Bajad el cuerpo. Pagad a la tierra lo ésta prestó:
Mas ella ha de portar un monumento duradero,
Para dejar que épocas sucesivas sepan con certeza
Que a ella se le satisfizo lo que él debía,
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Tanto el capital como el interés, porque su valor
Fue mayor a la hora de su muerte que en la de su nacimiento.
Una marcha fúnebre. Entra el funeral de Charemont como soldado.
Y con su cuerpo situad ese recuerdo
Del noble Charlemont, su digno hijo.
Y otorgad a sus tumbas los ritos que corresponden
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A los soldados. Ambos fueron soldados. El padre
Mantuvo una guerra abierta con el pecado: ¡el hijo con la sangre!:
Este en una guerra más galante, el otro en una mejor.
La primera salva.
Su lugar sus armas y aquí sus epitafios,
Y ojalá que estas líneas sobrevivan a la última de las tumbas.
Lee el epitafio de Montferrers.
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Aquí yacen las cenizas de esa tierra y ese fuego
Cuyo calor y cuyos frutos alimentaron y calentaron a los pobres:
Y ellos (como si quisieran expirar en suspiros
Y disolverse en lágrimas) deploran su muerte.
Hizo ese bien libremente, movido sólo por la bondad,
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Sin ser forzado; pues la generosidad tenía en tal estima,
Que no temía a nadie excepto a quien le hizo
Y sin embargo le servía más por amor que por temor:
Así la vida hubo de proveer que, aunque muriese de
Una muerte súbita, sin embargo no muriera sin estar preparado.
Lee el epitafio de Charlemont.
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El cuerpo yace enterrado en este polvo
Del que muriera de hombre joven, mas partió curtido,
Y todo en cuanto a fuerza juvenil que el hombre pueda tener
Estaba en cualquier instante dispuesto a dejarlo caer en la tumba.
Pues madurado en virtud con un ojo juvenil,
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Él la sentía bienvenida, estando siempre preparado para morir;
Y al vivir así, aunque joven haya sido privado del aliento,
No padeció una muerte a destiempo.
Sino que podemos decir de su partida valiente y bendecida:
Murió en la guerra y sin embargo murió en paz.
La segunda salva.
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¡Ojalá ese fuego reviva las cenizas de
Este fénix! Mas el prodigio no sería
Tan grande como era él bueno, y admirado
por ello. El ejemplo de su vida era tan auténticamente
Una práctica de la teoría religiosa,
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Que su teología parecía más la
Descripción que la instrucción de su vida.
Y de su bondad fue su virtuoso hijo
Un digno imitador: así que en
Estas dos columnas de Hércules, en las que sus armas
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Han sido colocadas, puede escribirse Non ultra. Pues
Más allá de sus vidas, tanto en juventud como en vejez,
No habrá ni joven ni viejo, en mérito o en prestigio,
Que llegue a exceder sus virtudes o su fama.
La tercera salva.
(Aparte.)
Ya está hecho. Así los bonitos cumplidos dotan de gracia
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A las acciones corruptas. Charlemont, ven ahora cuando quieras,
He enterrado bajo estas dos losas de mármol
Tus vivas esperanzas y los huesos de tu padre muerto.