Escena II
Antonioto y Fabiano
ANTONIOTO
Hay días en que los hombres no pueden ir hacia adelante por algo que empezaron.
FABIANO
Estos son los males de este tiempo.
ANTONIOTO
A esto llaman nadar y morir en la orilla.
FABIANO
¿Cómo? ¿En tales bancos de Flandes navegas?
ANTONIOTO
Hasta Cesarión, al que busco, para darle malas noticias, no lo puedo encontrar.
FABIANO
Yacerá en aquella casa.
ANTONIOTO
¡Oh, Fabiano! ¿Sabrías decirme de Cesarión?
FABIANO
Hoy lo vi y debe estar donde te dije.
ANTONIOTO
Ya lo vi echado a perder. No sé aún si para siempre.
FABIANO
Así lo hizo Dios, que es un gran pesar y vergüenza para él andar como anda.
ANTONIOTO
Con tanto dolor de su padre y de su madre.
ANTONIOTO
Teniéndolo su padre casado tan bien por todas sus vías.
ANTONIOTO
Él te lo dirá, si aún no te lo dijo.
FABIANO
Secreto que todo el mundo sabrá pronto, si así es.
ANTONIOTO
No es aún algo muy cierto.
FABIANO
Así con dudas me lo has de decir.
ANTONIOTO
Déjame, que tengo prisa.
FABIANO
No te dejaré. Cuéntamelo y te irás pronto.
ANTONIOTO
¿Esto es fuerza? Llamaré a la guardia.
FABIANO
Está lejos, no te oirá.
ANTONIOTO
Seguro que no me descubres.
FABIANO
Como si se lo contaras a una tumba.
ANTONIOTO
Ni esas guardan el secreto. Mira lo mucho que me fío de ti.
ANTONIOTO
Con la hija de este vecino nuestro.
ANTONIOTO
Mario, al que debes conocer.
ANTONIOTO
No tiene más de una, y así creo que se llama. Déjame pasar.
Fabiano se aparta y se queda como pasmado.
FABIANO
Antonioto no parece él. Se me cayeron las manos, se me fue la vista de los ojos. Ahora se fue y me dejó muerto, como dicen de los partos. ¡Ay, buena fe y sana amistad tan difíciles de encontrar en este mundo tan falso, tan lleno de engaños y maldades! Los secretos de mi alma, Cesarión los sabía todos. Los suyos los sabe todo el mundo, salvo yo, que me los escondió con motivo. ¿Podrá tal sufrir la tristeza de mis ojos? Y aunque de aquí huya, ¿podrá el triste de mi corazón sufrir así? Donde quiera que vaya, es solo el dolor el que lo puede matar. Y él me matará. ¡Ay, triste de mí! Que ni aquellos amores míos tan limpios pudieron ser sin hiel y sin tantas lágrimas. ¿Dónde las esconderé, que así me descubren?
Escena IV
Ladino y Antonioto
LADINO
Hablando está el viejo consigo, Cesarión no aparece, nuestra ama reza. Quiero disfrutar del día.
ANTONIOTO
Viniendo hacia acá me dijeron que venía un perdido, ¿quién lo encontrará? Veo a Ladino que sale de casa.
LADINO
Iré a ver a la Justicia que se hace hoy pomposamente, que dice que va en una carrera rodeada de sus victorias pintadas. Veo a Antonioto, al que diablo trae ahora.
ANTONIOTO
Ladino, Ladino, ¿no me oyes?
LADINO
A palabras necias, oídos sordos.
ANTONIOTO
Ladino, Ladino, que no se equivocó quien te puso el nombre.
LADINO
Al menos no me comerás, que la ley te lo prohíbe.
ANTONIOTO
Hace como que no me oye. ¿Podrás decirme noticias?
LADINO
¿De quién, hijo de dos ruines?
ANTONIOTO
Me las dieron, pero fueron de mi padre y de mi madre. Vuelve aquí.
LADINO
Tu abuelo, membrillo estúpido, tengo otras cosas que hacer.
ANTONIOTO
Y de mis abuelos también, y encima se está rindo.
LADINO
No me río, me dan escalofríos.
ANTONIOTO
Como el perro que eres.
LADINO
Como del perro que eres.
ANTONIOTO
¿Qué dices, rufián?
LADINO
Que hablo con otro.
ANTONIOTO
Por este don, muchacho, mira que la beso.
LADINO
No, por mucho bien que ahora le quieras.
ANTONIOTO
Por esta que Dios aquí me puso.
LADINO
Por este en que otros pusisteis.
ANTONIOTO
¡Ay, don cerdo!
LADINO
Por eso te aborrezco tanto.
LADINO
Sin embargo, ahora me llamas Ladino y ahora cerdo.
ANTONIOTO
¿Viste a Cesarión?
ANTONIOTO
¿Sabes dónde lo encontraré?
LADINO
Por ese camino recto.
ANTONIOTO
Está poniendo caras. ¿Adónde, gran perro?
LADINO
Camino de la plaza Judea. Se le ve llegando.
ANTONIOTO
Espera, mala cosa.
ANTONIOTO
Veamos quién corre más.
LADINO
Quien más miedo tenga.
Escena V
Villalpando y Milvo
VILLALPANDO I
Ahora veamos ese acuerdo en que tanto confías.
MILVO
Tenemos negocios con el mismo diablo, pero déjame, que te libraré de aquella vieja.
VILLALPANDO I
Créeme que no ha de jugar conmigo.
MILVO
Ahora demuestran fuerzas, ahora mañas. A las fuerzas irás tú, a las mañas yo.
VILLALPANDO I
En esta Roma vuestra todo es papel y tinta.
MILVO
Y ni así puede nadie salir de dudas.
VILLALPANDO I
Así pasa donde hay poca verdad.
MILVO
Escucha y te leo solamente las fuerzas: «Tal día de tal mes de tal año...».
MILVO
«El capitán Villalpando...».
VILLALPANDO I
El «señor» se quedó en el tintero.
MILVO
«El señor capitán Villalpando, de una parte, y Giscarda, de la otra, hicieron, acordaron, pactaron sin condiciones...».
VILLALPANDO I
Espera, que no me parece algo conveniente pactar yo con Giscarda.
MILVO
Diremos entonces así: «Y, por la otra parte, Milvo, en nombre del señor capitán».
VILLALPANDO I
¿No ves lo mucho mejor que está así?
MILVO
No tiene nada que ver. Digo más: «Que el susodicho señor capitán le diese a la dicha Giscarda treinta escudos de oro del sol...».
VILLALPANDO I
De los que este año nos dieron los franceses.
VILLALPANDO I
Estoy bromeando contigo. Sigue.
MILVO
«De los cuales treinta escudos antes declarados, la dicha Giscarda declaró que ya había recibido diez en mano del dicho Milvo, administrador del dicho señor capitán...».
VILLALPANDO I
Ese «administrador» es una palabra muy mercantil.
MILVO
«En mano del dicho Milvo, su procurador...».
VILLALPANDO I
Te pedirán luego pruebas de la procuración.
MILVO
«En mano del dicho Milvo, del cual el dicho señor capitán se quiso servir en este caso...». A ver si así acabamos.
VILLALPANDO I
Así es más cortesano.
MILVO
«Los otros veinte se lo dará, entregará, pagará...».
VILLALPANDO I
Corrección: «Le mandará dar, entregar, pagar».
MILVO
«Cada quince días los otros diez escudos...».
VILLALPANDO I
Pon ahí más: «Para hacerle gracia y merced».
MILVO
«Para que el dicho señor capitán le haga gracia y merced...».
MILVO
«Y esto durante el tiempo de su contrato, como se declara...».
VILLALPANDO I
Está bien, sigue.
MILVO
«Y entonces así también, de la otra parte, la dicha Giscarda en su nombre y de Aurelia, boloñesa, su hija...».
VILLALPANDO I
¿No guardas el decoro?
VILLALPANDO I
¿No ves tú que ella es «Mi señora»?
MILVO
Estoy acabando: «En su nombre y de la señora, doña Aurelia boloñesa...».
VILLALPANDO I
Está como debe, sigue.
MILVO
«Prometió, acordó y declaró que de los primeros dos meses siguientes, contando treinta días de cada mes, todos los martes y jueves de cada semana, le desocupen la casa...».
VILLALPANDO I
¿La mía o la suya?
MILVO
Bien apuntas, que son aves de rapiña, mejor dejarlo claro: «que ellas le desocupen las casas en que ahora viven de toda persona viva...».
VILLALPANDO I
Tampoco lo digas así, que no me incumben las paredes.
MILVO
Donde decía «de toda persona viva», pongo «de toda persona de fuera».
VILLALPANDO I
¿No ves lo mucho que cambia una sola palabra?
MILVO
A veces más de lo que la razón quiere, por eso no tenemos piedad de ellas.
MILVO
«De suerte, modo, forma y manera...».
VILLALPANDO I
«Via, jure et causa».
MILVO
¿Con qué propósito?
VILLALPANDO I
Todo dicen que mejora.
MILVO
Mucho más: «jure via et causa, que siendo el día siguiente martes, como será por la mañana, luego a la noche de hoy haga por el susodicho señor capitán como en su día, y otro tanto, los jueves de cada semana, durante los dos meses, como se dice...».
VILLALPANDO I
¡Qué bien pensaste en obligar primero por las noches! ¡Dormiremos por las mañanas!
MILVO
Esa es mi especialidad, que si fuera para cavar y cortar, pondría primero los días.
VILLALPANDO I
¡Ay, qué avispado eres! Continúa.
MILVO
«Y acabadas las dichas noches con sus días, el susodicho señor capitán volverá a dejar su casa...».
VILLALPANDO I
Declara «Por cortesía suya».
MILVO
«Por su propia y libre voluntad y pura cortesía».
VILLALPANDO I
Cuando te dirigen, muy bien lo haces.
MILVO
Los primores de honor no se usan tanto, pero tranquilo.
VILLALPANDO I
Sigue con tu contrato.
MILVO
«En los días con esa obligación, de las puertas para adentro no habrá ningún negocio...».
VILLALPANDO I
Prácticamente.
MILVO
«Ni puridades ni gestos ni ningún otro misterio...».
MILVO
«Insinuaciones ni palabras con doble sentido...».
VILLALPANDO I
Ni desvíos.
MILVO
Bien dices, que a mucha gente le agrada. «No haya castigos ni vicios...».
VILLALPANDO I
Los celos, sin embargo, se perdonan en los amores.
MILVO
«Salvo los celos, a los que no se les puede poner ley...».
VILLALPANDO I
Muy elegante. Prosigue.
MILVO
«No tendrá la dicha doña Aurelia aquellos días amigos, aunque sea una buena amistad, ni parientes, aunque sean hermanos...».
VILLALPANDO I
Bien te cuidaste de los primos.
MILVO
«Serán asimismo los susodichos días festivos, libres y exentos de todo ayuno, voto, romería y todo desvío...».
VILLALPANDO I
Muy bien, que hagan promesas por su lado, si quieren.
MILVO
Por eso. ¿No ves que día te escogí? ¿Que en uno cae siempre el carnaval y, en el otro, la Fiesta de las Comadres?
VILLALPANDO I
Fiestas corporales, que se deben guardar por sí.
MILVO
«No suspire, no ande pensativa, no le venga dolor de corazón...».
VILLALPANDO I
Ni de mirada, que es muy típico de las hermosas.
MILVO
«No le vengan cartas de su tierra...».
VILLALPANDO I
Como bien dices, que alteran siempre a una persona y nunca la dejan como antes de leerlas.
MILVO
Es una enorme verdad. «No diga dichos ni máximas...».
VILLALPANDO I
Vas bien por ahí. «Ni cuentos de sus monseñores...».
VILLALPANDO I
¿De qué te ríes?
MILVO
Déjame primero que se me pase la risa. ¿Ves aquí por qué me reía?
VILLALPANDO I
Es verdad, que ya lo habías puesto.
MILVO
Con las mismísimas palabras. Pero sigue escuchando: «No se lave aquella noche la cabeza, ni vaya con trapos...».
VILLALPANDO I
Las muchachas hermosas son las más frescas.
MILVO
La elección es tuya; yo solo quería solucionar inconvenientes.
VILLALPANDO I
Bueno, dices la verdad. Que sea obra fácil.
MILVO
«No tocará instrumentos ni cantará tan alto que pueda ser señal para los de fuera...».
VILLALPANDO I
¡Cuántas veces me pasó ya con las amigas ajenas!
MILVO
«Aquellos días, que todo sea música de cámara...».
VILLALPANDO I
Punto delicado.
MILVO
«No haya niños en casa que ella tome en brazos y bese en la ventana, besos chupados...».
VILLALPANDO I
Que a veces se oyen por toda la calle.
MILVO
«Los invitados y amigos del dicho señor capitán, los tratará la dicha señora igualmente...».
VILLALPANDO I
Sí, que son muy de bandos, más que los catalanes.
MILVO
«Sea la mesa ancha y haya siempre muchas velas...». No nos quedemos a oscuras.
VILLALPANDO I
Bien te previniste de los pies al claro y de las manos al oscuro.
MILVO
Por prevenir no se pierde nada. Digo más: «No enseñe para esos días a su loro decir ‘mis ojos, mi corazón, mi alma, mi vida, bésame...’».
VILLALPANDO I
Me matas de amores.
MILVO
«Ni consienta que vaya a nadie a ver sus joyas...». Que se vanaglorie de ellas de lejos. Lo que quieran comprar, que las busquen en las tiendas.
VILLALPANDO I
Hablas como un Séneca.
MILVO
«Además, durante el dicho tiempo, no cambiará de nombre ni de casa...».
VILLALPANDO I
Me dijeron que vuestras cortesanas lo suelen hacer mucho.
MILVO
Por la novedad; ahora son Aurelia, ahora Faustina, ahora Diana. ¿Algo más?
VILLALPANDO I
Todo está en manos del maestre.
MILVO
«Y dando por aquí su contrato por acabado, prometiendo mantenerlo en todo momento, grato, firme y valioso, renunciando a juez y jueces de su foro...».
VILLALPANDO I
No pensé que fueras tan práctico.
MILVO
«Y me ruegan a mí, el mencionado Milvo...».
VILLALPANDO I
Eso es muy típico de los notarios, que dicen siempre al final «rogado y requerido».
MILVO
«Y así le pidieron al dicho cabrón de Milvo que lo escribiera».
VILLALPANDO I
Pareciera que te has enfadado.
MILVO
Tengo que decir que te encontraste con un hombre muy puntilloso.
VILLALPANDO I
No puede estar mejor, ve y firma.
MILVO
¡Qué hombre más fastidioso y puntilloso! El acuchilladizo no quiere perder también puntos de diligencia. Que se emborrachen. La noche es, como dicen, capa de huérfano; que con ella se tapen. ¡Ay! ¡Con cuánta fatiga ganamos este infierno!
Escena VI
Cesarión y Antonioto
CESARIÓN
¿Qué me cuentas?
ANTONIOTO
Así le hizo perder aquel malandrín tantos trabajos y esperanzas.
CESARIÓN
Y mi vida también de vuelta.
ANTONIOTO
¿Qué hacemos con la fortuna cuando ella no quiere? Por hoy excusado es más negocio. Vendrá la mañana. Para todos amanece.
CESARIÓN
¡Un viejo estúpido loco como mi padre! Mira, que no nos engañe este ermitaño también a nosotros.
ANTONIOTO
¿No quieres que me fíe de mis ojos?
CESARIÓN
¡Como un villano robusto!
ANTONIOTO
Así, si la diferencia fuera sobre su capa o si la llevaba o no.
CESARIÓN
¿Qué viste de la batalla?
ANTONIOTO
Por un lado, al ermitaño huyendo, despeinado, la barba al aire, el sonido de los tableros y gritos tras él. Por otro lado, tu padre, muy sucio, en la tienda, clamando por justicia.
CESARIÓN
¡Cuántos que ahí se reirían de mi tamaño mal!
ANTONIOTO
Hasta Antonioto no se podía aguantar.
CESARIÓN
Si nos descubren, ¿qué haremos?
ANTONIOTO
Si el propio ladrón escapó, ¿no escaparemos nosotros y más siendo cabezas pensantes? ¿No nos valdrá en casa lo que vale para las audiencias?
CESARIÓN
¿De Giscarda quién me librará?
ANTONIOTO
Por esta noche te pido el último remedio de la paciencia.
CESARIÓN
¿Dónde pasaré tamaña noche?
ANTONIOTO
En tu casa. A mí, que no tengo, déjame pasear por estas calles.
CESARIÓN
Pasea, que a mí escasamente ya me pueden aguantar las piernas.
ANTONIOTO
Recógete y no hagas otra cosa. Yo vigilaré y conseguiré otras. Se ve. Quiero espiar lo que hace.
Escena VIII
Antonioto, los dos Villalpandos, Giscarda y Torquemada
ANTONIOTO
Creí que Cesarión se me iba a tirar al río, que ya lo intentó. Pero, finalmente, aceptó mi consejo y se recogió en casa. Yo, por ahora, no quiero entrar con el viejo en campo cerrado. Prefiero quedar fuera de las aventuras.
VILLALPANDO II
Me decido a llamar a la puerta con valor, que siempre valió mucho la seguridad del corazón y de las palabras. Toc, toc, toc. Ahí viene. Cuidado había en casa.
ANTONIOTO
La entrada es la fortaleza, sin mucha batería; pero llamó Cesarión la noche pasada.
VILLALPANDO I
Siempre el diablo en tales momentos trae dificultades por no poderme desenvolver antes, pero el contrato me lo asegura.
ANTONIOTO
Otro viene y lleva el mismo viaje. Pero se paró antes, quiero espiar.
VILLALPANDO I
Paje, llama a esta puerta.
TORQUEMADA
Toc, toc, toc.
ANTONIOTO
Me parece que tarde llegas.
VILLALPANDO I
Llamas bien. ¿Sientes piedad de la puerta?
TORQUEMADA
Solo tengo mi mano.
VILLALPANDO I
Toma una piedra, que a mi puerta llames.
TORQUEMADA
Tac, tac, tac.
ANTONIOTO
Al capitán les mintieron las espías, por lo que veo.
VILLALPANDO I
Espera, que oigo hablar dentro.
TORQUEMADA
Y reír también, quiera Dios que no sea de nosotros.
VILLALPANDO I
Oye, muchacho, ¿por qué hablas tanto?
GISCARDA
¿Quién rompe esa puerta?
VILLALPANDO I
Quien ya tiene rotos los ojos, mirando si aparecía alguien.
GISCARDA
¿Y quién es el galante de los ojos rotos?
VILLALPANDO I
El mayor servidor.
VILLALPANDO I
El que vencido venció.
TORQUEMADA
¡Qué tonto es este amo mío!
GISCARDA
Cada noche tenemos que tener aquí rompedores de puertas.
VILLALPANDO I
Abierta me habría de estar por obligación, pero parece que en esta tierra ni contratos reglados valen.
ANTONIOTO
Empieza bien la noche.
GISCARDA
¡Oh, Roma, qué patrañas son las tuyas!
TORQUEMADA
Esta es una de las buenas.
VILLALPANDO I
¿Qué acordaste hoy con Milvo?
GISCARDA
Lo que yo con Milvo acordé cumplí.
VILLALPANDO I
No es cierto por ahora.
GISCARDA
Está saliendo bien este asunto.
VILLALPANDO I
No sé, pero mal empieza.
GISCARDA
¿Por culpa de quién?
VILLALPANDO I
De la puerta que aún está cerrada.
GISCARDA
Se abrió a quien se tenía que abrir.
VILLALPANDO I
Bueno, ya que tengo que hablar desde la calle: ¿no se le debería hablar al capitán Villalpando por contrato?
GISCARDA
Es una gran verdad.
VILLALPANDO I
¿Y cómo lo tenéis aquí fuera con tanta cháchara?
GISCARDA
¡Ay, mi madre! ¿Qué quiere decir eso? ¿Y tú quién eres?
VILLALPANDO I
El mismo que nunca se negó ni se negará.
GISCARDA
¡Ay, gracias de las gracias! Hija, tenemos en la puerta a otro capitán Villalpando.
TORQUEMADA
Este solo basta para enfadar al mundo, cuanto más dos.
VILLALPANDO II
¿Qué tonterías son estas o que borracherías?
VILLALPANDO I
Las burlas y borracherías son las de esa casa, que de fuera no se habla, salvo mucha verdad.
VILLALPANDO II
¿Que tú eres el capitán Villalpando?
VILLALPANDO I
¿Y tú lo niegas?
VILLALPANDO II
Salvo si tú eres yo.
VILLALPANDO I
Tú sabes quién eres, y que soy el capitán Villalpando, conocido en la guerra de los grandes y pequeños.
VILLALPANDO II
En la guerra bien nos veremos. Por ahora, ¿quién te hizo venir aquí?
VILLALPANDO I
Milvo, por cuyo medio contraté.
VILLALPANDO II
¡Qué tamaña gracia sería si hubiera también dos Milvos!
VILLALPANDO I
Yo digo lo que trajo la poesía.
VILLALPANDO II
Y yo lo que la poesía dijo.
VILLALPANDO I
Lo que trajeron los escudos.
VILLALPANDO II
Y yo lo de los escudos, salvo que eran todos de sol.
VILLALPANDO I
El del contrato reglado.
VILLALPANDO II
Por virtud del cual esta casa es ahora mía con sus veinticuatro horas.
VILLALPANDO I
Milvo florentino, muy mal cabrón.
VILLALPANDO II
Ese mismo.
TORQUEMADA
¡Si a lo mejor ese también va a ser mi amo!
VILLALPANDO I
¿A qué gente capitaneaste? ¿Qué desafíos superaste? ¿En qué hechos de armas te encontraste?
VILLALPANDO II
Esto no solo cuenta aquí, pide más en otra parte.
VILLALPANDO I
¿Qué dice esa poesía tuya?
VILLALPANDO II
«Hércules que la serpiente, etc.».
VILLALPANDO I
¿Y tú la hiciste?
VILLALPANDO II
No, para decirte la verdad, que el inicio es ya antiguo; el final se le metí yo como gancho.
VILLALPANDO I
¿Los escudos cuántos fueron?
VILLALPANDO II
No más de diez, como comienzo de pago.
TORQUEMADA
Le quiero decir a mi amo que acudamos a casa antes de que vaya este otro a llevárselo todo.
VILLALPANDO I
¡Ay, Roma! ¡Ay, Milvo! ¡Ay, mujeres!
VILLALPANDO II
Pero ¿por qué no hablas en tu empresa que doña Aurelia mandó a ese capitán Villalpando, su servidor?
VILLALPANDO I
¿Por quién?
VILLALPANDO II
Por el mismo Milvo.
VILLALPANDO I
¿Y qué empresa?
VILLALPANDO II
Un pañuelo, con el que primero limpió su hermoso rostro.
TORQUEMADA
Se calló nuestro amo. Me parece que con otro tendremos que vivir todos.
VILLALPANDO I
Así sea, resolvamos esta diferencia con la espada. ¿Para qué ha de haber tantos Villalpandos?
VILLALPANDO II
¿Cómo? ¿Temes que huya el tiempo? Deja que se haga de día.
VILLALPANDO I
No, pero me da miedo que huyas tú.
VILLALPANDO II
Entonces, ¿por qué más quieres que haya solo Villalpando?
VILLALPANDO I
Ahora me importa.
VILLALPANDO II
Por ahora, quiero estar así en mi sitio. Después, quien algo quiera de mí, que lo requiera como se debe.
VILLALPANDO I
¡Ay, romanesco falso, litigioso!
VILLALPANDO II
Vete a pasear, que doña Aurelia me tiene preso y no me deja salir.
VILLALPANDO I
Bueno, capitán Villalpando, nuevamente descubierto, estás bien agasajado por esta noche y yo mal. Mañana pasearé por San Agustín hasta las diez horas con un penacho blanco. Quiero ver cuál es el Villalpando que por ahí aparece con otra tal señal, para que nos conozcamos.
VILLALPANDO II
¿Pretendes que yo tenga otro penacho blanco?
VILLALPANDO I
Tienes mi nombre, tienes a mi amiga, tienes mi poesía y mi contrato, ¿y solo el penacho blanco te falta?
VILLALPANDO II
Tranquilo, que no me faltará.
TORQUEMADA
Cerró la ventana. Quisiera hablar con él y contigo.
TORQUEMADA
De con cuál me he de quedar.
VILLALPANDO I
¿Quieres que te pegue contra aquella pared? ¿Dónde encontraré a Milvo? Y, ahora, ¿dónde encontraré la paciencia?
TORQUEMADA
Cuando no te abren tu puerta, ¿cómo te abrirán las ajenas?
VILLALPANDO I
¿No te quieres callar? Recojámonos.
TORQUEMADA
Recojamos que, al final, siempre oí decir que mejor era el mío que el nuestro.
VILLALPANDO I
Traidor, truhan, que habla a las puertas cerradas. Yo lo acogeré.
TORQUEMADA
Lo da el demonio. Grandes señales daba.
VILLALPANDO I
¿Qué señales? ¿Las que le dije a Milvo?
TORQUEMADA
Y Aurelia, que estaba loca por ti, ¿qué hacía? Oía y callaba.
VILLALPANDO I
Por la mañana saldremos de todas esas dudas.
TORQUEMADA
Pero siempre oí decir que en Roma ni de sí mismo se debe fiar nadie y ahora lo he visto con certeza.
VILLALPANDO I
¿Por qué me fie de Milvo?
TORQUEMADA
Digo que salvo de ti mismo, al pie de la letra, que cuando fuiste, ya te la encontraste delante.
VILLALPANDO I
¿Tú quieres pagar por todos?
ANTONIOTO
¡Oh, gracia! ¡Oh, sabroso acontecimiento! ¡Oh, Cesarión, que así empleas bien tus suspiros y tus lágrimas, quien hasta aquí me trajo! Tú quieres morir de amores por Aurelia y los Villalpandos a pares. Ya me es necesario esperar la mañana andando por estas calles.