Texto utilizado para esta edición digital:
Hardy, Alexandre. Mariana. Traducida y anotada por Miguel Ángel García Peinado y Ángeles García Calderón, para la colección EMOTHE. Valencia: ARTELOPE Universitat de València, 2019.
- Bodí García, Alba
 
INTRODUCCIÓN
1. ALEXANDRE HARDY Y LA TRAGEDIA EN FRANCIA
De las treinta y cuatro obras que Hardy hizo imprimir (12 tragedias, 17 tragicomedias
                     y 5 pastorales), la relación de las primeras es la siguiente: Didon se sacrifiant (1603), Scédase ou l’Hospitalité violée (1604), Panthée (1604), Méléagre (1604), La Mort d’Achille (1607), Coriolan (1607),  Mariana (1610), La Mort de Daire (1619), La Mort d’Alexandre (1621), Timoclée ou la Juste Vengeance (1615), Lucrèce ou L’Adultère puni (1616), Alcméon ou la Vengeance féminine (1618).
Ya es algo admitido que la tragedia en Francia nace del esfuerzo de los humanistas
                     y de su deseo de restituir a su antigua dignidad los grandes géneros de la Antigüedad
                     greco-latina. Abraham sacrifiant, de Théodore de Bèze, es en 1550 la primera tragedia escrita en francés, aunque corresponde
                     a Jodelle el mérito de haber fijado, dos años más tarde, los primeros rasgos del género
                     con su Cléopâtre captive, tal como va a ser practicado durante medio siglo: una estructura de cinco actos,
                     prosodia variada y flexible marcada por la alternancia de escenas, relatos y períodos
                     líricos; asimismo, la presencia de un coro, que interviene al final de cada acto y
                     diálogo frecuente con los personajes; los argumentos provienen de la Antigüedad y
                     de la Biblia, aunque de modo excepcional se recurre a la historia moderna; la acción
                     queda subordinada a la formulación de una lección moral, a menudo proveniente del
                     estoicismo. Es de notar que los escritores, a diferencia de sus colegas ingleses,
                     no logran inscribir su teatro en la vida de la sociedad contemporánea. Pero si la
                     tragedia continúa sobreviviendo se debe a que se transforma, pues la distancia se
                     amplía entre la Cléopâtre de Jodelle y las tragedias de la época de Enrique IV. Los escritores adquieren ya
                     el gusto por lo horrible y por la violencia extrema que aparece en las descripciones
                     del tiempo. Si se quiere asegurar el triunfo de la obra, es preciso que haya raptos,
                     atroces venganzas, escenas de violación y todo tipo de truculencias, pues el público
                     no se escandaliza aunque la atmosfera de la obra incluya adulterios e incestos. El
                     dramaturgo Claude Billard expone en pocas palabras su concepción de la tragedia en
                     un pasaje del prólogo de su tragedia Polixène:
“Quant aux sujets de mes tragédies, tel les voudra dire peu tragiques, au moins quelques-uns,
                     auquel je saurai bien clore la bouche, lui apprenant, s’il ne sait, qu’où il y a effusion
                     de sang, mort, et marque de grandeur, c'est vraie matière tragique.”
Entre 1594 y 1610 se escriben cincuenta tragedias por autores tan diferentes como
                     Pierre Mathieu, Laudun d'Aigaliers, Chrestien des Croix, Nicolas de Montreux, Claude
                     Billard y el más dotado de todos, Monchrestien. Este último se dedica sobre todo a
                     los grandes temas trágicos y, como afirma su amigo Bosquet:
“Il a voulu monter sur la Tragique Scène,
Et chanter l'incertain de la grandeur humaine,
Montrer qu'il n'y a point en ce monde d'appui,
Enseigner le bonheur par le malheur d'autrui,
Représenter des grands les peines et les fautes,
Et le malheur fatal des puissances plus hautes...”
* * *
2. FUENTES E INFLUENCIAS
2.1 Flavio Josepo y sus Antigüedades judías.
De las tres obras más conocidas del historiador judío fariseo Flavio Josefo: La guerra de los judíos , Antigüedades judías y Contra Apión, la segunda de ellas es la que interesa directamente a nuestro trabajo; de ahí, y
                     con el fin de ilustrar lo máximo posible al lector, hemos creído pertinente transcribir
                     los párrafos que afectan a la historia contada por Hardy, situados fundamentalmente
                     en los Libros XIV y XV, y siempre partiendo de la llegada de Herodes al gobierno:
Libro XIV, Capítulo IX: Antipáter entrega a su hijo Herodes el gobierno de Galilea y a su hijo Fasael el de
                        Jerusalén. Sexto César nombra a Herodes gobernador de Celesiria
1) César, luego de haber dispuesto los asuntos de Siria, se alejó por mar. Antipáter,
                     después que César se marchó, regresó a Judea. Inmediatamente se dio a la tarea de
                     refeccionar las murallas destruidas por Pompeyo; salió a recorrer el país, y apaciguó
                     todo intento de rebelión existente, ya con amenazas, ya con consejos. Si se sometían
                     a Hircano vivirían felizmente y disfrutarían de sus bienes sin contratiempos; si por
                     el afán de novedades buscaban ganancias, tendrían en él en vez de un gobernador un
                     señor, en Hircano un tirano en vez de un rey, y a los romanos y a César por enemigos
                     acerbos en vez de jefes; pues no estaban dispuestos a tolerar que se pusiera en peligro
                     el poder de aquellos a quienes ellos habían nombrado. Por intermedio de estos discursos
                     sometió alpaís.
2. Viendo que Hircano era lento y negligente, nombró a su hijo mayor, Fasael, prefecto
                     de Jerusalén y de los territorios circundantes; a Herodes, que le seguía en edad,
                     y era muy joven, pues tenía solamente veinticinco años, le encomendó Galilea. Su juventud
                     no fue un inconveniente; al contrario, por su ánimo generoso y enérgico pronto encontró
                     oportunidad de ejercitar su virtud. Informado de que Ezequías, jefe de ladrones, hacía
                     incursiones por los lugares cercanos a Siria, lo apresó y lo mató, a él y a muchos
                     de sus ladrones acompañantes. Con este hecho se granjeó el afecto de los sirios, pues
                     libró deladrones la región.
Por este motivo frecuentemente lo elogiaban en las ciudades y pueblos, a los que había
                     otorgado paz y que podían disfrutar tranquilos de sus bienes. Esto llegó a conocimientode
                     Sexto César, pariente del gran César y procurador de Siria.
Las acciones de Herodes estimularon la emulación de Fasael, su hermano, de tal modo
                     que se sintió obligado a procurarse una fama que no fuera menor. Conquistó el aprecio
                     dela ciudad de Jerusalén, gobernándola sin utilizar nada deshonestamente y sin servirse
                     del poder para ofender. Con esto Antipáter ganó el respeto del pueblo, que lo honró
                     como si fuera rey. Sin embargo, a pesar de toda su gloria, en nada decreció, contra
                     lo que suele ocurrir, su benevolencia y fidelidad hacia Hircano.
3. Cuando los principales de los judíos vieron que Antipáter y sus hijos tenían cada
                     vez más prestigio en el pueblo y que aumentaba su poder gracias a los ingresos de
                     Judea y las riquezas de Hircano, se indispusieron contra ellos. Antipáter había contraído
                     amistad con los generales romanos, y después de persuadir a Hircano que les mandara
                     dinero, les presentó el obsequio como si fuera suyo, no como si procediera de Hircano.
                     Aunque Hircano luego lo supo, no se preocupó; al contrario, se alegró muchísimo de
                     ello. Los principales de los judíos tuvieron miedo, al ver a Herodes violento y audaz
                     y ansioso demandar. Se presentaron ante Hircano y acusaron abiertamente a Antipáter.
-¿Hasta cuándo sufrirás tranquilamente lo que está sucediendo? ¿No ves que Antipáter
                     y sus hijos están gobernando, mientras que a ti te dejan solamente el nombre de rey?
                     No debes ignorar estas cosas, ni considerarte sin peligro alguno, mientras te comportes
                     negligentemente. Antipáter y sus hijos no se contentan con ser procuradores de tus
                     asuntos, sino que se consideran abiertamente los dueños; no te engañes. Su hijo Herodes
                     mató a Ezequías y a sus hijos en contra de la ley, la cual prohíbe que se mate a nadie,
                     a no ser que primeramente haya sido condenado por el sanedrín 
Y sin embargo, él, prescindiendo de tu autoridad, le aplicó ese castigo.
4. Lograron persuadir a Hircano; además, su indignación se acrecentó por las quejas
                     delas madres de los que fueron muertos por Herodes. Ellas iban todos los días al Templo
                     arogar al rey y al pueblo que llamaran a juicio ante el sanedrín a Herodes por lo
                     que había hecho.(852-853).
LIBRO XIV, CAPÍTULO XIV: Herodes se traslada a Roma, persuade a Antonio y obtiene del senado el título de rey
1. La magnitud de las tribulaciones que afligieron a Herodes, no lograron doblegarlo,
                     sino que lo hicieron más resistente para buscar nuevas ocasiones de empresas audaces.
                     Se dirigió a Maleo, rey de los árabes, que previamente había recibido de él muchos
                     beneficios; quiso, ahora que lo necesitaba, que se los devolviera, y le diera o le
                     prestara dinero, en nombre de los favores anteriores. Ignorando lo que le había pasado
                     a su hermano, quiso apresurarse a ofrecer por él un rescate y arrancarlo al enemigo,
                     aunque para ello tuviera que pagar la cantidad de trescientos talentos.
Por este motivo llevaba consigo al hijo de siete años de Fasael, para dejarlo como
                     prenda en poder de los árabes. Pero le salieron al encuentro mensajeros de Maleo,
                     que le aconsejaron que se alejara. Le dijeron que los partos habían prohibido a Maleo
                     recibir a Herodes; pero no era más que un pretexto para no devolver lo prestado, moviéndolo
                     a comportarse en esta forma los principales de los árabes que deseaban apoderarse
                     de lo que Antipáter había dejado en su poder. Herodes respondió que no había venido
                     para serles molesto en lo más mínimo, sino para hablar con el rey de asuntos sumamente
                     importantes.
2. Después, pareciéndole prudente alejarse, discretamente se dirigió a Egipto. Se
                     detuvo en un santuario en el cual había dejado a algunos de sus seguidores. Al día
                     siguiente, al llegar a Rinocorura, se informó de lo que había acontecido a su hermano.
                     Maleo,arrepentido de su conducta, corrió en pos de Herodes, pero no logró alcanzarlo
                     pues ya estaba muy lejos, en caminohacia Pelusio. Al llegar allí las naves que estaban
                     en el puerto se negaron a trasladarlo a Alejandría; pero se presentó a los comandantes,
                     los cuales con gran respeto y honor lo llevaron a la capital, donde Cleopatra lo quiso
                     retener. Sin embargo, no logró persuadirlo que se quedara a su lado; quiso irse cuanto
                     antes a Roma, a pesar del tiempo tempestuoso y el estado de agitación en que se encontraban
                     las cosas en Italia.
3. Se dirigió a Pamfilia, pero atacado por una gran tormenta, tuvo que refugiarse
                     en Rodas, luego de echar al mar parte de la carga. Allí se encontró con dos de sus
                     amigos, Sapinas y Ptolomeo.
La ciudad estaba en ruinas, por la guerra con Casiano; a pesar de su indigencia, no
                     senegó a ayudarla, y contribuyó a rehacerla, con un esfuerzo superior a sus posibilidades.
Después, habiendo equipado un trirreme, con algunos de sus amigos partió para Italia
                     y desembarcó en Brindis. De allí marchó a Roma.
Ante todo expuso a Antonio lo que le había acontecido en Judea: que su hermano había
                     sido encarcelado y muerto por los partos, Hircano retenido en cautiverio y Antígono
                     nombrado rey, después de prometer mil talentos y quinientas mujeres, las que serían
                     de las primeras familias y de raza judía; y que él se había llevado de noche a las
                     mujeres desu familia y escapado de manos de los enemigos en medio de mil peligros.
                     Luego explicó que los suyos se encontraban en gran peligro y que él se había hecho
                     a la mar en medio de tempestades, apresurándose a llegar hasta él, en quien había
                     depositado toda esperanza y de quien esperaba ayuda.
4. Antonio se compadeció de la suerte adversa de Herodes, y se hizo la reflexión comúnde
                     que aquellos que están en elevada dignidad también están expuestos a sufrir las mutaciones
                     de la fortuna.
En parte por el recuerdo de la hospitalidad que le ofreciera Antipáter, en parte por
                     el dinero que le ofrecía Herodes si lo hacía rey, como antes lo había nombrado tetrarca,
                     y mucho más por odio a Antígono, pues lo consideraba sedicioso y enemigo de los romanos,
                     se manifestó dispuesto a ayudar a Herodes en lo que pedía.
Y César, en consideración al ejército de Antipáter, del que se había servido su padre
                     en Egipto, así como también por su hospitalidad y benevolencia; y también para expresar
                     su gratitud a Antonio, que se inclinaba enfavor de Herodes, accedió a defenderlo en
                     su dignidad y a hacer todo lo que pedía.
Se reunió el senado; Mesala y luego Atratino, después de presentar a Herodes, expusieron
                     los beneficios que habían recibido de su padre y su buena voluntad hacia los romanos,
                     acusando y declarando enemigo a la par a Antígono, no sólo por los delitos cometidos
                     anteriormente, sino por haber recibido ayuda de los partos, menospreciando a los romanos.
                     Agitado ya por esto el senado, Antonio intervino para decir que convenía nombrar rey
                     a Herodes para el buen éxito de la guerra contra los partos. Siendo del agrado de
                     todos, así se determinó por decreto.
5. Tan bien dispuesto estaba Antonio en favor de Herodes, que logró que lo nombraran
                     rey, en contra de lo que Herodes esperaba: porque éste no había ido a pedir el trono
                     para sí, ya que no podía pensar que lo obtendría, porque los romanos acostumbraban
                     a otorgar la corona solamente a los miembros de la familia real, sino para el hermano
                     de su mujer, nieto de Aristóbulo por su madre y de Hircano por su padre. Y no sólo
                     eso, sino que logró salir a los siete días de Italia. (869-871).
LIBRO XV, CAPÍTULO II: Hircano es enviado de vuelta a Jerusalén por el rey de los partos. Herodes nombra
                        sumo sacerdote a Aristóbulo, hermano de su esposa Mariamne
1. Informado de que Herodes ocupaba el trono, el pontífice Hircano, cautivo de los
                     partos, fue a reunirse con él, librándose de la cautividad de la siguiente forma.
Barzafarnes y Pacoros, jefes de los partos que habían apresado a Hircano, ex pontífice
                     y ex rey de los judíos, y a Fasael, hermano de Herodes, los llevaron al país de los
                     partos. Fasael, no pudiendo sufrir la vergüenza sobre las causas que movieron a Antonio
                     a ejecutar a Antígono del cautiverio y considerando que era más glorioso morir que
                     llevar una vida cualquiera, se suicidó, como ya dijimos.
2. En cuanto a Hircano, Fraates, rey de los partos, al conocer la nobleza de su estirpe,
                     lo trató con clemencia. Lo dejó en libertad y le permitió que viviera en Babilonia,
                     donde había muchos judíos. Estos lo consideraron pontífice y rey, así como todos los
                     judíos que vivían en la zona que se extendía hasta el Eufrates; todo lo cual fue grato
                     para Hircano. Pero cuando se enteró que Herodes había conquistado el trono, tuvo nuevas
                     esperanzas, ya por ser amigo de Herodes desde el principio, ya con la confianza de
                     que se acordaría de los beneficios recibidos, cuando llamado a juicio y condenado
                     a morir, lo libró de ese peligro. Habló sobre esto con los judíos que le eran más
                     íntimos. Pero éstos procuraron persuadirlo que se quedara, recordándoles las atenciones
                     y honores que le tributaban, y que nada le faltaba para su dignidad tanto de rey como
                     de pontífice; que en Jerusalén nolos conseguiría mayores, a causa de la mutilación
                     sufrida en su cuerpo por Antígono; y que los reyes no suelen reconocer los beneficios
                     que recibieron siendo simples particulares, pues la mutación de la suerte los cambia
                     también mucho a ellos.
3. A pesar de estas exhortaciones beneficiosas para él, Hircano decidió partir. Herodes
                     le escribió pidiéndole que solicitara a Fraates y a los judíos de Babilonia que no
                     lo privaran del placer de compartir el reino con él, pues había llegado la hora de
                     devolver los favores al que lo había educado y salvado la vida, y de remunerarle sus
                     servicios.Herodes envió también ante Fraates a Saramala como legado, con muchos regalos
                     y con el pedido de que no le impidiera que pudiera ser agradecido a un hombre a quien
                     tanto debía. Pero no era éste su verdadero deseo; como detentaba la dignidad real
                     sin tener rango para ello, temía que se pudieran producir cambios, y quería tener
                     a Hircano en su poder y aun eliminarlo totalmente. Lo que llevó a cabo más adelante.
4. Lleno de esperanzas, Hircano fue dejado libre por el parto y obtuvo dinero de los
                     judíos. Herodes lo recibió con grandes honores, le cedió el primer lugar en las asambleas
                     y la presidencia en los banquetes, lo engañó en toda forma, llamándolo padre y alejando,
                     de este modo, toda sospecha de su mente. Pero tomó en su propio interés otras medidas
                     que causaron agitación en su propia casa; entre otras, para evitar que el sumo sacerdote
                     pasara a la categoría de gran personaje, hizo venir de Babilonia a un sacerdote oscuro,
                     Ananel, a quien entregó el pontificado.
5. Alejandra no toleró esta injuria. Era hija de Hircano, viuda de Alejandro, hijo
                     del rey Aristóbulo, madre de dos hijos: uno llamado Aristóbulo, en la flor de la juventud,
                     y una hija casada con Herodes, Mariamne, insigne por su hermosura. Quedó muy indignada
                     y no pudo sufrir la ofensa inferida a su hijo, de que viviendo él se le entregara
                     a otro el pontificado. Escribió a Cleopatra, a quien hizo llegar la carta por intermedio
                     de un cantor, pidiéndole que solicitara a Antonio el pontificado para su hijo.
6. Antonio puso dificultades para dejarse convencer. Por aquel tiempo su amigo Delio,que
                     había ido a Judea por algunos negocios, vio a Aristóbulo y quedó impresionado por
                     los encantos del joven y por su talle y hermosura, no menos que por los de Mariamne,
                     la esposa de Herodes; no dejó de felicitar a Alejandra por haber tenido dos hijos
                     tan hermosos. En conversaciones que tuvo con ella, la persuadió que le entregara para
                     Antonio dos retratos de sus hijos; una vez que los hubiera visto, no se negaría a
                     ninguna de sus demandas. Convencida por estas palabras Alejandra envió los retratos.
                     Por su parte Delio exageró la nota, diciendo que los jóvenes no eran hijos de hombres,
                     sino de algún dios. Su propósito era que Antonio los hiciera venir para servirse de
                     ellos para sus placeres. Antonio no se animó a llamar a la joven, por estar casada
                     con Herodes y porque sería considerado como un crimen en relación a Cleopatra. Pero
                     escribió que le enviaran al muchacho con algún pretexto honesto, siempre que no les
                     resultara demasiado molesto.
Herodes no consideró conveniente enviarle a Aristóbulo, entonces de dieciséis años,
                     y que pertenecía a una familia ilustre, para que abusara de él a su placer; Antonio,
                     el más poderoso de los romanos, hacía lo que le venía en gana y se entregaba sin misterio
                     a todos los deleites. Respondió que por poco que el joven saliera del país, habría
                     guerra y desórdenes en todas partes, pues los judíos concebirían la esperanza de un
                     cambio y de una revolución bajo otro rey.
7. Después de haberse excusado en esta forma ante Antonio, determinó no tener por
                     más tiempo al muchacho y a Alejandra privados de todo honor, además de que Mariamne,
                     su esposa, constantemente le pedía que pusiera en el pontificado a su hermano; y que
                     esto estaría de acuerdo con sus propios intereses, pues retenido por el cargo se vería
                     en la imposibilidad de salir del país. Habiendo reunido a los amigos se quejó amargamente
                     de Alejandra, de que ocultamente conspiraba contra él y por medio de Cleopatra procuraba
                     que lo despojaran del reino y que su hijo adolescente, con ayuda de Antonio, tomara
                     a su cargo el gobierno. Designios injustos, pues con ello privaría a su hija de la
                     dignidad a que había llegado y provocaría sediciones en el reino, cuando él lo consiguió
                     con tantos esfuerzos y peligros. Pero en cuanto a él, a pesar de que no ignoraba lo
                     mal que se había procedido, no dejaría de ser equitativo, pues pensaba entregar el
                     pontificado al hijo deAlejandra; y si antes había otorgado el pontificado a Ananel
                     fue porque Aristóbulo era demasiado niño. (881-883).
LIBRO XV, CAPÍTULO III: Asesinato de Aristóbulo. Herodes, denunciado por Cleopatra, se justifica ante Antonio
1. Por lo tanto muy pronto Herodes privó del pontificado a Ananel el cual, como dijimos,
                     no era del país, sino un judío de la colonia que estaba más allá del Eufrates. Pues
                     muchos miles de este pueblo habían sido transferidos para que habitaran cerca de Babilonia;
                     entre ellos se encontraba Ananel, de la estirpe de los sumos sacerdotes, y desde hacía
                     tiempo relacionado íntimamente con Herodes. Lo honró cuando consiguió el trono, pero
                     lo privó de la dignidad, para apaciguar el malestar doméstico, obrando en contra de
                     la ley. El primero que faltó a esta ley fue Antíoco Epífanes, quien depuso a Jesús,
                     para reemplazarlo por su hermano Onías; el segundo fue Aristóbulo, que depuso a su
                     hermano Hircano, y el tercero Herodes, que dio el cargo al joven Aristóbulo.
2. Le pareció que con esto remediaba el malestar doméstico. Sin embargo, como era
                     de esperar, después de la reconciliación no dejó de sospechar, y consideró conveniente
                     guardarse de Alejandra tanto por lo acontecido anteriormente, como porque estaría
                     dispuesta a aprovechar cualquier oportunidad en lo futuro. Por lo tanto, le ordenó
                     que se quedara en el palacio sin ejercer poder ninguno; además la hizo vigilar, de
                     modo que nada que hiciera fuera de lo común, le era desconocido. Todas estas cosas
                     la exacerbaron y acrecentaron su odio. Llena de soberbia femenina, no toleraba que
                     se sospechara de ella, prefiriendo sufrir cualquier cosa antes que llevar una vida
                     sin libertad, reducida a servidumbre y miedo. Informó a Cleopatra, lamentándose extensamente
                     de su situación, y pidiéndole que, en la medida de lo posible, la ayudara. Ella le
                     aconsejó que ocultamente se fugara a Egipto con su hijo. El consejo le pareció bueno
                     y lo preparó de la siguiente manera. Se procuró dos cajones de los que se utilizan
                     para llevar los muertos, en los cuales se escondió ella y su hijo, después de encargar
                     a los criados, informados del plan, que los trasladaran durante la noche. Se encaminarían
                     al mar, donde una nave ya preparada los llevaría a Egipto. Pero su criado Esopo, que
                     se encontró con Sabión, un amigo de Alejandra, le habló del asunto, como si el último
                     estuviera informado. Sabión, que era mal visto por Herodes, pues se creía que había
                     sido uno de los que envenenaron a Antipáter, esperó que con la delación de esta huída
                     se libraría del odio del rey.
Expuso al rey el propósito de Alejandra. El rey la dejó obrar hasta cumplir con su
                     propósito de escapar, y la detuvo en flagrante delito de evasión. Con todo la perdonó,
                     pues no se atrevió a tratarla duramente, a pesar del vivo deseo que tenía de ello,
                     pues Cleopatra no lo hubiera sufrido por el odio que le tenía. Quiso aparentar ánimo
                     magnánimo, para que se creyera que obraba a impulsos de la clemencia. Pero tenía el
                     propósito de quitar de en medio al joven. A fin de que su intención permaneciera más
                     oculta, no cumplió en seguida lo que había decidido.
3. Estando cercana la fiesta de los Tabernáculos, que entre nosotros se celebra con
                     la mayor solemnidad, dejó pasar estos días y se entregó al regocijo de la celebración
                     junto con el pueblo. Pero durante estas fiestas su odio aumentó y determinó apresurar
                     el cumplimiento de sus designios. Pues el joven Aristóbulo, de diecisiete años de
                     edad,cuando ascendió al altar para ofrecer los sacrificios, de acuerdo con la ley,
                     revestido con las vestiduras sacerdotales y cumpliendo los ritos religiosos, por su
                     estatura superior a su edad, su belleza, su magnificencia y su porte, que revelaban
                     la gran nobleza de su estirpe,conquistó la simpatía de la multitud. El recuerdo de
                     los hechos de su abuelo Aristóbulo sehizo presente en todos, y poco a poco, el pueblo
                     dio salida a sus sentimientos, mezclando exclamaciones de alegría con los ruegos,
                     y evidenciando el afecto de que gozaba.
Por todas estas razones, Herodes decidió llevar a cabo lo que había determinado. Pasadas
                     las fiestas, encontrándose en Jericó como invitado de Alejandra, testimonió amistad
                     al joven, participando de sus juegos y simulando alegrarse de su juventud. Siendo
                     el lugar algo caluroso, los invitados salieron a buscar junto a tinas piscinas, de
                     las que había algunas muy grandes cerca de la corte, un poco de frescura para mitigar
                     los calores del mediodía. Al principio se limitaron a observar a los familiares y
                     amigos que nadaban; después, por instigación de Herodes, se les unió el joven, Entonces
                     los amigos de Herodes, a quienes se les habían dado instrucciones, a la hora del atardecer,
                     pasaban sin cesar sobre el nadador y lo obligaban a sumergirse a manera de juego,
                     hasta que se asfixió. Así murió Aristóbulo, siendo de edad de dieciocho años, y luego
                     de haber ejercido el pontificado durante un año. Tomó de nuevo el cargo Ananel. (883-884).
LIBRO XV, CAPÍTULO VI: Herodes hace matar a Hircano y se entrega a César. Este le confirma el trono de Judea
1. Cuando todo le iba bien, pues no había forma de atacarlo, corrió peligro de perderlo
                     todo, debido a la victoria de César sobre Antonio en Accio. Creyeron que aquello sería
                     su fin tanto el mismo Herodes, como sus amigos y sus enemigos; pues no les pareció
                     probable que escapara a la represión quien había sido tan amigo de Antonio. Sus amigos
                     desesperaban de su salvación; en cuanto a sus enemigos externamente parecían condolerse,
                     pero íntimamente se alegraban, a la espera de que en adelante todo saldría mejor para
                     ellos. Y el mismo Herodes, viendo que Hircano era el único investido de dignidad real,
                     creyó conveniente librarse de él; supuso que si salvaba la vida y escapaba al peligro,
                     garantizaría su seguridad librándose de un rival más digno que él de ocupar el trono;
                     y para el caso de que le fuera mal con César deseaba, por celos, hacer desaparecer
                     al único candidato posible a reemplazarlo.
2. Mientras revolvía estos pensamientos en su ánimo, se le presentó la oportunidad
                     Para llevarlos a cabo. Hircano era de índole tranquila, y ni entonces ni antes quiso
                     mezclarse con los problemas de gobierno, ni ansiaba novedades, contento de vivir con
                     lo que la suerte le deparara. Pero Alejandra era ambiciosa y con la esperanza irreprimible
                     de que se produjera algún cambio, solicitó a Hircano, su padre, que no tolerara por
                     más tiempo las ofensas de Herodes contra su casa, y que se anticipara a las seguras
                     esperanzas de lo futuro. Le pidió que escribiera a Maleo, el rey de Arabia, para que
                     los aceptara y les ofreciera seguridad. Si después de su salida aconteciera que Herodes
                     cayera en enemistad con César, ellos recibirían el reino por ser de familia real y
                     por contar con la benevolencia del pueblo. Se empeñó en convencerlo, pero Hircano
                     no la escuchaba. Con tenacidad femenina siguió insistiendo incesantemente, repitiéndole
                     siempre las acciones pérfidas cometidas por Herodes contra él.
Al final llegó a convencerlo que entregara una carta a un tal Dositeo, rogando al
                     árabe que le enviara una escolta de jinetes para conducirlos hasta el lago Asfaltites,
                     situado a unos trescientos estadios de Jerusalén. Confiaba en Dositeo, porque éste
                     sentía mucho afecto por él y por Alejandra, y tenía no pocas razones para odiar a
                     Herodes; pues era consanguíneo del José que Herodes había matado y hermano de aquellos
                     que Antonio había ejecutado en Tiro. Pero todo esto no fue suficiente para que fuera
                     fiel a Hircano; calculando que podía esperar más de Herodes que de Hircano, entregó
                     la carta a Herodes. 
Herodes apreció este acto, pero le encargó que entregara a Maleo la carta cerrada
                     y sellada, y que recibiera su respuesta, pues le convenía saber cuál era la disposición
                     de ánimo de Maleo. Dositeo cumplió de buen grado lo ordenado. El árabe contestó que
                     estaba dispuesto a recibir a Hircano y sus compañeros y a todos los judíos que estuvieran
                     de su parte, y que enviaría hombres que los guiaran con toda seguridad y que en nada
                     se apartaría de lo prometido. Cuando Herodes tuvo estas cartas en su poder, en seguida
                     recriminó a Hircano por los pactos formalizados entre él y Maleo. Hircano lo negó,
                     pero Herodes mostro al consejo las cartas y ordenó que lo mataran. (893-894).
LIBRO XV, CAPÍTULO VII: Herodes recibe honores de César en Alejandría. A su regreso, exasperado por las calumnias,
                        hace dar muerte a Mariamne
1. De regreso al reino, se encontró con su casa agitada, y mal dispuestas en su contra
                     a su esposa Mariamne y a la madre de ésta, Alejandra.
Convencidas de la exactitud de sus sospechas, que no las había instalado en la fortaleza
                     para darles seguridad, sino como en una cárcel para que no pudieran disponer ni de
                     sus asuntos ni de los ajenos, se sintieron por esto sumamente indignadas. Mariamne
                     creía que el amor del rey no era sino un engaño, disimulado para su propia comodidad;
                     y le angustiaba la idea de que, en el supuesto de que le pasara algo grave, a ella
                     no le quedaría esperanza ninguna de vida. Recordando lo que había ordenado a José,
                     se empeñó en arrancar la verdad a sus guardianes, especialmente a Soem, del cual sabía
                     que todo dependía. Al principio Soem se mantuvo fiel, sin omitir nada de lo que el
                     rey había ordenado; pero las mujeres insistieron, lo ablandaron con dulces palabras
                     y regalos, y poco a poco fué vencido y cedió. Finalmente reveló las órdenes recibidas,
                     especialmente porque no creía que Herodes regresara con el mismo poder anterior.
Por esto, con la confianza de que así eludía el peligro que podía venir de parte de
                     Herodes, decidió granjearse la buena voluntad de las mujeres, las cuales era muy verosímil
                     que retendrían su dignidad y que lo gratificarían; pues si ellas no llegaban a reinar,
                     estarían cercanas al que iba a reinar. Pero no era menor su esperanza para el caso
                     de que Herodes, arreglando con buen éxito sus asuntos, regresara; pues no podría oponerse
                     a la voluntad de la esposa. Sabía que el rey tenía un vehemente amor por Mariamne.
                     Con estas consideraciones reveló las órdenes del rey. De ellas Mariamne se informó
                     con amargura, porque no veía el fin de los males que debía temer de Herodes; y deseó
                     que los acontecimientos no le fueran bien, pues le sería intolerable reanudar la vida
                     con él. Lo mostró claramente en adelante y no disimuló en lo más mínimo sus sentimientos.
2. Cuando Herodes estuvo de regreso, habiéndole ido mucho mejor de lo que esperaba,
                     la primera en ser informada fue su esposa, por ser tan grande el amor y la afición
                     que le tenía. Aconteció que mientras le explicaba el éxito del viaje, su mujer en
                     vez de alegrarse se entristeció, sin poder ocultar su dolor. Llena de dignidad y nobleza,
                     respondió con gemidos a sus saludos, y al escuchar su relato manifestó más tristeza
                     que alegría. Herodes se conturbó no ya por sospechas sino ante la realidad.
Se angustió por el odio inesperado y visible de su esposa.
La situación lo atormentó espiritualmente e, impaciente de amor, unas veces se indignaba
                     y otras se reconciliaba, pasando de uno a otro sentimiento, sin saber en cuál de ellos
                     estabilizarse. Oscilaba entre el amor y el odio; muchas veces cuando había decidido
                     castigarla, vencíalo el amor y el ansia de no separarse de ella. Finalmente, a pesar
                     del deseo de castigarla, no se aventuró a hacerlo por temor de que su muerte le resultara
                     más perjudicial a él que a ella.
3. Su hermana y su madre se dieron cuenta de su estado de ánimo con relación a Mariamne;
                     vieron que se les ofrecía una ocasión excelente para dar salida a su odio; en sus
                     conversaciones con Herodes lo irritaban todavía más, refiriéndole calumnias para intensificar
                     su encono y su alejamiento. El las escuchaba de buen grado, pero no se atrevía a tomar
                     ninguna decisión contra su esposa, como resultado de lo que le decían.
Sin embargo día a día sus sentimientos hacia ella empeoraban y se intensificaba la
                     discordia. Ella no ocultaba su desafecto y él veía transformarse su amor en odio.
Ya estaba dispuesto a tomar alguna grave decisión, cuando se recibió la noticia de
                     que César había triunfado y que, muertos Antonio y Cleopatra, se había apoderado de
                     Egipto.
Inmediatamente salió al encuentro de César, dejando en ese estado sus asuntos domésticos.
                     Antes de partir, Mariamne le recomendó a Soem, diciendo que le debía mucho por sus
                     cuidados y pidiendo para él un puesto de prefecto. Consiguió el puesto.
Herodes, una vez en Egipto, mantuvo entrevistas cordiales con César, como amigo, recibiendo
                     de él grandes beneficios. César le dio cuatrocientos galos, elegidos entre los guardias
                     personales selectos de Cleopatra, y le devolvió los territorios que esta reina le
                     había hecho quitar. Agregó también a su reino Gadara, Hipos y Samaria y sobre el litoral,
                     Gaza, Jope y la Torre de Estratón.
4. Estos grandes éxitos aumentaron la importancia de Herodes. Acompañó a César hasta
                     Antioquía, y luego regresó. Cuanto mejor le iban los asuntos en el exterior, tanto
                     más intensas eran sus aflicciones en el ámbito doméstico, sobre todo en su matrimonio,
                     con el cual antes se había considerado tan feliz. Sentía por Mariamne un amor muy
                     grande, no menor del de los amantes más famosos de la historia. Ella, por su lado,
                     era honesta y se mantenía fiel; pero poseía un carácter femenino áspero y al ver a
                     su marido rendido de amor lo trataba tiránicamente; sin recordar que ella no era sino
                     un súbdito en relación con un dueño, se comportaba de manera petulante. Herodes lo
                     su fría tomándolo en broma, con moderación y paciencia. Pero Mariamne se burlaba públicamente
                     de la madre y la hermana del rey, y criticaba la falta de nobleza de su estirpe. De
                     modo que las mujeres estaban divididas por odios y rencillas implacables, y día a
                     día las calumnias se hacían más graves.
Las sospechas se mantuvieron latentes y duraron un año después del regreso de Herodes
                     de su reunión con César. La crisis que se venía preparando, al final estalló de la
                     siguiente manera. Cierta vez, a mediodía, el rey se dispuso a descansar e invitó a
                     acompañarlo a Mariamne, a quien seguía amando. Ella penetró en la cámara, pero no
                     se acostó con él, a pesar de habérselo expresado, sino que lo menospreció y le reprochó
                     haber sido el autor de la muerte de su padre y de su hermano.
Herodes tomó muy mal esta ofensa, y como ya estaba dispuesto a tomar alguna medida,
                     su hermana Salomé, que advirtió su turbación, le envió a su copero, que hacía tiempo
                     había conquistado, con orden de decirle que Mariamne le había pedido que preparara
                     cierta bebida para el rey. Si el rey, perturbado, le preguntaba de qué se trataba,
                     debía decir que lo ignoraba, porque la tenía Mariamne y él sólo tenía el encargo de
                     ofrecérsela.
Si el rey, por el contrario, no manifestaba ninguna curiosidad, que se callara, porque
                     así no correría ningún peligro. Luego de haberlo instruido en esta forma, lo envió
                     a que recitara lo enseñado.
El copero se presentó ante el rey y serenamente le contó que Mariamne le había hecho
                     regalos para que ofreciera una bebida al rey. Preguntó éste de qué clase de bebida
                     se trataba; el copero respondió que lo ignoraba, pues solamente le había dicho que
                     la entregara al rey; que, por esto, se lo indicaba, pensando que sería más seguro
                     tanto para el rey como para él mismo.
Cuando oyó estas palabras, el rey, que ya estaba indignado, todavía se exacerbó más;
                     interrogó sobre la bebida al eunuco más fiel de Mariamne, pues sabía que nada, ni
                     grave ni insignificante, se hacía sin la intervención de este hombre. Sometido al
                     tormento, nada pudo decir de lo que le preguntaban, y solamente declaró que el odio
                     de Mariamne por el rey procedía de los informes que le había dado Soem.
Antes de que terminara de hablar, el rey a grandes voces exclamó que Soem, que había
                     sido tan fiel a él y al reino, nunca habría revelado esas cosas a Mariamne, si sus
                     relaciones no hubiesen ido más allá de lo justo.
Inmediatamente hizo detener y matar a Soem; en cuanto a Mariamne, habiendo convocado
                     a sus familiares, la acusó de emplear filtros y bebidas, de acuerdo con lo que dijeron
                     sus calumniadores. Herodes era intemperante en sus expresiones y estaba en talforma
                     indignado que viéndolo en este estado, condenaron a Mariamne a muerte. Pero una vez
                     pronunciada la sentencia, les pareció tanto a él como a otros de los presentes que
                     no debían matarla precipitadamente sino encerrarla en alguna fortaleza. Pero Salomé
                     puso todo su empeño en que la mujer fuera quitada de en medio, e insistió ante el
                     rey, sosteniendo que podrían producirse perturbaciones populares, si ella se mantenía
                     viva. Y es así como Mariamne fue conducida al suplicio.
5. Alejandra, dándose cuenta de la situación, advertida de que le quedaban pocas esperanzas
                     de no ser tratada de la misma manera, tomó una actitud muy diferente de su anterior
                     arrogancia. Para que constara ante todos que ella ignoraba aquello de que se acusaba
                     a su hija, salió afuera y en presencia de todos reprendió a Mariamne, clamando que
                     se había portado mal e ingratamente con su esposo y que con razón le estaban aconteciendo
                     estas cosas, pues no había sabido reconocer los beneficios que había recibido de Herodes.
Estas demostraciones hipócritas y ultrajantes, pues se atrevió a arrancarle los cabellos,
                     no fueron sino causa de disgusto para todos por su indigna falsedad; inculpaba a su
                     hija en momentos en que ésta tenía que sufrir la muerte. Mariamne no pronunció una
                     sola palabra, ni se conturbó por las ofensas de su madre; como si su ánimo errara
                     por lugares excelsos, pareció más bien angustiada por el evidentemente indigno comportamiento
                     de su madre. Con intrépida firmeza, y sin mudar en lo más mínimo de color, marchó
                     a la muerte, manifestando en la hora extrema la nobleza de su linaje.
6. Así murió, mujer distinguida por su virtud y grandeza de alma, pero a la que extraviaron
                     su falta de moderación y su carácter belicoso. Se destacaba por la belleza de su cuerpo,
                     superior a todo lo que podría decirse de las mujeres de su tiempo, y por su majestuosa
                     conversación; pero ésa fue la causa principal de sus malos entendidos con el rey y
                     de que no pudiera vivir felizmente a su lado. Pues como él la trataba indulgentemente,
                     segura de que jamás la trataría con aspereza, abusó de su libertad. Además lo indispuso
                     con él lo que había acontecido a los suyos, y no se abstuvo de decirle todo lo que
                     había sufrido por este motivo. Finalmente se enemistó con la madre y la hermana del
                     rey, y aun con éste, de quien nada grave temía.
7. Muerta ella, se avivó la pasión del rey que, como ya dijimos, era muy intensa.
                     Su amor no tenía aquella condición apacible que nace de la vida en común. Apasionado
                     locamente desde el principio, la libertad de poder satisfacer su pasión no impidió
                     que ésta creciera de día en día. Pero, por castigo divino, después de la muerte de
                     Mariamne su pasión se acrecentó más y más; frecuentemente la llamaba a voces y lloraba;
                     se entregaba a todos los placeres, con banquetes en diversas compañías, para amortiguar
                     su anhelo. No consiguió nada. Negábase a atender los asuntos del reino, y estaba de
                     tal manera atado por el afecto de Mariamne, que incluso decía a sus criados que la
                     llamaran, como si todavía estuviera viva y pudiera oírlos. (896-899).
2.2 La influencia de Séneca
Está admitido  que la influencia de la tradición senequista se hace sentir en la mayor
                     parte de las primeras obras que trataron la historia de Mariana, ya que prácticamente
                     todas convierten a Herodes en un tirano bastante convencional; en concreto, las obras
                     del alemán Hans Sachs (h. 1552), del inglés William Goldingham (h. 1557) y del español
                     Lupercio Leonardo de Argensola (h. 1585). Pero la única de las tragedias anteriores
                     a la suya, y que Hardy habría podido conocer, es la Marianna que Lodovico Dolce publicó en 1565, una de las mejores tragedias del Renacimiento
                     italiano, excelente ejemplo de la adaptación del relato de Flavio Josefo, según las
                     recetas de la tragedia senequista. 
Por lo que se refiere a la obra de Argensola, se trata de Alejandra, junto con Isabela y Filis, una de las tres tragedias que compuso el escritor en sus años mozos, lo que permite
                     disculpar los defectos de composición. En uno de los estudios más completos que existen
                     sobre el escritor de Barbastro podemos leer lo siguiente:
La Alejandra no merece un análisis tan minucioso como el dedicado a la más conocida de las tragedias
                     de Argensola. Está inspirada, como probó el Dr. Crawford, en Marianna de Lodovico Dolce y es un reflejo de las imitaciones  italianas de Séneca, con los
                     horrores que no vamos a recordar. “La tragedia tiene dos acciones bien definidas,
                     el deseo de un Príncipe de vengar la muerte de su padre, y la locura celosa de un
                     Rey que mata a la Reina, combinándose por tal modo los temas de Hamlet y Othello”.
                     La acción pasa en Egipto, pero carece de fundamento histórico La acción secundaria
                     del amor de Lupercio y Orodonte por Sila, lo mismo que la conspiración de Ostilo y
                     Rémulo parecen invención de Argensola y la influencia de Marianna es fácilmente perceptible desde la Loa hasta el epílogo que dice la tragedia. “El
                     asunto”, según Ticknor, “está plagado de repulsivos horrores. Todos los personajes,
                     menos un mensajero tal vez, mueren en el curso de la acción; algunos niños son degollados
                     y las cabezas, arrojadas a los pies de sus padres en escena; y la falsa Reina, después
                     de ser invitada a lavar sus manos en la sangre de la persona con quien estaba indignamente
                     unida, arranca su propia lengua y la escupe a su monstruoso marido. La traición y
                     las conspiraciones iluminan un cuadro compuesto principalmente de tales atrocidades”.
Por lo que afecta a las obras que toman como base la de Hardy, o se inspiran en ella,
                     es algo asumido por la crítica que La Mariane de Tristan L’Hermite, primera tragedia del autor (1636), superaría a su modelo, sobre
                     todo su espléndida versificación, como puede observarse desde el inicio de la obra:
“Fantôme injurieux qui troubles mon repos, 
Ne renouvelle plus tes insolents propos; 
Va dans l'ombre éternelle, ombre pleine d'envie, 
Et ne te mêle pas de censurer ma vie: 
Je suis assez savant en l'art de bien régner,
Sans que ton vain courroux me la vienne enseigner. 
Et j'ai trop sûrement affermi mon Empire 
Pour craindre les malheurs que tu me viens prédire: 
Je donnerai bon ordre à tous les accidents, 
Qui n'étant point prévus, perdent les imprudents.
Mais quoi? Le front me sue, et je suis hors d'haleine; 
Mon âme en ce repos a trouvé tant de peine 
À se désabuser d'une fâcheuse erreur, 
Que j'en suis tout ému de colère et d'horreur 
Holà.”
Posiblemente la obra de Hardy incida más que las otras en la “falta de entendimiento”
                     entre los protagonistas, Mariana y Herodes, que se hace evidente en cada diálogo entre
                     ellos, transmitiendo el texto la impresión de que entre ellos no hay, ni ha habido
                     por parte de ella, ningún punto de entendimiento, sino que se trata más bien de lo
                     que los franceses denominan un “dialogue de sourds”.
* * *
3. NOTA SOBRE EL TEXTO
De la Mariamne de Hardy existen las siguientes ediciones:
1) Théâtre d’Alexandre Hardy, Tome II: La mort d'Achille, tragédie. Coriolan, tragédie. Cornélie, tragi-comédie. Arsacome, ou L’amitié des Scythes, tragi-comédie. Mariamne, tragédie (pp. 393-490). Alcée, ou L'infidélité pastorale. Paris: chez Jacques Quesnel, 1625. Se trata de la editio princeps.
Existe una segunda edición del volumen, motivada por el descontento de Hardy dadas
                     las numerosas faltas del texto de 1625; la fecha de edición es 1632.
2) La segunda edición de la obra, y primera moderna, pertenece a Edmond Stengel: Le
                     Théâtre d’Alexandre Hardy, tome II, Marburg, Elwert et Paris,  Le Soudier, 1884 (Genève, Slatkine Reprints, 1967). Como ya hemos visto en otras obras de Hardy
                     se trata de una copia fiel de la primera edición de éste, pues Stengel reproduce todos
                     los errores de la edición original.
3) Joseph Richard Onil publicaría en 1955: Alexandre Hardy's Mariamne, tragedie: a critical edition..., Philosophical Dissertation Tulane University of Louisiana 1944. Se trata de una
                     tesis doctoral que no hemos podido consultar, ya que los archivos de la Universidad
                     de Tulane parece ser que se digitalizaron años más tarde.
4) De 1989 es la edición crítica de Alan Howe: Mariamne d’Alexandre Hardy. Edition critique, University of Exeter (Textes Littéraires), 1989. Howe en su breve
                     volumen de 96 páginas demuestra conocer a fondo el teatro de Hardy. Redactado en francés,
                     consta de una rica “Introduction” (L’Auteur, Le Sujet, La Pièce, Le Texte), “Bibliographie
                     Sommaire”, un adecuado glosario y dos apéndices  con las “leçons erronées de l’édition
                     de 1632”, del texto de Stengel, y las correcciones propuestas par Eugène Rigal (“Le
                     Théâtre d' Alexandre Hardy: Corrections à la réimpression Stengel et au texte original”,
                     Zeitschrift für französicche Sprache und Literatur, XIII, 1891, pp. 204-228). Su edición aporta  preciosas e importantes notas, así
                     como un excelente  glosario y dos apéndices con las lecciones erróneas de la edición
                     de 1632 y del texto de Stengel, incluyendo las correcciones que propusiera Eugène
                     Rigal (“Le Théâtre d' Alexandre Hardy: Corrections à la réimpression Stengel et au
                     texte original”, Zeitschrift für französicche Sprache und Literatur, XIII, 1891, pp. 204-228). Howe, en su edición, opta por una grafía que responde
                     a la lógica, cambiando muy a menudo la puntuación de la editio princeps de Mariamne, de 1625, opción muy lógica, no obstante, hecho que se aprecia constantemente al
                     realizar la traducción de la obra.
5) La última edición hasta ahora es la de la editorial Garnier: Mariamne. Texte établi, présenté et annoté par Sandrine Berrégard, en: Hardy, Alexandre, Théâtre complet, t. II, dir. Sandrine Berrégard, Paris: Classiques Garnier, «Bibliothèque du Théâtre
                     français», 2015. Como todas la publicadas en los tres volúmenes que la Editorial Garnier
                     consagra al dramaturgo francés, se trata de una edición muy cuidada, que incluye una
                     introducción con un análisis de las fuentes (Les Antiquités judaïques de Flavius Josèphe, l’Histoire de Jérusalem d’Hégésippe, les Adaptations théâtrales); la Dramaturgie de Hardy (Héritage antique
                     et Tradition humaniste); Réflexion politique et morale (le Miroir des passions); les
                     Inflexions du tragique; les Ornements de la tragédie; de la Création à la publication
                     (les problèmes de chronologie, les conditions de représentation); Établissement du
                     texte (les éditions modernes, principes d’édition). Esta edición se basa en la de
                     1625 «qui fait autorité», aunque no desdeña las «leçons» de 1632, que atribuye los
                     versos 239-248 a Salomé, y no a Herodes. Alguna mala lectura, o falta de atención
                     al texto original, da lugar a errores de un verbo por otro: arrêter en lugar del más lógico attenter (“Former une entreprise contre les Loix dans une chose capital”), en el verso 564,
                     en el momento en que Salomé incita al copero a conspirar contra Mariana. En otros
                     casos, como ocurre en el verso 806, la interpretación que da la editora en nota a
                     pie de página (“Comprendre: de quoi valoriser excessivement la liesse passée auprès
                     de moi qui suis orgueilleux”), la lleva a que en el verso sustituya la palabra utilizada
                     en la nota (orgueilleux) por la del propio verso original (angoisseux); así, el verso original (“Me survendre angoisseux la liesse passée”), es transcrito
                     erróneamente(“Me survendre orgueilleux la liesse passée”). En otra ocasión, hallamos
                     una grafía errónea, mord en lugar de mort, que cambia el sentido del verso, 1182, y que incluso la terminación del verso anterior
                     en t, muestra el error. En el verso 1197 se transcribe, por error, J’arrête, en vez de J’atteste. Se trata, en general, de errores coyunturales, que no desmerecen la buena edición
                     de Berrégard. 
* * *
4. ESTA EDICIÓN
El trabajo que hemos llevado a cabo consiste en una edición moderna con texto crítico,
                     basándonos en la editio princeps de 1625, y la segunda edición de 1632, que aunque corrige varias erratas de la primera,
                     la negligencia del tipógrafo y el corrector los llevan a cometer otras.
Teniendo en cuenta las ediciones ya existentes, la nuestra atiende a los siguientes
                     criterios:
a. Corrección de las erratas detectadas en la editio princeps.
b. Modernización de la grafía, siempre que dicha modernización no altere la métrica
                     de la editio princeps.
c. Asunción de enmiendas, siempre que las consideremos lógicas y aceptables, incluidas
                     por los diferentes editores.
d. Inclusión de enmiendas propias.  
e. Adición de notas propias, de diversa tipología, fundamentalmente filológicas, aunque
                     no se excluyen referencias a las ediciones modernas.
* * *
5. NUESTRA TRADUCCIÓN
Como ya hemos aclarado en anteriores ocasiones, traducir al español la versificación
                     de Hardy no es tarea difícil, aunque sí lo es si pretendemos unificar la métrica.
                     Así pues, los 14 versos del alejandrino castellano trasladan a la perfección los alejandrinos
                     franceses de 12. En todo momento hemos tratado de elegir el término  más adecuado
                     al contexto en el que se desarrolla la obra, no evitando, si así surge, la rima de
                     algunos versos, que contribuye a dotar al texto de una mayor musicalidad. Una última
                     aclaración, que hace años sería innecesaria pero ahora no parece estar de más: el
                     sustantivo “hembra” aparece con frecuencia en la traducción, en lugar de “mujer”;
                     la explicación es obvia para cualquier traductor de poesía ya que propicia la sinalefa
                     y acorta el verso, como puede verse en el siguiente ejemplo del verso 608: “Pourquoi
                     serez-vous plus qu’une femme craintif?”, traducido por “¿Por qué vais a ser más miedoso
                     que una hembra?”; traducir “femmes” por “mujeres” rompería el alejandrino.
* * *
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Adam, Antoine: Histoire de la Littérature Française au XVIIe siècle, tome I, L'Époque d'Henri IV et de Louis XIII, 1ère éd. Paris: Domat-Montchrestien, 1948; 2ème Paris: Éditions Mondiales 1962;
                     3ème Paris: Albin Michel, 1997.
Bernardin, N.-M.: Un précurseur de Racine Tristan l’Hermite Sieur du Solier (1601-1655). Sa famille, sa vie, ses œuvres; Genève: Slatkine Reprints 1967.
Berrégard, Sandrine : Tristan L’Hermite, ‘héritier’ et ‘précurseur’: Imitation et innovation dans la carrière
                        de Tristan L’Hermite, Tübingen, Narr, 2006.
Bétolaud, Victor (trad.): Œuvres complètes d’Apulée, traduites en français. Nouvelle édition entièrement refondue. Tome second, Paris: Garnier Frères, 1862.
Chevalier, Jean, Gheerbrant, Alain: Diccionario de los símbolos, trad. De M. Silvar y A. Rodríguez, Barcelona: Herder, 1995.
Dolce, Lodovico: Marianna, Venise, 1565.
─: Marianna (1565) (nel Teatro italiano antico, V, Società Tipgrafica de Classici Italiani, Milano, 1809, pp. 193-316.
Grimal, Pierre: Diccionario de mitología griega y romana. Edición revisada, con bibliografía actualizada por el autor. Prefacio de Charles
                     Picard. Prólogo de la edición española de Pedro Pericay. Traducción de Francisco Payarols,
                     Barcelona-Buenos Aires: Ediciones Paidós, 1982.
Howard Green, Otis: Vida y Obras de Lupercio Leonardo de Argensola, Institución “Fernando el Católico” (C.S.I.C.) de la Excma. Diputación Provincial
                     de Zaragoza, 1945.
Licha-Zinck, Alexandra: La Vertu de l’héroïne tragique (1553-1653), thèse de doctorat réalisé sous la dir. de Georges Forestier, Université Paris IV-Sorbonne,
                     2004.
Oudin, César: Tesoro de las dos lenguas española y francesa, añadido conforme a las memorias del autor… Bruselas, Juan Mommarte, 1660.
Ovidio (Publio Ovidio Nasón): Tristezas. Introducción, edición y notas de Eulogio Baeza Angulo, Madrid: Consejo Superior
                     de Investigaciones Científicas, 2005.
Pérez de Moya, Juan: Filosofia secreta, donde debajo de historias fabulosas, se contiene mucha doctrina
                        provechosa a todos los estudios..., Alcalá de Henares: Andrés Sánchez Ezpeleta, 1611 (reed. Carlos Clavería: Madrid:
                     Cátedra, 1995).
Tristan L’Hermite: Œuvres complètes, Paris: Honoré Champion; Genève: Slatkine Reprints, 1999-2003: tome 1 (Prose); tome
                     2 (Poésie); tome 3 (Poésie); tome 4 (Tragédies); tome 5 (Théâtre, Plaidoyers).
* * *
ARGUMENTO
El mismo Herodes que se hizo famoso por el asesinato de los Santos Inocentes, se casó,
                     tanto por conveniencia en sus asuntos, como por su esplendorosa belleza, con Mariana,
                     nacida del linaje de los asmoneos; pero esta liberal princesa nunca pudo amar de corazón
                     a un tirano, que había mandado matar a su padre y a su hermano para acceder a la corona
                     de Judea, por lo que todas las caricias de un marido que la idolatraba eran recibidas
                     con desprecio, y sólo servían para hacer estallar el odio de un humor altanero, ya
                     fuera con Herodes, o con su parentesco; ello ocasionó que Feroras y Salomé, hermano
                     y hermana del Rey, engendraran un odio irreconciliable contra Mariana, poniendo en
                     práctica toda clase de imposturas e invenciones con el fin de perderla. Sin embargo,
                     el amor de Herodes resistió durante mucho tiempo a las insidias, sin poder decidirse
                     a privarse de la luz de ese sol de virtuosa belleza que le daba la vida. A pesar de
                     eso, Salomé se decidió finalmente a sobornar al primer copero del rey, denunciando
                     a Mariana a su Majestad, como la persona que había querido convencerlo para que mezclara
                     veneno en su bebida. El fraude tuvo éxito, porque Salomé supo elegir el momento, esperar
                     la oportunidad de la cólera de Herodes, hasta hace poco prendado de su esposa, por
                     cierto repudio que se lee en Flavio Josefo, más honesto en callar que útil en revelar.
                     De manera que, este monstruo de crueldad dando libre curso a una venganza irracional
                     basada en una acusación falsa, hizo decapitar a su mujer, lo que le provocó, al mismo
                     tiempo, una pena tal por su pérdida que lo hizo añorarla desde entonces hasta su muerte.
ACTORES
| La Sombra de Aristóbulo | 
| Herodes | 
| Mariana | 
| Feroras | 
| Salomé | 
| Soême | 
| Nodriza | 
| Preboste | 
| Copero | 
| Mensajero | 
| Eunuco | 
| Paje | 
ACTO 1
ESCENA I
ESCENA II
ACTO II
ESCENA I
ESCENA II
ACTO III
ACTO IV
ESCENA I
ESCENA II
ACTO V
