Jean Mairet, Les galanteries du duc d’Ossonne, vice-roi de Naples

Las galanterías del duque de Osuna, virrey de Nápoles





Texto utilizado para esta edición digital:
Mairet, Jean. Las galanterías del duque de Osuna, virrey de Nápoles. Traducido por Evelio Miñano Martínez. Valencia: ARTELOPE - EMOTHE Universitat de València, 2022.
Codificación del texto digital para EMOTHE:
  • Carmen Cerdán, Rodrigo

Nota a esta edición digital

Esta publicación es parte del proyecto I+D+i «Teatro español y europeo de los siglos XVI y XVII: patrimonio y bases de datos», referencia PID2019-104045GB-C54 (acrónimo EMOTHE), financiado por MICIN/AEI/10.13039/501100011033.



Las galanterías del duque de Osuna,
virrey de Nápoles


Al muy docto y muy ingenioso Antoine Brun, Procurador General en el Parlamento de Dola

EPÍSTOLA DEDICATORIA, CÓMICA Y FAMILIAR

Señor y muy caro amigo mío,

No encuentro hoy a nadie ni dentro ni fuera de este Reino, cuyo nombre más justamente que el vuestro pueda ponerse en el encabezamiento de esta obra, pues, además de que sois uno de los mayores ornatos de vuestro país, y del mío, y que las mejores mentes de Francia, cuyo número en otro tiempo aumentasteis, tienen particular estima por vuestro mérito y vuestra amistad, ocurre que, con la justicia de esta bella elección, también hago un acto de gratitud y de agradecimiento. Tal vez no sepáis que el poco renombre que me ha dado mi pluma es un efecto de la generosa emulación con que el de la vuestra despertó mi espíritu, que aún dormía por entonces en el polvo y la oscuridad de las escuelas, de tal manera que, si se permite comparar las pequeñas cosas con las grandes, los laureles con que vuestra Musa os había coronado la frente tuvieron en mi corazón el mismo efecto y el mismo ímpetu que los de Milcíades hicieron en el de Temístocles; y puedo decir con el poeta Verino: “Quæ didici reddo carmina Fusce tibi”.

En fin, fue el audaz deseo de seguir con mis pasos los vuestros lo que me persuadió para que cambiara, como hice a la edad de dieciséis años, los aires de Besanzón por los de París, donde al poco de llegar, encontré, por una afortunada temeridad, la protección y la benevolencia del más grande, del más magnífico y del más glorioso de todos los hombres de su condición que haya tenido alguna vez Francia, si exceptuamos los tres últimos meses de su vida, con la que todas mis esperanzas tuvieron un último naufragio. Sé bien, muy caro amigo mío, que no os ofenderá mi franqueza si digo que porque él falta os dedico estas Galanterías del duque de Osuna, pues es cierto que si siguiera en este mundo, sería él quien las recibiría como el verdadero original en ellas de nuestra Corte, de la que tanto tiempo fue el lustre más brillante. Fue de ese ilustre y deplorable héroe, “quem semper amatum, / Semper honoratum, sic Dî voluistis, habebo”, de quien mi Musa aún en la cuna recibió más ayuda y favores en la flaqueza de su infancia, de los que se atreve a esperar en adelante de todos los demás, en el vigor de su adolescencia.

Empecé tan pronto a hacer hablar de mí, que a los veintiséis años me siento hoy el más antiguo de todos nuestros poetas dramáticos. Compuse mi Chryséide con dieciséis años al salir de Filosofía; y de esta obra así como de Sylvie, que la siguió un año después, yo le diría de buena gana a todo el mundo: Delicta iuventutis meæ ne reminiscaris. Hice La Silvanire a los veintiuno; Le duc d’Ossonne, a los 23; Virginie, a los 24; Sophonisbe, a los 25; Marc-Antoine y Solyman, a los 26, por lo que, si es muy cierto que mis primeras obras no tuvieron casi nada de bueno, al menos no se puede negar que fueron la feliz simiente de muchas otras mejores, producidas por las fecundas plumas de los señores de Rotrou, de Scudéry, Corneille y du Ryer, que nombro aquí respetando el orden temporal con que comenzaron a escribir después de mí; y de algunos otros, cuya reputación llegará algún día a vos, en particular la de los dos jóvenes autores de las tragedias de Cleopatra y Mitrídates, cuyo aprendizaje ya está a medio camino de las obras maestras, lo que da gran esperanza de que puedan hacer en el futuro bellas cosas.

Es por nuestro trabajo en común por lo que el teatro ya casi nada tiene que envidiarle a ese primer esplendor que tuvo antaño entre los griegos y los romanos, y lo hemos convertido en esparcimiento del Príncipe et de su principal Ministro, con tanta gloria y provecho para sus actores, que las mujeres más honestas frecuentan ahora el Hôtel de Bourgogne con tan pocos escrúpulos y escándalo como frecuentarían el de Luxembourg. Mas, pese a todo esto, mi caro amigo, puedo aseguraros que el más hábil, o el más afortunado de nosotros, aún está esperando recibir el primer favor de las liberalidades de la Fortuna, lo cual me hace pensar que el venerable abad de Tiron ha recogido para él solo las pretensiones y las recompensas de todos los poetas antecesores suyos, contemporáneos y sucesores. Es cierto que en el Louvre nos hacen sacrificios con alabanzas y humos, como si fuéramos los dioses más delicados de la Antigüedad, pero necesitaríamos que nos trataran más toscamente y nos ofrecieran más bien unas buenas hecatombes de Poissy, con una amplia efusión de vino de Arbois, de Beaune y de Condrieu. Nos siguen entreteniendo con cierta corona imaginaria de laurel, que solo podría servirnos, si es que fuera efectiva, como aderezo de una carpa en caldo de pescado o, como mucho, para adornar un jambón de Maguncia en un festín. Es en esta materia, como en cualquier otra, en la que nuestro Marcial francés, el presidente Maynard, tuvo la ocurrencia, muy divertida a mi parecer, de decirle a las Musas, cuando se refería al poetastro de nuestro gordo amigo Saint-Amant:

Tratadlo más útilmente,
el laurel no es una tela
con la que quiera hacerse un traje.

Es cierto, además, que los señores del cordón azul y los príncipes nos honran a veces dándonos un sitio en sus mesas y en sus carrozas, y hasta tienen la amabilidad de abrirnos las balaustradas de sus aposentos y sus gabinetes de tertulia, pero, salvo al señor duque de Longueville, a ninguno de ellos se le ha ocurrido aún abrirnos sus bargueños. Este último, para que le esté verdaderamente agradecida la Musa de un hombre ingenioso y de capacidad intelectual, ha hecho un acto de justicia y liberalidad, que no hará menos estimable su juicio por la digna elección que ha querido hacer en la persona que lo recibe, de lo que lo hará que alaben su munificencia, ya por la naturaleza extraordinaria de la buena acción, ya por las generosas circunstancias que la acompañan; a eso se le llama hacerle bien a alguien de buen grado y tratar a las Musas como hijas de Júpiter. Por mi parte, yo que siempre busqué la fortuna por buen camino, considero que un hombre de ingenio siempre debe hacer todo género de cosas bellas para merecer el aprecio y el favor de los poderosos, pero no puedo aceptar que él mismo exija recompensa por ello, pues solo en asuntos de amor puede pedir con gracia un hombre bien educado que lo favorezcan. En cuanto a mí, que conozco perfectamente las inclinaciones de la mayoría, ya no espero más fruto de mis mejores obras que la satisfacción de haberlas hecho, resuelto a dedicarlas en adelante solo a mis amigos personales. Dios me ha hecho el favor de que encuentre a uno, como yo podía desear, en la persona del señor conde de Belin, padre del que habéis podido ver en el Franco Condado, el cual, aun siendo gran señor y de tal condición que puede mandar en mí como amo, añade sin embargo al bien que me hace el de la libertad que me ha dejado. Es en su casa, que se podría considerar la verdadera Academia de las mentes brillantes, si no fuera por lo bien que se come en ella, donde llevo una vida cuyo reposo solo es perturbado por el recuerdo de una amante. Desde Silvanire, que compuse bajo la sombra de los árboles de Chantilly, debo el resto de mis obras al cuidado con que me ha pedido que las escriba. He aquí la primera que he compuesto junto a él; no tengo duda alguna de que quienes no conocen todavía la adecuación de los estilos encuentren sus versos menos logrados que los de Virginie o de Sophonisbe, y confundan el defecto de la bajeza con la gracia de la sencillez, pero a mí me basta que vos no ignoréis la diferencia que hay que poner necesariamente entre el coturno alto de Séneca y el escarpín bajo de Plauto o de Terencio. Por esta razón, Plinio el Joven, que tenía dos casas de recreo, una sobre una colina y otra en un llano, llamaba a esta la comedia y aquella la tragedia. Me extendería aún sobre este tema, pero dirían que quiero instruir a mi amo; acabo, pues, tras rogaros encarecidamente que deis buena acogida a mi duque de Osuna. Sé bien que es español, que sale muy recientemente del Louvre y que habla bastante bien francés, pero, en fin, podéis recibirlo sin enemistaros ni con una ni con otra Corona, pues además de que no va a vuestro encuentro como hombre de guerra, se os permite hacer uso de los derechos de la neutralidad de vuestro país. Por lo demás, no os extrañéis por el estilo de mi epístola; he querido proporcionarla en relación con la obra que precede, y seguir en este punto las normas de la Arquitectura, que requiere que el pórtico sea del mismo orden y tenga la misma simetría que la casa.

Adiós. Soy, señor y muy caro amigo mío, vuestro muy humilde servidor e inviolable amigo, Mairet.

De París, a cuatro de enero de 1636.


Elenco

Duque de Osuna, enamorado de Emilia
Almedor, su confidente
Camilo, amante de Emilia
Octavio, criado de Camilo
Paulino, marido de Emilia
Fabricio, criado de Paulino
Basilio, padre de Emilia
Emilia
Flavia, viuda, hermana de Paulino y enamorada del Duque
Estefanila, criada de Flavia

La escena se sitúa en Nápoles.


ACTO I

Escena 1

Almedor, el Duque de Osuna

ALMEDOR
1
¿Cómo? Señor, ahora que en todo el universo
2
la costumbre introduce mil placeres diversos
3
y hace que la alegría sea una virtud pública,
4
¿nadie habrá sino vos melancólico y triste?
5
Vos, cuyo natural más alegre hasta hoy
6
ha sido que un paisaje del mayo más hermoso,
7
vos que toda la Corte habéis llevado a fiestas
8
con tanta gentileza, tanta munificencia,
9
que, si yo no temiera parecer indiscreto
10
queriendo penetrar lo que guardáis secreto,
11
diría que el amor, que todo hace mudable,
12
ha obrado en vuestro humor esta metamorfosis.
13
Viéndoos, en efecto, la mente más inquieta
14
de lo que nunca estuvo la mente de ninguno,
15
viendo que vuestros gozos, vuestras galanterías,
16
ya no son hoy en día sino tristes ensueños,
17
¿a quién no extrañaría cambio tan repentino?,
18
¿quién no concluiría con este mismo juicio?

EL DUQUE
19
Te confieso, Almedor, que, muy a pesar mío
20
y a la vista, me he vuelto diferente a mí mismo.
21
Aquellas diversiones que tanto me atraían
22
me interesan lo mismo que si yo no existiera.
23
Mi alma atormentada de tristeza y de penas
24
no sufre nunca tanto como en una reunión.
25
La liza me disgusta; aquel que al estafermo
26
corre allí, me parece más estafermo él;
27
ya no me encanta ver a los que en la carrera
28
disputan la sortija o rompen una lanza;
29
en fin, que vuestros juegos, torneos, balés, bailes,
30
me parecen peleas de criado y niñerías.
31
Y aún peor me sienta el teatro, Almedor,
32
pues debo confesarte que allí se suscitó
33
toda la turbación con que siempre me ves,
34
y el gusto que me daban los placeres se agrió.

ALMEDOR
35
¿Desde cuándo, señor, por qué casualidad?

EL DUQUE
36
Por un ángel mortal, un milagro del mundo,
37
un ojo cuya suave y modesta mirada
38
me lanzó al corazón un invisible dardo.

ALMEDOR
39
¿Acaso fue en Aminta, o bien en Andromira?

EL DUQUE
40
No podría decirte, precisamente, dónde,
41
pues ese ser divino me embargó con tal fuerza
42
que no hice caso alguno ni a los versos ni al tema.
43
Mientras tanto, terminan, y, con la obra acabada,
44
mi belleza se va con los que la acompañan
45
y me deja de tantas flechas herido el pecho
46
como prendas notaron mis ojos en los suyos,
47
pero ya no he podido ni ver a esa belleza
48
ni descubrirle el fuego que alimento por ella.

ALMEDOR
49
¿Y no sabéis quién es?

EL DUQUE
Pues sí, lo sé muy bien.

ALMEDOR
50
Podría ser un medio…

EL DUQUE
Que de nada me sirve,
51
ya que, salvo que hablemos de la hija de Acrisio,
52
no se guarda el tesoro de la misma Venecia
53
con tanta precaución y tanta lealtad
54
como este otro tesoro de gracia y de belleza.
55
Todos esos obstáculos que persiguen mi ardor
56
y me hurtan la esperanza, me aumentan el deseo.
57
Mas teniendo el humor que Almedor me conoce,
58
pues, hace ya tres años, que sabe cómo pienso,
59
bien puede imaginarse que este naciente amor
60
no tiene sobre mí suficiente poder
61
como para inquietarme o quitarme los gozos,
62
y que solo las trabas irritan mis deseos.
63
Esta pasión sin ellas sería muy tranquila,
64
pero rabio de amar algo que es invisible,
65
y de haber intentado tantas veces en vano
66
que un billete amoroso le llegue hasta las manos.

ALMEDOR
67
Aun así, no hay lugar, desde un Polo hasta el otro,
68
que no pueda alcanzar con su vuelo ese pájaro
69
si le dan buen sustento unas alas de oro.

EL DUQUE
70
No lo sé; sin embargo, yo te juro, Almedor,
71
que el oro, que es señor y vencedor de todo,
72
falto ha estado esta vez de poder y de cebo.

ALMEDOR
73
Pues sí que me sorprende; tal vez vuestros agentes
74
nada fueran seguros ni nada inteligentes.

EL DUQUE
75
En fin, esta es la causa del humor apenado
76
que, contra mi costumbre, ahora me domina.
77
Mas ese viejo hidalgo pálido y alterado,
78
parece que algo quiere de mi persona aquí.

Escena II

El Duque, Paulino

EL DUQUE
79
Decid, señor Paulino, ¿qué asunto os trae a mí?

PAULINO
80
Uno de los peores, pues mucho os dolerá
81
enteraros por mí, sin que haya nadie más.

ALMEDOR
82
Pues yo ya me retiro.

EL DUQUE
Muy bien, os lo agradezco.

PAULINO
83
Señor, yo pongo en vos toda mi confianza.
84
Oíd, no abusaré de vuestra paciencia:
85
tras el asesinato apenas perpetrado
86
de uno de mis peores enemigos mortales,
87
que ahora ya es noticia por toda la ciudad,
88
la furia de la calle me habría dado muerte,
89
si no hubiera encontrado vuestro palacio abierto
90
como si fuera un templo, para mi salvación.

EL DUQUE
91
¿Se ha presumido, pues, que lo habéis ordenado?

PAULINO
92
Un espadachín mío preso lo ha declarado.

EL DUQUE
93
Ya veo, mas ¿qué nombre tiene vuestro enemigo?

PAULINO
94
Camilo.

EL DUQUE
Lo conozco, con su reputación:
95
era muy estimado por su galantería.
96
¿Y de dónde proceden vuestras desavenencias?

PAULINO
97
La razón, mi señor, de nuestras diferencias
98
es el odio arraigado que hay entre nuestras casas,
99
que, por otras razones muy largas de contar,
100
de padre a hijo, siempre se han querido arruinar.

EL DUQUE
101
¡Qué extraño es constatar que la animosidad
102
entre ustedes ahoga la generosidad!
103
Y que los ultrajados buscan aquí venganza,
104
más que en otros lugares, con tretas tan cobardes.

PAULINO
105
Muy mal haría yo en querer defender
106
un acto por el cual me podéis castigar;
107
aun así, vuestras raras virtudes, cuya fama
108
sembrada está en Europa por todos los lugares,
109
y vuestro generoso pecho tan alabado,
110
os harán perdonar lo cobarde del mío.
111
Os beso las rodillas, teniendo la esperanza
112
de poner mi cabeza a salvo en vuestra casa.

EL DUQUE
113
Levantaos, seguro de que hoy encontraréis
114
bajo mi protección un verdadero apoyo.
115
Yo no puedo ofreceros más agradable asilo
116
que una de nuestras casas, que se halla a treinta millas,
117
donde, por orden mía, vais a ser recibido
118
igual que en mi palacio, y más cómodamente,
119
esperando a que el tiempo y el favor que os prometo
120
pongan vuestra fortuna en un mejor estado.
121
Pensad, pues, en partir, cuando queráis, allí;
122
y si os fiais de mí, que sea lo más pronto.

PAULINO
123
Voy, pues, a preparar de inmediato mi viaje.

EL DUQUE
124
No sería prudente que volvierais, señor,
125
a vuestra casa ahora; no estaríais seguro.

PAULINO
126
Solo voy aquí cerca, a casa de mi hermana.

EL DUQUE
127
No, no iréis allí solo.

PAULINO
Es al lado.

EL DUQUE
No importa;
128
Diez o quince hombres míos os irán escoltando.
129
¡Paje!

UN PAJE
Sí, mi señor…

EL DUQUE
Id a decir allí…
(Le habla al Paje al oído).
130
Rápido y, sobre todo, que no lo dejen solo.

PAULINO
131
Mi señor, el honor y hasta la vida misma
132
que me ponéis a salvo en la peor tormenta,
133
os mostrarán un día toda mi gratitud,
134
entregándose a vos sin ninguna reserva.

(Sale).

EL DUQUE
135
¡Adiós, señor! ¡Oh, dioses, qué bien me abre las puertas
136
de la casa de Emilia esta extraña aventura!
137
¡Y qué oportunamente ocurre esta desgracia
138
para que, en poco tiempo, mi espíritu descanse!
139
El celoso que alejo de Nápoles adrede
140
ya no podrá impedir ni que yo pueda verla,
141
ni que yo pueda hablarle, pues soy la única ayuda
142
que puede, sin sospecha, pedir para su esposo.
143
Y si se diera el caso de que lo acompañara,
144
como serán mis huéspedes, ya puesto en lo peor,
145
iré a los pocos días a pasearme allí,
146
tan solo con el séquito más discreto que encuentre.

Escena III

Flavia, Emilia

FLAVIA
147
La desgracia ordinaria, que además no es extrema,
148
no nos debe causar sino un dolor igual.

EMILIA
149
¿Llamáis vos ordinaria una mortal desgracia
150
que pone a vuestro hermano en peligro evidente
151
y de nuestra familia, augura ya la ruina?
152
Quiera Dios que yo sea una falsa adivina.
153
Este golpe, que a muchos adelanta la muerte,
154
más lejos llegará de lo que estáis pensando.

FLAVIA
155
No cabe duda alguna de que cien infortunios
156
caigan de esta desgracia sobre una y otra raza.
157
Ojalá, hermana mía, que, por el bien de todos,
158
el temple de mi hermano más suave hubiera sido,
159
o que solo a los muertos hubiera que llorar,
160
sin que nada tuviéramos que temer por los vivos;
161
mas como no se puede alterar el pasado,
162
creo que lo mejor es que nos consolemos;
163
y con mayor razón, pues mi hermano ha podido
164
salvarse del furor de los que lo acosaban,
165
y tendremos muy pronto noticias de su parte.
166
Eso os aliviará, yo creo, la inquietud.

EMILIA
167
¡Ojalá yo estuviera por nacer o ya muerta!
168
Perdonad, os los ruego, el dolor que me embarga
169
y permitid que, sola, con estas justas lágrimas,
170
a través de los ojos, dé paso a mis dolores.

FLAVIA
171
Adiós, pues.

Escena IV

Emilia

EMILIA
Ve y ahórrame tu presencia importuna,
172
que en este cruel apuro aumenta mi infortunio.
173
Suspira, pues, suspira libre, mi corazón;
174
llorad, mis tristes ojos, y dejad de brillar,
175
pues vuestro propio sol ha perdido su brillo,
176
sin ninguna esperanza de recobrarlo un día.
177
Claro sol de mis días, dormido por la muerte
178
en los mares de sangre rojos que ha vomitado,
179
pilar de la virtud, honor mismo de Italia,
180
fénix de los amantes y esperanza de Emilia:
181
la muerte de Camilo ha sido vuestra muerte.
182
Bello nombre que ha poco mi dolor encantaba
183
y que hace ahora arder mi dolor otra vez,
184
¡qué dispares efectos me causas en el alma!
185
¿Es cierto, pues, Camilo, que de mí te arrebatan,
186
sin que te haya podido defender ni seguir?
187
Y sé bien, sin embargo, que yo he dado la espada
188
que ha cortado la trama de tus jóvenes años.
189
Este amor que por ti eterno concebí,
190
él solo, aunque inocente, te ha vuelto criminal.
191
De él nacieron los celos secretos y feroces
192
que, de un brutal esposo, turbaron el sentido,
193
de manera que su odio y mi funesto amor
194
han trabajado juntos por quitarte la vida.
195
Estos son tus efectos, oh víbora execrable,
196
que picas al nacer a tu mísero padre;
197
monstruo de los celos, mil ojos en tu frente
198
no te hacen ni siquiera ver cómo son las cosas.
199
¡Mas cómo! Las pasiones inmunes al suplicio
200
se deben castigar en su culpable autor.
201
Venenos, llamas, hierros, venga, pues, preparaos
202
para sacrificarle al celoso y la amante,
203
calmando así su sangre que reclama la nuestra.
204
Mas no será la muerte igual para los dos,
205
pues para el más culpable de ambos será castigo,
206
y para la otra, un bien que acabe sus tormentos.
207
Si de mis tristes días, el curso se prolonga,
208
solo es para morir satisfecha y vengada,
209
si es que mis sentimientos, hechos desesperanza,
210
hallan satisfacción tras haberse vengado,
211
pues ¿qué me tornaría de aquello que he perdido,
212
el pérfido y cobarde, el más abominable,
213
el bárbaro homicida, aunque él en este día
214
derramara en mi lecho toda su propia sangre?
215
Aunque en lugar de una, tuviera diez mil vidas,
216
¿podría así pagar la vida de Camilo?
217
Mas no importa, venguémonos, aunque imperfectamente,
218
y si está a nuestro alcance, que sea cuanto antes.
219
El traidor morirá; y si su diligencia
220
me impide conseguir una ilustre venganza,
221
me bastará una oscura para acabar con él,
222
o faltará esta vez en Nápoles veneno.
223
Y entonces en la tumba, Emilia, orgullosa
224
de haber perdido a aquel que a ella misma perdió,
225
con las sombras irá de Camilo a reunirse
226
para alcanzar un bien que no terminará.
227
Mas para conseguir aquello que deseo
228
es preciso que esconda dentro de mí el dolor,
229
que aplaque por un tiempo mis amargos recuerdos,
230
para que el asesino en mi celada caiga,
231
ese que una sospecha sin apariencia apenas,
232
ha llevado a arruinarnos, tan seguro de sí.
233
Pero lo oigo venir, ¡oh, Dios!, ¡me late el pecho!
234
Siento dentro del alma un extraño combate:
235
al verlo aquí, el amor irrita mi valor
236
y quiere que le muestre sin demora mi cólera,
237
mas la razón prefiere, dándome un buen consejo,
238
esperar el momento y el lugar oportunos.
239
Recíbelo ahora como mujer atenta
240
y trátalo después como amante ofendida.

Escena V

Paulino, Emilia

PAULINO
241
¿Qué ocurre aquí, señora? Diríase, a la vista
242
de esos ojos en lágrimas, de esa pálida tez,
243
de ese pecho anhelante, que el lance que he tenido
244
ha sido para vos peor que el fin del mundo,
245
si es que no estáis llorando, con muy poca razón,
246
al mayor enemigo que ha tenido esta casa,
247
cuya raza, obstinada en su cólera antigua,
248
cien veces ha intentado arruinar a la mía.
249
No ha visto el insolente sino caerle encima
250
el mal que a mi persona él habría enviado.
251
No suspiréis, pues, más, o acabaré creyendo
252
que miráis mi victoria con ojos enemigos.

EMILIA
253
Vos, señor, sois el único y el más querido ser
254
por el que estoy temiendo, por sobradas razones,
255
¿no debo, pues, quejarme, con tanto que temer?

PAULINO
256
Dirás más bien, infiel, con tanto que fingir.

EMILIA
257
Si Camilo y los suyos hubieran muerto todos,
258
con tal de que vivierais, no tendría cuidado,
259
mas, ¡ay!, temo por vos las desgracias frecuentes
260
que acarrean tras sí los actos sanguinarios,
261
temo que sus parientes, que tanto lo querían,
262
vengan a daros muerte hasta al pie de un altar,
263
o vengan a buscaros hasta en mi propio lecho.

PAULINO
264
Lo que en verdad te afecta es el temor contrario.
265
Ya que finge, finjamos también, mi corazón.
266
Vuestro buen natural, que tanto me complace,
267
vuelve aún más cruel la ausencia necesaria
268
a que me obliga el curso que toman mis asuntos,
269
pues me debo alejar antes de que amanezca;
270
solo he venido aquí por deciros adiós
271
y vestirme, si puedo, para salir al campo.

EMILIA
272
Permitid, pues, señor, que os haga compañía
273
y comparta con vos los peligros y el miedo.

PAULINO
274
¡Oh, traición!, ¡oh, sexo infiel y engañador!
275
No, no os mováis de aquí; por diversas razones,
276
más útil me será que estéis en la ciudad.

EMILIA
277
¡Qué importunas razones me vienen a privar
278
de la dicha mayor que yo podía hallar!

PAULINO
279
Id a ver si no hay nada que retenga a mi hermana
280
y conseguid que venga a hablar conmigo aquí.
281
¡Quién pensaría, oh dioses, que hubiera tal doblez
282
y tal deslealtad bajo tanta belleza!
283
La ingrata, cuyas lágrimas, cuyo pálido rostro
284
dan prueba de un dolor extremo por Camilo,
285
me quiere hacer creer, impudente como es,
286
que me ama y se lamenta solo por mi interés.
287
Y más equivocado que nadie debo estar,
288
si no intenta esta infiel, tan fecunda en malicias,
289
urdirme ya algún fraude en su malvado espíritu;
290
mas lo que embauca a un necio no embaucará a Paulino,
291
que, por largo y por bien que persistas fingiendo,
292
no cerrará los ojos mientras no toque hacerlo.
293
Espero, sin embargo, que, olvides a ese joven
294
y lamentes un día la falta en que caíste
295
cuando, menospreciando a todos nuestros deudos,
296
te atreviste a estimarlo en detrimento mío.
297
Todo lo cura el tiempo, si tiene buena guía,
298
y no hay, frecuentemente, mal que por bien no venga,
299
mas cabría también, pues mujer es mujer,
300
que concibiera aún deseos más infames.

FLAVIA
301
Hermano, un buen muchacho que yo siempre he apreciado
302
por tener mucho afecto a mi difunto esposo,
303
acaba de contarme, pues es mi fiel espía,
304
cómo va vuestro asunto y qué se cuenta de él.
305
El Conde y su criado tienen graves heridas,
306
pero, por lo que dicen los que los han curado,
307
sanarán.

PAULINO
Mala suerte; prefiero que ambos mueran:
308
dos enemigos menos tendría que aguantar.

FLAVIA
309
Y vuestro espadachín ha contado el asunto
310
sin omitir detalle y os acusa de todo.

PAULINO
311
Pues si lo han atrapado, me parece que debo
312
ponerme bien a salvo y dejar que lo cuelguen.
313
Mas antes de partir, que ha de ser al instante,
314
os rogaría, hermana…

FLAVIA
Me podéis ordenar.

PAULINO
315
Que acojáis a mi esposa, bajo vuestra tutela,
316
en casa, pues, sin duda, mi fuga impediría.
317
Deberéis prescribirle, más o menos, la orden
318
de que tan solo salga si vos también salís,
319
y con nadie converse, salvo en vuestra presencia,
320
por temor del escándalo y la maledicencia.
321
Un gran favor me haréis, en resumidas cuentas,
322
si os acostáis con ella y nunca la dejáis,
323
pues tengo la certeza de que, estando con vos,
324
su virtud se defiende de todas las calumnias.
325
No es porque yo me tema que algo pueda ocurrir,
326
mas hay que evitar darle pábulo a la sospecha.

FLAVIA
327
Vuestra inquietud, hermano, por este u otro asunto,
328
ya puede descansar en mi fidelidad.

PAULINO
329
Acordaos también de ir a ver al Virrey
330
para solicitarle que me dé su respaldo.
331
La maravilla en él hallaréis de los hombres,
332
de los siglos pasados y del siglo presente:
333
él fue quien me salvó, él es quien me recibe;
334
mas no se lo digáis a nadie en modo alguno,
335
pues, por algo que debo sobre todo ocultaros,
336
no quiero que se entere de eso mi propia esposa.
337
Preparémonos, pues, para este triste viaje.

FLAVIA
338
¿Y tan pronto partís?

PAULINO
Sí, antes de una hora.

Fin del primer acto


ACTO II

Escena I

El Duque, Almedor

EL DUQUE
339
No, no te creerías cómo se me consume
340
el pecho de impaciencia desde hace ya dos días:
341
la ausencia del marido me infundió la esperanza
342
de que mi sol vendría a alumbrarme en mi casa
343
y rogar que me ocupe de su asunto en persona,
344
pero es algo que aún está por suceder:
345
de verdad que me asombra, y no puedo entender
346
por qué aplaza esa bella el momento de verme.

ALMEDOR
347
Emilia, todavía sumida en la inquietud,
348
aún desconcertada por lo que ha sucedido,
349
ha retrasado un poco, sin duda, su visita:
350
eso es lo que yo creo.

EL DUQUE
También lo creo yo,
351
mas, para estar seguro de que estoy en lo cierto,
352
voy a pasar ahora delante de su puerta,
353
no tanto por placer que espere allí gozar
354
cuanto por la ocasión que se pueda brindar.
355
Por un casual, podría ponerse a la ventana
356
y, al mirarme, esmerarse hasta reconocerme;
357
y bastaría el brillo de este rico diamante
358
para que me distinga como un ilustre amante.
359
Mas sonreís, Marqués, de mi galantería.

ALMEDOR
360
Permitidme, señor, que hasta también me ría.

EL DUQUE
361
Bien, bien, podéis reír, que un día caeréis;
362
y cuando os toque a vos, de esto os acordaréis.

ALMEDOR
363
¿Pensáis verme algún día…?

EL DUQUE
Perdido enamorado.

ALMEDOR
364
Jamás pensé de mí que fuera un insensible.
365
Bien puedo yo no amar como también amar,
366
mas nunca enamorado perdido me verán.
367
Si alguna vez me veis sumiso cual esclavo,
368
soñador cual poeta, con rostro macilento,
369
con tez pálida y ojos lánguidos por amor,
370
decid, pues, que el Marqués ha perdido su seso.

EL DUQUE
371
Cuando es así el amor, parece algo excesivo.
372
No creerás, por tanto, que mi amor es así.

ALMEDOR
373
Eso lo diréis vos. ¡Ay, qué claro se ve
374
que el amor es ceguera y no conoce nada!
375
¡Mas cómo! Suspirar, sumirse en la inquietud,
376
odiar hasta el teatro, amar la soledad,
377
no descansar, al fin, de noche ni de día,
378
¿acaso de un vulgar amor son los efectos?
379
¿Qué razones tenéis para explicar la pena
380
que, sin provecho alguno, nos hacéis padecer?

EL DUQUE
381
A mí no me incomoda para nada esta pena.

ALMEDOR
382
Pero sí que incomoda a los que os acompañan.
383
Pronto nuestros criados, en sus pequeñas almas,
384
maldecirán, creedme, el amor y sus llamas.
385
¡Ah! Cuando últimamente vos me hicisteis saber
386
que ella misma en persona acudiría a veros,
387
me pareció que el lance era de lo más cómodo;
388
ya querría yo que alguien lo pusiera de moda,
389
pero con este tiempo…

EL DUQUE
Pues aunque algo tan bello
390
se esforzara en venir a verme por su pie,
391
ese fruto de amor merece ser cogido.

ALMEDOR
392
Y si en lugar del fruto solo se coge la hoja,
393
como, visiblemente, os tendrá que ocurrir,
394
¿no es eso atestiguar que se ama ciegamente?
395
Resulta muy gracioso ver cómo esos Quijotes
396
nocturnos, embozados, temerosos y mudos,
397
se exponen a menudo, mirando una ventana,
398
a la injuria del frío, de la lluvia y del viento,
399
sin que nadie se digne o atreva a contestarles;
400
¿qué hacen esos señores sino helarse y quejarse?

EL DUQUE
401
Creo que están contentos.

ALMEDOR
¿Me lo garantizáis?

EL DUQUE
402
Sí, pues si allí no hallaran algo dulce para ellos,
403
no harían esas cosas.

ALMEDOR
A fe mía, están locos,
404
y, además, ni siquiera llegan a darse cuenta.

EL DUQUE
405
Como yo, por lo tanto.

ALMEDOR
Pues bien podría ser.
406
Si en efecto están locos, como lo podéis ver,
407
muy difícil será que no los igualéis,
408
y hasta los superéis, pues sin ningún motivo
409
que dé esperanza alguna de una buena fortuna,
410
ahora os arriesgáis, y sin necesidad,
411
a un viaje por amor, cuando el tiempo es más crudo,
412
pues me parece a mí que, desde que hay invierno,
413
ni en Polonia han tenido los hielos que tenemos.
414
Hace un frío que pela, pero vos, aun así,
415
salís para charlar con una casa a solas.
416
Al menos por San Juan, o en tiempo de canícula,
417
no sería esa hazaña por amor tan ridícula,
418
pero arriesgarse uno a quedar congelado,
419
sin ser visto, sin ver y sin poder hablar
420
ni siquiera a la sombra de la persona amada,
421
no encontrar a más dama que una puerta cerrada,
422
besar más de mil veces clavos y cerradura
423
y, si pudiera ser, goznes y picaporte;
424
adorar de rodillas sus tablones helados,
425
inventar sobre el tema hermosas agudezas:
426
que es un cielo de amor, que sus clavos hincados
427
son los astros atados al mismo firmamento,
428
astros duros, malignos, cuya mirada influye
429
sobre el que está en la calle impidiéndole entrar;
430
y otras mil ocurrencias halladas felizmente,
431
que vienen a la mente pensado en su figura;
432
y en cambio, mientras tanto, sobre el tímido amante
433
llueve de su ventana una influencia húmeda,
434
cuyo olor, que embalsama todo por el camino,
435
en nada se parece al ámbar o al jazmín;
436
en fin, que estos sucesos, juntos o separados,
437
son la historia, yo creo, de un loco enamorado.

EL DUQUE
438
Según decís, Marqués, el sabio no ama nada.

ALMEDOR
439
Cuando es mayor el mal que el bien en el amor,
440
o una esperanza inútil nos engaña sin más,
441
si el sabio sigue amando, pierde su habilidad.

EL DUQUE
442
Ya conseguiré yo que digas algún día:
443
locura es lo más sabio que hallamos en amor;
444
y entonces sentirás lo que siento yo ahora.

ALMEDOR
445
Loco estaré yo entonces, igual que tantos otros.

EL DUQUE
446
¡Cuánta gracia me harías si se diera ese caso!

ALMEDOR
447
No más que la que vos me hacéis a mí ahora.
448
Pero dejemos ya las locuras de amor.
449
¿Dónde creéis, señor, que mora vuestra Emilia?

EL DUQUE
450
De aquí, son veinte pasos.

ALMEDOR
Apostaría yo
451
que nos encontraremos con veinte veces más,
452
salvo que un ingeniero haya acercado aquí
453
el muelle con su casa, o que el vuelo de Amor
454
cuente de aquí hasta el muelle tan solo veinte pasos.

EL DUQUE
455
Tenemos razón ambos; lo que no sabes tú
456
es que, ausente su viejo, esta belleza mora
457
cerca con su cuñada.

ALMEDOR
Pues no más discusiones.

EL DUQUE
458
Adiós; llévate, pues, mi séquito y, si quieres,
459
date un largo paseo, o espérame con ellos.

ALMEDOR
460
¿Iréis sin ser seguido?

EL DUQUE
Por nadie que esté vivo.

ALMEDOR
461
¿Aceptaréis, al menos, que os siga yo los pasos?

EL DUQUE
462
No, no quiero.

ALMEDOR
Señor, por favor, os lo ruego,
463
tened en cuenta la hora y el tiempo que está haciendo.
464
Un borracho podría, o un loco melancólico,
465
dañaros y poner en riesgo así al Estado.

EL DUQUE
466
Malgastamos el tiempo en discursos superfluos.
467
No, Marqués, te lo ruego.

ALMEDOR
Pues bien, no se hable más.
468
Iremos a esperaros, yo y los espadachines,
469
allí donde podamos oíros fácilmente
470
para así socorreros, si fuera necesario.
471
No obstante, es por vergüenza de hacerme a mí testigo
472
de alguna truhanería atrevida y magnífica,
473
y, más aún, por miedo de que yo me chancee,
474
por lo que preferís deshaceros de mí.
475
Confesad con franqueza.

EL DUQUE
Así es, a fe mía.

ALMEDOR
476
Pues bien, aunque así sea, seguid en vuestro empeño,
477
y, en este bello viaje, que Amor os favorezca.

Escena II

El Duque, solo

EL DUQUE
478
Sí que tiene razón de reír de este lance
479
que parece tan raro y, en efecto, lo es,
480
pues pensándolo bien, con el papel que tengo,
481
¿qué voy a sacar yo de este entretenimiento?
482
Voy, de loco que estoy, como muy bien ha dicho,
483
a quejarme y helarme, y todo para nada,
484
a quedarme plantado al pie de una muralla,
485
a ponerles ojitos a los fríos sillares,
486
mientras esa belleza por la que me consumo
487
duerme a gusto, dejando que me resfríe afuera.
488
No importa, este propósito tiene algo que me atrae,
489
un no sé qué tan suave que endulza mi martirio,
490
y, con placer secreto, lisonjea mi mente,
491
forzándome a acabar el viaje que he emprendido.
492
Vayamos, pues, que, al menos, sacaré yo el provecho
493
si no consigo más, de contemplar su casa.
494
Si yo no me equivoco, nada lejos estoy.
495
Ella mora en la esquina de este cruce de calles.
496
Esa es, no hay duda alguna, pues ya veo la fuente
497
que, a plena luz del día, tomé por referencia,
498
los balcones, las rejas y también la cornisa;
499
en fin, cuanto más cerca, más claro me parece.
500
¡Qué portento es amor: mi alma es toda emoción,
501
y la sangre me hierve en torno al corazón!
502
Esta amable morada, tan solo por su aspecto,
503
me colma de deseo, de temor y respeto.
504
Solamente con verla, redobla mi pasión
505
y siento un arrebato que me gusta y me turba.
506
Sus efectos son signos para mí evidentes
507
de la divinidad que reina en su interior.
508
Mi propio corazón me prueba claramente
509
que mora ahí mi diosa y que su templo es ese.
510
Mas la ventana se abre, o me engaña la vista;
511
veamos y escondámonos, que temo que me adviertan.
512
Descubro ahora a alguien que está echando despacio
513
de la ventana abajo una escala de seda.
514
Y ya está descendiendo. ¡Chitón!, que ha vuelto a entrar.
515
¡Qué celos más amargos hieren mi corazón!
516
¿Qué puedo yo pensar de un lance tan extraño?
517
¿Hay algo que indagar, si todo está tan claro?
518
¿Y para qué engañarse? Ese es un agraciado,
519
que la ausencia del cónyuge cuida como un amante.
520
Es tarde para mí, el sitio está ocupado,
521
¡Qué bien han embaucado mi esperanza de amor!
522
Pero, ¿por qué arruinar tan rápido mi dicha
523
y ofenderle el honor con tanta ligereza?
524
¿Se podría creer acaso de un amante
525
que renunciara al cielo de su gloria tan pronto,
526
y abandonara el juego cuando justo recogen
527
los amantes el dulce fruto de sus contentos?
528
Nadie lo creería; y, por eso, lo que ha hecho
529
el galán me asegura que así no ha sucedido,
530
pues él ha vuelto a entrar. No, no: es un amante
531
que el exceso de gozos ha hecho tanto dormir
532
que, cuando ha despertado, al ver la claridad
533
de la luna asomar por todas las ventanas,
534
ha sospechado al punto que ya llegaba el alba,
535
y así ha precipitado la hora de su partida.
536
De ahí que, al disipar la Luna sus sospechas,
537
emprenda ya el regreso a su buena fortuna.
538
Bien hice en evitar que viniera conmigo
539
el Marqués a buscar un tesoro ya ajeno.
540
Pero ¿por qué acusar tan rápido a Emilia?
541
Su hermana, por ventura joven aún y hermosa,
542
y a quien tal vez le guste hacerse requebrar,
543
puede amar al galán que ha subido otra vez.
544
No: ella manda aquí; podría hacer, por tanto,
545
que al dejar la ventana, entrara por la puerta.
546
El asunto es dudoso; es, pues, imperativo
547
que todo quede claro en este mismo instante.
548
Se me permitirá, digo yo, ver al mozo
549
que me ha plantado aquí, en lance tan ridículo.
550
Cierto es que así me arriesgo a ser apaleado.
551
¡No importa! ¡Si se tercia, mi nombre bastará!
552
Llevo, además, mi espada; con ella, estoy seguro
553
de darle a ese galán su parte de pavor.
554
Vayamos, pues, que debo saber qué están haciendo;
555
creo que algo asombroso veré si subo allí.
(Cuando entra, el telón que representa una fachada de casa se retira, y aparece el interior del gabinete).
556
Aunque aguzo el oído y tanteo por todo,
557
nada oigo, nada noto, ambas cosas me extrañan.
558
Mas no desesperemos, que he descubierto luz
559
a través de una puerta; vayamos, pues, más cerca.
560
Aquí está mi despierto, y no es ninguna broma;
561
ya cierra las cortinas de una cama bordada;
562
tengo que ver su cara. Bueno, viene sin ruido;
563
tú, aun así, espéralo ¡Ah! Pero, ¿qué estoy viendo?
564
¿Me tocará por fuerza creer hoy en la magia?

Escena III

El Duque, Emilia

EMILIA
565
He hecho bien en volver a recoger mi vela;
566
es mejor que la deje en este buen lugar.
(Deja la vela encendida a los pies del Duque).
567
¡Ah, Señor! ¡Ah, Dios mío! ¿Pero qué os trae aquí?

EL DUQUE
568
Dos ciegos, mi señora: Amor y la Fortuna;
569
pero si os importuno, no tengo inconveniente
570
en retomar la senda por la que he acudido.

EMILIA
571
Si fuerais para mí, señor, desconocido,
572
o no supiera yo de todos vuestros méritos,
573
no sería pequeño el miedo que tendría.

EL DUQUE
574
Pues no tengáis ninguno; y sabed, mi señora,
575
que moriré de pena si no me concedéis,
576
amén de impunidad por esta extrema audacia,
577
licencia de deciros hasta qué punto os amo.
578
Mis ojos, que apresó vuestro dulce mirar,
579
mi corazón os dieron al instante de veros,
580
mas nunca os he podido mostrar mis sentimientos.
581
De ahí que hoy, arrastrado por mi ardiente pasión,
582
ante vuestra morada viniera soñador,
583
donde he visto…

EMILIA
El motivo que me hace sonrojar.

EL DUQUE
584
Podéis ver mi pasión en los rabiosos celos
585
con que vuestro disfraz me ha herido el corazón.
586
Juzgad, por los peligros que he querido arrostrar,
587
si mi amor es menor que el temor a morir.

EMILIA
588
Esta acción tan valiente, que nadie imitaría
589
y solo puede ser de este duque de Osuna,
590
me obliga totalmente a no esconderos nada,
591
sin perder mi valioso tiempo en largos discursos.
592
Sabréis, pues –haya dicho, señor, lo que haya dicho
593
ese bruto asesino huido a vuestra casa,
594
ese que os ha elegido amigo defensor
595
al no encontrar en vos un juez castigador–,
596
que ese traidor, por meras sospechas y sin pruebas,
597
su rabia ha descargado hace poco en Camilo.
598
No se trata, en efecto, de que yo no lo amara,
599
como veréis, mas nada sabía de esto el otro.
600
Muy cautos hemos sido, amén de afortunados,
601
para comprometer en algo nuestro honor.
602
Aunque nuestra pasión nos hubiera hecho errar,
603
nada puede saber, si no es por presunción.
604
Pero lo que este bárbaro nos ha hecho por sospechas,
605
el más bruto lo haría tan solo a ciencia cierta.

EL DUQUE
606
Podréis imaginaros que, cuando lo escondí,
607
solamente erais vos lo que tenía en mente.

EMILIA
608
Y por ello, esta ingrata os está agradecida.

EL DUQUE
609
¡Ojalá yo no hubiera dado aquí mi palabra!
610
Y Camilo, señora, ¿podría, pues, morir?

EMILIA
611
No creen, mi señor, que se pueda curar;
612
la razón de las ropas que visto ahora así,
(Está vestida como un hombre).
613
es que quiero ir a verlo antes de que se muera,
614
si vuestro corazón, con un gesto piadoso,
615
le concede esta gracia al triste amor que siento.

EL DUQUE
616
Aunque un justo pesar me afecta fuertemente
617
al saber mi desdicha de vuestros propios labios,
618
es para mí tan cara vuestra satisfacción
619
que, a expensas de la mía, yo la procuraré.

EMILIA
620
¡Oh, mujer desgraciada más que ninguna en todo!

EL DUQUE
621
(El reloj del Duque suena).
¡Maldito este reloj, y quien me lo haya dado!

Escena IV

Flavia, Emilia, el Duque
Aquí el segundo telón se retira y Flavia, que se ha despertado por el ruido del reloj, aparece en su cama.

FLAVIA
622
¡Vaya! ¿Por qué despierta mi hermana así en la noche?
623
¿Se encuentra acaso mal? No oigo ningún ruido:
624
Ve, pues, a ver lo que hace y pégate a su puerta.

EMILIA
625
(Escucha a la puerta del gabinete).
Veamos si mi guarda también oyó el reloj;
626
permanezcamos quietos, que, si no, estoy perdida.

FLAVIA
627
¡Oh, Dios! ¿Qué estoy oyendo? ¡Oh, Dios! ¿Qué estoy yo viendo!
628
Estoy tan confundida de ver este portento
629
que, aun con ojos abiertos, dudo si estoy despierta.
630
Pues sí, lo estoy, que veo a mi coqueta hermana
631
y al Duque, que, sin duda, ha venido a raptarla.
632
Si les pido socorro a mis deudos dormidos,
633
será como anunciar la infamia de mi hermano.
634
Además de que, así, mayor sería el daño,
635
mejor es no ponerle puertas al campo aquí.
636
¡Que se vaya, así pues, disfrazada de hombre!
637
Mas, aun siendo, entre todas, la más bella de Roma,
638
ojalá no tuviera, a costa de mi pecho,
639
el honor de vencer al que a mí me ha vencido.

EL DUQUE
640
No hemos oído nada.

EMILIA
Estoy ya más tranquila.
641
Pero creedme: nunca tanto me sorprendieron.

EL DUQUE
642
Ni a mí tampoco, nunca tanto me confundieron.

EMILIA
643
Pues si es cierto, señor, como habéis afirmado,
644
que tenéis tanta estima por mi escasa belleza,
645
considerad también mi miserable estado
646
y, midiendo el ardor ajeno con el vuestro,
647
excusad la flaqueza a la que hoy sucumbo,
648
y no dudéis que siento, y con razón, pagaros
649
el amor que sentís tan solo con aprecio;
650
prefiero confesarlo ante vos con franqueza
651
a engañaros cobarde, tras falsas esperanzas.
652
Sé que tenéis el alma demasiado elevada
653
para sacar provecho contra mí de mi falta.

EL DUQUE
654
Mi mérito es escaso; mi desgracia, excesiva,
655
para alcanzar un bien de tan raro valor.

EMILIA
656
No, que vos sois el único que me haría culpable
657
de una infidelidad, si yo fuera capaz;
658
pero el cielo es testigo que, en mi estado actual,
659
prometeros mi amor es más de lo que puedo.

EL DUQUE
660
Nunca he aprobado yo la cobarde manía
661
de reinar en amor mediante tiranía.
662
Prefiero yo gustaros confidente secreto
663
a hallar satisfacción siendo amante indiscreto.

EMILIA
664
¿Podríais además concederme otra gracia?

EL DUQUE
665
Claro, señora, ¿cuál?

EMILIA
Que ocupéis mi lugar
666
en la cama de al lado, hasta que yo regrese
667
para engañar así a esa vieja dormida,
668
que os tomará por mí, si llega a despertar.

EL DUQUE
669
Pues de acuerdo, hecho está.

FLAVIA
¡Oh, qué astucia sin par!

EL DUQUE
670
Me voy, pues, en silencio a esperaros abajo.

EMILIA
671
No, no os mováis.

EL DUQUE
¿Por qué?

EMILIA
Pues porque no debéis.

EL DUQUE
672
Perdonadme, señora, tengo gente aquí cerca,
673
que deseo alejar, por miedo a que os encuentren;
674
yo volveré al instante para acostarme aquí.

EMILIA
675
Recordad, os lo ruego, que debo apresurarme,
676
pues mucho yo me temo que el infausto Camilo
677
con su muerte haya hecho inútil mi visita.

FLAVIA
678
Estas meras palabras desvelan el misterio;
679
pero debes saber por dónde va a salir,
680
para estar más segura.

EL DUQUE
La escalera está firme.
681
Bajad con decisión.

EMILIA
Aquí estoy, ya he bajado.
682
Venga, ¿en qué estáis pensando?

EL DUQUE
Pienso que deberé
683
retirar la escalera cuando haya vuelto arriba.

EMILIA
684
Y eso, ¿por qué razón?

EL DUQUE
Por temor de que ocurra
685
lo que a mí me ocurrió, o incluso algo peor.

EMILIA
686
Eso está bien pensado, ¿pero y cuando yo vuelva?

EL DUQUE
687
Tan solo con toser, os la devolveré.

Fin del acto segundo


ACTO III

Escena 1

Flavia

FLAVIA
688
El enigma está claro: ha tomado un camino
689
que confirma el sentido que primero entendí.
690
Mi hermana ama a Camilo; y esa es la oscura fuente
691
de la que tantos males salieron y saldrán.
692
Esta mujer galante, hasta en mi propia casa,
693
bajo mis ojos mismos, perpetra su traición;
694
y, por si fuera poco, parece que mi sino
695
es ser un vejestorio tan solo con veinte años.
696
“Para engañar así a esa vieja dormida”:
697
muy bueno es el engaño, mas antes que amanezca,
698
por poco que la bilis me caliente esa a mí,
699
una necia niñata será a ojos de todos.
700
Más vale, sin embargo, excusarla y callar
701
que avisar a mi hermano para escandalizarlo.
702
Si ya sabe, de poco le sirve saber más,
703
y si es que nada sabe, mal mensaje será.
704
Por el golpe que ha dado, es fácil comprender
705
que sabe mucho más de lo que él quisiera;
706
y pensándolo bien, hacerme yo la estrecha
707
con las culpas de amor, muy mal me sentaría.
708
Amor, que tanto tiempo alimenta mis penas,
709
tal vez me trataría con más rigor aún.
710
Dejemos, pues, que ame: cuídese otro de ella.
711
Pensemos solo ahora en lo que nos importa:
712
ya se te acerca aquel por cuyas perfecciones
713
anhelan en secreto todos tus sentimientos.
714
Ya vas a recibir en tu cama a ese Duque
715
cuyas prendas harían suspirar las paredes.
716
¡Juzgad, oh mis sentidos, si el mero pensamiento
717
ya me procura tanta turbación y contento,
718
qué extremo habrá de ser el trance que yo viva
719
cuando esté en el meollo de lo que aquí se cuece!
720
¡Cómo! ¿Lo sentiré acostado en mis sábanas,
721
casi junto a mi boca y casi entre mis brazos,
722
sin que mi pasión pueda, en su máximo ardor,
723
aun solo suspirando, dársele a conocer?
724
Una ocasión como esta de colmar los deseos
725
se merece, más bien, que la cacen al vuelo.
726
En juego está el alivio para mi vida entera;
727
tiempo, lugar, amor, todo me invita a él.
728
He dado con el medio de mostrarle mi ardor,
729
y sin que la modestia padezca lo más mínimo.
730
Haz como si soñaras y entremezcla en tus sueños
731
palabras y palabras de furias amorosas
732
tan tocantes a él que no pueda ignorar
733
que, al menos cuando sueñas, te hace suspirar.
734
Por mi tono de voz, si no vive en las nubes,
735
ya no me creerá ninguna vieja furia,
736
y no podrá evitar tener curiosidad
737
por descubrir mi rostro con un poco de luz.
738
Si entonces, como creo, es hombre fino el Duque,
739
sabrá con los avisos de mi sueño qué hacer,
740
dado que, habitualmente, sobre todo en amores,
741
uno sueña de noche lo que piensa de día.
742
El amor que mi hermana siente ahora por otro
743
debería enfriar el que siente él por ella;
744
y tampoco yo creo que tenga su belleza
745
derecho a primacía que no tenga la mía.
746
Lo probarán los hechos; venga, pues, con tu empeño,
747
y métete en la cama, que pueden sorprenderte.
748
¡Anímate, mi amor, que el miedo a sonrojarnos
749
no nos impida ahora libremente actuar!
750
El velo de la noche tapará esta vergüenza.

Escena II

El Duque, Flavia

EL DUQUE
751
¡A cumplir la palabra! Venga, venga, subamos.
752
Importuno sería para mí este mandato,
753
si lo que estoy haciendo fuera a cambio de nada.
754
Camilo está gravísimo, y creo que su muerte
755
hará que mi servicio tenga su recompensa.
756
Mi ética belleza, la que ronca ahí dentro,
757
posiblemente tenga menos pelo que dientes,
758
mas, aun así, yo debo deslizarme a su lado.

FLAVIA
759
Ya está; su sombra atisbo a la luz de la vela.

EL DUQUE
760
Su boca da a este lado; pégate lo que puedas
761
al borde de la cama, no llegue aquí un mal viento.
762
Este viejo sujeto reumático y decrépito
763
da prueba mientras duerme de una gran inquietud.
764
Su mente adormecida y sus miembros pesados,
765
menos los rinde el sueño, parece, que los años.
766
¡Pero cuántos suspiros! Se podría pensar
767
que está teniendo ahora una atroz pesadilla,
768
a no ser que su estómago, por mala digestión,
769
le cause sin parar esta ventosidad.
770
¡Ah, guantes perfumados al ámbar y al almizcle,
771
ojalá aquí estuvierais, y no en mi habitación!

FLAVIA
772
¡Ay de mí!

EL DUQUE
¿Qué querrá con su ay de mí la vieja?
773
¿Será que tiene náuseas?

FLAVIA
¡Ah! ¿Por qué te habré amado?

EL DUQUE
774
¿Tiene un sueño de amor?

FLAVIA
¡Duque, duque de Osuna!

EL DUQUE
775
Está hablando de mí; graciosa es la aventura;
776
he aquí, para mi gusto, la jugada más rara
777
que alguna vez hicieran los caprichos de amor.
778
Mas, ¿y si hubiera aquí alguna sutileza?
779
Ese tono de voz me huele a juventud;
780
pero antes que tocar un pellejo con huesos,
781
prefiero cerciorarme a costa de mi olfato.
(Gira la cabeza hacia ella).
782
No he sentido jamás un aliento tan dulce;
783
no tengo duda alguna: se han reído de mí.
(Regresa).
784
Ya voy al gabinete para tomar la antorcha.
785
¡Oh, Dios! ¿Podría verse un rostro más hermoso?
786
¿Cuánto daríais vos, embaucadora Emilia,
787
por tener tal belleza cuando lleguéis a vieja?
788
Y tú, ¿qué? ¿Por temor o por estupidez,
789
no vas a aprovecharte de esta comodidad?
790
Pues pensándolo bien, ¿debería extrañarte
791
que te ame esta mujer o, mejor dicho, este ángel?
792
¿Acaso es imposible en los lances de amor
793
sentir amor por uno, mas que otro te ame a ti?
794
Es más, yo apostaría a que, bien escondida
795
detrás de los tapices, vio nuestros galanteos,
796
y que del ruido que hizo mi reloj al sonar
797
de pronto despertó, o mucho me equivoco.
798
Probaré, pues, mi suerte y confiado un en sueño,
799
haré de esta amorosa mentira una verdad.
800
A Fortuna y Amor les gustan los que arriesgan,
801
al tiempo que desprecian los corazones tímidos.
802
Cierto es que si el asunto se terminara mal,
803
la más perjudicada aquí sería Emilia,
804
pero mi autoridad bien la defenderá,
805
si se tercia, aunque pienso que a ello no habrá lugar.
806
Aun así, no descuides que todo esté seguro;
807
tengamos bien cerradas aquí todas las puertas.
808
Estas tablas son buenas y el cerrojo, también;
809
si alguien desea entrar, antes tendrá que hablarnos.
(La mira con la antorcha).
810
Este seno que late, esta tez encarnada
811
para nada son propias de una mujer dormida.
812
Duerme como uno vela, no tengo duda alguna.
813
¡Eh, señora, señora!

FLAVIA
¡Ay! Hermana, os lo ruego:
814
Dormíos si podéis, o dejadme dormir.

EL DUQUE
815
¡Eh, señora!

FLAVIA
¡Ay, hermana! ¡De qué extraña manera
816
me engañáis a la vez los ojos y sentidos!

EL DUQUE
817
Señora, reservad la señal de la Cruz
818
para la aparición de esos malos fantasmas
819
que mueven, según dicen, cuerpos de aire y de átomos.

FLAVIA
820
¡Dios! ¡Sí que es un auténtico demonio engañador,
821
pues me deja sin voz!

EL DUQUE
No, no tengáis temor.
822
Si yo fuera un espíritu del séquito infernal,
823
la señal de la Cruz ya me habría ahuyentado.
824
Y, además, siendo vos un ángel de la luz,
825
¿no me habría alejado vuestro divino aspecto?
826
Vuestros ojos me han hecho –creedme, yo os lo juro–
827
un demonio tan solo del amor y del gozo.
828
Si mi nombre y mi rostro reconocierais bien,
829
¿os daría yo miedo? Quiero pensar que no.

FLAVIA
830
En fin, hombre o espectro, o los dos a la vez,
831
y hasta duque de Osuna, pues todo lo parece,
832
¿por qué visiblemente me venís a tentar?
833
¿Es acaso mi honor lo que queréis manchar?
834
Causaré un gran estrépito.

EL DUQUE
Sosegaos, señora.
835
Evitemos, os ruego, escándalo y censura.

FLAVIA
836
¿Así es, hermana mía, como me traicionáis?

EL DUQUE
837
¿Y así, pregunto yo, es como vos me odiáis?
838
¿He intentado yo acaso algo que os desagrade?
839
Yo busco vuestro amor, no busco vuestra cólera.
840
Hasta me arrancaría el corazón del pecho
841
de haber este albergado una vil intención.
842
¡Si un insolente incluso rendiría las armas
843
ante la majestad de vuestros bellos ojos!

FLAVIA
844
Basta ya, por favor; y decidme más bien
845
quién os ha hecho venir a mi cuarto y por qué.

EL DUQUE
846
Me echo, pues, en la cama.

FLAVIA
¡Qué! ¿Qué queréis hacer?
847
Despacito, señor, que no hay necesidad.
848
Buena cuenta me doy de que, casi a la vez,
849
predicáis la modestia y contra ella pecáis.
850
¡Echarse así en mi cama! ¡Ni que fuera tan fácil!
851
Solo puede mi hermana con razón pretenderlo.

EL DUQUE
852
Así lo creo yo; por eso tengo ahora
853
el derecho a ocuparla como lugarteniente,
854
por lo menos el tiempo que tarde en regresar,
855
debido a la licencia que ella misma me dio.

FLAVIA
856
¿Y cómo me podríais asegurar a mí
857
que ella os dio tal licencia?

EL DUQUE
A fuerza de jurarlo.

FLAVIA
858
Tener plena confianza en los votos de amor
859
de aquellos como vos, es querer engañarse.
860
No, no, dejemos eso; empezad, os lo ruego,
861
a explicarme este asunto, tal como ha sucedido.
862
Y además, mientras tanto, podéis acomodaros
863
tomando un buen asiento, en lugar de mi cama,
864
y haciendo uso, además, como Virrey que sois,
865
de ese rico cojín para estar más a gusto.

EL DUQUE
866
¿Cómo pensáis, señora, que pueda conversar
867
pasando tanto frío?

FLAVIA
Eso no es culpa mía.

EL DUQUE
868
En serio, estoy helado; por piedad, os lo ruego,
869
dejad que ocupe, al menos, un rincón de la cama.

FLAVIA
870
Vosotros, españoles, basta daros la mano
871
y ya os tomáis el pie; pues no, no soy tan buena.

EL DUQUE
872
Por una vez, fiaos de mí: seré discreto.

FLAVIA
873
Está bien: os recibo, mas con la condición
874
de que permanezcáis encima de la colcha
875
para contar sin falta esta aventura entera,
876
y de que solo hagáis lo que me plazca a mí.

EL DUQUE
877
Sí, os doy mi palabra.

FLAVIA
Ya lo veremos, pues.
878
Arriesgo mi virtud porque confío en vos,
879
pero no intentéis nada.

EL DUQUE
Ni pensarlo, señora.

Escena III

Emilia, el Duque
Aquí los dos telones se cierran, y Emilia aparece en la calle.

EMILIA
880
La escalera está dentro, nuestro amante burlado
881
ha hecho, pues, uso de ella fiel y prudentemente.
882
Creía que mi hermana estaba ajada y vieja;
883
¡menudo desconcierto si la hubiera mirado!
884
Si llego yo a llamarla, ante él, hermana mía,
885
seguro que la mira, y peligra mi plan.
886
Yo temería ahora que, solo junto a ella,
887
no hubiera sido el Duque ni discreto ni fiel.
888
Confieso, sin embargo, que no hay enamorado
889
que pudiera imitar gesto tan generoso,
890
ni tampoco una amante que no fuera vencida
891
por un amor tan bello, y tan bien demostrado.
892
Tarda mucho en venir; tosamos otra vez.

EL DUQUE
893
¡Ah, cuánto habéis tardado, mi señora, en volver!

EMILIA
894
¡Chitón!

EL DUQUE
No tengáis prisa; la escalera es incómoda,
895
sujetad firme ahora, agarrad la ventana.
(Aquí el telón del gabinete se corre, y ambos aparecen).
896
Ya podéis daros cuenta de lo bien que he cumplido
897
con lo que me encargasteis.

EMILIA
¿Y nuestro vejestorio?

EL DUQUE
898
¡Qué nervios, qué inquietud, no deja de moverse!
899
¡Es tal, en mi opinión, el hedor de su aliento
900
que si una fina tez se girara hacia él,
901
no tardaría mucho en quedar bien marchita!

EMILIA
902
¡Cuánto os excederíais! Convencida estoy yo
903
de que habéis enfermado de una mera impresión,
904
a no ser que queráis aprovechar el caso
905
por complacerme más, avergonzando a otra.
906
No creáis para nada que es tan desagradable,
907
ni digáis, sobre todo, que tiene mal aliento.
908
Si lo hubierais sentido como yo tantas veces,
909
hablaríais mejor.

EL DUQUE
Os creo, pues, señora.

EMILIA
910
No es que la ame o defienda para así rebajar
911
el precio del favor tan grande que me hacéis,
912
pues debo confesaros, ya que no soy ingrata,
913
que no tengo con qué recompensarlo bien,
914
incluso, aunque ya muerto aquel por quien suspiro,
915
dependiera de mí entregaros el alma.

EL DUQUE
916
Y bien, ¿ya lo habéis visto? ¿Se recuperará?

EMILIA
917
Confiando en Dios, espero que, al fin, no sea nada.
918
Temen solo una herida de gran profundidad,
919
que ha explorado la tienta, y que justo debajo
920
del corazón se halla. Tiene aún más heridas;
921
todas ellas son graves, pero no son mortales.

EL DUQUE
922
Aunque me desespera todo eso y yo le envidio,
923
no haré yo ningún voto en contra de su vida.
924
Y creo que, le ocurran los percances que ocurran,
925
siendo amado por vos, no puede acabar mal.

EMILIA
926
Este desprendimiento es tan sumo y perfecto
927
que resulta muy fácil saber que es obra vuestra.
928
¡Ay, si mi corazón se atreviera a decir
929
lo que, pues no es ingrato, ya no puede olvidar!
930
Pero los incidentes de esta aventura mía
931
tan delicados son, amén de vergonzosos,
932
que no puedo aumentar el honor que tenéis
933
sin perder yo el honor que vos me conserváis.

EL DUQUE
934
Si el agradecimiento se mide por las obras,
935
este mero cumplido me paga a mí de sobra.
936
Lo poco que yo he hecho aquí en particular
937
es lo que un caballero siempre hace en general.
938
Mas, señora, de paso, ya que estáis sin criada,
939
permitid, por favor, que yo mismo os desvista.

EMILIA
940
¡Dios me libre! Sería, desde luego, insensato
941
abusar de un lacayo de una casa tan noble:
942
es una humillación que incluso vuestra Reina,
943
allá en su Escorial, permitiría apenas.
944
Haced algo mejor, retiraos, señor,
945
que, además, esa vela ya poco durará;
946
y yo os devolveré mañana por la tarde
947
la visita nocturna que me habéis hecho a mí.

Escena IV

El Duque solo
El Duque sale por la ventana, y el telón se cierra.

EL DUQUE
948
¡Oh! Ya estoy en la calle; debo reconocer
949
que hoy aquí la Fortuna ha querido reírse,
950
y que jamás se ha visto aventura amorosa,
951
con estos incidentes, más rara o más feliz.
952
¡Qué armonías he visto en la misma persona,
953
de gracias del espíritu y bellezas del cuerpo!
954
¡Dios! ¡Qué agradable viuda! ¡Cómo es de encantadora!
955
¡Cuánto su humor me gusta! ¡Cómo es de divertida!
956
¡Y qué difícil es, ante tantos encantos,
957
tener un corazón para no entregárselo!
958
¡Más, cómo! ¿Eres tan fácil de contentar, tan necio
959
que solo a su conquista limitarás tu gloria?
960
¡Claro que no! ¡No cejes y consigue, si puedes,
961
que la otra venga al punto donde quieres tenerla!
962
Y si ni tus palabras ni cuidados lo logran,
963
que lluevan sin parar cartas en sus bolsillos
964
todas y cada vez que venga a visitarte.
965
Una carta apropiada tiene mucho poder.
966
A fuerza de leerla, pues se lee a menudo,
967
incluso la más firme cambia sus intenciones.
968
Con esos dos tesoros, seré yo el más feliz
969
y el que más se divierta de los enamorados.
970
¡Vamos, pues! Y no temas que descubran tu juego,
971
que estas dos no confían una en otra jamás.
972
Mas viene mucha gente; sin duda, es Almedor.
973
¡Parece que aún quiere chancearse de mí!

Escena V

Almedor, el Duque

ALMEDOR
974
Ha helado, mi señor, el amor se ha enfriado.
975
Y pues, ¿qué me contáis?

EL DUQUE
¿Qué quieres que te diga?
976
Cierto que algo de lumbre no me molestaría.

ALMEDOR
977
Mucho os burláis de mí, que amor es todo fuego,
978
más calienta su forro que marta o que ratina.
979
¿No estaréis intentado embaucarme también?
980
Os veo muy alegre para estar tan helado.
981
Decidme la verdad, ¿os esperaban, pues?

EL DUQUE
982
Como a ti.

ALMEDOR
Demasiado hábil os considero
983
como para emprender un viaje tan inútil.

EL DUQUE
984
Que he fiado este viaje al azar, lo concedo;
985
mas que haya sido inútil, eso sí que lo niego.

ALMEDOR
986
Os guardaríais bien de decir lo contrario
987
hasta a mí, que no pude quitaros esa idea.

EL DUQUE
988
Igual que una comedia ha salvado mi amor,
989
mi amor podría bien inspirar una de ellas,
990
pues su materia es rara, hasta galante y cómica,
991
y de las más perfectas para adornar la escena.

ALMEDOR
992
¿Creéis que me lo trago?

EL DUQUE
Pues bien, ahora mismo
993
te lo contaré todo mientras vamos de vuelta;
994
y nunca más me creas, si en algo yo te miento.

ALMEDOR
995
Venga, vayamos, pues, que el frío está arreciando.

Fin del tercer acto


ACTO IV

Escena I

Camilo, Octavio

CAMILO
996
Pues sí: Flavia la viuda, la hermana de Paulino.

OCTAVIO
997
¿Decís la propia hermana del traidor asesino
998
que ha querido arruinarnos?

CAMILO
Sí, a ella me refiero.

OCTAVIO
999
¡Cómo! ¿La conocéis y la amáis?

CAMILO
Y la amo.

OCTAVIO
1000
(Burlándose).
¿Y de cuándo es, señor, ese amor tan hermoso?

CAMILO
1001
De cuando el otro día la vi en casa del Duque;
1002
mi corazón, entonces, olvidando su cólera,
1003
hizo que, por la hermana, casi amara al hermano.

OCTAVIO
1004
Por lo que puedo ver, no resulta difícil,
1005
tras una gran afrenta, dejaros bien tranquilo.
(Burlándose).
1006
Y, además, bien está: ¡fuera, esos sanguinarios
1007
que no perdonan nada, vivan los bonachones
1008
cuyo buen natural devuelve bien por mal!

CAMILO
1009
Hay que dar la razón al seso de este bruto.
1010
Sinceramente, Octavio, ¿serías tan estúpido
1011
como para creer que he sido deslumbrado
1012
por la hermana hasta el punto de olvidar la conjura
1013
que su celoso hermano urdió contra nosotros?
1014
¿Podría perdonar tan pronto tal injuria?
1015
¿Tan poco valor tengo?

OCTAVIO
Eso os pregunto yo.
1016
¿Quién lo sabe o lo debe saber mejor que vos?

CAMILO
1017
Cierto; y, por eso mismo, voy a hacerte yo ver
1018
que el bien de la venganza al que más dulcemente
1019
anhelo, es poseer las bellezas de Flavia.

OCTAVIO
1020
Así pues, ¿no la amáis?

CAMILO
No, mas finjo a propósito
1021
que estoy loco por ella para después burlarme
1022
de ella y toda su raza, si consigo engañarla.

OCTAVIO
1023
¡Ah, pues! ¡Si vuestro amor solo es amor de faldas
1024
y una mera celada para toda esa casa,
1025
ya no os discutiré la razón que tenéis!

CAMILO
1026
Ven, ¿no conoces bien a una joven criada
1027
que los sirve hace poco?

OCTAVIO
¿Habláis de Estefanila?

CAMILO
1028
Sí.

OCTAVIO
Algo nos conocemos desde hace mucho tiempo,
1029
por haber más de un año comido el mismo pan.

CAMILO
1030
¿Y aún seguís ahora entendiéndoos bien?

OCTAVIO
1031
Sí, muy bien.

CAMILO
Me parece haberlo oído ya.
1032
Por eso, yo he pensado que, con tu don de gentes
1033
y un poco de dinero, fácil será ganarla.
1034
Estos veinte ducados, y otros cien prometidos,
1035
tal vez los agradezca dando una carta a su ama.

OCTAVIO
1036
Basta con que escribáis.

CAMILO
Eso está hecho, aquí está.
1037
¿Y cuándo la verás?

OCTAVIO
Dejad que yo me encargue.
1038
Sale por la mañana para ir a la iglesia;
1039
me bastará esperarla; mas, pensándolo bien,
1040
ha debido ir hoy a comprar provisiones.
1041
Es día de mercado; habrá que aprovecharlo.
1042
Ahora mismo salgo para espiar su paso.

CAMILO
1043
Ve, mi querido Octavio, dale bien tu mensaje.

Escena II

Camilo

CAMILO
1044
Cree, sin duda alguna, que actúo por venganza,
1045
pero que Dios me libre de pensarlo siquiera.
1046
Desear tal venganza tendría mala sombra
1047
y no sería propio sino de un alma baja.
1048
El honor de las damas, que para un caballero
1049
es inviolable y caro, debería impedírmelo.
1050
Con todos mis respetos, lo que su hermano me odia
1051
le hará ver sospechoso y criminal mi amor.
1052
El altercado que hay entre Paulino y yo
1053
hará que ella, al principio, dude de mi palabra.
1054
Pero como es corriente que las bellas se crean
1055
que todos suspiramos enamorados de ellas,
1056
acabará pensando que tiene tanto encanto
1057
que me ha hecho renunciar a cualquier impostura,
1058
y, segura de sí, por propia vanidad,
1059
se convencerá de ello, pese a toda apariencia.
1060
Pase, pues, lo que pase, es mejor arriesgar
1061
que perder en amores por falta de intentar.
1062
¡Oh, Dios! ¿Qué haces Camilo! ¿Así es cómo se olvida?
1063
Te obliga el juramento que le hiciste a Emilia.
1064
¿Serán su amor y entrega pagados de este modo,
1065
mediante los engaños y la infidelidad?
1066
¡Ah, traidor ¡Ten por cierto que, de aquí en adelante,
1067
esa sangre que acaban de verter tus heridas,
1068
toda la que te anima y se ha quedado en ti,
1069
jamás podrán lavarte de esta deslealtad!
1070
¡Pero qué puntilloso y novato estoy siendo!
1071
¿Cuál sería mi crimen si ella no lo supiera?,
1072
pues no tengo, en conciencia, la más mínima duda
1073
de que sigo queriéndola como se lo juré.
1074
Sumamente ridículo se me antoja el amante
1075
que esos embarazosos escrúpulos inquietan.
1076
No es uno criminal ante una bella dama
1077
por probar algo nuevo, si no rompe con ella.
1078
“Los amantes mantienen tanta fidelidad
1079
cuanto menos consiguen por propia habilidad”.
1080
El no saber estar con dos al mismo tiempo
1081
hace que les parezca peligroso cambiar.
1082
La constancia es en ellos una virtud forzada,
1083
frecuentemente menos aceptada que impuesta.
1084
En cuanto a mí, yo estimo que, en amores como estos,
1085
basta seguir amando para ser fiel de sobra.
1086
Aún, si pretendiera que, después de mi muerte,
1087
acudiera la gente a leer en mi lápida:
1088
“En esta tumba el fénix yace de los amantes”,
1089
mas a nadie le pido un elogio tan bello,
1090
ni aspiro a que mi amor sea tan meritorio
1091
como aquel con que Laura hizo ilustre a Petrarca.
1092
Si la cosa es secreta, seguirá sin problema.
1093
¿Cómo podría ella ver o enterarse de algo?
1094
El rango y la belleza por los que estas hermanas
1095
compiten, les impiden comunicar entre ellas,
1096
y, de un mismo talante celoso y desconfiado,
1097
cada una le espía los defectos a la otra.

Escena III

Estefanila, Octavio

ESTEFANILA
1098
Aunque pudieras darme más que mi peso en oro,
1099
si no creyera yo que me sigues queriendo,
1100
nunca me haría cargo de lo que me has pedido,
1101
que Octavio es lo que aprecio, y no ese dinero.
1102
Y por que estés seguro, ven y dame la mano,
1103
que quiero repartirme contigo esta ganancia.
1104
Ten aquí diez ducados, y otros diez para mí.
1105
¿Qué importará al amante, si lo servimos bien?
1106
Todo lo que yo gane gracias a esos amores,
1107
nos los repartiremos, tú y yo por la mitad.

OCTAVIO
1108
Mil gracias, que, además, no solo en este asunto
1109
me has hechos cosas buenas.

ESTEFANILA
¡Cállate, charlatán,
1110
que aún cosas mejores podríamos hacer!

OCTAVIO
1111
Tengo que engatusarla, que no se sabe nunca,
1112
y es fácil que un enredo pudiera traer otro.
1113
Tú consigue que se pongan de acuerdo nuestros amos,
1114
y, créeme, que el día que Amor una sus casas,
1115
nos harán mucho bien, si ahora se lo hacemos;
1116
y cuando esté la cosa madurita y a punto,
1117
ya te enterarás bien de cuánto la deseo.
1118
Por ahora, apresúrate de llevar mi mensaje
1119
y hacerles un favor al amo y al criado.

ESTEFANILA
1120
Puedes darlo por hecho; pero, escúchame bien,
1121
no te prometo yo traer una respuesta;
1122
difícil es que escriba; y te imaginarás
1123
que no será por falta de que yo bien insista.
1124
Aquí está nuestra casa; adiós, que estoy temblando
1125
de miedo por si alguno llegara a vernos juntos.
1126
Vuelve cuando anochezca, a la hora de la cena;
1127
saldré a hablar contigo, si me puedo escapar.

OCTAVIO
1128
Aquí estaré sin falta. ¡Cómo le gustaría
1129
que Octavio hiciera el tonto, una vez en su vida!
1130
¡Qué carga más pesada es una mujer pobre!
1131
¡Caudales quiero yo, caudales ahora mismo!
1132
La joven pobre y bella nace, a mi parecer,
1133
para los regocijos, no para el matrimonio,
1134
que, según el proverbio, es peor que el infierno
1135
cuando son sus cadenas no de oro y sí de hierro.
1136
Mas aquí viene mi amo; será su gran abrazo
1137
el menor de los frutos que obtenga mi embajada.

Escena IV

Camilo, Octavio

CAMILO
1138
He aquí mi mensajero; es, pues, más diligente
1139
de lo que yo pensaba. ¡Eh, fiel agente mío!
1140
¿Y qué? ¿Nos vengaremos? ¿Es nuestra Estefanila?

OCTAVIO
1141
Desde luego, señor, es una buena chica,
1142
y bien merecería que algún caso le hicierais.

CAMILO
1143
Hablemos seriamente, ¿tomó ella mis ducados?

OCTAVIO
1144
¿Vuestros ducados? ¡Sí! Y espero que no os pese.

CAMILO
1145
¿Cómo me va a pesar? Lo que estoy es contento.
1146
Si, por casualidad, los hubiera rehusado,
1147
tendría yo un enfado como nunca he tenido;
1148
como con mi dinero la has puesto a mi servicio,
1149
ya es una de los míos, porque le pago el sueldo.
1150
¿Y cuándo te ha dicho ella que podrás ir a verla?
1151
¿Mañana?

OCTAVIO
No, muy pronto: hoy al anochecer.

CAMILO
1152
¡Venguémonos, Octavio, y pronto, si es posible!
1153
Una venganza rápida es un plato sabroso.

OCTAVIO
1154
Sabroso para vos, porque ya habréis comido,
1155
mas a vuestro criado, que aún sigue en ayunas,
1156
creedme que un capón con un rico potaje,
1157
aunque vos lo pagarais, le gustaría más.

CAMILO
1158
Vamos, que es razonable que una buena comida,
1159
si es para algo mejor, recompense tus pasos.

Escena V

Basilio, Emilia

BASILIO
1160
Vayamos, hija mía, antes que alguien acuda,
1161
donde nadie nos oiga, para que pueda hablaros
1162
del asunto que me hace venir ahora a veros,
1163
y que debo, sin falta, daros a conocer.
1164
Acaso no sepáis lo que acabo de oír
1165
sobre la bella hazaña del bruto de mi yerno.

EMILIA
1166
¡Ah, señor! ¿Y qué dicen?

BASILIO
Entre las malas lenguas,
1167
sobre todo en la corte, va corriendo el rumor
1168
de que, si ha descargado su venganza en Camilo,
1169
ha sido por creer que con vos se entendía,
1170
y de que es un pretexto la secuela del odio
1171
que hay entre nuestras casas, pues otra es la razón.

EMILIA
1172
¿Yo? ¿Decís con Camilo? ¡Vaya extraña impostura!
1173
Ese malvado así se venga con mi honor.
1174
¡Ah, señor, enseñadme esa serpiente odiosa,
1175
para que yo le arranque los ojos y la lengua!
1176
Deberá, pues, la esposa acabar con la vida
1177
que el esposo tendría que haber ya arrebatado,
1178
para librar la tierra de un monstruo tan maldito.

BASILIO
1179
¿Por qué juzgar tan pronto que fue él quien lo dijo?
1180
¿No abundan en la corte siempre las malas lenguas?
1181
También podría ser alguien de su familia.
1182
Con que albergara yo la más leve sospecha,
1183
mis palabras serían con vos muy diferentes.
1184
Sois inocente, Emilia, o, al menos, debéis serlo,
1185
pero importa aún más que así lo parezcáis.
1186
Cuidaos de que nada se descubra de vos,
1187
que pueda darles pábulo a esos malos rumores.
1188
Adiós, pues, hija mía; pensad en vuestra fama.

Escena VI

Emilia

EMILIA
1189
¡Ay, no hay fuego de amor del que no salga el humo!
1190
¡Cómo veo lo pésima que se vuelve una intriga
1191
en las manos de un grande que, además, es rival,
1192
pues a un rival así, no hay duda de que siempre
1193
se le suelta la lengua en su propio interés!
1194
Y, de hecho, como grande, no podría tardar
1195
en buscar y contarle todo a un confidente,
1196
No dudo, por lo tanto, de que antes o después
1197
se aireen sus secretos, que también son los nuestros.
1198
Seguro que el rumor ha salido del Duque.
1199
Y quiera Dios que se haya limitado a esos hechos,
1200
porque si ha revelado o revela algo más,
1201
su cobardía hará patente mi deshonra,
1202
pues, como mi cuñada se huela lo más mínimo,
1203
indagará el asunto hasta llegar al fondo,
1204
y con poco que sepa, le sobrará materia
1205
para así descubrir la intriga toda entera.
1206
Esto pinta muy mal, pero me río de ellos,
1207
pues sé cómo salvarme y engañar a los dos.
1208
Voy a dejar tan ciega a mi querida hermana
1209
con la sutilidad de un inaudito engaño,
1210
que, puesta en lo peor, si el Duque cuenta todo,
1211
podré yo mantenerme con la frente bien alta.
1212
Aun así, me parece que es demasiado noble
1213
para así difamarme, tras lo que me juró;
1214
y de hecho, sus mensajes me muestran cada día
1215
los cuidados más fieles del deber amoroso.
1216
¡No importa! ¡Este ardid, ocurra lo que ocurra,
1217
no me hará ningún daño, aunque no gane nada!

Escena VII

Flavia, Estefanila

FLAVIA
1218
¡Pues sí que habéis tardado! ¡Por fin estáis de vuelta!
1219
¿Sólo ha sido el mercado la razón del retraso?
1220
Un poco más, y allí os quedáis a dormir.

ESTEFANILA
1221
De verdad, mi señora, que todo está tan caro
1222
que casi no se atreve una a mirar la carne,
1223
si no quiere pagar todo lo que le piden.
1224
Los pollos y capones, palomos y perdices,
1225
en fin, todas las aves, por las nubes están.
1226
¡Cuánto me gustaría que ese desbarajuste
1227
se acabara, y las leyes hincarán allí el diente!

FLAVIA
1228
¡Pues sí que una lástima que no tengáis poder
1229
de enmendar el Estado! Pero venid, que os vea.
1230
¿Qué lleváis entre el pecho? Una carta sellada.

ESTEFANILA
1231
Sí, ya me parecía que algo se me olvidaba:
1232
un papel para vos.

FLAVIA
¿Y quién os lo entregó?

ESTEFANILA
1233
Pues un hombre algo apuesto, con un traje algo pardo,
1234
que no creo haber visto nunca antes en mi vida.
1235
“¿Servís, me ha preguntado, a la señora Flavia?
1236
Pues en cuando volváis a su casa, al momento
1237
entregadle esta carta con unos buenos días”.

FLAVIA
1238
¿No será de mi hermano?

ESTEFANILA
Solo ha dicho: “Leyéndola
1239
sabrá de qué se trata; no hace falta decirlo”.

FLAVIA
1240
Dadme, pues, las tijeras; tengo que ver qué es esto.

ESTEFANILA
1241
Parece que le gusta, como veo, el asunto.

FLAVIA
1242
¡Venid! Como tengáis otra vez la osadía,
1243
por mucho que os prometan, de traer a esta casa
1244
algo que no provenga de unas manos decentes,
1245
en el acto, creedme, os echaré a la calle.

ESTEFANILA
1246
No temáis, mi señora, que me vuelva a ocurrir:
1247
ya no recibiréis ni un paquete de nadie,
1248
ni siquiera de un príncipe, aunque me lo rogara.

FLAVIA
1249
Tanto mejor será, creedme, para vos.
1250
Y salid, mientras tanto, a buscarme una vela.

Estefanila vuelve dentro.

Escena VIII

Flavia

FLAVIA
1251
Obraré con prudencia disimulando ante ella,
1252
que no sé si esta moza cobarde y mercenaria
1253
se habrá puesto al servicio del autor de la carta.
1254
Camilo siente amor verdadero por Flavia,
1255
esta carta es la prueba indudable de ello,
1256
igual que sus cumplidos, en casa del Virrey,
1257
dieron con sus miradas fe de su lealtad.
1258
Allí noté, en efecto, de turbado que estaba,
1259
los primeros ardores de su naciente llama.
1260
Sus miradas, clavadas sin parar en mis ojos,
1261
casi me descubrían su sentimiento oculto.
1262
Recuerdo que me dije yo misma en mis adentros:
1263
muy confundida estoy si este hombre no me quiere.
1264
Esta carta es, sin duda, una prueba segura
1265
de que menos hermosa no soy yo que mi hermana,
1266
pues todos los cautivos, aun bien encarcelados,
1267
salen de su prisión para entrar en la mía.
1268
Pero él odia a mi hermano, ¿no podría querer
1269
engañarme hoy a mí para vengarse de él?
1270
¿Y si acaso mi hermana también está implicada?
1271
¿No habría que tener en cuenta esta sospecha?
1272
Mas pase lo que pase, siempre puedo quedarme
1273
la carta, sin escrúpulo ni correr ningún riesgo,
1274
para así confundirla, con toda su belleza,
1275
si pretende algún día dárselas de enterada.
1276
Desgarra, mientras tanto, y quema poco a poco
1277
esta supuesta carta.

(Quema otro papel).

ESTEFANILA
La cosa está difícil;
1278
o muy discreta es, o muy indignada está

FLAVIA
1279
Bien, la próxima vez tened, pues, más cuidado,
1280
que, si no…

ESTEFANILA
Si he faltado, señora, perdonadme,
1281
que yo solo he actuado teniendo buena fe.

Escena IX

Flavia

FLAVIA
1282
Si Camilo en su carta me ha tendido una trampa,
1283
mi forma de actuar me salva de sus mañas;
1284
y si son sus palabras de verdadero amante,
1285
habrá tanta templanza en mi comportamiento
1286
que, sin alimentar ni apagarle su ardor,
1287
le infundiré esperanzas a la par que temor.
1288
Aunque su amor por mí sea más que perfecto,
1289
¡que solo una mirada lo ampare por ahora!
1290
No me declararé, mas le daré esperanzas
1291
por mal de mi cuñada y por bien de mi hermano,
1292
pues gracias a una hermana, como es habitual,
1293
se dispensa al hermano más dulzura en el trato.

Escena X

Flavia, Emilia

EMILIA
1294
(Emilia viene a engañar a su hermana).
Buena cara y finjamos, sobre todo, el enfado.
1295
¿Qué estáis haciendo, hermana? ¿Estáis muy ocupada?
1296
No os molesto, ¿verdad?

FLAVIA
¡Claro que no, cuñada!
1297
Decidme qué os ocurre. ¿Queréis algo de mí?

EMILIA
1298
Pues sí: quiero la ayuda que dan vuestros consejos
1299
en algo de importancia suma para las dos,
1300
que, para evitar riesgos, no debo yo ocultaros,
1301
como lo entenderéis.

FLAVIA
No tenéis más que hablar.

EMILIA
1302
¡Qué pocos son los grandes cuya virtud es pura!
1303
¡No prestan sin usura ni el favor más sencillo!
1304
Y no os digo estas cosas sin tener yo motivo,
1305
pues esa es la razón por la que estoy aquí.
1306
¿Creeríais que el Duque, que dicen tan magnánimo,
1307
no oculta sino un crimen bajo una bella acción,
1308
pues si nos favorece y ampara a vuestro hermano
1309
solo es para atentar contra mi honor y el suyo?
1310
Me he dicho que el silencio me perjudicaría
1311
y que me enseñaríais cómo debo actuar.
1312
Si fuera cualquier otro el que algo pretendiera,
1313
sé yo muy bien el modo en que habría de obrar.
1314
No hay sitio en este mundo que sus cartas no alcancen:
1315
me siguen por doquier, por doquier las encuentro.
1316
No las puedo evitar; esta misma mañana
1317
hasta he encontrado una dentro de mi chapín.
1318
Una criada vuestra se habrá ganado, o mía,
1319
pues ¿de qué otras personas podría sospechar?

FLAVIA
1320
¿Así que es muy sutil?

EMILIA
Sí, con seguridad.
1321
Y yo os lo mostraré, si os place comprobar
1322
que nunca están selladas ni atadas sus misivas,
1323
para que, aun no queriendo, me las quede y las vea.

FLAVIA
1324
¿Podría ver qué cuenta en la carta de hoy?

EMILIA
1325
Ahora mismo os la busco, y más de seis también.

Escena XI

Flavia

FLAVIA
1326
Mis temores se han hecho todos realidad,
1327
y para eso ha bastado que me den un aviso.
1328
Si como me imagino, él me ha engañado así,
1329
¡palabra de mujer, que igual lo trataré!
1330
Tengo yo campo abierto para pagarle aquí
1331
con la misma moneda y, siguiendo su ejemplo,
1332
sin razón ni respeto que puedan impedírmelo,
1333
para engañarlo en cuanto la ocasión se presente.
1334
Se venga una dos veces cuando se venga pronto;
1335
y esto aprovechará, además, a mi hermano.
1336
Ya veréis, señor Duque: con poco que os anime,
1337
el que menos lo espera sacará aquí provecho.
1338
Si mi hermana no os basta, cortejad a otras veinte.
1339
Tenéis vuestros propósitos, y nosotros, los nuestros.
1340
No hay ducado, grandeza o virreinato alguno
1341
que me obligue a sufrir vuestra deslealtad.
1342
No temáis que me cueste todo esto ni una lágrima,
1343
ni que vaya a probar con públicos reproches
1344
hasta dónde el despecho y la vanidad llegan
1345
de un hombre, cuando puede dañar impunemente.
1346
Si rompo la cadena que nos une, me temo
1347
que se extienda el rumor por doquier en Italia.
1348
Un amor como el nuestro se debe hacer durar,
1349
y, si no, desatar, no desgarrar sus lazos.
1350
Mi cuñada se piensa que me ha confundido
1351
con esas confidencias y falsa probidad.
1352
Le habría convenido hacerlo aquella noche
1353
cuando el reloj del Duque me despertó al sonar.
1354
Apartándose, entonces, de mi vista y mi oído,
1355
quizás me hubiera ahora conseguido engañar.
1356
En fin, si por burlarme ambos van contra mí,
1357
yo iré contra los dos, ¡cada palo a su vela!
1358
Mi hermana tiene el Duque, pues yo tengo a Camilo:
1359
me venga un inconstante de otro inconstante así;
1360
solo debo, por tanto, preocuparme ahora
1361
de vengarme cuanto antes y de vengarme bien.
1362
Burlaré, aprovechándome de nuestras confidencias,
1363
a esta desvergonzada y mera burladora.
1364
Habrá tanta confianza ahora en nuestro trato
1365
que podremos dormir en camas separadas.
1366
No dejaré de hacerlo; mas, ante todo, guárdate
1367
de que te engañe a ti tu querida cuñada.
1368
Dos cartas tengo yo, escritas por el Duque,
1369
que volverán inútil su fraude, si es preciso.
1370
¡Pero vaya puñado de cartas que me trae!

Escena XII

Emilia, Flavia, Estefanila

EMILIA
1371
Mirad si son bastantes pruebas de su osadía.
1372
¿Entendéis, pues, ahora lo que tiene en la mente?

FLAVIA
1373
Bien debo comprenderlo, con lo claro que habla.

EMILIA
1374
Si aquí no se tratara del que es duque de Osuna,
1375
sabría yo qué hacer sin consejos de nadie,
1376
mas tratándose de él, quiero actuar siguiendo
1377
las órdenes concretas que vos me vais a dar.

FLAVIA
1378
Hermana, no os burléis, que yo le pediría
1379
consejo a vuestro seso en un caso como este.
1380
Vuestra cordura es tal que no podéis errar,
1381
y yo desearía que guiara mis pasos.

EMILIA
1382
Vos sois la que os burláis, hablando de este modo
1383
sobre un hecho muy serio que, además, os importa.

FLAVIA
1384
Ya que queréis guiaros por mi consejo, igual
1385
Que en un tema como este me guiaría el vuestro,
1386
pues, para proteger mi bien y mi renombre,
1387
yo me comportaría con él como acostumbro,
1388
sin hacer que le falten ni sobren mis rigores
1389
por temor a atizarle o apagarle el ardor,
1390
pero sin renunciar, si mantiene ese ánimo,
1391
a actuar de otro modo, cuando llegue el momento.
1392
Y como algo importante habéis puesto en mis manos,
1393
pongo ahora en las vuestras algo igual de valioso.
(Le enseña la carta de Camilo).
1394
Leedme este papel, donde vais a saber
1395
del más extraño amor que se ha visto nacer.

EMILIA
1396
¡Ah, traidor!

FLAVIA
¡Vaya golpe! ¡Tan decente y tan pálida!
1397
Hermana, ¿qué os parece? ¿Acaso no es gracioso?
1398
Ya puede él adorarme, ¡vaya ridiculez
1399
que se haya imaginado que yo seré tan crédula!

EMILIA
1400
¿Y eso? Más han logrado sin milagro ni encanto,
1401
algunas que no son amables como vos.
1402
Poco valor tendría para mí esta conquista.

FLAVIA
1403
Sí, de creerme yo tan bella como vos.
1404
Pero en fin, ya me ame o se burle de mí,
1405
habrá que hacer con él como con el Virrey.
1406
Me voy a comportar de tal manera ahora
1407
que nos hará un favor, sin que pueda dañaros.
1408
¿Qué es?

ESTEFANILA
Un paje del Duque os quiere ver allí.

FLAVIA
1409
No os mováis, por favor, que nada tardaré.
1410
Sospecho más o menos qué viene a hacer aquí.

EMILIA
1411
¿No será que os reclama por tratar nuestro asunto?

FLAVIA
1412
Pues eso pienso yo; y que, seguramente,
1413
nos vamos a encontrar con nuestro nuevo amante.

Escena XIII

Emilia

EMILIA
1414
¡Ah, traidor! ¡Ah, ingrato! ¡Qué cobarde! ¡Qué infiel!
1415
¡De la imperfección misma, el modelo perfecto!
1416
Si desprecia un tesoro con tanta cobardía,
1417
es porque lo disfruta sin que le haya costado.
1418
¡Pues te agradezco el fraude, que me libera así
1419
de la fidelidad que nunca habría roto!
1420
Cuando no eras ingrato, el Duque, a mi pesar,
1421
continuaba sufriendo mi propia ingratitud.
1422
Sí, desleal Camilo, será tu traición
1423
la que me haga premiar esa extrema virtud.
1424
Pero me unen a ti vínculos tan estrechos
1425
que para desatarlos mucho habré de esforzarme.
1426
Me pareces ahora tan malvado y cobarde
1427
que hasta temo tu cólera, si yo hago que te enojes.
1428
Mas te veré tan poco de ahora en adelante
1429
que el tiempo, sin escándalo, matará nuestro fuego,
1430
y yo me vengaré en cuanto la fortuna
1431
me sonría trayendo el momento oportuno.
1432
Podrá juzgar entonces hasta el menos experto
1433
si lo que he conseguido vale o no lo que pierdo.
1434
¡Pero, oh, Dios! ¿Qué es esto? ¡Qué singular portento!
1435
Camilo por mi hermana muerde al cebo del cambio,
1436
me engaña así el infiel y veo su pecado,
1437
pero tan poco afectados están mis sentimientos,
1438
que el único dolor que haya sufrido mi alma
1439
viene de su mudanza, no de haberlo perdido,
1440
pues su deslealtad solamente me irrita
1441
por la visible ofensa que le hace a mi belleza.
1442
¿Pero cómo es posible? ¿Sigo siendo yo Emilia,
1443
y tan poco me afecta esa traición a mí?
1444
¿Dónde están los furores que, por mi curación,
1445
deberían llevarme al fuego y al veneno?
1446
Este milagro, Emilia, es fácil de entender,
1447
pues es Amor quien obra y te lo hace saber:
1448
tanto me ha prodigado el Duque sus cuidados
1449
que ya han disminuido lo míos por Camilo,
1450
y, así, insensiblemente, el mérito y la gracia
1451
del Duque han encontrado sitio en mi corazón.
1452
Procede, pues, de ahí la insensibilidad
1453
que la infidelidad encuentra hoy en mí,
1454
pues, de no ser así, el dolor por la ofensa
1455
me haría desbordar de furor y de rabia.
1456
Pero bien sabe el cielo, ¡oh infame!, que aunque el Duque,
1457
con toda su grandeza, sus cuidados y méritos,
1458
me hubiera algo afectado, no me habría cambiado
1459
hasta hacerme romper la fe que tú has violado.
1460
¡Adelante, entreguémonos, ya que quieres, al cambio;
1461
tú, por ingratitud; y yo, por buen criterio!
1462
En fin, después de todo, tampoco es gran fracaso
1463
que una consiga un duque porque ha perdido un conde.

Escena XIV

Flavia, Emilia

FLAVIA
1464
Se trata justamente de lo que imaginábamos:
1465
el Duque nos espera en cuanto haya comido;
1466
y el otro ha prometido también él acudir;
1467
mejor será esperarlos que hacerlos esperar.
1468
Pensando estoy, hermana, que haríamos muy mal
1469
en molestarnos ambas, con lo unidas que estamos.
1470
Os debo confesar que, como las flaquezas
1471
de la vejez conducen siempre a desconfiar,
1472
mi hermanó me ordenó expresamente al irse
1473
que durmiera con vos y jamás os dejara.
1474
Pero una compañía tan pesada y molesta
1475
roza la esclavitud y hasta la tiranía.
1476
Y por vuestra virtud, tengo yo tanta estima
1477
que sería culpable si sospechara de ella.
1478
Si durmiéramos juntas no siempre, solo a veces,
1479
creo que dormiríamos mucho mejor las dos,
1480
pues a mí me parece que nada es comparable
1481
al placer de dormir con un sueño apacible,
1482
ni sienta a una mejor para estar más lucida.

EMILIA
1483
Vuestra comodidad siempre será la mía.

FLAVIA
1484
Tendréis este aposento con la cama que veis,
1485
y yo me quedaré con el de más allá;
1486
y así este gabinete será un paso secreto
1487
para que ambas vayamos de un aposento al otro.
1488
Descansemos las dos, así, desde esta noche.

EMILIA
1489
¡Qué apropiado es todo esto para que yo me vengue!
1490
Mi trampa ha resultado: se cree que la quiero
1491
y que soy el honor y la prudencia misma.
1492
Pues para el Duque, diga lo que diga o dijera,
1493
solamente seré reprobación y cólera.

Fin del acto cuarto

ACTO V

Escena I

Camilo, Octavio

OCTAVIO
1494
Permitidme, señor, que os diga una vez más...

CAMILO
1495
¿Qué?

OCTAVIO
Que lo que intentáis es más bien arriesgado.

CAMILO
1496
Pero nos vengaremos.

OCTAVIO
Ya, pero, sin vengaros,
1497
podríais exponeros a un segundo peligro.
1498
Pensad cómo ponéis en riesgo vuestra vida:
1499
vais solo, por la noche, y a la casa de Flavia.
1500
Os digo lo que pienso: esta cita tan rápida
1501
me hace temer por vos un ultraje sangriento.
1502
Poco se ha defendido aquí esta plaza fuerte
1503
para pensar que se haya entregado sin trampa.
1504
No me cabe en la mente que, con tanta premura,
1505
ella pretenda veros en calidad de amante.

CAMILO
1506
En efecto, la cosa tan repentina ha sido
1507
que tendría motivos para preocuparme,
1508
pero ella se ha querido explicar por escrito,
1509
y me ha dejado así el ánimo tranquilo.

OCTAVIO
1510
¿Quién sabe si esa carta es de su puño y letra?

CAMILO
1511
Pues yo, que reconozco su firma con certeza.
1512
Hace poco, le ha escrito al Virrey en persona
1513
sobre un posible arreglo entre su hermano y yo.
1514
Tal vez con este gesto, por raro que parezca,
1515
quiera ella comprobar si soy yo de fiar.
1516
También podría ser que me quiera halagar,
1517
por el daño que pudiera hacerle yo a Paulino.
1518
Sea, pues, lo que sea, la suerte ya está echada.
1519
Aunque esté decidida mi ruina, voy a ir.
1520
Déjame ya, por tanto, que no querría yo
1521
que me viera con alguien que me sigue los pasos.
1522
Aquí están la ventana y la pequeña reja
1523
donde debo encontrarme con Flavia y su criada.
1524
Hagamos la señal que puede hacernos ver.

Escena II

Camilo, Estefanila

ESTEFANILA
1525
No silbéis más, señor, que ya voy a abriros.

CAMILO
1526
Ánimo, que hasta ahora la cosa va rodada.
1527
Ojalá lo demás no falle en su momento.
1528
Corazón, buenas noches.

ESTEFANILA
Me ha dicho mi señora
1529
que os haga entrar y os deje entre el muro y su cama,
1530
pero aún, por desgracia, con ella está su hermana.
1531
Os puedo, mientras tanto, conducir sin candela
1532
hasta su gabinete, para que allí esperéis
1533
hasta que ella o yo misma vengamos a sacaros.
1534
No, no tengáis temor: venid, que no hay peligro.
1535
Cabéis perfectamente escondido en un hueco
1536
que la tapicería no deja a nadie ver;
1537
menos temor tendréis allí que en vuestra casa.
1538
Solo debéis seguirme; yo será vuestra escolta.

CAMILO
1539
De acuerdo.

ESTEFANILA
Pues, entonces, esperadme en la puerta.

Escena III

Octavio, solo

OCTAVIO
1540
Si pudiera evitar, en caso necesario,
1541
su ruina, me helaría antes que irme a la cama.
1542
Mas si buscan su ruina, muy difícil será
1543
que consiga de mí más que un socorro inútil.
1544
¡Dios mío, qué ceguera! Con el fin de vengarse,
1545
él mismo se abalanza en medio del peligro.
1546
Mas pues eso ha querido, y no nos ha hecho caso,
1547
que él se salve, si puede, que yo ya me retiro.

Escena IV

El duque de Osuna

EL DUQUE
1548
Emilia, ya por fin, tras tantas dilaciones,
1549
me otorga los favores que prometió a mi amor.
1550
Al fin esta belleza, se ha librado, por mí,
1551
de los vanos fantasmas de la fidelidad.
1552
Pero aquí está su casa; la escala está colgada.
1553
Vayamos a besar la mano que la ha puesto.

Entra por la ventana al gabinete donde está Camilo.

Escena V

Camilo
Flavia aparece, y en la oscuridad confunde al Duque con Camilo, y lo lleva a su aposento.

CAMILO
1554
Este trasiego oculto me da que sospechar.
1555
¿No me habrán puesto aquí solo para matarme?
1556
¿Qué significa ese hombre que entró por la ventana?
1557
Motivos tengo yo para sentirme inquieto,
1558
que este sitio, sospecho, es para la traición.
1559
Tan solo un trastornado no tendría aquí miedo.
1560
¡Y yo soy el culpable de verme en este extremo
1561
por haber acudido, creyendo a una mujer!
1562
Pues sí, a una mujer que es, además, hermana
1563
del traidor que querría sacarme las entrañas.
1564
Mas pase lo que pase y me hayan preparado,
1565
lejos está mi barca para volver al puerto.
1566
¡Quieto! Si me maltratan, ya puesto en lo peor,
1567
podré bajar por donde el otro aquí ha subido.

Escena VI

Emilia, Camilo, Flavia, el Duque, Estefanila
Aquí, Emilia aparece en su aposento poniendo el oído a la pared del de Flavia, donde ella y el Duque están.

EMILIA
1568
Cuanto más aproximo a la pared mi oído,
1569
más turbada se siente mi alma en su temor.
1570
¡Dios, con qué claridad se oye la voz del Duque,
1571
aunque mi hermana y él hablen confusamente!
1572
¡Ah, noche! ¡Aciaga noche! ¡Ah, mujer desgraciada,
1573
descubierta y perdida al mismo enamorarse!
1574
¡Triste de mí, mi honor está desamparado!
1575
Mas corramos bien rápido a pedirle perdón,
1576
con todos los respetos de un pecho que se humilla.

Emilia desde su habitación pasa con la antorcha por el gabinete.

CAMILO
1577
Vienen a abrir la puerta. ¡Dios mío! Es Emilia.

EMILIA
1578
(Entrando en el gabinete).
¡Anda! ¡Mi caballero! ¿Pero qué hacéis aquí?

CAMILO
1579
A veros he venido.

EMILIA
¿Verme?

CAMILO
Sí.

EMILIA
Muchas gracias.
1580
Volvamos a mi cuarto; y decidme, de paso,
1581
quién os ha hecho venir sin que yo os lo pidiera.
1582
¡Se extraña! ¡Sondeemos la intención que tenía!
1583
¿Y quién os ha hecho entrar?

CAMILO
¿Quién? ¿No habéis sido vos?

EMILIA
1584
Habrá sido mi hermana, que encontráis tan hermosa.
1585
¿Por qué os ruborizáis cuando os hablo yo de ella?
1586
Pues enteraos bien: todo se sabe al fin,
1587
que hay que ser más astuto para engañarme a mí.
1588
¡Sí, Camilo tramposo, sabemos vuestra vida
1589
y cómo y con qué tinta a Flavia le escribís!
1590
Los besos de una viuda más sabrosos serán:
1591
¡amadlos! Mas hacedme un último favor:
1592
¡perded el de los míos, que no habéis merecido!

CAMILO
1593
Es muy cierto, señora, que mi falta es enorme;
1594
mas bajo juramento de nunca repetirla,
1595
os ruego de rodillas que me la perdonéis.

EMILIA
1596
No me pidáis perdón ni que os haga esa gracia
1597
sin haberme dicho antes todo lo que ha ocurrido.

CAMILO
1598
Hoy, en casa del Duque, me llevó ella aparte,
1599
cuando hablabais con él en algún otro sitio,
1600
y en la mano me puso esta carta diciéndome:
(Le enseña la carta de Flavia).
1601
“A esta noche; sabré si me aman en verdad”.
(Carta de Flavia)
1602Si me amáis tanto como queréis que yo lo crea, acudid esta noche bajo mi ventana, donde Estefanila o yo no olvidaremos recibiros; no os sorprenda esta resolución, pues tengo razones para precipitar el momento de nuestro encuentro.

EMILIA
1603
De esto necesitaba estar bien enterada
1604
para apartar el golpe que me iban a asestar.

CAMILO
1605
¿Me perdonáis, entonces?

EMILIA
Sí, tenéis mi perdón.
1606
Vuestra carta, además, me dará la razón.
(Llama a Flavia, que está en su aposento con el Duque).
1607
¡Hermana, por favor, venid que os diga algo!

CAMILO
1608
¿Qué hice? Mucho me temo pasar aquí por necio.

FLAVIA
1609
¿Qué querrá, pues, mi hermana? Habrá encontrado a mi hombre.

CAMILO
1610
¡Cómo preferiría, Dios mío, estar en Roma!

EMILIA
1611
Tomad, es una carta de vuestro servidor;
1612
y si dudarais de ello, aquí está el portador.

FLAVIA
1613
Me voy a mi aposento a intentar responder.

CAMILO
1614
¡Ay, señora! ¡Perderme por confundirla a ella!
1615
¿Con qué necesidad?

EMILIA
¡Ahora lo veréis!
1616
Prefiero confundirla a que ella me confunda.

FLAVIA
1617
(Flavia trae al Duque).
Andando, Estefanila, llevad bien vuestra vela.
1618
Esta vez, mi señor, pasaré la primera.
1619
Hermana, el Duque acude a veros algo tarde;
1620
a vos, digo; que a mí, me reciben aparte.
1621
Y para que más os guste su visita, os lo traigo
1622
sin respetar la moda ni la hora acostumbrada.

EMILIA
1623
Salvo por la persona y por la condición,
1624
la misma obligación tenéis con el señor.

(Señalando a Camilo).

FLAVIA
1625
Más estrecha la tiene este señor con vos,
1626
que tanta discreción y honestidad fingís.
1627
¡Tomad el pelo a otros! ¿Para qué estos engaños?
1628
Ante mí no hace falta que aún disimuléis.

ESTEFANILA
1629
¿Qué misterio hay aquí? ¡Qué asombrosa aventura!
1630
Más mudos se han quedado ahora que en pintura.

EL DUQUE
1631
Hay que reconocer, Señor Camilo, que ambas
1632
querían, desde luego, burlarse de nosotros.
1633
Señoras, hasta ahora, creía que las bellas
1634
no se ganaban nunca el título de infieles.

FLAVIA
1635
¡Infieles! ¿Pero cómo? ¿Habrá fidelidad
1636
capaz de soportar toda vuestra inconstancia?
1637
¿Deberíamos guardar inviolable y santa
1638
la misma ley de amor que habéis vos infringido?
1639
¿Preciarnos de guardar hasta morir la fe
1640
que tan bien predicáis pero no respetáis?
1641
¡Como si en todo tiempo no fuera justo y lícito
1642
castigar con engaño un engaño evidente!

EMILIA
1643
De hecho, esta es la clave en materia de amores:
1644
¡a corazón infiel, doble infidelidad!

EL DUQUE
1645
Perdonémosles, Conde, para evitar discordias,
1646
esta ligera falta natural en su sexo.
1647
O bien, ya que el escándalo es igual para todos,
1648
concedámonos todos un perdón general.

FLAVIA
1649
¡Vamos, que aquí se quejan los que son más culpables!

EL DUQUE
1650
Amén de maltratados, ¿seremos criticados?
1651
Pues bien, Camilo y yo ya nos arrodillamos.

FLAVIA
1652
¿Qué decís, vos, hermana? ¿Vamos a perdonarlos?
1653
Yo creo que merecen nuestra misericordia

EMILIA
1654
También lo creo yo.

ESTEFANILA
¡Esto sí es un arreglo!
1655
El perdón amoroso que dais aquí, además,
1656
os hace tanto bien a las dos como a ellos.

FLAVIA
1657
Venga, nuestra bondad supera vuestro crimen.

EL DUQUE
1658
Permitid, pues, que un beso nos confirme el perdón.

EMILIA
1659
(Hablando a Camilo).
¡Y vos, agradecedle primero a este señor
1660
la reconciliación, y después a mi hermana
1661
el bien que aquí os hago, perjuro incomparable!

EL DUQUE
1662
¡Cómo! ¿Ya estáis pasando del favor a la injuria?
1663
¡Señoras, os lo ruego, que lo que ha sucedido
1664
sea en nuestra memoria un retrato borrado!
1665
En adelante, unidos como estamos, queremos
1666
que no tengáis motivo de queja o de venganza.

CAMILO
1667
Confieso francamente que bien he merecido
1668
soportar los extremos de su severidad,
1669
mas el pesar que tengo por mi falta pasada,
1670
creo que bien merece que esta sea borrada.

EL DUQUE
1671
Venga, no se hable más, que, ya todos absueltos,
1672
tenemos paz; vayámonos del brazo bien cogidos.

ESTEFANILA
1673
¡Vaya paz más graciosa! Es una paz tramposa.

FLAVIA
1674
(Le habla al oído).
Estefanila, escucha…: o cuadrada o redonda.

EL DUQUE
1675
Ya que aquí los rivales se han hecho confidentes,
1676
y no tememos nada, de fuera ni de dentro,
1677
pensemos, pues, ahora en comer bien a gusto,
1678
cambiemos la ventana por la puerta cochera.

FLAVIA
1679
¡Pues bien!, para empezar, ahora es carnaval,
1680
y creo que hay en casa un sabroso hipocrás.
1681
¿Vamos a mi aposento a tomar confituras
1682
y a reírnos contando toda nuestra aventura?

EL DUQUE
1683
Si tuvierais aún la de ese albaricoque…

FLAVIA
1684
Quedará en la despensa para vos algún tarro.

EL DUQUE
1685
(A Emilia).
Bien, ¿vamos, pues, señora?

EMILIA
No seré quien lo impida.

FLAVIA
1686
Esperad, por favor, que vuelva mi criada.
1687
Ha bajado a buscar lo que necesitamos
1688
para el festín solemne que tendremos aquí.

ESTEFANILA
1689
Señores, ya podéis aplazar vuestra fiesta
1690
y poner esta noche los pies en polvorosa,
1691
que hay que salir de casa. ¿Y cuándo? Ahora mismo.

EL DUQUE
1692
Sería sorprendente que hubiera una desgracia.

ESTEFANILA
1693
Está el espantagustos, señor, aquí en la puerta,
1694
y junto a él, Fabricio.

EMILIA
¡Ay, Dios mío, estoy muerta!

CAMILO
1695
No nos faltaba más que, justamente ahora,
1696
el señor Pantalón nos viniera a estorbar.

ESTEFANILA
1697
Cuidado, mi señora, con lo que vais a hacer.

EMILIA
1698
¡Oh, Cielos! ¿Hasta cuándo me seguiréis adversos?
1699
¿Qué hacemos, pues, hermana?

FLAVIA
Por lo que a mí me toca,
1700
mi señor bien se puede quedar si le apetece,
1701
mas el señor Camilo nos tendrá que dejar
1702
saliendo por la puerta por donde entre mi hermano.

EL DUQUE
1703
De eso, nada: saldremos igualmente los dos;
1704
después, dejadme a mí; solo tenéis que abrirle.
1705
Escuchad…

(Le habla al oído).

FLAVIA
Desde luego, la treta es eficaz
1706
y de una sutileza de lo más divertida.
1707
Seguidme, pues.

EL DUQUE
(A Emilia).
Señora, adiós, hasta la vista.

CAMILO
1708
Adiós, y preparadle una buena acogida.

EMILIA
1709
¡Oh, Dios! ¿Qué mal demonio, de mi gozo enemigo,
1710
ha llamado a ese bárbaro y quiere que lo vea
1711
con el fin de que, así, ponga yo ante mis ojos
1712
todo lo más odioso que albergan los infiernos?
1713
¿Podría yo creer que lo trae el amor,
1714
él que solo de humano tiene figura humana?
1715
Más bien, ese asesino, fecundo en crueldad,
1716
viene aquí a perpetrar un segundo homicidio.
1717
Tal vez su corazón, por la furia inspirado,
1718
me prepare la muerte que le desea el mío.
1719
¿Qué se puede esperar de un celoso como él,
1720
un celoso brutal, que no sea fatal?
1721
Disimulemos, pues, en este aciago encuentro
1722
palabras, pensamientos, la voz misma y el gesto.

Escena VII

Paulino, Emilia, Fabricio, Flavia

PAULINO
1723
Buenas, buenas, señora.

EMILIA
¡Ah, señor! ¡No pensé
1724
que el cielo tanta dicha me reservara hoy!

PAULINO
1725
¿No me esperabais, pues?

EMILIA
Bien lo podéis creer.
1726
¡Cómo! ¿Venir aquí por la noche más negra?

PAULINO
1727
Tanto mejor ha sido; por eso la elegí.
1728
Mas, ¿querríais hacerme un inmenso favor?
1729
Id a vuestra recámara y desnudaos pronto,
1730
que aproveche en la cama el tiempo que he sacado,
1731
pues nos separaremos en cuanto raye el alba.

EMILIA
1732
Aunque eso fuera ahora, enseguida lo haré.

PAULINO
1733
Fabricio, ¿los caballos están en el establo?

FABRICIO
1734
Sí, señor, allí están.

PAULINO
Pues os ruego que estemos
1735
preparados mañana para montar al alba.
1736
¡Y descalzadme ahora de los chanclos que llevo!
1737
¡No! ¡El gorro de noche, la pechera de plumas!
1738
Y decidle a mi hermana que se dé la molestia
1739
de subir hasta aquí, si es que me hace el favor,
1740
pues, antes de acostarme, quiero yo hablar con ella.
1741
No os mováis, ya está aquí. ¡Y caldead la cama!

FLAVIA
1742
¡Escapaos, hermano! La noche no es tan negra
1743
como para ocultar entre todas sus sombras
1744
vuestro regreso aquí.

PAULINO
¿Y cómo es eso, hermana?

FLAVIA
1745
No sé, pero Camilo está abajo en la calle.

CAMILO
1746
(Este verso se dice detrás del teatro con mucho ruido).
¡Sin perdón ni cuartel, amigos, y a matarlo!

PAULINO
1747
Hermana, estoy perdido si llegan a encontrarme.

FLAVIA
1748
No, no; la puerta es buena; antes de que haya entrado
1749
os podéis escapar, saltando la muralla,
1750
por el jardín del Duque.

PAULINO
Debo, pues, ya marcharme.
1751
¡Rápido, mi sombrero! ¡Que me den un jubón!
1752
Fabricio, amigo mío, ¡no me abandonaréis!

EMILIA
1753
(Llegando de improviso).
Fabricio, ¿adónde va vestido así el señor?

FABRICIO
1754
¿No oís, señora, cómo derriban ya la puerta?
1755
Son nuestros enemigos, pero me voy tras él.

EMILIA
1756
Camilo es el autor, sin duda, del estrépito
1757
para expulsar al viejo: bien corrido ha quedado
1758
por una maña digna de este duque de Osuna,
1759
pues, sin duda, una treta así de divertida
1760
solo puede ser obra de un ingenio tan vivo.
1761
Eso es lo que al oído les quiso antes contar;
1762
y aquí vienen ahora riendo a carcajadas.

Escena VIII

Camilo, el Duque, Emilia, Flavia, Estefanila

CAMILO
1763
Señora, agradezcamos todos juntos al Duque
1764
que nos haya librado de ese triste celoso.
1765
Ahora somos dueños nosotros de la plaza.

EL DUQUE
1766
Mi treta lo ha echado por una temporada.

EMILIA
1767
Perseguís con gran ruido vuestras presas, Señor.

EL DUQUE
1768
Poco habría servido perseguir de otro modo.

CAMILO
1769
En efecto, debía temer que aquí su vida
1770
corriera más peligro de lo que pretendíamos,
1771
para hacerle poner los pies en polvorosa
1772
y advertirle muy claro de que no regresara.

EMILIA
1773
Desde luego que el medio hallado no era malo.

EL DUQUE
1774
¡Pues venga! Divirtámonos reinando a nuestras anchas,
1775
que tardaré en llamarlo de vuelta cuanto pueda.

CAMILO
1776
Muy bien; y, mientras tanto, señor, lo mantendréis.

EL DUQUE
1777
Sí, siempre que los suyos me devuelvan los gastos.

CAMILO
1778
¿Duda alguien que su hermana quiera recompensaros?

EMILIA
1779
Bien dicho: no me haré cargo yo de esos gastos,
1780
y tampoco me toca a mí autorizarlos.

EL DUQUE
1781
Es posible que Flavia nos lo agradezca más.

EMILIA
1782
Pues lo sabréis, señor, en cuanto aquí regrese.

FLAVIA
1783
(Llegando en ese momento).
Ya ha venido; decidme qué pensabais, pues, de ella.

EMILIA
1784
Decía aquí el señor, antes de que llegarais,
1785
que vos o yo pagáramos la acogida tan buena
1786
que le da a vuestro hermano, por lo que nos estima.
1787
¿Qué os parece, cuñada?

FLAVIA
¿Qué? ¡Pues que está en lo cierto!
1788
¿Sería razonable que perdiera esos gastos?
1789
Preocupaos, cuñada, solo del señor Conde.
1790
Y vos no escatiméis, señor, que me haré cargo.
1791
Adelantad, tan solo, el pago en nombre nuestro,
1792
igual que yo, hace un tiempo, lo adelanté en el vuestro.
1793
Dadle buena acogida, y veréis al momento
1794
cómo yo os la devuelvo, mejor y más completa.
1795
Estefanila, ¿vamos?

ESTEFANILA
(Regresando).
Todo está preparado.
1796
Os espera un buen fuego.

FLAVIA
Vamos, pues, si gustáis.

EL DUQUE
1797
Sí, mas no duerme ni uno de todos los criados.
1798
¿No podrían espiar nuestras secretas prácticas
1799
y turbar nuestros gozos en toda su pureza?

FLAVIA
1800
Ha arreglado las cosas por seguridad nuestra;
1801
dado que yo soy viuda, mi séquito es escaso,
1802
y tienen mis criados una sana costumbre:
1803
como nada hay que ver aquí en mis aposentos
1804
no se presentan nunca sin mi consentimiento.

EL DUQUE
1805
¡Vamos, y que cada uno se esfuerce en adelante
1806
en conservar la paz para nuestra República!

Fin