonra el hecho de dejar á su amigo en apuro y negarle su amistad; y en cuanto á su cobardía, preguntádselo á Fabio.
FABIO
ES un cobarde, un cobarde devoto: es reliligioso en la cobardía.
DON ANDRÉS
¡Pese á mi casta! Le voy á seguir y á pegarle.
DON TOBÍAS
Hazlo: dale recio con los puños; pero no saques la espada.
DON ANDRÉS
(Váse.) ¡Si no lo hago...
FABIO
Vamos á ver en qué pára.
DON TOBÍAS
(Váse.) Te apostaré lo que quieras que no llegará la sangre al río.