Étienne Jodelle, Cléopâtre captive

Cleopatra cautiva





Texto utilizado para esta edición digital:
Jodelle, Étienne. Cleopatra cautiva. [Céopâtre captive.] Traducido por Silvia Hueso Fibla para la Biblioteca Digital EMOTHE. Valencia: ARTELOPE / EMOTHE Universitat de València, 2021.
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  • Hueso Fibla, Silvia

Personajes de la tragedia

Cleopatra
Sombra de Antonio, espíritu
Eiras, doncella de Cleopatra
Carmión, doncella de Cleopatra
Octavio
Agripa
Proculeyo
Seleuco
Coro de mujeres alejandrinas
[Prólogo]

Prólogo

1
Pues la tierra (oh, Rey, de reyes temido),
2
que acepta estar sujeta a tus leyes,
3
admira la gloria de tu santo nombre
4
que ella ha grabado en su doble columna;
5
Pues la mar que hace de ti su Neptuno,
6
en sus ondas canta tu alegre fortuna,
7
y que el cielo alegre, celebra tu triunfo,
8
se ve en tu perfecta gloria reflejado,
9
¿Podrán ser tan viles contigo las musas
10
para no adorarte cual padre y maestro?
11
¿Podrán tus elogios esconder los tuyos
12
que tronar se oyen en tierras lejanas?
13
Quien no pregonase del rey la grandeza
14
sumamente ingrato contigo sería.
15
Los grandes poetas que forjó tu padre,
16
el que reviviera en Francia a las Musas,
17
¿callarán las glorias del padre o el hijo,
18
si por ellos su obra fue tan apreciada?
19
En cuanto el tiempo nos haya traído
20
lo que sea digno de ser celebrado
21
de tan grande Príncipe, de un Dios cuyo sitio
22
se empieza ahora mismo a ver en el Cielo;
23
y si este tiempo que es capaz de todo
24
nos hubiera dado tu triunfante gloria
25
para que alabada fuera por nosotros
26
y que fuera ahora puesta ante tus ojos,
27
tan sólo oirías de las bocas nuestras
28
el triunfo y el nombre del gran rey ENRIQUE,
29
pero para oír cantar tu gran gloria
30
un tiempo tan breve no nos bastaría
31
¿qué digo tan breve? Que ni cien mil años
32
podrían contener tantas alabanzas.
33
Aquí te traemos (humilde homenaje)
34
esta obrita nuestra puesta en tu lenguaje,
35
mas, de modo tal, que el lenguaje tuyo
36
no había robado jamás este bien
37
de antiguos autores: es una Tragedia
38
que con quejumbrosa y osada voz
39
pinta a ese romano que fue Marco-Antonio
40
y a Cleopatra, gran Reina de Egipto,
41
quien, después de ver que su amado Antonio
42
al estar vencido por sus enemigos
43
se mató, y ella viéndose cautiva
44
y que los romanos la querían llevar
45
viva en triunfo a Roma, con sus dos doncellas
46
se quitó la vida. Los deseos ardientes
47
de los dos amantes, aquí encontrarás;
48
de Octavio el orgullo, la audacia y cuidados
49
que se acrecentaron con su gran victoria
50
y la tuya, a aquella la igualará.
51
Menester será que sus sucesores
52
cedan hoy por ti a la orden suprema
53
que consagra el mundo a tu monarquía
54
y te nombra enviado de todos los dioses.
55
Recibe (SEÑOR) y con rostro humano
56
acoge el trabajo de tus protegidos
57
que preservan tanto cuerpos como espíritus
58
y que frente a ti vienen a postrarse
59
esperando que mejor te alabemos
60
y que, ante tus ojos, humildes traigamos
61
lo que ya te canta, hijo de los dioses
62
nuestra tierra toda y el mar y los cielos.


Acto I

La sombra de Antonio, Cleopatra,

Sombra
63
A este valle sombrío donde eternas noches
64
a criminales almas causan eternas penas
65
sucumbiendo a mi hado he llegado hace poco,
66
y ya soy compañero de la etérea tropa.
67
Yo, (me digo) Antonio, horror de la Gran Roma
68
Mas, en mi triste fin cien veces miserable.
69
Pues un ardiente amor sayón de mis entrañas,
70
devorándome así bajo su cruel llama
71
fue enviado hasta mí por un triste designio
72
de los dioses celosos para ver que mi vida
73
otrora de alegría y de bienes repleta
74
terminase con pena, de forma desgraciada.
75
¡Mísero desde entonces, pues mi ojo insensato
76
se perdió en las pupilas de la reina Cleopatra!
77
Desde el mismo instante mi herida bien sentí
78
bajar del traidor ojo hasta el alma aún feliz,
79
sin casi imaginar cuál era aquel veneno
80
Que había recibido lo más hondo de mi alma:
81
¡Fue mi mal, qué desgracia! Mi mal, mi perdición,
82
esta herida oculta fue al final descubierta,
83
volviéndome execrable, pisoteando mi nombre
84
por haber locamente amado a Cleopatra:
85
enajenado pues, como si cien mil Furias
86
practicando en mí sus peores crueldades,
87
enredándome ambas: mi mente y entrañas,
88
me hubieran hecho presa de mordaces tenazas;
89
condenado en mí, renaciendo por siempre
90
mis tormentos diarios, como devorar vemos
91
sobre el Cáucaso helado el pecho desgarrado,
92
y sin fin renaciente, del viejo Prometeo.
93
Y aunque ella fuera Reina y de raza Real,
94
como enceguecido bajo este ardor funesto,
95
le hice tales regalos que a todos sorprendieron
96
y contra mí azuzaron a mi Roma entera:
97
Hasta el cruento César, queriendo destrozar
98
al que ya como amigo no quería apreciar,
99
rabioso por un crimen indigno de Antonio,
100
tramaba la desgracia que mi Reina sufrió:
101
Y todavía en el valle de tinieblas eternas
102
continúa repitiendo miles de quejas fúnebres,
103
hostigando a las sierpes de las crueles hermanas
104
que en penas me igualaron con el más desgraciado.
105
Puesto que ya hechizado, sepultado en las llamas,
106
a mi mujer Octavia, honor de otras damas,
107
y a mis tiernos hijos con furia rechacé,
108
y alimenté en mi seno a mortífera sierpe,
109
que engañó, enredándome, a mi alma cautivada,
110
vertiendo aquí en mi pecho de mi vida el veneno
111
transformándome así con ponzoñas vertidas
112
como si me mirasen millones de Medusas.
113
Por castigar mi crimen horriblemente infame
114
de a los míos desterrar y a Octavia rechazar,
115
los dioses han lanzado contra mí su venganza
116
y sobre mí han echado sus horrorosos brazos:
117
Cuya santa equidad, aunque tardía sea,
118
teniendo pies de lana, ociosa no se está,
119
Que vigila a los hombres así hora tras hora,
120
Y con mano de hierro lanza un dardo inflamado.
121
Poco después, contra mí ya está jurando César,
122
y mi penoso exilio de este mundo prepara.
123
Heme pues confiando en mi Reina y mi ruina,
124
heme pues batallando en la llanura marina
125
cuando mejor fui siempre sobre la tierra firme.
126
Heme por fin huyendo y olvidando la guerra,
127
por seguir a Cleopatra, dejando de las armas
128
ceder la suerte ante las penas del amor.
129
Heme ebrio en su ciudad y abandonado al vicio,
130
paciendo mil placeres, mientras el César traza
131
su ruta hacia nosotros, dirigiendo la armada
132
que regía yo en tierra, y con hambrientas fauces,
133
como el león vagabundo que está de cacería
134
queriendo devorarme, y entre tanto prepara
135
su campo ante esta villa, donde pronto rechaza
136
acordarme una tregua y, mísero de mí,
137
en mísero remedio empujo mi espada
138
y atravieso mis tripas, la sumerjo en mi sangre
139
y me doy salvación con ultrajante herida.
140
Pero antes de morir, antes de haber del todo
141
exhalado mi alma, ¡ah, triste! ¿qué hombre duro
142
pudiera ver sin llanto al orgullo de Roma
143
conquistador sin par, al General Antonio,
144
ya herido de muerte, a quien su triste reina,
145
penosamente pálida, y con sus dos doncellas
146
por la ventana izaba a su real aposento?
147
Ni César a Cleopatra habría podido ver
148
arrancar su cabello, desgarrar, golpear,
149
mientras la consolaba, con mis tristes palabras,
150
expulsando mi espíritu que ya súbito vuela,
151
hacia oscuros infiernos para sufrir más saña
152
que el que en medio del agua tiene sed insaciable,
153
o aquel que eterna pena, ¡ay!, arrastra rodando,
154
o a quienes las Hermanas, con su pálida mano
155
mataron al marido. O aquel que hace rodar
156
su piedra sin llevar tal fardo hasta la cima.
157
Antes de que este Sol que acaba de nacer,
158
tras recorrer el día, se esconde con su tía,
159
Cleopatra morirá; pues me he presentado
160
en sus sueños ahora, mandándole rendir
161
honores a mi tumba y quitarse la vida
162
antes que aceptar ser llevada en triunfo a Roma,
163
reconfortándola pues con un deseo de muerte
164
y llamándola a mí, ya la estoy reclamando
165
para que a sufrir venga con mi pálida banda,
166
siendo así compañera de mi pena y tristeza
167
la que fue largo tiempo compañera de gozos.

Cleopatra, Eiras, Carmión

Cleopatra
168
¿Qué ganáis, ¡miseria!, con tan vanas palabras?

Eiras
169
¿Qué ganáis, ¡miseria!, siéndoos tan inhumana?

Cleopatra
170
¿Pero, por qué perdéis vuestras superfluas penas?

Carmión
171
¿Pero, por qué perdéis tan dolorosas lágrimas?

Cleopatra
172
¿Qué acaecerá más terrible a la vista?

Eiras
173
¿Qué podrá soportar mujer tan desgraciada?

Cleopatra
174
Permitid a mi llanto embestir a los dioses.

Carmión
175
Permitidnos mostraros nuestra fidelidad.

Cleopatra
176
Mi muerte bastará para exiliar mis quejas.

Eiras
177
Pero no hay que morir si no acaba la vida.

Cleopatra
178
Antonio ya me llama, a Antonio he de seguir.

Carmión
179
Antonio no desea que viváis sin vivir.

Cleopatra
180
¡Oh, que visión extraña! ¡Oh, sueño lastimoso!

Eiras
181
¡Oh lastimosa Reina! ¿qué tormento te roe?

Cleopatra
182
¡Dioses! ¿A qué desgracia me habéis precipitado?

Carmión
183
¡Dioses! ¿Y vuestras quejas se acallarán ahora?

Cleopatra
184
Pero (¡Dioses!) ¡qué hay, si me quito la vida!

Eiras
185
Pero no os quejéis más y seguid vuestro impulso.

Cleopatra
186
¿Acaso yo podría, la mayor desgraciada
187
que hoy pueda contemplar la bóveda radiante,
188
poner a mis lamentos terribles cualquier freno
189
cuando mi desventura redobla sus ataques?
190
¿Si para mis adentros pienso ser la asesina,
191
por mis falsos encantos, del que hacía temblar
192
bajo su fiera mano la tierra entera? ¡Dioses!
193
¿Podría sacar de mi alma el daño que le he hecho,
194
al que me diera Siria, Chipre, Fenicia y Judea
195
así pacificadas, Arabia y Cilice,
196
exponiéndose así al odio de su pueblo?
197
¿Podré acaso olvidar mi gloria y vana pompa
198
que lo atraían al mal que ahora nos espolea,
199
y que muy tristemente al infeliz le premia,
200
y a los marinos peces que engañan los señuelos?
201
¡El orgullo, las risas, la perla derretida,
202
la delicada vida afeminando fuerzas,
203
fueron sutiles cebos de nuestras desventuras!
204
¿Podré olvidar acaso que por un feroz golpe
205
de mi amor, fue a sufrir la revuelta de Partia,
206
pueblo que había vencido y entregado a Roma,
207
si amores soñadores no lo hubieran distraído,
208
si no hubiera deseado abandonar la guerra
209
para regresar presto a hibernar en mi tierra?
210
¿Podría acaso olvidar, que para mi gran gloria,
211
arrastró como en triunfo y muestra de victoria
212
por toda Alejandría al fuerte Artavasdes
213
el Rey de los armenios, siendo que tal bravata
214
sólo a su urbe soberbia por usanza pertoca
215
la cual llena de odio, se volvió contra él?
216
¿Podría yo olvidar mil millones de cosas
217
en las que Amor cerró sus párpados por mí,
218
pues por este amor mío a su Octavia dejó?
219
¿Y que fue a hacer por mí la guerra en mar aciago
220
siendo más fuerte en tierra? ¿Y que siguió mi nave
221
en la huida, dejando desvalida a su tropa?
222
¿Y que mis tentaciones con gusto consumía
223
mientras César reunía toda su fuerza en lucha?
224
¿Y que fingiendo estar lista para morir
225
le hice pronunciar este triste discurso?
226
“¡Cielos! ¿Será preciso que si muere Cleopatra
227
Antonio siga vivo?” “Fuera. Paje, alivia
228
Mi dolor con la muerte”. Viendo a su paje entonces
229
Matarse allí (le dijo): “¡Eunuco, ejemplo eres
230
de cómo he de morir en este mismo instante!”.
231
Y vomitando un grito, allí se clavó el hierro.
232
¡Ay, damas! ¿Habré yo de callar tal desdicha?
233
Detenedme…

Carmión
¿podrá haber más gran tristeza?

Eiras
234
Aliviad vuestra pena, fortaleced el alma.

Cleopatra
235
¡piedad, piedad!

Carmión
Frenad
El duelo ponzoñoso.

Cleopatra
236
¡Oh, gran cielo, aún sufro porque lo vi esta noche!
237
¡ay!

Eiras
¡ay! Sólo la muerte cierra al duelo la puerta.

Cleopatra
238
¡Ay, ay! Antonio estaba...

Carmión
¿cómo pues?

Cleopatra
de tal modo …

Eiras
239
¿de qué modo estaba?

Cleopatra
De modo que su herida…

Carmión
240
Pero incorporaos algo, que estorbar intentamos
241
Lo que estorba la voz.

Eiras
¡Placer, qué horrible hato
242
de desgracias y penas traes contigo!

Cleopatra
De modo
243
que aquel dulce cuerpo su herida ensangrentó.

Carmión
244
¡Sueño espantoso! Pero, ¿qué es lo que él reclamaba?

Cleopatra
245
Que rindiera a su tumba el honor que le debo.

Carmión
246
¿y qué más?

Cleopatra
que yo trace con mi muerte el camino
247
para encontrar su alma, y me dice también…

Carmión
248
Está la infernal puerta libre al ir, no al volver.

Cleopatra
249
Quien sufre eterna pena estima noche eterna.
250
¿Privaréis del deseo de intentarlo a aquella
251
que quiere morir libre para no ser cautiva?

Eiras
252
¿Aceptará entonces, la que teme a la Parca,
253
sin ver antes la muerte, ver morir a su gloria?

Cleopatra
254
No, muramos, muramos; la victoria arranquemos,
255
Aunque César perviva.

Eiras
¿Podríamos ir en triunfo?

Cleopatra
256
Antes me hale la tierra a sus mismas entrañas;
257
y antes las tenazas de las viles Hermanas,
258
me arranquen las vísceras; y rompan mi cabeza
259
Con excepcional rayo, que siga tal consejo,
260
Y que el miedo a la muerte me entre por las orejas.

Coro de las mujeres alejandrinas
261
Cuando la ardorosa Aurora
262
Deja en su cama durmiendo
263
A su querido Titono
264
Y acaricia a su amigo,
265
Vemos, a la misma hora
266
el país iluminado,
267
Bajo la llama suprema
268
Del Dios de carro dorado;
269
Y parece ser que el rostro
270
De este dios que va virando,
271
Hace de esta ciudad
272
El honor de todo Oriente,
273
Y es que él se refleja en ella
274
Más que en ninguna otra parte
275
Estimándola por ser
276
La que más honor engendra
277
Más pompas y más delicias,
278
Que atraen dulcemente,
279
con sus alegres molicies
280
al humano entendimiento;
281
¿se vio nunca una ciudad
282
en placeres más fecunda
283
en honores y en banquetes
284
tanto duraba fortuna?
285
pero, así como la fuerza
286
de la celestial antorcha,
287
se esfuerza en atraer
288
lo más ligero del agua;
289
así como atrae el imán
290
a su acero y los tañidos
291
de la lira marinera
292
atraen a los pececillos,
293
así mismo las delicias
294
gracias y felicidad,
295
incitando cualquier vicio,
296
atraen nuestra desgracia.
297
¿Por qué, si no, infausta Troya,
298
honor de siglos pasados,
299
fuiste dada como presa
300
bajo el sino de los Dioses?
301
¿Por qué a tu Jasón, Medea,
302
no tuviste? ¿Y por qué
303
fuiste Ariadna, tú guiada
304
a sufrir una tal fe?
305
El vicio de las delicias,
306
A estas cosas os condujo
307
Y después de tal malicia
308
se consumió a sí mismo.
309
Ni Proteo en sus tiempos
310
apareció tan variable
311
y tampoco es tan mutable
312
el curso de nuestros vientos;
313
no varía tanto Tetis,
314
ni tanto el inconstante
315
se sitúa bajo sus leyes,
316
como la suerte, veloz
317
es convertida en desgracia
318
y sin que nos demos cuenta,
319
al viento es abandonada.
320
Cuando el cautivador toro
321
lanza luminosos dardos,
322
con su claridad divina
323
la rosa, al nacer, da a luz
324
su primer y último día.
325
El disfrute de lo bueno
326
no tiene lugar de ser.
327
El fruto vindicativo
328
del padre se ha esforzado
329
en matar a esa víbora
330
Para extinguirse después.
331
La alegría, que trae penas,
332
se aflige; después, la muerte
333
por la gustosa alegría
334
perjudica al mismo duelo.
335
Pues ese bien duradero
336
no es más que un monstruo del Cielo,
337
cuando cambia en miel la hiel
338
su voluntad favorable.
339
Si la santa voluntad
340
de los inmutables dioses,
341
liberada de inconstancia
342
sólo a ellos desconocida,
343
en este bajo hemisferio,
344
a un hombre quiere salvar,
345
entonces la suerte aciaga
346
No lo puede postergar,
347
y, a pesar de la amenaza,
348
acude a la batalla
349
muy a pesar de la espada
350
que polvo con sangre mezcla.
351
Cuando el cielo elige
352
a un hombre que admiramos
353
para así favorecerlo,
354
debemos decir seguro
355
que nunca habrá de temer
356
al océano furioso
357
pues parece ir a alcanzar
358
el alto umbral de los dioses.
359
Si se hunde en alta mar
360
al final va a vencer
361
ayudado por la aleta
362
del sosegado Delfín.
363
La guerra inmisericorde
364
que siega vidas humanas
365
teme el destino espantoso
366
de sus celestiales manos.
367
Ni las artes de Medea,
368
el veneno, la ponzoña,
369
ni esas bestias cuyo rico
370
vellocino fue guardado;
371
ni el iracundo león
372
que por el extraño bosque
373
va y somete con sus garras
374
a los más valientes hombres;
375
ni la ley que veneramos
376
porque mucho la tememos,
377
ni aquel severo verdugo
378
que al pálido hombre ahoga;
379
ni los fuegos que devastan
380
acosando al alto pino
381
ofenden a su fortuna
382
haciendo que permanezca
383
la constancia de los dioses.
384
Pero así es como el hombre
385
domina con su esfuerzo
386
y encierra bajo su fuerza
387
la cruel fuerza de la muerte.
388
Y a pesar de esta tropa
389
de hilanderas infernales,
390
mientras el cielo gobierne
391
hacia abajo no desciende.
392
Y cuando al final desciende
393
sin sufrir más grande mal
394
a un sueño que lo engulle,
395
para bien se va a ofrecer.
396
Pero ahora, si el destino,
397
árbitro de cada cual,
398
decide volver su suerte
399
contra el porvenir de alguno,
400
su cetro, bajo el que un pueblo
401
Se inclina siempre sumiso,
402
por fuerza fulminará
403
a rebeldes enemigos.
404
Que la riqueza inconstante,
405
báculo de este mundo
406
muy de repente rehúye
407
el honor y la excelencia;
408
ni la fortuna obstinada,
409
ni el tiempo que todo siega
410
van a poder impedir
411
ese terrible destino.
412
El poder de nuestros dioses
413
sirve aquí de testimonio
414
pues la agraciada fortuna
415
se despeña de este modo.
416
¿Quién era, pues, Marco Antonio?
417
¿Cuál era, acaso, el honor
418
de nuestra muy noble Reina
419
digna de tal dadivoso?
420
De ambos, uno miserable
421
que a su destino cedió
422
y con muerte lastimosa
423
su final adelantó;
424
la otra, aún quejumbrosa
425
intenta juntar las fuerzas
426
para no estar más cautiva,
427
y matarse libremente.
428
Esta tierra honorable,
429
este país afortunado
430
ve ¡en mala hora! importunar
431
su suerte perecedera.
432
Tal es el destino cruel
433
de los inmutables Cielos,
434
de tal modo nos alcanza
435
el desfavor de los Dioses.


Acto II

Octavio, Agripa, Proculeyo

Octavio
436
En todo el orbe del Cielo rodeado,
437
tanto favor de los propicios dioses
438
a nadie, sino a mí, puede ser dado:
439
Pues, además de ser dueño y ser Rey
440
de tantos bienes, parece que el Cielo
441
Que todo lo encierra bajo su imperio,
442
Me haya hecho de su bóveda bajar,
443
Para hacerme su enviado universal.
444
Sobre esperanza de posteridad
445
recordando a mis vástagos mi gloria,
446
por haber vencido el furor de Antonio,
447
Antonio, digo, de todos odiado.
448
Sobre el honor que Roma me prepara
449
por galardón de tan feliz conquista,
450
ya el cielo viene a tender, me parece,
451
sus curvos brazos, para en sí acogerme
452
y que el mundo encerrado en sus esferas
453
parezca para un César poca cosa.
454
Ora lo deseo, ora más bien
455
unirme mi nombre al de los santos dioses.
456
Nunca la tierra, en todo azarosa
457
Se muestra enteramente afortunada,
458
pues las desgracias con dicha se pagan,
459
y la dicha cobra infelicidad.

Agripa
460
Pero, ¿y esas palabras?

Octavio
¿Quién creyera
461
que después del honor de tal victoria
462
dolor, llanto, preocupación y queja
463
hubieran alcanzado al mismo César?
464
Pues a menudo me encuentro en solitario
465
llorando con pesar a Marco Antonio
466
Que en nuestra tierra recibió honores
467
Y que fue mi compañero en guerra,
468
Mi aliado, mi cuñado, mi sangre
469
Y que tenía el mismo rango aquí
470
Que el César. Sin embargo, por rencor
471
De la mutable y traidora fortuna,
472
Vemos ya que su cuerpo ensangrentado
473
este lugar tristemente ha manchado.
474
¡Ay, mi amigo!

Proculeyo.
Orgullo y bravatas
475
Han hecho a Antonio como a otro Encélado
476
Quien queriendo aún atacar a los dioses,
477
sintió cuán poderosa era su diestra
478
con un golpe no lanzado por los cielos,
479
sino por tu mano, diestra en venganzas.
480
¿De que os quejáis, si justo es el orgullo
481
Que así ha dado su pago a un orgulloso?

Agripa
482
Tal es orgullo, que con desgracias premia
483
a todo aquel soberbio y desgraciado.
484
Así como una ola lo rebulle,
485
cuando el Norte lo bulle en el mar,
486
no para de correr y resbalar,
487
Dde dar vueltas, girar y levantarse,
488
hasta llegar, furioso, a la riva
489
espumeante, clamando su muerte:
490
Así, a los que engaña el orgullo,
491
no paran de comportarse así,
492
correr, girar, hasta ser arrojados
493
contra el borde de su felicidad.
494
Bastaba el orgullo para que Antonio
495
se derrumbase con su pobre Reina,
496
pero el lascivo amor y las delicias
497
lo encadenaron a mayor suplicio;
498
tanto que no sé cómo estos viciosos
499
se han cegado así con negra cinta
500
y no han sabido ver los cien augurios
501
que presagiaban sus futuras cuitas.
502
La caída de Antonio, ¿no la vieron
503
pronosticada en la antigua Pisauro
504
defendida por soldados de Antonio
505
y que fue devorada por la tierra?
506
¿y no vieron en Alba una imagen
507
sudando un tiempo?,¿vieron la tormenta
508
que rodeaba la ciudad de Patras,
509
mientras en Patras se hospedaba Antonio,
510
y que por los aires estalló el fuego
511
haciendo pedazos Heraclion?
512
¿No vieron en el teatro de Atenas
513
donde en vano se mostraban las cuitas
514
de los gigantes mientras ellos iban
515
a unirse con la roca siendo roca,
516
la imagen del Dios Baco lanzada
517
por los vientos, que fuerte la rompieron
518
puesto que Baco de Antonio era el guía?
519
¿Acaso no se vio una infausta llama
520
romper de Eumenes y Atalo la imagen
521
dedicada a Antonio en aquel lugar?
522
¿Tantas voces gritando fatalmente,
523
tantas entrañas y prodigios tristes,
524
tantos cuervos y siniestras cornejas
525
tantas cimas derruidas, hechas polvo?
526
¿Qué, sino tu cólera, demostraban?
527
¿Quién debía combatir tal escollo?
528
¿Quién dirigía la nave de Cleopatra
529
Que le puso el mismo nombre de Antonio,
530
donde a la golondrina expulsó
531
la golondrina, cerrando los ojos,
532
no vieron más lo que detrás venía?
533
Presume, habiéndolos perseguido
534
cual vengador de Dioses ofendidos;
535
complácete y báñate en su sangre,
536
con sus hijos ensangrienta el campo,
537
lija su nombre, borra su memoria;
538
persigue, persigue hasta el fin tu gloria.

Octavio
539
¿No quiero acaso perseguir mi gloria,
540
y mi trofeo al mundo entregar?
541
¡Antes, antes de que el caudal furioso
542
se hinche de nuevo en el seno agitado!
543
El cuidado es el que con la queja
544
que hacía de la otra vida extinta,
545
me reconcome; pero mayor huella,
546
de mis honores pues, perdurará
547
porfiando el tiempo, si esta Dama,
548
que a Marco Antonio consumió en sus llamas,
549
fuera en triunfo a mi ciudad llevada.

Proculeyo
550
Pero, ¿podría a Roma ser llevada
551
si su único y particular deseo
552
es escoger su muerte libremente?
553
¿No sabéis que cuando fuimos
554
con trampas a su patio y escalamos
555
viéndome de repente en dicho patio
556
su fiel doncella dijo, pues, gritando:
557
“¡Oh, pobre Reina! ¿Te han cogido viva?
558
¿Vives aún para morir cautiva?”
559
Y que ella, así por tal voz transportada
560
quiso cortar el hilo de su vida,
561
con una cimitarra allí pendida
562
si yo no se lo hubiera impedido
563
defendiendo su pecho amenazado
564
por su brazo asesino ya izado?
565
¿Acaso no sabéis que desde entonces
566
ella está extremadamente enferma,
567
y que ha fingido no poder comer,
568
para que el hambre la devore al fin?
569
¿No pensáis, pues, que tras tales finezas
570
encontrará el camino de la muerte?

Agripa
571
Más valdría de cerca vigilarla,
572
sondar, correr, espiar y afanarse,
573
que la vista guardiana del pastor
574
No se parase sobre su Inaquiana.
575
¿Nos perjudicará reconfortarla,
576
Y llevar su flaqueza con dulzura?
577
Así, desaparecerán las ganas
578
de hacer cambiar su vida en triste muerte:
579
Así, su vida con dicha tratada,
580
no podrá ver su rueca detenida:
581
Así, así hasta Roma ella irá;
582
así tu preocupación concluirá.
583
En cuanto a tu llanto, ¿lloras a aquel
584
que a todas horas fue causa de enojos,
585
que nació, sin tu divina potencia,
586
sólo para tu ruina y la nuestra?
587
¿Recuerdas que, para seguir tu guerra
588
fuiste odiado por toda nuestra tierra,
589
que se irritaba y se te amotinaba
590
negando someterse a tu ley,
591
porque para a Antonio combatir,
592
tomaste un cuarto de los patrimonios
593
de los hombres libres y hasta un octavo
594
de las posesiones de los esclavos,
595
tanto que ya viéndose defraudada
596
casi Italia se había sublevado?
597
Pero ¿cuál era la queja redoblada
598
con la que a los romanos intentaba
599
excitar, con Lépido tu exiliado?
600
¿Recuerdas ese terrible ejército
601
que contra nosotros había lanzado?
602
¿Tantos Reyes que lo iban a seguir
603
y vinieron después a rescatarnos?
604
¿Pensaban aposta ellos fulminarnos
605
para después deplorar nuestra ruina?
606
¿El Rey Boco y el Rey de Cilicia,
607
Arquelao, el Rey de Capadocia,
608
y Filadelfio y Sadalo de Tracia,
609
Mitridates, la menor amenaza
610
que usaban era en triunfo llevar
611
nuestros despojos y botín de guerra,
612
para ofrecer ufanos a los Dioses
613
y tantos sacrificios dedicarles?
614
Este es el llanto de un adversario
615
después de la muerte del enemigo.

Octavio
616
¡Oh, noble Agripa, o aún mejor,
617
fiel Acasto! ¿Era de estos ojos
618
digno un llanto así? ¿Llanto que afemina
619
la ya de por sí afeminada ruina?
620
No, las quejas al rigor le cederán,
621
bañemos corazón y armas en sangre,
622
y deseemos al rival cien vidas,
623
que le sean más fuerte arrebatadas;
624
en cuanto a la reina, habrá que calmarla
625
suavemente y que su mano se guarde
626
de desterrar su alma sediciosa
627
más allá de las aguas del olvido.
628
Desde ahora voy a esforzarme en ello
629
y borrar de la muerte su deseo:
630
Suele el engaño forzar al esfuerzo.
631
mientras, fiel Agripa, ve con tus asuntos,
632
y tú, leal mensajero Proculeyo,
633
sondea muy bien lo que la alada Fama
634
hace que corra por Alejandría
635
dando vueltas, ora a gritos y voces,
636
ora más bajo, el rumor musitando,
637
nunca lejos de tales aventuras.

Proculeyo
638
Cumpliré por doquier con mi deber
639
Tanto que de mí, se jactará César.
640
¡Oh! Si ahora me toca elevar mi alma
641
Y solamente en mí mismo pensar,
642
miserable cien veces es aquél
643
Que en este mundo vive sin apoyo:
644
Y da igual que estén hartos de vivir
645
los que están perseguidos por el sino,
646
pues yo, así contento de mi suerte,
647
estoy enojado de vivir tanto.
648
¿Dónde estás, Muerte, puesto que fortuna
649
no es bajo el Cielo más que infelicidad?
650
Mira a los grandes, que con su cabeza
651
parecen desafiar a la tormenta:
652
¿Qué ventura, por una frágil gloria?
653
Mil serpientes concomen su memoria;
654
mil desvelos, mezclados de temores;
655
deseos sin fin, ningún contento.
656
Desde que el Cielo hace girar su rayo,
657
parece que sobre ellos se abalanza.
658
Desde que Marte resuena en su tierra,
659
parece que les roba la corona.
660
Desde que la peste amaga su reino,
661
parece que amenaza su cabeza.
662
En fin, no pueden pensar en la muerte,
663
sin suspirar, turbarse y ofenderse,
664
pues deberán abandonar su gloria,
665
con la muerte y enterrar su recuerdo.
666
Aquel que solitariamente busca
667
en unos pocos bienes su contento
668
no se altera, no, si la fatal Parca
669
le hace pensar en la última barca.
670
No se altera, no, si Cielo y onda
671
se embrollan juntos en el Caos del mundo.
672
Tal es, entonces, la mediocridad
673
donde reside la felicidad:
674
Mas ¿por qué este discurso me entretiene
675
cuando concluir mis asuntos conviene?
676
Aína mi mensaje llegará
677
Que siempre tarde un hombre muda en sabio.

Coro
678
Estrofa
Nada tiene más vicioso
679
el poco potente espacio
680
de la humilde y baja tierra,
681
esclava de estos cielos,
682
Que el orgullo, que es odiado
683
por el cielo, su maestro.
Antiestrofa.
684
Orgullo, que hace polvo
685
la roca más altiva,
686
orgullo por quien el rayo
687
armó de dioses la mano
688
y que viene a deshacerse
689
a sí mismo como pago.
Estrofa
690
¿De quién no son conocidas
691
las varias razas del Sol,
692
que se enfrentan en las nubes
693
con aparato soberbio,
694
y con montañas llevadas
695
una sobre otra encastadas?
Antistrofa.
696
La tormenta que arremete
697
adversaria del orgullo,
698
despedazó su cabeza,
699
que luego encontró refugio
700
detrás de la muerte amarga
701
en el vientre de su madre.
Estrofa
702
¿Quién no conoce al sabio
703
que, demasiado audaz,
704
robó el secreto del fuego
705
en el carro de los cielos
706
buscando por arrogancia
707
su propio arrepentimiento?
Antistrofa
708
Que lo viésemos ahora
709
sobre la montaña Escita
710
en donde el buitre devora
711
su antiquísima entraña:
712
pues ese pecho que vemos
713
es su presa más eterna.
Estrofa.
714
¿Quién a Ícaro no conoce,
715
el que le dio nombre al mar,
716
hijo del dios de Patar
717
el mismo que con su carro
718
vino a iluminar el mundo
719
hasta que cayó en las ondas?
Antistrofa
720
Las ruinas de éstos dos
721
nos demuestran el furor
722
de manos santas, divinas
723
que habrían de dar horror
724
al orgullo, que ha de ser
725
castigado con su diestra.
Estrofa
726
¿Acaso no vieron la ola
727
y su agitado regazo
728
cuando el Aquilón errante
729
se vuelve tempestuoso
730
hasta elevar sus crestas
731
al lugar de las tormentas?
Antistrofa
732
Vean la audacia de Febo
733
enfureciéndose así
734
e iluminando la huella
735
que su carro va trazando
736
bajo esas flechas blondas
737
hasta hundirse en las ondas.
Estrofa
738
¿Que no han visto la copa
739
bien frondosa de un árbol,
740
o hasta la casa de mármol
741
que parece haber querido
742
despreciar, siendo altiva
743
la otra casa cercana?
Antistrofa
744
Que vean un fuego celeste
745
arrancando esta cima
746
y barrenar la muralla
747
derrumbando el palacio,
748
de la cabeza a los pies
749
castigado y destrozado.
Estrofa
750
¡Oh, dioses! que venga a ver
751
el desconsuelo y dolor
752
de esta, mi querida Reina,
753
que ha humillado su orgullo;
754
Reina que a causa del vicio
755
recibe el más gran suplicio
Antistrofa.
756
¡Y él verá a la Diosa
757
lanzarse así de hinojos,
758
y verá al ama esclava,
759
¡triste! lamentar su mal.
760
Y que su voz medio muerta
761
necesita de sustento.
Estrofa.
762
Ella, que tan orgullosa
763
llevaba el nombre de Isis,
764
que de blancura pomposa
765
ricamente se vestía
766
igual que Isis la antigua
767
divinidad egipcíaca.
Antistrofa
768
Hela aquí, casi en camisa
769
que ella va desgarrando,
770
llorando a los pies de César
771
se ha puesto y está arrancando
772
a su pecho decaído
773
su inútil imploración.
Estrofa
774
¿Qué corazón, qué cabeza,
775
qué rigor podría acaso
776
no sentirse ofendido
777
cuando así se observase
778
el retorno miserable
779
de la mudable fortuna?
Antistrofa
780
Y César, ¿tú de qué modo,
781
viéndola sin su virtud,
782
viéndola ya medio muerta,
783
sostienes las embestidas
784
que te da ahora la piedad
785
y te aturde fuertemente?
Estrofa
786
Ya ves cómo una gran Reina,
787
esa misma que guiaba
788
a tu compañero Antonio
789
y mandaba por doquier,
790
se estimaría con suerte
791
si tú quisieras matarla.
Antistrofa
792
¡Miserable, Cleopatra!
793
¡Miserable! ¿qué desgracia
794
viene a destruir tus placeres
795
cambiándolos en dolor?
796
Miserable, (oh, dama),
797
¿Puedes sostener tu alma?
Estrofa
798
¿Por qué, por qué, oh, fortuna,
799
¡fortuna de ojos cerrados!,
800
eres tú tan importuna?
801
¿Por qué no tiene descanso
802
El cruel vuelo del tiempo
803
que embrolla y cambia los hechos?
Antistrofa
804
¿Qué devasta mientras vuela
805
los más altivos castillos?
806
¿Quién a príncipes ultraja
807
haciendo rodar su hoz,
808
segando igual que la hierba
809
hasta a los más orgullosos?
Estrofa
810
A nadie perdona, a nadie,
811
hácese y se deshace
812
se sorprende a sí mismo,
813
presume de lo que ha hecho,
814
después condena su pena
815
y contra ella se revuelve.
Antistrofa
816
Sólo frente a la virtud
817
el acero pierde el filo;
818
además de tal combate,
819
el tiempo lo dalla todo;
820
que el orgullo tentador
821
da a su guadaña la fuerza.


Acto III

Octavio, Cleopatra, el Coro, Seleuco

Octavio
822
¿Quizás queréis excusar vuestros actos?
823
¿Pero de qué sirven esas palabras?
824
¿No está claro que intentabais hacer
825
de César vuestro rival como fuere,
826
Y que, atrayendo sola a vuestro amado,
827
hicisteis de él mi enemigo mortal,
828
urdiendo así una horrible tormenta
829
con la que pensabais volverme loco?
830
¿Qué decís?

Cleopatra
¡Oh, qué triste sufrimiento!
831
¡Pobre de mí, qué diré! Pues mis lágrimas
832
Harto hablan, buscando no la justicia
833
sino el buen servicio de la clemencia.
834
Por tanto, César, si me es posible
835
sacar de un alma tan angustiada
836
mi ronca voz, de suspiros mezclada,
837
escucha a la esclava desconsolada,
838
que no funda su esperanza en palabras,
839
sino en tu piedad que ya me consuela.
840
Piensa, pues, César, cuán poderoso es
841
un amor traidor, y en sus placeres,
842
y piensa aún que mi débil coraje
843
no habría soportado, sin tanto amor,
844
entre vosotros dos esas batallas
845
que repercuten sobre mi cabeza.
846
Pero mi amor, permitir me forzaba
847
tan crueles guerras, y prometer
848
toda la ayuda, puesto que había
849
que romper la paz y que combatir,
850
o separar a Antonio y Cleopatra.
851
Separar, ¡mísera! Que esa palabra
852
me hace desfallecer, y de la Parca
853
el asedio sufrir. ¡Ay, César, ay!

Octavio
854
Si no fuera ahora tan bondadoso,
855
podríais fingir aún mayor dolor,
856
para volverme aún más bondadoso.
857
¿qué? ¿acaso no quiero ser piadoso?

Cleopatra
858
¡Fingir! ¡pobre de mí! ¡Ah!

Octavio
Si quejarse
859
Tan fuerte no es morir, sólo es fingir.

Coro
860
El dolor
861
Que desgracia
862
Nos provoca
863
No parece
864
Tan terrible
865
Al que libre
866
no lo siente;
867
mas la queja
868
mejor suena
869
si decimos
870
que es fingida.

Cleopatra
871
Si el dolor cautivo en mi corazón
872
No superase esta última queja
873
No verías así a tu pobre esclava;
874
pero igualar no puedo a la congoja
875
que me desgarra dentro, crepitante,
876
mi llanto, quejas y ardientes suspiros.
877
¿Te admiras si el verbo “separar”
878
ha hecho a mis fuerzas flaquear?
879
¡Separar, Dioses, separar lo vi,
880
y no pude remediar esas guerras!
881
¡Más te valdría (oh, cautiva robada)
882
haberte separado incluso en vida!
883
Hubiera así impedido guerra y muerte,
884
y habría dado a mi suerte una esperanza,
885
pues forma hubiera habido y lugar
886
de esperar ver su rostro en puridad:
887
Pero, cientos de veces desgraciada,
888
he sufrido yo esta guerra odiosa:
889
por esta horrible guerra, he perdido,
890
he perdido todo: mi tierra y bienes:
891
Y así he visto a mi vida y mi sustento,
892
mi suerte, mi todo, darse a la muerte,
893
y mientras sangrando, ya frío y lívido,
894
yo le calentaba con mis lágrimas,
895
separándome a medias de mí
896
al separar la muerte a mi amado.
897
¡Dioses, Dioses! ¡Grandes Dioses!

Octavio
¿Qué es esto?
898
¿la constancia está exenta de congoja?

Cleopatra
899
Constante soy; separada me siento,
900
pero no pueden separarme más:
901
la pálida muerte me hará justicia
902
pronto Plutón me abrirá su casa,
903
donde incluso el dardo, que me toca
904
mi boca juntará con otra boca.
905
Si me mataran, el dolor tonante
906
del golpe me haría tal bien,
907
que no me importaría ver brotar
908
mi sangre púrpura y mi alma partir.
909
Mas me quitáis la ocasión de morir
910
y para morir mi esfuerzo decae
911
y languidece de hora en hora en mí,
912
tanto que habrá que vivir con tristeza;
913
he de vivir, no temas que me mate:
914
Para matarme me falta la fuerza.
915
Pero, como he de alargarme la vida,
916
y que de vivir las ganas me vuelvan,
917
al menos, César, mira a esta apocada
918
que a tus pies de nuevo se ve postrada.
919
Por lo menos, César, con estas lágrimas
920
enternécete, para perdonarme.
921
Que de este modo la piedra bien se horada,
922
¿En tu corazón, no tendrán efecto?
923
¿No te emocionaron aquellas cartas
924
que ante tus ojos puse anteriormente,
925
cartas, te digo, por tu padre escritas,
926
testimonio cierto de nuestro amor?
927
¿No ha cambiado, pues, tu disposición
928
al mostrarte, tantas, tantas imágenes
929
de tu propio padre, leal a mí,
930
que recibirá tanto mal de su hijo?
931
Quien en su triunfo se venga hasta el fin,
932
suele limitar bien pronto su gloria.
933
Ten piedad, que tus aceros perdonen
934
A los hijos que con Antonio tuve.
935
¿Podrías ver el horror de una madre
936
si asesinaran a los que estos pechos,
937
que ahora ves flacos y desgarrados
938
y que empeorarán cien veces más,
939
amamantaron? ¿oirías sin más
940
los duros gemidos de ambas partes?
941
No, César, conténtate con el padre,
942
deja a los hijos y madre vivir
943
en esta pena impuesta por los Dioses.
944
¿Fuimos alguna vez tus enemigos,
945
para no perdonar, tan enconados
946
si el trofeo se nos hubiera entregado?
947
En cuanto a mí, y las faltas cometidas,
948
Antonio dirigía mis movimientos,
949
pobre, induciéndome a tantas penas.
950
¿Me habría alejado yo de Antonio?

Octavio
951
Así piensa uno reparar su crimen
952
mas se conduce de abismo en abismo:
953
Excusándoos, aunque ventajosa
954
os mostréis, os perjudicáis aún más,
955
irritándome con vuestras excusas,
956
siendo yo amigo de la verdad sólo.
957
Y en este lugar debo detenerme
958
a desmentir esta inútil excusa;
959
¿podríais acaso negar que vos fuisteis
960
quien hizo irse a mi hermana de Atenas
961
cuando, temiendo que Antonio, su esposo,
962
se entregase a su mujer más que a vos,
963
lo apacentasteis con mañas y argucias
964
con diez mil caricias y aún más finezas?
965
Tan pronto adrede en cama enflaquecíais,
966
tan pronto adrede vos palidecíais,
967
tan pronto vuestras lágrimas corrían,
968
desde que un tiro de arco os alejaba,
969
manteniendo artificios y hechizos,
970
con vuestros actos, o alguna poción;
971
hasta encargar a los aduladores
972
que envenenaran a vuestro Antonio,
973
engañándolo con frívolas quejas,
974
y haciéndolo ceder en su provecho.
975
“¿Qué? decían, ¿sois el asesino
976
de un pobre espíritu, del que sois guía?
977
¿se debe ofender con vos la Nobleza
978
cuyo rigor no repara en aquella
979
que os hace el centro de sus pensamientos?
980
¡Oh! ¡qué mal, si a vos están dirigidos!
981
Octavia lleva el nombre de la esposa,
982
y ésta de aquí, cuya celosa llama
983
impide pues un rápido prestigio,
984
será la amante en su país nombrada,
985
esta diosa, a quien rinden homenaje
986
tantos países que su herencia son”.
987
Tanto poder tuvieron vuestras mañas,
988
y de aquellos las quejas lisonjeras,
989
que Octavia, su mujer y mi hermana,
990
Fue expulsada, y expulsó vuestra suerte.
991
¿Os calláis? ¿deseáis escoger
992
una excusa más para sosegarme?
993
¿y los abusos contra los romanos,
994
que en secreto escapaban de las manos
995
de vuestro Antonio, mientras vuestra rabia
996
redoblaba ultraje tras ultraje?
997
¿Qué decís del bonito testamento
998
que Antonio había puesto en secreto
999
en manos de las vírgenes Vestales?
1000
Males que fueron caminos fatales
1001
de vuestro infortunio. Y ahora, poco hábil,
1002
queréis todavía ser perdonada.
1003
Contentaos, Cleopatra, y pensad
1004
que ya ha habido bastante perdón
1005
manteniendo la rueca de unas vidas,
1006
que a vuestros hijos no serán sajadas.

Cleopatra
1007
Ahora, César, me acuso miserable,
1008
excusándome de esta excusa,
1009
reconociendo que tu piedad sola,
1010
puede a tu enemistad ponerle freno:
1011
Que ya hacia mí tan fuerte se dirige
1012
que no quieres hacer de mí una ofrenda
1013
a los Dioses umbríos, ni de los hijos
1014
que he llevado en estas entrañas.
1015
Mi poder se limita a este poco,
1016
rindo, rindo gracia a tu majestad;
1017
y para dar a César testimonio,
1018
de que soy suya y de corazón,
1019
quiero, César, descubrirte mi oro,
1020
plata y los bienes, que son mi tesoro.

Coro
1021
Cuando la servidumbre
1022
encadenando el cuello
1023
bajo un rudo yugo
1024
va atormentando al hombre
1025
sin que se le amenace
1026
con una ceja arqueada,
1027
y sin que se le fuerce
1028
al pobre encadenado,
1029
sobrado testimonia,
1030
sobrado se contiene,
1031
sobrado se apresura,
1032
urgido por el miedo.
1033
Tal es naturaleza
1034
de los siervos vencidos;
1035
ni el hijo de Jápeto
1036
sufrió por tanto mal.

Octavio
1037
El gran tesoro, la antigua riqueza
1038
de que me habláis, muestran la nobleza
1039
de vuestra raza; y si yo no fuera
1040
señor de todo lo que hay en la tierra,
1041
protestaría para que esos bienes
1042
cambiaran de mano súbitamente.

Seleuco
1043
César, si la más humilde persona
1044
osa su voz dirigir a tu alteza
1045
¿cómo puedes estimar el tesoro
1046
que mi princesa ha querido nombrarte?
1047
¿Piensas acaso, si oso decirlo,
1048
que su tesoro sea tan poca cosa?
1049
Ninguna Reina que a tu ley se incline
1050
es tan rica en tesoros y poder
1051
que pueda igualar a Cleopatra,
1052
pues una casa rural en el campo
1053
no puede igualar a un fiero castillo
1054
o un montículo a la helada roca.
1055
Aquella que doblega a todo Egipto,
1056
y atraviesa del fértil Nilo el agua,
1057
ante la que el judío y el fenicio
1058
también el árabe y el ciliciano,
1059
antes de que tu rayo nos cayera,
1060
solían postrar hinojos de vasallo,
1061
¿quien gobernaba de Antonio el tesoro,
1062
la que excedía en lujo a todo el mundo
1063
acaso tendría sólo ese tesoro?
1064
Cree, César, que sigue bien guardado
1065
Lo mejor de sus bienes y su oro.

Cleopatra
1066
¡Ah, falso asesino, falso traidor!
1067
Te arrancaré el pelo de la cabeza.
1068
¡plegue a los dioses que sean tus sesos!
1069
Toma, traidor.

Seleuco
¡Dioses!

Cleopatra
¡Ser despreciable!
1070
¡Un siervo, un siervo!

Octavio
¡Cosa admirable
1071
De un terrible corazón!

Cleopatra
¿me acusas?
1072
¿Me tenías por viuda de mi virtud
1073
Igual que de Antonio? ¡ah, ah! Traidor.

Seleuco
1074
Retenla, ¡recio César!

Cleopatra
He aquí
1075
mis favores. ¡oh! Tal dolor me aflige
1076
que le da una fuerza a mi corazón
1077
que me parece que podría hendir
1078
tus huesos con mi puño, y tus costados
1079
a patadas.

Octavio
¡Oh, qué áspero coraje!
1080
Nada hay más furioso que la rabia
1081
De un corazón de mujer. ¿Qué, Cleopatra?
1082
¡Ya os habéis hartado de golpearle!
1083
Huye, amigo, huye.

Cleopatra
¿Pero entonces, qué?
1084
Mi emperador, ¿trastorno hay aún mayor
1085
que el que este bandido me provoca?
1086
Su cobardía admira a tu espíritu,
1087
como creo, al ver que, Reina de aquí,
1088
soy acusada así por mi vasallo,
1089
que tú, César, te dignaste visitar,
1090
y con tu voz incitaste a la calma.
1091
¡Hé! Si hubiera yo guardado mis joyas
1092
y algunos de mis ropas reales,
1093
¿lo habría hecho por mí, ¡ay, desgraciada!
1094
Yo, que ya no tengo interés por mí?
1095
Pero era tanta la esperanza mía
1096
de a Octavia y Livia estas joyas dar
1097
para atraerme así su piedad
1098
y (no siendo ingratas por mis presentes)
1099
ante el gran César, abogar por mí.

Octavio
1100
No temáis. Yo quiero que ese tesoro
1101
siga siendo vuestro. Así que animaos
1102
viviendo entonces vuestro cautiverio
1103
Como la mayor de las fortunas.
1104
Adiós: y pensad que sólo los males
1105
se reciben si se piensa tenerlos.
1106
Me voy.

Cleopatra
Que el destino os sea favorable,
1107
tal como a mí me está siendo funesto.

Coro
1108
¿Hacia dónde corréis, Seleuco, dónde?

Seleuco
1109
Corro huyendo de la ira venenosa.

Coro
1110
¿Qué ira? ¡Eh Dios! ¡Si también nos toca!

Seleuco
1111
No huyo de César ni huyo de sus hombres,

Coro
1112
¿Qué puede hacer entonces la Fortuna?

Seleuco
1113
No es eso, sino la ofensa a una…

Coro
1114
¿Acaso hemos ofendido a la Reina?

Seleuco
1115
No, yo he ofendido a nuestra Reina

Coro
1116
¿Qué desgracia ha causado tu ofensa?

Seleuco
1117
¿de qué sirve mi falta o mi inocencia?

Coro
1118
Habla, que a nadie perjudicará.

Seleuco
1119
Decirlo, nada aporta a la ciudad.

Coro
1120
En cualquier caso, has llegado a la puerta.

Seleuco
1121
En cualquier caso, ya me han castigado

Coro
1122
Siendo castigado, ¿estarás en paz?

Seleuco
1123
Siendo castigado, más me desprecio,
1124
y siento una furia en mi interior,
1125
amenazando porque tal disgusto
1126
hará sufrir sin fin mi alma furiosa.
1127
Cuando la Reina, triste y valiente
1128
ante César me ha tirado del pelo,
1129
y mi cara ha golpeado con su puño,
1130
si me hubiera dejado muerto en tierra,
1131
se hubiera adelantado a mi deseo,
1132
pues la muerte no habría sido tan dura
1133
como la eterna y mordiente herida
1134
que desde ahora me aflige en lo más hondo
1135
por ofender a mi reina y señora.

Coro
1136
Pero, qué dicha otorga
1137
el cielo que nos gobierna
1138
a aquella persona que,
1139
ya contenta de su suerte,
1140
por codicia no abusa
1141
de su libertad dichosa
1142
y no está su voz sumisa
1143
al yugo y al duro lazo
1144
de persecución terrestre.
1145
Pues son las grutas salvajes,
1146
lindas alfombras de hierba,
1147
los árboles con sus brotes,
1148
los cantantes riachuelos,
1149
y la garganta locuaz
1150
de la dulce Filomela,
1151
que espera la primavera,
1152
sus bienes y sus recreos.
1153
sin que el alma alto volando
1154
del mayor deseo ardiendo
1155
siga orgullosas armadas,
1156
y, ofendiendo a sus Reyes,
1157
tenga magra recompensa,
1158
en el fuego, espada u horca,
1159
o en mil remordimientos
1160
por mil muertes provocados.
1161
Si la inconstante fortuna
1162
oportuna es en el día
1163
en la noche es importuna.
1164
El tiempo, atrás no vuelve;
1165
todo lo rige fortuna,
1166
entregándole hoy la cuerda
1167
al que ayer había contado
1168
entre sus grandes amigos.
1169
Lo que sea, muerte o pena
1170
el sol consigo nos trae
1171
cuando nos trae su día;
1172
que Fortuna permanezca,
1173
o por muerte dolorosa
1174
se haga aún más breve:
1175
el que arde de deseo
1176
siempre se deja atrapar.
1177
Ario, de esta ciudad mismo,
1178
Que jamáis había sentido,
1179
este inútil ardor,
1180
este filósofo cano,
1181
que despreciaba la pompa
1182
con que esta ciudad se engaña,
1183
en lo peores momentos
1184
recibió dicha y bondad.
1185
César, al hacer su entrada,
1186
por la cordura mostrada,
1187
la suerte y felicidad,
1188
la razón y la verdad
1189
que este maestro tenía,
1190
lo hizo sentar a su diestra
1191
para que apareciera
1192
cual milagro entre nosotros.
1193
Seleuco, que de la Reina
1194
recibía el patrimonio
1195
en parte, y que llevaba
1196
el gobierno, hoy recibe,
1197
además de esta fortuna
1198
que a todos nos es común,
1199
mayor infelicidad
1200
que nuestra cautividad.
1201
Pero ahora, de mi Reina
1202
este enfado nos presagia
1203
que su intención ha cambiado,
1204
que la asesina Atropos
1205
no sufrirá que llevemos
1206
a mi fuerte Reina a Roma,
1207
que ella quiere con sus manos,
1208
huir de fieros romanos.
1209
Aquella cuya constancia
1210
ha tomado la venganza
1211
del siervo, y cuyo furor
1212
no temió a su Emperador,
1213
creed que antes la espada
1214
verá en su sangre bañada
1215
que por sufrir algo menos
1216
se ofrezca a la deshonra.

Seleuco
1217
¡O santas palabras!, ¡verdad certera!
1218
Como los dados es la suerte humana.


Acto IV

Octavio, Cleopatra, el Coro, Seleuco

Octavio
1219
¿Quizás queréis excusar vuestros actos?
1220
¿Pero de qué sirven esas palabras?
1221
¿No está claro que intentabais hacer
1222
de César vuestro rival como fuere,
1223
Y que, atrayendo sola a vuestro amado,
1224
hicisteis de él mi enemigo mortal,
1225
urdiendo así una horrible tormenta
1226
con la que pensabais volverme loco?
1227
¿Qué decís?

Cleopatra
¡Oh, qué triste sufrimiento!
1228
¡Pobre de mí, qué diré! Pues mis lágrimas
1229
Harto hablan, buscando no la justicia
1230
sino el buen servicio de la clemencia.
1231
Por tanto, César, si me es posible
1232
sacar de un alma tan angustiada
1233
mi ronca voz, de suspiros mezclada,
1234
escucha a la esclava desconsolada,
1235
que no funda su esperanza en palabras,
1236
sino en tu piedad que ya me consuela.
1237
Piensa, pues, César, cuán poderoso es
1238
un amor traidor, y en sus placeres,
1239
y piensa aún que mi débil coraje
1240
no habría soportado, sin tanto amor,
1241
entre vosotros dos esas batallas
1242
que repercuten sobre mi cabeza.
1243
Pero mi amor, permitir me forzaba
1244
tan crueles guerras, y prometer
1245
toda la ayuda, puesto que había
1246
que romper la paz y que combatir,
1247
o separar a Antonio y Cleopatra.
1248
Separar, ¡mísera! Que esa palabra
1249
me hace desfallecer, y de la Parca
1250
el asedio sufrir. ¡Ay, César, ay!

Octavio
1251
Si no fuera ahora tan bondadoso,
1252
podríais fingir aún mayor dolor,
1253
para volverme aún más bondadoso.
1254
¿qué? ¿acaso no quiero ser piadoso?

Cleopatra
1255
¡Fingir! ¡pobre de mí! ¡Ah!

Octavio
Si quejarse
1256
Tan fuerte no es morir, sólo es fingir.

Coro
1257
El dolor
1258
Que desgracia
1259
Nos provoca
1260
No parece
1261
Tan terrible
1262
Al que libre
1263
no lo siente;
1264
mas la queja
1265
mejor suena
1266
si decimos
1267
que es fingida.

Cleopatra
1268
Si el dolor cautivo en mi corazón
1269
No superase esta última queja
1270
No verías así a tu pobre esclava;
1271
pero igualar no puedo a la congoja
1272
que me desgarra dentro, crepitante,
1273
mi llanto, quejas y ardientes suspiros.
1274
¿Te admiras si el verbo “separar”
1275
ha hecho a mis fuerzas flaquear?
1276
¡Separar, Dioses, separar lo vi,
1277
y no pude remediar esas guerras!
1278
¡Más te valdría (oh, cautiva robada)
1279
haberte separado incluso en vida!
1280
Hubiera así impedido guerra y muerte,
1281
y habría dado a mi suerte una esperanza,
1282
pues forma hubiera habido y lugar
1283
de esperar ver su rostro en puridad:
1284
Pero, cientos de veces desgraciada,
1285
he sufrido yo esta guerra odiosa:
1286
por esta horrible guerra, he perdido,
1287
he perdido todo: mi tierra y bienes:
1288
Y así he visto a mi vida y mi sustento,
1289
mi suerte, mi todo, darse a la muerte,
1290
y mientras sangrando, ya frío y lívido,
1291
yo le calentaba con mis lágrimas,
1292
separándome a medias de mí
1293
al separar la muerte a mi amado.
1294
¡Dioses, Dioses! ¡Grandes Dioses!

Octavio
¿Qué es esto?
1295
¿la constancia está exenta de congoja?

Cleopatra
1296
Constante soy; separada me siento,
1297
pero no pueden separarme más:
1298
la pálida muerte me hará justicia
1299
pronto Plutón me abrirá su casa,
1300
donde incluso el dardo, que me toca
1301
mi boca juntará con otra boca.
1302
Si me mataran, el dolor tonante
1303
del golpe me haría tal bien,
1304
que no me importaría ver brotar
1305
mi sangre púrpura y mi alma partir.
1306
Mas me quitáis la ocasión de morir
1307
y para morir mi esfuerzo decae
1308
y languidece de hora en hora en mí,
1309
tanto que habrá que vivir con tristeza;
1310
he de vivir, no temas que me mate:
1311
Para matarme me falta la fuerza.
1312
Pero, como he de alargarme la vida,
1313
y que de vivir las ganas me vuelvan,
1314
al menos, César, mira a esta apocada
1315
que a tus pies de nuevo se ve postrada.
1316
Por lo menos, César, con estas lágrimas
1317
enternécete, para perdonarme.
1318
Que de este modo la piedra bien se horada,
1319
¿En tu corazón, no tendrán efecto?
1320
¿No te emocionaron aquellas cartas
1321
que ante tus ojos puse anteriormente,
1322
cartas, te digo, por tu padre escritas,
1323
testimonio cierto de nuestro amor?
1324
¿No ha cambiado, pues, tu disposición
1325
al mostrarte, tantas, tantas imágenes
1326
de tu propio padre, leal a mí,
1327
que recibirá tanto mal de su hijo?
1328
Quien en su triunfo se venga hasta el fin,
1329
suele limitar bien pronto su gloria.
1330
Ten piedad, que tus aceros perdonen
1331
A los hijos que con Antonio tuve.
1332
¿Podrías ver el horror de una madre
1333
si asesinaran a los que estos pechos,
1334
que ahora ves flacos y desgarrados
1335
y que empeorarán cien veces más,
1336
amamantaron? ¿oirías sin más
1337
los duros gemidos de ambas partes?
1338
No, César, conténtate con el padre,
1339
deja a los hijos y madre vivir
1340
en esta pena impuesta por los Dioses.
1341
¿Fuimos alguna vez tus enemigos,
1342
para no perdonar, tan enconados
1343
si el trofeo se nos hubiera entregado?
1344
En cuanto a mí, y las faltas cometidas,
1345
Antonio dirigía mis movimientos,
1346
pobre, induciéndome a tantas penas.
1347
¿Me habría alejado yo de Antonio?

Octavio
1348
Así piensa uno reparar su crimen
1349
mas se conduce de abismo en abismo:
1350
Excusándoos, aunque ventajosa
1351
os mostréis, os perjudicáis aún más,
1352
irritándome con vuestras excusas,
1353
siendo yo amigo de la verdad sólo.
1354
Y en este lugar debo detenerme
1355
a desmentir esta inútil excusa;
1356
¿podríais acaso negar que vos fuisteis
1357
quien hizo irse a mi hermana de Atenas
1358
cuando, temiendo que Antonio, su esposo,
1359
se entregase a su mujer más que a vos,
1360
lo apacentasteis con mañas y argucias
1361
con diez mil caricias y aún más finezas?
1362
Tan pronto adrede en cama enflaquecíais,
1363
tan pronto adrede vos palidecíais,
1364
tan pronto vuestras lágrimas corrían,
1365
desde que un tiro de arco os alejaba,
1366
manteniendo artificios y hechizos,
1367
con vuestros actos, o alguna poción;
1368
hasta encargar a los aduladores
1369
que envenenaran a vuestro Antonio,
1370
engañándolo con frívolas quejas,
1371
y haciéndolo ceder en su provecho.
1372
“¿Qué? decían, ¿sois el asesino
1373
de un pobre espíritu, del que sois guía?
1374
¿se debe ofender con vos la Nobleza
1375
cuyo rigor no repara en aquella
1376
que os hace el centro de sus pensamientos?
1377
¡Oh! ¡qué mal, si a vos están dirigidos!
1378
Octavia lleva el nombre de la esposa,
1379
y ésta de aquí, cuya celosa llama
1380
impide pues un rápido prestigio,
1381
será la amante en su país nombrada,
1382
esta diosa, a quien rinden homenaje
1383
tantos países que su herencia son”.
1384
Tanto poder tuvieron vuestras mañas,
1385
y de aquellos las quejas lisonjeras,
1386
que Octavia, su mujer y mi hermana,
1387
Fue expulsada, y expulsó vuestra suerte.
1388
¿Os calláis? ¿deseáis escoger
1389
una excusa más para sosegarme?
1390
¿y los abusos contra los romanos,
1391
que en secreto escapaban de las manos
1392
de vuestro Antonio, mientras vuestra rabia
1393
redoblaba ultraje tras ultraje?
1394
¿Qué decís del bonito testamento
1395
que Antonio había puesto en secreto
1396
en manos de las vírgenes Vestales?
1397
Males que fueron caminos fatales
1398
de vuestro infortunio. Y ahora, poco hábil,
1399
queréis todavía ser perdonada.
1400
Contentaos, Cleopatra, y pensad
1401
que ya ha habido bastante perdón
1402
manteniendo la rueca de unas vidas,
1403
que a vuestros hijos no serán sajadas.

Cleopatra
1404
Ahora, César, me acuso miserable,
1405
excusándome de esta excusa,
1406
reconociendo que tu piedad sola,
1407
puede a tu enemistad ponerle freno:
1408
Que ya hacia mí tan fuerte se dirige
1409
que no quieres hacer de mí una ofrenda
1410
a los Dioses umbríos, ni de los hijos
1411
que he llevado en estas entrañas.
1412
Mi poder se limita a este poco,
1413
rindo, rindo gracia a tu majestad;
1414
y para dar a César testimonio,
1415
de que soy suya y de corazón,
1416
quiero, César, descubrirte mi oro,
1417
plata y los bienes, que son mi tesoro.

Coro
1418
Cuando la servidumbre
1419
encadenando el cuello
1420
bajo un rudo yugo
1421
va atormentando al hombre
1422
sin que se le amenace
1423
con una ceja arqueada,
1424
y sin que se le fuerce
1425
al pobre encadenado,
1426
sobrado testimonia,
1427
sobrado se contiene,
1428
sobrado se apresura,
1429
urgido por el miedo.
1430
Tal es naturaleza
1431
de los siervos vencidos;
1432
ni el hijo de Jápeto
1433
sufrió por tanto mal.

Octavio
1434
El gran tesoro, la antigua riqueza
1435
de que me habláis, muestran la nobleza
1436
de vuestra raza; y si yo no fuera
1437
señor de todo lo que hay en la tierra,
1438
protestaría para que esos bienes
1439
cambiaran de mano súbitamente.

Seleuco
1440
César, si la más humilde persona
1441
osa su voz dirigir a tu alteza
1442
¿cómo puedes estimar el tesoro
1443
que mi princesa ha querido nombrarte?
1444
¿Piensas acaso, si oso decirlo,
1445
que su tesoro sea tan poca cosa?
1446
Ninguna Reina que a tu ley se incline
1447
es tan rica en tesoros y poder
1448
que pueda igualar a Cleopatra,
1449
pues una casa rural en el campo
1450
no puede igualar a un fiero castillo
1451
o un montículo a la helada roca.
1452
Aquella que doblega a todo Egipto,
1453
y atraviesa del fértil Nilo el agua,
1454
ante la que el judío y el fenicio
1455
también el árabe y el ciliciano,
1456
antes de que tu rayo nos cayera,
1457
solían postrar hinojos de vasallo,
1458
¿quien gobernaba de Antonio el tesoro,
1459
la que excedía en lujo a todo el mundo
1460
acaso tendría sólo ese tesoro?
1461
Cree, César, que sigue bien guardado
1462
Lo mejor de sus bienes y su oro.

Cleopatra
1463
¡Ah, falso asesino, falso traidor!
1464
Te arrancaré el pelo de la cabeza.
1465
¡plegue a los dioses que sean tus sesos!
1466
Toma, traidor.

Seleuco
¡Dioses!

Cleopatra
¡Ser despreciable!
1467
¡Un siervo, un siervo!

Octavio
¡Cosa admirable
1468
De un terrible corazón!

Cleopatra
¿me acusas?
1469
¿Me tenías por viuda de mi virtud
1470
Igual que de Antonio? ¡ah, ah! Traidor.

Seleuco
1471
Retenla, ¡recio César!

Cleopatra
He aquí
1472
mis favores. ¡oh! Tal dolor me aflige
1473
que le da una fuerza a mi corazón
1474
que me parece que podría hendir
1475
tus huesos con mi puño, y tus costados
1476
a patadas.

Octavio
¡Oh, qué áspero coraje!
1477
Nada hay más furioso que la rabia
1478
De un corazón de mujer. ¿Qué, Cleopatra?
1479
¡Ya os habéis hartado de golpearle!
1480
Huye, amigo, huye.

Cleopatra
¿Pero entonces, qué?
1481
Mi emperador, ¿trastorno hay aún mayor
1482
que el que este bandido me provoca?
1483
Su cobardía admira a tu espíritu,
1484
como creo, al ver que, Reina de aquí,
1485
soy acusada así por mi vasallo,
1486
que tú, César, te dignaste visitar,
1487
y con tu voz incitaste a la calma.
1488
¡Hé! Si hubiera yo guardado mis joyas
1489
y algunos de mis ropas reales,
1490
¿lo habría hecho por mí, ¡ay, desgraciada!
1491
Yo, que ya no tengo interés por mí?
1492
Pero era tanta la esperanza mía
1493
de a Octavia y Livia estas joyas dar
1494
para atraerme así su piedad
1495
y (no siendo ingratas por mis presentes)
1496
ante el gran César, abogar por mí.

Octavio
1497
No temáis. Yo quiero que ese tesoro
1498
siga siendo vuestro. Así que animaos
1499
viviendo entonces vuestro cautiverio
1500
Como la mayor de las fortunas.
1501
Adiós: y pensad que sólo los males
1502
se reciben si se piensa tenerlos.
1503
Me voy.

Cleopatra
Que el destino os sea favorable,
1504
tal como a mí me está siendo funesto.

Coro
1505
¿Hacia dónde corréis, Seleuco, dónde?

Seleuco
1506
Corro huyendo de la ira venenosa.

Coro
1507
¿Qué ira? ¡He Dios! ¡Si también nos toca!

Seleuco
1508
No huyo de César ni huyo de sus hombres,

Coro
1509
¿Qué puede hacer entonces la Fortuna?

Seleuco
1510
No es eso, sino la ofensa a una…

Coro
1511
¿Acaso hemos ofendido a la Reina?

Seleuco
1512
No, yo he ofendido a nuestra Reina

Coro
1513
¿Qué desgracia ha causado tu ofensa?

Seleuco
1514
¿de qué sirve mi falta o mi inocencia?

Coro
1515
Habla, que a nadie perjudicará.

Seleuco
1516
Decirlo, nada aporta a la ciudad.

Coro
1517
En cualquier caso, has llegado a la puerta.

Seleuco
1518
En cualquier caso, ya me han castigado

Coro
1519
Siendo castigado, ¿estarás en paz?

Seleuco
1520
Siendo castigado, más me desprecio,
1521
y siento una furia en mi interior,
1522
amenazando porque tal disgusto
1523
hará sufrir sin fin mi alma furiosa.
1524
Cuando la Reina, triste y valiente
1525
ante César me ha tirado del pelo,
1526
y mi cara ha golpeado con su puño,
1527
si me hubiera dejado muerto en tierra,
1528
se hubiera adelantado a mi deseo,
1529
pues la muerte no habría sido tan dura
1530
como la eterna y mordiente herida
1531
que desde ahora me aflige en lo más hondo
1532
por ofender a mi reina y señora.

Coro
1533
Pero, qué dicha otorga
1534
el cielo que nos gobierna
1535
a aquella persona que,
1536
ya contenta de su suerte,
1537
por codicia no abusa
1538
de su libertad dichosa
1539
y no está su voz sumisa
1540
al yugo y al duro lazo
1541
de persecución terrestre.
1542
Pues son las grutas salvajes,
1543
lindas alfombras de hierba,
1544
los árboles con sus brotes,
1545
los cantantes riachuelos,
1546
y la garganta locuaz
1547
de la dulce Filomela,
1548
que espera la primavera,
1549
sus bienes y sus recreos.
1550
sin que el alma alto volando
1551
del mayor deseo ardiendo
1552
siga orgullosas armadas,
1553
y, ofendiendo a sus Reyes,
1554
tenga magra recompensa,
1555
en el fuego, espada u horca,
1556
o en mil remordimientos
1557
por mil muertes provocados.
1558
Si la inconstante fortuna
1559
oportuna es en el día
1560
en la noche es importuna.
1561
El tiempo, atrás no vuelve;
1562
todo lo rige fortuna,
1563
entregándole hoy la cuerda
1564
al que ayer había contado
1565
entre sus grandes amigos.
1566
Lo que sea, muerte o pena
1567
el sol consigo nos trae
1568
cuando nos trae su día;
1569
que Fortuna permanezca,
1570
o por muerte dolorosa
1571
se haga aún más breve:
1572
el que arde de deseo
1573
siempre se deja atrapar.
1574
Ario, de esta ciudad mismo,
1575
Que jamáis había sentido,
1576
este inútil ardor,
1577
este filósofo cano,
1578
que despreciaba la pompa
1579
con que esta ciudad se engaña,
1580
en lo peores momentos
1581
recibió dicha y bondad.
1582
César, al hacer su entrada,
1583
por la cordura mostrada,
1584
la suerte y felicidad,
1585
la razón y la verdad
1586
que este maestro tenía,
1587
lo hizo sentar a su diestra
1588
para que apareciera
1589
cual milagro entre nosotros.
1590
Seleuco, que de la Reina
1591
recibía el patrimonio
1592
en parte, y que llevaba
1593
el gobierno, hoy recibe,
1594
además de esta fortuna
1595
que a todos nos es común,
1596
mayor infelicidad
1597
que nuestra cautividad.
1598
Pero ahora, de mi Reina
1599
este enfado nos presagia
1600
que su intención ha cambiado,
1601
que la asesina Atropos
1602
no sufrirá que llevemos
1603
a mi fuerte Reina a Roma,
1604
que ella quiere con sus manos,
1605
huir de fieros romanos.
1606
Aquella cuya constancia
1607
ha tomado la venganza
1608
del siervo, y cuyo furor
1609
no temió a su Emperador,
1610
creed que antes la espada
1611
verá en su sangre bañada
1612
que por sufrir algo menos
1613
se ofrezca a la deshonra.

Seleuco
1614
¡O santas palabras!, ¡verdad certera!
1615
Como los dados es la suerte humana.


Acto V

Proculeyo, el Coro

Proculeyo
1616
¡Oh, justo cielo!, si este maleficio
1617
no te acusara ahora de injusticia,
1618
con justeza ¿por qué hado divino,
1619
o designio marcado por los astros,
1620
la desgracia ha robado tal victoria
1621
que, ni viéndola, creer se podría?
1622
¡Oh vosotros, Dioses de los infiernos,
1623
que retiráis fatalmente las almas
1624
fuera de nuestros cuerpos! ¿qué pálida
1625
Megara cumplía tal miseria?
1626
¡Oh, fiera tierra, siempre mancillada
1627
por los cuerpos y sangre de los tuyos!
1628
¿Acaso alguna vez has soportado
1629
el furor de tan grandes espíritus?
1630
No, cuando hasta Júpiter escalaron
1631
tus hijos y a él serpeando se mezclaron.
1632
que al carecer de celestes derechos,
1633
tendieron una emboscada a los dioses,
1634
y éstos fieramente les atacaron
1635
haciéndolos recluirse en las montañas.
1636
Pero estas tres de aquí, cuyo espíritu
1637
no se habría sospechado tan rabioso,
1638
al no ser ellas gigantes serpeantes
1639
redoblando sus femeninas rabias,
1640
pues han querido traicionar su vida
1641
para no obedecer al mismo César.
1642
¡Oh, Júpiter!, ¡Oh, Dioses! ¿Qué rigores
1643
permites a esos fieros corazones?
1644
¿qué horrores has hecho ahora nacer,
1645
de los que hablarán los descendientes,
1646
mientras tu máquina girando siga
1647
y siga equilibrada en contrapeso?
1648
Decidme, pues, estrellas llameantes,
1649
del Cielo antorchas que todo lo veis,
1650
habéis podido en este valle incierto
1651
descubrir nada más aborrecible?
1652
Acusaos ahora, ¡oh crueles destinos!
1653
Acusaos ahora, ¡oh antorchas llameantes!
1654
Y tú, Egipto, sometido a la envidia,
1655
al hado fatal maldice cien veces.
1656
Y tú, César, y vosotros, romanos,
1657
entristeceos; la Parca ha arrancado
1658
de vuestras manos ahora a Cleopatra,
1659
e impedido lo que tanto anhelabais.

Coro
1660
¡Oh dura! ¡oh muy dura aventura
1661
mil veces dura, mil veces muy dura!

Proculeyo
1662
¡Ay! No puedo pensar en este crimen
1663
si no quiero ofenderme al pensarlo;
1664
y si mi corazón no piensa en ello
1665
cerrándolo, le ofendo aún más.
1666
Escuchad, ciudadanos, escuchad
1667
y al escuchar, lamentad vuestro mal.
1668
Yo había venido para sostener
1669
a Cleopatra y así reconfortarla,
1670
y me he encontrado a los guardias golpeando
1671
contra su cámara y romper su puerta
1672
y entrando en esa habitación cerrada,
1673
he visto (oh, triste y extraña cosa)
1674
a mi Cleopatra con su atuendo Real
1675
y su corona, sobre un rico lecho
1676
pintado y dorado, pálida y muerta,
1677
no siendo hollada por ningún puñal,
1678
con Eiras, su doncella, a sus pies muerta
1679
y Carmión viva, a la que me he quejado
1680
de este modo; ¡Ay, ay, Carmión, ha sido
1681
noblemente hecho? Sí, atestigua
1682
la nobleza propia de tantos Reyes
1683
de Egipto. Y entonces, sin poder más
1684
titubeando y sujetándose en vano,
1685
cae de espaldas, como un tronco humano,
1686
he aquí el terrible final de las tres,
1687
he aquí el triste destino de las tres:
1688
Amor no puede separar dos cuerpos,
1689
que unido había con largos acuerdos;
1690
el Cielo no va a permitir aquello
1691
que propone el valiente a menudo.
1692
Perdiendo lo que espera, verá César
1693
que no hay felicidad en este mundo:
1694
Egipto aumentará su desespero,
1695
perdiendo la alegría y a su reina.
1696
Y yo mismo que su enemigo soy,
1697
pensándolo, a medias desfallezco,
1698
mi voz flaquea y mi mente falla:
1699
¡Oh, qué incierto es orden divino!

Coro
1700
¿Se puede escuchar aún
1701
de esta tropa alguna voz?
1702
¿Puedes una sola vez
1703
mostrar del dolor la queja,
1704
visto que, tan lastimosa,
1705
sólo pones en la muerte,
1706
tan grata para nosotros,
1707
el que es tu mayor socorro?
1708
Pero ahora toma el deseo
1709
del más blanco de los pájaros
1710
que al borde de las aguas
1711
de su vida anuncia el fin.
1712
E incluso desbordándote,
1713
maldice a todos los cielos,
1714
maldice a todos los dioses
1715
causa de tu mal extremo.
1716
No, no, tu amargo dolor,
1717
no se puede ver tan grande
1718
que ninguna esperanza
1719
te quede en tu miseria.
1720
Tu Cleopatra así muerta
1721
no morirá para el mundo:
1722
el tiempo la avalará,
1723
que ya aquí trae su gloria
1724
desde la rojiza entrada
1725
que hace el sol aquí,
1726
hasta el lugar de su sueño
1727
opuesto a mi comarca.
1728
Más que haber de soportar
1729
el ser llevada así a Roma,
1730
ha preferido matarse
1731
mostrando un corazón de hombre.

Proculeyo
1732
¿Qué le diré a César? ¡oh, el horror
1733
que saldrá de su terrible arrebato!
1734
¿Qué dirá de haber muerto sin herida
1735
de este modo? ¿Es por la mordedura
1736
de un áspid? ¿Habrá sido algún veneno
1737
llevado hasta allí de forma secreta?
1738
Sea lo que sea, nuestra esperanza
1739
ha de ceder a esta evidencia.

Coro
1740
Sea lo que sea, habrá que claudicar
1741
ante la ley de un vencedor foráneo,
1742
y desde ahora aprender en la ciudad
1743
a no osar a César perjudicar
1744
que bien a menudo nuestras desgracias
1745
nos hacen nuestra muerte deseable
1746
como veis con estas tres miserables.

Fin de la tragedia de Cleopatra.