Cyril Tourneur, The Tragedy of the Atheist

La tragedia del ateo





Texto utilizado para esta edición digital:
Tourneur, Cyril. Tragedias: La tragedia del vengador. La tragedia del ateo. Traducido por Bernt Dietz. Madrid: Alfaguara, 1987, pp. 296-547.
Adaptación digital para EMOTHE:
  • Tronch Pérez, Jesus

Nota a la edición digital

La colección EMOTHE agradece a Bernt Dietz la gentileza de conceder permiso para reproducir el texto de su traducción.

Esta edición digital se ha llevado a cabo con el apoyo del proyecto de investigación GVAICO2016-094, de la Generalitat Valenciana (2016-2017).


PERSONAJES

MONTFERRERS, un barón
BELFOREST, un barón
D’AMVILLE, hermano de Montferrers
LEVIDULCIA, Señora de Belforest
CASTABELLA, hija de Belforest
CHARLEMONT, hijo de Montferrers
ROUSARD, hijo mayor de d’Amville
SEBASTIAN, hijo menor de D’Amville
LANGUEBEAU SNUFF, un puritano y capellán de Belforest
BORACHIO, el instrumento de D’Amville
CATAPLASMA, una fabricante de pelucas y atavíos
SOQUETTE, una dama de compañía adecuada para Cataplasma
FRESCO, un criado de Cataplasma
Otros criados
Sargento en la guerra
Soldados
Vigilantes
Oficiales
Médico
Jueces
Guardián de la prisión
Verdugo

PRIMER ACTO

ESCENA I

Entran D’Amville y Borachio acompañados de servidumbre.

D’AMVILLE
Vi a mi sobrino Charlemont hace un momento
Irse del lado de su padre. Dile que deseo
Hablar con él.
Sale un criado.
Borachio, tú eres leído
En la naturaleza y su extensa filosofía.
5
¿No observas exactamente el mismo curso
En el desarrollo tanto del hombre como del animal?

BORACHIO
El mismo. En nacimiento, crecimiento, madurez, decadencia y muerte:
Solamente que el hombre está obligado a su naturaleza
Para la mejor combinación de ambos.

D’AMVILLE
10
Mas donde ese favor de la naturaleza no
Es completo y libre ves que el hombre se convierte
En un tonto, que sabe tan poco como el animal.

BORACHIO
Eso muestra que nada hay en el hombre por encima
De su naturaleza: si algo hubiese, considerando que es
15
La parte sobresaliente de su ser, no se inclinaría
Ante la debilidad de la naturaleza.

D’AMVILLE
Entonces, si la muerte constituye
Nuestra suma total de dicha y felicidad,
Déjame que todos mis sentidos se complazcan
En la abundante plenitud del deleite de inmediato,
20
Y con un dulce, imperceptible incremento
De grata saciedad vayan a fundirse con mi polvo.

BORACHIO
Ese desarrollo es demasiado breve se me antoja.
Si esta vida comprende toda nuestra felicidad,
¿Qué tonto no será desear morir tan pronto?
25
Y si nuestro tiempo cumple su ciclo en la extensión prevista
Por la naturaleza, ¡cuán imprevisor sería
Consumir nuestra sustancia en el placer de un minuto,
Y luego vivir una era de miseria!

D’AMVILLE
¿Así que tú concluyes que el placer sólo fluye
30
Sobre una corriente de riquezas?

BORACHIO
La riqueza es señora
De toda la felicidad.

D’AMVILLE
Es verdad oracular,
Pues, ¿qué es un hombre que sea honesto sin riqueza?

BORACHIO
Tanto desgraciado como despreciable.

D’AMVILLE
Peor aún, Borachio. Pues si la caridad
35
Pasa por ser una parte esencial de la honestidad,
Y debería ser practicada primero con uno mismo —
Lo cual debe concederse — entonces tu hombre honesto
Que es pobre es más deshonesto que nadie, dado que es
Poco caritativo con el hombre al que más
40
Debería respetar. Mas ¿en qué me toca esto a mí
Que parezco tener suficiente? Gracias a la laboriosidad,
Es verdad. Si mi cuerpo no se hubiese extendido a sí mismo
Hacia la posteridad acaso no desearía
Mayor incremento de sustancia que
45
La que guardara proporción a mis propias dimensiones.
Mas incluso en ese estado adecuado
Un hombre tiene motivo para ser previsor y añadir más:
Pues, ¿qué es aquél que posee un ojo tan presente
Y una fuerza tan a punto, que puede prever
50
Y fortificar su sustancia y su propio ser
Contra esos accidentes el menor de los cuales
Puede desposeerle de la administración de una era?
Y, en cuanto a mis hijos, están tan cerca de mí
Como las ramas al árbol a partir del cual crecen,
55
Y pueden multiplicarse en igual número.
Conforme se incrementan, así debería hacerlo mi providencia,
Pues de mi sustancia reciben ellos la savia
Por medio de la cual viven y florecen.

BORACHIO
Señor, es suficiente,
Comprendo el objetivo al cual apuntáis.

Entra Charlemont.

D’AMVILLE
60
Silencio, nos interrumpen. ¡Charlemont!

CHARLEMONT
Buenos días, tío.

D’AMVILLE
Noble Charlemont,
Buenos días. ¿No es éste el día venerado
En el que os proponíais poneros en camino hacia la guerra?

CHARLEMONT
Así lo pretendía mi inclinación.

D’AMVILLE
65
¿Y no vuestra resolución?

CHARLEMONT
Sí, milord,
Si no la hubiese contradecido mi padre.

D’AMVILLE
¡Oh noble guerra! Eres la causa original
De todo el honor del hombre. ¡Cuán abatidamente
El espíritu más indigno de nuestro tiempo presente
70
Se ha vertido por debajo del valor antiguo
De nuestros antepasados, de cuyas nobles gestas
Innoblemente derivamos nuestros linajes!

CHARLEMONT
Señor, no me culpéis de su renuencia.
En virtud de la fuerza de su autoridad
75
Mi disposición se ve forzada a pesar de sí misma.

D’AMVILLE
Sobrino, sois el honor de nuestra sangre.
Las tropas de nobleza, cuya valía inferior
Debería secundar vuestro ejemplo, se han convertido
En vuestros líderes, y el desdén de su discurso
80
Torna una espalda sonriente sobre vuestra reticencia.

CHARLEMONT
No necesitáis urgir mi espíritu mediante la desgracia;
Es lo bastante libre. Mi padre le pone freno.
Para retenerme me niega el sostenimiento
Apto para darme el equipamiento de mi rango.
85
Liberadme de esa poderosa necesidad
Y llamadme cobarde si me quedo atrás.

D’AMVILLE
¿Por falta de medios? Borachio, ¿dónde está el oro?
Desheredaría a mis descendientes
Para adquirir honor. Es un interés
90
Que valoro por encima del capital de la riqueza.
Me alegra que tuviera ocasión de dar a conocer
Cuán prontamente mi sustancia habrá de abrir
Sus puertas para serviros. Aquí tenéis mil coronas.

CHARLEMONT
Mi digno tío, a cambio de esto
95
Abandono mis ataduras. Así me veo doblemente atado:
Por eso para la restitución de este oro,
Y por este oro para dar satisfacción a vuestro amor.

D’AMVILLE
Señor, es sólo un testigo de mi amor,
Y el amor siempre se da satisfacción a sí mismo
100
Ahora en cuanto a vuestro padre: esforzaos en obtener su consentimiento.
Mi porfía secundará la vuestra.
Lo conseguiremos.

CHARLEMONT
Si los ruegos fracasan,
La fuerza de la reputación prevalecerá.

Sale.

D’AMVILLE
Ve a llamar a mis hijos para que puedan despedirse
105
Del noble Charlemont.
Sale un criado.
¡Bien, mi Borachio!

BORACHIO
La sustancia de nuestra conversación anterior
Era la riqueza.

D’AMVILLE
La cuestión de cómo conseguirla.

BORACHIO
El joven Charlemont marcha a la guerra.

D’AMVILLE
Oh, empiezas a entenderme.

BORACHIO
Atendedme pues.
110
Se me antoja que el fértil ingenio del hombre podría hacer
De la feliz ausencia de este Charlemont
Un tema para la oportuna providencia.
El tiene un padre rico, a punto incluso
De ir a parar a la tumba. Y no hay poder humano,
115
Cuando Charlemont se haya ido, que pueda interponerse
Entre vos y él.

D’AMVILLE
Has aprehendido tanto
Mis intenciones como mi amor. Ahora deja que la confianza que merezcas,
En cuanto a la empresa y el secreto,
Sea proporcional a la amplitud de tu ingenio,
120
Y tu recompensa guardará paralelo con los dos.

BORACHIO
Mi resolución me mantiene ya ligado
A vuestro servicio

D’AMVILLE
Y mi corazón lo está a ti.
Entran Rousard y Sebastián.
Aquí están mis hijos:
He ahí mi eternidad. Mi vida en ellos
125
Y su descendencia habrá de vivir para siempre,
Y en mi razón vive la providencia
Para añadir a la vida igual medida de felicidad.
Pierdan todos los hombres, a fin de que incremente mi ganancia.
No tengo simpatía por el dolor ajeno.

Salen.

ESCENA II

Entran el viejo Montferrers y Charlemont.

MONTFERRERS
Por favor, deja que esta corriente de mis lágrimas
Desvíe tu inclinación lejos de la guerra,
Pues de mis hijos sólo tú me quedas
Como promesa de una sucesión para mi casa,
5
Y todo el honor que puedas obtener con las armas
No supondrá sino una vana adición a tu nombre,
Ya que de tus antepasados puedes derivar
Una dignidad suficiente y no menos grande
Que la que tienes sustancia para mantener y portar.
10
Te ruego que te quedes en casa.

CHARLEMONT
Mi noble padre,
El más leve suspiro vuestro tiene el poder de invertir
Mi propósito más poderoso, y vuestra lágrima más tenue
Puede fundir mi resolución tornándola en obediencia
Igual de suave. Mas mi afición por la guerra
15
Es tan hereditaria como mi sangre
Para cualquier vida de todo mi linaje.
Vuestros predecesores fueron vuestros precedentes
Y vos sois mi ejemplo. ¿He de servir
Para nada más que un vano paréntesis
20
En la honrosa historia de vuestra familia?
¿O pender apenas como un escudo vacío
Entre los trofeos de mis predecesores
Y las ricas armas de mis descendientes?
No hay un francés de buena sangre y juventud
25
Que bien por su espíritu, bien por el ejemplo,
No se vea convertido en soldado. Sólo Charlemont
Ha de reputarse esa misma cosa sin corazón
Con la que los cobardes osarán jugar.

Entran D’Amville, Rousard y Sebastián.

D’AMVILLE
Buenos días, milord.

MONTFERRERS
Para ti también, buen hermano.

CHARLEMONT
30
Buenos días, tío.

D’AMVILLE
Para ti también, gentil sobrino.
¿Qué, os habéis lavado los ojos con lágrimas esta mañana?
(A Montferrers.)
Venid, por mi alma, su propósito merece
Vuestro libre consentimiento. Vuestra tibieza le disuade.
¿Qué habría de ser más preciado para el padre
35
De un caballero que el mantenimiento
E incremento del honor de su casa?
Milord, aquí están mis chicos. Estaría orgulloso
Si el uno o el otro tuviese inclinación
De ser competidor de mi valiente sobrino.

MONTFERRERS
40
Vuestra porfía ha triunfado.
Pido a Dios que mi forzado asentimiento no sea de mal agüero.

D’AMVILLE
(a Charlemont)
Lo hemos conseguido.
(A Montferrers.)
¿De mal agüero? ¿En qué?
No puede ser en nada excepto en la muerte,
Y soy de la creencia confiada
45
De que el mismo tiempo, lugar y forma de nuestras muertes
Siguen al destino con esa necesidad
Que nos hace estar seguros de que moriremos. Y en una cosa
Ordenada con certeza tan inalterable,
¿De qué puede servir el uso de la providencia?

Entran Belforest, Levidulcia, Castabella, con servidumbre.

BELFOREST
50
Buenos días, milord Montferrers, lord D’Amville,
Buenos días, caballeros; pariente Charlemont,
Os deseo gentilmente lo mismo. En verdad, tenía miedo
De llegar demasiado tarde para deciros que
Deseo a vuestras empresas un éxito
55
Que se haga merecedor de la medida de su valor.

CHARLEMONT
Milord, mi deber no me dejaría partir
Sin recibir vuestras órdenes.

BELFOREST
Los cumplidos son más para adornar
Que para utilizarlos. No deberíamos emplear tiempo en ellos
60
Excepto el que permitan nuestras cuestiones más serias.

MONTFERRERS
Su deber le habría impedido recibir vuestro favor
Si no le hubiésemos detenido en su camino.

D’AMVILLE
El venía a presentar su servicio.
Pero ahora basta. El cocinero nos llama al desayuno:
65
¿Quiere vuestra señoría pasar? ¿Noble señora?

Salen todos excepto Charlemont y Castabella.

CHARLEMONT
Ni noble dama, este cumplido
Es como un parlamento elegante y conmovedor
Compuesto de muchos puntos suaves, persuasivos,
Que se secundan uno a otro con fluido
70
Incremento y confirmación de su fuerza,
Reservando aún el mejor para el final
Para coronar el vigoroso impulso del resto
Con una plena conquista del sentir de quien escucha,
Porque la impresión de lo último que decimos
75
Dura siempre más tiempo y con mayor constancia
Domina el recibimiento de la remembranza.
Así todos los que ahora saludan mi despedida
Se han sumado en abundancia al amor
Mediante el cual recibí su cortesía.
80
Mas vos, querida dama, al ser la última y mejor
Que me dice adiós, como el imperioso final
De la oración más dulce, habéis completamente
Poseído mi gusto, y habréis de vivir siempre
En el alma de mis auténticos recuerdos.
85
Así, señora, con este beso me despido.

CASTABELLA
Mi digno siervo, equivocáis la intención
Del besar: no fue hecho para separar
A un par de amantes, sino para ser el sello
Del amor, denotando mediante la unión de
90
Nuestros alientos mutuos e incorporados
Que no deberíamos respirar sino en una vida contraída.
Quedaos en casa, o permitidme ir con vos.

CHARLEMONT
Mi Castabella, el que yo me quedase
O vos viniérais o bien mancharía mi juventud
95
Con una debilidad deshonrosa o
Vuestro cariñoso propósito con la indecencia.
Entra Languebeau Snuff.
Y para satisfacción de vuestro amor
Aquí viene un hombre cuyo conocimiento he convertido
En testigo del contrato de nuestras promesas,
100
Que mi regreso confirmará mediante el matrimonio.

LANGUEBEAU
Os saludo a ambos con el espíritu de la copulación. Ya he sido informado de vuestros propósitos matrimoniales y seré un testimonio de la integridad de vuestras promesas.

CASTABELLA
105
¡Oh el triste pesar de mi alma temerosa!
Mi fiel siervo, ¿no oísteis nunca
Que cuando cierto gran hombre marchó a la guerra
El lindo rostro del cielo se enmascaró de aflicción,
Los vientos suspirando conmovieron el pecho de tierra,
110
Las pesadas nubes dejaron colgando sus cabezas dolientes
Y lloraron tristes chaparrones el día en que partió,
Cual si ese día presagiara algún turbio suceso
Que fatalmente habría de matar su felicidad? —
Y así hubo de ocurrir. Se me antoja que mis ojos
115
(¡El dulce cielo lo impida!) son como esas nubes que lloraban,
Y como sus chaparrones presagiaban algo, así lo hacen mis lágrimas.

CHARLEMONT
Bah, supersticiosa, ¿es que es malo besar?

CASTABELLA
Ojalá que todos mis temores no me hieran más que esto.

Se besan.

LANGUEBEAU
Ya, ya, ya, estos besos carnales despiertan las concupiscencias
120
de la carne.

Entran Belforest y Levidulcia.

LEVIDULCIA
Oh, aquí está vuestra hija bajo los labios de su siervo.

CHARLEMONT
Señora, no hay razón para que desconfiéis
Del beso que di; no era sino uno de despedida.

LEVIDULCIA
¡Una sangre lozana! Bien, por los labios del amor,
125
Si me dieran a elegir, daría la bienvenida a uno para mí.

BELFOREST
Vuestro padre se queda para dejaros en el camino.
Adiós. Que el gran comandante de la guerra
Haga prosperar el rumbo que emprendáis. Adiós.

CHARLEMONT
Milord, humildemente me despido.
130
(A Levidulcia.)
Señora,
Beso vuestra mano.
(A Castabella.)
Y vuestros dulces labios. Adiós.
Salen todos excepto Charlemont y Languebeau.
Su capacidad de hablar ha perecido entre sus lágrimas.
Algo en mi interior querría persuadirme de que me quedase,
135
Mas la reputación no puede acceder a ello.
Querido señor, sois el hombre cuya honesta familiaridad
Mi confianza ha elegido para ser mi amigo.
Temo que mi ausencia la descomponga.
Vos tenéis la aptitud y la ocasión
140
De moderar su pasión. Dejad que sus penas
Reciban esa amistad de vos, y vuestro amor
No se arrepentirá de dicha cortesía.

LANGUEBEAU
Señor, me faltan palabras y protestas para insinuarme en vuestro crédito, pero, para hablar pronto y claro,
145
mitigaré su aflicción con el espíritu de la consolación.

CHARLEMONT
Señor, tomaré en préstamo vuestra amistad;
Y no temáis que vuestros intereses sean pequeños —
Vuestros beneficios superarán vuestro capital.

Sale Charlemont.
Entran D’amville y Borachio.

D’AMVILLE
Monsieur Languebeau, soy dichoso de encontraros.
150
La honestidad de vuestra conversación me hace solicitar más interés en vuestra familiaridad.

LANGUEBEAU
Si a vuestra señoría le complace saludarme sin ceremonia estoy bien dispuesto a intercambiar mis servicios por vuestro favor, pero esta aduladora clase de recibimiento
155
es una vanidad supersticiosa; para decirlo pronto y claro, no me gusta.

D’AMVILLE
Abrazo vuestra disposición y deseo daros una generosa seguridad en mi amor igual que milord Belforest, el que merecidamente os favorece.

LANGUEBEAU
160
Su señoría halla satisfacción en la llaneza y autenticidad de mi conversación.

D’AMVILLE
No puede darle insatisfacción. En la conducta de su nolbe hija Castabella un hombre puede leer la valía de ella y vuestra instrucción.

LANGUEBEAU
165
Esa dama es en extremo dulce y modesta, bella, honesta, agraciada, sabia, bien nacida y rica.

D’AMVILLE
Me habéis dado su retrato en miniatura.

LANGUEBEAU
Ella es como vuestro diamante: una tentación a los ojos de cualquier hombre, mas sin ceder ella misma a ninguna
170
impresión ligera.

D’AMVILLE
El elogio le pertenece a ella, mas la comparación es vuestra.

Le da un anillo.

LANGUEBEAU
Habréis de perdonarme eso, señor.

D’AMVILLE
No llegaré a tanto a petición vuestra como a perdonaros eso. Solamente os lo daré, señor. Por... me vais a hacer
175
jurar.

LANGUEBEAU
¡Oh, de ningún modo! No profanéis vuestros labios con la inmundicia de ese pecado. Prefiero aceptarlo. Para salvar vuestro juramento habréis de perder vuestro anillo. En verdad, milord, mi elogio se quedó corto con
180
la valía de ella. Ella sobrepasa a una joya: ésta es solamente de adorno — ella es tanto para adorno como para el uso.

D’AMVILLE
Mas es guardada sin uso, con lo cual no hay beneficios. Ella Merece un digno marido, señor. A menudo he deseado
185
Una unión entre mi hijo mayor y ella. El matrimonio Uniría las casas de Belforest y D’Amville en una noble Alianza.

LANGUEBEAU
Y la unión entre familias es una obra de amor y caridad.

D’AMVILLE
Y esa obra una ocupación que se ajusta bien a la bondad de
190
vuestra disposición.

LANGUEBEAU
Si a vuestra señoría le complace hacerme ese encargo lo llevaré a cabo sin ningún otro propósito, por el camino más seguro para satisfacer vuestros deseos.

D’AMVILLE
Lo acepto con toda alegría —Rousard— Aquí hay cartas
195
dirigidas a milord Belforest que tocan mi deseo en lo que atañe a ese punto. Entra Rousard, con aire enfermizo. Rousard, te envío un peticionario a Castabella. A la discreción de este caballero encomiendo la gestión de tu solicitud. Su buen éxito habrá de dar las gracias a tu confianza.
200
Sigue sus instrucciones, él será quien te comande.

LANGUEBEAU
Con llaneza y autenticidad.

ROUSARD
¿Quien me comande? ¿Me cree vuestra señoría demasiado débil como para acometer yo mismo el asalto?

LANGUEBEAU
Yo sólo seré quien apoye vuestras acciones.

ROUSARD
205
A decir verdad, así pienso que debéis actuar, pues un hombre enfermo apenas puede obtener la buena disposición de una mujer sin ayuda.

LANGUEBEAU
(aparte.) ¡Charlemont! Tu pago y mis promesas no eran ambos sino palabras, y ambos, cual las palabras, se convertirán en
210
aire.
ErrorMetrica
Por tu mano pobre y vacía debo mantenerme mudo:
Esto me da la sensación de una causa mejor.

Salen Languebeau y Rousar.

D’AMVILLE
Borachio, ¿te fijaste escrupulosamente en este hombre?

BORACHIO
Su propia profesión le declararía puro.

D’AMVILLE
215
Y parece conocer si hay algún beneficio
Que surja de la religión después de la muerte.
Mas detente a comparar su profesión con su vida,
Se contradicen mutuamente de forma tan directa,
Cual si el fin de sus instrucciones no fuera otro
220
Que el de desviar el mundo del pecado, para que él
Pudiese con mayor facilidad acapararlo para sí:
Es esto lo que me confirma como ateo.
Bien, Charlemont se ha ido — y aquí tú ves
Que su ausencia es el fundamente de mi plan.

BORACHIO
225
Él es el hombre a quien Castabella ama.

D’AMVILLE
Esa fue la razón por la que le propuse
Una ocupación situada en un lugar extranjero,
A fin de dejar su inclinación fuera de juego.

BORACHIO
Ello nos ha despejado el camino para actuar.

D’AMVILLE
230
Esta Castabella es una rica heredera,
Y mediante su matrimonio con mi hijo mayor
Mi casa se ve honrada y mi condición incrementada.
Esta obra en sí misma merece mis esfuerzos,
Mas si prospera, habrás de ver mi cerebro
235
Hacer de ésta apenas la introducción a una meta
Tan llena de beneficiosa política,
Que despertaría en el alma de la honestidad
La ambición de convertirse en villanía.

BORACHIO
Presagio
Que hay ocupación en ello. Seré un instrumento
240
Para engalanar la realización con destreza.

D’AMVILLE
Así lo harás: Ningún hombre te despojará del honor.
Ve al instante y compra un chal de carmesí
Como el de Charlemont. Prepárate un disfraz
Que se corresponda al hábito de un soldado herido y cojo,
245
Y entonces estate preparado en la fiesta de la boda,
En la que hallarás ocupación en una tarea
Que dará gusto a tu disposición.

BORACHIO
Tal y como aseveré,
Vuestro instrumento hará enorgullecerse a vuestro proyecto.

D’AMVILLE
Este matrimonio traerá riqueza: si eso tiene éxito,
250
Yo la incrementaré aunque mi hermano sangre.

Salen.

ESCENA III

Entra Castabella, esquivando la importunación de Rousard.

CASTABELLA
Es más, buen señor, si supieseis en verdad cuán poco me satisface os abstendríais de ello.

ROUSARD
No te dejaré hasta que me hayas atendido como siervo tuyo.

CASTABELLA
¿Siervo mío? Estáis enfermo, se dice. Me acusaríais de
5
indiscreción si recibiera a alguien que no está capacitado para hacerme un servicio.

ROUSARD
El servicio de una dama consiste en su mayor parte en labores de cámara y los hombres enfermos son los más idóneos para estar en la cámara. Te ruego que me concedas un
10
favor.

CASTABELLA
Se me antoja que poseéis un muy dulce favor que ya es vuestro.

ROUSARD
No me falta sino vuestro ojo negro.

CASTABELLA
Si vais en busca de pelea con los muchachos ellos os
15
proporcionarán uno.

ROUSARD
Bien, si adoptáis un tono amargo menospreciaré vuestro ojo negro. La mañana de ojos grises da el día más hermoso.

CASTABELLA
Ahora que no estáis aparentando estaría dispuesta a otorgaros un favor. ¿Qué favor os gustaría obtener?

ROUSARD
20
Cualquier fruslería, cualquier cosa ligera.

CASTABELLA
Vaya, ¿seréis tan maleducado como para pedir una cosa ligera de manos de una dama?

ROUSARD
¿Quieres darme un rizo de tu cabello entonces?

CASTABELLA
¿Os falta pelo, señor?

ROUSARD
25
No, a fe, no me falta pelo tan largo como pueda tenerlo por dinero.

CASTABELLA
¿Qué queréis con mi pelo entonces?

ROUSARD
Portarlo por ser tuyo, corazón.

CASTABELLA
¿Pensáis que me gusta que porten mi pelo y me dejen sin él?

ROUSARD
30
Vamos, sois tan ingeniosa y tan aguda ahora.

La besa.

CASTABELLA
Bah, me gustaría carecer de uno de mis sentidos ahora.

ROUSARD
¿Amarga nuevamente? ¿Qué es eso? ¿El olor?

CASTABELLA
No, no, no. Bien confío en que ahora estéis satisfecho. Os he concedido un favor.

ROUSARD
35
¿Qué favor? ¿Un beso? Te ruego que me des otro.

CASTABELLA
Mostradme entonces el que os di.

ROUSARD
¿Cómo iba a mostrarlo?

CASTABELLA
Sois indigno de un favor si no vais a dedicar un minuto a su conservación.

ROUSARD
40
Bien, en palabras sencillas, ¿me amas? Ese es el propósito de mi venida.

CASTABELLA
¿Amaros? Sí, os amo bien.

ROUSARD
Dame tu mano en prenda de ello.

CASTABELLA
Me interpretáis mal. Si os amo bien no debo amaros ahora,
45
pues ahora no estáis bien — estáis enfermo.

ROUSARD
Este equívoco resulta ser un chiste ahora.

CASTABELLA
Hablo como está de moda ahora, en serio. Pero no me dejaréis tranquila, lo percibo, hasta que os haya concedido un favor. ¿Me amáis?

ROUSARD
50
De todo corazón.

CASTABELLA
Entonces de todo corazón os daré un joya para que la prendáis de vuestra oreja. Escuchad — nunca podré amaros.

Sale.

ROUSARD
¿Llama a esto una joya para prender de mi oreja? No es
55
ningún leve favor, pues juro que cae pesadamente sobre mí. Bien, no la dejaré a pesar de todo esto. Se me antoja que anima a un hombre el mantenerse en su sitio cuando una mujer desea librarse de él a primera vista.

Sale.

ESCENA IV

Entran Belforest y Languebeau Snuff.

BELFOREST
Mantengo la oferta de esta unión
Con el propósito de confirmarla en el acto.
Ya se la he planteado a mi hija:
Sus tenues excusas sabían al principio
5
(Me pareció) nada más que a una modesta inocencia
De la sangre, cuya corriente inconmovida no se vio nunca llevada
Al discurrir de la emoción. Mas cuando
Repliqué con argumentos más familiares,
Pensando en tornar audaz su aprehensión,
10
Su modesto sonrojo cayó en un pálido desagrado
Y ella la rechazó con tal seguridad
Cual si hubiese visto impelida por un amor
Que la inclinase firmemente hacia algún otro hombre,
Y en esa obstinación permanece ella.

LANGUEBEAU
15
Verdaderamente esa desobediencia no es propia de una hija. Proviene de una libertad no santificada. Contribuiréis a vuestro propio deshonor si la aceptáis.

BELFOREST
Vuestra honesta sabiduría me ha aconsejado bien.
Una vez más influiré sobre ella con medios persuasivos.
20
Si ella se resiste, dejando de lado toda tibieza,
Haré uso de mi autoridad.

LANGUEBEAU
Y al instante, no sea que —temiendo vuestra coacción— su inclinación opuesta le enseñase algún recurso que pudiese impedíroslo.

BELFOREST
25
Para hacer imposible cualquier oportunidad
Con la que la tardanza pudiese venir en su ayuda,
Esta misma noche ella habrá de casarse.

LANGUEBEAU
Es lo mejor.

Entra Castabella.

CASTABELLA
Con el permiso de vuestra señoría. Mi madre está
30
En la galería y desea conferenciar con vos.
Sale Belforest.
Este es el medio que he usado para poder hablaros.
El tiempo impide ser ceremoniosos; he de ser breve.
A vuestra integridad encomendó Charlemont
El contrato de su amor y el mío,
35
El cual ahora una mano tan fuerte intenta dividir,
Que si vuestro grave consejo no acude en mi ayuda
Me veré forzada a violar mi fe.

LANGUEBEAU
Desde que partió Charlemont he sopesado su amor con el espíritu de la consideración, y sinceramente encuentro
40
que es frívolo y vano. Retirad vuestro respeto: su afecto no lo merece.

CASTABELLA
Buen señor, yo sé que vuestro corazón no puede profanar
La santidad de la cual hacéis profesión
Con un propósito tan corrupto como el de romper
45
La promesa que vuestro propio consentimiento ayudó a gestar.

LANGUEBEAU
¿Puede aquel merecer vuestro amor que, descuidando vuestra deleitosa conversación y en obstinado desprecio hacia todas vuestras oraciones y lágrimas, se ausenta a tanta distancia de vuestra dulce compañía y con un
50
propósito tan empeñado en esa ausencia que como veis compra vuestra separación poniendo en peligro su sangre y su vida, por temor a carecer de pretexto para escindir vuestros vínculos? Es más bien el odio el que promueve la división: el amor antes bien desea la
55
presencia de su amor. Verdaderamente él no forma parte de la Familia del Amor.

CASTABELLA
Oh, no seáis injusto con él. Es un espíritu generoso
El que condujo su disposición hacia la guerra.
Pues el amor gentil y el noble coraje están
60
Tan estrechamente aliados que el uno engendra el otro,
O el amor es la hermana y el coraje es el hermano.
Si pudiese amarle mejor que anteriormente,
Su corazón de soldado me haría quererle aún más.

LANGUEBEAU
Pero, Castabella...

Entra Levidulcia.

LEVIDULCIA
65
Bah, equivocáis el camino hacia una mujer:
El paso no es a través de su razón, sino de su sangre.
Sale Languebeau; Castabella se dispone a seguirle.
¡No, quédate! ¿Qué nombre le darías a la hija
Que, habiendo sido criada a alto precio y con ternura
Hasta el pleno esplendor del cuerpo y la riqueza,
70
Niega el alivio a los padres que
Le concedieron esa educación?

CASTABELLA
Desnaturalizada.

LEVIDULCIA
Entonces Castabella es desnaturalizada.
La naturaleza, madre amante de todos nosotros,
Hizo brotar una mujer para su propio alivio,
75
Para que mediante la buena crianza reavivara su época:
Lo cual, ahora que posees la capacidad y los medios,
Rechazas con la máxima ingratitud.

CASTABELLA
Creedme, madre, amo a un hombre.

LEVIDULCIA
¿Prefieres el afecto de un amor ausente
80
Antes que la dulce posesión de un hombre?
La mente estéril ante el cuerpo fértil,
Mientras que nuestra creación no tiene referencia
Del hombre excepto en su cuerpo, al estar hecho
Sólo para la procreación, que (a menos
85
Que nuestros hijos puedan ser concebidos mediante la imaginación)
Ha de venir el cuerpo, ¿o no? Si la razón fuera
Nuestra consejera descuidaríamos la labor
De la procreación debido al pródigo
Desgaste al que nos arrastra, de aquello que es
90
La riqueza de la vida. La sabia naturaleza, por tanto, ha
Reservado como un incentivo para nuestros sentidos
Nuestro mayor placer en esa la mayor tarea,
La cual, al serte ofrecida, tu ignorancia
Desdeña a cambio de la dicha imaginaria
95
De un afecto insatisfecho hacia
Un hombre ausente, quien, una vez consumida su sangre en la guerra,
Volverá casi enfermo, cojo e impotente,
Desposándote con un tormento como el dolor
De Tántalo, continuando tu deseo
100
Con la infructuosa presentación de la cosa
Que ama, aún enardecido y aún insatisfecho.

Entran Belforest, d’Amville, Rousard, Sebastián, Languebeau, etc.

BELFOREST
Bien, Levidulcia, ¿has preparado ya
El amor de mi hija para que atienda a este hombre,
Su marido que está aquí?

LEVIDULCIA
Yo no soy sino su madrastra,
105
Mas si ella fuera de mi propia carne y sangre,
No podría aconsejar nada mejor para su bien.

ROUSARD
¡Dulce esposa! Tu dichoso esposo así saluda
A tu mejilla.

CASTABELLA
¿Mi esposo? Oh, he sido engañada.
(A Languebeau.)
Querido amigo de Charlemont, vuestra pureza
110
Profesa un desprecio divino del mundo;
Oh no os dejéis sobornar por aquello que tanto despreciáis
Convirtiéndoos en el odiado instrumento del mundo
Y haciendo recaer un justo desprecio sobre vos mismo.
Va arrodillándose ante ellos de uno en uno.
(A Belforest.)
Querido padre, dejadme sólo que examine mi
115
Persuadir a vuestro hijo de que es impróvido
Afecto.
Desposar a alguien cuya disposición él
(A D’amville.)
Señor, vuestro prudente juicio puede
Una naturaleza tan insatisfactoria para vuestra mente
Nunca tuvo en cuenta.
120
Que acaso hayáis de maldecir la fatal hora en que
(A Rousard.)
Buen señor, puedo ser de
Apresuradamente os casasteis conmigo.

D’AMVILLE
Milord Belforest,
No querría que ella se viese forzada en contra de su elección.

BELFOREST
Ay de mí, muchacha terca. Te ordeno
Por mi bendición y la autoridad que me asiste
125
De reclamar tu obediencia: cásate con él.

CASTABELLA
¡Ay Charlemont! ¡Oh mis presagiadoras lágrimas!
Este triste acontecimiento ha seguido a mis tristes temores.

SEBASTIÁN
¡Una violación, una violación, una violación!

BELFOREST
¿Cómo es eso?

D’AMVILLE
¿Y eso a qué viene?

SEBASTIÁN
Cómo que no, qué es sino una violación el obligar a una
130
mujer a que se case, puesto que la fuerza a acostarse con quien ella no quiere.

LANGUEBEAU
En verdad, su lengua es un miembro no santificado.

SEBASTIÁN
En verdad, vuestra gravedad encaja con vuestra alma perecida como la blancura mohosa con la fruta podrida.

BELFOREST
135
Pariente mío, estáis siendo tanto descortés como profano.

D’AMVILLE
Villano desobediente, fuera de mi vista. Por mi alma que te haré pagar esta rudeza.

BELFOREST
Venid, encaminémonos a la iglesia.

Salen. Sebastián permanece.

SEBASTIÁN
Y verificad el refrán, “Cuanto más cerca de la iglesia, más
140
lejos de Dios”. Pobre mujer. Que por tu bien muera su aptitud en su apetito, a fin de que no te veas molestada por aquel a quien no amas. Que su apetito encauce tu deseo hacia otro hombre, a fin de que él coadyuve a convertirse a sí mismo en cornudo. Y que
145
sea uno ese hombre al que él paga un salario, así tú te beneficiarás por vía de aquel que odias. Que las habitaciones se alfombren, los goznes se engrasen, los aros de las cortinas se silencien y la camarera mantenga la calma a petición de él, para que duerma mejor. Y en
150
ese sueño póngansele los cuernos a conciencia. Y cuando lo sepa y busque legalmente un divorcio, que no tenga otra satisfacción más que ésta: “El yació a su lado y permaneció dormido: la ley no hará nada contra ella, porque él consintió cerrando los ojos.”

[Sale.]

SEGUNDO ACTO

ESCENA I

Música, un banquete, en la noche.
Entran D’Amville, Belforest, Levidulcia, Rousard, Castabella, Languebeau Snuff por una puerta; por la otra puerta Cataplasma y Soquette, introducidas por Fresco.

LEVIDULCIA
¡Señora Cataplasma! Hace una hora que os esperaba.

CATAPLASMA
Ciertas damas en mi casa, señora, me detuvieron; de otro modo habría venido a ver antes a vuestra señoría.

LEVIDULCIA
Os estamos obligados por vuestra compañía. Milord, os ruego
5
que deis la bienvenida a estas damas: son mis amigas invitadas.

D’AMVILLE
Señoras, sed bienvenidas. Os ruego que os sentéis.

LEVIDULCIA
¡Fresco! Con el permiso de milord D’Amville te ruego que vayas a la bodega. Encontrarás allí a algunos de mis
10
hombres. Si no te dan la bienvenida serán unos ceporros.

FRESCO
Si vuestros ceporros no quieren, lo harán vuestros toneles, señora, si penetro en la bodega.

Sale Fresco.

D’AMVILLE
La disposición a la alegría que tiene ese individuo debería
15
darnos ejemplo en este instante. Pongámonos graves y meditemos cuando nuestros asuntos requieran nuestra seriedad. Ahora está fuera de lugar asumir una disposición solemne.

LEVIDULCIA
Todos deberíamos templar nuestras cuerdas en clave de
20
alegría.

D’AMVILLE
Ahí, la música.

BELFOREST
¿Dónde está milord Montferrers? Decidle que aquí hay una sala esperándole.

Entra Montferrers.

MONTFERRERS
Que el cielo conceda a vuestro matrimonio aquello de lo que
25
me veo privado, alegría.

D’AMVILLE
¡Milord Belforest! ¡A la salud de Castabella!
D’Amville bebe.
ErrorMetrica
Abrid las puertas del sótano y dejad que este brindis
Discurra libremente por la casa. Otro por
Vuestro hijo, milord: por el noble Charlemont.
30
El es un soldado. Que los instrumentos
De la guerra celebren su recuerdo.

Tambores y trompetas.
Entra un criado.

CRIADO
Milord, aquí hay alguien con ropas de soldado que dice que acaba de regresar de Ostende y trae un asunto de importancia que comunicar.

D’AMVILLE
35
¡Ostende! Déjale pasar. El alma me augura
Que porta una noticia que hará más plena nuestra música.
La dicha de mi hermano lo conseguiría, y aquí llega quien
La provocará.

Entra Borachio disfrazado.

MONTFERRERS
Oh espíritu mío, disuade
A mi lengua de interrogarle, cual si supiese
40
Que su respuesta le desagradará.

D’AMVILLE
Soldado, ¿qué nuevas traes[?]
Oímos un rumor acerca de un golpe que propinasteis
Al enemigo.

BORACHIO
Es muy cierto, milord.

BELFOREST
¿Puedes relatárnoslo?

BORACHIO
Sí.

D’AMVILLE
Te ruego que lo hagas.

BORACHIO
45
El enemigo, desprovisto por una derrota de una buena
Ventaja gracias a una engañosa estratagema,
Planta toda la artillería frente a la ciudad;
Cuyos rayos y truenos hicieron temblar nuestras fortificaciones,
Y amenazaron en este terrible informe
50
Con el asalto mediante el que querían secundarlo.
El embate fue general; excepto en el lugar
Que prometía mayor ventaja al ser forzado,
El orgullo de sus fuerzas todas fue desplegado
E igualmente dividido en frente
55
Y retaguardia. Marcharon. Y, yendo a detenerse,
Listos para cruzar nuestro canal en una bajamar,
Vimos la conveniencia para nuestra mayor seguridad de subir
Nuestras compuertas y hacerlas infranqueables.
Nuestro comandante se opuso, y les permitió
60
Hostigarnos hasta casa incluso llegando al pie de nuestro abrigo.
Mas cuando el frente de ellos estaba a punto de forzar nuestra ruptura
En un combate cuerpo a cuerpo, fue cuando su estrategia
Le hizo soltar las compuertas haciendo tropezar los talones
De todo el cuerpo de sus tropas que permanecían
65
En mitad de la violenta corriente de las aguas.
Su frente, atrapado entre el agua y
La ciudad, al ver que la marea había alcanzado excesiva profundidad
Para asegurarles una segura retirada, expuso
La fuerza de todo su coraje (como la última
70
Boqueada expirante de un hombre de recio corazón)
Jugándosela al riesgo de una sola carga, mas se vieron
Superados y cayeron. El resto, que no sabía nadar,
Se limitó a ahogarse, mas aquellos que pensaban escapar
Nadando se vieron, por asesinos que protegían los flancos
75
A orillas de la corriente, tanto ahogados como muertos.

D’AMVILLE
Por mi alma, ése sí que fue un bravo servicio, soldado.

MONTFERRERS
Oh, ¿y qué fue de mi querido Charlemont?

BORACHIO
Caminando al día siguiente por la fatal orilla,
Entre los cuerpos muertos de los hombres de ellos,
80
Que el saciado mar había arrojado sobre
Las arenas, quísolo un infortunio casual que diera
Con un rostro cuyo favor, cuando estaba vivo,
Mi mente estupefacta me informó que había visto.
Yacía en su armadura, cual si ésa hubiese sido
85
Su ataúd, y el mar lloroso (como alguien
Cuyo humor más sosegado da en lamentar la muerte
De aquél a quien en su ira mató) asciende a la carrera
La ribera, le abraza, besa sus mejillas,
Retrocede de nuevo y obliga a la arena
90
A que le entierre, y cada vez que se aleja
Vierte lágrimas sobre él, hasta que al final (como si
No pudiese soportar más tiempo contemplar al hombre
Que había matado, mas aborreciera separarse de él) con
Una suerte de paso irresoluto, desganado,
95
Entrelazando una con otra sus ondas, cual
Un hombre que se cruza de brazos o se retuerce las manos
De dolor, retiró su marea del cuerpo y desciende,
Tal si quisiese hundirse en el centro de la tierra
Y ocultarse de vergüenza por haber cometido algo así.

D’AMVILLE
100
Y, soldado, ¿quién era ése?

MONTFERRERS
¡Oh, Charlemont!

BORACHIO
Vuestros temores os han contado aquello de lo que mi pena
Detestaba convertirse en mensajera.

CASTABELLA
¡Oh, Dios!

Sale Castabella

D’AMVILLE
¿Charlemont ahogado? Vaya, ¿cómo podía eso ser, si fue el bando contrario el que obtuvo la derrota?

BORACHIO
105
Su espíritu lanzado le impulsaba hacia el frente,
Y, estando enzarzado dentro de las líneas enemigas,
Cuando ellos se retiraron a través de la corriente que ascendía
En la violenta confusión de la multitud
Se vio avasallado y pereció en las aguas.
110
Y aquí tengo un triste recuerdo de su vida.
Muestra el chal.
Que para honrarle habré de llevar puesto siempre.

MONTFERRERS
No me atormentes con testigos de aquello
Que deseo no creer, aunque deba hacerlo.

D’AMVILLE
Eres una lechuza blanca y apareces de noche
115
Para ser el maldito mensajero de la muerte.
Fuera. Abandona mi casa, o —por mi alma—
Hallarás en mí a un enemigo más fatal
De lo que llegó a serlo Ostende. Sal de aquí. Largo.

BORACHIO
Señor, fue mi amor...

D’AMVILLE
120
¿Tu amor y apesadumbras mi corazón con lo que odio?
Retrocede, ¿me oyes, bellaco?
(Aparte a Borachio.)
Oh, eres el más delicado, dulce, elocuente de los villanos.

BORACHIO
(aparte a d’amville)
¿No estuvo bien la representación?

D’AMVILLE
(aparte a Borachio)
Excelsa.
(En voz alta.)
Lárgate, no quiero réplica alguna.

BORACHIO
125
Adiós entonces. No os molestaré.

Sale Borachio.

D’AMVILLE
(aparte)
Bien. Los fundamentos están puestos. Ahora gradualmente
La obra irá surgiendo y alcanzará pronto su perfección.
(En voz alta.)
¡Oh, este incierto destino del hombre mortal!

BELFOREST
¿Qué hacer? Es el destino inevitable
130
De cuantas cosas hay bajo la luna.

D’AMVILLE
Es cierto,
Hermano, por respeto a la salud sobreponeos al dolor.

MONTFERRERS
No puedo, señor, soy incapaz
De hallar consuelo. Ahora me tocará a mí. Siento
Que no me encuentro bien.

D’AMVILLE
Os rendís demasiado pronto ante el dolor.

LANGUEBEAU
135
Todos los hombres son mortales. La hora de la muerte es incierta. La vejez hace la enfermedad aún más peligrosa. Y el dolor puede conducir al desvarío. No sabéis cuán pronto os podéis ver privado del beneficio de la razón. Según yo lo entiendo, por tanto, haréis bien, si estáis
140
enfermo, en poner en orden vuestros asuntos. Haced vuestro testamento.

D’AMVILLE
(aparte)
Se cumple mi deseo.
(En voz alta.)
Luz para mi hermano.

MONTFERRERS
Me retiraré un poco
E imploraré el consejo honesto de este hombre.

BELFOREST
145
De todo corazón. Os ruego que le acompañéis, señor.
Salen Montferrers y Snuff.
Pasemos a esta otra sala, señoría.

D’AMVILLE
Adonde vos queráis.

Salen Belforest y D’Amville.

LEVIDULCIA
Mi hija se ha marchado. Venid, hijo. Señora Cataplasma, venid, subiremos a su aposento. Me gustaría ver cómo acoge la expectativa de comparir su cama con un
150
marido.

ROUSARD
A fe, lo acoja como lo acoja, yo difícilmente la satisfaceré; dejadla descansar por tanto.

LEVIDULCIA
Vaya, satisfacedla con dificultad y será como le deis más satisfacción.

Salen todos.

ESCENA II

Entran tres criados borrachos, arrastrando a Fresco consigo.

PRIMER CRIADO
¡Muchacho! Sirve una copa, muchacho.

FRESCO
Es bastante, mi buen señor, ni una gota más, está claro.

SEGUNDO CRIADO
¿Que está claro? Bien, pues entonces apaga las velas y beberemos a oscuras con tu consentimiento, viejo
5
amigo.

FRESCO
No, no, no, no, no.

TERCER CRIADO
Bien, entonces tómate tu licor. A tu salud, Fresco.

Se arrodilla.

FRESCO
Beber a mi salud como decís me pondrá malo, señor.

PRIMER CRIADO
Entonces os hará caer de rodillas, espero, señor.

FRESCO
10
¿No puedo permanecer de pie y brindar, señor?

SEGUNDO CRIADO
Espero que hagáis lo mismo que nosotros.

FRESCO
Bien, entonces ciertamente no puedo quedarme de pie, pues vos no podéis lograrlo.

TERCER CRIADO
Bien dicho, viejo amigo.

FRESCO
15
¡Viejo amigo! Me vais a convertir en un niño pequeño de un momento a otro, pues si sigo así no seré capaz de andar solo.

PRIMER CRIADO
Mi cuerpo está tan débil como el agua, Fresco.

FRESCO
Buena razón, señor — la cerveza ha enviado toda la malta a
20
lo alto de vuestro cerebro y no ha dejado más que el agua en vuestro cuerpo.

Entran D’Amville y Borachio observando atentamente su borrachera.

D’AMVILLE
Borachio, ¿ves a estos tipos?

BORACHIO
Sí, milord.

D’AMVILLE
Su borrachera, que tan ridícula parece,
Será el serio instrumento para hacer
25
Que nuestros sobrios propósitos alcancen su éxito.

BORACHIO
Estoy preparado para la ejecución, señor.

D’AMVILLE
Despójate de estas ropas, y ponte a ello en el acto.

BORACHIO
Que ellos hagan brindis a su salud y ahoguen en líquido sus
cerebros;
30
prometo que su brindis los dejará sumidos en sangre.

Sale Borachio.

PRIMER CRIADO
Habéis dejado unas heces condenables aquí.

SEGUNDO CRIADO
¿Es que ello os ofende, señor?

PRIMER CRIADO
Sois un bellaco condenable entonces.

Se van a las manos.

D’AMVILLE
(aparte)
Fortuna, yo te honro. Mi plan sigue desarrollándose
35
Conforme al modelo de mis propios deseos.
(En voz alta.) Luz para mi hermano. ¿Qué, habéis bebido hasta enloquecer, bellacos?

PRIMER CRIADO
Milord, estos villanos se metieron conmigo.

D’AMVILLE
Me parece que fueron en efecto villanos los que se metieron
40
contigo. ¿Me oyes? Ese tipo es un bellaco orgulloso; se ha metido contigo. Según vayas por los campos, alumbrando a mi hermano en su camino a casa, te diré lo que tienes que hacer. Dale un golpe en la cabeza con tu antorcha: yo te daré mi apoyo en ello.

PRIMER CRIADO
45
Chamuscaré al ganso, por esta antorcha.

Sale el Primer Criado.

D’AMVILLE
(al Segundo Criado) ¿Me oyes, tú? ¿Has visto a ese bellaco orgulloso? Le he dado una lección por su desvergüenza. Te ha hecho mal. Te diré lo que has de hacer: según vayamos por los campos vete y dale en la cabeza con tu antorcha:
50
yo te daré mi apoyo y en ello.

SEGUNDO CRIADO
Le ayudaré a que entienda todo eso.

Sale el Segundo Criado.
Entra Languebeau Snuff.

D’AMVILLE
Y bien, monsieur Snuff, ¿qué ha hecho mi hermano?

LANGUEBEAU
Ha hecho su testamento, y por ese testamento os ha convertido en su heredero, con esta condición, que
55
según le dicte la ocasión en el futuro podrá revocarlo o alterarlo cuando le complazca.

D’AMVILLE
(aparte.) Sí, que lo haga si puede. Yo aseguraré que esta revocación no ocurra.

Entran Montferrers y Belforest, acompañados de antorchas.

MONTFERRERS
Hermano, ahora buenas noches.

D’AMVILLE
60
El cielo está oscuro, os llevaremos a través de los campos.
(Aparte.)
Quien no sabe sino golpear precisa sabiduría para mantenerse:
Aquel que golpea a salvo y con seguridad posee corazón y cerebro.

Salen todos.

ESCENA III

Entra Castabella, a solas.

CASTABELLA
Oh amor, casta afección del alma,
Sin la adulterada adición de la sangre;
Esa virtud que a la bondad hace que se sume el bien;
Amante del corazón del cielo. Cielos, ¿es mi destino
5
Recibir vuestro odio por amar aquello que amáis?
¿O era mi Charlemont vuestro escogido amor,
Y por lo tanto lo recibisteis en vuestro seno?
Entonces debo confesar que vuestra ira no es injusta:
Yo era vuestra rival. Mas el verme divorciada
10
Del amor ha sido un castigo suficiente,
Dulces cielos, sin verme desposada con el odio,
Si ello os hubiese satisfecho. ¡Oh doble desdicha!
Pero puesto que vuestro gusto me la ha infligido,
Si no mi corazón, mi deber habrá de someterse.

Entran Levidulcia, Rousard, Cataplasma, Soquette y Fresco portando una linterna.

LEVIDULCIA
15
Señora Cataplasma, buenas noches. Os ruego que cuando vuestro criado os haya dejado en casa le permitáis regresar para que me ilumine en el camino a la mía.

CATAPLASMA
Habrá de serviros en el acto, señoría.

LEVIDULCIA
Bien, señora Cataplasma, pues mis criados están todos
20
borrachos — no puedo depender de ellos para que me atiendan.
Salen Cataplasma, Soquette y Fresco.
ErrorMetrica
Oh, ahí está vuestra novia.

ROUSARD
Y melancólica por añadidura,
Se me antoja.

LEVIDULCIA
¿Qué elección le queda? Vuestra enfermedad estropeará
25
El sabor de la esperada dulzura de la noche:
Esto la hace apesadumbrada.

ROUSARD
Esto habría de aligerar su ánimo.

LEVIDULCIA
Cuidaos vos de eso.

CASTABELLA
¿Qué dulzura es ésa de que habláis?
La dulzura de la noche reside en el descanso.

ROUSARD
Con esa dulzura te verás bendecida con seguridad
30
A menos que mis quejidos te despierten. No gimas.

LEVIDULCIA
Ella preferiría que vos estuvieseis en vela y la hicierais quejarse.

ROUSARD
Vaya, en verdad, corazón, no te molestaré:
No perderás tu virginidad esta noche.

CASTABELLA
35
¡Ojalá que esa debilidad mantuviese siempre su fuerza,
Y nunca albergaría el deseo de solicitar el divorcio!

ROUSARD
¿Quieres ir a la cama?

CASTABELLA
Os acompañaré, señor.

ROUSARD
Madre, buenas noches.

LEVIDULCIA
Que el placer os acompañe en la cama.
Salen Rousard y Castabella.
Vaya, sin duda la procreación de ambos debió ocurrir en el sueño
40
Para que salieran tales lirones, hechos
De una fibra tan débil e imperfecta.
A una le falta deseo; al otro capacidad.
Mientras que mi pasión incluso con sus fríos temperamentos
(Cual la nieve frotada con una mano activa consigue
45
Hacer arder la carne) se ve mediante la agitación
Inflamada. Podría desvestirme e invitar
Al aire a que la refrescara.

Entra Sebastián.

SEBASTIÁN
Eso no hace sino mitigar
El calor: más bien desvestiros e invitad
A un hermano menor: él puede sofocar el fuego.

LEVIDULCIA
50
¿Podéis hacerlo, señor? Ahora he de reprender a vuestro oído.
ErrorMetrica
¿Cómo es, audaz Sebastián, que osáis acercaros
A tan escasa distancia de vuestro enfadado padre?

SEBASTIÁN
Bajo la protección de su ausencia presente.

LEVIDULCIA
Acaso sabíais que estaba fuera de aquí entonces.

SEBASTIÁN
Sí.
55
Dejadme que os plantee esto: os persuadiré
Para que seáis el instrumento que me reconcilie con su afecto.

LEVIDULCIA
¿Es ésa la manera? No os comprendo.
Mas para vuestra reconciliación vedme en casa:
Daré satisfacción a lo que me pedís.

SEBASTIÁN
60
¿En esta media hora?

LEVIDULCIA
O en esta hora completa. Cuando queráis.
Sale Sebastián.
¡Una sangre lozana! Tiene tanto la presencia como el espíritu de un hombre. Me gusta la libertad en su conducta. ¡Vaya, Sebastián! ¿Se ha ido? Me ha puesto la sangre
65
hirviendo en las venas, y ahora, como agua derramada sobre el suelo, que se mezcla con cualquier humedad que encuentre, podría abrazarme a cualquier hombre.
Entra Fresco con una linterna.
ErrorMetrica
Oh, Fresco, ¿has venido?
(Aparte.)
Si el otro falla, entonces
no te faltará compañía.
70
La lujuria es un espíritu que, sea quien sea quien lo despierta,
Lo exorciza haciendo que se tienda el próximo hombre que aparece.
Salen Levidulcia y Fresco.
ESCENA IV

Entra Borachio cruzando el escenario cautelosa y apresuradamente, llevando una piedra en cada mano.

BORACHIO
Tales piedras eran usadas por los hombres para edificar una casa,
Pero con estas piedras voy a hundir a una familia.

Desciende.
Entran dos criados borrachos, luchando con sus antorchas; D’Amville, Montferrers, Belforest y Languebeau Snuff.

BELFOREST
75
Ay de mí, villanos borrachos, vais a apagar las luces.

D’AMVILLE
No, milord, no están sino bromeando.

PRIMER CRIADO
La mía se ha apagado.

D’AMVILLE
Entonces enciéndela en su cabeza; no tiene nada dentro. Por Dios, se han apagado. Bribones borrachos, volved y
80
encendedlas.

Salen los criados.

BELFOREST
Está extremadamente oscuro.

D’AMVILLE
No importa. Estoy familiarizado con el camino. Dadme la mano. Caminemos con soltura. Yo guiaré hasta que ellos vengan.

MONTFERRERS
85
Mi alma está oprimida por la pena. Pesa gravemente sobre mi corazón. Oh mi hijo que has partido, dentro de poco estaré contigo.

D’Amville le arroja de un empujón al cascajal.

D’AMVILLE
¡Ay, Dios no lo quiera!

MONTFERRERS
Oh, oh, oh.

D’AMVILLE
90
¡Pero que todas las huestes del cielo lo prohíban! ¡Villanos, bellacos!

BELFOREST
Pido a Dios que no esté herido; ha caído dentro del cascajal.

D’AMVILLE
¡Hermano, querido hermano! ¡Bribones, bellacos, villanos!
Entran los criados con luces.
Que la oscuridad eterna os condene. Venid,
Id rodeando el cascajal
95
Y ayudad a mi hermano a subir. ¡Vaya, qué extraña
Y desafortunada noche es ésta! ¿No es verdad, milord?
Pienso que ese perro que nos aulló la noticia desdichada,
Esa fatal lechuza blanca, introdujo este mal.

Entran los criados con el cuerpo asesinado.

LANGUEBEAU
Mal verdaderamente, milord, vuestro hermano está muerto.

BELFOREST
100
Está muerto.

CRIADO
Está muerto.

D’AMVILLE
¡Muertas estén vuestras lenguas! Sacadme
Los ojos de las cuencas y dejad que la envidiosa fortuna juegue
Al tenis con ellos. ¿He vivido para esto?
Maliciosa naturaleza, si me hubieses hecho nacer ciego
Te me habrías mostrado al menos favorable en algo.
105
¿No hay aliento? ¿No hay movimiento? Cuéntame, cielo te ruego,
¿Has cerrado tus ojos para tolerar el asesinato, o
Te has puesto esta negra indumentaria para lamentarte ante
La muerte? ¿Ni una pobre chispa en todo el espacioso firmamento,
De ese número infinito, quiso dignarse
110
A lucir? Virreyes respecto al rey de la naturaleza,
Cuyas constelaciones gobiernan los nacimientos mortales,
¿Dónde está ese planeta fatal que presidió sobre la hora
En que nació? A ése le habría agradado iluminarle
En sus pasos por el mundo, a menos
115
Que se avergonzase de haber sido el instrumento
Del destino vil de un hombre así de bueno.

BELFOREST
La pasión os lleva. Recomponeos.
No os lamentéis por él. Si nuestras muertes son buenas
O malas no lo decide la muerte, sino la vida:
120
El vivió bien, y por lo tanto, sin lugar a dudas, muere bien.

D’AMVILLE
Sí, es cosa fácil para quien no siente dolor
Hablar de paciencia. ¿Pensáis que la naturaleza
No tiene sentimientos?

BELFOREST
¿Sentimientos? Sí. ¿Mas se ha
Propuesto algo sin motivo? ¿Qué bien
125
Se le dispensa a este cuerpo mediante vuestro dolor? ¿Qué
Es más antinatural, no dolerse por él
Cuando ya no puedes ayudarle, o heriros a vos mismo
Doliéndoos, y sin embargo doliéndoos en vano?

D’AMVILLE
Ciertamente,
130
Si se me hubiese arrebatado como un pedazo
De carne muerta no lo habría ni sentido
Ni me habría dolido de ello. Pero venid aquí, os ruego que miréis aquí.
¡Contemplad la vivaz coloración de su sangre!
Ni hidropesía ni ictericia hay en ella,
135
Sino la auténtica frescura de un rojo saludable,
Aunque la niebla de esta negra noche asesina
Se haya mezclado con ella. Por todo lo que sé
Podría haber vivido hasta el día del juicio final y haber hecho
Mayor bien que vos o que yo. ¡Oh, hermano!
140
Era un hombre de una bondad tan arraigada
Cual si la regeneración le hubiera sido dada
En el vientre de su madre; tan inofensivo que
Antes que pisar un gusano habría
Desviado su camino; tan entrañablemente compasivo
145
Que antes de que los pobres solicitasen su caridad
Con ojos secos, él les proporcionaba alivio entre lágrimas,
Entre lágrimas, sí, a fe, entre lágrimas.

BELFOREST
Recoged el cadáver.
En nombre de la sabiduría dejad que la razón fortifique
Esta debilidad.

D’AMVILLE
Vaya, ¿qué querríais que hiciese?
150
La tonta naturaleza seguirá su curso a pesar
De la sabiduría. Mas yo he terminado. Todas estas
Palabras no eran sino un gran viento y ahora este chaparrón
De lágrimas ha hecho que se calmara de nuevo.
Podéis poneros en camino cuando queráis. Yo os seguiré
155
Como alguien que debe hacerlo y no querría.

LANGUEBEAU
Vuestra oposición no hará sino perturbarle.

BELFOREST
La aflicción que se funde en lágrimas por sí sola se consume,
La pasión que halla resistencia se torna más violenta.

Salen todos. D’amville permanece; Borachio asciende.

D’AMVILLE
Esta sí que es una dulce comedia. Comienza con
160
«O dolentis» y concluye con ¡ja, ja, ja!

BORACHIO
¡Ja, ja, ja!

D’AMVILLE
Oh mi eco, podría permanecer
Haciendo reverberar este dulce y musical
Aire de gozo hasta que hubiera destrozado mis sólidos
Pulmones de tanto reírme con violencia.
165
Adorable cuervo nocturno, has dado con un buen trozo de carroña.

BORACHIO
Le hice apagarse en su dolor. Estaban tan convenientemente
Echado bajo el repecho del cual se cayó que
Antes de que su lengua vacilante pudiera articular un doble
«Oh» le saqué los sesos con un golpe de este bello rubí,
170
Y tenía otra piedra de esta misma forma
Y tamaño preparada sobre la que coloqué el
Cráneo roto a modo de almohada sobre el suelo,
Con lo cual creyeran que cayó sobre ella y pereció.

D’AMVILLE
Sobre este suelo edificaré mi mansión,
175
Y ésta habrá de ser la piedra angular más importante.

BORACHIO
He coronado el más juicioso asesinato que
Haya brotado de un cerebro humano.

D’AMVILLE
Eso, fíjate en el plan. Ni una sola circunstancia
Que estaba dentro del radio de su planteamiento
180
Referente a personas, disposiciones, asunto, tiempo
O lugar, hay que mediante este cerebro mío no se haya
Convertido en ayuda instrumental, y aun así nada desde
La ideación a la realización pareció forzado
O hecho con deliberación, sino por accidente.

BORACHIO
185
Primero mi notificación de que Charlemont estaba muerto,
Aunque falsa, cubierta empero con una máscara de verdad.

D’AMVILLE
Sí, y suministrada en un momento tan adecuado,
Cuando todas nuestras mentes estaban tan completamente poseídas
Con un asunto, que ningún hombre llegaría a sospechar
190
Que hubiese un pensamiento dedicado a cualquier fin ulterior.

BORACHIO
Luego el que el formulista estuviera preparado, cuando
Vuestro hermano habló de muerte, para inducirle a hacer su testamento.

D’AMVILLE
Sus asuntos le trajeron aquí, y cayó
Dentro de sus cometidos, sin que se le solicitara.
195
Viniendo de él fue algo religioso y salvó
Nuestro proyecto de las sospechas, peligro en el que
Habríamos caído si hubiese intervenido yo.

BORACHIO
Entonces vuestros brindis;
Aunque en apariencia los ritos ordinarios
200
Y las ceremonias propias de los festejos...

D’AMVILLE
Sin embargo utilizados por mí para emborrachar a los criados.
Un instrumento que el plan no podría haber dejado de lado.
Fue fácil hacer que unos borrachos llegasen a las manos;
No tenían nada más que antorchas para luchar,
205
Y cuando esas luces estuvieron apagadas...

BORACHIO
Entonces la oscuridad
Protegió la ejecución de la obra
Para que no fuese ni evitada ni descubierta.

D’AMVILLE
Aquí hubo un asesinato bien llevado a cabo a través
del ojo de la observación, sin ser observado.

BORACHIO
210
Y aquellos que vieron cómo ocurría hicieron
Los instrumentos, mas no sabían lo que hacían.

D’AMVILLE
Ese poder de regular los filósofos lo adscriben
A aquél a quien llaman el supremo de los astros,
Convirtieron sus influencia[s] en gobernadoras
215
De criaturas sublunares, cuando ellos mismos
Son inconscientes de sus propias operaciones.
Rayos y truenos.
¿Qué, te sobresaltas ante el trueno? Da crédito a mi convicción,
Es un mero efecto de la naturaleza; una exhalación
Caliente y seca inmersa en medio de un vapor acuoso
220
En la región intermedia del aire, cuya
Frialdad, al congelar la espesa humedad hasta formar
Una nube, hace que la furiosa exhalación encerrada
Dentro de una prisión de cualidad contraria
Se esfuerce por liberarse, y con la violenta
225
Erupción a través de la pesadez de esa
Nube produce el ruido que escuchamos.

BORACHIO
Es un ruido espantoso.

D’AMVILLE
Es un ruido gallardo, y se me antoja que engalana
Nuestro proyecto realizado como una salva de
230
Ordenanza lo hace con un triunfo. Proclama un incentivo.
Ahora la naturaleza te muestra cómo favorecería nuestra
Realización, absteniéndose de hacer este ruido cuando
Nos pusimos en marcha, a fin de no aterrorizar
El regreso de mi hermano a casa, lo cual habría hecho trizas
235
Nuestro propósito; absteniéndose de lanzar estos rayos en
Nuestro camino, por temor a que ello le hubiese prevenido de la caída
En el cascajal. Entonces propicia la naturaleza
Consintió que procediéramos con nuestras acciones: ahora expresa
Cómo esa abstención favoreció nuestro éxito.

BORACHIO
240
Me habéis convencido. Pues es fácil deducir
Que la naturaleza (dado que odia la descomposición)
Debería favorecer a aquellos que fortifican su condición.

D’AMVILLE
Nuestra siguiente tentativa ha de ser — puesto que del falso
Informe de que Charlemont está muerto depende
245
El tejido de la obra — el hacer éste verosímil
Con todo cuanto pueda apoyarlo.

BORACHIO
A fe, señor,
Dejad que su propia herencia, de la cual
Le habéis desposeído, apoye el acto.
Apartad lo suficiente de la misma como para darle
250
Solemnidad a su funeral. Cubrirá
El gasto y hará que vuestra asunción de
Su muerte aparezca más confiada y auténtica.

D’AMVILLE
Seguiré tu consejo. Ahora adiós, noche negra,
Hermosa amante para un asesino:
255
Para honrarte a ti que has cumplido en todo
Portaré tus colores en su funeral.

Salen D’amville y Borachio.

ESCENA V

Entra Levidulcia en su aposento, acompañada de Fresco.

LEVIDULCIA
Eres bienvenido en mi aposento, Fresco. Te ruego que cierres la puerta. No, me entiendes mal — entra y ciérrala.

FRESCO
Es algo tarde, señora.

LEVIDULCIA
No importa. Tengo algo que decirte. ¿Qué, no se decide tu
5
señora a hacerse con un marido todavía?

FRESCO
A fe, señora, ella tiene pretendientes, pero me parece que ellos no son lo que ella pretende: da la impresión de que no le salen lo bastante poderosos.

LEVIDULCIA
Que no son unos salidos poderosos, querrás decir.

FRESCO
10
Me refiero, señora, a que no son lo bastante ricos.

LEVIDULCIA
Mas yo, Fresco, a que no son lo bastante audaces. Tu señora tiene la sangre lozana y atractiva, Fresco, y, en verdad, es de mi misma disposición en eso. Un pobre espíritu es más pobre que un pobre bolsillo. Dame un
15
tipo que no traiga sólo la tentación consigo, sino que posea la movilidad de ingenio y la audacia de espíritu como para aplicar cada palabra y cada gesto en las palabras y conducta de una mujer a su propio deseo, y que la haga creer que ella misma es la pretendiente,
20
sin que nunca retorne hasta que la haya hecho rendirse ante ello.

FRESCO
Ciertamente, entre nuestro iguales, señora, mas de otro modo nos veremos horriblemente humillados.

LEVIDULCIA
Estás confundido, Fresco. Las señoras son tan corteses como
25
las esposas de los campesinos y, se me antoja, deberían de ser más gentiles. La dieta caliente y las plácidas comodidades hacen, como en la cera que se mantiene siempre cálida, que sea más fácil causar una impresión en ellas. Te ruego que me desates el zapato. ¿Qué, eres
30
también vergonzoso? Ponte a ello con confianza, hombre, mi pierna no está enferma de gota — soportará la sensación, te lo aseguro. Ven aquí, Fresco, tu oreja. Vive Dios, me equivoqué con tu oreja y me topé con tus labios.

FRESCO
35
Vuestra señoría me ha hecho sonrojarme.

LEVIDULCIA
Esto revela que estás lleno de sangre lozana y que no sabes cómo utilizarla. Déjame verte la mano. No deberías sentirte avergonzado por tu mano, Fresco. Aquí hay una carne musculosa y una piel velluda: ambos signos de un
40
cuerpo capaz. No me gustan estos tipos flemáticos, de piel suave y carnes fofas. Son como frutas escarchadas cuando comienzan a estropearse, de las que siempre vacío mi alacena dándoselas a mi camarera. Tengo ciertas dotes para la quiromancia: según esta línea que
45
apunta directamente hacia mí deberías estar cerca de una buena fortuna, Fresco, si es que tienes la gracia de cortejarla.

FRESCO
Oh, ¿qué es, señora, os lo ruego?

LEVIDULCIA
Nada menos que el amor de una bella dama, si no la pierdes
50
por falta de coraje.

FRESCO
¿Una dama, señora? Ay, una dama es una gran cosa: yo no puedo abarcarla.

LEVIDULCIA
¿No? ¿Por qué? Yo soy una dama. ¿Soy tan grande que no puedo ser abarcada? Rodea mi cintura e inténtalo.

FRESCO
55
Podría encontrar en mi corazón, señora...

Sebastián toca para entrar.

LEVIDULCIA
¡Vive Dios, mi marido! ¡Tonto sin coraje! Creo que fuiste concebido entre el Polo Norte y la travesía congelada. Ahora, cual un cobarde ambicioso que se engaña a sí mismo con temerosa dilación, has de sufrir por la
60
traición que no llegaste a cometer. Ve, escóndete detrás de ese tapiz, rápido. Fresco se esconde. Entra Sebastián. ¡Sebastián! ¿Qué hacéis aquí tan tarde?

SEBASTIÁN
Nada todavía, pero espero hacerlo.

La besa.

LEVIDULCIA
Sois muy osado.

SEBASTIÁN
65
Y vos muy valiente, pues vais a mi encuentro cuando me acerco a todo galope.

LEVIDULCIA
¿Venís para que yo propicie la reconciliación con vuestro padre? Escribiré una letra o dos en favor vuestro.

SEBASTIÁN
¿Una letra o dos, señora? Lo que hagáis por mí se verá
70
contenido en no menos que lo que abarcan dos sábanas. Mas, hablando pronto y claro, ¿por qué no aprovechamos la oportunidad de estar a solas?

LEVIDULCIA
¿Para hacer qué?

SEBASTIÁN
Para danzar el comienzo del mundo según la manera inglesa.

LEVIDULCIA
75
¿Por qué no según la francesa o la italiana?

SEBASTIÁN
Ah no, lo bailan afrentosamente — por detrás.

LEVIDULCIA
¿Tan ansioso estáis de danzar?

SEBASTIÁN
Puedo agitar los talones.

LEVIDULCIA
Estáis bien hecho para ello.

SEBASTIÁN
80
Medidme de la cabeza a los pies, no me veréis diferir mucho del verdadero modelo de proporción.

Belforest toca para entrar.

LEVIDULCIA
¡Creo que una maldición pesa sobre mí, Sebastián! Hay alguien ante la puerta que nos ha quitado la oportunidad. En pocas palabras, te quiero. Y no
85
transcurrirá mucho tiempo antes de que te dé una prueba de ello. Para librarte de sospecha no hagas más que desenvainar tu estoque, adoptar un aire iracundo y cuando él entre, pasas corriendo a su lado sin prestarle atención. Limítate a mostrarte enfadado
90
y déjame a mí hacer el resto.

Entra Belforest.

SEBASTIÁN
¡Vaya, por la mano de Mercurio!

Sale Sebastián.

BELFOREST
¿Qué ocurre, esposa?

LEVIDULCIA
¡Oh, oh, esposo!

BELFOREST
Te lo ruego, ¿qué te sucede, mujer?

LEVIDULCIA
95
Oh, tomadme el pulso. Esto sí que es latir, os lo aseguro. Tened un poco de paciencia, dulce esposo; aguardad no más hasta que recupere el aliento y entonces os satisfaré.

BELFOREST
¿Qué le sucede a Sebastián? Parece desvariar bastante.

LEVIDULCIA
El pobre caballero está a punto de perder el juicio, me
100
parece. ¿Recordáis cómo su padre se molestó con él por las libertades de palabra que se tomó incluso en el momento en que vuestra hija iba a casarse?

BELFOREST
Sí, ¿y qué?

LEVIDULCIA
Eso es seguro que le ha hecho perder el juicio. Se encontró
105
a un pobre hombre en la calle hace un instante. Después de no sé qué disputa, le persiguió tan violentamente que, si mi casa no hubiese sido su cobijo, sin duda le habría matado.

BELFOREST
¡Qué joven tan extraño y desesperado es ése!

LEVIDULCIA
110
Es más, esposo, montó en una cólera tal cuando vio que el hombre se le quitaba de delante que estaba dispuesto incluso a sacar su arma desnuda contra mí. Y si vuestro toque en la puerta no se lo hubiese impedido, sin duda me habría hecho alguna cosa.

BELFOREST
115
¿Dónde está ese hombre?

LEVIDULCIA
Ay, aquí. Os garantizo que el pobre tonto asustado apenas se ha recobrado aún de la impresión. (Aparte.) Si el tonto tiene algún ingenio, me comprenderá. (A Fresco.) ¿Me
120
oís, señor? Podéis tener el coraje de salir: la furia que andaba tras de vos se ha marchado.

Fresco se asoma temeroso desde detrás del tapiz, después entra.

FRESCO
¿Estáis segura de que se ha marchado?

BELFOREST
Se ha marchado, se ha marchado, te lo aseguro.

FRESCO
Ojalá me hubiese marchado yo también. Casi me ha sumido
125
en una parálisis mortal.

BELFOREST
¿Cómo surgió la diferencia entre vosotros?

FRESCO
Ojalá hubiese salido ya por la puerta trasera.

BELFOREST
Estás del todo a salvo. Te ruego que me cuentes cómo acaeció.

FRESCO
130
Sí, señor, cuando haya recobrado mi entereza. Mi memoria casi me tiene miedo a mí mismo. Oh, tanto, tanto, tanto. Bien, señor, según iba andando por la calle, señor, este mismo caballero venía dando tumbos tras de mí y me pisó el talón. Yo exclamé «Oh». «¿Gritáis, señori-
135
tongo?», dice él. «Dejadme ver vuestro talón; si no está herido os daré otra razón para gritar.» Y con esto agarra mi cabeza entre sus piernas y me arranca el zapato. Al no haberme cambiado de calcetines en una semana el caballero gritó «Agg», y dijo que mis pies
140
eran pies indignos y cobardes, y que apestaban de puro miedo. Entonces me golpeó con el zapato en la mollera y yo grité «Oh» nuevamente. Entretanto se acerca un perro de tosco pelaje y se frota contra sus espinillas. El caballero pensó que el áspero perro era algún
145
vigilante en una vestimenta de estameña y juró que me colgaría de la puerta más cercana con mi linterna cogida de la mano a fin de que los transeúntes pudieran ver alumbrado el camino al pasar, sin que las espinillas de los caballeros tuvieran que sufrir roces. De este
150
modo, por carecer de cuerda, se quitó sus propias ligas y cuando iba a hacer un lazo corredizo aproveché mi oportunidad y salí de estampida. Y mientras corría, a propósito, le invité a que se colgara a sí mismo con sus propias ligas. Así que él, encolerizado, me persiguió
155
hasta aquí, como podéis ver.

BELFOREST
Vaya, esto me sabe a desvarío.

LEVIDULCIA
A desvarío total.

FRESCO
(aparte) Sepa a lo que sepa, estoy seguro que huele a mentira.

BELFOREST
Puedes salir por la puerta trasera, hombre honesto, el camino
160
es discreto y seguro.

FRESCO
Así hacía buena falta, pues vuestra puerta delantera es tanto común como peligrosa.

Sale Belforest.

LEVIDULCIA
Buenas noches, honesto Fresco.

FRESCO
Buenas noches, señora. (Aparte.) Si me cogéis otra vez dando
165
besos a las damas...

Sale Fresco.

LEVIDULCIA
Esto ha salido a la perfección.
Mas sin embargo el asunto no ha llegado aún a buen puerto,
En tanto no lo haya llevado a la propia realización del acto.

Sale Levidulcia

ESCENA VI

Entran Charlemont armado, un soldado y un sargento.

CHARLEMONT
Sargento, ¿qué hora de la noche es?

SARGENTO
Alrededor de la una.

CHARLEMONT
Me gustaría que me relevarais, pues me siento
Tan cansado que tendré mucha dificultad
Para guardar debidamente mi posición.

Rayos y truenos.

SARGENTO
No haré más que hacer
5
La ronda, señor, y estaré inmediatamente de vuelta.

SOLDADO
Por el amor de Dios, sargento, relevadme: ¿más de cinco horas seguidas en una noche de tormenta tan aciaga como ésta?

SARGENTO
Y qué, es una música, soldado. El cielo y la tierra están en
10
armonía ahora cuando el trueno y el cañón se dirigen el uno al otro.

Sale el sargento.

CHARLEMONT
No sé por qué habría de sentirme tan inclinado al sueño. Siento mi disposición presionada con una necesidad de letargo. Soldado, si tus ojos están mejor que los míos, te ruego que
15
me despiertes cuando venga el sargento.

SOLDADO
Señor, está la noche tan oscura y tormentosa que apenas le veré u oiré antes de que lo tenga ante mí.

CHARLEMONT
No puedo forzarme a permanecer despierto.

Duerme.
Entra el fantasma de Montferrers.

MONTFERRERS
Regresa a Francia, pues tu viejo padre está muerto,
20
Y tú has sido desheredado mediante el asesinato.
Asiste con paciencia al éxito de los reyes,
Mas deja la venganza al rey de reyes.

Sale el fantasma.
Charlemont se sobresalta y despierta.

CHARLEMONT
Oh mi asustada alma, ¿qué sueño espantoso
Era éste que me ha despertado? Los sueños son sólo las impresiones
25
Surgidas de cosas premeditadas,
Dejadas mediante una seria aprehensión en
Nuestras mentes, o si no las formas imaginarias
De objetos adecuados a la complexión, o
Las disposiciones de nuestros cuerpos. Estos
30
No pueden ser en ninguno de ambos casos la causa por la que yo
Hubiese de soñar así, pues mi mente no se ha visto estimulada
Por ninguna concepción de un pensamiento
A tal efecto, ni mi naturaleza acostumbra
A perturbarme con fantasías de terror.
35
Debe ser algo de lo cual mi genio querría
Informarme. Ahora, ¡que el benigno cielo lo prohíba!
Oh, deja que mi espíritu se vea privado de toda
Visión anticipatoria y de todo conocimiento antes de que comprenda
Esa visión representada, o adivine ese acto
40
Que ha de venir. ¿Por qué habría de pensar así? ¿No dejé
A mi digno padre al cariñoso cuidado
De mi muy amante tío? — Soldado, ¿no viste
La aparición de un hombre?

SOLDADO
Soñáis, señor, yo no vi nada.

CHARLEMONT
45
Bah. Estos sueños gratuitos
Son fabulosos. Nuestras hirvientes fantasías
Cual aguas perturbadas falsifican las formas
De las cosas retenidas en ellas, y las hacen aparecer
Confundidas cuando se distinguen claramente. Así
50
Mis acciones, diariamente habituadas a la guerra,
El argumento de la sangre y la muerte, han dejado,
Quizás, la imaginaria presencia de
Algún sangriento accidente en mi mente,
El cual, mezclado en confusión con otros pensamientos,
55
De los cuales el recuerdo de mi padre podría
Ser uno, presentados todos juntos, parecen
Incorporar, cual si su cuerpo fuera
El propietario de esa sangre, el sujeto de
Esa muerte, cuando él está en París y esa sangre
60
Fue vertida aquí. Puede que sea así. No querría dejar
La guerra, por causa de la reputación, a partir de
Una aprehensión gratuita, un vano sueño.

Entra el fantasma de Montferrers.

SOLDADO
Deteneos, deteneos, digo. ¿No? Bien, entonces os apuntaré. Señor, si no os detenéis os haré caer. ¿Ni detenerse ni caer?
65
Entonces la mujer del diablo le ha roto a su marido la cabeza, pues no hay duda de que es un espíritu: lo atravesé de un disparo y sin embargo no llega a caer.

Sale el soldado. El fantasma se aproxima a Charlemont. Él lo elude con temor.

CHARLEMONT
Oh perdóname, mi corazón titubeante fue lento
En dar crédito a aquello que le daba miedo saber.

Sale Charlemont.

TERCER ACTO

ESCENA I

Entra el funeral, de Montferrers, d’Amville.

D’AMVILLE
Bajad el cuerpo. Pagad a la tierra lo ésta prestó:
Mas ella ha de portar un monumento duradero,
Para dejar que épocas sucesivas sepan con certeza
Que a ella se le satisfizo lo que él debía,
5
Tanto el capital como el interés, porque su valor
Fue mayor a la hora de su muerte que en la de su nacimiento.
Una marcha fúnebre. Entra el funeral de Charemont como soldado.
Y con su cuerpo situad ese recuerdo
Del noble Charlemont, su digno hijo.
Y otorgad a sus tumbas los ritos que corresponden
10
A los soldados. Ambos fueron soldados. El padre
Mantuvo una guerra abierta con el pecado: ¡el hijo con la sangre!:
Este en una guerra más galante, el otro en una mejor.
La primera salva.
Su lugar sus armas y aquí sus epitafios,
Y ojalá que estas líneas sobrevivan a la última de las tumbas.
Lee el epitafio de Montferrers.
15
Aquí yacen las cenizas de esa tierra y ese fuego
Cuyo calor y cuyos frutos alimentaron y calentaron a los pobres:
Y ellos (como si quisieran expirar en suspiros
Y disolverse en lágrimas) deploran su muerte.
Hizo ese bien libremente, movido sólo por la bondad,
20
Sin ser forzado; pues la generosidad tenía en tal estima,
Que no temía a nadie excepto a quien le hizo
Y sin embargo le servía más por amor que por temor:
Así la vida hubo de proveer que, aunque muriese de
Una muerte súbita, sin embargo no muriera sin estar preparado.
Lee el epitafio de Charlemont.
25
El cuerpo yace enterrado en este polvo
Del que muriera de hombre joven, mas partió curtido,
Y todo en cuanto a fuerza juvenil que el hombre pueda tener
Estaba en cualquier instante dispuesto a dejarlo caer en la tumba.
Pues madurado en virtud con un ojo juvenil,
30
Él la sentía bienvenida, estando siempre preparado para morir;
Y al vivir así, aunque joven haya sido privado del aliento,
No padeció una muerte a destiempo.
Sino que podemos decir de su partida valiente y bendecida:
Murió en la guerra y sin embargo murió en paz.
La segunda salva.
35
¡Ojalá ese fuego reviva las cenizas de
Este fénix! Mas el prodigio no sería
Tan grande como era él bueno, y admirado
por ello. El ejemplo de su vida era tan auténticamente
Una práctica de la teoría religiosa,
40
Que su teología parecía más la
Descripción que la instrucción de su vida.
Y de su bondad fue su virtuoso hijo
Un digno imitador: así que en
Estas dos columnas de Hércules, en las que sus armas
45
Han sido colocadas, puede escribirse Non ultra. Pues
Más allá de sus vidas, tanto en juventud como en vejez,
No habrá ni joven ni viejo, en mérito o en prestigio,
Que llegue a exceder sus virtudes o su fama.
La tercera salva.
(Aparte.)
Ya está hecho. Así los bonitos cumplidos dotan de gracia
50
A las acciones corruptas. Charlemont, ven ahora cuando quieras,
He enterrado bajo estas dos losas de mármol
Tus vivas esperanzas y los huesos de tu padre muerto.

Sale D’amville.
Entra Castabella, de luto, yendo al monumento a Charlemont.

CASTABELLA
O tú que sabes que en justicia soy de Charlemont,
Aunque a la fuerza esté bajo la posesión de otro,
55
Puesto que de tu propio espíritu libre nos es dado
El que nuestros afectos no puedan ser forzados,
Aunque sí nuestras acciones, no encuentres desagrado si en
El altar de su tumba sacrifico
Mis lágrimas. Son las joyas de mi amor
60
Disueltas en dolor, y caen sobre
Su destrozada primavera como el rocío de abril sobre
Un capullo dulce y tierno agitado antes de su tiempo.

Entra Charlemont con un criado.

CHARLEMONT
Ve, cuida de que se atiendan bien mis baúles; yo sólo daré
Una o dos vueltas por el cementerio y te seguiré.
Sale el criado.
65
Oh, aquí está el monumento fatal a mi
Padre muerto presentado por primera vez ante mis ojos.
¿Y qué hay aquí? ¿En memoria a Charlemont?
Algún falso informe ha abusado de la credulidad.
Me siento alucinado.
(Viendo a Castabella.)
Pero te doy las gracias, Cielo,
70
Déjame siempre sufrir alucinaciones así.
¿Mi Castabella de luto sobre mi féretro?
Dulce Castabella, levantaos, no estoy muerto.

CASTABELLA
¡Que el cielo me defienda!

Se desmaya.

CHARLEMONT
La culpa es de mi precipitada
Y desconsiderada pasión — ¡Castabella!
75
Que no podía pensar — ¡mi Castabella! que
Mi súbita presencia pudiese atemorizar sus sentidos.
Te lo ruego, amor mío, perdóname.
Ella se yergue.
Reduce tu comprensión a lo que ves.
Dentro de este hábito, que tu malinformada
80
Imaginación toma sólo por una apariencia, viven tanto
El alma como el cuerpo de tu Charlemont.

CASTABELLA
Percibo una sustancia, cálida y suave y húmeda,
Sujeta a poder ser captada por los sentidos.

CHARLEMONT
Lo cual no ocurre con los espíritus, pues su esencia está
85
Por encima de la naturaleza y el orden de
Esos elementos a partir de los cuales nuestros sentidos se
Crearon. Toca mis labios. ¿Por qué te apartas de mí?

CASTABELLA
¡Desdicha de desdichas! Aquello que debería aliviar la aflicción,
Después de desearse y obtenerse, da aún mayor motivo de aflicción.

CHARLEMONT
90
¿Puede Castabella creer causa de aflicción
El que la noticia de mi muerte resulte ser falsa?

CASTABELLA
La presencia de la persona que queremos,
A no haber esperanza de poder disfrutarla, torna nuestra aflicción
Más apasionada que si no la viéramos.

CHARLEMONT
95
¿Por qué no disfrutarla? ¿Te ha cambiado la ausencia?

CASTABELLA
Sí.
De doncella a esposa.

CHARLEMONT
¿Estás casada?

CASTABELLA
Oh, lo estoy.

CHARLEMONT
¿Casada? Si mi madre no hubiese sido mujer,
Protestaría contra la castidad
De todo tu sexo. ¿Cómo pueden el mercader o
100
El marino, ausentes años enteros de esposas
Experimentadas en la satisfacción del
Deseo, prometerse que encontrarán sus sábanas
Impolutas de adulterio a su
Regreso, si tú que nunca tuviste la sensación
105
De la tentación real no pudiste aguantar
Unos cuantos meses breves?

CASTABELLA
Oh, escuchad únicamente lo que quiero decir.

CHARLEMONT
Mas tú fuiste sabia, y consideraste que
Un soldado podría verse mutilado, y así —quizás—
Perder su capacidad de darte satisfacción.

CASTABELLA
No.
110
Esa debilidad me da satisfacción con aquél a quien tengo.

CHARLEMONT
¿Qué? ¿Casada con un hombre impotente además?
¡Oh extraña incontinencia! ¿Por qué? ¿Se vio tu sangre
Incrementada hasta tal pleuresía de lujuria
Que por necesidad tenía que abrirse
115
Una vena, aunque fuese por alguien que careciese de la habilidad
Para hacerlo?

CASTABELLA
Señor, os suplico que me escuchéis.

CHARLEMONT
Habla.

CASTABELLA
El cielo sabe que no soy culpable de este acto.

CHARLEMONT
¿Por qué? ¿Te forzaron a hacerlo?

CASTABELLA
El cielo sabe que así fue.

CHARLEMONT
¿Qué villano hizo eso?

CASTABELLA
Vuestro tío D’Amville.
120
Y el mismo que desposeyó a mi amor de vos
Os ha desheredado de vuestras posesiones.

CHARLEMONT
¿Desheredado? ¿En qué he merecido
Verme privado del amor de mi querido padre?

CASTABELLA
Tanto de su amor como de él mismo. Su alma descansa ya,
125
Mas aquí vuestra paciencia herida puede contemplar
Los signos de su llorada memoria.
Charlemont encuentra el monumento de su padre.
Lo ha encontrado. Cuando le tomé por un fantasma
Podía soportar el tormento de mi espanto
Más fácilmente de lo que puedo aguantar sus penas.

Sale Castabella.

CHARLEMONT
130
De todas las desdichas de los hombres las mías son sin duda singulares,
No tienen precedente. Aquí me encontré con mi tumba —
Y las aflicciones de todos los hombres están enterradas en sus tumbas
Menos en mi caso. En la mía mis miserias nacen.
Te ruego, pena, deja un poco de sitio
135
En mi atormentada y confundida mente
Para que acierte a intentar comprender
La causa o al autor de este accidente.
Una secreta ventaja en virtud de mi ausencia motivada
Para desposeerme tanto de mi tierra como de mi esposa —
140
Y todo el beneficio se deriva para aquél
Mediante el cual mi ausencia fue primeramente provocada y urgida.
Estas circunstancias, tío, me dicen que vos
Sois el autor sospechoso de estos males,
De los que el más leve es más grave que aquel
145
Que la paciencia más poderosa pueda permitirse soportar.

Sale Charlemont.

ESCENA II

Entran D’Amville, Sebastián y Languebeau Snuff.

D’AMVILLE
¿Y bien, señor, vuestro asunto?

SEBASTIÁN
Mi anualidad

D’AMVILLE
Ni un céntimo

SEBASTIÁN
¿Cómo queréis que viva?

D’AMVILLE
Pues convertíos en pregonero. ¿No podéis convertiros en pregonero?

SEBASTIÁN
Sí.

D’AMVILLE
Entonces haced eso: tenéis buena voz para ello.
5
Sois excelente en gritar acerca de una violación.

SEBASTIÁN
Señor, confieso con el respeto que os debo particularmente A vos que fui algo olvidadizo. Una honestidad general tomó posesión de mí.

D’AMVILLE
Vete: eres la indigna corrupción de mi sangre
10
Y como una erupción eres una excrecencia de mi carne.

SEBASTIÁN
Infligidme cualquier castigo. La severidad no me descorazonará, si no es vergonzante, con tal de que me metáis dinero en el bolsillo. La falta de dinero torna a un espíritu libre más loco que la posesión a un usurero.

D’AMVILLE
15
Ni medio penique.

SEBASTIÁN
¿Querríais que me convirtiera en ladrón? Es la siguiente manera de hacerlo. Pues la carencia es como el potro de tortura: arrastra a un hombre a que se exponga al peligro de la horca antes que soportarla.

Entra Charlemont. D’amville hace como que le toma por un fantasma.

D’AMVILLE
20
¿Tú qué eres? ¡Párate! Ayuda a mis sentidos perturbados:
Mi aprehensión hará que enloquezca. ¡Párate!

Languebeau Snuff le evita temeroso.

SEBASTIÁN
¿Tú qué eres? ¡Habla!

CHARLEMONT
El espíritu de Charlemont.

D’AMVILLE
¡Oh, párate! Componme. Me disuelvo.

LANGUEBEAU
No, es profano: los espíritus son invisibles. Es el diablo
25
con los rasgos de Charlemont. No mantendré ninguna conversación con Satanás.

Sale Languebeau.

SEBASTIÁN
¿El espíritu de Charlemont? Pondré eso a prueba.
Golpea y el golpe le es devuelto.
Por Dios que lo que dices es verdad; eres todo espíritu.

D’AMVILLE
Ve a llamar a los oficiales.

Sale D’Amville.

CHARLEMONT
30
Eres un villano, y el hijo de un villano.

SEBASTIÁN
Mentís.

Luchan. Sebastián es derribado.

CHARLEMONT
Ahí tienes.
Entra el fantasma de Montferrers.
Venganza, a ti dedicaré esta obra.

MONTFERRERS
¡Alto, Charlemont!
35
Deja que vengue mi asesinato y tus males aquel
A quien la justicia de la venganza pertenece.

Sale el fantasma de Montferrers.

CHARLEMONT
Me torturáis entre la pasión de mi sangre y la religión de mi alma.

Sebastián se levanta.

SEBASTIÁN
Un individuo bueno y honesto.

Entra D’Amville con oficiales.

D’AMVILLE
¿Qué? ¿Herido? Prendedle. Señor, ¿es ésta vuestra
40
salutación por la cortesía que os dispensé cuando nos despedimos la última vez? Habéis olvidado que os presté mil coronas. (A los oficiales.) Primero, haced que responda por este altercado. Cuando la ley se haya visto satisfecha en ese punto, una acción por su deuda
45
le hará ser prendido nuevamente. (A Charlemont.) Os tomé por un espíritu y os conjuraré antes de que termine.

CHARLEMONT
No. Yo me haré conjurador. Diablo, desde dentro de este círculo, en el medio de tu fuerza y tu malicia, te conjuro
50
para que des lo peor de ti mismo.

D’AMVILLE
Fuera de aquí con él.

Salen los oficiales con Charlemont.

SEBASTIÁN
Tengo aquí un arañazo o dos por vuestra causa, espero que me daréis dinero para pagar al cirujano.

D’AMVILLE
¡Borachio! Trae mil coronas. Me satisface tolerar la
55
libertad de vuestro espíritu cuando se ve dignamente empleada. El nombre de Dios dé a la conducta todo el radio de una generosa libertad, pero que no se disperse y se consuma en empresas de licencia ilimitada. Aquí, paga por tus heridas.

Sale d’Amville.

SEBASTIÁN
60
Os doy las gracias, señor... Generosa libertad... Es decir, libre para aplicar mis aptitudes a propósitos honestos. Se me antoja que no debería seguir esas instrucciones ahora si, teniendo los medios para rendir un servicio honesto a un hombre honesto, dejase de hacerlo.
65
Charlemont está en prisión por mil coronas. Y aquí tengo mil coronas. La honestidad me dice que estaría bien hecho liberar a Charlemont. Mas la discreción me cuenta que tuve muchas dificultades para conseguir esto, y que cuando esto se haya ido no sé de dónde
70
agenciarme más, especialmente si lo empleo con esta finalidad, que probablemente ha de ponerme en peligro de incurrir en el desagrado perpetuo de mi padre. Y entonces puedo ahorcarme o verme forzado a hacer aquello que me ahorre tal esfuerzo en beneficio de otro.
75
No importa. Charlemont, tú me diste mi vida y eso es algo de una sustancia más pura que el oro, por fino que éste sea. No es ningún gesto cortés que tengo contigo, sino agradecimiento. Te lo debo y lo pagaré. El combatió valientemente, mas los oficiales se lo llevaron
80
arrastrando con villanía. Son unos bellacos redomados por dispensarle un trato tan descortés: que los pecados de la gente pobre sean tan pocos que no seáis capaces de ahorrar de vuestros ingresos ni lo bastante para pagar el alquiler de un caballo cojo y famélico para ir
85
montados a una ejecución, sino que tengáis que ir a pie hasta la horca y ser ahorcados. Que los hermanos mayores se conviertan en buenos maridos y los hermanos menores obtengan buenas esposas, a fin de que no haya necesidad de libros de deudas ni de hacer
90
uso de alguaciles. Que todo sea paz excepto en la guerra y todo caridad excepto en el diablo, para que las prisiones puedan convertirse en hospitales, aunque los oficiales tengan que vivir de la beneficencia. Si esta maldición llegara a realizarse el mundo diría
95
«Bendito sea aquél que maldice».

Sale.

ESCENA III

Entra Charlemont en prisión.

CHARLEMONT
Te concedo, cielo, que tu bondad ordene
Nuestros castigos, pero sin embargo no más allá de
La medida de nuestros pecados. ¿Cómo si no habrían de
Ser justos? ¿O cómo podría ese buen propósito de
5
Tu justicia ejercer efecto limitando a los hombres
Dentro de los confines de la humanidad
Si lo que se nos inflige excede a nuestros delitos?
En ese caso más bien instruyen al bárbaro mundo
Con ejemplos que extienden sus crueldades
10
Más allá de sus propias dimensiones, y nos adoctrinan
Para que nuestras acciones sean más y más bárbaras.
¡Oh mi afligida alma! ¡Cómo el tormento infla
Tu aprehensión con una fantasía profana
Contra la sagrada justicia de mi Dios!
15
Nuestras propias interpretaciones son las autoras de
Nuestra miseria. Nunca medimos nuestras
Condiciones excepto con hombres que están por encima de nosotros en
Riquezas, así mientras nuestros espíritus se esfuerzan por
Estar más altos que nuestras fortunas, son más indignos.
20
Puesto que todos esos atributos que hacen a los hombres parecer
Superiores a nosotros son súbditos del hombre y
Fueron hechos para servirle, el hombre que se queja
Es de un espíritu servil que le hace rebajar
Su propio valor por debajo de la estimación de ellos.

Entra Sebastián con el guardián.

SEBASTIÁN
25
Ten, toma mi espada. ¿Qué tal ahora, mi asilvestrado fanfarrón? ¿Estáis bastante manso ahora, no es así? La penuria de una prisión es como una suave consunción — tornará más humilde el orgullo de vuestra mortalidad y armará vuestra alma de paciencia completa para
30
soportar el peso de la aflicción sin sentirlo. ¿Qué, no hay música en ti? Tienes agudos y graves suficientes: aguda injusticia y grave abuso de ti. Mas los agudos y los graves hacen una pobre música sin medios. ¿Te faltan medios, no es verdad? ¿Qué, te hundes? ¿Estás
35
abatido?

CHARLEMONT
No, señor, tengo un corazón fuera del alcance
De tu harto violenta malicia;
Una entereza despectiva de tu menosprecio
(Ya que el destino satisface hacerme que lo sufra)
40
Que puede aguantar más de lo que tienes poder para infligirme.
Yo era un barón. He perdido un señorío
Que estaba confinado dentro de un pedazo de tierra,
Una verruga sobre el cuerpo de la tierra.
Mas ahora soy un emperador del mundo,
45
Este pequeño mundo del hombre. Mis pasiones son
Mis súbditos, y puedo mandarles que se rían
Mientras tú las cosquilleas hasta la muerte con la miseria.

SEBASTIÁN
Eso ha sido dicho con valentía y te quiero por ello. Estás aquí tirado por mil coronas. Aquí tienes mil para
50
redimirte. No como rescate por la vida que me regalaste — ésa no la valoro ni en una corona. No es nada que haya hecho yo: da gracias a mi padre por ello. Es su bondad, mas él no busca agradecimiento porque lo hace bajo mano, saliéndole de una disposición oculta a
55
hacerte bien sin ostentación... Con tu gran corazón lo rechazarás ahora, ¿no es así?

CHARLEMONT
No. Ya que he de someterme al destino, nunca desatenderé la oferta de un beneficio, sino que lo aceptaré como los favores de éste y cuanto induzca a algún fin de mejor
60
fortuna, como cuyo instrumento doy las gracias a tu cortesía.

SEBASTIÁN
Bien, ven por aquí.

Salen Charlemont, Sebastián y el guardián.

ESCENA IV

Entran D’Amville y Castabella

D’AMVILLE
Hija, no hicisteis bien en urgirme; yo
no he hecho más que justicia. Charlemont
morirá y se pudrirá en prisión — y es justo.

CASTABELLA
Oh, padre, la misericordia es un atributo
5
Tan elevado como la justicia; una parte esencial
De su bondad sin límites, cuya divina
Impresión, forma e imagen el hombre debería portar.
Y, se me antoja, el hombre debería estar encantado de imitar
Su misericordia, puesto que la única manifestación
10
De la justicia sería la destrucción si el dulce
Y cariñoso favor de su misericordia
No mediara entre ésta y nuestra debilidad.

D’AMVILLE
Abstente. Incurrirás en mi desagrado: él se pudrirá.

CASTABELLA
Querido señor, ya que por vuestra grandeza estáis
15
Más cerca del cielo en cuanto a posición, estad más cerca del mismo
En bondad. Los hombres ricos deberían trascender a los pobres
Como las nubes a la tierra, elevadas por el consuelo del
Sol para que den agua a tierras secas y baldías.
Si ni la impresión en vuestra alma
20
De la bondad, — pueden conmoveros, entonces
Dejad que la naturaleza, que en los salvajes, en las bestias,
Puede moverlos a la compasión, os diga que él es
Vuestro pariente...

D’AMVILLE
Exponéis vuestra honestidad
A un extraño planteamiento: ¿por qué habríais de urgir así
25
La libertad para Charlemont? Venga, profesáis
Más proximidad a él de la que vuestra modestia
Puede justificar. Habéis tentado mi suspicacia.
Te digo que él pasará hambre y morirá y se pudrirá.

Entran Charlemont y Sebastián.

CHARLEMONT
Tío, os lo agradezco.

D’AMVILLE
30
(aparte)
Que os haga mucho bien... ¿Quién le puso en libertad?

SEBASTIÁN
Yo.

Sale Castabella.

D’AMVILLE
Sois un villano.

SEBASTIÁN
Vos sois mi padre.

Sale Sebastián.

D’AMVILLE
(aparte)
Debo contemporizar...
Sobrino, si la abierta libertad que se tomó no hubiese
35
Dado a conocer mi disposición, habría portado
El curso y la inclinación de mi amor
Según el movimiento del sol,
Invisiblemente disfrutado y comprendido.

CHARLEMONT
Eso muestra que vuestras buenas acciones están dirigidas a
40
Ningún otro fin excepto la bondad. Me precipité,
Debo confesarlo. Pero...

D’AMVILLE
Os excusaré.
Perder a un padre y, como podéis pensar,
Verse desheredado debe concederse que son
Motivos para la impaciencia. Pero, en cuanto a la muerte,
45
¿Quién puede evitarlo? Y en cuanto a sus propiedades,
Ante la incertidumbre de vuestras dos vidas
Fue una acción juiciosa el conferírselas
A un heredero conocido, al ser el sucesor en cuanto a sangre,
Y alguien, querido sobrino, a quien en un tiempo venidero
50
Tendréis motivos para dar las gracias. No seré quien os
Desposea sino vuestro tutor;
Ocuparé el lugar vacante de vuestro padre
Para guiar la inmadura imprevisión de vuestra juventud
Y tornaros maduro para vuestra herencia.

CHARLEMONT
55
Señor, abrazo vuestras generosas promesas.

Se abrazan.
Entran Rousard, enfermo, y Castabella.

ROUSARD
¿Abrazándose? Contemplo el objeto que
Mis ojos aman: ¡querido primo Charlemont!

D’AMVILLE
¡Mi hijo mayor! Él os saluda felizmente,
Pues con la mano de toda nuestra familia
60
Intercambiamos la expresión de nuestros afectos.

CHARLEMONT
Y yo lo acepto, aunque no gozosamente,
Porque estáis enfermo.

D’AMVILLE
Señor, su afecto está sano
Aunque esté enfermo de cuerpo.

ROUSARD
Enfermo ciertamente.
Una debilidad general sorprendió a mi salud
65
El mismo día en que me casé con Castabella,
Como si mi enfermedad fuera un castigo
Que me arrestara por alguna injusticia
Que hubiese cometido entonces.
(A Castabella.)
Créeme, amor mío,
Siento lástima por tu mala fortuna al estar emparejada
70
Con un compañero de cama tan débil e insatisfactorio.

CASTABELLA
Creedme, señor, ello nunca me perturba:
Siento tanta indiferencia respecto a disfrutar
Tales placeres como ignorante soy de lo que son.

CHARLEMONT
(aparte)
El prodigio de tu sexo. Infeliz Charlemont.

D’AMVILLE
75
Venid, vamos a cenar. Allí confirmaremos
El vínculo eterno de nuestro amor concluso.

Salen todos.

CUARTO ACTO

ESCENA I

Entran Cataplasma y Soquette con trabajos de costura.

CATAPLASMA
Venid, Soquette, vuestro trabajo, examinemos vuestro trabajo. ¿Qué tenemos aquí? Un níspero con un ciruelo creciendo pegado a él, las hojas del ciruelo cayéndose, la goma saliéndose de las articulaciones
5
perecidas, y las ramas algunas de ellas muertas y otras podridas, y sin embargo un joven ciruelo. A decir verdad, muy bonito.

SOQUETTE
El ciruelo, es verdad, crece tan cerca del níspero que el níspero le absorbe y extrae toda la savia y toda la fuerza
10
natural del suelo, de modo que no puede medrar.

CATAPLASMA
¡Cuán ingeniosa sois! Pero aquí has puesto un árbol que no da fruto. ¿Por qué?

SOQUETTE
Hay una sabina creciendo cerca de él, como veis.

CATAPLASMA
Verdaderamente, sois un poco demasiado ingeniosa en eso.

Entra Sebastián

SEBASTIÁN
15
Pero esta madreselva se enreda en torno a este espino blanco muy linda y amorosamente, dulce señora Cataplasma.

CATAPLASMA
¡Monsieur Sebastián! A fe, sed muy rectamente bienvenido esta tarde.

SEBASTIÁN
¿Qué, moralizando sobre el bordado de esta dama? Veamos.

CATAPLASMA
20
No, señor. Sólo examinando si está realizado conforme a la verdadera naturaleza y vida de la cosa.

SEBASTIÁN
Aquí habéis puesto un níspero con una margarita a un lado y el caracol al otro. La margarita debería haber alzado su cabeza con más vivacidad hacia el níspero; el caracol,
25
por otro lado, debería haber sido trabajado con una artística indolencia, doblando su cola y sacando el cuerno sólo hasta la mitad de su longitud. Y entonces el níspero, cayendo como si fuera del indolente caracol e inclinándose hacia la vivaz margarita, con sus ramas
30
extendiéndose y enroscándose una dentro de la otra como si se abrazaran. Pero aquí hay una moral. Un peral que crece sobre el banco de un río, que parece continuamente estar mirando abajo a la corriente como si estuviera enamorado de ella, y cada vez que el
35
fruto madura lo deja caer por amor, como si dijéramos, dentro de su regazo; lo cual la desenfrenada corriente, como una ramera, no más lo recibe y se lo lleva consigo para dárselo a alguna otra criatura que ella mantiene, aún pareciendo juguetear y divertirse bajo el peral hasta
40
el punto de que casi se ha llevado toda la tierra de las raíces, y ahora el pobre árbol se queda como si estuviera listo para desplomarse y perecer por culpa de aquello en lo que gastó toda la sustancia que tenía.

CATAPLASMA
Moral para vos que amáis esas desenfrenadas aguas que
45
corren.

SEBASTIÁN
¿Pero no ha llegado todavía mi señora Levidulcia?

CATAPLASMA
Sus intenciones nos prometieron su compañía antes de esto. Liri, vuestro laúd y partitura.

SEBASTIÁN
Bien dicho. Una lección de laúd para entretenerme hasta que
50
ella llegue.

CATAPLASMA
Sol, fa, mi, la... mi, mi, mi... ¡Precioso! ¿No ves el «mi» entre las dos negras? Dame de lleno ahí... Así... adelante... Esta es una dulce melodía y manejas los dedos bestialmente. «Mi» es una máxima aquí y la nota
55
que se yergue tiesa antes de «mi» una longa; dividid siempre en dos vuestra nota... Ahora... Correos placenteramente a ejecutar la melodía con esas corcheas. Observad todas vuestras gracias en el toque... Aquí hay un dulce frenesí... atacadlo plenamente — redondea
60
vuestra música delicadamente.

Entran Languebeau Snuff y Levidulcia

LANGUEBEAU
Que la pureza sea en esta casa.

CATAPLASMA
Ha entrado ahora en ella, y sea bienvenida con vuestra buena señoría.

SEBASTIÁN
Que cese esa música. Aquí hay un instrumento más dulce.

LEVIDULCIA
65
Restringid vuestras libertades. ¿No veis a Snuff?

SEBASTIÁN
¿Qué hace aquí ese apestoso? Dejad a Snuff afuera — es repulsivo.

LEVIDULCIA
No. El crédito de su compañía defiende mi presencia puertas afuera de los ojos de la sospecha.

CATAPLASMA
70
¿Le place a vuestra señoría subir al gabinete? Tengo ahí los velos y sombreros de que os hablé.

LEVIDULCIA
Monsieur Snuff, habré de requerir vuestra paciencia. Mi ausencia no será larga.

Sale con Sebastián.

LANGUEBEAU
Mi deber, señora... ¿Velos y sombreros? Empiezo a
75
sospechar a qué velos y sombreros os referís: milady y Sebastián el velo y el sombrero y yo nada más que el dobladillo protector. Percibo que la pureza de mi conversación es usada nada más que como decorado para cubrir la impudicia de sus propósitos. La propia
80
contemplación de la cosa hace que el espíritu de la carne comience a menearse en mi sangre. Y aquí mi deseo se ha encontrado ya con un objeto. Esta dama, se me antoja, debería estar influida por el movimiento, al vivir en una casa en la que los ejemplos del mismo
85
son tan comunes. La tentación ha prevalecido sobre mí e intentaré que la conquiste a ella... Señora Cataplasma —milady, según parece, tiene algún asunto que requiere su ausencia. La belleza de la tarde me hace desear salir al aire libre: ¿os placerá darme a esta dama autorización
90
para que deje su trabajo y me acompañe a dar una vuelta o dos en pos de una recreación honesta?

CATAPLASMA
De todo corazón, señor. Id, Soquette, prestad oído a sus instrucciones: podéis avanzar en comprensión mediante su compañía, os lo puedo asegurar.

LANGUEBEAU
95
Se entiende que respecto a santidad, señora Cataplasma.

CATAPLASMA
Mi buen monsieur Snuff. Aguardaré vuestro regreso.

LANGUEBEAU
(a Soquette) Dadme la mano, señora.
ErrorMetrica
(Aparte.)
La carne resulta humilde hasta que el espíritu la mueve,
Mas cuando se ve erguida comandará sobre éste.

Salen todos.

ESCENA II

Entran D’Amville, Charlemont y Borachio.

D’AMVILLE
Vuestra tristeza y la enfermedad de mi hijo
Han hecho nuestra reunión y conversaciones
Menos libres y placenteras de lo que era mi propósito.

CHARLEMONT
Señor, por el momento soy muy poco adecuado
5
Para conversar o estar en sociedad.
Con perdón me despediré abruptamente.

D’AMVILLE
Buenas noches, querido sobrino.
Sale Charlemont.
¿Ves tú al mismo hombre?

BORACHIO
¿Qué queréis decir, señor?

D’AMVILLE
La vida de ese hombre, Borachio,
Como una letra superflua en la ley,
10
Pone en peligro nuestra seguridad.

BORACHIO
Deshaceos de él.

D’AMVILLE
¿Querrías hacerlo?

BORACHIO
Indicadme vuestro propósito, que yo lo haré.

D’AMVILLE
Una triste melancolía ha conducido a Charlemont
Con sus meditaciones sobre la muerte de su padre
Al camino solitario detrás del cementerio.

BORACHIO
15
¿El cementerio? Ese es el lugar más adecuado para morir.
Quizás esté rezando; entonces está listo para la muerte.
Le enviaremos caritativamente a su tumba.

D’AMVILLE
No importa cómo lo despaches. Primero toma esto.
Le da a Borachio una pistola.
Conoces el lugar: observa sus rondas
20
Y con la mayor ventaja toma una posición,
A fin de que, favorecido por la oscuridad de la noche,
Su pecho pueda ofrecérsete a una distancia
Tan cercana que él no pueda esquivar el impacto.
Una vez cometido el hecho puedes retirarte sin peligro:
25
El lugar no se ve frecuentado y su muerte
Será imputada a un asalto de ladrones.

BORACHIO
No tengáis cuidado. Dejad que vuestra mente se sienta libre y despejada:
Esta pistola os descargará de vuestro temor.

Sale Borachio.

D’AMVILLE
Pero déjame que pase revista a mis proyectos,
30
El efecto y la finalidad para los cuales me he
Involucrado en toda esta sangre. Para dejar un patrimonio
A la sucesión de mi sangre legítima.
Mas ¿cómo ha de verse continuada esa sucesión?
No gracias a mi hijo mayor, me temo. La enfermedad
35
Y la debilidad le han incapacitado para la procreación.
En cuanto al otro su humor inconstante no tolerará
El vínculo del matrimonio — y me temo que su vida,
Que su espíritu, sean demasiado audazmente peligrosos.
¡Una lástima que el fin beneficioso
40
De un asesinato así de próspero fuera a perderse!
La naturaleza lo prohíba. Espero tener un cuerpo
Que no permita que se pierdan mis esfuerzos
Por falta de descendencia, todavía. Mas entonces habrá de ser
Un bastardo. Bah, solamente son padres de bastardos
45
Los que apadrinan los engendros de otros hombres. ¡Hija!
Será el mío, venga de donde venga.
Estoy decidido. ¡Hija!

Entra un criado.

CRIADO
¿Milord?

D’AMVILLE
Te ruego que llames a mi hija.

Entra Castabella.

CASTABELLA
50
¿Qué se os ofrece, señor?

D’AMVILLE
¿Está tu marido en la cama?

CASTABELLA
Sí, milord.

D’AMVILLE
La noche está hermosa. Te ruego que demos una vuelta o dos.

CASTABELLA
Ven, Jaspar.

D’AMVILLE
55
No.
No iremos sino hasta la esquina del cementerio,
Y tengo algo que decirte a solas.

CASTABELLA
No tiene importancia, quédate.

Sale el criado.

D’AMVILLE
(aparte)
Esto va saliendo bien.

Salen D’Amville y Castabella.

ESCENA III

Entra Charlemont, con Borachio siguiéndole los pasos en el cementerio. El reloj da las doce.

CHARLEMONT
Las doce.

BORACHIO
Es una buena hora; sonará un golpe enseguida.

CHARLEMONT
Cuán adecuado lugar para la contemplación ofrecen estas altas horas de la noche, entre las moradas de los
5
muertos... Esta tumba... quizás quien la habita fue en vida el poseedor de sus propios deseos. Mas en medio de toda su grandeza y su riqueza era menos rico y estaba menos satisfecho que en este pobre pedazo de tierra, más bajo y de menos valor que una cabaña. Pues aquí
10
no tiene ni carencias ni inquietudes: ahora que su cuerpo sabe a podredumbre disfruta un descanso más dulce del que nunca logró entre los placeres más dulces de esta vida. Pues aquí no hay nada que le perturbe... Y ahí... en esa tumba yace otro. El, acaso, estuvo en
15
esta vida tan colmado de miseria como éste de felicidad: y aquí hay un final para ambos. Ahora sus dos condiciones son iguales. ¡Oh, que el hombre con tanto trabajo haya de aspirar a cobrar altura en el mundo, cuando en la humilde tierra la condición del mundo
20
alcanza su grado mejor, o burlarse de los hombres inferiores, cuando estar más abajo que un gusano es estar más alto que un rey!

BORACHIO
¡Entonces cae y asciende!

Dispara; falla el tiro.

CHARLEMONT
¿De qué villano fue la mano ésa? Sálvate o morirás.

Luchan.

BORACHIO
25
Vive Dios, estoy perdido creo.

Se desploma.

CHARLEMONT
¿Qué, le he matado? Quienquiera que seas, querría que tu mano hubiera prosperado, pues yo no era adecuado para vivir y me hallaba preparado para morir. ¿Qué voy a hacer? Acusarme, someterme a la ley y eso pondrá
30
rápido fin a este violento incremento de la miseria. Mas es un asesinato accesorio a mi propia muerte. No lo haré. Aprovecharé esta oportunidad para escapar: puede ser que el cielo me reserve algún final mejor.

Sale Charlemont.
Entran Languebeau y Soquette al cementerio.

SOQUETTE
No, bueno señor, no me atrevo. A decir verdad vengo de unos
35
ancestros, tanto por parte de padre como de madre, que eran tan fecundos como esposas de fruteros.

LANGUEBEAU
Bah, entonces una timpanitis es el mayor peligro que puede temerse. Su fecundidad se torna tan sólo en una clase de flemático malestar ventoso.

SOQUETTE
40
Debo someter mi supino entendimiento a vuestro cuidado, señor. Detestaría verme engañada.

LANGUEBEAU
No, concibe que no lo serás. Mas tú habrás de beneficiarte también de mi instrucción. Mi cuerpo no ve extraérsele su jugo cada día, mujer.

SOQUETTE
45
Mas se me antoja, señor, que vuestra falta de uso debería más bien tornar vuestro cuerpo en un manantial: cuanto menos se saca de él, antes se seca.

LANGUEBEAU
Habréis de comprobarlo al instante.

SOQUETTE
Mas nos falta el lugar y la ocasión.

LANGUEBEAU
50
Tenemos ambas cosas. Esta es la parte trasera de la casa que los supersticiosos llaman la Iglesia de San Winifredo y es en verdad un lugar conveniente y nada frecuentado,
ErrorMetrica
En el que bajo las tupidas cortinas de la noche;

SOQUETTE
Os proponéis en la oscuridad atribuirme un nombre chillón.
Snuff saca una sábana, una peluca y una barba.
55
¿Pero qué tenéis ahí?

LANGUEBEAU
Este disfraz es para la seguridad, mujer. Se dice por ahí, lo sabes, que deambula el fantasma del viejo Montferrers: en este cementerio fue enterrado. Bien, si cualquier extraño tropieza con nosotros antes de que nuestra tarea
60
haya terminado, con este disfraz seré tomado por ese fantasma y nunca me llamarán para una comprobación. Te lo aseguro. Así los dos evitaremos que nos interrumpan y nos descubran. ¿Qué aspecto tengo en este hábito, mujer?

SOQUETTE
65
Tan parecido a un fantasma que a pesar de que tengo algún conocimiento previo de vos hacéis que casi se me pongan los pelos de punta.

LANGUEBEAU
Probaré a ver cómo puedo besar con esta barba. Oh, agg, agg, agg, me la quitaré y luego besaré y luego me la
70
pondré de nuevo. El resto puedo hacerlo sin besar.

Entra Charlemont con paso vacilante y la espada sacada; está encima de ellos antes de que se hayan dado cuenta. Se van corriendo por caminos diferentes y abandonan el disfraz.

CHARLEMONT
¿Qué tenemos aquí? ¿Una sábana, una peluca, una barba? ¿Qué finalidad tenía este disfraz? No importa cuál — no indagaré el propósito de un accidente que resulta amistoso. Quizás pueda acomodarse a mi escapada. Me
75
temo que soy perseguido: para mayor seguridad me ocultaré aquí en el osario, este lugar de reunión de los cráneos de hombres muertos. Para entrar en el osario se hace con la cabeza de un muerto; se le escapa de las manos y le hace titubear. ¿Cabeza de la muerte? ¿Te escapas de mis manos? Tal es la confianza de total mortalidad.

Se oculta en el osario.
Entran D’Amville y Castabella.

CASTABELLA
80
Milord, la noche avanza y se hace tarde. Vuestra señoría habló de algo que deseaba plantear en privado.

D’AMVILLE
Sí, ahora lo diré. El argumento es el amor. El más mínimo ornamento de tu dulce forma (esa quintaesencia de todo placer) puede mandar los sentidos hacia la pasión, y tu
85
entera perfección es mi objeto. Mas te amo con la libertad de mi razón: puedo darte la razón para mi amor.

CASTABELLA
¿Amarme, milord? Lo creo, pues soy la esposa de aquel a quien amáis.

D’AMVILLE
90
Es cierto. Por mi persuasión fuiste forzada a casarte con alguien que estaba incapacitado para realizar el cometido de un marido. Yo fui el autor de ese daño. Mi conciencia sufre bajo tal peso, y querría descargarla a través de su satisfacción.

CASTABELLA
95
¿Cómo?

D’AMVILLE
Suministrándote yo ese placer que él no puede darte.

CASTABELLA
¿Sois un demonio o un hombre?

D’AMVILLE
Un hombre, y un hombre tal que puede devolverte tu diversión con un cuerpo tan pródigo como el que diera
100
alguna vez deleite al codicioso deseo de la mujer, así que además de la plena realización de los deberes de tu vacío marido tendrás el gozo de los hijos que den continuidad a la sucesión de tu sangre. Pues el apetito que hurta su placer agrupa las fuerzas del cuerpo en un
105
vigor unificado y las pone todas juntas en acción, sin fallar nunca en la procreación. Todos los propósitos del hombre apuntan sólo a uno de estos dos fines, el placer o el beneficio; y en esta dulce conjunción de nuestros amores ambos habrán de encontrarse. ¿No te apenaría
110
que un extraño a tu sangre pusiera el primer fundamento de su casa sobre las ruinas de tu familia?

CASTABELLA
¡Que el cielo me defienda! Sea mi memoria completamente extinguida y el heredero de aquel que fue el enemigo de mi padre erija su monumento eterno sobre nuestras
115
ruinas, antes de que el mayor de los placeres o el mayor de los beneficios llegasen a tentarme a buscar tal continuidad mediante el incesto.

D’AMVILLE
¿Incesto? Bah, esas distancias que observa la afinidad son artículos de esclavitud arrojados sobre nuestras
120
libertades por nuestras propias sumisiones. La naturaleza permite una libertad general de procreación a todas las demás criaturas. ¿Habrá el hombre, a cuyo dominio y uso fueron sometidas todas las criaturas, de ser menos libre que éstas?

CASTABELLA
125
¡Oh Dios! ¿Es tu ilimitada e infinita omnipotencia menos libre porque no haces el mal? O, si argumentáis meramente partiendo de la naturaleza, ¿no degeneráis la misma, y no sois indigno de la prerrogativa de ejercer el dominio sobre la naturaleza cuando vilmente os
130
prescribís una autoridad y una ley que se niega a dar ejemplo a quienes deberíais comandar? Podría refutaros, mas el horror de la argumentación confunde mi entendimiento. Señor, yo sé que no hacéis sino ponerme a prueba en nombre de vuestro hijo,
135
sospechando que el vigor y la juventud de mi sangre no pueden contenerse en el ámbito de la impotencia. Creedme, señor, yo nunca le engañé. Y si se tratara de vuestra lujuria, oh aplacadla en esa carne prostituida cuyo comercio con el pecado puede dar satisfacción
140
al deseo con más deleite y menor ofensa. El veneno de vuestro aliento, evaporado de un alma tan pútrida, infecta el aire más que los vapores que brotan de los cuerpos.

D’AMVILLE
Bésame: ge aseguro que mi aliento es dulce. Estos huesos de
145
muertos yacen aquí a propósito para invitarnos a incrementar el número de vivos. Ven, nos haremos con huesos jóvenes y lo haremos. Yo te gozaré. ¿No? Bien, entonces invoca tu gran supuesto protector. Lo voy a hacer.

CASTABELLA
150
¿Supuesto protector? ¿Sois un ateo? Entonces sé que mis oraciones y mis lágrimas fueron consumidas en vano. Oh cielo paciente, ¿por qué no expresas tu ira a través de rayos que hagan pedazos la forma del hombre? ¿Cómo puede la tierra soportar el peso de esta maldad
155
sin un terremoto, o el rostro iracundo del cielo dejar de verse inflamado con una tormenta?

D’AMVILLE
Conjura al diablo y a su mujer, grítales a las tumbas: los muertos pueden oírte — invoca su ayuda.

CASTABELLA
Oh, querría que esta tumba se abriese y mi cuerpo quedara
160
atado al cadáver muerto de un hombre para siempre, antes de dar placer a la lujuria de este detestado villano.

D’AMVILLE
Cual Tereo, me abriré a la fuerza camino hasta...

Charlemont se yergue disfrazado y hace huir espantado a D’Amville.

CHARLEMONT
¡El diablo!... Ahora, señora, con la mano de Charlemont os redimo del brazo de la lujuria... ¡Mi Castabella!

CASTABELLA
165
¡Mi querido Charlemont!

CHARLEMONT
A pesar de todos mis males te doy gracias, gracioso cielo; me has dado la satisfacción de reservarme para este bendito propósito. Ahora, dulce muerte, te doy la bienvenida. Ven, te escoltaré hasta casa y entonces me
170
arrojaré a los brazos del arresto a fin de que la ley pueda hacer de esta digna acción el culmen de todas mis obras, al ser la mejor y la última.

CASTABELLA
¿La última? ¿La ley? Que el cielo lo prohíba, ¿qué es lo que habéis hecho?

CHARLEMONT
175
Bien, he matado a un hombre — no asesinado, Castabella mía; él querría haberme asesinado.

CASTABELLA
Entonces, Charlemont, la mano del cielo guió tu defensa... Ese perverso ateo, sospecho que fue un plan suyo.

CHARLEMONT
Es mi vida lo que busca. Querría que la tuviera, puesto
180
que me ha privado de esas bendiciones que habrían de hacer que la amara. Ven, se la daré.

CASTABELLA
No lo haréis. Antes me expondré yo a cierto peligro que por defenderme destruir al hombre que me salvó de la destrucción.

CHARLEMONT
185
No puedes satisfacerme mejor que siendo el instrumento que me libere de mi miseria.

CASTABELLA
Entonces conseguidlo escapando. Dejadme con esta protección que aún cuida de los inocentes, o seré una compañera en vuestro destino.

CHARLEMONT
190
Mi alma está abrumada. Ven, echémonos a descansar; Estas son las almohadas sobre las que mejor duermen los hombres.

Se tienden cogiendo cada uno un cráneo de muerto como almohada.
Entra Languebeau buscando a Soquette.

LANGUEBEAU
¡Soquette! ¡Soquette! ¡Soquette! Oh, ¿estás ahí? Toma el cuerpo de Borachio por Soquette. En verdad estás echada en una linda y premeditada
195
actitud para el propósito... Ven, bésame, dulce Soquette... Que ahora la pureza me defienda del pecado de Sodoma... Esta es una criatura del género masculino... Ciertamente el hombre está reventado... ¿Sí? ¿Frío y tieso?... ¡Asesinato, asesinato, asesinato!

Sale Languebeau.
Entra D’Amville perturbadamente; se sobresalta ante la visión de la cabeza de un muerto.

D’AMVILLE
200
¿Por qué te me quedas mirando? No eres el cráneo del que yo asesiné. ¿Qué tienes tú que ver para atormentar mi conciencia? Sin duda fuiste la cabeza de un usurero en extremo malicioso, pues eres tan poco caritativo. Y ese alcahuete, el cielo ahí, pudo cerrar las ventanas y las
205
puertas de esta gran sala del mundo, y correr las cortinas de las nubes entre esas luces y yo en torno a este lecho de la tierra, cuando esa misma puta, el asesinato, y yo cometimos un pecado juntos. Entonces ella podía dejarnos en la oscuridad hasta que la acción secreta
210
estuviese cometida; mas ahora que empiezo a sentir el abominable horror de mi pecado y (cual un libertino al que han vaciado de su lujuria) deseo sepultar mi rostro bajo mis cejas y querría escapar de mi vergüenza a hurtadillas y sin ser visto, ella se me planta cara a
215
cara con toda su mirada corrompida y frívola para exigir de mí el pago... Oh mira, ahí está el fantasma del viejo Montferrers en una larga sábana blanca, ascendiendo por esa elevada montaña para quejarse al cielo de mí... ¡Montferrers! Al diablo los temores:
220
no es nada más que una bella nube blanca. ¿Qué pasa, es que nací cobarde? Miente el que diga así. Pero el semblante de un gusano sin sangre podría tener el coraje en este instante para convertir mi sangre en agua. El tembloroso movimiento de una hoja de álamo haría
225
que, como la sombra de esa hoja, yaciera sacudiéndome bajo ella. Podría ahora cometer un asesinato, aunque sólo fuese para beber la sangre fresca y cálida de aquel a quien asesinara a fin de suplir las carencias y la debilidad de la mía propia, que se ha vuelto tan fría
230
y flemática.

LANGUEBEAU
(desde dentro) ¡Asesinato, asesinato, asesinato!

D’AMVILLE
Caed sobre mí, montañas; el fantasma del viejo Montferrers me hostiga.

LANGUEBEAU
¡Asesinato, asesinato, asesinato!

D’AMVILLE
235
Oh, ojalá que mi cuerpo se viese envuelto en el interior de esa nube, para que cuando el trueno se abre camino me hiciese trizas en el aire hasta convertirme en nada.

Entra Languebeau snuff con el guardia.

LANGUEBEAU
Aquí encontraréis el cuerpo del asesinado.

D’AMVILLE
¿Han venido el negro Belcebú y todos sus canes infernales a
240
prenderme?

LANGUEBEAU
No, mi buen lord. Venimos a prender al asesino.

D’AMVILLE
El fantasma, gran Pluto, era un tonto, inadecuado para ser empleado en cualquier asunto serio para el estado del infierno. ¿Por qué no podía haberme permitido alzar
245
la montaña de mis pecados con alguno tan condenable como todo el resto y entonces haberme precipitado a la ruina? ¡Pero prenderme entre el propósito y el acto, antes de que fuera cometido!

GUARDIA
¿Es ése el asesino? Se expresa sospechosamente.

LANGUEBEAU
250
No, ciertamente. Este es milord D’Amville, y su perturbación, me parece, nace de su aflicción por la pérdida de un fiel criado. Pues a no dudas que tomo a Borachio por el muerto.

D’AMVILLE
¡Ja! ¿Borachio muerto? Tú te pareces a Snuff, ¿no es así?

LANGUEBEAU
255
Sí, sinceramente, milord.

D’AMVILLE
Escucha. ¿No viste un fantasma?

LANGUEBEAU
¿Un fantasma? ¿Dónde, milord?... Esto me huele mal.

D’AMVILLE
Aquí en el cementerio.

LANGUEBEAU
Bah, bah, sus espíritus ambulantes son meras fábulas
260
imaginarias. No hay tal cosa entre el rerum natura. Aquí hay un hombre que han matado, y con el espíritu de la consideración más bien pienso que es el asesino que se disfrazó, antes que tan fantástica minucia.

D’AMVILLE
Mis sesos empiezan a ponerse en orden. Ahora te
265
comprendo... Es así... ¡Borachio! Revolveré el centro de la tierra, pero encontraré al asesino.

GUARDIA
¡Aquí, aquí, aquí!

D’AMVILLE
Quieto. ¿Dormidos? ¿Tan profunda y dulcemente sobre cabezas de muerto, y en un lugar tan lleno de temor y
270
horror? Sin duda hay alguna otra felicidad en la libertad de la conciencia distinta a lo que mi conocimiento llegase a alcanzar alguna vez... ¡Vaya, vaya, vaya!

CHARLEMONT
Sois bienvenido, tío. Si hubiérais llegado antes
Habríais sido antes bienvenido. Yo soy el hombre
275
Que buscáis: no habréis de precisar interrogarme.

D’AMVILLE
¡Mi sobrino y mi hija! Oh mi querida
Lamentada sangre, ¿qué destino os ha arrojado
Tan desafortunadamente en medio de este accidente?

CHARLEMONT
Sabéis, señor, que ella está tan limpia como la castidad.

D’AMVILLE
280
Como su propia castidad: la hora, el lugar
Todas las circunstancias argumentan falta de limpieza.

CASTABELLA
Señor, lo confieso, y con arrepentimiento
Padeceré exactamente el mismo castigo
Que la justicia inflija a Charlemont.

CHARLEMONT
285
Injustamente ella traiciona su inocencia.

GUARDIA
Pero, señor, ella ha sido atrapada con vos y debe
Ir a prisión con vos.

D’AMVILLE
No hay remedio.
Mas si no fuera el lecho de mi hijo el que ella manchara,
Mi tierra sería vendida, mas ambos serían disculpados.

Salen todos.

ESCENA IV

Entran Belforest y un criado.

BELFOREST
¿No ha llegado aún mi mujer?

CRIADO
No, milord.

BELFOREST
Se me antoja que está muy afectuosamente inclinada
A la compañía del joven Sebastián últimamente,
Mas los celos son un tormento tal que
5
Tengo miedo de abrigarlos. Pero
Cuanto más esquivo indirectamente enfrentarme
Cara a cara con ellos, más cosas hallo
Para circunvenir mi aprehensión. Primeramente,
Sé que ella tiene unos apetitos perpetuos,
10
Que al encontrarse tan frecuentemente con un hombre
De una libertad tan audaz y lujuriosa como
La de Sebastián, y de un cuerpo tan
Prometedor, la sangre de ella, corrompida, la hará
Ceder ante la tentación...

Entra Fresco sigilosamente.

FRESCO
15
(aparte) ¡Precioso! Fui enviado por la dama para ver si el señor estaba en la cama. Debería haberlo hecho con astucia sin ser descubierto, y ahora me tropiezo con ellos antes de que pueda percatarme.

Sale Fresco.

BELFOREST
¿No conoces a la dama que mi mujer trajo a casa?

CRIADO
20
De vista, milord. Su hombre estaba aquí hace un momento.

BELFOREST
¿Su hombre? Te ruego que corras y le llames aprisa... Sale el criado. Este villano, sospecho de él desde que le encontré escondido detrás del tapiz. Entran Fresco y el criado. ¡Fresco! Eres bienvenido, Fresco... Déjanos solos. Sale el criado.
25
¿Me oyes, Fresco, no está mi mujer con tu señora?

FRESCO
No lo sé, milord.

BELFOREST
Te ruego que me lo cuentes, Fresco. Estamos a solas.
Cuéntame. ¿No es tu señora una buena mujer?

FRESCO
¿Qué quiere decir vuestra señoría? ¿Una mujer de la profesión?

BELFOREST
30
Sí, a fe, Fresco, incluso una mujer de la profesión.

FRESCO
Oh no, milord. Esas enfermedades venéreas causan la calvicie y mi señora hace que se recuperen los cabellos perdidos, pues es una fabricante de pelucas.

BELFOREST
¿Y nada más?

FRESCO
35
Vende velos y sombreros y corpiños para damas, o algo así.

BELFOREST
Algo así, señor; y ella aprovisiona a mi señora de velos y corpiños de vez en cuando, ¿no es verdad?

FRESCO
Según place a su señoría, milord.

BELFOREST
¿Según le place, bellaco? Tú eres el alcahuete de su placer,
40
golfo, ¿no es así? Conoces los contactos entre Sebastián y mi mujer. Cuéntame la verdad o por esta mano que te clavo el pecho a la tierra. No te muevas, perro, sino apresúrate a decir la verdad.

FRESCO
¡Oh sí!

Habla como un pregonero.

BELFOREST
45
¿No actúa tu señora de alcahueta respecto a mi mujer?

FRESCO
¡Oh sí!

BELFOREST
¿Y está familiarizada con sus trucos y sus argucias y sus estratagemas?

FRESCO
¡Oh sí! Si algún hombre, corte, ciudad o país ha encontrado
50
a milady Levidulcia en cama no siendo milord Belforest, ése es Sebastián.

BELFOREST
¿Qué encima lo proclamas? ¿Te atreves a decirlo en voz alta, villano?

FRESCO
¿Podéis vos decirlo entre risas? Pensaba que queríais
55
proclamaros a vos mismo cornudo.

Entra el guardia.

BELFOREST
¿El guardia? Coincide con mi deseo. Debo requerir la ayuda de tus oficios. Fresco sale corriendo. Vive Dios, detén a ese villano. Persíguele.

Salen Belforest y el guardia.

ESCENA V

Entra Languebeau importunando a Soquette.

SOQUETTE
Vaya, si volvéis a meterme otra vez en el cementerio...

LANGUEBEAU
Por qué, Soquette, si nunca conseguí meteros nada todavía.

SOQUETTE
¿Meterme algo? No, dejarme embarazada no.

LANGUEBEAU
Te prometí que no lo haría y cumplí mi palabra.

SOQUETTE
5
Mas vuestra palabra fue más cumplidora que vuestra acción. Pero entrad con sigilo en esa pequeña habitación alfombrada a mano izquierda.

LANGUEBEAU
Te pido que sea a mano derecha: antes te me escapaste por la izquierda y eso no me gustó nada.

SOQUETTE
10
Precioso, aprisa. Tan pronto como mi señora esté en la cama iré con vos.

Sale Languebeau.
Entran Sebastián, Levidulcia y Cataplasma.

CATAPLASMA
Me pregunto por qué tarda tanto Fresco.

SEBASTIÁN
Señora Soquette, me gustaría deciros algo.

Cuchichean.

LEVIDULCIA
Si me trae recado de que mi marido está en la cama me
15
aventuraré a tomarme la libertad de yacer una noche fuera de casa... Mi extraño encaprichamiento con este hombre... Es como esa simpatía natural que incluso entre las criaturas irracionales de la tierra ordena una inclinación y un consentimiento mutuos, pues aunque
20
parece ser el libre efecto de mi propio y voluntario amor, sin embargo no puedo restringirlo ni dar razón de él. Pero ahora está hecho, y en vuestras manos está el salvar mi honor o deshonrarme.

CATAPLASMA
Gozad de vuestro placer, señora, sin temor. Nunca traicionaré
25
la confianza que habéis depositado en mí, y sois injusta con vos si dejáis que una consideración del pecado moleste vuestra conciencia. Se me antoja injusto que un reproche recayera sobre una mujer por no causar ofensa sino con uno, cuando resulta una leve ofensa en los
30
maridos el hacerlo con muchas.

LEVIDULCIA
Así me lo parece a mí... Bien, ¿ahora qué, Sebastián? ¿Haciéndole la corte a esa dama? ¿Cuántas amantes tenéis, a fe?

SEBASTIÁN
A fe, ninguna, pues pienso que ninguna de ellas es fiel; pero
35
por lo demás tantas como camisas limpias. El amor de una mujer es como un champiñón; crece en una noche y servirá con cierto placer para desayunar a la mañana siguiente, pero después se vuelve nauseabundo e insalubre.

CATAPLASMA
40
No, por San Winifredo, el amor de una mujer dura tanto como la fruta de invierno.

SEBASTIÁN
Es cierto: hasta que viene la nueva — según mi experiencia no dura más.

Entra Fresco corriendo.

FRESCO
La acción de alguien nos ha deshecho y parece que vamos
45
a pagarlo caro.

SEBASTIÁN
¿Pagar caro el qué?

FRESCO
¿No será un cómputo acusable, pensáis, si viene aquí media docena de individuos para pedirnos cuentas, cada hombre con la alabarda respectiva en la mano y
50
presentando una factura que no somos capaces de pagar?

Tocan a la puerta.

CATAPLASMA
¡Dios mío! ¿Qué golpes son ésos?
Señora, retiraos.

LEVIDULCIA
Sebastián, si me amáis, salvad mi honor.

Salen todos excepto Sebastián.

SEBASTIÁN
55
¿Qué violencia es ésta? ¿Qué buscáis?
¡Vive Dios, no habréis de pasar!

Entran Belforest y el guardia.

BELFOREST
¡Persigue a la ramera!
Sale el guardia.
Villano, dame paso o me abriré camino a través de tu sangre.

SEBASTIÁN
Mi sangre tornaría resbaladizo ese camino, milord.
60
Sería mejor que escogierais otro: de lo contrario podríais caer. Luchan. Ambos están malheridos. Lo hice, a fe.

Sebastián cae primero. Muere.
Mientras Belforest está tambaleándose, entra Levidulcia.

LEVIDULCIA
¡Oh Dios! ¡Mi esposo, mi Sebastián, esposo! Ninguno puede hablar, mas ambos dan cuenta de mi vergüenza. ¿Es
65
ésta la salvación de mi honor, cuando la sangre de ambos fluye a chorros y mi lujuria es la fuente de la que éstos manan? Querido esposo, no dejes que tu espíritu que se ha ido se moleste si con labios adúlteros beso tu mejilla. Aquí contemplo el carácter odioso de la lujuria,
70
que me hace arrodillarme para abrazarle muerto, a aquel cuyo cuerpo en vida abominé tocar. Ahora puedo llorar, ¿mas qué bien pueden hacer las lágrimas? Mientras yo lloro sólo agua ellos lloran sangre. Mas si pudiera hacer un océano con mis lágrimas, para que en
75
la corriente esta quebrada nave de cuerpo, pesadamente cargada de leve lujuria, pudiese naufragar y así ahogar mi vergüenza: entonces el llorar cobraría sentido. Pero, ay, al mar le falta el agua suficiente para lavar la corrupción de mi nombre. Oh, en sus heridas
80
siento mi honor herido de muerte. ¿Habré de sobrevivir a mi honor? ¿Debe mi vida convertirse en ejemplo para el mundo? Puesto que así debe ser, entonces, pues, en abominación de mi acto, a fin de hacer que el ejemplo induzca más forzosamente a la virtud, así la
85
sello con una muerte tan llena de horror como mi vida de pecado.

Se clava un cuchillo.
Entra el guardia con Cataplasma, Fresco, Languebeau Snuff y Soquette.

GUARDIA
¡Alto, señora! Señor, qué noche tan extraña es ésta.

LANGUEBEAU
¿No puede permitírsele a Snuff que salga de sí mismo?

GUARDIA
Ni vos, ni nadie. Todos han de ir con nosotros.
90
Oh, con cuánta virtud la lujuria debería ser resistida,
Ya que es un fuego que rara vez se apaga sin sangre.

Salen todos.

QUINTO ACTO

ESCENA I

Música. Se nos muestra un gabinete. Un criado durmiendo con luces y dinero ante él.

D’AMVILLE
¿Qué, estás durmiendo?

CRIADO
No, milord. Ni dormido ni despierto.
Sino en una modorra problemática para ambas cosas.

D’AMVILLE
¿De dónde sale este oro?

CRIADO
Es parte de la renta
Debida a vuestra señoría desde la muerte de vuestro hermano.

D’AMVILLE
5
A la cama. Déjame a mí mi oro.

CRIADO
Y a mí mi descanso.
Dos cosas con las que un mismo hombre se ve rara vez bendecido.

Sale el criado.

D’AMVILLE
Cese esa ruda música. No nos agrada.
Manosea el oro.
Aquí suena una música cuyo melodioso son
Como las voces de los ángeles arrebata el sentido.
10
Contempla, astrónomo ignorante,
Cuya errabunda especulación busca entre
Los planetas las fortunas de los hombres, con estupefacción
Contempla tu error y déjate sacudir por el dinero.
Estos son los astros cuyas operaciones hacen
15
Las fortunas y los destinos de los hombres.
Esos ojos menores del cielo, cual súbditos encumbrados
Hasta sus altas casas cuando su príncipe
Cabalga bajo la ambición de sus amores,
Son elevados sólo para contemplar el rostro
20
De vuestra más rica e imperiosa eminencia
Con una visión sin obstáculos. Quítate la máscara, bella reina:
Desembolsa el oro.
Concede que sus expectativas puedan disfrutar
Del gracioso favor que admiran ver;
Estos son los astros, los ministros del destino,
25
Y la alta sabiduría del hombre el poder superior
Al cual sus fuerzas están subordinadas.

Duerme.
Entra el fantasma de Montferrers.

MONTFERRERS
D’Amville, con toda tu sabiduría eres un tonto:
No como esos tontos que llamamos inocentes,
Sino un tonto en extremo detestable y miserable,
30
Lo cual en un instante, para confusión de
Tus proyectos, lo vas a contemplar.

Sale el fantasma.
D’Amville se levanta sobresaltado.

D’AMVILLE
¿Qué sueño tonto se atreve a interrumpir mi descanso
Para confusión mía? ¿Cómo puede eso ser, puesto que
Mis propósitos han sido hasta ahora llevados
35
Con próspero juicio a asegurar el éxito,
Del que nadie vive para desposeerme
Excepto el apresado Charlemont? Y a él
Este cerebro ha convertido en el feliz instrumento
Para la libre sospecha, a fin de aniquilar
40
Todo interés y título que le pertenezca,
Para sellar mi seguridad en mí mismo y confirmar
Mi posesión absoluta mediante la ley.
Así mientras el simple y honesto adorador
De una fantástica providencia gime bajo
45
El peso de la miseria y el abandono,
Mi sabiduría real ha puesto en pie una riqueza
Que habrá de eternizar a mi posteridad.
Entran criados con el cuerpo de Sebastián.
¿Qué es eso?

CRIADO
El cuerpo de vuestro hijo menor, al que dio muerte lord
50
Belforest.

D’AMVILLE
¿Dio muerte? Mentís... ¡Sebastián, habla, Sebastián! No puede oírme. Un médico al instante: id, llamad a un cirujano.

ROUSARD
(desde dentro) ¡Oh!

D’AMVILLE
55
¿Qué gemido fue ése? ¿Qué le pasa a mi hijo mayor?
El sonido vino de su aposento.

CRIADO
Se fue enfermo a la cama, milord.

ROUSARD
(desde dentro)
¡Oh!

D’AMVILLE
Los gritos de las mandrágoras nunca tocaron el oído
60
Con más triste horror que el que esa voz trae al mío.
Entra un criado corriendo.
Si queréis volver a ver alguna vez a vuestro hijo vivo...

D’AMVILLE
La naturaleza prohíba que le vea muerte alguna vez.
Se entra una cama con Rousard dentro.
Retirad las cortinas. Oh, ¿cómo está mi hijo?

CRIADO
Se me antoja que está listo para dejar escapar al fantasma.

D’AMVILLE
65
La destrucción caiga sobre ti y tu lengua fatal.
Maldita sea, ¿dónde está el doctor?... ¿No eres tú el rostro de esa aparición prodigiosa que se me quedó mirando en mi sueño?

CRIADO
El doctor ha llegado, milord.

Entra el doctor.

D’AMVILLE
70
Doctor, contempla a dos pacientes, con cuya curación tu habilidad puede adquirir una fama eterna. Si has hecho algunas lecturas de Hipócrates, Galeno o Avicena, si las hierbas, o las drogas, o los minerales tienen algún poder para salvar, permite ahora que tu experiencia y su
75
utilización soberana te encumbren a la riqueza y al honor.

DOCTOR
Si hay alguna raíz de vida que reste dentro de ellos susceptible de reaccionar a la medicina, no temáis por ellos, milord.

ROUSARD
¡Oh!

D’AMVILLE
80
Sus suspiros jadeantes son como el ruido cuando se desploma algún gran edificio en el que se quebrantan los cimientos. Sobre estos dos pilares se erguía la majestuosa forma y arquitectura de mi elevada casa. Un terremoto los sacude, los cimientos se encogen. Querida naturaleza,
85
en cuyo honor he alzado una obra gloriosa para la posteridad, oh no entierres el orgullo de esa gran acción bajo su propia caída y ruina.

DOCTOR
Milord, estos cuerpos están desprovistos de toda la aptitud radical de la naturaleza. El calor de la vida está
90
completamente extinguido. Nada resta al alcance del hombre que pueda restablecerlos.

D’AMVILLE
Toma este oro, extrae de él el espíritu e inspira nueva vida en sus cuerpos.

DOCTOR
Nada puede lograrlo, milord.

D’AMVILLE
95
No habéis aún examinado el verdadero estado y constitución de sus cuerpos: Sin duda no lo habéis hecho. Reservaré sus evacuaciones hasta por la mañana. Está claro que sus orinas os informarán mejor.

DOCTOR
¡ja, ja, ja!

D’AMVILLE
100
¿Te ríes, villano? ¿Debe mi sabiduría, que ha sido el objeto de la admiración de los hombres, convertirse ahora en el tema de tu risa?

ROUSARD
¡Oh!

Se muere.

TODOS
Está muerto.

D’AMVILLE
105
Oh, ahí expira el período de mi posteridad. ¿Puede la naturaleza ser tan simple o maliciosa como para destruir la reputación de su propia memoria? No puede. Sin duda hay algún poder sobre ella que controla su fuerza.

DOCTOR
¿Un poder sobre la naturaleza? ¿Es que dudáis eso, milord?
110
Limitaos a considerar de dónde el hombre recibe su cuerpo y su forma: no de la putrición, como algunos gusanos y moscas, sino solamente de la procreación del hombre. Pues la naturaleza nunca produjo un hombre sin un hombre, ni pudo el primer hombre
115
— al no ser más que el sujeto pasivo, no el ejecutor activo — ser el creador de sí mismo. Así que necesariamente ha de haber un poder superior a la naturaleza.

D’AMVILLE
Ahora ante mí mismo soy ridículo. Naturaleza, eres una
120
traidora para con mi alma; has abusado de mi confianza. Me quejaré ante un tribunal superior: para compensar mi mal demostraré que eres una falsificadora de certezas falaces. En esa Cámara de los Astros habrás de respon- der por ello. Retirad los cuerpos. Oh, la percepción
125
de la muerte comienza a perturbar mi alma atribulada.

ESCENA II

Entran jueces y oficiales.

PRIMER JUEZ
Traed a los malhechores hasta el estrado.
Entran Cataplasma, Soquette y Fresco.
¿Sois vos la dama en cuya casa
Los asesinatos fueron cometidos?

CATAPLASMA
Sí, milord.

PRIMER JUEZ
Ese digno atributo de la gente bien nacida, que
5
Vuestro hábito extrae del respeto de los ignorantes,
No lo merece vuestro nombre, ni vos el nombre
De mujer puesto que sois el veneno que
Infecta el honor de toda la condición femenina.

CATAPLASMA
Milord, soy una dama, mas debo confesar que mi pobreza
10
somete mi vida a una condición inferior a mi cuna o mi educación.

SEGUNDO JUEZ
Bah, conocemos vuestra cuna.

PRIMER JUEZ
Mas so pretexto de dedicaros a la venta
De sombreros y baratijas destinadas al orgullo de las damas,
15
Cultiváis el que las esposas de los hombres frecuenten
Vuestra casa licenciosa y allí engañen
A sus maridos.

FRESCO
Mi buen lord, su alquiler es elevado. La buena señora no tiene otra cosa de la que vivir que no sean sus aposentos,
20
así que se ve forzada a arrendar sus habitaciones delanteras a otros y contentarse ella misma con acostarse por la parte trasera.

SEGUNDO JUEZ
Con que es así.

PRIMER JUEZ
Aquí no tenemos evidencia que os acuse
25
De complicidad en el asesinato, sin embargo —
Ya que, del manantial de lujuria que vos preservabais
Y alimentabais corrió la efusión de esa sangre —
Vuestro castigo habrá de aproximarse a la muerte tanto
Como la vida pueda permitirlo. La ley no puede infligir
30
Una severidad excesiva a la causa
De unos efectos tan horripilantes.

SEGUNDO JUEZ
Recibid vuestra sentencia:
Vuestros bienes, puesto que fueron obtenidos mediante ese medio
Que genera enfermedades, serán destinados a servir
A los hospitales; vos seréis arrastrada de un carro por las calles
35
Según se humilla comúnmente a las rameras,
Mientras vuestros cuerpos son fustigados hasta que con la pérdida de la sangre
Desfallezcáis bajo la mano del castigo.
Entonces, para que la fuerza inesquivable de la necesidad
No os induzca a retornar a vuestra vida anterior,
40
Habréis de ser sometida al doloroso trabajo, cuyos
Escasos beneficios os darán sólo el alimento
Para mantener en pie la naturaleza, mortificar vuestra carne
Y volveros adecuada para tener un fin de arrepentimiento.

TODOS
¡Oh, mi buen lord!

PRIMER JUEZ
No se hable más. Sacadlos de aquí.

Salen Cataplasma, Soquette, Fresco.
Entra Languebeau Snuff.

SEGUNDO JUEZ
45
¡Bien, monsieur Snuff! ¡Un hombre de vuestra profesión, hallado en un lugar de tanta impiedad!

LANGUEBEAU
Os lo aseguro, el lugar está lleno de impureza: tanto mayor la necesidad de instrucción y corrección. El propósito que me llevó allí era el de, mediante el espíritu de la
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conversión, purificad sus impurezas, y tengo la esperanza de que vuestra señoría diga que la ley no puede echarme en cara eso.

PRIMER JUEZ
No, señor, no puede — mas permitidme
Que os diga que considero vuestra precavida respuesta
55
Más premeditada a fin de veros excusado
Que dictada por algún propósito religioso.
¿Dónde obtuvisteis vuestros títulos académicos?

LANGUEBEAU
No soy ningún hombre de academia, milord. Para decir sinceramente la verdad soy Snuff el comerciante de
60
sebo.

SEGUNDO JUEZ
¿Cómo es que vuestra indumentaria se ve tan alterada?

LANGUEBEAU
Milord Belforest, hallando deleite en la pureza de mi conversación, me retiró de esa vida sucia y me puso una indumentaria adecuada a su compañía y profesión
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actual.

PRIMER JUEZ
Su señoría no hizo sino repintar un poste podrido,
O cubrir lindamente la vileza. Monsieur Snuff,
Retornad a fabricar velas. Podéis dar
Al mundo más luz con eso que bien con
70
La instrucción o el ejemplo de vuestra vida.

LANGUEBEAU
De este modo Snuff se ve apagado.

Sale Languebeau.
Entra D’Amville con aire perturbado, con los féretros de sus hijos siguiendo tras de él.

D’AMVILLE
¡Juicio, juicio!

SEGUNDO JUEZ
¿Juicio, milord? ¿Respecto a qué?

D’AMVILLE
Vuestros juicios han de darme resolución en un caso. Entrad
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los cuerpos. Sí, lo someteré a juicio. Este es mi caso, milord. Mi providencia, en un momento, por el solo daño de dos o tres a lo más — y esos liberados pronto de su dolor, fijaos en lo que digo. Yo había sabiamente levantado un conveniente patrimonio para mi
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posteridad — ¿y no hay más sabiduría y más caridad en eso, que en prolongar, por vuestra señoría o vuestro padre o vuestro abuelo, el tormento y el alquiler abusivo que sufrirían de era en era vuestros pobres y explotados arrendatarios? Y sin embargo, acaso, sin
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un penique de beneficio para vuestro heredero. ¿No es más sabio, más caritativo? Hablad.

PRIMER JUEZ
Está desvariando.

D’AMVILLE
¿Cómo? ¿Desvariando? Entonces no tenéis juicio. Os puedo dar razón y sólidos argumentos respecto a la mínima
90
sílaba reconocible que pronuncio. Puesto que mi medro era más caritativo, más juicioso que el de vuestro abuelo, vaya, me gustaría saber por qué vuestra señoría vive para crear una segunda generación a partir de vuestro padre y hacer que toda la sucesión de mi línea
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se extinga en un momento. No queda un mocoso que me suceda. Me gustaría saber eso.

SEGUNDO JUEZ
La pena por la muerte de sus hijos le desequilibra.

PRIMER JUEZ
Milord, daremos solución a vuestra pregunta.
Entretanto, ocupad vuestro lugar con nosotros.

D’AMVILLE
100
Estoy satisfecho, ya que vais a darme solución.

Asciende.
Entren Charlemon y Castabella.

SEGUNDO JUEZ
Bien, monsieur Charlemont, estáis acusado
De haber asesinado a un tal Borachio que
Era criado de milord D’Amville. ¿Cómo podéis
Exculparos? ¿Sois culpable o inocente?

CHARLEMONT
105
Culpable de matarle, mas no de asesinato.
Milores, no tengo el propósito de solicitar
Remisión para mí mismo...

D’Amville desciende hasta Charlemont.

D’AMVILLE
¡Muchacho descarado! Te falta humanidad para sonreír ante la aflicción. ¿Por qué arrojas una mirada alegre sobre
110
el objeto de mi desdicha, mis hijos muertos?

PRIMER JUEZ
Oh, mi buen lord, dejad que la caridad os haga absteneros
De atormentar el espíritu de un hombre moribundo:
Una mirada alegre ante la faz de la muerte
Es el auténtico semblante de una mente noble.
115
En nombre del honor, milord, no la perturbéis.

D’AMVILLE
Sois todos descarados. Oh, ¿no es suficiente que él haya injustamente conspirado con el Destino para cortar de cuajo mi posteridad a fin de que él sea el heredero de mis posesiones, sino que además debe perseguirme
120
con su presencia y haciendo ostentación de su gozo reírse en mi cara y celebrar mi aflicción?

CHARLEMONT
D’Amville, para mostrarte con qué leve respeto
Valoro la muerte y tu insultante orgullo,
Así, cual una belicosa armada en el mar,
125
Orientada a la conquista de algún rico país,
Que ha pasado por los tormentosos problemas de esta vida
Y llega ahora a la fortificada costa,
A la expectativa de la victoria
Cuyo honor está más allá de esta adversidad,
130
A través de un peligro mortal con espíritu activo
Aspiro de este modo a soportar mi muerte.

Sube de un salto al patíbulo. Castabella le sigue de otro salto.

CASTABELLA
Y así secundo yo tu valerosa empresa.
Mantente alegre, Charlemont: nuestras vidas segadas de cuajo
En la joven lozanía de nuestra edad son como verdes hierbas
135
Mediante las que cubrimos los féretros de nuestros amigos;
Porque como su virtud, recogidas cuando son verdes,
Antes de que marchiten o se pudran, tienen ahí su mejor momento;
Así en virtud nosotros somos los mejores para la muerte
En tanto que aún no hemos vivido hasta una edad en la que
140
El creciente cancro de nuestros pecados
Haya alcanzado una excesiva extensión en nosotros.

D’AMVILLE
Una merced, milores, suplico una merced.

PRIMER JUEZ
¿Qué es, milord?

D’AMVILLE
Su cuerpo, cuando esté muerto, para una disección.

PRIMER JUEZ
145
¿Para qué, milord?

D’AMVILLE
Vuestro entendimiento aún se queda corto en relación al mío.
Yo averiguaría mediante su disección
Qué cosa hay en la naturaleza más perfecta
Que en mi propia constitución.
150
Se me antoja que mis partes y mis dimensiones son
De igual número y tamaño, y están tan bien hechas como las suyas —
Y sin embargo en mí está ausente la resolución
De morir con esa seguridad que él despliega.
La causa de eso, en su disección
155
Yo querría averiguar.

PRIMER JUEZ
Sed paciente y lo haréis.

D’AMVILLE
Lo he pensado mejor.
Sobrino, debemos conferenciar. Señor, me he convertido en un asombroso estudiante últimamente. Mi ingenio ha desbordado el ámbito de la naturaleza, y sin embargo,
160
a pesar de toda mi erudición, me encuentro todavía buscando de dónde debería brotar la paz de la conciencia.

CHARLEMONT
La paz de la conciencia nace de sí misma.

D’AMVILLE
Sea tu arte o cosa de la naturaleza, yo te admiro, Charlemont. Vaya, has enseñado a una mujer a ser valiente.
165
Suplicaré por tu vida... ¡Milores! Suplico por la vida de mi sobrino... Te convertiré en mi médico. Me instruirás en la filosofía. Hallaré la causa eficaz de una mente satisfecha. Mas si no puedo beneficiarme de ello, entonces no tienes otra cosa que hacer, siendo mi
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médico, que introducir un poco de veneno en una poción cuando me des medicamento, sin que yo me percate. De esta forma me deslizaré a mi tumba sin el entendimiento o el temor de la muerte — y ése es el fin al que aspiro, pues pensar en la muerte es un tormento
175
harto horripilante, ¿no es verdad?

SEGUNDO JUEZ
Vuestra señoría interrumpe el curso de la ley.

PRIMER JUEZ
Preparaos a morir.

CHARLEMONT
Mi resolución está tomada.
Mas antes de que muera, ante este honrado tribunal,
180
Con la voz libre de un alma que está a punto de partir
Afirmo aquí que esta dama está limpia
De todo delito por el que la ley la condena.

CASTABELLA
Yo me he excusado a mí misma: la ley carece de poder
Para exculparme. Mi querido Charlemont, contigo
185
Quiero ser partícipe de todos tus castigos.

CHARLEMONT
Tío, por todos los acaudalados beneficios
Que mi muerte os proporciona, concededme solamente esto:
Vuestra mediación en favor de la vida inocente
De Castabella, de quien vuestra conciencia sabe
190
Que está tan en justicia limpia como la inocencia inofensiva.

D’AMVILLE
De buen grado. Mi mediación en beneficio de su vida y todo mi interés en el mundo por añadidura, si solamente a cambio ella me da la posesión de esa determinación con la que muere. El precio de las cosas se averigua
195
mejor en virtud de su carencia. Si yo tuviese su coraje, así lo valoro, las Indias no podrían comprarlo y arrebatármelo de las manos.

CHARLEMONT
Dadme un vaso de agua.

D’AMVILLE
A mí, de vino...
200
La discusión sobre la muerte me congela la sangre;
Un frío temor al ver de cerca tu final
Me ha helado los ríos de mis venas...
Un vaso de vino.
Debo beber vino para calentarme y disolver la obstrucción o una apoplejía tomará posesión de mí... ¿Cómo,
205
bellaco implacable, me traes sangre para que beba? El propio vaso tiene aspecto pálido y tiembla ante ello.

CRIADO
Es vuestra mano, milord.

D’AMVILLE
¿Puedes echarme en cara tener miedo, soportando aún la
presencia de un asesino en derredor mío?

CHARLEMONT
210
¿Es eso agua?

CRIADO
Agua, señor.

Un vaso de agua.

CHARLEMONT
Ven, claro emblema de la fría moderación,
Sé tú mi testigo de que no uso arte
Para forzar mi coraje, ni tengo necesidad de ayudas
215
Para elevar mis ánimos, como esos hombres más débiles
Que mezclan su sangre con vino y partiendo de esa
Conjunción adulterada engendran
Un valor bastardo. Coraje propio, te doy gracias.
Tú me guías sobriamente para que emprenda
220
Esta gran y dura obra de la magnanimidad.

D’AMVILLE
Valiente Charlemont, ante el reflejo de tu coraje mi sangre fría y temerosa se inflama y comienzo a emular tu muerte... ¿Es ése tu verdugo? Milores, sois injustos con el honor de una sangre tan alta si le dejáis ser la
225
víctima de una mano tan indigna.

JUECES
El sufre la suerte que prescribe la ley, milord.

D’AMVILLE
Yo lo alteraré. Abajo, perro de ruda pelambre. El instrumento
que golpee la cabeza de mi sobrino habrá de ser
tan noble como su sangre. Yo mismo seré el verdugo.
230
PRIMER JUEZControlad su furia. Mi buen lord, absteneos.

D’AMVILLE
Yo seré el carnicero que saque al exterior su alma
Oponiéndome a cualquier intento de detener el golpe.

SEGUNDO JUEZ
Milord, esa acción grabará una marca
De escándalo y deshonor sobre vuestro nombre.

CHARLEMONT
235
Ese cometido cuadra con él, no detengáis su mano,
Sino dejadle coronar mi resolución con
Una dignidad en la mue[r]te sin parangón.
Dad el tajo. Así yo me someto.

Listo para la ejecución.

CASTABELLA
Igual hago yo:
Despreciando la muerte así morimos de la mano.

D’AMVILLE
240
Le tengo cogido el truco, sobrino. Verás cuán fácilmente te libero de tu dolor... ¡Oh!

Al levantar el hacha ésta le abre su propio cráneo.
Sale tambaleándose del patíbulo.

VERDUGO
Al alzar el hacha creo que se ha sacado los sesos.

D’AMVILLE
¿Quién fue el asesino que levantó mi propia mano contra mi cabeza?

PRIMER JUEZ
245
Nadie sino vos, milord.

D’AMVILLE
Pensé que fue un asesino quien lo hizo.

SEGUNDO JUEZ
Dios lo prohíba.

D’AMVILLE
¿Lo prohíba? Mentís, juez. El lo ordenó, para contarte que la sabiduría del hombre es una tonta. Vine a ti en busca
250
de juicio, y tú te consideras un hombre sabio. Fui más allá de tu ingenio e hice de tu justicia el instrumento del asesinato respecto a las muertes de Castabella y Charlemont, para coronar mi asesinato de Montferrers con una segura posesión de sus ricas propiedades...

CHARLEMONT
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Reclamo el justo beneficio de sus palabras.

PRIMER JUEZ
Descended del patíbulo y acompañad al resto.

D’AMVILLE
Ahí residía la fuerza del entendimiento natural. Mas la naturaleza es una tonta: hay un poder sobre ella que ha derribado el orgullo de todos mis proyectos y
260
posteridad, para cuya sangre superviviente había yo erigido un orgulloso monumento, y los ha matado de un golpe ante mis ojos. Para cuyas muertes yo te llamé pidiendo juicio. Te faltó discreción para la sentencia, mas ese poder de más allá que me sacudió conocía el
265
juicio que yo merecía y lo otorgó... Oh, la lujuria de la muerte comete en mí la violación que yo querría haber reservado a Castabella...

Se muere.

SEGUNDO JUEZ
Extraños son su muerte y su juicio. Con las manos
De la dicha y la justicia os pongo así en libertad.
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El poder de esa providencia eterna
Que derrocó sus proyectos en su orgullo
Ha hecho de vuestras penas los instrumentos para elevar
Vuestras bendiciones a una altura mayor que nunca.

CHARLEMONT
Solamente al cielo atribuyo esta obra,
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Cuyos graciosos motivos me hacían aún abstenerme
De ser mi propio vengador. Ahora veo
Que la paciencia es la venganza del hombre honesto.

PRIMER JUEZ
En lugar del Charlemont que apenas ahora mismo
Estaba listo para verse desposeído de todo,
280
Os saludo ahora con más títulos, tanto
De riquezas como dignidad, de los que os fueron dados al nacer:
Y vos, dulce dama, señora de Belforest —
Tenéis ese título por la muerte de vuestro padre.

CASTABELLA
Con todos los títulos que me corresponden aumenta
285
La riqueza y el honor de mi Charlemont:
Lord de Montferrers, lord D’Amville, Belforest,
Y como cierre para redondear todo el resto,
Se abrazan.
El lord de Castabella. Ahora por fin
Disfrutad de la plena posesión de mi amor,
290
Tan limpio y puro como mi castidad primera.

CHARLEMONT
¡La corona de todas mis bendiciones! No tentaré
A los astros por más tiempo, ni postergaré el momento
De la boda. Cuando esos ritos nupciales hayan sido hechos
Llevaré a cabo los funerales por mis parientes.

SEGUNDO JUEZ
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¡Los tambores y trompetas! Intercambiad los sonidos
De la muerte y el triunfo para estas vidas honradas
Que se suceden a sus tragedias merecidamente.

CHARLEMONT
Así por intermedio de la obra del cielo los hombres que pensaban
Seguir a nuestros cuerpos muertos sin derramar lágrimas
300
Están ellos mismos muertos, y ahora nosotros seguimos a los suyos.

Fin.