Texto utilizado para esta edición digital:
Rotrou, Jean. La sortija del olvido, comedia. Traducido y anotado por Ángeles García Calderón y Miguel Ángel García Peinado para la Biblioteca Digital EMOTHE. Valencia: EMOTHE Universitat de València, 2024.
- Carmen Cerdán, Rodrigo
Nota a esta edición digital
Esta publicación es parte del proyecto I+D+i «Segunda fase del teatro español y europeo de los siglos XVI y XVII: patrimonio y bases de datos», referencia PID2022-136431NB-C65 (acrónimo EMOTHE), financiado por MICIN/AEI/10.13039/501100011033 y FEDER.
AL REY
Señor,
Desde que la comedia ha llegado por fin a un punto en que las recreaciones más honestas ya no pueden causarle envidia, en que puede jactarse de ser la pasión de toda Francia, y el propio entretenimiento de Vuestra Majestad, ya no me avergüenzo de publicar, y me enorgullezco de haber contribuido a hacerla tan bella como es. Las excelentes cualidades de vuestra mente demuestran que todo lo que estimáis es estimable: y mi Musa sería una hija demasiado avergonzada si temiera la vista del pueblo después de haber sido acariciada por el Rey más grande de la tierra. En efecto, Señor, he trabajado tanto para hacerla capaz de agradaros, la he hecho tan modesta, y me he tomado tantas molestias en pulir su moral, que si no es bella, al menos es sabia, y de mujer profana la he hecho monja: éstas son las cualidades que la hacen amable para vos, y que la hacen acudir a los pies de Vuestra Majestad para testimoniar cuánto aprecia el honor que le hacéis: el primer acercamiento de los grandes hombres asombra a la más firme confianza, y las mejores mentes hacen a veces malos cumplidos en estas primeras visitas, así que puede que ella os diga cosas malas esta primera vez. Pero el tiempo y vuestra acogida la envalentonarán, y la harán más elocuente en otra ocasión: pase lo que pase estará muy satisfecha de sí misma, si os demuestra su pasión, y si me da permiso para decir lo que yo quiera,
Señor,
De V. M.
El muy humilde, obediente y afectuoso servidor y súbdito,
ROTROU
AL LECTOR
No sé tan poco de mis obras como para darte esta por buena. Esta es la segunda obra que ha salido de mis manos, y los versos con que la he tratado no tienen esa pureza que la lectura, la conversación y la práctica me han proporcionado los últimos seis años: si puede presumir de alguna brillantez, la ha adquirido en el teatro; y de hecho creo que la belleza de su asunto ha satisfecho incluso a los alemanes. Sin embargo, no habría confiado esta arriesgada pretensión a tu censura si no hubiera sabido que todos los actores del país tienen copias de ella, y que muchos se han jactado de que obligarían a un impresor a hacerlo. El ejemplo de Cléagénor me ha hecho advertirles, y os doy lo que siempre obtendríais de otro: como este presente es forzoso, no quiero que me estéis obligado, y sólo quiero advertiros que es una simple traducción del autor español De Vega. Si algo os gusta en ella, atribuid su gloria a esta gran mente; y los defectos que encontréis en ella, que los excuse la edad que yo tenía cuando la emprendí.
ARGUMENTO DE LA SORTIJA DEL OLVIDO
Alfonso, joven Rey de Sicilia y nuevo heredero del Reino tras la muerte de su padre Wenceslao, se enamora apasionadamente de Liliana, hija de Alejandro, Duque de Terranova, gran Señor de Sicilia y principal de sus vasallos. Finge amarla legítimamente, prometiéndole hacerla Reina de Sicilia, sabiendo que sin ello le sería imposible obtener nada de ella. Ella, seducida por esta esperanza, y además encantada de verse adorada por un Príncipe tan poderoso, y dotada de todas las perfecciones que se podían desear en la persona amada, busca todos los medios para complacerlo, mientras el Rey hace los preparativos para el matrimonio de su hermana Leonor, a quien había prometido al Duque de Calabria, hijo mayor del Rey de Nápoles. Pero Leonor rechaza la alianza de este Príncipe apropiado a su condición, al haberse enamorado de un simple Caballero de fortuna, llamado Leandro, que se había criado en la Corte del difunto Rey Wenceslao y que a su muerte él había recomendado a su hijo Alfonso, rechaza este matrimonio y hace todo lo que está en su mano para impedir que se celebre. Leandro, valiente y gallardo Caballero, dotado de todas las perfecciones que pueden hacer encomiable a una persona, al verse amado con toda clase de pasiones por tan gran Princesa, quiere coger la ocasión por los pelos, y cuando adquiere el valor necesario, pretende, por medio de este casamiento, aspirar a la Monarquía de Sicilia. Aborda a su amante y le dice sentirse indigno de que ella lo ame si no tiene cualidades para merecerla, y que para ello no debe tener menos que el Rey, lo que le sería fácil (si ella aprueba su plan, y si está dispuesta a ayudarle en tan generosa empresa) colocando la Corona de Sicilia sobre su cabeza, y compartiendo con ella el poder soberano en el país. Ella, que también es bastante ambiciosa, le explica que sólo podía esperar esta felicidad por medio de la muerte de su hermano, y que si éste es el modo en que él pretende elevarla a tan alto grado de gloria, no puede consentirlo. Leandro se lo piensa, diciéndole que tiene una manera de hacerla Reina sin atentar contra la vida de su hermano, y que uno de sus mejores amigos que en otro tiempo había estado al servicio del difunto Rey, y que desde que había dejado la Corte había aprendido un número infinito de hermosos secretos en el arte de la magia, y que por sus medios esperaba mantener al Rey vivo y privarlo de sus Estados. Leonor acepta con esa condición. Leandro va a buscar al Caballero Mago, llamado Alcandro, le revela su pasión, manifestándole que si con sus medios, sin poner en peligro la vida del Rey, pudiera reinar en Sicilia, que compartiría su poder con él, asegurándole que no era tanto la ambición de reinar lo que lo llevaba a esta peligrosa resolución, como la aprensión de perder a su amante, sin la cual manifestaba que no podría vivir; le dice que el Rey la había prometido al Duque de Calabria, que ella era reacia a esta alianza, que estaba seguro de su afecto por él, y que si no cambiaba esta decisión, le sería imposible vivir; Alcandro dice que podría esconder un encantamiento bajo la piedra de una sortija, que le haría perder la memoria de todo mientras la tuviera en el dedo. Sabía que el Rey llevaba una que le era sumamente querida, por haberla heredado del difunto Rey su padre, y le aconseja que encargue una parecida al mismo orfebre que había hecho la primera, y que una vez que le hubiera hecho el encantamiento, le sería fácil, cuando el Rey se lavara las manos, cambiar este brillanteNXNota del traductor
El término “diamante”, que aparece reiteradas veces a lo largo del texto, ha sido traducido por “brillante”, dado que “diamante” es el nombre con el que se conoce la piedra preciosa o gema en su estado natural, lo que se conoce como “diamante en bruto”; cuando es tallado se le da forma a la piedra, conociéndose entonces como “brillante”. y poner el otro en su lugar. Leandro, satisfecho con esta promesa, encarga la sortija. El Rey, sin embargo, va a visitar a su amante, y se entera por su propia boca de que su padre la ha prometido con un Príncipe extranjero llamado Conde Tancredi, Príncipe de Taranto, al que se esperaba todos los días en la Corte. Ella insta al Rey para que actúe con prontitud llevando a cabo el plan que le había manifestado de hacerla feliz mediante el matrimonio que le había hecho esperar, y le asegura que si se demora más teme perderlo para siempre y ser obligada. El Rey, que estaba muy lejos de estas pretensiones, y que sólo le hacía estas vanas promesas para aprovecharse y poder disfrutar de ella, trataba siempre de prolongar la ejecución de este matrimonio, y ponía como pretexto que primero tenía que pensar en ocuparse de su única hermana, a la que había comprometido con el Duque de Calabria, que debía llegar a la Corte dentro de poco tiempo. Ella le describe la violencia que espera de su padre en cuanto llegue el Conde Tancredi, y que no conoce modo alguno de resistirse a su voluntad para impedir el matrimonio. El Rey idea entonces una estratagema, prometiéndole hacer espiar su llegada, y que lo haría arrestar inmediatamente, y al Duque Alejandro, su padre, con el pretexto de algunas prácticas secretas que pretendía contrarias a su autoridad, que incluso la arrestaría a ella en Palacio para dar más veracidad a esta pretensión; Liliana se muestra de acuerdo. El padre los sorprende juntos mientras hablan, el Rey se retira azorado, el Duque amenaza a su hija, e inmediatamente ordena que se la lleven en un barco al Castillo de Termini, a tres leguas de Palermo. Cuando el Rey es informado de su ausencia, envía a Dorame, Capitán de su guardia, y a algunos de sus arqueros al Castillo con órdenes de apresar al Conde Tancredi en cuanto llegue, al Duque y a Liliana, y de conducirlos prisioneros. Dorame obedece la orden, y llega al Castillo con sus hombres poco después de que hubiera llegado el Conde Tancredi, que al principio había sido recibido muy mal por su amante, y los hace prisioneros en nombre del Rey. El Conde, asombrado por este proceder, quiere defenderse, dice que es extranjero y no súbdito del Rey: pero al ser inútil la resistencia, ceden a la fuerza y se dejan conducir. El Duque, al ver que apresaban también a su hija, sospecha la verdad del asunto, y comprende que sólo es censurable por haber engendrado a esta belleza. Fabrice, criado del Rey, bufón y confidente en sus prácticas amorosas, que acompañaba a Dorame en esta acción, y que conocía el secreto, oculto a todos los demás, se adelanta a avisar al Rey del apresamiento con la esperanza de cobrar una buena recompensa; llega justo en el instante en que se levantaba de la cama, y le comunica esta buena noticia, lo que alegra inmensamente al Rey, que le promete dos mil escudos por este asunto, Fabricio sale para ir a cumplir su orden. Mientras el Rey pide que le traigan un aguamanil para lavarse las manos, Leandro que tenía la sortija encantada, presto cambia la sortija que se había quitado el Rey por la otra, que el Rey se vuelve a ponerse en el dedo, y de inmediato tras surtir efecto el encantamiento, le entra una gran somnolencia, comenzando a dormitar en uno de los brazos de su trono. Leandro, tan asombrado como complacido, admira la rápida virtud de la sortija y se promete un final feliz para su empresa. Dorame entra en eso para informar al Rey de su misión, asegurándole que el Duque Alejandro, el Conde Tancredi y Liliana habían sido hechos prisioneros. El Rey, que por virtud de la sortija encantada había perdido la memoria de todo, no lo reconoce, se asombra del hecho, pregunta por el crimen del que se los acusaba y niega haber dado nunca esa orden; al saber que se los acusaba de ser criminales de Estado, ordena que se los pusiera a buen recaudo y que Liliana permanezca en Palacio en compañía de su hermana. Dorame, asombrado por la ignorancia del Rey, obedece su orden y la lleva a prisión: Fabricio llega con el mandato de los dos mil escudos, el Rey lo ignora, coge su orden y la hace pedazos, negando que le haya prometido nunca esa suma. Liliana está encantada por el afecto que le profesa el Rey y alaba su invención de hacer arrestar a su padre y a su criado, lo que cree que le asegurará la Corona: Melita, su Dama de compañía y confidente, parece dudar de la veracidad de las promesas del Rey, explicándole que si sus afectos fueran auténticos, no habría necesidad de recurrir a simulaciones, y lo que la confirma en esta creencia es que cuando se acercó al Rey, éste manifestara no conocerla. Ella, asombrada, cree en un primer momento que el Rey quiere fingir ante el mundo, pero al ver que persiste en su desconocimiento, atestiguando que nunca la había visto, se desespera, lo acusa de tener poca fe y le pregunta qué propósito tenía al hacer encarcelar a su padre y al Conde Tancredi. El Rey le responde que al saber que habían sido encarcelados injustamente le prometió liberarlos, le dice que vaya a buscar a Dorame, el Capitán de su guardia, para sacarlos de la prisión, y para que no le pusiera ninguna dificultad, le da su sortija, ella la coge y se marcha muy afligida a la prisión. El Rey, que ya no lleva la sortija en el dedo, recobra el sentido común y su humor cambia como si acabara de recuperarse de alguna enfermedad, empieza a burlarse de sus criados. Fabrice se queja de la orden que le había roto, el Rey lo niega y vuelve a prometerle la suma y firmar la orden en cuanto se la traiga. Liliana vuelve de la cárcel y, sin darse cuenta, se pone la sortija en el dedo, pierde la memoria de todo, se encuentra con Leandro y Leonor, a quienes no conoce, y que quedan maravillados al reconocer la gran virtud del encantamiento. El Rey al verla corre a abrazarla; ella no lo conoce y lo rechaza; él se enfada, y los suyos le dicen que ella tenía razón al tratarlo así, y que le estaba devolviendo el desprecio que antes él le había mostrado; el Rey, furioso, lo niega, protestando de que todo de lo que se lo acusa es falso. En eso llegan el Duque Alejandro y el Conde Tancredi, que habían sido liberados por Liliana, y se arrodillan ante el Rey, agradeciéndole el perdón que les había concedido; el Rey, furioso, se pregunta que quién los ha liberado, negando haber dado nunca esa orden, llama al Capitán de la guardia y pregunta por qué los habían puesto en libertad. Dorame responde que no había dudado de que él lo hubiera ordenado, al ver su brillante, que traía Liliana. El Rey se mira el dedo y, al ver que no tiene la sortija, cree que se la han quitado por sorpresa, recuperándola de las manos de Liliana, y ordena que los vuelvan a meter en la cárcel; vuelve a ponerse el brillante en el dedo, y en el mismo momento pierde el sentido, y Liliana lo recupera; el Rey vuelve a ignorarla y la hace expulsar de su presencia. Fabricio vuelve con la segunda orden y se la presenta al Rey, que se muestra tan complacido con ella como la primera vez. El Rey, que continúa llevando su anillo, pierde no sólo el conocimiento de todas las cosas, sino también el conocimiento de sí mismo, ignorándose a sí mismo y a todos los que le hablan. Leandro y Leonor, decididos a poner fin a su empresa, le manifiestan que debe nombrar un Virrey que se haga cargo del cuidado del Reino, y le piden que honre a Leandro en este cargo, que ponga todas sus fortalezas en Sicilia en manos de Agis, hermano de Leandro, y que de a Teodosio, su otro hermano, la responsabilidad de la marina. El Rey firma todas las disposiciones necesarias, ellos, incluso, le hacen romper el tratado matrimonial entre la Infanta y el Duque de Calabria, consintiendo el Rey en el matrimonio de Leandro con Leonor, y temiendo que el Duque Alejandro, prisionero, al ser uno de los más poderosos del Reino, perturbara su empresa, manifiestan al Rey que es un criminal de Estado, y que su muerte es necesaria para la conservación de su Corona. El Rey, que se deja en todo llevar por sus consejos, firma su sentencia de muerte. Fabricio, que conoce la enfermedad del Rey que le impide firmar su orden, y viendo que todo el mundo trata de aprovecharse de su enfermedad, se decide a hacer lo mismo. Encontrándose un día con el Rey, y viendo que había perdido completamente la razón, le cuenta mil frivolidades que el Rey toma por verdades. Y viendo que era capaz de hacerle creer todo lo que quisiera en el estado en que lo ve, y que llevaba una cadena de oro en el cuello y un brillante en el dedo, le hace creer que su hermano es un gran astrólogo y certero en todas sus predicciones, y que había previsto por una ciencia muy cierta que los que llevaran oro encima durante este año morirían sin duda. El Rey, asustado, se arranca la cadena del cuello y el diamante del dedo, y ordena a Fabricio que los arroje al agua para que el oro no resultara mortal a otra persona. Fabrice, encantado de que su treta haya tenido éxito, los envuelve en su pañuelo para asegurarlos. El Rey, que ya no tiene el brillante, recupera su sano juicio, se sorprende de verse solo y llama a su gente; llega Fileno, su Secretario, que le pide audiencia para Agis, General de las fortalezas, y Teodosio, Almirante. El Rey queda asombrado por estos nuevos oficiales y no sabe de quienes le hablan. Ellos entran y, arrodillados ante el Rey, le agradecen los cargos que les ha otorgado, le juran toda su lealtad y prometen cumplirlos con honor. El Rey les pregunta quién les había dado esos títulos, y ellos le muestran las disposiciones firmadas por el Rey y autorizadas por Leandro, que había asumido el cargo de Virrey. El Rey se enfurece y pregunta qué autoridad tenía este Leandro en sus Estados; Fileno atestigua que había visto al Rey firmar la orden de Leandro a quien había hecho su Virrey, y a quien había dado poder soberano en su Estado, y que todos lo obedecían en esa condición. El Rey, furioso, los llama traidores, levanta su espada y corre tras ellos. Se salvan, y el Rey se encuentra con Fabricio al que le pregunta dónde estaban. Fabricio piensa que le está pidiendo que le devuelva su cadena y su brillante, se arrodilla ante el Rey y le pide perdón por su robo. El Rey pregunta por Liliana; se entera por Fabricio de que está muy afligida, que se ha dictado la orden de ejecución de su padre y que está a punto de ser ejecutado. El Rey se enfurece aún más, al enterarse por Fabricio de que él mismo había firmado el decreto de su muerte, y que había dado permiso a Liliana para casarse con el Conde Tancredi: jura que si han matado al Duque, prenderá fuego a todo. Va inmediatamente a la cárcel, viendo a todos en lágrimas, por la ejecución del Duque Alejandro, que estaba a punto de llevarse a cabo; el Rey lo detiene todo, abraza al Duque, lo libera, protesta que él no es la causa de su desgracia, y que no recuerda en absoluto haber firmado el decreto de su muerte, ni muchas otras cosas que ha sabido por su pueblo haber hecho, pide perdón a Liliana, le jura que los deseos que tiene por ella son santos y legítimos, y que su intención es hacerla Reina, pero que antes quiere averiguar la causa de tantos cambios: ordena a Dorame que cierre las puertas de la ciudad y que nadie salga sin su orden, y da instrucciones de que se busque a Leandro, ya que desea hablar con él. Fabricio, sabiendo que el Rey ha recobrado la razón, teme que se descubra su robo; se encuentra con Leandro, que se muestra muy disgustado al saber que el Rey se ha recuperado de su enfermedad, y pregunta a Fabricio si es cierto; Fabricio se lo confirma de nuevo, él se pone furioso, pregunta si aún lleva el diamante en el dedo, y al saber que no, se desespera y corre a consultar a la Infanta. Fabricio se queda estupefacto, sospecha que bien podría haber algún encantamiento en el anillo, recordando que el Rey volvió en sí en cuanto se lo quitó del dedo, y mientras lo considera, el Rey lo sorprende, y quiere saber la causa del estupor en que lo ve; Fabricio le cuenta la sospecha que tenía de que algún encantamiento se escondía bajo la piedra, y avisa al Rey de cómo se los había quitado. El Rey para aclararlo le pone la sortija en el dedo a Fabricio; éste, descontrolado, hace un comentario extravagante y desoye al Rey, lo que le hace a él sospechar la verdad del asunto; recupera su brillante, y Fabricio recobra su estado anterior, y como el Rey no sabe quién es el autor de esta traición, Fabricio le dice que Leandro y Leonor deben de haber sido necesariamente los autores, le cuenta la desesperación en la que se encontraba Leandro, después de saber por él que el Rey ya no tenía su brillante en el dedo, le dice que durante la enfermedad del Rey se habían casado, creado nuevos oficiales y dispuesto absolutamente del Estado. El Rey saca el brillante de la sortija y encuentra debajo algunos caracteres arábigos que propiciaban el encantamiento; rompe el papel y hace recomponer la sortija para que no aparecieran. Se encuentra con Liliana, a quien cuenta el incidente, y ordena a Fabricioe que vaya a buscar a Leandro, Leonor, al Duque Alejandro y al Conde Tancredi; todos acuden. El Rey, con la sortija en el dedo, finge que seguía teniendo el mismo encantamiento, y simula no reconocerlos. Leandro y Leonor, al verlo en este estado y con la sortija en el dedo, se alegran enormemente: el Rey, al verlos a todos reunidos, dice ser muy consciente de que está muy enfermo, que la carga de un Reino es un lastre demasiado pesado para él, y que para liberarse de tanta molestia, desea ceder todo su poder a su hermana, rogándole a todos que la reconozcan como Reina, y a su marido, Leandro, como Rey, baja del trono Real, y con el sombrero en la mano invita a su hermana a que ocupe su lugar. Ella se resiste al principio, pero al final lo obedece; hace que Leandro se siente a su lado, y los confirma como Reyes de Sicilia. A continuación, con ellos sentados y el Rey de pie, y con la cabeza descubierta, les dice que ahora que tenían la posición que tanto habían deseado, les correspondía a ellos recompensar las buenas acciones y castigar las ofensas, y que deseaba informarlos de un asunto de importancia, en el que un Rey de sus vecinos le pedía consejo, siendo el caso que un vasallo infiel amaba a la hermana de su Príncipe, y se veía igualmente amado por ella, que aspiraban a la posesión del Estado, y buscando por arte de magia el medio de conseguirlo, que habían mandaron hacer un anillo encantado, por medio del cual privaron al Rey de su memoria, y viéndolo en este estado dispusieron del gobierno a su antojo, y pusieron todos los cargoss del Reino en manos de sus confidentes, contrajeron juntos una alianza desigual, y rompieron la alianza que el Rey había hecho con su hermana con un Príncipe de sus vecinos, que este Rey, habiendo recuperado ahora su buen juicio, pide su consejo para saber cómo debe comportarse en este asunto, y que siendo el asunto de gran importancia, solicita a sus Majestades que le den consejo al respecto.
Leandro y Leonor se dan cuenta de que su plan ha sido descubierto; no obstante, sin perder la compostura, Leandro toma la palabra y pide al Rey, antes de verse obligado a dar su opinión sobre el asunto, que éste diera su opinión sobre otro que él quería proponer. Le refiere que un joven Rey ama apasionadamente a la hija de uno de sus súbditos, a quien el padre había prometido a un Señor extranjero, y que este Rey, para abusar del honor de la hija, impide este matrimonio y hace encarcelar al padre y al amante de la hija, poniéndolos en peligro de perder la vida para satisfacer sus desenfrenados apetitos. Ruega al Rey que sin pasión le diga si este Rey no es culpable, que según él el amor es la causa de este crimen, así como de la primera ofensa que el Rey le propuso, y que siendo el Amor un niño es incapaz de razonar, y por consiguiente que ambos no pueden ser legítimamente castigados; que este juicio es tanto más justo cuanto que este fiel vasallo, del que el Rey le habló, no tenía otro designio en su empresa que poseer a su amante, y recoger los frutos de su afecto. Leandro y Leonor bajan entonces de sus solios, y arrojándose a los pies del Rey le implorar su perdón. El Rey los amenaza y confiesa al duque Alejandro que su cariño no había sido legítimo en un principio y que su amor había sido la causa de su encarcelamiento: pero que quiere reparar la falta casándose con su hija, y que como debería estar satisfecho por ese lado, le ruega que sea juez del resto, y que castigue a Leandro y a Leonor o les perdone su crimen. Alejandro, loco de contento, le responde que la alegría que siente es muy grande como para permitir que se mezclara con ninguna amargura; pide al Rey que los perdone, que autorice su matrimonio y que los destierre de la Corte durante un breve período para que reparen su delito. El Rey acepta esta decisión. Les perdona su falta y los relega a Zaragoza, de donde les prohibe salir sin una orden suya. Concede al conde Tancredi a una de sus primas en matrimonio para satisfacerlo por la pérdida de Liliana, y para recompensar a Fabricio le da veinte mil escudos de renta y a Melita en matrimonio, después de haber manifestado al Rey que la deseaba.
PERSONAJES
| ALFONSO, Rey de SiciliaNXNota del traductor Hubo dos reyes de Sicilia y Nápoles llamados Alfonso: a) Alfonso I (de la Casa Trastámara), que no es otro sino Alfonso V de Aragón, llamado “El Sabio” o “El Magnánimo”; entre 1416-1458 fue rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y conde de Barcelona; entre 1442-1458 sería rey de Nápoles; b) Alfonso II de Nápoles (Nápoles, 1448- Mesina, 1495), llamado el Guercho (“el bizco”), rey de Nápoles entre 1494-1495). Aunque debe referirse al primero de ellos, el padre de Alfonso no se llamaba Venceslas, sino que era Fernando I, hijo primogénito del regente de Castilla Fernando de Antequera, luego rey de Aragón con el nombre de Fernando I, que reinaría en Sicilia entre 1412-1416. |
| ALEJANDRO, Duque de Terranova |
| TANCREDI, Conde de Tarento |
| LILIANA, Hija del Duque Alejandro |
| LEONOR, Hermana del Rey |
| LEANDRO, Caballero enamorado de Leonor |
| MELITA, Dama de compañía de Liliana |
| FABRICIO, Bufón del Rey |
| FILENO, Criado |
| AGYS, General del ejército |
| TEODOSIO, Almirante |
| ALCANDRO, Mago |
| EL VERDUGO |
| LISIS, Sirviente del Duque |
| DORAME, Capitán de la Guardia |
a) Alfonso I (de la Casa Trastámara), que no es otro sino Alfonso V de Aragón, llamado “El Sabio” o “El Magnánimo”; entre 1416-1458 fue rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y conde de Barcelona; entre 1442-1458 sería rey de Nápoles;
b) Alfonso II de Nápoles (Nápoles, 1448- Mesina, 1495), llamado el Guercho (“el bizco”), rey de Nápoles entre 1494-1495).
Aunque debe referirse al primero de ellos, el padre de Alfonso no se llamaba Venceslas, sino que era Fernando I, hijo primogénito del regente de Castilla Fernando de Antequera, luego rey de Aragón con el nombre de Fernando I, que reinaría en Sicilia entre 1412-1416.
ACTO I
ESCENA PRIMERA
ESCENA II
ESCENA III
ESCENA IV
ESCENA V
El mago se refiere al lavado de manos del Rey, antes de comer.
se la saque del dedo;
ESCENA VI
ESCENA VII
ACTO II
ESCENA PRIMERA
ESCENA II
Este niño, como en los versos 89, 157, 267 y 1457 es el Amor.
, y una niña provoca;
ESCENA III
El original “Monseigneur”, era un título que se daba, en Francia, en propiedad al delfín, y, por extensión, o cortesía, a otros sujetos de alta dignidad, como duques, pares o presidentes de consejos. En España es un título honorífico concedido por el Papa que se aplica a ciertos prelados eclesiásticos. De ahí que hayamos traducido “Señoría”.
, el Rey me ha ordenado
ESCENA IV
ESCENA V
ESCENA VI
ESCENA VII
ESCENA VIII
ACTO III
ESCENA PRIMERA
ESCENA II
Juego de palabras, ya que “compter” es una variante ortográfica de “conter”, siendo el origen de los dos verbos: computare.
?
ESCENA III
ESCENA IV
ESCENA V
ESCENA VI
ESCENA VII
Fabricio juega con los significados de “ordonnance”: receta y orden.
es sólo un mal en la cartera,
ACTO IV
ESCENA PRIMERA
Aunque una primera lectura sugiere una posible alusión a Iusticia, que era en Roma la representación de la justicia con los ojos vendados, sosteniendo una espada y una balanza, según Scherer (op. cit., p. 1305) se trata de la Diosa Ocasión o Diosa Oportunidad, diosa griega y romana a la que se representaba como una mujer hermosa con larga cabellera por delante que le cubría el rostro y era calva por detrás, sosteniendo un cuchillo con la mano derecha encima de una rueda siempre en movimiento, a menudo con alas en los talones y otras veces con alas en la espalda, representación que se atribuía al escultor griego Fidias. La Diosa representaba las buenas ocasiones perdidas, y de ella se derivan proverbios o frases hechas que aluden a su carácter, como: “La ocasión la pintan calva”, “Coger la ocasión por los pelos”, etc.
Diosa a nuestros deseos,
ESCENA II
El original: véquit, es la forma antigua del “passé simple” del verbo “vivre”, que se utilizaba aún en el siglo XVII.
ESCENA III
ESCENA IV
Los versos 967-972 los recita Fabricio para sí; el resto dirigiéndose al Rey.
?Personaje que da nombre a una de las obras más ilustres del ciclo de Doon de Mayence, uno de los tres grandes ciclos de “chansons de geste” franceses, junto al Cycle du Roi y al de Guillaume d’Orange. El Cycle de Doon de Mayence aborda dos temas: la rebelión del vasallo contra el soberano, y la guerra feudal, siendo las obras más relevantes: Ogier le Danois, Girart de Roussillon, Raoul de Cambrai, Garin le Loherain, Renaud de Montauban, Gaydon y Gormont et isembart (uno de los cantares de gesta más antiguos, de finales del siglo XI).
;
Es decir, que su hermano es astrólogo.
.
ESCENA V
ESCENA VI
El Rey pregunta por Agys y Teodosio, pero Fabricio cree que le pregunta por el brillante y la cadena, que él había cogido anteriormente.
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ACTO V
ESCENA PRIMERA
El original “divertir”, tiene en el texto el sentido de “ecarter”, como bien aclara Jacques Scherer en su edición de la obra: Théâtre du XVIIe siècle I. Paris: Gallimard (“Bibliothèque de La Pléiade”), 1975, p. 777.
su deseo.
ESCENA II
Aunque el texto no incluye ninguna escena del citado verso, puede deducirse que el Rey haya besado a Liliana tras el verso 1196.
.
ESCENA III
ESCENA IV
Fabricio parece referirse a un matrimonio secreto, que mas tarde explicita en el verso 1426: “Ils ont à son déçu leurs deux moitiés unies”.
,
ESCENA V
ESCENA VI
ESCENA VII
ESCENA ÚLTIMA
Los rastrillos eran las puertas enrejadas que cerraban los castillos, fortalezas, alcázares y otros edificios en la Edad Media; estaban formados por una reja de hierro o de madera reforzada y acabados inferiormente en puntas. Se deslizaban por ranuras laterales en una puerta, y estaban soportados por cuerdas o cadenas.
bajados; ¿hemos hecho bastante?
Traducción más lógica que el uso de la voz pasiva francesa: “y se hace amar por ella”, cada vez más utilizada en español actualmente, por influencia de la lengua francesa, así como debido a la incultura lingüística de los hablantes del español.
;
Véase nota 4 [verso 296].
?
Personaje que cita el Rey, pero que no tiene nombre, pasado ni presente escénico; se trata de una “cousine de dénouement”, como señala Jacques Scherer en su edición de la obra: Théâtre du XVIIe siècle I. Paris: Gallimard (“Bibliothèque de La Pléiade”), 1975, p. 1307.
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Aunque ninguna edición de la obra explica los últimos versos, en los que Rotrou indica que van dirigidos a Fabricio, parece claro que los ocho últimos son una súplica del Rey al Dios Amor.
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