Jean de Rotrou, La bague de l’oubli, comédie

La sortija del olvido, comedia





Texto utilizado para esta edición digital:
Rotrou, Jean. La sortija del olvido, comedia. Traducido y anotado por Ángeles García Calderón y Miguel Ángel García Peinado para la Biblioteca Digital EMOTHE. Valencia: EMOTHE Universitat de València, 2024.
Codificación del texto digital para EMOTHE:
  • Carmen Cerdán, Rodrigo

Nota a esta edición digital

Esta publicación es parte del proyecto I+D+i «Segunda fase del teatro español y europeo de los siglos XVI y XVII: patrimonio y bases de datos», referencia PID2022-136431NB-C65 (acrónimo EMOTHE), financiado por MICIN/AEI/10.13039/501100011033 y FEDER.



AL REY

Señor,
Desde que la comedia ha llegado por fin a un punto en que las recreaciones más honestas ya no pueden causarle envidia, en que puede jactarse de ser la pasión de toda Francia, y el propio entretenimiento de Vuestra Majestad, ya no me avergüenzo de publicar, y me enorgullezco de haber contribuido a hacerla tan bella como es. Las excelentes cualidades de vuestra mente demuestran que todo lo que estimáis es estimable: y mi Musa sería una hija demasiado avergonzada si temiera la vista del pueblo después de haber sido acariciada por el Rey más grande de la tierra. En efecto, Señor, he trabajado tanto para hacerla capaz de agradaros, la he hecho tan modesta, y me he tomado tantas molestias en pulir su moral, que si no es bella, al menos es sabia, y de mujer profana la he hecho monja: éstas son las cualidades que la hacen amable para vos, y que la hacen acudir a los pies de Vuestra Majestad para testimoniar cuánto aprecia el honor que le hacéis: el primer acercamiento de los grandes hombres asombra a la más firme confianza, y las mejores mentes hacen a veces malos cumplidos en estas primeras visitas, así que puede que ella os diga cosas malas esta primera vez. Pero el tiempo y vuestra acogida la envalentonarán, y la harán más elocuente en otra ocasión: pase lo que pase estará muy satisfecha de sí misma, si os demuestra su pasión, y si me da permiso para decir lo que yo quiera,

Señor,
De V. M.
El muy humilde, obediente y afectuoso servidor y súbdito,
ROTROU



ARGUMENTO DE LA SORTIJA DEL OLVIDO

Alfonso, joven Rey de Sicilia y nuevo heredero del Reino tras la muerte de su padre Wenceslao, se enamora apasionadamente de Liliana, hija de Alejandro, Duque de Terranova, gran Señor de Sicilia y principal de sus vasallos. Finge amarla legítimamente, prometiéndole hacerla Reina de Sicilia, sabiendo que sin ello le sería imposible obtener nada de ella. Ella, seducida por esta esperanza, y además encantada de verse adorada por un Príncipe tan poderoso, y dotada de todas las perfecciones que se podían desear en la persona amada, busca todos los medios para complacerlo, mientras el Rey hace los preparativos para el matrimonio de su hermana Leonor, a quien había prometido al Duque de Calabria, hijo mayor del Rey de Nápoles. Pero Leonor rechaza la alianza de este Príncipe apropiado a su condición, al haberse enamorado de un simple Caballero de fortuna, llamado Leandro, que se había criado en la Corte del difunto Rey Wenceslao y que a su muerte él había recomendado a su hijo Alfonso, rechaza este matrimonio y hace todo lo que está en su mano para impedir que se celebre. Leandro, valiente y gallardo Caballero, dotado de todas las perfecciones que pueden hacer encomiable a una persona, al verse amado con toda clase de pasiones por tan gran Princesa, quiere coger la ocasión por los pelos, y cuando adquiere el valor necesario, pretende, por medio de este casamiento, aspirar a la Monarquía de Sicilia. Aborda a su amante y le dice sentirse indigno de que ella lo ame si no tiene cualidades para merecerla, y que para ello no debe tener menos que el Rey, lo que le sería fácil (si ella aprueba su plan, y si está dispuesta a ayudarle en tan generosa empresa) colocando la Corona de Sicilia sobre su cabeza, y compartiendo con ella el poder soberano en el país. Ella, que también es bastante ambiciosa, le explica que sólo podía esperar esta felicidad por medio de la muerte de su hermano, y que si éste es el modo en que él pretende elevarla a tan alto grado de gloria, no puede consentirlo. Leandro se lo piensa, diciéndole que tiene una manera de hacerla Reina sin atentar contra la vida de su hermano, y que uno de sus mejores amigos que en otro tiempo había estado al servicio del difunto Rey, y que desde que había dejado la Corte había aprendido un número infinito de hermosos secretos en el arte de la magia, y que por sus medios esperaba mantener al Rey vivo y privarlo de sus Estados. Leonor acepta con esa condición. Leandro va a buscar al Caballero Mago, llamado Alcandro, le revela su pasión, manifestándole que si con sus medios, sin poner en peligro la vida del Rey, pudiera reinar en Sicilia, que compartiría su poder con él, asegurándole que no era tanto la ambición de reinar lo que lo llevaba a esta peligrosa resolución, como la aprensión de perder a su amante, sin la cual manifestaba que no podría vivir; le dice que el Rey la había prometido al Duque de Calabria, que ella era reacia a esta alianza, que estaba seguro de su afecto por él, y que si no cambiaba esta decisión, le sería imposible vivir; Alcandro dice que podría esconder un encantamiento bajo la piedra de una sortija, que le haría perder la memoria de todo mientras la tuviera en el dedo. Sabía que el Rey llevaba una que le era sumamente querida, por haberla heredado del difunto Rey su padre, y le aconseja que encargue una parecida al mismo orfebre que había hecho la primera, y que una vez que le hubiera hecho el encantamiento, le sería fácil, cuando el Rey se lavara las manos, cambiar este brillanteNXNota del traductor
El término “diamante”, que aparece reiteradas veces a lo largo del texto, ha sido traducido por “brillante”, dado que “diamante” es el nombre con el que se conoce la piedra preciosa o gema en su estado natural, lo que se conoce como “diamante en bruto”; cuando es tallado se le da forma a la piedra, conociéndose entonces como “brillante”.
y poner el otro en su lugar. Leandro, satisfecho con esta promesa, encarga la sortija. El Rey, sin embargo, va a visitar a su amante, y se entera por su propia boca de que su padre la ha prometido con un Príncipe extranjero llamado Conde Tancredi, Príncipe de Taranto, al que se esperaba todos los días en la Corte. Ella insta al Rey para que actúe con prontitud llevando a cabo el plan que le había manifestado de hacerla feliz mediante el matrimonio que le había hecho esperar, y le asegura que si se demora más teme perderlo para siempre y ser obligada. El Rey, que estaba muy lejos de estas pretensiones, y que sólo le hacía estas vanas promesas para aprovecharse y poder disfrutar de ella, trataba siempre de prolongar la ejecución de este matrimonio, y ponía como pretexto que primero tenía que pensar en ocuparse de su única hermana, a la que había comprometido con el Duque de Calabria, que debía llegar a la Corte dentro de poco tiempo. Ella le describe la violencia que espera de su padre en cuanto llegue el Conde Tancredi, y que no conoce modo alguno de resistirse a su voluntad para impedir el matrimonio. El Rey idea entonces una estratagema, prometiéndole hacer espiar su llegada, y que lo haría arrestar inmediatamente, y al Duque Alejandro, su padre, con el pretexto de algunas prácticas secretas que pretendía contrarias a su autoridad, que incluso la arrestaría a ella en Palacio para dar más veracidad a esta pretensión; Liliana se muestra de acuerdo. El padre los sorprende juntos mientras hablan, el Rey se retira azorado, el Duque amenaza a su hija, e inmediatamente ordena que se la lleven en un barco al Castillo de Termini, a tres leguas de Palermo. Cuando el Rey es informado de su ausencia, envía a Dorame, Capitán de su guardia, y a algunos de sus arqueros al Castillo con órdenes de apresar al Conde Tancredi en cuanto llegue, al Duque y a Liliana, y de conducirlos prisioneros. Dorame obedece la orden, y llega al Castillo con sus hombres poco después de que hubiera llegado el Conde Tancredi, que al principio había sido recibido muy mal por su amante, y los hace prisioneros en nombre del Rey. El Conde, asombrado por este proceder, quiere defenderse, dice que es extranjero y no súbdito del Rey: pero al ser inútil la resistencia, ceden a la fuerza y se dejan conducir. El Duque, al ver que apresaban también a su hija, sospecha la verdad del asunto, y comprende que sólo es censurable por haber engendrado a esta belleza. Fabrice, criado del Rey, bufón y confidente en sus prácticas amorosas, que acompañaba a Dorame en esta acción, y que conocía el secreto, oculto a todos los demás, se adelanta a avisar al Rey del apresamiento con la esperanza de cobrar una buena recompensa; llega justo en el instante en que se levantaba de la cama, y le comunica esta buena noticia, lo que alegra inmensamente al Rey, que le promete dos mil escudos por este asunto, Fabricio sale para ir a cumplir su orden. Mientras el Rey pide que le traigan un aguamanil para lavarse las manos, Leandro que tenía la sortija encantada, presto cambia la sortija que se había quitado el Rey por la otra, que el Rey se vuelve a ponerse en el dedo, y de inmediato tras surtir efecto el encantamiento, le entra una gran somnolencia, comenzando a dormitar en uno de los brazos de su trono. Leandro, tan asombrado como complacido, admira la rápida virtud de la sortija y se promete un final feliz para su empresa. Dorame entra en eso para informar al Rey de su misión, asegurándole que el Duque Alejandro, el Conde Tancredi y Liliana habían sido hechos prisioneros. El Rey, que por virtud de la sortija encantada había perdido la memoria de todo, no lo reconoce, se asombra del hecho, pregunta por el crimen del que se los acusaba y niega haber dado nunca esa orden; al saber que se los acusaba de ser criminales de Estado, ordena que se los pusiera a buen recaudo y que Liliana permanezca en Palacio en compañía de su hermana. Dorame, asombrado por la ignorancia del Rey, obedece su orden y la lleva a prisión: Fabricio llega con el mandato de los dos mil escudos, el Rey lo ignora, coge su orden y la hace pedazos, negando que le haya prometido nunca esa suma. Liliana está encantada por el afecto que le profesa el Rey y alaba su invención de hacer arrestar a su padre y a su criado, lo que cree que le asegurará la Corona: Melita, su Dama de compañía y confidente, parece dudar de la veracidad de las promesas del Rey, explicándole que si sus afectos fueran auténticos, no habría necesidad de recurrir a simulaciones, y lo que la confirma en esta creencia es que cuando se acercó al Rey, éste manifestara no conocerla. Ella, asombrada, cree en un primer momento que el Rey quiere fingir ante el mundo, pero al ver que persiste en su desconocimiento, atestiguando que nunca la había visto, se desespera, lo acusa de tener poca fe y le pregunta qué propósito tenía al hacer encarcelar a su padre y al Conde Tancredi. El Rey le responde que al saber que habían sido encarcelados injustamente le prometió liberarlos, le dice que vaya a buscar a Dorame, el Capitán de su guardia, para sacarlos de la prisión, y para que no le pusiera ninguna dificultad, le da su sortija, ella la coge y se marcha muy afligida a la prisión. El Rey, que ya no lleva la sortija en el dedo, recobra el sentido común y su humor cambia como si acabara de recuperarse de alguna enfermedad, empieza a burlarse de sus criados. Fabrice se queja de la orden que le había roto, el Rey lo niega y vuelve a prometerle la suma y firmar la orden en cuanto se la traiga. Liliana vuelve de la cárcel y, sin darse cuenta, se pone la sortija en el dedo, pierde la memoria de todo, se encuentra con Leandro y Leonor, a quienes no conoce, y que quedan maravillados al reconocer la gran virtud del encantamiento. El Rey al verla corre a abrazarla; ella no lo conoce y lo rechaza; él se enfada, y los suyos le dicen que ella tenía razón al tratarlo así, y que le estaba devolviendo el desprecio que antes él le había mostrado; el Rey, furioso, lo niega, protestando de que todo de lo que se lo acusa es falso. En eso llegan el Duque Alejandro y el Conde Tancredi, que habían sido liberados por Liliana, y se arrodillan ante el Rey, agradeciéndole el perdón que les había concedido; el Rey, furioso, se pregunta que quién los ha liberado, negando haber dado nunca esa orden, llama al Capitán de la guardia y pregunta por qué los habían puesto en libertad. Dorame responde que no había dudado de que él lo hubiera ordenado, al ver su brillante, que traía Liliana. El Rey se mira el dedo y, al ver que no tiene la sortija, cree que se la han quitado por sorpresa, recuperándola de las manos de Liliana, y ordena que los vuelvan a meter en la cárcel; vuelve a ponerse el brillante en el dedo, y en el mismo momento pierde el sentido, y Liliana lo recupera; el Rey vuelve a ignorarla y la hace expulsar de su presencia. Fabricio vuelve con la segunda orden y se la presenta al Rey, que se muestra tan complacido con ella como la primera vez. El Rey, que continúa llevando su anillo, pierde no sólo el conocimiento de todas las cosas, sino también el conocimiento de sí mismo, ignorándose a sí mismo y a todos los que le hablan. Leandro y Leonor, decididos a poner fin a su empresa, le manifiestan que debe nombrar un Virrey que se haga cargo del cuidado del Reino, y le piden que honre a Leandro en este cargo, que ponga todas sus fortalezas en Sicilia en manos de Agis, hermano de Leandro, y que de a Teodosio, su otro hermano, la responsabilidad de la marina. El Rey firma todas las disposiciones necesarias, ellos, incluso, le hacen romper el tratado matrimonial entre la Infanta y el Duque de Calabria, consintiendo el Rey en el matrimonio de Leandro con Leonor, y temiendo que el Duque Alejandro, prisionero, al ser uno de los más poderosos del Reino, perturbara su empresa, manifiestan al Rey que es un criminal de Estado, y que su muerte es necesaria para la conservación de su Corona. El Rey, que se deja en todo llevar por sus consejos, firma su sentencia de muerte. Fabricio, que conoce la enfermedad del Rey que le impide firmar su orden, y viendo que todo el mundo trata de aprovecharse de su enfermedad, se decide a hacer lo mismo. Encontrándose un día con el Rey, y viendo que había perdido completamente la razón, le cuenta mil frivolidades que el Rey toma por verdades. Y viendo que era capaz de hacerle creer todo lo que quisiera en el estado en que lo ve, y que llevaba una cadena de oro en el cuello y un brillante en el dedo, le hace creer que su hermano es un gran astrólogo y certero en todas sus predicciones, y que había previsto por una ciencia muy cierta que los que llevaran oro encima durante este año morirían sin duda. El Rey, asustado, se arranca la cadena del cuello y el diamante del dedo, y ordena a Fabricio que los arroje al agua para que el oro no resultara mortal a otra persona. Fabrice, encantado de que su treta haya tenido éxito, los envuelve en su pañuelo para asegurarlos. El Rey, que ya no tiene el brillante, recupera su sano juicio, se sorprende de verse solo y llama a su gente; llega Fileno, su Secretario, que le pide audiencia para Agis, General de las fortalezas, y Teodosio, Almirante. El Rey queda asombrado por estos nuevos oficiales y no sabe de quienes le hablan. Ellos entran y, arrodillados ante el Rey, le agradecen los cargos que les ha otorgado, le juran toda su lealtad y prometen cumplirlos con honor. El Rey les pregunta quién les había dado esos títulos, y ellos le muestran las disposiciones firmadas por el Rey y autorizadas por Leandro, que había asumido el cargo de Virrey. El Rey se enfurece y pregunta qué autoridad tenía este Leandro en sus Estados; Fileno atestigua que había visto al Rey firmar la orden de Leandro a quien había hecho su Virrey, y a quien había dado poder soberano en su Estado, y que todos lo obedecían en esa condición. El Rey, furioso, los llama traidores, levanta su espada y corre tras ellos. Se salvan, y el Rey se encuentra con Fabricio al que le pregunta dónde estaban. Fabricio piensa que le está pidiendo que le devuelva su cadena y su brillante, se arrodilla ante el Rey y le pide perdón por su robo. El Rey pregunta por Liliana; se entera por Fabricio de que está muy afligida, que se ha dictado la orden de ejecución de su padre y que está a punto de ser ejecutado. El Rey se enfurece aún más, al enterarse por Fabricio de que él mismo había firmado el decreto de su muerte, y que había dado permiso a Liliana para casarse con el Conde Tancredi: jura que si han matado al Duque, prenderá fuego a todo. Va inmediatamente a la cárcel, viendo a todos en lágrimas, por la ejecución del Duque Alejandro, que estaba a punto de llevarse a cabo; el Rey lo detiene todo, abraza al Duque, lo libera, protesta que él no es la causa de su desgracia, y que no recuerda en absoluto haber firmado el decreto de su muerte, ni muchas otras cosas que ha sabido por su pueblo haber hecho, pide perdón a Liliana, le jura que los deseos que tiene por ella son santos y legítimos, y que su intención es hacerla Reina, pero que antes quiere averiguar la causa de tantos cambios: ordena a Dorame que cierre las puertas de la ciudad y que nadie salga sin su orden, y da instrucciones de que se busque a Leandro, ya que desea hablar con él. Fabricio, sabiendo que el Rey ha recobrado la razón, teme que se descubra su robo; se encuentra con Leandro, que se muestra muy disgustado al saber que el Rey se ha recuperado de su enfermedad, y pregunta a Fabricio si es cierto; Fabricio se lo confirma de nuevo, él se pone furioso, pregunta si aún lleva el diamante en el dedo, y al saber que no, se desespera y corre a consultar a la Infanta. Fabricio se queda estupefacto, sospecha que bien podría haber algún encantamiento en el anillo, recordando que el Rey volvió en sí en cuanto se lo quitó del dedo, y mientras lo considera, el Rey lo sorprende, y quiere saber la causa del estupor en que lo ve; Fabricio le cuenta la sospecha que tenía de que algún encantamiento se escondía bajo la piedra, y avisa al Rey de cómo se los había quitado. El Rey para aclararlo le pone la sortija en el dedo a Fabricio; éste, descontrolado, hace un comentario extravagante y desoye al Rey, lo que le hace a él sospechar la verdad del asunto; recupera su brillante, y Fabricio recobra su estado anterior, y como el Rey no sabe quién es el autor de esta traición, Fabricio le dice que Leandro y Leonor deben de haber sido necesariamente los autores, le cuenta la desesperación en la que se encontraba Leandro, después de saber por él que el Rey ya no tenía su brillante en el dedo, le dice que durante la enfermedad del Rey se habían casado, creado nuevos oficiales y dispuesto absolutamente del Estado. El Rey saca el brillante de la sortija y encuentra debajo algunos caracteres arábigos que propiciaban el encantamiento; rompe el papel y hace recomponer la sortija para que no aparecieran. Se encuentra con Liliana, a quien cuenta el incidente, y ordena a Fabricioe que vaya a buscar a Leandro, Leonor, al Duque Alejandro y al Conde Tancredi; todos acuden. El Rey, con la sortija en el dedo, finge que seguía teniendo el mismo encantamiento, y simula no reconocerlos. Leandro y Leonor, al verlo en este estado y con la sortija en el dedo, se alegran enormemente: el Rey, al verlos a todos reunidos, dice ser muy consciente de que está muy enfermo, que la carga de un Reino es un lastre demasiado pesado para él, y que para liberarse de tanta molestia, desea ceder todo su poder a su hermana, rogándole a todos que la reconozcan como Reina, y a su marido, Leandro, como Rey, baja del trono Real, y con el sombrero en la mano invita a su hermana a que ocupe su lugar. Ella se resiste al principio, pero al final lo obedece; hace que Leandro se siente a su lado, y los confirma como Reyes de Sicilia. A continuación, con ellos sentados y el Rey de pie, y con la cabeza descubierta, les dice que ahora que tenían la posición que tanto habían deseado, les correspondía a ellos recompensar las buenas acciones y castigar las ofensas, y que deseaba informarlos de un asunto de importancia, en el que un Rey de sus vecinos le pedía consejo, siendo el caso que un vasallo infiel amaba a la hermana de su Príncipe, y se veía igualmente amado por ella, que aspiraban a la posesión del Estado, y buscando por arte de magia el medio de conseguirlo, que habían mandaron hacer un anillo encantado, por medio del cual privaron al Rey de su memoria, y viéndolo en este estado dispusieron del gobierno a su antojo, y pusieron todos los cargoss del Reino en manos de sus confidentes, contrajeron juntos una alianza desigual, y rompieron la alianza que el Rey había hecho con su hermana con un Príncipe de sus vecinos, que este Rey, habiendo recuperado ahora su buen juicio, pide su consejo para saber cómo debe comportarse en este asunto, y que siendo el asunto de gran importancia, solicita a sus Majestades que le den consejo al respecto.
Leandro y Leonor se dan cuenta de que su plan ha sido descubierto; no obstante, sin perder la compostura, Leandro toma la palabra y pide al Rey, antes de verse obligado a dar su opinión sobre el asunto, que éste diera su opinión sobre otro que él quería proponer. Le refiere que un joven Rey ama apasionadamente a la hija de uno de sus súbditos, a quien el padre había prometido a un Señor extranjero, y que este Rey, para abusar del honor de la hija, impide este matrimonio y hace encarcelar al padre y al amante de la hija, poniéndolos en peligro de perder la vida para satisfacer sus desenfrenados apetitos. Ruega al Rey que sin pasión le diga si este Rey no es culpable, que según él el amor es la causa de este crimen, así como de la primera ofensa que el Rey le propuso, y que siendo el Amor un niño es incapaz de razonar, y por consiguiente que ambos no pueden ser legítimamente castigados; que este juicio es tanto más justo cuanto que este fiel vasallo, del que el Rey le habló, no tenía otro designio en su empresa que poseer a su amante, y recoger los frutos de su afecto. Leandro y Leonor bajan entonces de sus solios, y arrojándose a los pies del Rey le implorar su perdón. El Rey los amenaza y confiesa al duque Alejandro que su cariño no había sido legítimo en un principio y que su amor había sido la causa de su encarcelamiento: pero que quiere reparar la falta casándose con su hija, y que como debería estar satisfecho por ese lado, le ruega que sea juez del resto, y que castigue a Leandro y a Leonor o les perdone su crimen. Alejandro, loco de contento, le responde que la alegría que siente es muy grande como para permitir que se mezclara con ninguna amargura; pide al Rey que los perdone, que autorice su matrimonio y que los destierre de la Corte durante un breve período para que reparen su delito. El Rey acepta esta decisión. Les perdona su falta y los relega a Zaragoza, de donde les prohibe salir sin una orden suya. Concede al conde Tancredi a una de sus primas en matrimonio para satisfacerlo por la pérdida de Liliana, y para recompensar a Fabricio le da veinte mil escudos de renta y a Melita en matrimonio, después de haber manifestado al Rey que la deseaba.



PERSONAJES

ALFONSO, Rey de SiciliaNXNota del traductor
Hubo dos reyes de Sicilia y Nápoles llamados Alfonso:

a) Alfonso I (de la Casa Trastámara), que no es otro sino Alfonso V de Aragón, llamado “El Sabio” o “El Magnánimo”; entre 1416-1458 fue rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y conde de Barcelona; entre 1442-1458 sería rey de Nápoles;
b) Alfonso II de Nápoles (Nápoles, 1448- Mesina, 1495), llamado el Guercho (“el bizco”), rey de Nápoles entre 1494-1495).
Aunque debe referirse al primero de ellos, el padre de Alfonso no se llamaba Venceslas, sino que era Fernando I, hijo primogénito del regente de Castilla Fernando de Antequera, luego rey de Aragón con el nombre de Fernando I, que reinaría en Sicilia entre 1412-1416.
ALEJANDRO, Duque de Terranova
TANCREDI, Conde de Tarento
LILIANA, Hija del Duque Alejandro
LEONOR, Hermana del Rey
LEANDRO, Caballero enamorado de Leonor
MELITA, Dama de compañía de Liliana
FABRICIO, Bufón del Rey
FILENO, Criado
AGYS, General del ejército
TEODOSIO, Almirante
ALCANDRO, Mago
EL VERDUGO
LISIS, Sirviente del Duque
DORAME, Capitán de la Guardia
Nota del traductor: Hubo dos reyes de Sicilia y Nápoles llamados Alfonso:
a) Alfonso I (de la Casa Trastámara), que no es otro sino Alfonso V de Aragón, llamado “El Sabio” o “El Magnánimo”; entre 1416-1458 fue rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y conde de Barcelona; entre 1442-1458 sería rey de Nápoles;
b) Alfonso II de Nápoles (Nápoles, 1448- Mesina, 1495), llamado el Guercho (“el bizco”), rey de Nápoles entre 1494-1495).
Aunque debe referirse al primero de ellos, el padre de Alfonso no se llamaba Venceslas, sino que era Fernando I, hijo primogénito del regente de Castilla Fernando de Antequera, luego rey de Aragón con el nombre de Fernando I, que reinaría en Sicilia entre 1412-1416.

La escena se desarrolla en Palermo, Sicilia



ACTO I

ESCENA PRIMERA

LEONOR, LEANDRO

LEONOR
1
¡Dios! ¿Quién resistiría a palabras tan hermosas?
2
Este árbol y esta roca, se aman o están sordos,
3
y creo que al oírte estas flores y fuentes
4
tienen algún recuerdo de sus primeras penas.

LEANDRO
5
Decid más bien que al ver vuestro divino encanto,
6
perciben que el Amor aún tiene atributos;
7
el clavel inclinándose parece homenajearos,
8
y no estar ya encantado de su propio semblante.
9
Eco ya no lo ama, y descansar lo deja;
10
en respuesta, Señora, a vuestro amable verbo:
11
juzgad si mucho he hablado, y si debo callarme,
12
donde incluso las rocas ya no pueden hacerlo.

LEONOR
13
¿Crees que algo más me pueda alegrar,
14
y cautivar mi alma como oír tu voz?
15
Tu mente al dictarte tan raras maravillas,
16
antes fatigará tu voz que mis oídos.
17
¿Qué puedo desear que me cautive tanto,
18
como el oír los nombres de amada y amante?
19
Por escasos encantos con que el Cielo me armara,
20
soy una joven, Leandro, y quiero ser alabada.
21
Amo escuchar palabras de encanto y de belleza,
22
de nupcias, de suspiros, pasiones y crueldades.
23
Me encanta ver tu humor, complaciéndome en todo,
24
oírte tartamudear, por miedo a disgustarme:
25
me gusta cuando expresas tus preocupaciones,
26
alzar ojos al Cielo, y mostrarte desolado.
27
Las flores no perfuman tan dulce, ni tan fuerte,
28
como cuando tu mano las acerca a mi seno.
29
No veo versos dignos de que sean apreciados,
30
si tu divino espíritu no los ha redactado.
31
Del laúd odio el sonido, y no puedo escucharlo,
32
si está en otras manos que no son las de Leandro;
33
Yo misma me odio a veces al ver que hablo tanto,
34
ya que sólo tu voz satura mis deseos.

LEANDRO
35
Y Leandro se odia porque su nacimiento
36
le recrimina amar con tanta anuencia,
37
y por alzar los ojos donde sólo los Reyes
38
pueden bien precisar todo su esparcimiento.
39
Con cualquier pincelada que tracemos su vida,
40
nunca su dignidad me provocó la envidia,
41
sea cual fuere mi origen, sé como es un Cetro,
42
que pesa enormemente en manos de un humano.
43
¡Pero sin sostenerlo, poseer a una Reina!
44
¡Ver mi alma soberana sobre vuestros deseos!
45
Cerca estar de obtener la calidad de esposo,
46
es para nuestro enlace atraerse celosos.
47
Cuántos enamorados, Monarcas poderosos,
48
mi destino amenazan invocando a las Parcas!
49
¡Cuánta fuerza emplearon para que abandonara,
50
un bien que su grandeza más merece que yo!

LEONOR
51
Cubres, querido amante, con una coacción vana
52
la misma ambición que aflige a mi alma,
53
y tu mente jamás podría imaginarse
54
cuánto me gustaría el verte coronado.
55
Mucho me gusta el Cetro en manos de mi hermano,
56
me encanta que Sicilia prospere con su mando;
57
mas tendría atractivos para mí más preciados,
58
si pudiera ponerlo en manos de un esposo.

LEANDRO
59
Se unirá esta alegría a nuestra dulce edad,
60
si vuestra dilección secunda mi valor.

LEONOR
61
¿Qué bien harían estos planes tan peligrosos?
62
Presenta el Cielo en ello obstáculos sagrados.
63
Preservando a mi hermano tu deseo bien vería;
64
pero ¿puedes quitarle el Cetro sin que muera?

LEANDRO
65
Aunque importe su muerte a nuestro amor naciente,
66
de siempre mi pasión su vida ha respetado;
67
nunca de un plan así fue mi pecho culpable,
68
de estas desmesuras es incapaz Leandro.
69
Abandonaos, Señora, a la fe de un amante;
70
para que todo triunfe, sólamente amadme.
71
Conozco a un anciano a quien dio a luz el Cielo
72
sólo por Reina haceros, y para hacerme dueño.
73
Los mágicos secretos me pueden procurar
74
el bien al que tu amor me permite aspirar.
75
Su arte coronarnos puede a ojos del Rey,
76
y desviar sus tormentas lejos de nuestro sino.

LEONOR
77
Sí, mi cariño está con este plan de acuerdo,
78
si tu amor es igual al que hay en mi pecho.
79
Pronto nuestros acuerdos el matrimonio aleja
80
al que el Rey me destina, contrario a mis deseos.

LEANDRO
81
Rendido a tus palabras, soy el primer humano,
82
que olvida sus deseos en tus manos de lirio
83
que me han tan dulcemente mi albedrío extasiado,
84
que con tan bellos hierros mi alma han subyugado.

(Se marchan)

ESCENA II

EL REY de Sicilia, FABRICIO, FILENO

EL REY
85
Sus ojos curarán mi abatido espíritu.
86
Pero ¿estás seguro de que el Duque está ausente?

FABRICIO
87
Tan cierto estoy como que vuestro pecho suspira,
88
que ahora sois cautivo del amoroso imperio,
89
que un niño os supera, y que supe ayer
90
que Liliana ha hecho prisionero a un Rey.

EL REY
91
Verdad es caro Fabricio, que adoro sus encantos;
92
mas ¿qué deidad no habría depuesto ya las armas,
93
y qué mente tan fuerte al contemplar su encanto,
94
podría ufanarse de no caer en ellos?

FABRICIO
95
Yo, que me considero un alma natural,
96
la veo todos los días sin suspirar por ella;
97
y, aunque los bellos ojos hacen que me traicione,
98
el amor, para mí, es amar no odiar;
99
no siento este instinto ni este Dios que os empuja,
100
y no he visto jamás sus rasgos ni su aljaba.
101
Rendir el corazón es algo fastidioso:
102
yo, necesito el mío y no lo entrego nunca.

EL REY
103
Y yo, más liberal, no puedo defenderme;
104
pero la que lo tiene deberá devolvérmelo:
105
una hora de placer, tras estos sufrimientos,
106
apagará mis fuegos, romperá mis cadenas.
107
Veamos el motivo de mis dulces violencias,
108
y por un tiempo da tregua a tus ironías.

ESCENA III

LILIANA sale al encuentro del Rey, EL REY, FABRICIO, FILENO

LILIANA
109
Me doy cuenta ahora de que el Amor no tiene ojos:
110
pensaba conduciros a lugares más nobles,
111
conociendo mis faltas, valuando vuestros méritos,
112
otra recibiría la prez de vuestras citas.

EL REY
113
Di más bien que esta vez enarbola su antorcha,
114
consulta a la razón, y se quita la venda;
115
que no hay en sitio alguno belleza tan pujante
116
que sea digno objeto de mi inocente llama.

LILIANA
117
De vuestra voz dudando heriría a mi Rey,
118
y condescender debo mucho más que conmigo.
119
Sueño, para nutrir estas llamas que entraño,
120
en que se vea al Cielo prendado de la Tierra;
121
presta el olmo su sombra a arbustos más pequeños;
122
Neptuno abre su seno a cualquier arroyuelo,
123
y entre tantas flores de que disfruta Céfiro,
124
arrulla a las pequeñas tanto como a las rosas.

EL REY
125
No procede el respeto en esta, nuestra dicha,
126
y debe ser proscrito entre amantes probados:
127
que tan sólo un beso...

LILIANA
Estas gracias son crímenes,
128
que vuestra devoción puede volver legítimos.
129
¿Tras tantos juramentos, un enlace dichoso
130
no uniría por siempre dos mentes amorosas?
131
¿Y podéis soportar que el Conde Tancredi
132
pronto a vuestra vista os rete y me posea?
133
Un padre injurioso consiente en sus deseos,
134
y este consentimiento vuestro placer destruye.

EL REY
135
El fruto de esta fe que mi alma te ha dado,
136
debe estar precedido por otro matrimonio.
137
Libre de el cuidado que debo a mi hermana,
138
cuando la haya poseído el Duque de Calabria,
139
no tendrás los temores que te afligen ahora;
140
mas, razones de Estado me obligan a esta orden.

LILIANA
141
Pero el Conde progresa, y quizás el trayecto
142
lo lleve a Sicilia, y nuestro amor traicione.

EL REY
143
Deja que yo me ocupe; el agravio que invente
144
volverá su esperanza en muy poco al revés.
145
El Duque y él pillados en un crimen dictado,
146
¿no hallas, corazón mío, fácil este artificio?
147
Y, por tapar mejor nuestro ardid amoroso,
148
preciso es, que al estar mezclados en el crimen,
149
por un tiempo el Palacio te sirva de prisión:
150
cuando la fuerza falla se requiere la astucia.
151
Y este falso temor convertirá en vergüenza
152
la ceguera del Duque y los planes del Conde.
153
¡Mas cuán súbitamente me hallo sorprendido!
154
¿Qué temor, corazón mío, altera tu mente?

ESCENA IV

EL DUQUE, de vuelta de la caza, EL REY, LILIANA, SIRVIENTES

EL DUQUE
155
Sire, usad este sitio con la misma licencia
156
que Vuestra Majestad se permite en mi ausencia.
157
Bien sé que el Amor es niño vergonzoso
158
que a los de mi edad rehuye y ante ellos se sonroja;
159
de enigmas de este Dios se veta a la vejez,
160
y ahora soy odiado en esta compañía.

EL REY
161
Por mucho que juzguéis, al menos Nos sabemos
162
que nuestro amor no teme a jueces ni a testigos:
163
si sólo la virtud ha herido nuestras almas,
164
tan sólo la virtud gobierna nuestra mente;
165
y a Liliana que vive con tanta inocencia,
166
sólo culparse puede de gran indiferencia.
167
Mas un asunto urgente en casa me requiere,
168
que me alejará de los ojos de esta beldad;
169
pues sé que un cazador tanto aprecia el reposo,
170
que mucho os fastidio con tan largo discurso.

(Se marcha)

EL DUQUE
171
Es verdad, corrí hasta quedarme sin aliento,
172
y dos ciervos tumbados son fruto de mi esfuerzo.
(Habiendo salido el Rey)
173
Mas, aunque he monteado y cazado en los bosques,
174
más lo hago en este sitio, pues aquí cazo Reyes.
(A Liliana)
175
¡Ay! Hija sin cordura, cuya índole imprudente
176
para quien no la aguanta se hace muy evidente;
177
el rubor no escatimes, riza ese hermoso pelo,
178
vete ante sus rodillas, despierta sus deseos:
179
que tu luz y tus ojos no dejen de atraerlo,
180
si te tiende los brazos, abre los tuyos antes.
181
Traza sobre mi rostro una afrenta eterna,
182
esto hará que te pongas la diadema en la frente.
(Ella se va)
183
¡Durante cuánto tiempo tu necio y vano humor
184
te ha traído pocos frutos y me ha costado penas!
185
¡Cuán justo es mi cálculo en sus suposiciones,
186
y cuán inútilmente se te ha instruido!
187
Mas, de cualquier manera que el Rey te posea,
188
esta desgracia aún es capaz de remedio.
189
Lisis, vete al puerto y prepara los barcos,
190
y que en ellos la lleven a uno de mis castillos;
191
en ese sitio aislado esperará al Conde,
192
quien, con ella casándose, nos librará de agravio;
193
yo sé que ella es fácil, y que la honestidad
194
muy rara vez va de la mano de la belleza.

ESCENA V

LEANDRO, ALCANDRO, mago

ALCANDRO
195
Por esta invención tan rara y tan fácil,
196
podréis ante sus ojos reinar en Sicilia.
197
Pondrá él a sus súbditos bajo vuestro gobierno,
198
y os honrará a la vez con el nombre de Virrey.

LEANDRO
199
Sólo imaginar puedo con enorme impaciencia
200
de mi deseo el efecto y el de vuestra ciencia.
201
¡Cuántas ansias os debo por tan bello secreto!
202
Mas el engorro, padre, es cambiar la sortija.

ALCANDRO
203
Tengo otra invención prevista de igual modo:
204
de mañana, estad presto con la mano y la vista,
205
a recibir la suya, que he cogido mil veces,
206
cuando para lavarseNXNota del editor

El mago se refiere al lavado de manos del Rey, antes de comer.

se la saque del dedo;
207
luego, o se la devolvéis, o dejáis en la mesa
208
la que vuestro artesano haya hecho similar,
209
y que bajo la piedra tendrá el encantamiento
210
que debe al Monarca privar del raciocinio:
211
entonces, al no verle ni razón, ni memoria,
212
sabréis si mi ciencia se merece la gloria.

LEANDRO
213
Si veo que la sortija tiene raros efectos,
214
y que es favorable para con mi proyecto,
215
si esta ocurrencia triunfa, debéis esperar
216
una ventaja igual a la que tenga Leandro.

ALCANDRO
217
Como premio a mi esfuerzo, sólamente queredme;
218
mas haced que bien pronto fundan otra sortija.

ESCENA VI

EL REY, LEONOR, su hermana

EL REY
219
No tratéis de ocultarlo: secretas pasiones
220
bajar la vista os hacen y sellar vuestros labios.
221
Leandro en vuestra estima es objeto divino;
222
si vos lo detestáis, soy un mal adivino.
223
Las buenas cualidades con que estáis adornada
224
me han obligado, hermana, a dejar que lo veáis,
225
y vuestra mente es buena para trazar un plan
226
que no pueda basarse en un juicio sensato.
227
Siempre os consideré noble y de buena cuna,
228
sin aspirar al yugo de un matrimonio indigno.
229
El galán que os gusta bueno es para valido;
230
y el Duque de Calabria es mejor para marido:
231
tiene sobre este asunto mi palabra implicada,
232
y espero que estéis con este plan conforme.

LEONOR
233
Yo no soy culpable de iniciar una acción
234
que muestre por Leandro alguna intención.
235
Si Leandro me es querido, es por su honestidad:
236
doquiera que la veo, igualmente la aprecio;
237
y hasta el más defectuoso de todos los mortales
238
igual me atraería, si fuera virtuoso.

EL REY
239
Si otros sentimientos herido hubieran mi alma,
240
palabras tan juiciosas mi mente aturdirían;
241
en vano acusaría a un amor virtuoso
242
cuyo objeto...
(Fabricio llega)
Pero Fabricio ha regresado;
243
permitid que este hombre se libere de cargas
244
de ligeros asuntos que le había encargado.

(Ella se marcha)

ESCENA VII

EL REY, FABRICIO

FABRICIO
245
(corriendo)
¡Señor, feliz noticia!

EL REY
¡Agradable ardor!

FABRICIO
246
Vuestra amante está sola, y os desea enormemente.

EL REY
247
¡Oh celestial discurso! ¡Respuesta favorable!
248
No perdamos, Fabricio, un tiempo tan deseable,
249
veo que tiene la mente, como la tez, aseada;
250
vamos, pronto, corramos…

FABRICIO
Mas, Señor, es muy tarde,
251
con bastante pesar es preciso que os vea,
252
moderar vuestra dicha con otro argumento.
253
Aquella a quien servís ya de Vos no está tan cerca:
254
ahora vuestros diálogos os han hecho celoso.
255
Allí donde su padre ha hecho que la lleven,
256
dudo de que el día brillar pueda algún día,
257
pues le resultan gélidos vuestros ardores jóvenes,
258
y que vuestras visitas aumentan sus sospechas.

EL REY
259
Gana el traidor terreno por este humor miedoso
260
que lo hace cautivar al ser que me cautiva.
261
Pronto esta frágil mente sabrá que aún se puede
262
romper muros de bronce con oleadas de oro;
263
y, dado que Liliana a mi afán es propicia,
264
bien sabremos con arte suprimir el amaño.

(Sale)

FABRICIO
265
(solo)
¡Dioses! Qué poder tiene Fabricio con los Reyes,
266
¡y cuánto yo me río de Amor y sus leyes!
267
El Príncipe a este niño tiene su alma entregada;
268
le forja sus designios, le gobierna la vida,
269
perturba su razón, compromete su fe,
270
y lo domina tanto como a mí lo hace Baco.


ACTO II

ESCENA PRIMERA

EL CONDE TANCREDI, con servidores del Duque, LISIS, MELITA, llegando del campo

EL CONDE
271
Esperando adorar esta divina aurora,
272
siento que un nuevo día amanece en mi alma;
273
¡cuánto anhelo ver tan agradable encanto!
274
A mi juicio la tierra bajo mis pies se extiende,
275
y celoso el Sol del fuego que me aflige,
276
creo que hace un recorrido más largo de lo usual.
277
El castillo que guarda un tesoro tan raro
278
recula daño haciéndome; ¿aún está muy lejos?

LISIS
279
En una hora o menos lo tendréis a la vista.

EL CONDE
280
¿Esta pronta llegada estaba ya prevista?
281
¿Esperaba el Duque verme tan pronto aquí?

LISIS
282
No, sólo en unos días.

EL CONDE
Yo también lo pensaba;
283
pero el deseo de ver este rostro amable
284
adelantó mi viaje contra mis perspectivas.
285
Nuestras velas cobraron un viento favorable,
286
así que... ¿Mas ¿qué gente viene a recibirnos?

LISIS
287
Liliana y el Duque.

EL CONDE
¡Dioses! Ante este nombre,
288
mi corazón estalla y mi alma se eleva.

ESCENA II

EL DUQUE, LILIANA, EL CONDE, LOS CRIADOS

EL DUQUE
289
¡Qué ocasión de alabar este precioso día,
290
en que el Cielo tan claro me ha mostrado su amor!
291
¡Cuántas ansias le debo! ¡Cuán contenta está mi alma
292
por verme en el final de una espera tan dulce!
293
Tras tantas inquietudes, por fin encuentro en vos
294
el yerno deseado, y mi hija un esposo.

EL CONDE
295
Vos encontráis un súbdito, la Señora un esclavo
296
con el que juega un niñoNXNota del traductor

Este niño, como en los versos 89, 157, 267 y 1457 es el Amor.

, y una niña provoca;
297
mas que este prisionero, adorable belleza,
298
sea objeto de amor más bien que de dureza,
299
que no sea castigado, ya que no es culpable.
300
Cruel, ¿quién os hace a mis deseos esquiva?
(La besa con pesar)
301
¿Por qué impedís que en este estado en que me hallo,
302
tan sólo un simple beso alivie mis apuros?

EL DUQUE
303
Vuestros ojos leer pueden fácilmente en su rostro
304
el efecto común del pudor a su edad;
305
pero pronto tendréis ocasión de vengaros,
306
y la primera noche la pondrá en su lugar.

ESCENA III

EL CAPITÁN DE LA GUARDIA, CUATRO ARQUEROS (EL DUQUE, EL CONDE TANCREDI, MELITA, LILIANA)

EL CAPITÁN
307
De mi Rey más súbdito que de vuestra valía,
308
cumplo a regañadientes un penoso deber.
309
Perdonad, SeñoríaNXNota del traductor

El original “Monseigneur”, era un título que se daba, en Francia, en propiedad al delfín, y, por extensión, o cortesía, a otros sujetos de alta dignidad, como duques, pares o presidentes de consejos. En España es un título honorífico concedido por el Papa que se aplica a ciertos prelados eclesiásticos. De ahí que hayamos traducido “Señoría”.

, el Rey me ha ordenado
310
que con celeridad os haga arrestar.

EL DUQUE
311
¿Qué motivo ha hecho este deseo legítimo?

EL CAPITÁN
312
Su ira es una prueba del enorme delito;
313
el creyó que el Conde estaba involucrado:
314
este es el triste asunto que nos trae aquí.

EL CONDE TANCREDI
315
¿Yo? ¡Que mi genio aflore y soporte esta pena!
316
¡Que un juicio tan falso pueda anidar en su alma!
317
¿Que siendo aquí extranjero en intrigas me impliquen?
318
Ignoro mi delito, o es un malentendido;
319
sólo aquí esta beldad es lo que me retiene,
320
y prisión no merezco que no sea la suya.
321
Sólo su gracia tiene derecho a culparme,
322
aunque, si pequé fue por amarla en exceso.

EL CAPITÁN
323
(llevándose la espada a la mano)
Aunque capaz no fueseis de delito alguno,
324
vana es vuestra defensa, y seréis culpable:
325
no debe el inocente sufrir coacción alguna,
326
y quien nada ha infringido se acusa cuando teme.
327
Nunca un Rey tan bueno privó de su licencia
328
a quien tan sólo debe asombrar la inocencia:
329
la verdad bien sabrá amortiguar su cólera,
330
y hacer que se arrepienta de sus falsas sospechas.

EL DUQUE
331
Salvo que este Señor libre esté del agravio
332
que mi deber por vos soporta sin querer,
333
que reciba en otro lugar que en la prisión
334
a aquel cuya alianza ensalza mi morada.

EL CONDE
335
No, pues sin causa el Príncipe sospecha de nosotros,
336
es también sin razón que nuestra alma se asombra.
(A Liliana)
337
Adiós, divino objeto de mi inquietud más dulce.

EL CAPITÁN
338
Vos debéis también, Señora, acompañarlos.

EL DUQUE
339
(al oído a su hija)
Nos pones a nosotros y tu estima a merced,
340
y quieres defraudarnos con lágrimas de dicha.

LILIANA
341
Mi corazón más noble y más sano veríais,
342
si se os permitiera poder leer en mi pecho.

EL DUQUE
343
(al Conde)
Si por vuestro sosiego mi honra es necesaria,
344
os diré lo que pienso, Señor, de este asunto.

LILIANA
345
(le dice a Melita, al oído)
Finalmente, ¿ves cómo me cuida este Príncipe,
346
y cuán dulce parece vivir bajo su ley?
347
¿Puede esta falsedad, que mi consentimiento
348
había autorizado, ser bastante apreciada?

MELITA
349
Aseguraos, no obstante, de dar los pasos justos,
350
para subir al trono, en lugar de al patíbulo.
351
No hay cárcel alguna, tan bella ni tan buena,
352
que sea un camino para llevar a la corona.

ESCENA IV

LEANDRO
353
(solo, sujetando la sortija encantada)
¡Sortija más preciosa por tu encantamiento
354
que por el precio de oro, ni por este brillante,
355
si tu virtud me da un triunfo favorable,
356
cuántos tesoros vales, cuán me eres adorable!
357
Mi memoria por siempre me hablará de ti,
358
si me complaces tanto con quitársela al Rey;
359
esta es su igual sortija, en apariencia al menos,
360
y no podrán sus ojos notar la diferencia;
361
pudiendo, al lavarse, sustituirlo por ésta,
362
aprecio felizmente que mi plan tiene éxito,
363
cuando pierda el sentido me obtendrá una corona
364
y los castos favores de la belleza que amo.
365
Mas ¡Dioses! Que a punto llego, pues se levanta,
366
y justo en el momento en que va a lavarse.

ESCENA V

EL REY entra en el tocador donde está LEANDRO y otros SIRVIENTES

EL REY
367
(vistiéndose)
Por fin veo a mi hermana algo mejor dispuesta
368
hacia este cariño que tanto rechazó.
369
El Príncipe que quiero tener debe este fruto,
370
y los otros un ruido inútil sólo han hecho:
371
aunque juzgarse puedan las obras de las damas,
372
la apariencia a menudo es distinta a sus almas;
373
supieron nuestros males volver contra nosotros,
374
y por nuestros embustes a mentir aprendieron.
375
Pese a lo que se piense, mi hermana no es de hielo,
376
y de Amor cualquier sorbo lugar halla en su pecho.
377
Sé que desde hace poco este Señor partió,
378
y viene en pleno día a lograr esta opción.
379
Oigo que se prepara en toda la región
380
un gran recibimiento apropiado a este Príncipe.

ESCENA VI

FABRICIO corre acalorado, (EL REY, LEANDRO, CRIADOS)

EL REY
381
¡Adónde va Fabricio!

FABRICIO
A pediros perdón.

EL REY
382
¿En qué delito has caído que imploras este don?

FABRICIO
383
Nada que podáis ver, y es suficiente ofensa,
384
el acercarme a vos con tanta anuencia;
385
pero por otro lado tengo con qué alegraros:
386
si estáis de humor y os complace escucharme,
387
por la orden que ayer me encargasteis que hiciera,
388
muchos no son capaces de poder disgustaros.
389
Tancredi está preso, Alejandro arrestado,
390
y el objeto asesino de vuestra libertad.
391
¿Señor, así tratáis a vuestros enemigos?
392
Si en adelante alguna pasión me enajenara,
393
el miedo a tal afrenta mi amor apagaría:
394
cuando seamos rivales, yo siempre cederé.

EL REY
395
Ya no lleves, Amor, tu insignia sin deshonra,
396
ya que uno de tus súbditos hoy te ha vencido,
397
y no te vanaglories del poder que Afrodita
398
te había concedido sobre las otras mentes;
399
no me reproches más que estos hierros son fuertes,
400
porque por mi objeto hoy tu los transportas;
401
tu arco está distendido, mi amante está en grilletes,
402
y ambos sufrís los males que yo ya he sufrido.
(A Fabricio)
403
Amigo, confidente, ¿dónde mi fe se funda,
404
si por dulce nexo te debo menos que un mundo?

FABRICIO
405
Aunque vuestra bondad se muestre bien conmigo,
406
me veréis de un humor fácil de contentar:
407
dándome sólamente un Reino, un Imperio,
408
ya no importuno más a Vuestra Majestad, Sire.

EL REY
409
Tus deseos me parecen un tanto delicados,
410
y reduzco el regalo a sólo dos mil ducados.

FABRICIO
411
¡Cuánto me gusta en vos esta noble costumbre!
412
Señor, ahora mismo os traigo aquí la pluma:
413
pues ya no vemos entre vuestros financieros,
414
el candor que veíase en vuestros predecesores:
415
y no obtendré de ellos ni favor, ni dinero,
416
si Vuestra Majestad no rubrica la orden.

EL REY
417
Cierto es que se equivocan si Fabricio no erra:
418
Fileno, pese a ello, corre a la prisión,
419
y que a los dos cautivos los retengan allí.
420
Que vigilen sus pasos, que observen sus miradas,
421
que no dejen entrar a parientes ni a criados,
422
y haz que de allí trasladen a Liliana al Palacio.
(Fileno sale)
423
Agua para lavarse.

LEANDRO
¡Oh, palabra oportuna!
424
Leandro, ahora no dejes escapar la fortuna;
425
aquí es donde debes ser prudente y rápido:
(Coge la jofaina)
426
y al sostener la zafa, la agarro por delante,
427
y, si puedo cambiar la sortija que suelta,
428
el Cielo no podrá prometerme ya más.

EL REY
429
(se lava y, tras dejar la sortija en la zafa, dice:)
Amantes, no derraméis lágrimas,
430
que nadie se aflija o suspire;
431
por la prisión de ojos tan bellos,
432
Amor ha perdido su imperio.

LEANDRO
433
(cogiendo la sortija, dice en voz baja:)
Leandro, no derrames más lágrimas,
434
no temas desde ahora, ni suspires;
435
porque, pudiendo cambiar esta sortija,
436
el Rey va a perder su Imperio.

EL REY
437
Me gusta este precioso objeto,
438
ya no derramaré más lágrimas,
439
y, pese a todo los celosos,
440
seré dueño de sus encantos.

LEANDRO
441
(habiéndole devuelto la sortija encantado)
Le gusta esta preciosa sortija,
442
ya no derramaré más lágrimas,
443
y, pese a todo los celosos,
444
seré dueño de sus encantos.

EL REY
445
(en su habitación, se apoya en el brazo y dice:)
Mas ¿do me viene, oh Dioses, este súbito cambio?
446
¿Este cambio de espíritu? ¿Este amodorramiento?
447
En esto Amor se venga, y somnolencia cómplice
448
de su intención, se arrastra debajo de mis ojos.

LEANDRO
449
Lo pondrá este hechizo en el estado que quiero.
450
Alcandro, etérea mente, ¡cuántas ansias te debo!

ESCENA VII

EL CAPITÁN DE LA GUARDIA, a los pies del Rey (EL REY, LEANDRO)

EL CAPITÁN
451
Señor, en todo punto he cumplido el asunto.
452
Junto a estos dos Señores fue arrestada la chica.
453
Ellos lo aceptaron tras alguna protesta.
454
¿Querríais mandarme alguna cosa más?

EL REY
455
Mis labios enmudecen ante estos raros términos;
456
habla más claramente, o mejor di quién eres.

LEANDRO
457
¿Qué hombre puede ahora ser más feliz que yo?

EL CAPITÁN
458
¡Señor, soy yo, Dorame!

EL REY
¡Ah! ¡Sí, te reconozco!
459
Los problemas ligados a mi forma de vida
460
me han casi por completo robado la memoria.
461
¿Qué deseas de mí?

EL CAPITÁN
Deciros sólamente
462
que he hecho cumplir la orden que me disteis;
463
que Alejandro, su hija, y el Conde su yerno
464
están aquí cautivos.

EL REY
¿Qué acabo de oír? ¡Dioses!
465
¡Cautivos! ¿Y por qué, si eran inocentes?
466
Alejandro y los suyos me han obedecido.

EL CAPITÁN
467
Señor, ningún motivo me insta a esta acción;
468
recibí al respecto vuestra palabra expresa.

EL REY
469
¿De qué se lo acusa?

EL CAPITÁN
Creo que por haber puesto
470
el deseo y sus ojos en vuestra autoridad.

EL REY
471
¡Dioses! ¡Cuán fuerte es la ambición, y este vicio
472
con sutiles señuelos se desliza en las almas!
473
El orgullo, hiel dulce, anida en corazones
474
que han sido vencedores de cualquier otro crimen.
475
¡Qué mal analizamos, al estar confundidos,
476
las dotes de los Reyes y Amos de los hombres!
477
Se deben estos títulos tan sólo a sus afectos;
478
nada hacer puede un Rey por domar sus pasiones.
479
Dorame, si el Duque es de este crimen culpado,
480
creo que su prisión y muerte son legítimas.
481
Mientras que procedemos a informarlo aún más,
482
que esté bien resguardado de todo sol y viento.
483
Su hija, a la que creo inocente en el crimen,
484
tendrá, sin más, por guarda el cuarto de la Infanta.

EL CAPITÁN
485
Todos vuestros mandatos son para mí reclamos,
486
y vamos, de inmediato, Señor a obedeceros.
487
¡Dioses! ¡Debe tener melancolía este Príncipe!
488
Lo que dice un día, al siguiente lo olvida.

EL REY
489
(hablando con Leandro)
¡Cuánto altera mi mente, amigo, este informe!
490
Aquí estoy confuso, si alguna vez lo estuve;
491
y nunca acción alguna me había hecho creer
492
que en él tener podría un servidor tan judas.

LEANDRO
493
Señor, hasta al más fiel se lo combate a veces;
494
nunca los envidiosos la virtud escatiman,
495
y a menudo se ve en un súbdito afín
496
que se acusa a quien en nada es reprobable.

EL REY
497
Quiero que procedamos en esto sabiamente.

ESCENA VIII

FABRICIO, trayendo tinta, pluma y papel (EL REY)

FABRICIO
498
Sire, aquí esta la pluma, y el mandato también.

EL REY
499
¿Qué escrito? ¿Qué pluma es la que me has dado?

FABRICIO
500
¡Que muera si toco algo antes que esté firmado!
501
Señor, yo ya tendría esos dos mil ducados.

EL REY
502
¿Qué esperas tú de mí, pues yo no te conozco?

FABRICIO
503
¿Que no me conocéis? ¿A Fabricio, Señor?
504
Mas debéis conocerme, o tomároslo a broma,
505
y la bilis en Vos no ha desaparecido
506
desde que estoy sirviendo a Vuestra Majestad.

EL REY
507
¡Dioses! Tantas angustias afligen a los Reyes,
508
que en menos de un instante ya no conozco a nadie.
509
Perdona, amigo mío.

FABRICIO
Señor, no hay perdón,
510
si Vuestra Majestad no firma este presente.

EL REY
511
¿Qué presente? ¿Y por qué?

FABRICIO
Por la feliz noticia
512
del encarcelamiento del Duque y de la bella.

EL REY
513
Me lo dijo Dorame, y nadie antes que él
514
me había, hasta ahora, de este problema hablado.
515
¿Viniendo a entristecerme, crees que me coaccionas,
516
y que vaya a dar premios a aquellos que me afligen?

FABRICIO
517
Señor, en despacharme sed más expeditivo,
518
no me pongáis a prueba en temas de dinero.

EL REY
519
(rompiendo el mandato y yéndose)
Busca otros asuntos para tus artimañas,
520
lo que aquí me cuentas son frías ensoñaciones.

FABRICIO
521
(solo, mirándolo)
¡Qué estos regalos sean para otros y no a mí!
522
Señor, este dinero no es de buena ley.
523
¿Es que no os preocupa de cuenta equivocaros?
524
Quien ahora asumiría la mitad de mi afrenta,
525
tendría justa parte de lo que he recibido.
526
Cielos! ¿Quién vio jamás a un hombre más frustrado?


ACTO III

ESCENA PRIMERA

LILIANA, MELITA

LILIANA
527
¿Reconoces al fin el designio infalible
528
que este rendido Príncipe por mí tiene en su pecho,
529
y que esta prisión de mi padre y del Conde
530
es la senda del trono do se alza mi fortuna?
531
Melita, observa un poco sus ojos acercándome,
532
juzga por su dulzura cuál será mi destino:
533
si tuviera en la mente un proyecto difícil,
534
si estuviese a punto de perder la Sicilia,
535
si viera a extranjeros entrar por todas partes,
536
mi trato cambiaría su inquietud en placer,
537
y cualquier enemigo que combatir debiera...

MELITA
538
Seríais lo primero que intentaría hundir.

LILIANA
539
Nunca sabrás hablar con toda discreción.

MELITA
540
Pensáis, me parece, un poco a la ligera,
541
y sospecho con fuerza los medios que utiliza.
542
La astucia debe obviarse en tan sacro misterio:
543
un Rey o cualquier hombre puede bien engañaros.
544
Hasta ahora de vos mucho se ha apropiado,
545
y por vos mucho temo que al fin se desentienda,
546
lo que no implicaría mermar vuestro vestuario,
547
que este joven Monarca, experto en estos fraudes,
548
os quite una flor para daros un fruto.
549
Luego sus intenciones no serían dudosas:
550
seríais Reina entonces, mas de hijas deshonrosas.

LILIANA
551
Tonta, aquí no expongas razones de ese tipo,
552
y guarda para ti este sano consejo;
553
no des la mano a alguien que sabe conducirse,
554
ocúpate en servirme, y no en instruirme.

MELITA
555
Ya que me doy cuenta de que trabajo en vano,
556
os vería caer sin tenderos la mano;
557
suficiente es saber que tal es vuestro ánimo,
558
y que el seros fiel sólo logra enfadaros.

LILIANA
559
Aquí llega el Rey: lee por cómo actúa
560
la pasión que transpira cuando está de mí cerca.

ESCENA II

EL REY, FABRICIO LILIANA, MELITA

EL REY
561
(hablando a sus servidores)
No hay cargo que haga lícita su prisión:
562
que los libren de hierros, al estarlo de crimen;
563
que estos Señores sean devueltos a sus tierras,
564
ocupando el rango de mis mejores amigos.

FABRICIO
565
¡Dioses! ¿Qué es lo que oigo? Señor, ¿a qué fingir?
566
Sabemos que no hay crimen que pueda atribuírseles,
567
son menos viles que los Señores de la Corte,
568
y que han sido apresados por motivos de amor.
569
Pero vos lo ordenáis, y él os es leal:
570
ayer yo vine a veros a traeros la noticia;
571
os complació nombrarme autor de vuestro bien.
572
Prometisteis bastante, y no cumplisteis nada.
573
¡Qué poco ha durado vuestro estado de humor!
574
Habéis, ante mis ojos, hecho trizas la orden.
575
Y ahora parece como si no me conocierais;
576
mas vuestro olvido viene de los dos mil ducados.

EL REY
577
¿Dónde va este insolente a idear estas mentiras?
578
¿Adónde se imagina estas quimeras, sueños?
579
¡Dioses! ¿Con qué personas me trato desde ahora,
580
y qué quiere de mí que nunca me di cuenta?

FABRICIO
581
Es un espejo falso su estado de avaricia,
582
si no quisiera nada, pues sería Fabricio;
583
bien, Señor, ya dejemos esta charla superflua,
584
y ya reconocedme; no pido nada más.
(Ve a Liliana)
585
Bien que reconocéis a esta bella amante;
586
un violento deseo de besarla os apremia.

LILIANA
587
(habla con el Rey)
Señor, ¿qué novedad causa tanta frialdad?
588
¿Por que causa se frena una pasión tan dulce?
589
¿Es que ya no os parezco irradiar tanta luz?
590
¿Os quiero acaso menos por estar prisionera?
591
¿El marco del lugar do nos habéis puesto,
592
os llevaría a estimarnos cual vuestros enemigos?

EL REY
593
¿Qué lugar? ¿Qué enemigos me ha creado el Cielo?

FABRICIO
594
¿No finge, asimismo, no saber quiénes son?

LILIANA
595
Ah, Señor, ordenad que el ataúd me abran,
596
o dignaos honrarme con mejor acogida:
597
ante estos confidentes fingir de nada os sirve,
598
y aquí no hay nadie que pueda coaccionarnos.

EL REY
599
Guardad estos discursos para una mente herida;
600
¿quieren que aquí yo pase por ser un insensato?
601
No me conocéis bien, y mi alma está muy sana
602
para que estos diálogos me puedan perturbar.
603
¿Qué motivo, querida, trae aquí vuestros pasos?
604
¿Quién entrar deja a estos locos que no conozco?

FABRICIO
605
¡Cuán desterrada está la razón de su mente!
606
Ya no me quejo más, que tengo compañía.

LILIANA
607
¿Es que ya no os parezco tener los mismos ojos
608
que os complacía nombrar vuestros Soles y Dioses?
609
¿Que un día me robó el dulzor de ese encanto
610
que os han arrancado tantos deseos y lágrimas?
611
¿Vuestro cuerpo provisto no está de los sentidos
612
que para mí avivaban tanto ardor inocente?
613
¿Qué sino ha convertido en hielo tanta llama?
614
¿No hay ya sitio para Liliana en vuestra alma?

EL REY
615
¿Acaso sois Liliana?

LILIANA
Ah, Señor, confesad,
616
si es que aún me amáis, el alma que tenéis,
617
preguntad sólo a ella si no soy yo la misma
618
que fue siempre objeto de su extremo amor.

EL REY
619
¿Qué fin tiene esta charla? ¿Qué queréis de mí?

LILIANA
620
¡Cómo! ¿Este presto cambio es el premio a mi fe?
621
¿En qué basar debemos ciertas expectativas,
622
si los Reyes nos hacen sólo vanas promesas?

FABRICIO
623
¡Cómo habla de bien! ¿Podría aventurarse
624
que haya olido el viento de los dos mil ducados?

EL REY
625
Hermana, ¿eres tú?

LILIANA
¿En quién me he convertido,
626
si Vuestra Majestad tan pronto me ha olvidado?
627
¿Algún demonio, al ver mis planes al revés,
628
hace que aquí adquiera semblantes diferentes,
629
y puede darme una forma en que parezca
630
una loca Liliana, y a la vez vuestra hermana?

EL REY
631
Liliana, ¿eres tú?

LILIANA
Sí, este ser tedioso,
632
al que vos destinabais tantas noches felices,
633
aquella a quien llamabais vuestra alma y vuestra vida,
634
la que con su franqueza os había extasiado.

EL REY
635
¡Cuán falsas esperanzas tu vanidad alimenta!
636
¿Cómo habría podido amarte sin yo verte?
637
¿Qué amor tus bellezas habrían despertado
638
en mí, que ahora apenas puedo reconocerte?

LILIANA
639
Si hasta este punto vuestra mente ha cambiado,
640
si bajo otras leyes mi amor lo ha colocado,
641
que Vuestra Majestad consienta el himeneo
642
que debe en otra parte regular mi destino.

EL REY
643
Hija, que tu anhelo se cumpla con todo éxito.
644
¿Qué tengo yo que ver en algo que no me afecta?

LILIANA
645
Así que sólo debo tener que avergonzarme
646
del encarcelamiento de mi padre y del Conde.

(Llega Leandro)

EL REY
647
Creo que los detuvieron siendo ellos inocentes,
648
y permito, asimismo, que sean liberados:
649
enseña de mi parte este anillo a Dorame;
(Sacándose la sortija del dedo)
650
que libre a estos Señores de ataduras y culpa.
651
Ve, y libra de hierros al objeto de tu amor,
652
no me molestes más con tan ociosa charla.

LILIANA
653
(cogiendo la sortija y yéndose)
¿De dónde le proviene esta melancolía?
654
¡Cuánto finge este Príncipe, o cómo está de loco!
655
¡Un extraño accidente ha turbado su juicio!
656
Vamos, Melita, a abrir su vergonzosa cárcel.

MELITA
657
Pues bien, ¿qué ocurre ahora con tan preciosa boda?
658
Este anillo la rompe en vez de ser una prueba.

(Se marchan)

LEANDRO
659
(en voz baja)
¡Cuánto agrada a mis ansias estos nuevos sucesos!
660
Es bueno que descanse, y se cure en un tiempo:
661
este mal ya causaba demasiada violencia,
662
y su mitigación se ve en su silencio;
663
cuando esta bella moza devuelva la sortija,
664
veremos a esta mente alterarse de nuevo.

EL REY
665
(con otra actitud y una mente serena)
¡Cuánto cambia nuestro ánimo en cuestión de unas horas!
666
Siento que mi humor y mi salud mejoran;
667
veo en este momento que mis ansias se acaban.
668
Fabricio nada dice; ¿nada que contar tienes?

FABRICIO
669
¿Os tomáis a risa de mi rubor la causa!
670
Si nada he recibido, ¿qué debo yo contarNXNota del traductor

Juego de palabras, ya que “compter” es una variante ortográfica de “conter”, siendo el origen de los dos verbos: computare.

?

EL REY
671
¿Cómo? ¿No has recibido esos dos mil ducados?

FABRICIO
672
Señor, estas palabras nada me satisfacen:
673
¿quién sin seguir vuestra orden, la suma habría sacado?

EL REY
674
¿Y tú no la tenías?

FABRICIO
Vos la habéis roto.
675
¡Qué fácil para vos es reiros y burlaros,
676
¡Prometer en exceso y nada conceder!
677
¡Nombrar dos mil ducados son frívolos vocablos,
678
y mucho más valdrían en fondos que en palabras!

EL REY
679
Prefieres despreciar lo que yo te he dado;
680
si lo hubieras querido, te lo habría firmado.

FABRICIO
681
Si este buen humor os dura mucho tiempo,
682
mi buena voluntad mejor conoceréis;
683
y, si en un momento os vuelvo a ver aquí,
684
traeré yo la pluma y la orden también.

EL REY
685
Fácilmente podré atenuar tu tristeza,
686
si sólo es mantener esta justa promesa.

(Fabricio se marcha)

EL REY
687
(continúa hablándole a Leandro)
El Príncipe que pronto se unirá con mi hermana,
688
viene con gran pasión a poseerla ya;
689
cuida del protocolo, y ten en cuenta, Leandro
690
el deber que su rango nos obliga a brindarle.

(Se marcha)

LEANDRO
691
(hablando bajo)
Todo será al contrario de cómo lo pretendo,
692
si yo pongo en práctica esta delegación.

ESCENA III

LEANDRO, LEONOR

LEONOR
693
¿Qué hace aquí el objeto de mi dulce pensar?

LEANDRO
694
Sueño ya con pagar mis pasadas tristezas:
695
tantos son ya los frutos que la sortija ha traído,
696
que es difícil saber cuánto ya me debéis.

LEONOR
697
La treta, sin embargo, se debilita un poco,
698
y acota lentamente nuestra común espera.
699
Debió ser la sortija de efectos más rápidos,
700
unir nuestros destinos, coronar nuestras frentes.

LEANDRO
701
Lejos de vuestra mente echad esos temores;
702
su fuerza unirá pronto a nuestras dos mitades.
703
Habéis visto al Rey perder toda cordura,
704
y, si ahora tiene, más alivio es a causa
705
de no tener sortija, tan útil a nosotros;
706
Liliana la utiliza, salvando así a su padre.
707
Pero ya viene aquí, vayamos tras de ella,
708
veréis resultados que no esperaríais.

ESCENA IV

LEONOR, LILIANA, LEANDRO, MELITA

LEONOR
709
¿A dónde huis, Señora?

LILIANA
(con la sortija en el dedo)
¿De dónde os sale el ansia
710
que os lleva a informaros del móvil de mi vida?

LEONOR
711
Vuestro interés me obliga a inquietud semejante.

LILIANA
712
A mí también me obliga mi inquietud a callarme.

LEONOR
713
Vuestro humor era antes mucho más educado.

LILIANA
714
Esa es otra cosa que os figuráis de mí.

LEANDRO
715
Ved que tiene el anillo.

LEONOR
Mis sentidos se halagan.

LILIANA
716
¿Qué queréis de mí, que yo jamás os vi?

ESCENA V

EL REY, LEONOR, LILIANA, LEANDRO, MELITA, FILENO

EL REY
717
(corre a besar a Liliana)
Liliana, ¿eres tú, mi Diosa y mi vida?
718
¿Qué destino me había tu presencia extasiado?
719
¿De do viene a alumbrarme de amor este bello astro?
720
¿A qué lugar del orbe has transportado el día?
721
Que cien veces yo bese esta boca tan grata;
722
pero una mano avara me prohíbe tocarla.
723
Cruel, ¿de dónde viene este súbito cambio?
724
Ordenad bien mi muerte, o mi aplacamiento.

LILIANA
725
Descarado, ¿qué humor os lleva a hablar así,
726
y os hace ultrajar a chicas de mi clase?

LEONOR
727
¡El entretenimiento tiene encantos risueños!
728
¡Cómo le habla al Rey, al que ella no conoce!

EL REY
729
¿Por qué este mal humor? ¿Y qué acaloramiento
730
desde hace poco tiempo ha asido vuestra alma?
731
Señora, ¿vos sabéis que le habláis al Rey,
732
y los dos respiramos bajo la misma ley?

LILIANA
733
¡Cómo habré yo, oh Dioses, tan gravemente errado!
734
Señor, mi ignorancia ha hecho que me equivoque:
735
Mas intención no tengo de excusar mi pecado,
736
no perdonéis mi vida, si os he enojado.

EL REY
737
No me enojas, mi Reina, y este arrepentimiento
738
más podría afligirme que lo ha hecho tu ofensa,
739
puesto que yo no encuentro tormento más molesto,
740
como el de ver brotar lágrimas de tus ojos.
741
Mas te libra esta pena de una ligera ofensa,
742
y es, igual que el pecado, falso arrepentimiento.

LILIANA
743
¿Qué hechizo, qué demonio hipnotizó mis ojos?
744
¿Cómo obedecer puedo a Vuestra Majestad?

EL REY
745
Siendo más indulgente con mi alma sojuzgada,
746
cuidando mis afanes, mis derechos, mi vida,
747
al final me obedeces, si tu alma se conmueve
748
al ver a tus rodillas a un Príncipe obediente
749
que cede ante tus ojos la gloria que lo ciñe,
750
y que pone a tus pies su cetro y su corona.
751
Alivia mi tormento con solo una mirada,
752
con ella, Diosa mía, me darás mejor trato.

LILIANA
753
¿Debo hoy creer a mis ojos y oídos?
754
Señor, es mucho honor para mis semejantes.
755
¿Cómo podría yo obligaros a amarme,
756
quién nunca el honor tuvo de veros antes de hoy?

MELITA
757
¡Santo Cielo, con qué descaro está mintiendo!
758
Diríase que estos juegos son como una comedia.

EL REY
759
(hablándole a Fileno)
¿Fileno, qué criterio seguiré en adelante?
760
Me encuentro confundido, más que nunca lo estuve.

FILENO
761
Creo, que tras la afrenta que esta beldad sufriera,
762
bien que os merecéis este trato de ella.

EL REY
763
¿Considera una afrenta esta feliz prisión
764
en donde por su bien acepté su razón?

FILENO
765
Señor, eso no es todo; al verla aparecer,
766
habéis testificado que no la conocíais;
767
habéis refutado, descortés, sus palabras,
768
acusando su mente de ser muy vanidosa:
769
por lo cual si se venga, y aunque ella os ame,
770
creo que tiene razón en trataros de igual modo.

ESCENA VI

EL DUQUE ALEJANDRO, EL CONDE TANCREDI, EL CAPITÁN DE LA GUARDIA, todos a los pies del Rey, (EL REY, FILENO, LILIANA, MELITA, LEONOR, LEANDRO)

EL DUQUE
771
¿Qué gracias mostraré al más justo de los Reyes?
772
La libertad perdiendo, perdimos nuestra voz;
773
nuestra alma en nuestros hierros quedó tan sorprendida,
774
que esta liberación apenas la ha calmado;
775
permanecimos mudos. Además, ¿qué diríamos,
776
ya que nuestra inocencia había zozobrado?
777
Un inocente mudo es, ante vos más capaz
778
de defenderse que un culpable elocuente.

TANCREDI
779
Señor, autorizadme a que bese las manos
780
del Rey más poderoso al que honran los humanos,
781
que Vuestra Majestad disponga de una vida
782
que sin prisión ni hierros tiene ya sojuzgada.
783
Junto con mi deber, mi arrodillamiento
784
muestra y mostrará siempre este sometimiento.

EL REY
785
¿Quién se arrogó el derecho de soltar a estos judas?
786
¿Son, incluso en mi Corte, mis súbditos mis amos?
787
(Le dice muy bajo a Liliana)
No vayas a inquietarte, cara alma de mis días,
788
preciso es este ardid por el bien de nuestro amor.
(sigue hablando)
789
¿Qué enemigo, qué encanto ha roto sus cadenas?
790
¿Por quién esta salida ha sido autorizada?
791
¿Vienen a completar la sangrante acción
792
que ya han cometido con su sola intención?

EL CAPITÁN DE LA GUARDIA
793
¡Dios! ¿Qué es lo que veo? Señor, licencia alguna
794
me ha hecho intentar nada contra vuestra defensa;
795
utilizado habrían sus medios todo en vano:
796
sólo ver la sortija me hizo romper sus hierros.

EL REY
797
(mirándose el dedo)
Habrá otros más que ellos en el caso implicados
798
que me han, por sorpresa, sustraído este brillante.
799
¿Quién te lo ha enseñado?

EL CAPITÁN
(señalando a Liliana)
Esta joven belleza,
800
que me dijo tenerlo de Vuestra Majestad.

EL REY
801
Cuando yo la obligué con finura adecuada,
802
fuertes preocupaciones agitaban mi alma:
803
dadme esta sortija.
(Se la quita a Liliana)
Tú, no disientas más;
804
ahórrame de oír sus lamentos inútiles,
805
ve y devuelve al horror de una prisión más negra
806
a estos viles rivales de la ley y de mi gloria.

EL DUQUE
807
Señor, acordaos de que el Cielo tiene ojos.

EL REY
808
(Se vuelve a poner la sortija)
Para ver y penar tu detestable crimen;
809
que salgan prontamente. Tu no debes, mi Reina,
810
si es que aún me amas, por su pena afligirte,
811
porque la misma noche que unirá nuestros cuerpos,
812
liberará sus hierros y hará nuestros acuerdos.
813
¡Ay, cómo se consume mi espera de esa noche!
814
¡Cuán presto es mi deseo, y qué lento su fin!
815
Los hierros de nuestro himen bien pueden ser muy fuertes,
816
ya que el Cielo les marca tanto tiempo y esfuerzos.
(Con la actitud totalmente cambiada)
817
Triste, lento, dormido, frío como un tocón,
818
exánime, y apenas pudiendo abrir la boca,
819
de quien leerse puede el cambio en la palidez,
820
reclamo vuestro celo; que me lleven al lecho.

LEANDRO
821
(a Leonor, en voz baja)
Ved el efecto rápido que ha cambiado su rostro.

LILIANA
822
¿Y si el valor perdéis en vuestro corazón?
823
Este mal que proviene de tanta inquietud,
824
tan pronto como vino, tan pronto se irá.

EL REY
825
Adiós, deja que duren algo más mis ensueños,
826
y no me aburras más con tus marrullerías.
827
Me ignoro a mí mismo, y hasta tal punto que,
828
yo oigo, veo, hablo, y no creo conocerte.

LEANDRO
829
(a Leonor)
Ved el extraño efecto.

LILIANA
¡Ay!, en esta pena,
830
¿cómo se aclarará mi incierta creencia?

ESCENA VII

FABRICIO, EL REY, FILENO, LILIANA, MELITA, LEONOR, LEANDRO

FABRICIO
831
(acalorado)
Aquí está la otra orden, solo falta la firma.

EL REY
832
¿Pudiste ver al médico de modo inmediato?
833
¿Qué opina de mi mal, y cuál es el origen?

FABRICIO
834
Esta recetaNXNota del editor

Fabricio juega con los significados de “ordonnance”: receta y orden.

es sólo un mal en la cartera,
835
donde el bien que ella obtiene no podría parar;
836
pero dos mil ducados podrán allí ayudar.

EL REY
837
(rompiendo de nuevo la orden)
Si la receta es sólo un poco de eléboro,
838
para que cures pronto, añade otra onza;
839
tu mal se hará fuerte, si no te recuperas.
840
¿Qué nos cuenta este loco que insiste en sus ducados?

(Todos salen)

FABRICIO
841
(solo, totalmente atónito)
¡Nuevamente lo ha hecho! Desgraciado Fabricio,
842
¡tú que tan bien lo entiendes, sabes de su avaricia,
843
que lo ves perjurar por menos de un denario,
844
sabes, ayer lo viste, cómo de ti se burla,
845
que tu honor hasta ahora tan poco has valorado
846
para venir aquí y llenarte de vergüenza!
847
¡Cuán liberal se muestra! Como premio a mi faena
848
me ha hecho enrojecer por los dos mil ducados.
849
Tracemos en esta hoja versos a la Fortuna;
850
que se canse de ser contraria a mis deseos,
851
que al fin me convierta en clemente a este Monarca.
852
Mas la Fortuna es hembra y yo no tengo dinero.


ACTO IV

ESCENA PRIMERA

LEANDRO, LEONOR

LEANDRO
853
Ved cómo evoluciona el curso de nuestro asunto,
854
cómo nos beneficia la magia del anillo,
855
cuán propicia es la ciegaNXNota del traductor

Aunque una primera lectura sugiere una posible alusión a Iusticia, que era en Roma la representación de la justicia con los ojos vendados, sosteniendo una espada y una balanza, según Scherer (op. cit., p. 1305) se trata de la Diosa Ocasión o Diosa Oportunidad, diosa griega y romana a la que se representaba como una mujer hermosa con larga cabellera por delante que le cubría el rostro y era calva por detrás, sosteniendo un cuchillo con la mano derecha encima de una rueda siempre en movimiento, a menudo con alas en los talones y otras veces con alas en la espalda, representación que se atribuía al escultor griego Fidias. La Diosa representaba las buenas ocasiones perdidas, y de ella se derivan proverbios o frases hechas que aluden a su carácter, como: “La ocasión la pintan calva”, “Coger la ocasión por los pelos”, etc.

Diosa a nuestros deseos,
856
si alguna vez a alguien ofreció sus cabellos;
857
pues no tiene este Príncipe nada de esencia humana,
858
pues razón menos tiene que tendría su cuadro;
859
finalmente, al verlo en este extraño estado,
860
desea una en vuestras manos las riendas del Estado.
861
Desde ahora mi rival nada prometer debe,
862
el Rey, en este olvido, ha firmado la carta
863
por la que sabrá el Duque que rompen los tratados
864
que por la boda unían todas vuestras licencias.
865
Solventado este acuerdo facilita el nuestro,
866
puede hacer que reinemos en toda la Sicilia,
867
Vos en función de Reina, y yo como Virrey,
868
recibiendo de Vos una eterna ley.
869
Mas del Duque la pérdida parece necesaria
870
para la perfección de este feliz asunto;
871
él puede con su esfuerzo a nuestro plan oponerse,
872
nuestra seguridad se implanta con su muerte.

LEONOR
873
Si este hechizo ha hecho su mente tan sumisa,
874
si según tú está en el estado idóneo,
875
¿a qué aplazarlo más? Completemos el plan
876
que me hace muy feliz, y que te abre mi pecho.

ESCENA II

EL REY, con actitudes extravagantes, FILENO, LEANDRO, LEONOR

EL REY
877
¿Qué sino me sacó del lugar do nací,
878
sin fuerza, sin apoyo, sin bien, sin madurez?
879
Viéndome en este punto, como una vez vivióNXNota del traductor

El original: véquit, es la forma antigua del “passé simple” del verbo “vivre”, que se utilizaba aún en el siglo XVII.

880
el primer hombre humano cuando el mundo nació.
881
Él veía, asombrado, en esta masa esférica,
882
que, solo como estaba, él era el mundo entero:
883
así yo me veo solo, y el horror de estos sitios
884
no tiene más que objetos ignotos a mis ojos.

FILENO
885
¡Dioses, cómo ha herido su alma un mal violento!
886
¡Un extraño accidente turba sus pensamientos!
887
¿De qué inclemente estrella ha venido este mal,
888
para estar tan furioso, y tan desconocido?

EL REY
889
Amigo, ¿qué persona se presenta a mí ojos?

FILENO
890
La Infanta, vuestra hermana.

EL REY
¿Qué hermana? ¿Qué Infanta?

LEONOR
891
Juzgáis que todo objeto es algo indiferente
892
si no reconocéis a vuestros parientes próximos.
893
¿Ya no soy la hermana que queríais tanto?
894
Señor, ¿es que os cansasteis de que os llame hermano?

EL REY
895
En el penoso estado en que merman mis días,
896
no oso cerciorarme de si yo soy yo mismo:
897
¿En qué lugar estamos? ¿Desde cuándo, y qué Príncipe,
898
si es que lo conocéis, reina en esta región?

LEANDRO
899
El país permanece en un reinado tan grato,
900
que no desean a otro soberano que Vos.
901
Cierto es que, desde que os domina este mal,
902
y al que no podemos propiciar un remedio,
903
os debería un Virrey liberar de inquietudes.
904
Cuando un monarca sufre, también lo hace su Estado;
905
hasta se piensa mal de lugares limítrofes,
906
que afectan al gobierno de provincias enteras
907
por si el yugo sacuden de vuestra autoridad,
908
si otros no se ocupan del mando de estos sitios:
909
con el mal que os afecta, si queréis vivir,
910
preciso es que un Virrey os libre de estas tareas.

EL REY
911
Hermana, tu consejo me es importante en esto.
912
¿A quién puedo confiar una tarea tan noble?

LEONOR
913
Apruebo este juicio, y no conozco a nadie
914
que mejor la cumpliera que aquel que la da.
915
Leandro, que es quien habla con Vuestra Majestad,
916
reúne tanto mérito como fidelidad.
917
Podrán sus dos hermanos mandar vuestros ejércitos,
918
con vistas a aumentar este Reino, alentándolos:
919
mandando uno en los fuertes, y el otro en los barcos;
920
sirviéndoos uno en tierra, y el otro en el agua.

EL REY
921
Disponed el informe de todos estos temas,
922
y de las provisiones que ellos necesitan.
923
Daré mi sello, para que me dejen tranquilo,
924
a todo lo que los dos creáis conveniente.

LEONOR
925
Si Vuestra Majestad me honra hasta este punto,
926
Señor, aún tengo dos consejos más que daros:
927
Alejandro mantiene sobre el Cetro esperanzas;
928
su muerte es necesaria para vuestro sosiego.
929
El Conde extranjero, que le hace compañía,
930
es preciso que sea desterrado de aquí.

EL REY
931
Mantén, querida hermana, la inquietud por mi suerte;
932
ya basta, tu consejo su sentencia es de muerte.
933
Que ahora mismo castiguen a este súbdito infiel,
934
que separen del cuerpo su criminal cabeza.
935
Lleva, amigo, este fallo de mi parte a mi pueblo,
936
y diles que no deben retrasarse en cumplirlo,
937
que el interés público prohíbe su indulto,
938
y su castigo atañe al bien de mi Corona.

FILENO
939
Sire, pensadlo, ¡este Señor es inocente!

LEANDRO
940
Te buscas tu desgracia al desobedecer.
941
Tan sólo date prisa, o vete de mi vista,
942
si allí no quieres ir junto a este traidor.

ESCENA III

FABRICIO
943
(solo)
Para mí que este Príncipe tiene mucho tesón,
944
y todo su quebranto es mi necesidad:
945
sólo puedo acusarlo sin razón de avaricia;
946
sólo su enfermedad me daña, no su vicio;
947
y este mal extraño lo intimida tanto
948
que en todo un mal día sólo hay un buen momento.
949
¡Santo Cielo, al ser parte de esta enfermedad,
950
claro es que rezar debo para su solución!
951
Si esta tranquilidad durara mucho tiempo,
952
mi bolsa bien podría mucho tiempo allí estar.
953
Plomo en su testa, donde este mal se origina,
954
valdría ciertamente bastante oro en mi bolsa.
955
Es preciso, si sigue en esta extremidad,
956
sacar algún provecho de su enfermedad,
957
y, como él es crédulo, en cuestión de miseria,
958
de algún falso consejo sacar un real salario.
959
Aquí está, ya lo veo.

ESCENA IV

EL REY, FABRICIO

EL REY
¿Quién viene? ¿Qué veo aquí?

FABRICIO
960
Fabricio.

EL REY
Conozco a alguien que se llama así.

FABRICIO
961
Señor, ya ver no puede dos mil escudos juntos,
962
sin acordarse de mi nombre, eso me parece.

EL REY
963
¿Qué nombre? Si no tienes otra ocupación,
964
deja que descubra dos palabras de tu origen;
965
y, caminando solos, bajo estas galerías,
966
entretendrás un poco mis tristes fantasías.

FABRICIO
967
Me costará trabajo responder a ese asunto.
968
Con respecto a mi padre, no lo he conocido;
969
mi madre, por su parte, ella es tan popular,
970
que todos los ladrones la señalan al verla.
971
Mas es mucho atrasarlo, hagamos lo que quiera:
972
¿qué no creerá él, siendo tan insensatoNXNota del traductor

Los versos 967-972 los recita Fabricio para sí; el resto dirigiéndose al Rey.

?
973
Señor, todo el que escribe habla de los Fabricios
974
de quienes Roma obtuvo tan honrados servicios;
975
uno de mi ascendencia, sin ardor ni rival,
976
conquistó toda España, y desarmó a Anibal.
977
Su hijo, por hazañas que jamás hombre hiciera,
978
se mostró tan glorioso en un mercado de Roma,
979
que se vio rodeado por más de mil legiones,
980
elevado catorce o unos quince peldaños.
981
¡Cómo uno de sus hijos se ganó el prestigio,
982
y cuántos Césares han envidiado su gloria!
983
Él solo, en su infancia, derrotó a más Reyes
984
que Roldán el intrépido u Oger le DanoisNXNota del traductor

Personaje que da nombre a una de las obras más ilustres del ciclo de Doon de Mayence, uno de los tres grandes ciclos de “chansons de geste” franceses, junto al Cycle du Roi y al de Guillaume d’Orange. El Cycle de Doon de Mayence aborda dos temas: la rebelión del vasallo contra el soberano, y la guerra feudal, siendo las obras más relevantes: Ogier le Danois, Girart de Roussillon, Raoul de Cambrai, Garin le Loherain, Renaud de Montauban, Gaydon y Gormont et isembart (uno de los cantares de gesta más antiguos, de finales del siglo XI).

;
985
mi padre, hijo suyo, ha hecho grandes cosas,
986
¡y cómo se habla de él en Las metamorfosismetamorfosisLa obra del poeta romano Ovidio recoge relatos mitológicos procedentes del mundo griego adaptados a la cultura latina de su época. A través de sus quince libros narra la historia del mundo desde su creación hasta la deificación de Julio César. Es considerada como una obra maestra de la Edad de Oro de la literatura latina, siendo una de las obras clásicas más leídas durante la Edad Media y el Renacimiento.!
987
En sus menores bríos, su muy divino brazo
988
vertió mucha más sangre que el vino que yo bebo.

EL REY
989
Valiente caballero, ¡tanta gloria os debemos!

FABRICIO
990
Caballero, ¡oh Dioses, cómo embaucar me quiere!
991
Jamás monté otra cosa que un caballo de carga,
992
y aún no paró hasta que me tiró.
(Continúa hablando)
993
Este generoso héroe, me propició un hermano,
994
que logró, sobre todo, de la esfera el secretoNXNota del traductor

Es decir, que su hermano es astrólogo.

.
995
Señor, ¿quién creería los extraños efectos
996
que yo mismo he leído en los escritos que hizo?
997
Que conoce una estrella obstinada en dañarnos,
998
y que nos ha predicho un año horripilante.

EL REY
999
¿Puedo, valiente héroe, sin llegar a indiscreto,
1000
rogarte que me cuentes un tan raro secreto?

FABRICIO
1001
¿Cómo? ¿Lo que se sabe en toda la región,
1002
no ha llegado aún a oídos del Príncipe?
1003
¿Sólo Vos, en el Reino, ignoráis este mal,
1004
y cuán fatal será el oro a nuestras vidas?

EL REY
1005
Sé que el oro lo puede ya todo en nuestro siglo,
1006
es el motivo único de los males del hombre.

FABRICIO
1007
Señor, pues yo lo oigo de modo muy distinto:
1008
quien quiera morir pronto, llevar debe sólo oro.
1009
Este metal, este año, tiene virtud tan férrea,
1010
que hace perder la vida a aquel que lo lleva.
1011
Todos huyen de lo que fue una vez tan valioso,
1012
no cito más testigos que estos, mis propios ojos.

EL REY
1013
(quitándose y tirando su brillante y su cadena de oro)
¡Oh Cielos, cuánto que me angustia este discurso!
1014
Tiremos el brillante y dejemos la cadena;
1015
¿Por qué se me ha ocultado esta adivinación?
1016
¡Dioses, me muero de ira, me muero de aprensión!

FABRICIO
1017
(recogiéndolos)
Ya que este incidente a todo hombre es común,
1018
Señor, hay que ocultarlo por miedo a más desgracias.

EL REY
1019
Que sea arrojado al mar este infausto metal,
1020
pues, quien lo halle, podría serle para él fatal.

FABRICIO
1021
(yéndose con el oro)
¡Qué ocasión tan espléndida me ofrece la Fortuna!
1022
¡Con mucho gusto voy a guardarlo en mi bolsa!

EL REY
1023
(a solas, expresando manifestaciones totalmente contradictorias)
¡Dioses! ¡En un momento cambia nuestro talante!
1024
¡En un cerrar y abrir de ojos siento alivio!
1025
Mi inquietud había tanto mi humor enfriado
1026
que parece que salgo de alguna enfermedad.
1027
Mas, ¿dónde están mis hombres?

FILENO
(llega y dice)
Señor, el General
1028
de países limítrofes, y el Almirante vienen
1029
a besaros las manos.

EL REY
¿Y quiénes son, Fileno?

FILENO
1030
Agys y Teososio.

EL REY
¿Estás en sano juicio?
1031
Trayéndome veraces documentos de Estado,
1032
¿dónde has hallado a estos recientes oficiales?

ESCENA V

AGYS, TEODOSIO, EL REY, FILENO

AGYS
1033
(General a los pies del Rey)
¿Qué tributo os debe en su nuevo destino,
1034
uno que se merece sólo el nombre de fiel?
1035
A quien vuestra bondad da una autoridad
1036
que otros bien podrían cumplir con dignidad.
1037
Señor, un puesto tal turbado hubiese a mi alma,
1038
si la vuestra no hubiera nacido cual los Dioses,
1039
que no fuerzan jamás a ocuparse de algo
1040
sin dar también los medios de llevarlo a cabo.
1041
Vos reinaréis en paz o vuestras villas limítrofes
1042
serán los cementerios de vuestros enemigos.

TEODOSIO
1043
(Almirante)
Y yo, por muy rebelde que sea este elemento,
1044
que somete a mi ley vuestro mandamiento,
1045
quiero esclavizarlo con tanto poderío,
1046
que respirará sólo para obedeceros,
1047
rendirá a vuestros hombres sus reposadas aguas,
1048
su seno abriendo sólo a barcos enemigos.

EL REY
1049
¿Debo creer ahora mismo a mis ojos y oídos?
1050
¿Quién se halló alguna vez en apuros idénticos?
1051
¿Quién altera mi estado en tan pocos momentos?
1052
¿Y quién os ha entregado estos mandamientos?

AGYS
1053
Nuestras disposiciones nos han sido entregadas;
1054
junto con el Virrey, Vos los habéis firmado;
1055
Leandro, hace muy poco, nos tomó juramento.
1056
Señor, ¿de qué se puede acusarnos en esto?

EL REY
1057
¿Qué pretende este Leandro, y qué derecho tiene
1058
a inmiscuirse en tareas y afanes del Estado?
1059
¿Qué le hace sin escrúpulos gobernar a mis súbditos,
1060
y trazar tales planes para mi frustración?

FILENO
1061
Señor, si me permite que ejerza como juez,
1062
Vos mismo fuisteis quien lo honró con ese título;
1063
y yo, durante el mal que turbó vuestra mente,
1064
vi sus disposiciones, que Vos habéis suscrito.

EL REY
1065
(llevándose la espada a la mano)
Traidores, estáis todos en este asunto unidos,
1066
y yo me vengaré de todos por igual.
(Los persigue a todos espada en mano)
1067
Aunque, para evitar mi ira sin igual,
1068
fuerais elevados en el carro del Sol,
1069
este vivo rencor me daría alas para
1070
cazar y castigar vuestras testas desleales.

AGYS
1071
¡Señor, misericordia!

FILENO
¡Oh Dioses!, ¿qué he hecho?

EL REY
1072
Reclamas en ellos a tus grandes enemigos,
1073
y los Dioses ordenan primero tu tormento,
1074
y a los Reyes preservan si aman la justicia.
(Ellos huyen fuera del palacio y el Rey sigue hablando)
1075
Tratáis de huir en vano, los brazos victoriosos
1076
de la muerte y los Reyes se extienden por doquier.

ESCENA VI

FABRICIO, EL REY

FABRICIO
1077
Hay que gozar del tiempo si lo ofrece Fortuna.

EL REY
1078
¿Dónde están?

FABRICIO
¡Ah! Perdón, Sire, están en mi bolsaNXNota del traductor

El Rey pregunta por Agys y Teodosio, pero Fabricio cree que le pregunta por el brillante y la cadena, que él había cogido anteriormente.

.
1079
No me castiguéis antes de que me hayáis oído;
1080
esta treta fue sólo para así agradaros.

EL REY
1081
¡Agradarme, insolente! Estas almas audaces
1082
irán al Inframundo a interpretar sus falsas.
1083
Tendrán allí sus juegos encantos con más cebo,
1084
Y allí irán cerca de ellos Leandro y muchos otros.

FABRICIO
1085
El silencio y la astucia son aquí necesarios:
1086
¿Dioses! ¡Pensé realmente descubrir intercambios!

EL REY
1087
¿Y qué hace Liliana?

FABRICIO
(en voz baja)
¡Ah! No temamos nada.
(Habla con el Rey)
1088
Señor, la suya es una mente muy liada,
1089
y creo que el amor poco afecta a sus ansias,
1090
viendo al Duque tan cerca del final de su vida.

EL REY
1091
¿Qué veloz accidente zanjará su destino?

FABRICIO
1092
Se sabe que Vos, Sire, sancionasteis su muerte,
1093
y su hija ha obtenido por vuestra tolerancia
1094
el consejo de unirse con Tancredo, que la ama.
1095
Aunque es cierto que cuando os invadió este ánimo,
1096
un muy violento mal vuestra mente alteraba.

EL REY
1097
(sosteniendo aún la hoja de su espada)
¡Me ha ideado esta quimera desvergonzadamente!
1098
Tan sólo tú serás, de toda mi ira objeto.

FABRICIO
1099
(en voz baja, huyendo)
Sí, ¡qué voy a esperaros! ¿Qué suerte injuriosa
1100
ha hecho de un mal tan dulce un mal tan iracundo?

EL REY
1101
(a solas)
Liliana desposada, ¡Cielos! ¿Por qué un rayo
1102
tuyo no ha reducido a polvo a estos traidores?
1103
Liliana desposada, ¡y su padre está a punto
1104
de sufrir una muerte que él no se merece!
1105
¡Traidores! Si es así, ni mar, cielo ni tierra
1106
conseguirán libraros de mis rayos y truenos;
1107
y con mis propias manos ahogaré vuestras vidas,
1108
y contra mis esfuerzos los vuestros serán vanos.


ACTO V

ESCENA PRIMERA

EL DUQUE ALEJANDRO, conducido por el CAPITÁN DE LA GUARDIA al patíbulo, EL CONDE TANCREDI, LILIANA, EL VERDUGO, MELITA

EL DUQUE ALEJANDRO
1109
(a su hija)
Detén ya de tus lágrimas su errático trayecto,
1110
ya que nada hacer pueden para aferrarme al mundo;
1111
y más bien bendigamos el favor de los Dioses,
1112
que me aparta del mundo y me llama a los cielos.
1113
Es verdad, justos Dioses, que sufrir mi suplicio,
1114
es por un justo efecto permitir la injusticia,
1115
es querer eximirme de morir por la muerte,
1116
finalmente, es herirme con el fin de curarme.
1117
Mas, de cualquier manera que la fuerza disponga,
1118
la fe en un buen efecto me hace amar la causa;
1119
y no me compadezco de mi duro destino
1120
de morir inocente, para vivir dichoso.
1121
Mucho puede un tirano, pero es incapaz,
1122
con todo su poder, de hacer que sea culpable;
1123
puede fraguar un crimen, pero no mantenerlo;
1124
él puede insultarme, pero no castigarme.
1125
Así, como no puede reprocharme el fallo,
1126
si tenéis que llorar, llorad por su atropello.
1127
Vedme con ojos secos sufrir injustamente,
1128
llorad por su futuro y su justo castigo.

EL CONDE
1129
¡Debiera estar sin ojos, como vos sin ofensa,
1130
y no ver ni llorar esta injusta licencia!
1131
Al culpable se lo oye al borde de la muerte,
1132
Y, ¿por qué no se deja hablar al inocente?

EL DUQUE
1133
No os sorprendáis de que me priven de mis derechos:
1134
no se escucha a aquel que no se quiere vivo.
1135
El ladrón que de noche se cruza en nuestro seno
1136
no nos avisa de que pensando esté en hacerlo,
1137
y no se cuestiona, antes de quitarnos la vida,
1138
por causas que pudieran explicarNXNota del traductor

El original “divertir”, tiene en el texto el sentido de “ecarter”, como bien aclara Jacques Scherer en su edición de la obra: Théâtre du XVIIe siècle I. Paris: Gallimard (“Bibliothèque de La Pléiade”), 1975, p. 777.

su deseo.

EL VERDUGO
1139
Desde que se ha perdido la vía de la fe,
1140
es una cobardía el demorarse tanto.

LILIANA
1141
Cruel, que en mi cabeza descargue esta tormenta;
1142
para abatir el tronco comienza por la rama;
1143
si muere, ¿quedar debo yo entre los humanos?
1144
No, no, mi cuello ofrezco a tus bárbaras manos.

EL DUQUE
1145
Ya que no puedes, hija, prestarme asistencia,
1146
al menos no intentes alterar mi constancia;
1147
estas pasiones sólo aumentan mi tormento,
1148
tú ayudarme puedes tan sólo en un aspecto:
1149
es que yo entregue el alma con la seguridad
1150
de que asientas tu fe en este joven Señor,
1151
que no tengas jamás otras inclinaciones,
1152
y que un feliz enlace unirá vuestro amor;
1153
sigue fortuna y pasos por doquier de este Príncipe,
1154
y, ya que lo destierran, sal de esta región.
1155
Conozco tu talante, y vivir no podrías
1156
sin pena en el lugar de mi fallecimiento.
1157
Sería error quejarme por esta mano infame:
1158
tu sin igual belleza, hija, me roba el alma;
1159
es el furioso efecto de la pasión del Rey.
1160
Y estos son los motivos por los que soy vencido.
(Llorando)
1161
Mas contra su dolor mi constancia está inerme.
(Al verdugo)
1162
Ya estoy listo, acaba con mi vida y sus lágrimas.
1163
Retírame la venda, pónsela en sus ojos,
1164
o, por favor, al menos échalos de este sitio.
1165
Cruel, evítales que vean mi infortunio,
1166
y asesinar no vayas a tres seres por uno.

ESCENA II

EL REY, y unos cuantos sirvientes más (EL DUQUE ALEJANDRO, EL CAPITÁN DE LA GUARDIA, EL CONDE TANCREDI, LILIANA, EL VERDUGO, MELITA)

EL REY
1167
¿Qué objeto de pavor se muestra ante mis ojos?
1168
¿Y quién causa las lágrimas que en este lugar fluyen?

EL CAPITÁN DE LA GUARDIA
1169
Señor, viendo por fin la mano preparada
1170
para la ejecución tanto tiempo aplazada,
1171
debéis condenar sólo sus arrepentimientos,
1172
que son la razón única de este aplazamiento.

EL REY
1173
No me des más razones de esas que esgrimes,
1174
sería por su muerte que exculparte debieras;
1175
me habrías afligido por serme obediente,
1176
y estos aplazamientos salvan a un inocente.
(Habla con el Duque, haciendo que se levante)
1177
Súbdito leal realmente, si leal alguno tengo,
1178
caro Duque, a quien debo servicios infinitos,
1179
bueno entre los mortales, si es que hay uno bueno,
1180
prisionero de quien el perdón he implorado,
1181
asilo en el que ahora ambiciono refugio,
1182
después de tanto esfuerzo, sé el juez de tu juez.
1183
Mi pueblo, últimamente, en mí ha reconocido
1184
un mal del que no obstante se desconoce el tipo,
1185
y me remito al Cielo que todo lo remedia,
1186
si acaso me acordara de esta enfermedad,
1187
y si, como me han dicho, pudiera haber soñado
1188
en causar la miseria en la que te veo hundido.
1189
Si pude consentir en una injusticia así,
1190
y si de esta sentencia fue cómplice mi juicio:
1191
al estar reducido a este achaque fatal,
1192
perdona esta injuria o condena este mal.
(Habla con Liliana)
1193
Tú, Reina de mis ansias, mi único pensamiento,
1194
piensa en la curación de mi alma herida.
1195
Deja de preguntarte si mis deseos son santos,
1196
pues para ti no tengo más que proyectos castos.
1197
Cierto es que en otro tiempo mi servicio entregándote,
1198
la virtud me fue menos el objeto que el vicio;
1199
pero hoy el Cielo ha dispuesto otra cosa,
1200
y mi pasión se mueve por el himeneo sólo.
1201
No debo consentir que se conceda a este Príncipe
1202
el más raro ornamento de toda mi región;
1203
mas si el Cielo consiente en el plan que he trazado,
1204
si a nosotros nos gusta, él estará satisfecho.

MELITA
1205
(en voz baja)
En la grata emoción que este placer me excita,
1206
dudo de si estoy viva y si yo soy Melita.

EL DUQUE
1207
Por un beso tan dulce, beso yo vuestros pasosNXNota del traductor

Aunque el texto no incluye ninguna escena del citado verso, puede deducirse que el Rey haya besado a Liliana tras el verso 1196.

.

EL REY
1208
(elevándolo)
Vamos a ver, amigos, lo que no se espera;
1209
desvelos diligentes son aquí necesarios,
1210
y seréis testigos de nuevos objetivos.

LILIANA
1211
Al menos en este ímpetu...

EL REY
Actuad en este asunto
1212
sólamente siguiéndome y sin nada opinar.
(Hablando con el Capitán de la guardia)
1213
Dorame, en lo que hay que ser muy diligente
1214
es en cerrar muy pronto las puertas de la urbe.
1215
Sabrán pronto la justa atención de los Dioses,
1216
y cuán preciosos son los Reyes ante ellos.

ESCENA III

FABRICIO
1217
(a solas)
En el estado mío, ¿quién no se inquietaría?
1218
Tiene, si una vez tuvo, la vista y alma sana;
1219
si su Majestad sabe quien es autor del robo,
1220
no creo que mucha gente responda por mi cuello.
1221
¡Qué intranquilo me siento por el falso regalo,
1222
pues el que lleve oro debe morir este año!
1223
Ya que, si ven el oro del que soy portador,
1224
la falsa invención será fiel al autor.
1225
En este aciago estado, temo hasta ver mi sombra;
1226
me imagino que tengo espías incontables.
1227
Mas rápido ocultémonos... Aquí viene el Virrey.

ESCENA IV

LEANDRO, FABRICIO

LEANDRO
1228
¿Hay algún hombre hoy más infeliz que yo?
1229
Destinos injuriosos, sordos a mi plegaria,
1230
quitadme para siempre el placer de la luz:
1231
viendo el temple del Rey impedid su designio,
1232
adelantad mi muerte, si es verdad que está sano.
(Le habla a Fabricio)
1233
¿vive aún el Rey en esta ensoñación?

FABRICIO
1234
Desde hace una hora el Cielo ha curado su alma,
1235
y están muchos inquietos por este cambio rápido.

LEANDRO
1236
(en voz baja)
¡Oh Cielos! ¿Qué ha ocurrido con el brillante aciago?

FABRICIO
1237
(en voz baja)
La palabra brillante es el fin de su ruina.
1238
Ya está, estoy muerto, mi engaño al descubierto.

LEANDRO
1239
¿Aún tiene su preciosa sortija en el dedo?
1240
Satisface en eso mi curioso deseo.

FABRICIO
1241
(en voz baja)
¡Mis sentidos se turban y se conmueve mi alma!
1242
Hoy no he atisbado la sortija en cuestión.

LEANDRO
1243
(en voz baja)
Duro fallo mi muerte, ¡mi empeño ha fracasado!
1244
Mas veamos con presteza a la Infanta al respecto.
1245
¿De qué me beneficia que un feliz himeneo
1246
por fin haya unido mi destino a su suerteNXNota del traductor

Fabricio parece referirse a un matrimonio secreto, que mas tarde explicita en el verso 1426: “Ils ont à son déçu leurs deux moitiés unies”.

,
1247
si el fruto más dulce que de ello esperar puedo
1248
mi muerte es, que mi brazo no debe aplazar más?

(Se marcha)

FABRICIO
1249
(a solas)
¿Qué es ese trastorno que aparece en su rostro,
1250
y cómo estimar debo este oscuro lenguaje?
1251
¿Qué sufrimiento puede causarle esta sortija?
1252
Intuyo en este asunto algún nuevo secreto.
1253
Veámoslo más de cerca. Dioses, debo saber
1254
si no es un hechizo lo que esconde esta piedra,
1255
y si de esta sortija el mal poco común
1256
que ha sufrido este Príncipe no le hubiera atacado.
1257
¡Mas cuán difícil es ver ahí alguna marca,
1258
que haya turbar podido la mente del Monarca!

ESCENA V

EL REY, FABRICIO

EL REY
1259
(sorprendiéndolo)
El estado en que me hallo me hace ver todo oscuro;
1260
Fabricio, ¿qué te hace temblar en mi presencia?
1261
¿Qué te pasa? ¿Qué ves, tristes ojos, tez pálida?
1262
¿Qué te oigo murmurar sólo para ti mismo?

FABRICIO
1263
¡Ah! Si Vos permitís a mi alma atribulada
1264
confesar lo que piensa a Vuestra Majestad,
1265
así podré contaros un extraño incidente,
1266
y que cometí un robo que me valdrá alabanzas.

EL REY
1267
Termina prontamente, sácame de la angustia,
1268
tranquiliza tu mente; mas, ¿qué te veo ahí?

FABRICIO
1269
Sire, mientras el tiempo de esta enfermedad,
1270
a la cual vuestra estrella al fin puso remedio,
1271
vi, los ojos en lágrimas, que miles se lucraban
1272
muy ventajosamente de vuestro decaimiento.
1273
Debo contarlo todo, obviando mis deseos:
1274
también yo me propuse sacar algo de él.
1275
Obtuve lo que tengo, por el embuste adrede
1276
de que quien llevara oro moriría al poco.
1277
A Vos, en el momento de tirar la sortija
1278
os vi que no teníais el alma alterada,
1279
y juzgué desde entonces que algún encantamiento
1280
había estado oculto bajo este brillante.

EL REY
1281
(abrazando a Fabricio)
¡Cielos, cómo cautivan a mi alma estas palabras!
1282
Sólo tu inventiva me mantiene con vida;
1283
mas veamos si en tu dedo tuviera algún efecto.
1284
Amigo, haz que mi mente se alegre con esto.

FABRICIO
1285
(poniéndoselo en el dedo)
¿En qué me mermará, si tengo que olvidar,
1286
a mí, que sin talento ya soy loco en exceso?
1287
Señor, tened cuidado... pero el mal que siento
1288
en un abrir de ojos me embota los sentidos.

EL REY
1289
¡Dioses! ¡Qué extraño efecto!

FABRICIO
(tumbándose en el suelo)
¿Qué humor inoportuno
1290
te lleva, desgraciado, a perturbar mi suerte?
1291
Permíteme estar solo, y que algo de descanso
1292
siga a tantos problemas.

EL REY
¡Agradable propósito!
1293
¿Es que no me conoces?

FABRICIO
No sé ni quien soy yo.
1294
¿Dónde estoy?

EL REY
¡Cuán fuerte se revela este hechizo!
1295
Dame esta sortija que turba tu razón.
(Fabricio devuelve la sortija al Rey)
1296
¿Dónde hallaremos al autor de esta traición?

FABRICIO
1297
También podré en eso lograr satisfaceros,
1298
Leandro y Leonor están involucrados:
1299
ellos, cuando os hallabais en un penoso estado,
1300
después de su enlace han cambiado el Estado.
1301
Luego, vuestra salud valor les ha quitado,
1302
y hace poco que a Leandro la cara le ha cambiado
1303
por haberme oído responder sólamente
1304
que alguien más que Vos tenía el brillante.

EL REY
1305
Has dicho suficiente: su alma ambiciosa
1306
sabrá cuán de preciosa la mía es para el Cielo.
1307
Trata de alzar la piedra.

ESCENA VI

LILIANA, EL REY, FABRICIO, MELITA

EL REY
Acércate, sol mío,
1308
que pierda mis deseos en esta tez bermeja;
1309
mi alma, por un hado tanto tiempo alterado,
1310
sólo en estas flores se perderá desde ahora;
1311
mis males su fin hallan en este alegre instante,
1312
y si alguno me queda, es sólamente amor.
1313
Leandro y Leonor, en una común rabia,
1314
han querido en mi pérdida construir su fortuna.
1315
¿Ves ya este brillante?

FABRICIO
Por fin lo he soltado.

EL REY
1316
(que tiene caracteres bajo la piedra en un trozo pequeño de papel)
Estas cartas causaron un desgraciado efecto;
1317
borra este escrito, y ponlo de tal modo
1318
que sin peligro alguno lo lleve desde ahora:
1319
quiero halagar un poco sus decaídas mentes,
1320
mostrando nuevamente que he perdido el juicio.
(El Rey devuelve el anillo)
1321
¿Se ha incorporado? Tráelo; y corre rápido
1322
a decirles que el Rey requiere su presencia.

(Fabricio va a buscar a Leandro y a Leonor)

LILIANA
1323
¡Oh Cielos! ¡Quién vio nunca un incidente igual!
1324
En este estado dudo que pueda ver el Sol.

EL REY
1325
Ya ves, casta belleza, el sol que yo adoro,
1326
mirándome a los ojos donde otra vez lo imprimes.
1327
¡Dioses! ¡Cuánta humildad se lee en esta frente!
1328
¿Cuándo tendré, alma mía, a este sol en mi lecho?
1329
Mas veo a nuestro pueblo disfrutar con mi ardid,
1330
y veo cómo sus rostros muestran un alma triste.

ESCENA VII

EL REY, LILIANA, LEANDRO, LEONOR, FABRICIO, EL DUQUE ALEJANDRO, EL CONDE TANCREDI, MELITA

LEONOR
1331
Señor, ¿ordenáis algo? Se nos ha informado
1332
de que Su Majestad mandó que nos llamaran.

LEANDRO
1333
Podéis ver mi mano y mi alma dispuesta
1334
para cualquier asunto que me sea propuesto.

EL REY
1335
(fingiendo tomarlo por Fabricio)
Ah, Fabricio, ¿eres tú? ¡Cuán felices mis ojos!
1336
¿Qué destino a mi vista te ocultó tanto tiempo?

LEANDRO
1337
Señor, yo soy Leandro.

FABRICIO
Y yo soy Fabricio;
1338
fijaos bien en mi rostro, no tiene artificio;
1339
este error me disgusta, y especialmente hoy
1340
que temo que me tomen y me juzguen por otro.

EL DUQUE
1341
Señor, el Conde y yo, ante vuestro poder
1342
venimos a ofrendar nuestra humilde obediencia.

EL REY
1343
La fortuna de un Rey fluye en tantos problemas,
1344
que apenas os conozco en m¡ actual estado.

LEONOR
1345
(en voz baja, a Leandro)
El Cielo es favorable a nuestra humilde plegaria;
1346
lo ha devuelto este anillo a su error primero.

ESCENA ÚLTIMA

EL CAPITÁN DE LA GUARDIA, FILENO (FABRICIO, EL REY, LEONOR, LEANDRO, EL DUQUE ALEJANDRO, EL CONDE TANCREDI)

EL CAPITÁN
1347
Señor, todo cerrado, las compuertas alzadas,
1348
los rastrillosNXNota del traductor

Los rastrillos eran las puertas enrejadas que cerraban los castillos, fortalezas, alcázares y otros edificios en la Edad Media; estaban formados por una reja de hierro o de madera reforzada y acabados inferiormente en puntas. Se deslizaban por ranuras laterales en una puerta, y estaban soportados por cuerdas o cadenas.

bajados; ¿hemos hecho bastante?
1349
Olvidaba añadir que hice situar a guardias
1350
en las puertas, guardias que serán leales y fuertes.

FILENO
1351
(hablando con Fabricio)
¡Dioses! ¿Qué es lo que veo? ¡Qué horror hay en sus ojos!
1352
¿Acaso habrá vuelto a su primer error?

FABRICIO
1353
Abre con atención los ojos y los oídos,
1354
observa el silencio, y verás maravillas.

EL REY
1355
(sentado en su trono)
Caros parientes que por los Dioses me apoyan,
1356
amigos, que el Cielo ha guiado a mi destino,
1357
leales discípulos de una feliz región
1358
que no tienen cariño más que el de su Príncipe,
1359
sabéis el luto al que se reducen mis días:
1360
se me debe descanso en mi actual estado.
1361
El nivel del mal sigue siéndome aún incierto,
1362
ignoro de él la causa, de él sufro el dolor;
1363
y mientras yo recibo pocas muestras de alivio,
1364
se oculta incluso el mal a vuestro entendimiento.
1365
Ya que mi curación no parece llegar,
1366
debido al bien común deseo vuestra presencia.
1367
Escuchad, mis amigos, el plan que me he propuesto:
1368
en mis manos un cetro es carga muy dura;
1369
conozco mis defectos, y veo que es fácil
1370
ocuparse, no obstante, del bien de la Sicilia.
1371
Para acabar mis días con más tranquilidad,
1372
cedo mis inquietudes y mi cetro a mi hermana.
1373
Su cuna y mis deseos la hacen soberana;
1374
reconocedla todos a título de Reina.
1375
Mas, por si una mujer débil es en trabajos,
1376
un Rey secundará su esfuerzo en este aprieto.
1377
Leandro, a quien atañe el bien de este Reino,
1378
compartirá su cetro así como su lecho.
1379
Ofreced vuestras armas y deseos inclinándoos,
1380
y no os resistáis al plan que he trazado.

LEONOR
1381
En este amargo estado, ¡qué voz con tanto encanto!
1382
Mas finjamos adrede, dejemos fluir las lágrimas.
1383
¡Ay! Revocad, Señor, este duro decreto,
1384
siguiendo vuestras leyes seremos más dichosos.

EL REY
1385
(haciéndola sentarse cerca de él)
Ocupa el sitio, hermana, las réplicas son vanas.
1386
Entonces, ¿tú te niegas a aliviar mis penas?

LEONOR
1387
Dispensadme, Señor...

EL REY
¿A qué viene esta excusa?
1388
O me obedeces, o no deseas que descanse.
(Hace que Leandro se siente en su lugar)
1389
Tú, si me amas, ocupa un sitio cerca de ella,
1390
y sé para esta gente un Monarca honrado.
1391
Vosotros conspiráis para acabar mi obra,
1392
y reconocéis sólo a estos nuevos Príncipes.

LEANDRO
1393
Señor, exoneradme de una gloria tal, de
1394
la que me siento indigno y que no puedo creer.

EL REY
1395
Quédate en ese sitio, y no me contradigas;
1396
muchos otros querrían obedecerme en esto.

LEANDRO
1397
Aunque de estos honores me sienta yo incapaz,
1398
os obedeceré para no ser culpable.

EL DUQUE
1399
(al Conde)
Hijo mío, estos lances me ocasionan pavor,
1400
y temo nuevamente la cólera del Rey.

EL CONDE
1401
Viendo este cambio se me pone el pelo de punta,
1402
pero no es a nosotros a quienes concierne esto.

EL REY
1403
(de pie)
Ya que al fin reináis solo en estos lugares,
1404
donde respondéis sólo al poder de los Cielos,
1405
y que debéis desde ahora usar vuestros poderes
1406
en hacer buenas obras y castigar ofensas,
1407
en este primer halo de vuestra dignidad,
1408
haced brillar, Señor, la equidad a nuestros ojos,
1409
fallando sin pasión un juicio de importancia,
1410
digno de vuestro oído y de vuestra protección.

LEANDRO
1411
(a Leonor)
Tiemblo al ver el horror que se lee en su rostro.

LEONOR
1412
¡Con cuánta rapidez palidece su rostro!

EL REY
1413
(de pie, sombrero en mano)
Señor, este es el caso: un infiel vasallo ama
1414
a la hermana de un Príncipe, y hace que ella lo ameNXNota del traductor

Traducción más lógica que el uso de la voz pasiva francesa: “y se hace amar por ella”, cada vez más utilizada en español actualmente, por influencia de la lengua francesa, así como debido a la incultura lingüística de los hablantes del español.

;
1415
sin temer este Príncipe, ni prever el peligro,
1416
la promete al amor de un Monarca extranjero;
1417
parece ella propensa, y sin embargo en su alma
1418
sigue aún conservando su primera pasión.
1419
Finalmente, conspira junto a su amante
1420
para quitarle el cetro al Rey con un hechizo.
1421
Exploran un secreto; al respecto realizan
1422
todo lo que la magia utiliza en sus crímenes.
1423
Encuentran todo ello propio de su traición:
1424
un anillo encantado deja al Rey sin juicio.
1425
Al verlo en este punto, aislados los temores,
1426
ellos, para su burla, unen sus dos mitades,
1427
dispuesto del Estado, cambiado generales,
1428
al fin del bien de otro se hacen liberales.
1429
Viendo esta variación todo el pueblo suspira;
1430
¿Qué ordena sobre esto Vuestra Majestad, Sire?

LEANDRO
1431
(le dice en voz baja a Leonor)
Hemos sido atrapados, la suerte nos traiciona;
1432
mas devuelve la calma a tus pasmados sentidos,
1433
deja que yo responda.
(Al Rey)
Es verdad que la ofensa
1434
es de un calibre tal que no tiene defensa;
1435
¡me conmueve el trabajo que soportó este Príncipe!
1436
Mas se precisa tiempo para opinar sobre esto;
1437
antes de resolver esta primera causa,
1438
Señor, dignaos oír la que yo os propongo.
1439
Un Rey, enamorado de una joven belleza,
1440
tiende trampas indignas a su honestidad,
1441
con el dulce señuelo de una falsa promesa,
1442
atrae a su amor los deseos de su dueña.
1443
Su padre, más prudente, al verla involucrarse,
1444
la destina al amor de un Señor extranjero.
1445
El Rey, por ella misma, se entera de esta nueva,
1446
y apresar manda al padre y al amante de ella;
1447
para aliviar a gusto sus lascivos amores,
1448
pone a estos dos Señores en peligro de muerte,
1449
y ante sus Estados los declara culpables
1450
de un supuesto delito del que son incapaces.
1451
Señor, dejando aparte cualquier arrobamiento,
1452
¿qué habríais pensado de una acción similar?
1453
En cuanto a mí, no veo para ello excusas lícitas,
1454
excepto que el amor es autor de estos crímenes.
1455
Juzgando con cordura, sus ciegos arrebatos
1456
causaron el primero y el segundo juicio:
1457
En él no rige el juicio según la inteligencia.
1458
Y si tengo que hacer mi veredicto público,
1459
¿qué venganza se puede desear de un niñoNXNota del traductor

Véase nota 4 [verso 296].

?
1460
les perdono su falta debido a su ceguera;
1461
tanto más justo el fallo que en la primera ofensa,
1462
no se han librado aún del yugo de obediencia,
1463
pues este humilde súbdito no tiene más querencia
1464
que cosechar los frutos de su propia ambición.
(Los dos caen de rodillas, y Leandro continúa hablando)
1465
Señor, ante los Dioses jura este criminal,
1466
esperando inclinado el perdón por su injuria.

EL REY
1467
(enfurecido)
Vano ha sido, traidores, que me hayáis sorprendido,
1468
una muerte indecente os servirá de premio.
1469
Alejandro, es verdad, este raro prodigio
1470
provoca sin par choques, pues ella es sin igual.
1471
Un lascivo ardor sofocó mi razón,
1472
Mi crimen, y no el vuestro, causó vuestra prisión:
1473
había decidido vuestro injusto destino
1474
sólo por diferir un tan temprano enlace,
1475
cosechando, no obstante, los frutos deliciosos
1476
que me ha negado siempre este objeto precioso.
1477
Pero al fin suspiro por un amor más santo,
1478
para el himeneo sólo siento que es propia mi alma.
1479
Alguna hechizará vuestros sentidos, Príncipe,
1480
y ofrezco a vuestro anhelo inocente a mi primaNXNota del traductor

Personaje que cita el Rey, pero que no tiene nombre, pasado ni presente escénico; se trata de una “cousine de dénouement”, como señala Jacques Scherer en su edición de la obra: Théâtre du XVIIe siècle I. Paris: Gallimard (“Bibliothèque de La Pléiade”), 1975, p. 1307.

.

EL DUQUE
1481
Yo dudo de quién soy, y mi alma se turba
1482
al ver de tantos bienes colmada mi fortuna.
1483
Después de esta gracia, ¡debo besar los pasos
1484
del Rey más divino que preside la Tierra!

EL CONDE
1485
¡Y qué mostrar yo pueda con honradas promesas,
1486
cómo soy de sensible a favores tan insignes!

EL REY
1487
(al Duque Alejandro)
Juzgad de lo demás, y que vuestra equidad
1488
castigue con justicia por su temeridad,
1489
para que en adelante la vida os deban ellos,
1490
o que por vuestro fallo les sea arrebatada.

EL DUQUE
1491
Si este honor se añade a los que he recibido,
1492
puedo satisfaceros sobre eso en dos palabras:
1493
sentimos en nosotros vuestro talante humano,
1494
para creer que ella pueda desviarse ante su pena;
1495
al ver que vuestra sangre se agrede ante su muerte,
1496
como ellos sufriríais y no habéis fracasado.
1497
Turbaría esta desgracia nuestros divinos gozos.
1498
Cojamos ahora, Sire, las rosas sin espinas,
1499
y, ya que un casto enlace ha unido sus espíritus,
1500
culpemos sólo a Amor del derecho adquirido;
1501
que vuestra pasión ceda a atributos piadosos,
1502
y permitid un mal que no tiene remedio.
1503
Si Vos los deseáis de la Corte alejados,
1504
ofrecedles algún lugar hasta que vuelvan.

EL REY
1505
Mi natural piadoso confirma la sentencia.
1506
Te concedo la gracia por tu arrepentimiento,
1507
autorizo el enlace que a los dos os ha unido,
1508
y deseo a tus días una dicha infinita,
1509
mas con la condición de que dentro de una hora
1510
estéis ya dispuestos a cambiar de morada.
1511
Zaragoza es el sitio de vuestra proscripción,
1512
que sólo acabará con mi anulación.

LEONOR
1513
Es honrar demasiado a nuestras perversas almas;
1514
os debemos, Señor, gracias ilimitadas.

EL REY
1515
(a Fabricio)
Y tú, a quien más quiero de lo que pensar puedes,
1516
cree que te amo bastante como para premiarteNXNota del traductor

Aunque ninguna edición de la obra explica los últimos versos, en los que Rotrou indica que van dirigidos a Fabricio, parece claro que los ocho últimos son una súplica del Rey al Dios Amor.

.
1517
Caro Daimon del gozo, sal del seno materno,
1518
no habites más, Amor, ni en Pafos ni en Citera,
1519
¡que nuestras almas tengan suerte entre los humanos,
1520
esparce en nuestros lechos flores a manos llenas,
1521
teje arcos de seda, y destensa la cuerda
1522
con la que al amor mueves a la discordia;
1523
instaura en estos sitio sólo tus dulces leyes,
1524
con nosotros dos puebla la Sicilia de Reyes.

FIN