Francis Beaumont, The Knight of the Burning Pestle

El caballero de la ardiente mano





Texto utilizado para esta edición digital:
Beaumont, Francis. El caballero de la ardiente mano. [The Knight of the Burning Pestle.] Traducido por Jesús Tronch Pérez, para la colección EMOTHE. Valencia: ARTELOPE Universitat de València, 2018.
Adaptación digital para EMOTHE:
  • Tronch Pérez, Jesus (Artelope)

Nota a la edición digital


Esta edición digital ha recibido el apoyo del proyecto GVAICO2016-094, financiado por Generalitat Valenciana (2016-2017).

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Dedicatoria

A su queridísimo amigo,
Maese Robert Keysar

Señor, a esta infortunada criatura, que en ocho días (como he sabido hace poco) fue concebida y parida, pronto sus padres (quizás por ser tan poco parecida a sus hermanos) mostraron al ancho mundo, quien, por falta de juicio, o por no comprender el escondido gesto de la ironía (lo que demuestra que no fue engendrado por mente vulgar alguna) la rechazó de pies a cabeza; así que, por no ser aceptada, iba a liberar su espíritu y estaba en peligro de ser ahogada en el olvido a perpetuidad, si vos (por vuestra clara animadversión a la ingratitud) no os hubierais inclinado a auxiliarla y consolarla, por lo que es mi deber alabar vuestro juicio, comprensión y afecto singular por el ingenio. Vos, más tarde, me la enviasteis a mí, aún estando en pañales y algo desaliñada. La he cuidado en mi pecho estos dos años, y ahora, a fin de demostrar mi amor, os la devuelvo, ataviada en buenos y duraderos ropajes, que apenas la memoria podrá desgastar, y capaz de hablar por sí misma; y además, tal como me cuenta, deseosa de probar fortuna en el mundo en el que, si es aún bienvenida, tanto el padre real como el adoptivo, el aya y la misma criatura, tienen todos su fin deseado. Si es ninguneada o difamada, tendrá esperanza de que su padre le conciba una hermana, que vengará su afrenta y desafiará al mundo por su necia interpretación del todo literal o por su ignorante y mala comprensión. Quizás se la crea de la estirpe de Don Quijote. Ambos podemos jurar con toda confianza que es su hermana mayor por más de un año, y por tanto puede (en virtud del derecho de nacimiento) reclamarle pasar primero. Mas no tengo duda de que se encontrarán en sus aventuras, y espero que una breve lid les haga amigos, y quizás se unirán y recorrerán el mundo juntos en pos de aventuras. Así pues, la entrego a su buena fortuna y a mí mismo en los brazos de vuestro afecto.

Vuestro fiel amigo,
W. B.


[ Los nombres de los interlocutores ]

El Prólogo
Un Ciudadano, [de nombre Jorge, mercader de grueso o de especias] }
La Esposa del Ciudadano, [de nombre Elena] }
Y Raúl, su criado } sentados abajo entres los espectadores
Un rico Mercader, [ de nombre Riesgo ]
Gaspar, su aprendiz
Maese Hunfrido, amigo del mercader [Riesgo y pretendiente de Lucía]
Lucía, la hija del mercader.
La señora Alegre, madre de Gaspar
Miguel, segundo hijo de la señora Alegre
El viejo maese Alegre, [de nombre Carlos]
[Timoteo], un escudero }
[Jorge], un enano } [aprendices de Raúl]
Un mozo de taberna
Un muchacho que danza y canta
Un ventero
Un barbero
Tres caballeros [cautivos]
[Una mujer cautiva]
Sargento
Soldados, [Soldado 1.º y Soldado 2.º]
[ Un muchacho, criado de Gaspar
Otros dos muchachos, al servicio de maese Alegre
Un muchacho actor
Un sirviente del mercader Riesgo
Un muchacho, al servicio del Mercader Riesgo
Guillermo Martillo,, un peltrero
Jorge Oca, un pollero
Lady Pompiona, hija del rey de Moldavia
Portadores del ataúd ]

Lista de personajes basada en la de la edición de 1635.


La famosa historia del caballero de la ardiente mano


[Prólogo]

[Varios caballeros están sentados en el escenario, sobre taburetes. El Ciudadano, su Esposa, y Raúl, su aprendiz, están abajo entre el público.]
Entra el Prólogo.

Prólogo
De cuanto hay entorno a la corte y de grandioso
abrazado por las murallas de la ciudad
traemos aquí nuestra escena —

Entra el Ciudadano [subiéndose al escenario].

Ciudadano
¡Callaos, bribonzuelo!

Prólogo
¿Qué intentáis, señor?

Ciudadano
Que no tenéis buenas intenciones. Durante siete años ha habido comedias en esta casa, bien lo he visto, y siempre os habéis burlado de la ciudadanía; y ahora llamáis a vuestra comedia El mercader de Londres. ¡Bajad ese letrero, mozo, bajad ese letrero!

Prólogo
¿Sois acaso vecino de la noble ciudad?

Ciudadano
Lo soy.

Prólogo
¿Y sois libre ciudadano?

Ciudadano
Sí, soy mercader de grueso.

Prólogo
Bien pues, mercader de grueso, con vuestra venia, nosotros no pretendemos escarnecer a la ciudad.

Ciudadano
¿No, señor? Sí, señor. Si no estuvierais dispuestos a hacer de bellacos, ¿a qué esforzaros por nuevos temas con el fin de escarnecer a quien vale más? ¡Ea! ¿No os podíais contentar, entre otras, con La leyenda de Wittington, o Vida y muerte de sir Thomas Gresham, con la erección de la Real Bolsa de Comercio, o La historia de la reina Leonor, con la reconstrucción del puente de Londres sobre sacas de lana?

Prólogo
Siendo vos, como parecéis, comprensivo, ¿qué os agradaría que hiciéramos, señor?

Ciudadano
¿Qué? Presentad algo notable en honor de los comunes de la ciudad.

Prólogo
Bueno, ¿qué decís de Vida y muerte del gordo Drake, o la reparación de las letrinas en la calle Fleet?

Ciudadano
Pues no me agrada, no, pero quiero que salga un ciudadano, y que sea de mi oficio.

Prólogo
Ah, deberíais habernos comunicado vuestra intención hace un mes. Nuestra comedia está a punto de comenzar.

Ciudadano
No importa. Quiero que haya un mercader de especias, y que haga cosas de gran admiración.

Prólogo
¿Y qué cosas queréis que haga?

Ciudadano
¡Por mi vida! Que tenga …

Esposa
(desde abajo) ¡Esposo mío!

Raúl
(desde abajo) ¡Silencio, señora!

Esposa
Cállate, Raúl, que yo sé lo que me hago, te lo aseguro. — ¡Esposo, esposo!

Ciudadano
¿Qué, pichoncito mío?

Esposa
Que mate a un león con una mano de mortero.

Ciudadano
Eso. Haré que mate a un león con una mano de mortero.

Esposa
Esposo, ¿puedo subir, esposo?

Ciudadano
Sí, pichoncito. — Raúl, ayuda a tu señora. — Os lo ruego, caballeros, dejadle espacio. Os lo ruego, señor, echadme una mano para ayudar a subir a mi esposa. Os lo agradezco, señor. — ¡Bueno!

[La esposa salta al escenario.]

Esposa
Con vuestro permiso, caballeros … ¡cuántos problemas doy! Soy nueva por estos lares. Nunca antes había estado en una de estas comedias, como les llaman. Fui una vez para ver Jane Shore; y mi esposo me prometió llevarme a Los aguerridos Beauchamp, pero a decir verdad, no lo hizo. Os lo ruego, disculpadme.

Ciudadano
[al Prólogo] Mozo, traednos un par de taburetes a mi esposa y a mí, y empezad después, y que el mercader de especias haga maravillas.

Prólogo
Pero, señor, ya no queda ningún muchacho para hacer su papel. Todos tienen sus personajes.

Esposa
Esposo mío, por el amor de Dios, haz que Raúl actúe en ese papel. Mal haya yo si no creo que lo hará mejor que todos.

Ciudadano
Has recordado muy bien, esposa. — Sube, Raúl. — Óiganme bien, caballeros, préstenle un atuendo y lo que necesite, y, por Dios, que me cuelguen si alguno de los otros es tan bueno como él.

[Raúl, con el delantal de su oficio, salta al escenario.]

Esposa
Os lo ruego, joven, consíganle un atuendo. — Por mi fe, caballeros, que mi esposo dice verdad. Cuando a veces actúa en nuestra casa, toda la vecindad le aplaude. Y cuando hace un papel de gran bravura en la buhardilla nos asusta de tal modo que nos hace temblar otra vez, os lo aseguro. Lo usamos para asustar a nuestros hijos: si se comportan mal, con solo gritarles "¡Que viene Raúl, que viene Raúl!", se sosiegan como corderitos. — Levanta la cabeza, Raúl; muestra a estos caballeros lo que sabes hacer. Di unos versos grandiosos; seguro que son del agrado de los caballeros.

Ciudadano
Sí, Raúl, di unos versos.

Raúl
[Recita.]
"Por el cielo, con qué pequeño salto podría
arrancar el brillo del honor de la pálida luna,
o sumergirme en el fondo del océano
a donde nunca sonda alguna pudo llegar,
y arrancar el honor hundido en el lago del infierno."

Ciudadano
¿Qué me decís, caballeros? ¿No es como os describí?

Esposa
Y además, caballeros, ya ha actuado antes, según mi esposo, en Mucedorus ante los oficiales de nuestro gremio.

Ciudadano
Sí, e iba a representar a Jerónimo por una apuesta con un zapatero.

Prólogo
Tendrá su atuendo, si pasa adentro.

Ciudadano
Venga, Raúl, entra, y pon a los mercaderes de especias como les corresponde, si me estimas de verdad.

[Sale Raúl.]

Esposa
Seguro que nuestro Raúl está espléndido cuando le vistan.

Prólogo
Y ¿cómo lo titularéis?

Ciudadano
El honor del mercader.

Prólogo
Creo que El caballero de la ardiente mano sería mejor.

Esposa
Osaré yo jurar, mi querido esposo, que ese es un buen título.

Ciudadano
Pues que sea así. — Empezad, empezad; mi esposa y yo nos sentaremos.

Prólogo
Sí, os lo ruego.

Ciudadano
¿Qué música majestuosa tenéis? ¿Acaso chirimías?

Prólogo
¿Chirimías? No.

Ciudadano
¿No? Que me llamen ladrón si no me lo ha dictado mis pensamientos. Raúl interpreta un papel majestuoso, y es menester que tenga chirimías. Antes las pago yo mismo que nos quedemos sin ellas.

Prólogo
Es probable que lo hagáis.

Ciudadano
¡Cómo! Pues claro. Tened dos chelines. Que vengan los músicos de Southwark. Son los mejores de toda Inglaterra; y estas monedas los traerán por el río, por mi vida que los traerán, aunque estuvieran idos.

Prólogo
Los tendréis. ¿Os sentáis, entonces?

Ciudadano
Sí. — Venid, esposa.

Esposa
Siéntense, caballeros. Me tomo la libertad de sentarme entre ustedes.

[El ciudadano y su esposa se sientan.]

Prólogo
[al público]
De cuanto hay entorno a la corte y de grandioso
abrazado por las murallas de la ciudad
traemos aquí nuestra escena. Aléjense de aquí
todas las puyas personales, frases desvergonzadas,
todo cuanto parezca ofender a la modestia.
Pues el malévolo reír nunca trajo placer auténtico;
antes bien los honestos espíritus se complacen con lo honesto. —
[al Ciudadano y su Esposa] Esto es todo cuanto podemos hacer. En cuanto al papel de Raúl, habréis de responder vos.

Ciudadano
No tengáis cuita por Raúl. Sabrá componérselas, os lo aseguro.

[Sale el Prólogo.]

Esposa
A fe mía, caballeros, doy mi palabra por Raúl.


1.1

Entran el Mercader [Riesgo] y Gaspar, su aprendiz.

Mercader
Muchacho, sabéis muy bien que sois mi aprendiz,
a quien por caridad redimí yo
de caer en desgracia; di cobijo
y alimento hasta lo que hoy eres; te refundí
y otorgué la confianza de cuanto tengo en casa,
en mercados extraños o en la mar,
a tu gobierno; y auné el respeto
propio y de amigos a tus esfuerzos.
Así de justo ha sido tu comienzo. Pero,
que yo recuerde, nunca se os dio encargo
de cortejar a la hija de vuestro maestro, más aún
cuando le había encontrado un rico marido.
Creo, señor, que no hubo tal encargo. Mas, sea como sea,
anulo aquí tal otorgamiento,
y os digo que sois solo un simple agente de mercader.

Gaspar
Señor,
confieso con generosidad que soy vuestro,
unido por amor y deber a vuestro servicio,
en el que mi trabajo ha sido todo mi provecho.
No he perdido en negocios, ni me he dado
a gastar de lo que ganáis con honestidad,
ni me he abandonado a las pasiones,
o consumido en el juego vuestro ahorro.
Todo esto, y la miseria que le acompaña,
me atrevo a proclamar extraño
a mi templanza. En cuanto a vuestra hija,
si muestra amor a mi merecimiento
nacido de su virtud, no puedo detenerlo,
ni soy capaz de refrenar sus deseos.
Es muy suya y solo ella sabe
a quien hará tan feliz como para suspirar.
Además, no pretenderéis casarla
con un sujeto de tan poca presencia,
alguien con tan escasísimo vigor.

Mercader
Está bien, señor. Diré a Vuestra Sapiencia
cómo se arreglará todo esto.

Gaspar
Os honra vuestra cuita.

Mercader
Y así ha de ser: os libero aquí y ahora
del servicio a mi casa. Tomad vuestra libertad.
y cuando requiera de un hijo, enviaré a por vos.

Sale.

Gaspar
¡Este es el justo premio de quien ama!
¡Oh, que nunca quien sea libre sepa
de las tribulaciones que el deseo conlleva!

Entra Lucía.

Lucía
Y bien, ¿qué es ello? ¿Os alcanzó el trueno de mi padre?

Gaspar
De pleno, a no ser que el remedio
sea potente y veloz. Ya no estoy
(algo que tanto esperé) al servicio de vuestro padre.

Lucía
Pero sí del mío.

Gaspar
Del vuestro y solo del vuestro.
es todo cuanto tengo para que no me castiguen.
¿Os atrevéis a serme fiel?

Lucía
No dudéis de mí.
Me atrevo a más de lo que puede mujer.
Ni su ira ni sus propuestas me moverán,
aunque fueran como las de un príncipe.

Gaspar
¿Conocéis a mi rival?

Lucía
Sí, y le amo tanto …
como a la peste o al tiempo nefasto.
Te lo ruego, Gaspar, no temas por mí.

Gaspar
Oh, no,
no pretendo hacerle tal favor.
Pero, volviendo a nuestros deseos, ¿conocéis
el plan que acordamos?

Lucía
Sí, y ejecutaré mi parte
a la perfección.

Gaspar
No deseo más.
Adiós, y guardad mi corazón: vuestro es.

Lucía
Lo tomo.
Milagros tendría que hacer quien me hiciera abandonarlo.

Salen.

Ciudadano
¡Malditos sean estos infieles de pacotilla! Pero ¿qué pasa aquí? Que me ahorquen por medio penique si esta obra no encierra ruin abominación. ¡Ea, que sigan! Raúl debe salir, y si hay alguna artimaña cociéndose …

Esposa
Que se cueza, y que se tueste también, esposo, ¡válgame Dios! Raúl lo descubrirá todo, os lo aseguro, aunque fueran mayores de lo que lo son. [Entra el muchacho.] Decidme, hermoso zagal, ¿está preparado Raúl?

Muchacho
Lo estará de inmediato.

Esposa
Os lo ruego, encomendadme a él; y llevadle además esta barrita de regaliz. Decidle que se la envía su señora, y pedidle que la mordisquee un poco. Le abrirá mejor sus canales, eso dicen.

[Sale el muchacho.]

[1.2]

Entran el Mercader [Riesgo] y maese Hunfrido.

Mercader
Señor, mi hija es vuestra; por mi fe, que lo es.
Os lo prometo. Y en cuanto a otros obstáculos
entre vos y ella, veréis que con el viento
habrán desaparecido. Mi licencioso aprendiz,
que como pelota se hinchó de amor,
ya lo he echado y mandado a descubrir
nuevos maestros aún por conocer.

Hunfrido
Mil gracias,
señor, os lo agradezco; y antes de que me vaya,
he de dar noticia, si así se la juzga,
que son de gentilhombre mi sangre y hechura.

Mercader
Sabido es, señor.

Hunfrido
Amigo mío,
aunque todo tiene un fin y un principio,
y el embutido tiene dos extremos,
no os parezca extraño, os lo ruego,
si meto en este símil con entrañas
mi amor sin fin cual longaniza larga.

Esposa
Esposo, te lo ruego, corderillo mío, dime una cosa, pero dime verdad … [A los actores] Zagales, os lo ruego, esperad a que inquiera a mi marido.

Ciudadano
¿Qué es ello, ratoncito mío?

Esposa
Dime, ¿has visto alguna vez párvulo más hermoso? Cómo se desenvuelve, os lo aseguro, cómo habla y mira, y alza la cabeza. [Al actor que interpreta a Hunfrido] Os lo ruego, hermano, con vuestra venia: ¿no fuisteis escolar de los de Moncaster?

Ciudadano
Pichoncito, te lo ruego de corazón, contente. Estos párvulos son párvulos de buen parecer, pero cuando salga Raúl, corderita mía, …

Esposa
¡Sí, cuando salga Raúl, pichoncito! — Bien, mozalbete, proseguid.

Mercader
[A Hunfrido]
Bueno, señor, ya sabéis de mi afecto.
Tenéis mi consentimiento: conseguid el de mi hija,
y esposadla cuando os plazca. Debéis ser atrevido,
y cortejarla con coraje. Ea, sé bien
que tenéis lenguas para ganaros a una moza.

Esposa
¡Tirano hideputa! Pero si en sus días fue un viejo fornicador, estoy segura.

Hunfrido
Acepto esa gentil oferta y sin equívocos
retorno ese amor con amor recíproco.

Mercader
¡Eh, Lucía! ¡Ven aquí!

Entra Lucía.

Lucía
¿Llamabais, señor?

Mercader
Sí.
Dad recibimiento a este gentilhombre
y no seáis difícil. — Ahí la tenéis, señor.
Mi presencia os ha de molestar.

Sale.

Hunfrido
Bella señorita Lucía, ¿cómo estáis? ¿Bien?
Dadme vuestra mano, y responded:
¿cómo están vuestra hermana y vuestro hermano?
Y ¿me queréis a mí o a un extraño?

Lucía
Señor, con rapidez puedo responder.

Hunfrido
Es verdad,
si la mujer no es cruel. Mas contestad:
¿qué distancia hay desde donde estamos
a la bendita conejera de vuestro padre y amo?

Lucía
¿Qué os hace pensar en eso?

Hunfrido
Vuestra faz.
Pues una vez, hurtando conejos en tal lugar,
Cupido o el guardián, no sabría discernir,
A costa y a cargo míos os trajo allí
y empezó …

Lucía
Vuestro juego de caza.

Hunfrido
Ni caza
ni cosa alguna de la misma traza
debes recordar, tú, por quien aquí me senté
hermosa matadora, y mi ballesta quebré.

Esposa
Eso sí que es ser un gentilhombre, sin duda. ¿Cuando me harás algo así, Jorge?

Lucía
Mal haya yo; señor, lamento vuestras pérdidas,
mas, como reza el proverbio, no lloraré.
Ojalá no me hubierais visto.

Hunfrido
Ojalá también,
si de hacerme bondad tuvierais deseo mayor.

Lucía
¿No podéis retener esa extraña pasión?
Pues que a la ronda convoque el alguacil.

Hunfrido
No, mi amor intrépido hará sucumbir
a millones de alguaciles y espantará
a la misma ronda de la noche de San Juan.

Lucía
Mal haya yo; veo, pues, que he de entregarme,
la débil mujer no puede con el hombre de coraje
y fortaleza.

Hunfrido
Entregaos. Soy
todo compasión, aunque lo diga; y voy
a sacar de mi bolsa un par de guantes.
Mirad, ni los dientes de palomas y canes
son tan blancos; y qué suavidad tienen
y qué adornos de seda, ¿no os sorprenden?
Si deseáis saber su precio, dirigid
vuestro ojo hacia aquí y podréis percibir
"F.S.", que significa, mi dulce anhelo,
que me costó tres libras, nada menos.

Lucía
Bien, señor, los acepto y agradezco.
¿Qué más queréis?

Hunfrido
Nada.

Lucía
Pues, con Dios quedad.

Hunfrido
No, no, señora, pues, os he de informar,
antes de despedirnos, por qué aquí nos vemos.
¡Que Dios me conceda paciencia y buen tiempo!

Lucía
Decid y desveladlo presto, que ya suspiro.

Hunfrido
Así haré. Primero, en pos de auxilio
acudo a vos, si vos lo podéis otorgar.
Da igual a qué precio, pues en verdad
se os devolverá, aunque me resulte
más caro que hablar, pues el amor me sacude
con violencia como pelota de jugar:
ahora caigo aquí y luego allá.

Lucía
¡Ay, mi buen gentilhombre, qué aflicción!

Hunfrido
Las gracias os doy, señora, de corazón,
pues como digo, así voy sin descanso:
por el día como hombre, por la noche como un manso
mugiendo con pena mi desventura,
que mucho temo perder la compostura
tal, que llegue presto el momento que expire
mi aliento y mi vida.

Lucía
¡Ay, por la Virgen,
que fuera gran dolor!

Hunfrido
Grande fuera, sí.
Consoladme, Lucía; tened piedad de mí.

Lucía
Mas, señor, mi voluntad en nada vale
sin el refrendo de mi padre. Conseguidlo,
y entonces podréis con más certeza probarme.

Hunfrido
Vuestro reverendo padre no ha de negarme,
pues esto me contestó cuando le pregunté:
"Gentil maese Hunfrido, Lucía vuestra novia ha de ser".

Lucía
Gentil maese Hunfrido, satisfecha estoy.

Hunfrido
Y yo también.

Lucía
Mas comprendedme bien.
Otra cláusula se ha de anexar
y es esta: juro, y así lo haré,
que solo me gozará como esposa
quien me robe de este lugar. Si os atrevéis,
soy vuestra. No temáis; mi padre os quiere bien.
Si no, quedad con Dios.

Hunfrido
¡Espera, ninfa, un momento!
Tengo un rocín castrado, bayo es su pelo,
su padre, de Berbería; y tengo otro
para mí, aunque tuerto un poco,
pero fiel como un roble.

Lucía
Me complace.
Os doy la mano. Nuestro camino ha de pasar
por el bosque de Waltham, donde un amigo
nos recibirá. Con Dios, sir Hunfrido,
y recordad nuestro asunto.

Sale Lucía.

Hunfrido
Aunque muera,
arriesgaré vida y piernas,
por joven tan lozana, gentil y tan bella.

Sale Hunfrido.

Esposa
A fe mía, Jorge, y como virtuosa que soy, que este es el joven más bondadoso que haya llevado zapatos de cuero. Ea, prosigue. Si no la consigues, no será por tu culpa, seguro que no.

Ciudadano
Te lo ruego, ratoncito, ten paciencia. Sí que la conseguirá, o haré que alguien se arrepienta de ello.

Esposa
Eso es, mi corderito, mi Jorge. - ¡Qué diablos, este apestoso tabaco me está matando! ¡Ojalá no lo hubiera en Inglaterra! — Decidme, señores, ¿qué bien les reporta este tabaco apestoso? Seguro que ninguno. Convierten sus bocas en chimeneas. — ¡Oh, esposo mío, ahora entra Raúl, ahora entra Raúl!

[1.3]

Entra Raúl, como un mercader en su botica, con dos aprendices [Timoteo y Jorge], leyendo Palmerín de Inglaterra.

Ciudadano
¡Calla, necia! Deja a Raúl tranquilo. – Escucha, Raúl, no te esfuerces demasiado al principio. – ¡Calla! – Empieza, Raúl.

Raúl
[leyendo] "En ese momento, Palmerín y Trineo, arrebatando las lanzas a sus enanos, y cerrando sus yelmos, galoparon recios tras el gigante, y Palmerín, habiendo visto su posición, se apresuró recio hacia él diciéndole '¡Alto, pérfido ladrón! No puedes llevártela, que es digna del señor más grande sobre la tierra'; y con estas palabras, le asestó un golpe en el hombro que le derribó de su elefante. Y Trineo, acercándose al caballero que tenía a Agrícola tras de sí, pronto le hizo descabalgar y romperse el cuello en la caída, de modo que la princesa, liberándose, entre alegría y dolor, dijo 'Bienafortunado caballero, espejo de todos los que siguen la profesión de las armas, bien puedo ahora estar segura del amor que me declaráis'" — Me pregunto por qué los reyes no reclutan un ejército de catorce o quince mil hombres, tan grande como el que levantó el Príncipe de Portigo contra Rosicler, y destruyen a estos gigantes. Grande daño causan a estas damiselas errantes que van en busca de sus caballeros.

Esposa
A fe mía, esposo, que Raúl dice verdad, pues dicen que el Rey de Portugal no puede sentarse a comer sin que los gigantes y los titanes lleguen y le arrebaten sus viandas.

Ciudadano
¿Quieres callarte? — Prosigue, Raúl.

Raúl
Y en verdad que esos caballeros son dignos de encomio, pues, despreciando sus posesiones, van errantes junto a un escudero y un enano atravesando desiertos en auxilio de damas menesterosas.

Esposa
Sí, a fe mía, es cierto, Raúl; que digan lo que quieran pero es verdad. Nuestros caballeros bien que desprecian sus posesiones, pero no realizan lo demás.

Raúl
Ya no hay caballeros tan corteses y de elegante discurso en esta época nuestra; se llama "hideputa" a quien Palmerín de Inglaterra llamaría "gracioso señor"; y a quien Rosicler llamaría "fermosa damisela", se le llama "perra maldita".

Esposa
Podría jurar que es así, Raúl. A mí me han llamado eso cientos de veces por una repugnante pipa de tabaco.

Raúl
Pero ¿qué espíritu intrépido se contentaría con sentarse en su botica, en su mostrador de madera y con un delantal azul, vendiendo mitridato y agua de dragón a los afectados, mientras podría estar yendo en pos de hechos de armas, y con sus nobles logros hacer que escriban la famosa historia de sus heroicas proezas?

Ciudadano
¡Bien dicho, Raúl! ¡Más palabras de esas, Raúl!

Esposa
¡Por mi vida que son espléndidas!

Raúl
Y ¿por qué no seguir este camino, tanto por mi reputación como por la de la compañía? Pues de entre todos los libros de grandes logros, no recuerdo ninguno que leyera sobre un mercader-andante. Yo seré ese caballero. — ¿Acaso habéis oído de alguno que andara errante sin su escudero y un enano? Mi aprendiz de mayor edad, Timoteo, será mi escudero; y el pequeño Jorge, mi enano. ¡Fuera, delantal azul! Aunque, en recuerdo de mi antiguo oficio, sobre mi escudo grabaré una mano de mortero ardiente, y seré conocido como el Caballero de la Ardiente Mano.

Esposa
Bueno, me atrevo a jurar que no olvidarás tu antiguo oficio. Siempre fuiste tan dócil.

Raúl
¡Timoteo!

Timoteo
¡Ya voy!

Raúl
Mi amadísimo escudero, y Jorge, mi enano, os ordeno que de ahora en adelante nunca me llaméis por otro nombre que no sea "el muy cortés y valeroso Caballero de la Ardiente Mano", y que nunca llaméis a fémina alguna por el nombre de mujer o moza sino "hermosa dama", si se le complacen sus deseos; si no, "azorada damisela"; que llaméis a todos los bosques y páramos "desiertos", y a todos los caballos "palafrenes".

Esposa
A fe que esto está muy bien. — ¿Y a los señores les gusta Raúl? ¿Qué crees, esposo?

Ciudadano
Sí, a buen seguro. Los comediantes darían todos los zapatos que guardan por él.

Raúl
Mi amadísimo escudero Timoteo, adelantaos. Considerad que esto fuera un desierto, y sobre él un caballero andante espoleando, y que yo os requiero que le interpeléis por sus intenciones. ¿Qué diríais?

Timoteo
Señor, mi amo me ha enviado para saber a dónde cabalgáis.

Raúl
No, de esta manera: "Agraciado señor, el muy cortés y valeroso Caballero de la Ardiente Mano me conminó a interpelaros a qué aventura os dirigís, si es para socorrer a alguna azorada damisela o para cosa distinta".

Ciudadano
¡Cabeza de alcornoque, que no puede ni recordarlo!

Esposa
A fe mía, y mira que Raúl se lo ha dicho antes. Todos estos caballeros la han oído. — ¿No es así, caballeros? ¿No le se lo ha dicho Raúl?

Jorge
Muy cortés y valeroso Caballero de la Ardiente Mano, ved aquí a una azorada damisela que vale medio penique de pimienta.

Esposa
¡Qué buen mozo! Mirad, el pequeñín sí que lo sabe. Por mi fe que esta criatura vale.

Raúl
Socórrela con el más cortés de los discursos. Y ahora, cierra el taller; ya no sois aprendices sino mis fieles escudero y enano. He de procurarme un escudo y una mano de mortero heráldica.

[Salen Timoteo y Jorge.]

Ciudadano
Que te vaya bien, Raúl. Por mi estampa de hombre leal que tú eres el mejor de todos.

Esposa
¡Raúl, Raúl!

Raúl
¿Decís vos, señora?

Esposa
Te lo ruego, vuelve pronto, dulce Raúl.

Raúl
Al momento.

Sale Raúl.

[1.4]

Entra Gaspar y su madre, la señora Alegre.

Señora Alegre
¿Que te dé mi bendición? No, nunca. Antes te veo colgado del cuello. Nadie podrá decir que te di mi bendición. Eres en todo hijo de tu padre, de la misma sangre de los Alegre. Y puede que maldiga el día que conocí a tu padre. Se ha gastado todo lo suyo y lo que es mío también. Y cuando se lo recuerdo, se pone a reír y a bailar, y canta y vocifera "¡Corazón alegre muchos años vive!". Y tú eres un derrochador, que has abandonado a tu maestro que te quería bien, y acudes a mí, a mí que he guardado un poco para tu hermano pequeño, Miguel, y te crees que te lo vas a apropiar; pero nunca te saldrás con la tuya. — Ven aquí, Miguel. Entra Miguel. Ven, Miguel, arrodíllate. Voy a darte mi bendición.

Miguel
[Se arrodilla.] Os lo ruego, madre, rogad a Dios que me bendiga.

Señora Alegre
¡Que Dios te bendiga! Y Gaspar no tendrá mi bendición nunca. Antes que lo ahorquen, ¿no, Miguel? ¿Qué dices?

Miguel
[Se levanta.] Sí, en verdad verdadera, madre, por la gracia divina.

Señora Alegre
Qué buen chico eres.

Esposa
A fe mía que tiene buen discurso esta criatura.

Gaspar
Madre, aunque os olvidáis del amor maternal,
debo preservar el deber de un hijo.
No abandoné a mi maestro, ni he vuelto
para mantenerme con vuestro ahorro.

Esposa
¡Vaya con este hijo réprobo! ¿Oyes cómo embarulla a su madre con la lógica? — Mejor si le dices que miente. Ve, dile que ella miente.

Ciudadano
Si fuera hijo mío, lo colgaría por los talones y lo desollaría, y lo salaría, ¡pedazo de hideputa!

Gaspar
Solo volví para suplicar vuestro amor,
lo que siempre haré, aunque nunca lo consiga:
Y, cualquiera que sea la estima que me tengáis,
no hay gota de sangre escondida en estas venas
que no recuerde bien que os pertenece,
a vos, que me paristeis, y bien que me alegraría
si vos me las abrís y dejáis que me desangre.

Señora Alegre
A fe que sí que me hiciste sufrir cuando te tuve, Dios lo sabe; pero te voy a poner en vereda. Anda, éntrate, golfante, éntrate y aprende de tu hermano Miguel.

[Salen Gaspar y Miguel.]

Alegre
([Canta] dentro.)
¡Oh, nariz carmesí!
¿Quien te dio tal nariz?

Señora Alegre
Oíd, mi marido. Ya está cantando y retozando, mientras yo estoy con las ocupaciones y las preocupaciones. — ¡Eh, esposo! ¡Carlos! ¡Carlos Alegre!

Entra el viejo Alegre.

Alegre
[Canta.]
Nariz, nariz, del rojo alhelí,
¿quién me dio esta roja nariz?

Señora Alegre
Si tuvierais en cuenta vuestra hacienda, pocas ganas de cantar tendríais, en verdad.

Alegre
Nunca lo tendría en cuenta, tratándose de la hacienda, si creyera que estropearía mi canción.

Señora Alegre
Pero ¿cómo te las arreglarás, Carlos? Eres viejo y no puedes trabajar, y no te quedan ni cuarenta chelines, y comes buenas viandas y bebes en cantidad y te pones a reír.

Alegre
Y siempre lo haré.

Señora Alegre
Pero ¿cómo te las vas a componer, Carlos?

Alegre
¿Cómo? Pero bueno, ¿no me las he arreglado estos cuarenta años? Siempre que entraba en el comedor a las once y a las seis me encontraba buenísimas cosas para yantar y beber en la mesa. Si mi ropa estaba gastada, a la mañana siguiente un sastre me traía un traje nuevo. Y sin duda alguna así será siempre. La costumbre hace la perfección. Si todo falla, solo hace falta que me estire de manera extraordinaria y que me ría hasta morirme.

Esposa
¡Qué viejo más necio! ¿No lo crees, Jorge?

Ciudadano
Sí, pichoncito mío.

Esposa
Méteme un penique en la bolsa mientras viva, Jorge.

Ciudadano
Claro, por la Virgen, pichoncito. Puedes estar tranquila.

Señora Alegre
Bien, Carlos, prometisteis ocuparos de Gaspar y yo he guardado para Miguel. Os ruego paguéis a Gaspar su parte. Ha vuelto a casa y no va a gastar nada de lo de Miguel. Dice que su maestro lo ha echado, pero os prometo de verdad que pienso que él le ha abandonado.

Esposa
No, qué va, señora Alegre; aunque sea buena carne para la horca, le aseguro que fue su maestro quien lo echó, sí, aquí en este lugar. Por mi fe que no hace sino media hora, lo de su hija. Mi esposo estaba presente.

Ciudadano
¡Que ahorquen a ese granuja! Le sentará bien. ¡Mira que hacer la corte a la hija de su maestro! A fe mía, pichoncito, que si hubiera un millar de mozos, los arruinarías robándoles su papel. Deja que su madre se apañe con él.

Esposa
Sí, Jorge, pero lo que es verdad, verdad es.

Alegre
¿Dónde está Gaspar? De todos modos será bienvenido. Llamadle. Le daré su parte. ¿Está alegre?

Señora Alegre
Sí, aunque caiga la maldición sobre él, está demasiado alegre. — ¡Gaspar! ¡Miguel!

Entran Gaspar y Miguel.

Alegre
Bienvenido, Gaspar. Aunque le abandonaras, sé bienvenido. Que Dios te bendiga. Tu madre es del parecer que debes recibir tu parte. Has visto mundo y, espero, aprendido bastante como para manejarte. Tienes ya una edad suficiente. Extiende la mano: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez chelines. Para ti. Si Fortuna te es adversa, tienes un lugar para retirarte. Vuelve a casa conmigo: aún me quedan veinte chelines. Administra bien tus cosas, es decir, viste ropa corriente, come y bebe lo mejor que encuentres, estate alegre y da a los pobres; y así, créeme, tus bienes no tendrán fin.

Gaspar
¡Que viváis muchos años sin que os deseen mal
y por muchos años tengáis ocasión de estar alegre!
Pero, padre mío …

Alegre
No más palabras, Gaspar. Vete. Tienes mi bendición: que el espíritu de tu padre vaya contigo. Vete en paz, Gaspar.
[Canta.]
ErrorMetrica
Pero antes de que te vayas
bésame, mi bien, bésame, mi alhaja.
Bueno, márchate. No más palabras

Sale Gaspar.

Señora Alegre
Bien, Miguel, vete tú también.

Miguel
Sí, en verdad verdadera, madre, pero primero que padre me dé su bendición.

Señora Alegre
No, Miguel, no es menester su bendición. Tú tienes la mía. Vete. Iré a por mi dinero y mis alhajas y te seguiré. No voy a estar más tiempo con él, te lo aseguro. [Sale Miguel.] Sí, Carlos, yo me voy también.

Alegre
Bah, no vais a iros.

Señora Alegre
Sí, sí me voy.

Alegre
[Canta.]
Ay, pues, con Dios quedad.
En ninguna podré ya confiar.

Señora Alegre
Y no os creáis que cuando hayáis gastado todo lo vuestro, echaréis mano de lo que he ahorrado para Miguel.

Alegre
Id en paz, buena esposa. No espero tal. Lo único que he de hacer en este mundo es estar alegre. Y así haré, si no se hunde la tierra bajos mis pies. Y si se hunde …
[Canta.]
ErrorMetrica
Cuando me echan del mar y de la tierra
el cielo y nada más es lo que queda.

Salen.

Finis actus primi.


[Interludio 1]

[Entra un] muchacho [y] baila.
Música.

Esposa
Juraría que este anciano señor es alegre de verdad. ¡Escucha, escucha, esposo! ¡Violines, escucha, violines! Ahora sí que van bien. Dicen que reciben muerte inmediata los violinistas que afinan ante su gran majestad turca, ¿no es así, Jorge? Pero, ¡mira, mira, aquí viene un muchacho danzarín! ¡Eh, mozalbete, date un giro sobre la punta del dedo gordo! — A fe mía, amorcito, que Raúl nos ha de hacer alguna de estas cabriolas. — Saltará a la potra, señores, y os alegrará el corazón verlo saltar. [Al muchacho] Os doy las gracias, mozalbete. Os lo ruego, decidle a Raúl que venga.

Ciudadano
Silencio, pichoncito. — Eh, briboncete, decidle a los comediantes que envíen a Raúl, o, por Dios que…; y si no lo hacen, les arrancaré sus pelucones. Esto no es más que fruslería.

[Sale el muchacho.]

2.1

Entra el Mercader [Riesgo] y Hunfrido.

Mercader
¿Y cómo os va, Hunfrido, cómo, hijo mío?

Hunfrido
Reverendísimo amigo y estimado
padre, este asunto ha acabado.

Mercader
Bien; como debía ser. Me alegro que esta pitusa
haya sido dócil.

Hunfrido
Pues tiene que darse a la fuga,
y vos debéis cerrar los ojos (eso dice el plan
y digo yo) mañana al despuntar.

Esposa
Jorge, dímelo en conciencia, ¿crees que habrá boda? Dime lo que de verdad piensas, briboncete. Ya ves el corazón de este pobre gentilhombre, cómo se esfuerza y palpita para encontrar descanso, vaya que sí. Le instaré al padre.

Ciudadano
No, no, quédate sentada, te lo ruego, amapola mía; lo vas a estropear. Si se lo niega, haré traer a media docena de compañeros y le cerraremos la tienda al caer la noche, y sanseacabó.

Esposa
Por mi fe que te he de dar besucones por eso, mozalbete. Bien, Jorge, bien; menudo pillastre habéis sido vos en vuestros días. ¡Que Dios os perdone, que yo lo hago de todo corazón!

Mercader
¿Cómo es ello, hijo, que mañana
al despuntar tenéis que llevárosla?

Hunfrido
Así es, así es; es lo acordado.
Vuestra hija a lomos de un rocín castrado,
yo de un alazán, que a Bruno se lo adquirí,
el ventero de la venta del León Carmesí,
en Waltham ubicada. Así pues, si os contenta,
dad vuestra venia sin demora, no sea
que las hermanas Parcas hagan su labor,
y entonces cantaréis otra canción.

Mercader
Ay,
¿por qué os quejáis tanto ante mí,
que en todo, como vos, consiento,
con tal que sea recto y bueno?
Lleváosla cuando queráis, si tal cosa
os complace a los dos. Estaré dormido,
y nada veré, para mayor gozo vuestro. Mas ¿por qué
no hacéis vuestro casamiento aquí?

Esposa
¡Que Dios bendiga tu alma, anciano! Sí que os disgusta separar a dos leales corazones. Ya veo que él la consigue, Jorge, y me alegro. Bueno, vete en paz, Hunfrido, el de elegantes discursos. Estoy convencida de que no tienes parangón entre las murallas de Londres; y si dijera también en las afueras, no estaría mintiendo. — ¿Por qué no te alegras como yo, Jorge?

Ciudadano
Si solo pudiera ver a Raúl otra vez, estaría tan contento como mi ventero, a fe mía.

Hunfrido
Ahora os explico lo que preguntáis: la razón.
¡Que las nueve Musas me ayuden! Vuestra hija juró
un necio juramento, lo que mueve a piedad,
si bien solo yo en esta ciudad
se atreve a decirlo, si nadie me desafía
y posee de la espada la sabiduría.
Mas ella juró, y ¿juró por qué?
No lo sé, en verdad, a no ser
por su propio bien, pues a veces un juramento
al jurarse es como caldo de refuerzo.
Y esto fue: juró solo desposarse
con quien con fuerte brazo pudiera llevarse
(es decir, yo, la definición me cuadra)
su cuerpo entero lejos de su casa,
hasta llegar, según ella requiere,
a diez millas de Waltham el bosque silvestre.

Mercader
Si eso es todo, no tenéis por qué temer
que os niegue vuestro amor. Vuestro plan seguid.
Ni me uno a esta intriga ni me he de arrepentir.

Hunfrido
Veinte veces buenas noches, y otra veintena,
y veinte más, que así hace cinco docenas.

Salen.

[2.2]

Entra la señora Alegre [con un cofre] y su hijo Miguel.

Señora Alegre
Ay, Miguel, ¿no estás cansado, muchacho?

Miguel
No, en verdad verdadera, madre, yo no.

Señora Alegre
¿En dónde nos encontramos, criatura?

Miguel
Pues, en verdad verdadera, madre, no lo sé, a no ser que estemos en el campo de Mile End. ¿No es Mile End el confín del mundo, madre?

Señora Alegre
No, Miguel, no lo es, muchacho; pero te puedo asegurar, Miguel, que Mile End es buena cosa. Hubo batalla, criatura mía, entre los perversos españoles y los ingleses; y los españoles huyeron corriendo, Miguel, y los ingleses los perseguían. Mi vecino, el señor Verga, estaba allí, muchacho, y los mató a todos con un arcabuz.

Miguel
Madre, en verdad verdadera, …

Señora Alegre
¿Qué dice mi hermosa criatura?

Miguel
¿No vendrá padre con nosotros?

Señora Alegre
No, Miguel. Que vaya y se cuelgue tu padre. No se meterá entre sábanas conmigo en todo lo que le queda de vida. Que se quede en casa y que cante para que le traigan la cena. Ea, muchacho, siéntate; voy a enseñarle a mi niño unas piezas muy finas. Mira, Miguel, aquí ves un anillo, aquí un broche, y aquí una pulsera, y aquí dos anillos más, y aquí monedas y oro sin fin, criatura mía.

Miguel
¿Y todo esto es para mí, madre?

Señora Alegre
Sí, Miguel, todo es para ti, Miguel mío.

Ciudadano
¿Qué te parece esto, zagala?

Esposa
No sé. Preferiría ver a Raúl, Jorge. No voy a ver nada más, nada. Y os lo ruego, que los muchachos comprendan lo que se les dice, pues a decir verdad, temo por nuestro mozo. Venga, venga, Jorge, alegría y prudencia. El chico es huérfano, e imagínate que lo meten en un par de calzas apretadas: peor que en un cocido de yerbajos que no le dejaría crecer ya más.

Entran Raúl [con armadura], el escudero [Timoteo], y el enano [Jorge].

Ciudadano
¡Aquí está Raúl, aquí está Raúl!

Esposa
¿Cómo vais, Raúl? Bienvenido seáis, Raúl, como se diría. ¡Qué buen mozo! Esa cabeza en alto, no tengas miedo. Somos tus amigos, Raúl. Los caballeros te harán alabanzas, Raúl, si interpretas tu papel con valentía. Empieza, Raúl, por el amor de Dios.

Raúl
Leal escudero, desabrochad mi yelmo. Dadme mi capelo.
¿En dónde estamos, o qué desierto puede ser este?

Jorge
Espejo de caballería, este, como yo lo percibo, es el peligroso Waltham Down, en cuyo fondo se haya el valle encantado.

Señora Alegre
¡Ah, Miguel, nos han traicionado, nos han traicionado! Estos son gigantes. ¡Huye, hijo! ¡Huye, hijo, huye!

Salen la madre [la señora Alegre] y Miguel [dejando el cofre].

Raúl
Abrochadme el yelmo. ¿Qué rumor es este?
¿Una gentil dama huyendo del abrazo
de algún caballero descortés? La he de socorrer.
Ve, escudero, y di que el caballero que porta esta mano
por el honor de todas las damas jura vengarse
del cobarde amilanado que la persigue.
Ve y consuélala, a ella y al gentil escudero
que le acompaña.

Timoteo
Como mandéis, valeroso caballero.

[Sale.]

Raúl
Mi leal enano y amigo, acércame el escudo,
y mantenlo mientras juro. Primero, por mi caballería,
luego, por el alma de Amadís de Gaula,
mi admirado ancestro; y por todo el respeto
por las damiselas azoradas, aquí yo juro
que nunca dejaré de buscar a esta hermosa dama
y a ese afligido escudero hasta que mi valor
recobre su libertad.

Jorge
¡El cielo bendiga al caballero
que socorre a las pobres hidalgas andantes!

Sale [con Raúl].

Esposa
Sí, señor, Raúl, esto sí que me place; hasta el más orgulloso de ellos se ofrecería a llevarle los libros. Pero, Jorge, no querría que Raúl se marchara tan pronto. Me pondré enferma si se marcha, sí que lo haré. Llama a Raúl, Jorge, llámalo. Te lo ruego, corazoncito, haz que salga a pelear delante de mí, y que haya tambores y fanfarria, y que él aniquile a cuanto se le acerque, si es que me amas, Jorge.

Ciudadano
Cállate un poco, pajarillo. Seguro que los aniquila a todos, aunque fueran veinte más de los que ya son.

[2.3]

Entra Gaspar

Gaspar
Tú, Fortuna, si no eres toda maldad,
muéstrame tu mejor rostro, y gira tu rueda
de desespero para que pueda ascender
y permanecer allí. Aquí habíamos acordado,
si el amor es leal. ¡Oh, estos tiempos
en los que solo los ricos se consideran felices!
¿Cómo podré complacerte? ¿Cómo merecer tu sonrisa
cuando solo soy rico en pobreza?
La bendición paterna y estas pocas monedas
son toda mi herencia … ¡buena hacienda la mía!
Vienes de la tierra, y a la tierra te devuelvo.
[Arroja al suelo los diez chelines.]
Ea, creced y multiplicaos, mientras aire nuevo
me dé nueva fortuna.
(Ve el cofre.)
¿Cómo? ¿Es ilusión?
¿El demonio se ha acuñado ante mis ojos?
Es buen metal. Y suena bien. Empiezo a despertar
y a comprender … eso espero. ¡Que Dios bendiga
el corazón de quien dejó esto aquí! ¡Es mío!
Estas perlas, a mi entender, no las dejaron para un esbirro.

Sale [con el cofre].

Esposa
No me agrada que este joven pródigo despilfarre así el dinero; solo Dios sabe el gran disgusto que tendrá la pobre señora, su madre.

Ciudadano
Y buenas razones, corazoncito.

Esposa
Pero que se vaya. Ya le contaré una historia a Raúl al oído para que le arree a conciencia, vaya que lo haré, si tiene los pies sobre la tierra. Y además, Jorge, aquí hay bastantes caballeros que pueden testificar, como yo, y como vos, y los músicos, si nos llegaran a interrogar. Pero por ahí viene Raúl, Jorge. Le vas a oír hablar como si fuera un "imperador".

[2.4]

Entran Raúl y el enano [Jorge].

Raúl
¿No viene sir Escudero?

Jorge
Muy cortés caballero,
vuestro escudero viene ya, y con él la dama.
Entran la señora Alegre y Miguel, y el escudero [Timoteo].
Y también el Escudero de Damiselas, según entiendo.

Raúl
Señora, si algún servicio u obligación
de pobre caballero andante puede reparar vuestras afrentas,
ordenádmelo. Presto estoy a daros auxilio,
pues a tal sagrado fin porto esta armadura.

Señora Alegre
¡Ay de mí, caballero! Soy una pobre gentil dama que ha perdido mi dinero en este bosque.

Raúl
"Desierto", querréis decir, señora; y no está perdido
mientras tenga mi espada y mi lanza. Secad vuestras lágrimas,
que no se aviene a la belleza de vuestro rostro,
y relatadme vuestra historia, si se me es dado pedir,
de vuestra mala fortuna.

Señora Alegre
¡Ay, ay! Dejé mil libras, mil libras, todo el dinero que había guardado para este joven, al ver a vuestra … parecíais tan adusto, y, si se me permite, con vuestra venia, más como gigante que como mortal.

Raúl
Y tal como sois, señora, así son ellos
todos mortales. Pero ¿por qué llora este gentil escudero?

Señora Alegre
¿No creéis que tiene todos los motivos para llorar, si ha perdido su herencia?

Raúl
[a Miguel]
Joven esperanza del valor, no llores. Aquí estoy
para destruir a tu enemigo, y hacer que pague
con su cobarde cabeza a quien se atreva a negar
a escuderos y damas azoradas lo que es justo.
Solo tengo un corcel en el que cabalgará
esta hermosa dama detrás de mí, y, delante,
este cortés escudero. Fortuna nos proveerá
en nuestra próxima aventura. – Aprestaos
para lo que necesitemos, escudero y enano.

Salen.

Ciudadano
¿No os lo dije, Leonor, lo que haría vuestro criado? Por mi fe, zagala, que por su destreza en los gestos y recitado natural, bien pudieran lanzar sus birretes en su honor.

Esposa
Cierto es, a fe mía, pues —y me atrevo a decirlo— las doce compañías de Londres no le igualan, una por una. Bien, Jorge, mucho me maravillaría que no lo denunciara alguno de estos comicastros. Pero, Jorge, nosotros ya hemos cumplido con nuestro papel si el muchacho posee alguna gracia que se le deba reconocer.

Esposa
Y bien que lo hemos cumplido, patito mío.

[2.5]

Entra Gaspar y Lucía.

Hunfrido
Gentil dama Lucía, por mucho que errara
al daros corcel cojo, a Waltham sed bien hallada.
Mas, a dónde ir o qué decir ahora
no lo sé hasta que llegue la aurora.

Lucía
No temáis, maese Hunfrido, soy ducha
en esta geografía.

Hunfrido
Pues ¡a la montura!
o, si os place, andad y tomad descanso,
o arrancad una rosa, o sentaos,
cualesquiera que escojáis le valdrá
a vuestro amigo Hunfrido, cuya voluntad
está tan enmarañada a la vuestra
como el rocín del molino a la rueda.

Lucía
Nos sentaremos, no hagamos porfía,
y echemos una siesta.

Hunfrido
Mejor en la villa
una siesta juntos, pues, digo cierto
que dormir sin compañía me apenaría en extremo.

Lucía
Sois alegre, maese Hunfrido.

Hunfrido
Lo soy,
y lo he sido desde que mi madre me parió.

Lucía
Poco trabajo le daríais a vuestra aya.

Hunfrido
Puede,
menos al ensuciarme por mala suerte.

Entra Gaspar.

Gaspar
¡Lucía!

Lucía
¡Gaspar!

Gaspar
¡Ya sois mía!

Hunfrido
Si esto es cierto, me tratáis de maravilla.
¿Quién os pensáis que soy?

Gaspar
Un don nadie.

Hunfrido
¡Qué infamia! ¡Por Dios, qué denigrante!
Informaré a tu maestro, pues sé muy bien quien eres.

Gaspar
Vaya, pues si a informar te atreves,
toma y toma. Y decidle, señor, que os lo di
y os pagué bien.

Hunfrido
¡Ah, sí que lo recibí!
Y el pago declaro. ¡Parad, os lo ruego!

Gaspar
Con cama y ungüento curaos esos huesos
apaleados.

Lucía
¡Pobre Hunfrido, ay!
Como un buen caldo con finas hierbas nada hay
(y aceite de rosas y una pluma también)
para sanarte la espalda.

Hunfrido
Hasta aquí llegué,
mas irme a París hubiera preferido.

Lucía
Queda con Dios, hermoso lelo. Sin ti
he de seguir y lo lamento.

Hunfrido
Quedad con Dios.
Ni a la madre del diablo el infierno tal zurra le dio.

Salen [Lucía y Gaspar]. Se queda Hunfrido.

Esposa
A fe mía que este joven Gaspar resultará ser de otra calaña, si le dejan que siga así. Jorge ¿has visto tú, Jorge, cómo fanfarronea y se lanza a la cabeza de la gente, como si fuera un dragón? Ea, que si no le enseño bien a no injuriar al pobre señor, no soy digna de ser mujer. Ya podrían haberse ocupado en cosas mejores sus parientes y no en enseñarle estas artimañas. Por este camino, raudo llegará a la horca, ¡y que Dios lo acoja en su seno!

Ciudadano
Demasiado cruel sois, pichoncito mío. El joven puede apañárselas bien con todo esto.

Esposa
Venid aquí, maese Hunfrido. ¿Os ha herido? ¡Malditas esas manos suyas! Ten, corazón, ten un poco de jengibre verde. ¡Mal haya, si tiene un chichón en la cabeza como un huevo de gallina joven! ¡Ay, corderillo, cómo palpita tus sienes! Llévalo ante la justicia, corazón, llévalo ante la justicia.

Entra un muchacho.

Ciudadano
No, no, habláis como una mujer estúpida. Haré que Raúl luche con él y le dé una paliza hasta dejarlo bien hermoso. Muchacho, ven aquí. Que Raúl entre y se ponga a luchar contra Gaspar.

Esposa
Sí, y que le zurre bien. Es un malicioso.

Muchacho
Señor, debéis perdonarnos. La traza de nuestra obra no va en esa dirección, y arriesgamos echar a perder nuestra comedia.

Ciudadano
¡Qué traza ni qué trazo! Quiero que salga Raúl. Si no, haré que esta casa de comedias se ponga a arder.

Muchacho
Bueno, señor, él saldrá, pero si algo no va como es mandado, estos caballeros habrán de perdonarnos.

Ciudadano
Anda, vete, bribonzuelo. [Sale el muchacho.] Apuesto un penique a que Raúl se hincha a pelear ahora. — ¡Mirad, aquí viene Raúl! Ya está.

Entra Raúl, la señora Alegre, Miguel, escudero [Timoteo], y enano [Jorge].

Raúl
¿Qué caballero es aqueste, escudero? Preguntadle si guarda
la puerta obligado por amor a hermosa dama,
o por aventura.

Hunfrido
No soy caballero
sino un pobre gentilhombre, a quien hace un momento
la noche la ha robado, en esa misma pradera,
su amada esposa, y quien se lamenta
(mis hombros son testigos) de tal encuentro,
pues mientras viva lo tendré en mi recuerdo.

Esposa
Sí, Raúl, golpéale sin piedad, Raúl. Si le dejas ir, Raúl, mejor que te cuelguen.

Ciudadano
Ya basta, esposa mía, ya basta.

Raúl
¿Quién ha hecho esto y dónde está este vil sinvergüenza?
Mi lady, vuestra venia para que proceda
a perseguir a este ultrajante caballero.
[a Miguel]
Y tú, no hables mal de mí, gentil escudero,
si la gran empresa de la bolsa dejo
y el rico cofre para ocasión más venturosa.

Entran Gaspar y Lucía.

Hunfrido
Ese es el chulo que ha sustraído mi joya.

Raúl
Ve, escudero, y dile que aquí estoy,
un caballero andante que suplica que restituya
a esa bella dama a los brazos de su caballero.
Si lo deniega, pedidle que escoja el campo,
que yo le desafío.

Timoteo
En nombre del caballero que porta
la dorada mano, te desafío, caballero,
a menos que hagáis justa restitución
de esa hermosa dama.

Gaspar
Decidle a quien os ha enviado
que es un asno, que retengo a la moza,
y que mellaré su cabezal.

Raúl
Caballero, tente por muerto
si no te retractas de tal descortesía.

Esposa
¡Rómpele el pescuezo, Raúl! ¡Rómpeselo del todo, Raúl!

Gaspar
Ea, caballero, en guardia. Esa vuestra mano
va a probar de qué materia es vuestro mortero.
"Y entonces se alzó sobre los estribos
y al caballero del Pergamino le dio tal golpe
que abandonó su caballo y cayó al suelo;
y saltó sobre él, y arrancándole el yelmo …"

Hunfrido
¿Cómo? Si mi caballero cae tan pronto
huiré de aquí corriendo, aunque cojo.

Salen Hunfrido y Raúl.

Esposa
¡Corre, Raúl, corre, por tu vida, Raúl, muchacho! ¡Que viene Gaspar, que viene Gaspar!

Gaspar
Ven, Lucía, otras aventuras te ofrecen mis brazos.
¡Hunfrido y Dorada Mano de Mortero, con Dios quedaos!

Salen.

Esposa
A buen seguro que el demonio — que Dios nos bendiga— ha poseído a este chicarrón. Jorge, ¿habías visto alguna vez dragón tal? Me temo que mi chico está contrariado. Si lo está, por mucho es sea este el hijo de la señora Alegre, haré que a más de uno le duela si es que hay ley en Inglaterra.

Ciudadano
No, no, que yo he descubierto el asunto, corazoncito. Gaspar está bajo un encantamiento. Tan cierto como que estamos aquí, que está bajo un encantamiento. No podría haberse puesto más firme contra Raúl de lo que yo contra el excelentísimo alcalde. Conseguiré un anillo para deshacer los encantamientos, y así Raúl lo vapuleará. No te aflijas más, que ha de suceder como te digo.

[2.6]

Entran Raúl, el escudero [Timoteo], el enano [Jorge], la señora Alegre y Miguel.

Esposa
¡Oh, esposo, aquí vuelve Raúl! — Espera, Raúl, que quiero hablarte. ¿Cómo estás, Raúl? ¿No estás herido de gravedad? Ese zafio y grandísimo patán se abalanzó sobre ti sin piedad. Aquí tienes un azucarillo. Tú sigue; tendrás otro lance con él.

Ciudadano
Si Raúl hubiera peleado con él en la escuela de espadachines y no lo hubiera acobardado, persiguiéndolo por toda la escuela, yo no le dejaría entrar nunca más en mi tienda.

Señora Alegre
En verdad, maese caballero de la ardiente mano, que estoy fatigada.

Miguel
Verdad cierta, madre, y yo tengo un hambre atroz.

Raúl
Repose vuestro ánimo, gentil dama, y el vuestro, escudero.
Pues en aqueste desierto ha de haber
muchas fortalezas, gobernadas por corteses caballeros,
y hasta que os lleve a salvo a una de ellas,
juro por mi caballería que nunca os abandonaré.

Esposa
Así se habla, Raúl. — Jorge, ¿verdad que Raúl siempre ha sabido consolar?

Ciudadano
Siempre, patito mío.

Esposa
No le voy a olvidar nunca. Cuando perdimos a nuestra criatura, sabes que se perdió solo cerca del muelle de Puddle, y los pregoneros le llamaban por su nombre, y casi se ahogó a no ser por un remero … Raúl me consoló muchísimo. "No lloréis, señora," me decía, "dejadlo ir; yo os conseguiré otro igual de bueno." ¿No es verdad, Jorge? ¿No me dijo eso?

Ciudadano
Sí, cierto, eso te dijo, ratoncita mía.

Jorge
Ojalá tuviera una buena sopa y una buena jarra, escudero, antes de irme a dormir.

Timoteo
Mira, estamos al final de la villa de Waltham, y esa es la Venta de la Campana.

Jorge
Valor, caballero, damisela y su escudero.
He descubierto, a menos de un tiro de piedra,
una antigua fortaleza, gobernada por el anciano caballero
de la santa orden de la Campana,
quien acoge a todo caballero andante.
Tiene abundantes viandas, guisadas todas
por la blanca mano de su misma dama.
Tres escuderos reciben a todos los huéspedes:
el primero, Chambelano de nombre,
nos preparará el lecho, con níveas sábanas
nunca holladas por lacayo de perniles mantecosos;
el segundo, Taberniero de nombre,
nos llenará las jarras, sin espuma que rebose;
el tercero, un gentil escudero de nombre Palafraniero,
buena paja dará a nuestros corceles
y en su pesebre pondrá mejor avena,
y nunca sus dientes con cera untará.

Esposa
Ese enano es un apuesto mozalbete, mas el escudero es un verdadero patán.

Raúl
Llamad a la puerta, escudero, con lanza señorial.

Entra el mozo de taberna.

Mozo de taberna
¿Quién vive? Bienvenidos seáis, caballeros. ¿Queréis ver un aposento?

Jorge
Gentil y valeroso Caballero de la Ardiente Mano, he aquí el escudero Taberniero.

Raúl
Gentil Taberniero, yo, caballero andante,
de nombre de la Ardiente Mano, en pos
del cofre y la bolsa bordada de esta hermosa dama,
perdiéndome en este páramo sin fin,
he llegado por ventura a esta fortaleza,
donde, sabedor de la cortés acogida
que vos, Caballero de la santa Orden de la Campana,
ofrecéis a toda doncella y andante caballero,
creí oportuno llamar, e introducirme.

Mozo de taberna
Si os place ver una cámara, sois bien venido.

Salen.

Esposa
Jorge, me gustaría que hicieran algo, y no sé qué.

Ciudadano
¿El qué, Leonor?

Esposa
No sé, Jorge, ¿no va Raúl a derrotar a alguien otra vez? Te lo ruego, corazoncito, a ver si puede.

Ciudadano
Sí que podrá, Leonor; y si me uno a él, los batimos a todos.

[2.7]

Entran Hunfrido y el Mercader [Riesgo].

Esposa
Oh, Jorge, aquí vuelve maese Hunfrido, el que perdió a la joven Lucía y a su padre. Seguro que Maese Hunfrido viene al rescate de alguno.

Hunfrido
Cierto es, padre, que mis brazos no la podrán asir,
pues me la hurtó Gaspar, vuestro aprendiz.

Esposa
Ya sabía yo que lo haría.

Mercader
¡Infelice de mí, perder a mi niña!
Ahora caigo en lo que Gaspar me advirtió
a menudo sobre tu necedad.
¿Por qué la dejaste ir? No la amas, no,
pues salvaste tu vida y no la de ella.

Hunfrido
Perdón, padre. ¿Queréis la verdad?
Mirad mis hombros, todo un cardenal.
Cuando Lucía y yo íbamos sin tino,
llegó y me golpeó con un espino.

Mercader
Traed hombres y caballerías, iremos allí
de inmediato. ¿Reconoceréis el lugar?

Hunfrido
Bien que sabré donde me dio una zurra.
Traeré seis caballos, cada uno con su montura.

Mercader
Mientras, iré a hablar con su padre.

Salen.

Esposa
Jorge, ¿qué te apuestas ahora a que maese Hunfrido no ha conseguido a la señora Lucía aún? Dime, Jorge, ¿qué te apuestas?

Ciudadano
No, Leonor, te aseguro que Gaspar está con ella bien lejos, en Puckeridge, en este momento.

Esposa
No, Jorge, ten en cuenta que los pies de la señora Lucía son tiernos, y además, es de noche; y en verdad que no sé cómo podría salirse con ella del bosque de Waltham.

Ciudadano
Y ahora, pichoncito mío, ¿qué te apuestas a que Raúl no la ha conseguido aún?

Esposa
De ningún modo voy a apostar contra Raúl, vida mía, porque no he hablado con él. Pero mira, Jorge, calla. Aquí vuelve el anciano señor tan alegre.

[2.8]

Entra el viejo Alegre.

Alegre
[Canta.]
Era ya la medianoche
y todo el mundo dormía;
se entró la sombra de Marga,
y junto a Juan quedaría.
Dinero tengo y viandas, y bebida, hasta mañana a mediodía: ¿a qué estar triste? Me creo que tengo media docena de espíritus risueños dentro de mí.
ErrorMetrica
[Canta.]
Tres hombres alegres soy, y tres hombres.
¿Para qué estar triste en este mundo? Dadme ese hombre que al ir a la horca grita "¡Pásame una buena jarra!", y esa mujer que canta cánones al parir. Yo he visto a un hombre pasar por mi puerta, con el rostro grave, negra su capa, sin cinta en el sombrero, con la cabeza gacha como buscando en el suelo alfileres; y al cabo de medio año, miro por la ventana, y ahí está su cabeza colgando del puente de Londres. ¡Qué vil! No te fíes del sastre que no cante en su taller: no piensa en otra cosa si no en robar.

Esposa
Presta atención, Jorge, que es digno de escuchar: Godfredo, mi sastre, ya sabes, no canta nunca, y tenía catorce yardas para hacer este gabán; y juraría que la señora Penella, la mujer del mercader de telas, tuvo uno de doce yardas.

Alegre
[Canta.]
La alegría es del hombre el sustento,
más que el vino, el sueño o el alimento.
Tengan todos su corazón alegre,
pues de esa enfermedad nadie se muere.
Quien quiera tener su cuerpo alejado
de enfermedades, no caiga en el llanto.
Mas quien siempre va cantando y riendo
nunca contrae su cuerpo
ni reuma, gota o fiebre,
ni deja sus pulmones sin aliento,
sufre en los huesos dolor
o piedras en el riñón,
sino que vive siempre contento.
Cuanto más ríe, más vive y mejor.

Esposa
¿Qué me dices, Jorge, de esto? ¿No es un anciano adorable? — ¡Que Dios bendiga esos dulces labios! — ¿Cuándo estarás así de contento, Jorge? A fe que, cuando te enfadas, eres la cosa más cascarrabias que hay en todo el reino.

Entra el Mercader [Riesgo].

Ciudadano
Silencio, pichoncito. Ya verás cómo a él también lo rebajan.— Aquí está el padre de Lucía.

Alegre
[Canta.]
Al venir de Walsingham,
de la misma Tierra Santa
¿no viste a mi vero amor
por la senda que tomabas?

Mercader
¡Oh, maese Alegre, mi hija ha huido!
Esta jovialidad no es decorosa. ¡Mi hija ha huido!

Alegre
[Canta.]
Y si se fue, igual me da
Si viene, queda o se va.

Mercader
No os moféis de mi desventura. Es vuestro hijo,
a quien acogí cuando estaba desesperado,
quien se ha llevado mi gozo, mi niña.

Alegre
[Canta.]
La sentó en blanco corcel
Y él montó uno gris y bueno.
Él nunca miró hacia atrás,
mas se la llevó bien lejos.

Mercader
Indigno eres de la bondad que a ti
y a los tuyos mostré. Ya veo, aunque tarde,
que consientes la pérdida de mi hija.

Alegre
¿Vuestra hija? Pero ¿qué pendencia es esta con vuestra hija? Dejadla ir; no penséis más en ella, mas cantad bien fuerte. Si mis dos hijos estuvieran en el patíbulo, yo cantaría
[Canta.]
ErrorMetrica
¡Ay de mí, cómo cayeron,
para nunca levantarse!

Mercader
¡Ojalá pudiera verla otra vez
y ella abrazara a su augusto padre!

Alegre
¡Qué mal suena eso! "Y ella abrazara a su augusto padre". ¿Que sois, un emperador romano? Le trae sin cuidado su augusto padre, os lo aseguro.
[Canta.]
ErrorMetrica
No le importa su papá,
ni le importa su mamá,
pues resulta que es ella
de milord gentil doncella.

Mercader
Por este escarnio que me infliges, perseguiré
a tu hijo hasta la muerte.

Alegre
Bien, y cuando lo hayáis matado …
[Canta.]
ErrorMetrica
Dadle flores, muchas flores,
peregrino, dáselas,
dale rojas y amarillas,
blancas, verdes, dáselas.

Mercader
Voy a por mi hija.

Alegre
Ya está bien de vuestra hija, que me espanta la alegría.

Mercader
Digo que voy a por mi hija.

Alegre
[Canta.]
¿Algún hombre por su dama
— ay, ay, ay —
como yo, sir Guy, sufrió,
— din dirodán —
por mi Lucy, tan galana
— ay, ay, ay —
como nadie contempló?
— din dirodán —

Mercader
Me vengaré, lo juro por el cielo.

Salen.
Música.

Finis actus secundi.


[Interludio 2]

Esposa
¿Qué te parece esto, Jorge?

Ciudadano
Bien, bien, pichoncito; pero con que airaran a Raúl solo una vez, aún presenciarías más.

Esposa
Ya vuelven a tocar las violas.

Ciudadano
Sí, Leonor, ¡qué música más infame! Le di a ese bribón dinero de la horca, y me creo que no ha traído a los músicos de Southwark. Si no les oigo pronto, lo cuelgo de las orejas. — ¡Eh, músicos, tocad "Ay de mí"!

Esposa
No, mi buen Jorge, que toquen "Lachrymae".

Ciudadano
Está bien, vale, pichoncito.

Esposa
Mejor así, Jorge. Y dime, corderito mío, ¿qué historia has pintado en esta tela? ¿La confusión de San Pablo?

Ciudadano
No, corderita, es Raúl y Lucrecia.

Esposa
¿Raúl y Lucrecia? ¿Qué Raúl? ¿Nuestro Raúl?

Ciudadano
No, ratoncito, ese era Tartarinio.

Esposa
¿Tartarinio? Bueno, a ver si acaban las violas y podemos ver a nuestro Raúl de nuevo.


3.1

Entran Gaspar y Lucía.

Gaspar
Vamos, amada mía. Perdimos el rumbo
pero no a nosotros. ¿No estás fatigada
con tanto nocturno vagar, sin apenas reposo,
y asustada por este terror que habita
este oscuro y despoblado paraje?

Lucía
No, amado mío, ni miedo
ni cuita alguna tengo: estáis junto a mí.
Que los desesperados, los que languidecen
entre los amantes que perdieron su amor,
cuenten los lentos pasos y largas horas,
se asusten de una leve sombra, y se les hiele la sangre,
mientras yo, inundada de todo gozo y sosiego,
a mi dulce amor tomo y le abrazo.

Gaspar
Me agarráis, Lucía, tan firme que mientras viva
seré vuestro leal prisionero, unido
a estas cadenas para siempre. Sentaos,
que vuestro cuerpo tan delicado descanse
de tanta contrariedad. ¿Tenéis sueño?
No pretendáis hacer más de lo que podéis y sois.
Ya sé que no sois diestra en asuntos de guardia,
pues no sois soldados las mujeres. No seáis boba,
aceptadlo. Dormid, es mi consejo.

Lucía
No puedo dormir,
en verdad que no, amado mío.

Gaspar
Pues cantemos
a ver si el canto obra sobre nuestros sentidos.

Lucía
Cantar, hablar, lo que sea menos dormir.

Gaspar
Venga, sirena mía, robadme el corazón
con vuestra voz encantadora.

Lucía
Os burláis de mí, Gaspar.

Gaspar
Decidme ¿qué es amor?

Lucía
Del cielo un fulgor,
una flecha, un fuego,
un rapaz, de nombre Deseo.
Una sonrisa
que cautiva

Gaspar
De quien lo sufre el corazón.
Y la mujer ¿engaña?

Lucía
Siempre mudar agrada.

Gaspar
¿Es bella? ¿Nunca cruel?

Lucía
Sí, si el hombre no le es fiel.

Gaspar
¿Es rebelde?

Lucía
Con los que quieren
un nuevo amor dar a su amada.

Gaspar
Dejad de fingir. Estoy viendo al dios
del sueño reposar su cansada carga
en vuestros párpados.

Lucía
Cansada estoy.

Gaspar
Dormid, pues, y que la paz corone vuestros pensamientos.
¡Guardad su bella sangre de sobresaltos,
miedos y sombras pavorosas! ¡Que sus sueños
sean gozos y deleites castos, y abrazos
y cuantos placeres el alma sobrecogida
otorga a los sentidos! Bien, mi conjuro ha obrado.
¡Guardadla, poderes divinos, mientras contemplo
cuánta riqueza y hermosura hay en su alma!
Ella sola es bella, leal, amable,
y sola para ti, Gaspar. ¡Oh, cuánto gozo!
¿A dónde me transportas? ¡No permitáis
que se unan mis pobres esperanzas
y carguen contra mi ánimo! Débil soy.
Hay quien dice, con maldad, que el mar y la mujer
la luna los gobierna. Pero a los que en verdad saben
y pueden juzgar, esto no es más que opinión,
herejía, para causar placentera guerra
entre nuestras naturalezas, pues sin ellos no tendríamos
ni el temor de ahora ni el amor postrero,
que es lo mejor que Cupido puede dar. ¡Oh, tú, infante
nacido del desespero, ni te contemplo,
pues tengo a mi amor sin las mermas de mujer
y aún mejor en sus perfecciones que un hombre…!
Y pues para probarlo, y complacerme más,
si bien estoy seguro de su seguro amor,
la pondré a prueba, y así el mundo en su recuerdo
cantará a la posteridad su constancia.
[Desenvaina la espada.]
¡Lucía, Lucía, despertad!

Lucía
¿Por qué me asustáis
con ese rostro desencajado? ¿A qué esa espada
que blandís en la mano? ¿Quién os ha ofendido?
Te lo ruego, Gaspar, duerme. Te turba tanta guardia.

Gaspar
Ea, preparaos para el cielo, y del mundo,
con toda su vileza arraigada,
despedíos. Vais a la otra vida.

Lucía
¡Oh, Gaspar!
¿Cómo pudo mi edad tan joven hacer mal alguno,
y más aún contra el hombre al que amo,
para que me arranquen la vida antes de tiempo?

Gaspar
Necia,
¿te pensaste que podía amar a la hija
de quien me arrojó de mi fortuna a la nada,
me expulsó de su servicio, se mofó de mis ruegos,
y me lanzó, cual navío sin mástil,
para hundirme o sobrevivir? Venga, mi mano te dará muerte.
De vuestra vida y sangre he de tener satisfacción
por la afrenta de vuestro padre.

Esposa
¡Alarma, Jorge, alarma! Llama a los guardias de Ludgate, y que traigan una orden del justicia para arrestar a este villano. — Os lo ruego, caballeros, guardad la paz del Rey. — ¡Oh, corazoncito, qué rufián es este que pretende ser homicida de esta inofensiva señora!

Ciudadano
Te aseguro, corazoncito, que será detenido.

Lucía
¡Oh, Gaspar, ten compasión!
Si me has de matar, sonríe y hazlo raudo,
que aparezcan muchas muertes ante mí.
Soy mujer, hecha de miedo y de amor,
una débil, débil mujer. No me mates con los ojos:
me atraviesan toda entera. ¡Golpead! Estoy lista
y al morir os amaré siempre.

Entra el Mercader [Riesgo], Hunfrido, y sus criados.

Mercader
¿Por dónde?

Gaspar
[aparte]
Basta. Vuelvo a ser yo mismo.

Hunfrido
¡Allí! Allí está, la espada cual caballero marcial
blandiendo; por tanto, vigilad,
vos que sois prudentes. Fuera yo sir Bevís
no me enfrentaría a él; no me deis el mentís.

Mercader
[a Gaspar]
Bribón, devolvedme a mi hija.

Gaspar
No, bribón.

Mercader
[a sus criados]
¡Prendedle!

Esposa
¡Así, a por él, a por él, a por él! Hacedle un corte en la pierna, muchachos, un corte en la pierna.

[Los criados del mercader Riesgo se llevan a Lucía.]

Mercader
Venid conmigo, pájara. Os he de meter en una jaula,
ahora que estáis tan sumisa. — Montadla y lleváosla.

Hunfrido
Me alegro de que vuestras fuerzas hayan ganado.

Salen. Permanece Gaspar.

Gaspar
Se fueron y quedo herido; perdido he mi amor,
para nunca recobrarlo. ¡Oh, infeliz de mí!
¡Sangra, sangra y muere! No puedo. ¡Oh, locura,
me has traicionado! Esperanza, ¿a dónde has huido?
Dime, si aún permaneces en algún lugar,
¿volveré a ver a mi amor? Lo he de intentar.
¡Oh, Azar, o Fortuna, o quien seas,
adorado por los hombres por tu poder, oye mi ruego
y haz que viva amado, o muera perdiendo!

Sale.

Esposa
¿Se ha ido, Jorge?

Ciudadano
Sí, pichoncito.

Esposa
¡Pues qué! Que se vaya, corazoncito. Por mi alma, me ha dado tal susto que estoy temblando como si fuera hoja de álamo temblón, como dicen. Mira mi dedo meñique, Jorge, mira cómo se estremece. En verdad que todos los miembros de mi cuerpo están en pésimo estado.

Ciudadano
Ven que te abrace, ratoncito mío. Ya no te asustará más. ¡Ay, ese corazoncito mío, qué tembleque tiene!

[3.2]

Entra la señora Alegre, Raúl, Miguel, el escudero [Timoteo], el enano [Jorge], el Ventero, y un mozo de taberna.

Esposa
¡Oh, Raúl! ¿Cómo te encuentras, Raúl? ¿Cómo has pasado la noche? ¿Te ha tratado bien el caballero?

Ciudadano
Calla, Leonor, déjale en paz.

Mozo de taberna
Maese, la cuenta no se ha pagado.

Raúl
Gentil y cortés caballero, quien por la orden
que asumisteis anunciáis la santa campana
como yo esta flameante mano blando,
damos las gracias a vuestra esforzada persona,
a vuestra bella dama y gentiles escuderos
que así han restaurado nuestros fatigados miembros,
por los arduos trabajos en el desierto salvaje.

Mozo de taberna
Señor, son doce chelines a pagar.

Raúl
Jovial escudero Taberniero, gracias
por dar asueto a nuestras almas con doble jarra.
Y si la azarosa Fortuna te impele,
a ti jovial escudero, a seguir los hechos de armas,
observa que atiendes a cada dama,
a cada caballero y a cada grácil damisela,
mas vierte la sangre del traidor sarraceno
y el falso encantador que con hechizos
ha dado muerte a más de un noble caballero.

Ventero
Tú, valiente Caballero de la Ardiente Mano, escúchame. Hay que pagar doce chelines, y como que soy caballero, no voy a restarte ni un penique.

Esposa
Jorge, dime, te lo ruego, ¿Raúl tiene que pagar ahora doce chelines?

Ciudadano
¡Qué va, no, Leonor! No es más que el anciano caballero está bromeando con Raúl.

Esposa
¿Nada más? Pues Raúl estará tan dispuesto a bromas como él.

Raúl
Caballero, esta jovialidad vuestra bien os acomoda,
pero por corresponder a tal generosa cortesía,
si alguno de vuestros escuderos siguiera las armas,
recibirá de mi mano heroica
el honor de caballero, en virtud de esta mano.

Ventero
Gentil caballero, agradezco vuestra noble oferta.
Así pues, noble caballero,
doce chelines debéis pagar, o os pongo bajo arresto.

Esposa
Oye, Jorge, ya te lo había dicho. El Caballero de la Campana va en serio. Raúl no ha de estar en deuda con él. Págale, Jorge, y que lo cuelguen.

Ciudadano
¿Arrestar a Raúl? No. — Prestadme vuestra mano, Sir Caballero de la Campana; aquí tenéis lo que se os debe. ¿Tenéis algo que decir a Raúl ahora? – ¡Arrestar a Raúl!

Esposa
Y deberías saber que Raúl tiene amigos que no permitirán que lo arresten ni diez veces, ni diez más. — Prosigue tu camino, Raúl.

Señora Alegre
Vamos, Miguel, tú y yo volvemos con tu padre. Aún le queda bastante para mantenernos uno o dos días, y mandaremos a pregoneros a por nuestro cofre y nuestra bolsa. ¿Vamos, Miguel?

Miguel
Sí, os lo ruego, madre. En verdad, tengo los pies llenos de sabañones con tanto viaje.

Esposa
A fe que los sabañones son un penoso fastidio, señora Alegre. Cuando llegue vuestro joven a casa, que se dé friegas en las suelas de los pies, y los talones, y los tobillos, con una piel de ratón; o, si nadie de vuestra casa puede cazar un ratón, cuando se vaya a dormir que se envuelva los pies con cálidas brasas, y os aseguro que se encontrará bien. Y haced que se ponga los dedos de las manos entre los de los pies y los huela; va soberanamente bien para la cabeza, si está constreñido.

Señora Alegre
Maese Caballero de la Ardiente Mano, mi hijo Miguel y yo nos despedimos. Le agradezco de corazón a su señoría su amabilidad.

Raúl
Con Dios quedad, bella dama, y dulce escudero.
Si, espoleando por estos desiertos, oigo
de algún traidor caballero que vilmente
ha conseguido vuestro cofre y bolsa,
se los arrebataré para restaurároslos.

Señora Alegre
Lo agradezco a su señoría.

Sale con Miguel.

Raúl
Enano, porta mi escudo. Escudero, izad mi lanza.
Y a Diós quedad, vos, Caballero de la Santa Campana.

Ciudadano
Sí, sí, Raúl, está todo pagado.

Raúl
Mas antes de partir, decid, noble caballero,
si sabéis de alguna grave empresa
en la que un caballero andante pueda obtener
fama eterna, y liberar a almas gentiles
de infinitas cadenas de acero y dolor sin fin.

Ventero
[aparte al mozo de taberna] Mozo, id a Nicolás el barbero y pedidle que se prepare, como os dije antes. Raudo.

Mozo de taberna
Ya voy, señor.

Sale el mozo de taberna.

Ventero
Señor caballero, este páramo solo ofrece
gran empresa en la que más de un caballero
ha probado su destreza y ha obtenido vergüenza,
y en la que no querría que perdieseis vuestra vida
luchando contra no un hombre sino cruel demonio del infierno.

Raúl
Proseguid, señor Caballero. Decidme quién y qué,
pues aquí y ahora juro, sobre mi ardiente insignia,
que nunca pasaré un solo día en calma
sino que solo tomaré agua y pan
y solo verde hierba y roca serán mi lecho
hasta que haya dado muerte a hombre, bestia o diablo
que cause tal daño a los andantes caballeros.

Ventero
No lejos de aquí, cerca de un escarpado
en el extremo norte de esta villa azorada,
se erige una casa humilde toscamente
construida, y en ella hay una cueva
donde mora un horrible gigante
llamado Barbaroso. En su mano
blande una lanceta de puro acero,
arremangado, y viste por delante
una variopinta capa que protege su ropa
de la sangre de los caballeros que masacra,
y de las gentiles damas. De su puerta pende
una bacía de cobre, en un poste punzante.
Tan pronto algún gentil caballero llama,
que tal estruendo escucha Barbaroso,
y raudo secuestra al caballero andante
y lo sienta en un sillón encantado.
Al punto, con instrumento que él confeccionó
con cuarenta dientes, araña su noble coronilla,
tras lo cual le hace cerrar los ojos, y bajo la barbilla
le planta una pieza de latón con borde imponente,
y le golpea con bolas las mejillas,
mientras con sus dedos y un ingenio
con el que recorta su cabellera, llena
sus oídos con estruendo horroroso.
Así adereza a cada caballero andante,
y no hay criatura que ose enfrentarse.

Raúl
Válgame Dios, yo lucharé contra él. Señor,
id delante hasta esta cueva horripilante
donde este enorme gigante Barbaroso habita,
y por el poder de aquel bravo Rosicler
que aniquiló a aquella camada de atroces gigantes,
y el de Palmerín, que dio muerte a Franaque,
no dudo que someteré a este traidor horrendo
y enviaré su alma culpable al infierno.

Ventero
Caballero de esforzado espíritu, cumpliré
de este modo lo que pedís: os llevaré hasta que vislumbre
este odioso lugar donde mora
este más odioso hombre; mas no me quedaré,
pues con su fuerza abate todo cuanto ve.

Raúl
¡Por san Jorge, adelante! Marchad, escudero y paje.

Salen.

Esposa
Jorge, ¿crees que Raúl abatirá al gigante?

Ciudadano
Apuesto mi birrete por un ochavo a que sí. Yo le vi luchar, Leonor, con el gran tudesco y cómo lo arrojaba.

Esposa
A fe que ese tudesco era varón de buen parecer, si todas sus partes se correspondieran con su grandeza. Y hay quien dice que hubo un escocés aún más alto, y que los dos lucharon con un caballero sin llegar a fin. Pero de todas las cosas que vi en Londres, desde que me casé, creo que aquella criatura que tenía su miembro tan hermosamente crecido era la más bella … aquella y el hermafrodita.

Ciudadano
¡Qué va, Leonor! Si me permitís, Nínive era mejor.

Esposa
¿Nínive? Ah, aquella historia de Jonatán y el gran crustáceo, ¿no, Jorge?

Ciudadano
Esa era, corderito.

[3.3]

Entra la señora Alegre.

Esposa
¡Mira, Jorge, vuelve la señora Alegre! Y cómo me gustaría que Raúl viniera a luchar contra el gigante; te digo verdad: suspiro por verlo.

Ciudadano
Buena señora Alegre, idos, os lo ruego, por ventura mía. Os lo ruego, retiraos un momento. En seguida tendréis audiencia. Yo tengo un pequeño asunto …

Esposa
Señora Alegre, si tuvierais a bien frenar vuestra pasión un poco hasta que Raúl se haya deshecho del gigante, nos consideraremos en deuda con vos. Os doy las gracias, buena señora Alegre.

Sale la señora Alegre.
Entra un muchacho.

Ciudadano
Mozo, ven aquí. Trae en seguida a Raúl y a ese bellaco de gigante.

Muchacho
Por mi fe, señor, no podemos hacer eso. Arruinaréis nuestra obra y haréis que la silben, y eso costará dinero; y no dejaréis que prosigamos con nuestra traza. — Os lo ruego, señores, dominadle.

Ciudadano
Que venga ya y acabe esto, y ya no os incordiaré más.

Muchacho
¿Me dais vuestra palabra?

Esposa
Dásela, Jorge, sí, y yo le daré un beso. Te aseguro que el joven es sincero.

Muchacho
Le haré venir de inmediato.

Esposa
Os lo agradezco, jovenzuelo. Sale el muchacho. ¡Qué agradable aliento el de esta criatura, Jorge! Mas algo destemplado por las lombrices. Carduus Benedictus y leche de yegua son el único remedio. — ¡Oh, ahí viene Raúl, Jorge! — ¡Que Dios te conceda buena suerte, Raúl!

[3.4]

Entran Raúl, el ventero, el escudero [Timoteo], y el enano [Jorge].
[En escena una bacía de barbero, una lanza, y una cuerda con dientes.]

Ventero
Esforzado caballero, aquella es vuestra morada.
¡Ved allí su lanza y su bacía de cobre!
¡Mirad la cuerda de donde penden tantos dientes
arrancados de la gentil boca de caballeros andantes!
No me atrevo a dar el desafío. Ya aparecerá.

Raúl
¡No desfallezcas, corazón mío! ¡Susana, mi dama,
hija del zapatero de la calle de la Leche, por quien
tomé las armas, oh, que tu recuerdo
sustente a tu caballero en hazañas venturosas,
y que por el honor de tu beldad
pueda yo aniquilar a este monstruo Barbaroso!
Haz sonar, escudero, esa bacía hasta romperla
con tus golpes, o hasta levantar al gigante de su cueva.

[Timoteo, el escudero, golpea la bacía del barbero.]
Entra el barbero.

Esposa
¡Oh, Jorge, el gigante, el gigante! — ¡Venga, Raúl, por tu vida!

Barbero
¿Qué necio o ignorante se atreve así
a llamar con bruscos golpes a la cueva de Barbarossa,
de donde nadie sale con su cabellera?

Raúl
Yo, ruin traidor. El destino me ha enviado
para castigar todas las graves monstruosidades
que has cometido contra damas gentiles
y andantes caballeros. ¡Traidor a Dios y los hombres,
en guardia! Esta es la funesta hora
que te han señalado para dar cuenta
de tus atroces y falsas villanías.

Barbero
Insensato caballero, muy pronto me pagarás
este tu necio reproche. ¿Quieres que te apalee?
(Baja un poste.)
¿Ves allí? De ese cuerda colgarán tus dientes.
¡En guardia, que pronto estarás en tu tumba.

Raúl
¡Por san Jorge!

Barbero
¡Por Gargantúa!

Pelean.

Esposa
¡Dale, Raúl, dale! ¡Mantén a raya al gigante! ¡Tú pisa primero, Raúl!

Ciudadano
¡Amaga un golpe, Raúl, amaga! El gigante está descubierto por la izquierda.

Esposa
¡Esquívalo, Raúl! ¡Así, muchacho! — ¡Ah, casi ha abatido a Raúl!

Raúl
¡Susana mía, insufladme ánimo! ¡Ya me vuelvo a levantar!

Esposa
¡Levanta, arriba, levántate¡ ¡Así, Raúl! ¡Derríbalo, derríbalo, Raúl!

Ciudadano
¡Por la cadera, muchacho!

[Raúl derriba al barbero.]

Esposa
¡Muy bien, muchacho! ¡Mátalo, mátalo, mátalo, Raúl!

Ciudadano
No, Raúl, primero haz que los libere a todos.

Raúl
Tú, arrogante, mira a qué desesperación
te ha llevado tu felonía. Los dioses justos,
que nunca premian a los que les aborrecen,
por todas tus ruindades que has cometido
contra caballeros y damas, te castigan ahora
con mi firme brazo, el de un caballero andante.
Mas dime, vil rufián, antes de enviar tu alma
al recio Averno, a donde ha de ir,
¿qué cautivos guardas en tu oscura caverna?

Barbero
Entrad y liberadlos. La victoria es tuya.

Raúl
Id, escudero y enano, buscad en la pavorosa cueva
y liberad a los prisioneros de sus ataduras.

Salen el escudero [Timoteo] y el enano [Jorge].

Barbero
Merced te imploro, por tu caballería,
tú que detestas derramar sangre de los suplicantes.

Raúl
Ninguna merced mostraste, y ninguna merced tendrás.
Prepárate para tu muerte segura.

Entra el escudero [Timoteo], guiando a uno [el Caballero 1.º] con los ojos cerrados, y una bacía bajo la barbilla.

Timoteo
Mirad, valiente caballero, un prisionero,
a quien este salvaje ha tratado del modo que veis.

Esposa
Esta es la primera palabra sensata que le he oído a este escudero.

Raúl
Dinos quién eres, y cómo te ha tratado,
para que le infrinja castigo de condigno.

Caballero 1.º
Caballero soy que presto partió
de Londres hacia el norte, y que con modos muy corteses
este gigante atrajo hasta su odiosa guarida,
pretendiendo curarme de una irritación;
y todo mi cuerpo cubrió con polvos
que escuecen y duelen; y cortó mi barba
y mis rizos que cintas tenía atadas;
y lavó mis tiernos ojos con agua
mientras saltaba a mi alrededor,
agua cuyo poder es tal, que a menos que mis ojos
seque con un trapo, para desgracia de mi alma,
no me atreveré a mirar a un perro a la cara.

Esposa
¡Ay, pobre caballero! — Libéralo, Raúl. Libera a los pobres caballeros mientras vivas.

Raúl
Leal escudero, llevadlo a la villa,
donde encontrará auxilio. Id con Dios, noble caballero.

Sale el Caballero [1.º, y con él Timoteo, que vuelve a entrar.]
Entra el enano [Jorge], guiando a uno [el Caballero 2.º] con una gasa en la nariz.

Jorge
Esforzado caballero, de la ardiente mano llamado,
ved a otro infeliz, a quien esta inmunda bestia
ha rasurado y cortado de modo inhumano.

Raúl
Dime cómo te llamas, y dónde naciste,
y cuál ha sido el trato recibido en esta cueva.

Caballero 2.º
Caballero soy, de nombre Sir Sifilo,
y de nacimiento, londinense;
ciudadano de plena libertad, mas de ancestros
franceses todos; y a lomos por este camino
de un corcel trotador, sentí un dolor en mis huesos,
y yo, desfalleciendo por dar reposo a mis miembros
descabalgué ante esta cueva, cuando esta furia infernal
con ingenio agudísimo de puro acero,
me cortó los cartílagos de la nariz,
y en su lugar esta cataplasma ocupa.
¡Liberadme, gentil caballero, de sus garras!

Esposa
Buen Raúl, libera a Sir Sifilo y envíalo lejos, pues a fe que su aliento apesta.

Raúl
Llevadle ya junto al otro caballero.—
Sir Sifilo, id con Dios.

Caballero 2.º
Amable señor, buenas noches.

Sale [con Jorge, quien vuelve a entrar].
Gritos dentro.

Caballero 3º
[dentro]
¡Liberadnos!

Mujer
[dentro]
¡Liberadnos!

Esposa
Escucha, Jorge, ¡qué grito tan doliente! Alguna mujer debe haber ahí dentro.

Caballero 3º
[dentro]
¡Liberadnos!

Mujer
[dentro]
¡Liberadnos!

Raúl
¿Qué espectral ruido es este? Habla, Barbaroso,
o con este flamante acero to siego la cabeza.

Barbero
Prisioneros míos, a los que tengo a régimen.
Enviad a por ellos adentro en la cueva,
y en tina de vapores humeantes
los encontrarán para liberarlos.

Raúl
¡Deprisa, escudero, enano! Liberadlos presto.

Sale el escudero [Timoteo] y el enano [Jorge].

Esposa
Pero ¿no va a matar Raúl a este gigante? Seguro que si le deja ir seguirá haciendo tanto daño como hasta ahora, eso me temo.

Ciudadano
No es para tanto, ratoncito. Puede que lo convierta.

Esposa
Sí, Jorge, puede que lo convierta; pero a los gigantes no se les convierte tan pronto como a la gente común como nosotros. Está la historia de aquella bruja que nació con la señal de demonio —¡Dios nos valga!— y que parió un gigante al que llamaron Patatán Lumbrera. ¿No la conocías, Jorge?

Entra el escudero [Timoteo], guiando a un hombre [el Caballero 3º] con un vaso de loción en su mano, y el enano [Jorge], guiando a una mujer con un pan de dieta y una bebida.

Ciudadano
Calla, Leonor, aquí llegan los prisioneros.

Jorge
Ved aquí a estos miserables, bravo caballero,
que durante seis semanas no han visto alma alguna.

Raúl
Desvelad quiénes sois, y cómo llegasteis
a esta severa cueva, y qué trato habéis recibido.

Caballero 3º
Yo soy caballero andante que ejerzo las armas
con adarga y lanza, y que en mis jóvenes años
fui herido por el dardo apasionado de Cupido,
y enamorome de esta mi amada dama,
a quien rapté de los suyos en Lupanares,
y con quien cabalgamos de villa en villa,
y bebimos y comimos y de la música disfrutamos,
hasta que al final a esta villa desafortunada
llegamos, y al acercarnos a esta cueva,
esta bestia nos atrapó y nos metió en una bañera,
a sudar durante estos dos meses; y pudiera haber sido
otro mes aún, si vos no nos hubierais liberado.

Mujer
Solo pan y agua ha sido nuestra dieta,
además de una costilla de cuello
de añojo quemado: sustento atroz.
Liberadnos del cepo de este gigante feroz.

Caballero 3º
Esto ha sido nuestro único alimento;
mas dos veces cada día, por cambiar,
nos daba cucharada de este vigoroso caldo
(Saca una jeringa.)
a cada uno, con esta misma péndola.

Raúl
De este infernal monstruo os alejaréis,
que trata así a nobles, caballeros y damas. —
Lleváoslos de aquí.

Salen el hombre [Caballero 3º] y la mujer [acompañados por Timoteo y Jorge, que vuelven a entrar].

Ciudadano
Conejito, te digo que Raúl es del agrado de los señores.

Esposa
Sí, Jorge, ya lo veo. — Señores, les agradezco de corazón vuestra amabilidad para con mi criado Raúl, y les prometo que le veréis más a menudo.

Barbero
¡Piedad, excelso caballero! Reniego de mi maldad,
y ya nunca más haré brotar sangre gentil.

Raúl
Te concedo el perdón, mas has de jurar
sobre mi ardiente mano que cumplirás
tu promesa.

Barbero
Lo juro con un beso.

Raúl
Ve, entonces, y enmiéndate.
[Sale el barbero.]
Venid, escudero y enano, el sol ya declina hacia su morada,
y aún nos quedan muchas más aventuras.

Salen.

Ciudadano
Teniendo a Raúl de tal ánimo, sé que hubiera apaleado a todos los mozos de la casa si le hubieran atacado.

Esposa
Y tanto, Jorge; pero está bien así. Os aseguro que los señores tienen buena consideración de lo que es derrocar a un gigante. — Pero mira, Jorge, aquí viene la señora Alegre y su hijo Miguel. — ¡Sois muy bienvenidos, señora Alegre! Ahora que Raúl ha acabado, podéis proseguir.

[3.5]

Entra la señora Alegre y Miguel.

Señora Alegre
Miguelín, hijo mío.

Miguel
¿Sí? En verdad verdadera, madre ...

Señora Alegre
Alégrate, Miguelín. Ya estamos en casa, vaya que sí, y vas a ver en qué desorden. [Música y ruido de jolgorio dentro] Escucha. — ¡Eh, perros, eh! — Ya estamos como siempre con mi esposo. Si me meto entre ellos, les arrearé tal lección que pocas ganas tendrán de volver aquí rascando cuerdas. — ¡Eh, maese Alegre! ¡Esposo! ¡Carlos Alegre!

Alegre
([Canta] dentro.)
Si cantos, bailes y risas
quieres tener otra vez,
vuelve a gritar "¡Mozos, eh!"
Un, dos, tres y cuatro,
y alegres en un rato.

Señora Alegre
Pero, Carlos, ¿que no conocéis a vuestra legítima esposa? Ea, abrid la puerta, y echad a esos sarnosos comensales. Demasiado llevas con esos camaradas. Vos sois un gentilhombre, Carlos, y ya anciano, y padre de dos hijos; y yo, aunque yo me lo diga, por parte de madre soy sobrina de un honorable gentilhombre y además capitán, que ha estado tres veces al servicio de su Majestad en Chester, y ya va para la cuarta. — Dios le bendiga a él y a su tropa.

Alegre
[Canta desde la ventana.]
Lejos de la ventana,
lejos, sí, mi amada,
ni viento ni lluvia
te traerán aquí.
¡Aquí no tienes posada!
Oídme, señora Alegre, vos que andáis en pos de aventuras y abandonáis a vuestro esposo porque canta sin un penique en la faltriquera, ¿acaso he de tenerme en menos estima? No, por mi fe; he de estar alegre. No os acerquéis. Aquí no viven más que zagales de buen temple, y que vivan más de cien años y muchos más. Las cuitas no les resecaron la sangre, ni la escasez les hizo gorjear.
[Canta.]
ErrorMetrica
Ay, me duele el corazón

[Deja la ventana.]

Señora Alegre
Vaya, señor Alegre, pero ¿qué soy yo para que os riais y moféis tan bruscamente? ¿No soy acaso quien siente con vos todas vuestras penas, como se dice, quien os cuida en la salud y en la enfermedad? ¿No os he parido hijos? ¿No son como vos, Carlos? Mírate en tu propia imagen, hombre de corazón de piedra. Y aun así, por todo esto …

Alegre
([Canta] dentro.)
Marchaos, amor,
Marchaos, mi amor, mi amada.
Templado está el tiempo,
os está favoreciendo.
Aquí no tienes posada.
¡Venga, alegría, muchachos! ¡Algo de música suave y más vino!

Esposa
Espero que esté bromeando, ¿no, Jorge?

Ciudadano
¿Y qué si lo está, corazoncito?

Esposa
Pues si lo está, Jorge, me atreveré a decirle que es un viejucho "inorante" por tratar tan vilmente a su cónyuge.

Ciudadano
¿Qué? ¿Cómo la trata, vida mía?

Esposa
¿Que cómo? Venga ya, sir Salsero. Me da que te gustaría actuar como él, ¿no? ¡Señor, qué fogoso te has vuelto! ¡Qué buen varón, si tuvieras buen can! Te favorece que es un primor.

Ciudadano
No, te lo ruego, Leonor, déjate de regañinas; a mí, como hombre honesto y cristianísimo mercader que soy, me desagrada lo que hace.

Esposa
Os suplico me perdonéis, pues, Jorge. Ya sabéis que somos frágiles y volubles. — ¿Oís, maese Alegre? ¿Me permitís una palabra con vos?

Alegre
(dentro) ¡Tocad con más brío, zagales!

Esposa
En verdad, maese Alegre, no hubiera pensado que un hombre de vuestra edad y discreción (como si dijera), siendo un señor, y por tanto conocido por su gentileza, pudiera mostrar tan ínfimo respeto a su esposa; pues vuestra esposa es carne vuestra, el soporte de vuestra ancianidad, vuestra compañera de penalidades, con cuya ayuda os arrastráis por el fango de este transitorio mundo. Es más, es vuestra propia costilla. Y …

Alegre
[Canta dentro.]
No seré tu maestro,
ni tampoco reverendo.
Querría tu beso en mi fundamento
pues eres dama muy bella.

Esposa
[llamando a Alegre] ¡Válgame el cielo! Sí que me apena por lo de esta gentil señora, pero si yo fuera su esposa, a fe que … matusalén, a fe que …

Ciudadano
Te lo ruego, amapola mía, date por contenta.

Esposa
¡Decirme tales palabras, yo que soy una verdadera señora desde la cuna! ¡Que le ahorquen, a ese canoso rufián! Tráeme algo de beber, Jorge. Estoy que los nervios casi me funden. ¡Que el diablo se lleve su alma, a este bellaco!

[Sale el Ciudadano a buscar algo de beber.]

Alegre
[dentro] ¡Tocad una jiga! ¡Venga, jolgorio! ¡Llenadles a todos las copas!

Señora Alegre
Maese Alegre, ¿estáis dispuesto a hacerme esperar aquí? Espero que me abráis. Iré a por los que me abran la puerta.

Alegre
[dentro] Buena mujer, si cantáis, os daré algo, si no …
ErrorMetrica
Ya no tengo amor por vos
Margaret, ya no me amáis.
¡Vamos, arriba, muchachos, arriba!

Señora Alegre
¡Caiga un pedo de patán en tu boca, señor mío! — Vamos, Miguelín, no le importunemos más. Ya no seguirá humillándonos por el pan que nos sustenta. Vamos, hijo. Yo me ocuparé de ti, claro que sí. Iremos a ver a maese Riesgo, el mercader. Me extenderá una carta para el ventero de la Campana en Waltham, y allí te pondrá de aprendiz del mozo de taberna. ¿No te parece bien, Miguelín? Y déjame que me las apañe con ese viejo y cornudo bribonazo de tu padre. Le daré su propia medicina, ya verás.

[Salen.]
[El Ciudadano vuelve con una jarra de cerveza.]

Esposa
Venga, Jorge, ¿y la cerveza?

Ciudadano
Toma, cielo.

Esposa
Este viejo fornicador no me lo quito de la cabeza. — Señores, primero a su salud, y con mis deseos de que nos conozcamos mejor, de todo corazón. [Bebe.] Ponles cerveza a los señores, Jorge.

Finis actus tertii.


[Interludio 3]

Música.
[Entra el] muchacho [y] baila.

Esposa
Mira, Jorge, ya ha vuelto el mozalbete. Creo que tiene un aire del Príncipe de Orange con esas calzas tan largas, más si le pusiéramos una gola por el cuello. Jorge, quiero que me baile una jiga irlandesa — esa jiga me quita el sentido, os lo aseguro, señores. [al muchacho] Comienza, hermano. — Ya da brincos, corazoncito. — Ahora un giro con la punta del pie, y una voltereta. ¿No sabéis hacer volteretas, joven?

Muchacho
No, no sé, en verdad.

Esposa
¿Ni tragar fuego?

Muchacho
Tampoco.

Esposa
Bueno, os lo agradezco de corazón. [Le da dinero.] Tomad, un par de peniques para compraros un cinto.

[Sale el muchacho.]

4.1

Entran Gaspar [con una carta] y [un] muchacho [criado suyo].

Gaspar
Ten, mozo, entrega esta carta; y entrégala bien.
¿Me has conseguido cuatro tipos fuertes
que puedan llevarme? ¿Y estás en todo
lo que te he encomendado?

Muchacho [criado de Gaspar]
Señor, no temáis;
Lo tengo aprendido y no se me olvida.
Los hombres están prevenidos, al igual que el resto
de este encargo vuestro.

Gaspar
Ten, mozo,
tómalo, mas no te vuelvas hacendado.

Muchacho [criado de Gaspar]
A fe, señor, fuera extraño
encontrar adquisidor tan joven. Salgo presto,
que en mis alas llevo el destino vuestro.

Gaspar
Que Fortuna te acompañe.
Sale [el muchacho criado de Gaspar].
Mi última esperanza,
no me abandones, mas lanza tu ancla al mar
y tenme firme. Quédate inmóvil, tú roca rodante,
hasta que goce de mi amada. Mi súplica oíd,
poderes celestiales que a los hombres dirigís.

Sale.

Esposa
!Hale, aire! Rama más torcida que tú no crece en todo Londres. Seguro que ha de acabar mal de una manera u otra, pues su mirada lo dice todo. Además, su padre (y esto lo sabéis, Jorge) no es nada del otro mundo. Oísteis cómo me tomó por una cualquiera, y me cantaba canciones obscenas; pero, a fe mía, Jorge, que si vivo …

Ciudadano
Yo me encargo, corazoncito. Tengo pensada una estratagema para encerrarlo en los Arcos un año y hacer que cante el peccavi antes de que lo deje; y además que no sepa nunca quién le agravió.

Esposa
Sí, hazlo, mi buen Jorge.

[Entra un muchacho.]

Ciudadano
¿Qué nos va a mostrar Raúl ahora, mozo?

Muchacho
Pues lo que vos deseéis, señor.

Ciudadano
Bien, señor, pues id y traédmelo, y que venga el de rey de Persia y dé bautizo a una criatura en su honor.

Muchacho
Creedme, señor, eso no será fácil. Está pasado de moda. Ya lo han puesto en las tablas del Toro Bermellón.

Esposa
Jorge, que Raúl viaje por grandes cordilleras, y que esté muy cansado, y llegue a la casa del rey de Cracovia, cubierta de terciopelo, y allí que la hija del rey esté a la ventana, toda vestida de oro, peinando sus rubios cabellos con un peine de marfil, y que vea a Raúl y se enamore de él, y que baje y se lo lleve a la casa de su padre, y entonces que Raúl converse con ella.

Ciudadano
Bien dicho, Leonor, así será. — Mozo, pongámonos manos a la obra ya.

Muchacho
Señor, si os imagináis que todo esto ya está montado, les oiréis dialogar juntos. Pero no podemos presentar una casa de terciopelo negro, y una dama vestida de oro.

Ciudadano
Mi señor mozo, haced lo que podáis.

Muchacho
Además, no será muy decoroso que el aprendiz de un mercader de grueso corteje a la hija de un rey.

Ciudadano
¿No será decoroso, señor? ¡Pues sí que sois leído en historias! Os lo ruego, ¿qué era sir Dagonet? ¿No era el aprendiz de un mercader de grueso en Londres? Leed Los cuatro aprendices de Londres, en la que agitan sus picas así. Os lo ruego, traedlo, señor, traedlo aquí.

Muchacho
Así se hará. — No es culpa nuestra, señores.

Sale.

Esposa
Ahora sí que presenciaremos bellas acciones, te lo aseguro, Jorge. — Ah, ahí vienen. ¡Qué bello vestido lleva la hija del rey de Cracovia!

[4.2]

Entran Raúl y Lady [Pompiona], el escudero [Timoteo] y el enano [Jorge].

Ciudadano
Sí, Leonor, como es costumbre en ese país, vaya que sí.

Lady Pompiona
¡Sed bienvenido, caballero, a la corte de mi padre,
el rey de Moldavia; os recibe Pompiona,
su amada hija! Mas veo que no os agrada
nuestro recibimiento, pues os quedáis
una sola noche.

Raúl
Hermosa damisela,
obligado estoy a graves empresas
que requieren que me adentre en el páramo.
Además, el lomo de mi corcel está algo irritado,
lo que me fuerza a cabalgar con lentitud.
Mas gracias mil, bella dama, os sean dadas
por tratar a caballero andante con tal cortesía.

Lady Pompiona
Mas decidme, caballero, vuestro nombre y nación.

Raúl
Mi nombre es Raúl; de nación, inglés,
auténtico como el acero, inglés de corazón,
y aprendiz de especias en el Strand
por contrato sellado, del que guardo una parte.
Mas Fortuna me llamó a seguir las armas,
y tomé esta santa orden de caballería
de la Ardiente Mano, que a los ojos de todo hombre
muestro, derrotando a enemigos de las damas.

Lady Pompiona
A menudo se alaba el valor de vuestros compatriotas,
y la abundancia de manjares que da vuestra fértil tierra.
Mi padre a menudo me habló de cierta bebida
de Inglaterra, de nombre "nippitato",
que ahuyenta toda pena del corazón.

Raúl
Mi lady, es verdad; acercar los labios
a mejor "nippitato" no podréis.

Lady Pompiona
Y de una ave silvestre también me habló,
que la llaman “ternera salada con mostaza”;
pues grandes guerras ha habido entre nosotros.
Mas en verdad, Raúl, no fueron por mi causa.
Decidme, Raúl, ¿os contentaría
portar el favor de una dama en vuestro escudo?

Raúl
Caballero soy de religiosa orden,
y no he de portar favor de una dama
que cree en el Anticristo y en falsas tradiciones.

Ciudadano
Bien dicho, Raúl; conviértela si está a tu alcance.

Raúl
Es más, tengo una dama
en la alegre Inglaterra, por cuya virtud
tomé estas armas, y Susana le llaman …
doncella de un zapatero de la calle de la Leche, a quien juré
no abandonar mientras duren la vida y la mano.

Lady Pompiona
¡Feliz esa dama remendona, sea quien sea,
que para ella sola, amado Raúl, te ha conseguido!
Infeliz yo, que nunca veré el día
en que te vuelva a ver, pues te llevas mi corazón.

Raúl
Adiós, mi lady. He de partir con vuestra venia.

Lady Pompiona
¡Ah, Raúl de corazón de hierro, de damas engañador!

Ciudadano
Escucha, Raúl, ten estos dineros. Da algo a la casa del rey de Cracovia. No estés en deuda con él.

Gaspar
Mi lady, antes de partir, encomendadme
a los oficiales de vuestro padre, quienes en verdad
fueron diligentes para conmigo.
Tiende tu nívea mano, tú, princesa.
Doce peniques para el chambelán de vuestro padre,
y otro chelín para el cocinero
(pues, a fe, que ese ganso lo asó muy bien),
y doce más para el palafrenero
por untar mi caballo, y por la manteca
otro chelín. Para la doncella
que lavó mis calzas, ten cuatro peniques,
y dos más para el mozo que limpió mis botas.
Y por último, bella dama, tened para vos:
tres peniques para alfileres el día de feria.

Lady Pompiona
Gracias mil. Los guardaré bien,
por ti, hasta que se queden sin cabezas, Raúl.

Raúl
¡En marcha, escudero y enano! He de partir.

Lady Pompiona
Matas mi corazón al alejarte así.

Salen.

Esposa
Le recomiendo a Raúl que no ceda ante la de Cracovia. Hay mujeres más agraciadas en Londres, bien lo sé. Pero, Jorge, aquí vuelven maese Hunfrido y su amor.

Ciudadano
Sí, pichoncito, silencio.

[4.3]

Entra el Mercader [Riesgo], Hunfrido, Lucía y un muchacho [criado del Mercader].

Mercader
Vete arriba. No quiero más súplicas.
Y, a partir de ahora, niña, os tendré alejada
de la calle y los mozos y pródigos que la merodean.
Venga, no son más que lágrimas de mujer. Os conozco bien. —
Mozo, enciérrala y guarda bien la llave
si estimas en algo tu vida.
Salen Lucía y el muchacho.
Y ahora, Hunfrido, hijo mío,
podéis tener por seguro mi amor
y cosechar vuestro propio deseo.

Hunfrido
Veo, a través de vuestra hija, ese amor,
aunque lo veo poco, y desde hoy
corresponderé en todo lo que alcanzo,
como se espera de cristiano hidalgo.

Mercader
Os creo, hijo mío, y os lo agradezco,
pues fuera descortés pensar que adulabais.

Hunfrido
Sí lo fuera; mas ¿os digo la razón?
Por mentir, me llevé dos zurras, dos.

Mercader
Bien, hijo, basta de lisonjas. Mi hija
es vuestra otra vez. Indicad el día y tomadla.
Y vigilaremos bien. Yo mismo y algunos amigos
nos encargaremos de vuestra boda.

Hunfrido
Así lo deseo, a fe mía, pues, sépanlo todos,
que siempre he temido mentir solo.

Mercader
En tres días, pues.

Hunfrido
¡Tres días! Un momento:
quizás es mucho tiempo, pero de acuerdo;
es solo que pensaba, antes de la fecha,
visitar a mis amistades con nueva vestimenta.

Entra un sirviente.

Sirviente
Señor, afuera una dama desea hablar con vuestra señoría.

Mercader
¿Qué dama?

Sirviente
No le pregunté, señor.

Mercader
Decidle que entre.

Entran la señora Alegre y Miguel.

Señora Alegre
La paz sea con vuestra señoría. Vengo, pobre, a pediros, señor, por el bien de esta criatura.

Mercader
¿No sois vos la esposa de Alegre?

Señora Alegre
Sí, cierto. ¡Ojalá no hubiera visto nunca sus ojos! Me ha arruinado a mí, a sí mismo, y a sus hijos, y allí vive en casa, cantando, alborotando y holgando con los borrachos de sus amigos. Mas, os lo aseguro, no sabe ni cómo conseguir un penique para llevarse un pan a la boca. Y por tanto, si le place a vuestra señoría, le solicitaría una carta para el ventero de la Campana en Waltham, para que pueda colocar a mi hijo bajo la protección de su mozo de taberna y en una senda segura.

Mercader
Los cielos mi ruego han oído. – Tu esposo,
cuando yo estaba sumido en el dolor, se rio de mí.
Tu hijo, cual desgraciado desagradecido, aunque yo
lo rescaté y le acogí en mi casa,
como muestra de su amor, rapta a mi hija primero,
después ofende a este caballero, y por último
me causa tal pesar que habríame conducido
a la tumba, si una mano más poderosa no hubiera
aliviado mi dolor. Márchate, y llora como yo lloré,
sin compasión, pues aquí proclamo
odio sempiterno a todos los de tu saga.

Señora Alegre
¿Eso haréis, señor? ¿Qué os parece? — Vamos, Miguelín, quédese él con esos aires para enfriar sus gachas. Iremos a ver a tu aya. Teje calzas de seda, y nosotros tejeremos, y no tendremos que dar gracias a ninguno de estos.

Salen Miguel y su madre.
Entra un muchacho [criado de Gaspar] con una carta.

Muchacho [criado de Gaspar]
Señor, supongo que sois el dueño de la casa.

Mercader
¿Qué queréis, mozo?

Muchacho [criado de Gaspar]
Para vos, señor, llega esta carta.

Mercader
¿De quién, apuesto mozo?

Muchacho [criado de Gaspar]
De quien fue vuestro aprendiz, pero ya
no portará tal nombre, pues ha muerto.
El dolor de la ira que adquirió de vos quebró su corazón.
Le vi morir, y de su mano recibí
esta carta con el encargo de traérosla.
Leedla, y obtened satisfacción.

Carta.

Mercader
[Lee.] "Señor, que ofendí vuestra estima lo confieso, con lo que adquirí para mí, además de mi ruina, el mal nombre entre mis amigos. Que vuestra ira, buen señor, no me sobreviva, mas dejadme descansar en paz con vuestro perdón. Dejad que mi cuerpo, si un moribundo puede convenceros, lo lleven presente ante vuestra hija para que vea en verdad cómo mis llamas ardientes están enterradas, y con ello recibir el testimonio del celo con que sostuve su virtud. Quedad con Dios, para siempre, y sed siempre dichoso. Gaspar."
ErrorMetrica
¡Que grande es la mano de Dios! Le perdono,
pero me alegro que esté tranquilo donde espero
que no vuelva a morder. — Mozo, trae el cuerpo,
y que se cumpla su voluntad, si eso es todo.

Muchacho [criado de Gaspar]
Está fuera, señor.

Mercader
Bien, señor, con vuestra venia,
podéis conducirlo hasta aquí. No le tengo ningún miedo.

Hunfrido
Yo seré vuestro ujier, mozo, pues aunque algo
me debía una vez, bien que lo ha pagado.

Salen.
Entra Lucía sola.

Lucía
Si hubiere acaso castigo impuesto
a los afligidos mayor del que siento yo,
que todos juntos me asalten y en un instante
ahoguen mi alma. No puedo soportar
estas torturas que perduran. ¡Oh, tú, que eres
el fin de todo y el dulce reposo de todo,
ven, ven, oh, muerte! Concédeme la paz,
y borra todo recuerdo que pueda engendrar
de mi padre y de mi cruel amado. —
¡Oh, infeliz doncella, aún viva per ser infeliz,
para ser juguete de Fortuna en sus mudanzas
y contar el paso de las horas y las penas juntas,
qué dichosa habría sido, si al nacer
mi tumba hubiera sido mi cuna!

Entra un sirviente.

Sirviente
Con vuestra venia,
joven señora, hay un mozo que ha traído un ataúd.
Qué decirle, no sé, mas vuestro padre
me ordenó que os avisara. Aquí llegan.

Entran dos[, el criado de Gaspar y un porteador,] con el ataúd, con Gaspar dentro.

Lucía
Para mí, eso espero. Bienvenido sea.

Muchacho [criado de Gaspar]
Bella señora, no quiero añadir más dolor
a la gran tristeza que ya sufrís. Gaspar,
quien mientras vivió fue vuestro, ahora muerto
y aquí encerrado, me dio orden de traer
su cuerpo ante vos, y suplicar una lágrima
de esos bellos ojos (aunque él no merezca piedad)
para adorno de su funeral; pues así me pidió
que dijera a aquella por quien murió.

Lucía
Muchas tendrá. —
Amigos, salid un instante, mientras me despido
de este hombre, ya muerto, a quien una vez amé.
(Salen el porteador y el muchacho [criado de Gaspar].)
¡Oh, vida, tente un momento y después te entrego
al ser celestial que te creó! ¡Oh, mi amado!
¿Así me engañas, adelantándote a mí?
No tardaré mucho. Mas créeme,
fuiste demasiado cruel, Gaspar, contra ti mismo,
al castigar la injuria que yo habría perdonado,
con tu muerte prematura. No me ofendiste,
mas siempre has sido el más gentil, leal y amante,
y yo la más inhumana, falsa y cruel.
¿Me has pedido una lágrima? Te daré todas,
cuantas pueden verter mis ojos, todos mis suspiros.
y todo mi ser. Antes de que te alejes de mí,
hay unos pobres ritos: si tu alma
aún vaga por este lugar y puede ver
y mirar cómo pretendo adornarte,
subirá al cielo, en las alas de la paz,
satisfecha. Primero cantaré una endecha,
luego besaré tus labios pálidos, y después moriré,
y en un ataúd y en una tumba habitaremos.
Canción
Venga, quien su amor perdió,
y, mientras canto,
llore y sus manos
retuerza, y su frente la flor
corone del ciprés y el triste tejo,
con cintas de azul y de negro,
por quien fue su amante honesto.
Venga con su llanto grave
y ante su tumba
esté a la escucha
de suspiros rituales.
Tráiganle a él los ramos más bellos,
en blanco, púrpura y azul acero,
a él que fue su amante honesto.
Tú, oscuro lienzo, triste de mi gozo,
a ti te levanto, y así me reúno con la muerte.

[Gaspar se levante y sale del ataúd.]

Gaspar
Y así con quien vive.

Lucía
¡Que el cielo me proteja!

Gaspar
No huyáis de mí; no soy un espíritu.
Miradme bien. ¿No me conocéis aún?

Lucía
¡Tú, de mi amado estimada sombra!

Gaspar
Estimada carne,
pues juro que no soy sombra. Tocad mi mano:
es la misma que era. Yo soy vuestro Gaspar,
vuestro Gaspar que aún vive y os ama.
Perdonad mi impulsivo embate, esa estúpida prueba
de vuestra lealtad que practiqué;
pues antes mi espada habría bebido mi sangre
y liberado mi alma que arrebatado
la mínima gota de sangre de ese cuerpo. Por tal,
condenadme a lo que sea: si la muerte, la asumo
con toda mi voluntad.

Lucía
[Le besa.]
Esta muerte te doy.
Mi satisfacción ya tengo. No sois espíritu,
sino mi amado más leal, leal, leal.
¿Por qué habéis venido así?

Gaspar
Primero, para veros,
y luego para llevaros.

Lucía
No puede ser,
pues estoy encerrada y bajo guardia a todas horas.
Es imposible que pueda escapar.

Gaspar
Nada más posible. En este ataúd
introducíos. Dejadlo en mis manos.
Tengo implicados a veinte hombres.
Solo os pido refugiarme en vuestro aposento
un instante. Y por mí no temáis. Meteos
para que se os lleven ahora de aquí.
No temáis, mi amor. Estaré con vos.
[Lucía se mete en el ataúd.]
Escondeos. Así. Todo va bien. — ¡Muchacho!

[Entran el muchacho criado de Gaspar y el porteador.]

Muchacho [criado de Gaspar]
A vuestro servicio.

Gaspar
Llevaos este ataúd y tened cuidado.

Muchacho [criado de Gaspar]
De inmediato.

Gaspar
Ahora a por mi intriga.

Sale.
[El muchacho y el porteador empiezan a salir.]
Entra el Mercader [Riesgo].

Mercader
¡Eh, mozo, mozo!

Muchacho [criado de Gaspar]
Vuestro servidor, señor.

Mercader
Hazme este favor, muchacho — toma, una corona —, antes de que entierres el cuerpo de este, llévaselo a su viejo y alegre padre y salúdalo de mi parte, y decidle que cante. Motivos tiene.

Muchacho [criado de Gaspar]
Así lo haré, señor.

Mercader
Y después me informas de qué ánimo tiene, y toma otra corona. Hazlo, sí. Le he preparado una oferta que le va a mortificar.

Muchacho [criado de Gaspar]
¡Que Dios bendiga a Vuestra Señoría y vuestra salud, señor!

Mercader
Id con Dios, mozo.

Salen [el muchacho y los porteadores por un lado; el Mercader Riesgo, por otro.]

[4.4]

Entra maese Alegre.

Esposa
Ah, el viejo Alegre, ¿ya está de vuelta? Cántanos alguna de tus canciones.

Alegre
[Canta.]
¿Quién canta más animado
que al no le queda un ochavo?
Ni un céntimo en la bolsa, pero mi corazón palpita jovial. Me pregunto aún, viejo como soy, si alguien ocupado en su oficio, o en el servicio, puede cantar y reír y pasear por las calles. Mi esposa y mis dos hijos no sé dónde están. No me queda nada, ni sé cómo conseguir viandas para la cena. Pero estoy siempre alegre, pues sé que me las encontraré en la mesa cuando sean las seis. Por tanto, ¡al diablo con los pensamientos!
[Canta.]
ErrorMetrica
Yo no quiero ser criado,
siempre a cuestas con la saca;
ni de halcones al cuidado
quiero estar por las mañanas.
Mas serviré en buena casa,
donde haya un buen amo,
buenos vinos y viandas,
y no dé al agua un palo.
Esto es lo que mantiene a la vida y al alma juntos: la alegría. Esto es la piedra filosofal, de la que escriben tanto, que mantiene a uno siempre joven.

Entra un muchacho [al servicio de Maese Alegre].

Muchacho 1.º
Señor, me dicen que saben que todo vuestro dinero se ha acabado, y que ya no os fiarán más bebida.

Alegre
¿Ya no? Allá ellos. Lo mejor es que reina la alegría en mi casa, y no necesito salir a buscarla. Que se guarden la bebida para ellos.
[Canta.]
ErrorMetrica
¡Ay, la tabernera, que está en la montaña,
Qué buena cerveza nos pone en la jarra,
y el bien les desea a los camaradas!
¡A la montaña nos vamos, ajá, ajá!
¡A la montaña nos vamos!
Y cuando has estado holgando un buen tiempo,
no indagues "¿a cuánto sube lo que debo?":
A la tabernera le das un buen beso.
¡A la montaña nos vamos, ajá, ajá!
¡A la montaña nos vamos!

Entra otro muchacho [al servicio de Alegre].

Muchacho 2.º
Señor, no he podido conseguir pan para la cena.

Alegre
¡Al diablo con el pan y con la cena! Preservemos nuestra alegría y nunca pasaremos hambre, os lo aseguro. Cantemos un canon. Mozo, sígueme, vamos.

Alegre, Muchacho 1.º y Muchacho 2.º
(Cantan este canon.)
¡Ay, no, no, nadie en la casa!
Ni vino, viandas, ni oro, nada.
Llena la jarra, Tomás,
que no necesito más.

Alegre
Muy bien, muchachos, basta. Seguidme. Mudémonos de lugar, y retomemos nuestras risas.

Salen.

Finis actus 4.º


[Interludio 4]

Esposa
Que se vaya, Jorge. Nadie de nosotros lo va a aceptar, ni tampoco nadie de la compañía, si es que puedo dar mi opinión.

Ciudadano
Nadie, amor mío; pero, Leonor, quiero que Raúl haga ahora una acción muy notable, para honor y gloria eternos de los mercaderes de especias. — ¡Eh! Vos, muchacho. ¿No me oís nadie?

[Entra un muchacho.]

Muchacho
Señor, ¿qué deseáis?

Ciudadano
Que Raúl salga en las fiestas de mayo por la mañana y que haga un discurso, donde los depósitos, con todas sus bandas puestas, y sus plumas, anillos y baratijas.

Muchacho
Pero, señor, no tenéis en cuenta nuestra obra; ¿cómo va a desenvolverse?

Ciudadano
¡Y qué, señor! Me da igual cómo se desenvuelva. Quiero que salga, o iré yo mismo a sacarlo. Quiero que se haga algo en honor de la ciudad. Además, ya ha estado tiempo de sobra con tanta aventura. Traedlo presto, o si me entro donde estáis …

Muchacho
Bien, señor, saldrá. Pero si nuestra comedia fracasa, señor, vos habréis de pagar por ella.

Ciudadano
Que salga pronto, entonces.

Sale el muchacho.

Esposa
A fe mía que esto será de bien ver. Jorge, ¿y no bailaría la moresca, por el buen nombre del Strand?

Ciudadano
No, corazoncito, sería demasiado para el mozo. Entra Raúl [ataviado del señor de mayo, con banda en diagonal y bastón dorado]. ¡Oh, aquí está, Leonor! Con ese atuendo viste casi como corresponde; pero aún le faltan más anillos.

Raúl
Oh, Londres, al mayo alegre represento ante ti.
Escuche todo súbdito de bien lo que he de decir,
pues desde el alto aljibe, como se verá claro,
mi nombre os desvelaré y por qué me he presentado.
Raúl es mi nombre, de ascendencia justa mas sin nobleza,
si bien inferior al digno tropel de cofrades de especias;
y por los compañeros del Strand, por su elección,
con banda y bastón dorado, aquí estoy, de mayo el señor.
¡Alegraos, pechos ingleses, en la ciudad, el pueblo y el campo!
¡Alegraos, caros amantes! ¡También en cada condado!
Ya las flores el prado hermosean con su aroma;
ya las avecillas cantan y los corderos retozan.
Ya el abedul reverdece, y se queja el escolar.
Los corros de la moresca, y el caballito con su ágil danzar.
En su asueto al aire libre, las damas y caballeros
se besan, ora en la hierba, ora en el cálido heno.
Manteca y hoja de salvia para la sangre purgarse;
ni Venus ni flebotomías: son ruines y desagradables.
Ya los pececillos por los guijarros suaves desovan,
y los caracoles, antes mudos, se asoman por sus conchas.
Los ríos sonoros se ofrecen al chapoteo de los mozos;
Y esperando la montura pace el corcel brioso.
El ciervo y el corzo, el cervato y cervatillo,
salen del zarzal en pos de la mies del campesino.
Sed vos como ellos, os digo, los de esta noble ciudad;
quitaos las capas; los birretes de terciopelo, alzad;
cosed al hombro limpios paños; llevad bandas, ligas,
cascabeles, y gritad "¡Lo mejor, nuestra villa!";
marchad de veinte en veinte, alegres las caras,
A Hoxton or Newington, colmados de cerveza y pastas.
Y que nunca se diga, que nosotros, mocedad de Londres,
decoramos los bonetes y olvidamos lo que nos corresponde.
¡Arriba, os digo, al hombre y la maya, al joven y al senil,
con tambor y armas que retruenan, y tocando el tamboril!
¡Dios salve al rey, y al reino otorgue paz,
y líbrelo de traidores! Y así, amigos, calla este rapaz.

[Sale.]

5.1

Entra el Mercader [Riesgo], solus.

Mercader
No quiero tener mucha compañía en la boda, un par de vecinos y sus esposas; y sí un buen capón cocido en caldo con tuétano y un buen pedazo de ternera, adobado con romero.

Entra Gaspar, con la cara enharinada.

Gaspar
No te esfuerces, mentecato. Demasiado tarde.

Mercader
¡El cielo me proteja! ¿Gaspar?

Gaspar
Sí, su sombra,
a quien has agraviado por su amor constante.
Necia criatura sublunar, no entiendes
que a dos leales corazones la muerte no separa.
Primero, sabe que a tu hija la portan
alas de ángeles por el éter sutil
a donde no la alcanzarás, y que nunca
podrás contemplar su rostro; mas ella y yo
en otro mundo gozaremos de nuestro amor mutuo,
donde ni la ira paterna ni la pobreza
ni las cuitas que abaten a los hombres en la tierra
separarán jamás nuestros corazones unidos.
Y tú ya no estarás sentado o solo
en lugar alguno sin que yo te visite
con mirada espectral y te recuerde
las grandes injurias que me inferiste.
Cuando a la mesa estés con tus amigos
con alegría en el corazón y el vino insuflando tu ánimo,
yo me llegaré en mitad de tal jolgorio y vanidad,
invisible a todos excepto a ti,
para susurrarte tal grave historia al oído
que te hará soltar la copa de tu mano
y pálido enmudecer como la misma muerte.

Mercader
¡Perdóname, Gaspar! ¡Oh! ¿que podría hacer,
dime, para dar satisfacción a tu alma atribulada?

Gaspar
Ya no hay remedio. Demasiado tarde.

Mercader
Pero dime qué es lo mejor que puedo hacer.

Gaspar
Arrepiéntete y da compensación a mi padre,
y expulsa al necio Hunfrido a palos de tu casa.

Sale Gaspar.
Entra Hunfrido.

Esposa
Mira, Jorge, su mismo espíritu quiere que zurren a la gente.

Hunfrido
¡Padre, mi novia se ha ido, mi Lucía, la bella!
Mi alma es hontanar de venganza, canal de vileza.

Mercader
¡Fuera, imbécil, vete con esa estúpida aflicción!
Has arruinado mi vida.

[Le golpea.]

Hunfrido
¡Basta, querido padre,
por tu hija Lucía, que no tiene quien la iguale!

Mercader
¿Yo, tu padre, imbécil? Toma y toma. Vete. —
Gaspar, espero que tu alma se apacigüe
al ver tu voluntad cumplida. Voy ahora
a compensar a tu padre por los agravios que sufriste.

Sale.

Hunfrido
¿Y yo qué haré? Dos veces me han dado zurra,
y mi Lucía se ha ido. ¡Amparadme! ¡Ayuda!
Pues mi vero amor se ha ido, ya nunca más,
mientras viva, el cielo he de contemplar,
mas en lo oscuro contaré mis pasos,
afligido, en el altar de la Santa Fe en San Pablo.

Sale.

Esposa
Jorge, llama a Raúl; si me tienes estima, llámale y que venga aquí. Quiero que haga algo de lo más maravilloso. Te lo ruego, llámale ya.

Ciudadano
¡Raúl, eh, Raúl, muchacho!

Entra Raúl.

Raúl
Señor.

Ciudadano
Ven aquí, Raúl, acércate a tu señora, muchacho.

Esposa
Raúl, quiero que llames a todos los jóvenes y se desplieguen en formación de batalla, con tambores, arcabuces y banderas, y que marchen a Mile End con pomposidad, y se guarden de no quemarse las barbas, Raúl; y que hagan una escaramuza, con banderas en alto, gritando "¡Muerte, muerte, muerte!". Mi esposo te prestará su jubón, Raúl, y toma, un pañuelo. Para lo demás, la casa os proveerá, e irá a cuenta nuestra. Hacedlo a lo grande, Raúl, y pensad delante de quien actuaréis, y a qué persona representáis.

Raúl
Os aseguro, señora, si no lo hago en honor de la ciudad y el buen nombre de mi señor, pierda yo toda esperanza de alcanzar la libertad.

Esposa
A fe que dices muy bien. Venga, vete. Gallardía sí que tienes, mozo.

Ciudadano
Raúl, Raúl, haced que se entrecrucen vuestras filas; y con garbo, Raúl.

Raúl
Estad seguro, señor.

Ciudadano
Que cuide de hacer bien las maniobras; si no, le regañaré. Un día fui lancero de pica, cuando hacía más calor, moza. La pluma que tenía voló de un disparo; la tela de la empuñadura se quemó con la pólvora; me rompieron la cabeza con un taco de limpiar; y aun así doy gracias a Dios que estoy aquí.

Tambores dentro.

Esposa
Escucha, Jorge: los tambores.

Ciudadano
¡Rantataplán, rantataplán! Ah, moza, si hubieras visto al pequeño Eduardo de Aldgate, a Eduardo el tamborilero, cómo lo hacía rugir y rugir como el tirano en las tablas, y después tocar suave hasta que venía la milicia, y tronar de nuevo, y todos juntos gritando "¡Sssssssss, bang!", dice el arcabuz; "¡ánimo, compañeros!", dicen los capitanes; "¡Por san Jorge!", dicen los lanceros; y con todo cargan aquí y cargan allá; y a pesar de esto, moza, aquí estoy.

Esposa
Ya has de estar agradecido, Jorge, pues en verdad que me maravilla.

[5.2]

Entra Raúl con su compañía [incluyendo a Guillermo Martillo, Jorge Oca, Soldado 1.º y Soldado 2.º], con tambores y pendones.

Raúl
¡Marchad con gallardía, amigos! Teniente, que redoblen para cerrar por detrás. — Alférez, enarbolad vuestros colores, pero cuidado con los ganchos de los carniceros en Whitechapel; a más de un buen alférez han dado muerte. — En fila, para que pueda comprobar vuestras figuras y munición. — Sargento, que se congreguen.

Sargento
¡Atención! — ¡Guillermo Martillo, peltrero!

Martillo
[adelantándose] Presente, mi capitán.

Raúl
Coraza y pica española: bien. ¿Sabes aterrorizar con la pica?

Martillo
Eso espero, mi capitán.

Raúl
Atácame. [Martillo le ataca con la pica.] Muy flojo. Ponle más bravura, Guillermo Martillo, ¡más bravura! — Como estabais al principio. — Seguid, sargento.

Sargento
¡Jorge Oca, pollero!

Oca
Presente.

Raúl
A ver vuestra arma, paisano Oca. ¿Cuándo la habéis disparado?

Oca
Con vuestra venia, señor capitán, la disparé hace nada, en parte para limpiarla y en parte por alardear.

Raúl
Eso parece, en verdad, pues aún huele a quemado. Además, veo un defecto grave en el orificio: deja salir los gases y apesta. Y os digo más, y creedme: diez orificios como ese traerían la peste a todo un ejército. Consíguete una pluma, paisano, una buena pluma, aceite y papel, y vuestra arma estará en condiciones. ¿Dónde guardáis la pólvora?

Oca
Aquí.

Raúl
¿Cómo, en papel? Como soldado y gentilhombre que soy, esto merece un consejo de guerra. Deberíais morir por esto. ¿Dónde tenéis el cuerno? Contestadme.

Oca
Con vuestra venia, se me ha olvidado.

Raúl
No me agrada nada que seáis así. ¡Qué vergüenza, qué difamación para nuestros paisanos, vos, un hombre de tanta estima y dignidad, dejaros el frasquillo de cuerno en casa! Temo que empiece a ser ejemplo. Pero basta, dejemos este asunto. — En fila, que os vea a todos. — ¿Qué le ha pasado a la punta de vuestro cuerno?

Soldado 1.º
En verdad, mi capitán, explotó por la pólvora.

Raúl
Ponedle una nueva, a expensas de la ciudad. — ¿Dónde está la mecha de esta arma?

Soldado 2.º
El tambor me la quitó para encenderse el tabaco.

Raúl
Ese defecto hay que corregirlo, amigo mío. — A vos os falta la punta, — y a vos la mecha. — Sargento, tomad nota, pues ha de constar en la paga. — ¡En marcha, adelante! Paso a paso, señores, paso a paso. ¡Doblen las filas! ¡Así! ¡Media vuelta! — ¡Vos, el de la cara chorreante, no os salgáis de la fila! — Vigilad vuestra mecha, muchacho, o pronto estará en el cuerno de vuestro compañero. — Bien, media luna ahora. ¡Picas en alto! Deteneos y prestad atención. Señores, compatriotas, amigos, y compañeros de armas. En este día de hoy os he traído a estos campos de ira, sacándoos de la seguridad de los talleres y la dicha de las tiendas, para medir vuestro honor en brazas y vuestro coraje en libras. ¡Que no se diga, ay, que no se diga en la posteridad, que la noble descendencia de esta ciudad desfalleció! Comportaos en esta distinguida acción como hombres, como hombres valientes y ciudadanos libres. No temáis el rostro del enemigo ni el estruendo de las armas, pues, creedme, hermanos, el sordo retumbar del carro de un cervecero causa más terror, y de ello tenéis cotidiana experiencia. Ni permitid que el hedor de la pólvora os ofenda, pues mayor hedor os acompaña cada noche. Para el de ánimo firme, su hogar está en todas partes. No os lo digo para socavar la esperanza de vuestro retorno, pues volveréis a ver, sin duda alguna y muy pronto, a vuestras amadas esposas, y tiernos hijos, cuya estima os acompaña en los cestos. Recordad bien qué causa os impulsa, y como turba de verdaderos carroñeros, purgad este glorioso reino de enemigos. Solo me queda deciros esto: mostraos firmes con el arma, muchachos, y mostrad al mundo que sabéis blandir un espada tan bien como un mandil. ¡Por san Jorge, bravos amigos!

Todos
¡Por san Jorge! ¡Por san Jorge!

Salen.

Esposa
Bien hecho, Raúl. Te voy a enviar un capón bien cebado y una botella de cerveza fuerte; e iré yo misma a verte, si puede ser.

Ciudadano
Leonor, el mozo me ha decepcionado mucho. No me lo esperaba de él. Lo ha representado de tal modo, moza, que si aún vivo, o le pongo a capitanear galeras de ceremonias el próximo año, o no conseguiré nada.

[5.3]

Entra el viejo Alegre.

Alegre
Ya doy gracias a Dios que no me han salido más arrugas. ¿Qué, muchachos, no hay ninguna jarra? Y tú, Preocupación, a vivir con los gatos; yo te desafío. Mi corazón está fuerte como un roble; y aunque me falta algo de beber para humedecer mi caramillo, aún puedo cantar.
[Canta.]
ErrorMetrica
Más esfuerzos no, muchachos,
no más esfuerzos,
pues ya nunca en nuestra vida
— ¡ay! — llegaremos.

Entra un muchacho [criado de Gaspar] con un ataúd [que llevan porteadores].

Muchacho [criado de Gaspar]
Dios os bendiga, señor.

Alegre
Bien hermoso vienes, mozo. ¿Sabes cantar?

Muchacho [criado de Gaspar]
Sí, señor, sé cantar, pero no es necesario en este momento.

Alegre
[Canta.]
Canta y repica,
mientras amor lo permita.

Muchacho [criado de Gaspar]
Pero, señor, si supierais lo que os he traído, pocas ganas de cantar tendríais.

Alegre
[Canta.]
¡Oh, muchacha hermosa,
cuánto tiempo te he buscado!
Y te encuentro ahora.
¿Y me traes a mí un regalo?

Muchacho [criado de Gaspar]
Un ataúd, señor, y a vuestro hijo Gaspar dentro.

Alegre
¿Muerto?
[Canta.]
ErrorMetrica
¡Quedad en paz, zagal!
Hermoso mozo fuiste.
¡Cómo os llegué a amar!

Entra Gaspar.

Gaspar
Pues, señor, os ruego que sigáis amándome.

Alegre
¿El espíritu de Gaspar?
[Canta.]
ErrorMetrica
Bienvenido seas — tan pronto— del Estigio.
Dime qué maravillas en torno a Pluto has visto.

Gaspar
A fe mía, señor, que nunca estuve allí. Demasiado calor, señor.

Alegre
Sí que es jocoso este espíritu.
[Canta.]
ErrorMetrica
¿Dónde está vuestro verdadero amor?

Gaspar
¡Ajá!, pues mirad, señor.

Levanta [la tapa del] ataúd.
[Sale Lucía.]

Alegre
Vaya, sí que eres bueno en este arte.
[Canta.]
ErrorMetrica
Con el "tengo" y con el "tuve",
el mundo va a la carrera.
La mano del joven sube ...
por los pies de la doncella.

La señora Alegre y Miguel desde dentro.

Señora Alegre
[dentro] ¿Qué, señor Alegre, no nos vas a dejar entrar? ¿Qué crees que va a ser de nosotros?

Alegre
¿Que voz es esa que llama a nuestra puerta?

Señora Alegre
[dentro] Me conocéis muy bien. Segura estoy de que no he sido una extraña para vos.

Alegre
[Canta.]
Unos tocan, otros cantan
"¡Eh, alirón!"
y a una vez en alto dicen,
tan alto como el cuerno de milord
"¡Musgrave, adiós!"

Señora Alegre
[dentro] ¿No nos dejaréis morir de hambre, verdad, maese Alegre?

Gaspar
Ea, buen señor, ceded. Es mi madre. Si sus ofensas para con vos han sido graves, recuerde vuestro propio amor que ella es vuestra, y por tanto perdonadla.

Lucía
Mi buen maese Alegre, os lo suplico. No me lo neguéis.

Señora Alegre
[dentro] ¡Ay, maese Alegre! ¿Vais a tener siempre ese mal genio?

Alegre
Mujer, te readmito a mi amor; pero has de cantar antes de entrar aquí. Así pues, venga vuestra canción y entrad.

Señora Alegre
[dentro] Bueno, se hará vuestra voluntad, cuando todo haya acabado. — Miguelín, ¿qué canción sabes cantar, mozo?

Miguel
[dentro] En verdad que solo sé cantar como corresponde la de "La hija de una dama de París".

Señora Alegre y Miguel
[Cantan.]
"Era la hija de una dama …" etc.

[El señor Alegre abre la puerta.]
[Entran la señora Alegre y Miguel.]

Alegre
Ea, sed bienvenidos de nuevo a casa.
[Canta.]
ErrorMetrica
Si hay peligro en el halago
y la burla va en serio,
ya no irás de fiesta en mayo.

Mercader
(dentro) ¿Estáis en la casa, señor, maese Alegre?

Gaspar
Es la voz de mi maestro. – Buen señor, retenedle con alguna conversación mientras nos trasladamos a un aposento aquí en la casa.

[Salen Gaspar y Lucía.]

Alegre
[al Mercader] ¿Quién sois? ¿Estáis alegre? Debéis estar muy alegre si queréis entrar.

Mercader
[dentro] Sí lo estoy, señor.

Alegre
Pues cantad.

Mercader
Ea, señor, abridme.

Alegre
Que cantéis, digo, o por este corazón alegre mío que no entraréis.

Mercader
Bien, señor, cantaré.
[Canta.]
ErrorMetrica
La Fortuna, mi enemiga, etc.

[Alegre deja entrar al Mercader]

Alegre
Bienvenido seáis, señor, bienvenido. Ya veis vuestro solaz. Os lo ruego, estad alegre.

Mercader
Oh, maese Alegre, a pediros he venido
perdón porque os ofendí a vos
y a vuestro virtuoso hijo. Mucho os ofendí,
pero mucho más me arrepentiré.
Confieso que mi severidad le hizo sufrir,
y por ello el cielo en justicia me ha castigado
más de lo que soportan mis años. Su espíritu,
errante y sin paz, me persigue a todos lados,
y me grita "Voy rondándote por ser cruel".
Mi hija … se ha ido no sé cómo,
invisible, y si está aún viva
o en la tumba aún no sé con certeza.
Oh, maese Alegre, este pesar
me hundirá en mi tumba. Perdonadme, señor.

Alegre
Bueno, señor, os perdono. Y estad alegre.
Y si el bromista se ha portado como un bribón,
¿le podéis perdonar también?

Mercader
De todo corazón, señor.

Alegre
Decidlo otra vez, y con ánimo.

Mercader
Le perdono, señor.
Por mi alma, le perdono.

Alegre
[Canta.]
Y llegó su buena amada,
como el lirio era blanca.
¡larilá, larilá!
Entran Lucía y Gaspar.
Y llegose su amado caballero;
luchador como nadie leal y honesto, etc.
Señor, si los perdonáis, unid sus manos y no digamos más sobre este asunto.

Mercader
Les perdono, les perdono.

Ciudadano
No me agrada esto. ¡Silencio, muchachos! Escuchadme, uno de vosotros: todos los papeles ya han llegado a su fin excepto el de Raúl, y lo han dejado fuera.

Muchacho
Es todo por vos, señor. No tenemos nada que ver con su papel.

Ciudadano
¡Raúl, ven, sal! — Haced con él lo mismo que con los demás, muchacho. ¡Venga!

Esposa
Esposo mío, que salga ahora y que muera.

Ciudadano
Sí, lo hará, Leonor. — ¡Raúl, sal pronto y muérete, muchacho!

Muchacho
No será muy apropiado que muera, señor, sin motivo alguno, y más en una comedia.

Ciudadano
No tengáis cuita por eso, mozo. ¿Creéis vos que su papel no acaba cuando muere? — ¡Sal ya, Raúl!

Entra Raúl con una flecha con dos puntas que le atraviesa la cabeza.

Raúl
Cuando yo era mortal, este mi constreñido cuerpo
deleitábase con higos y pasas en el Strand,
donde, sentado, observé a una fermosa dama,
cuyo maestro moldeó con cera y punzón,
y bajo tierra forró más de una bota.
Pronto su amor me animó a mí, tierna rama,
a seguir los hechos de armas como un guerrero
por el desierto de Waltham, donde ejecuté
muchas proezas, y pude abatir
a Hugo Barbaroso, ese jactancioso gigante,
y a todos sus cautivos los liberté.
Luego el honor me animó a dejar mi patria
para arribar a Moldavia, donde obtuve el amor
de Pompiona, la amada hija de su rey,
aunque fiel me mantuve para con la doncella
Susana, y desdeñé el amor de Pompiona.
Con todo, fui generoso y broches le di
y monedas para oficiales de su padre.
Retorné después a mi país, y me entregué
a la acción, y fui elegido por todos rey
de las fiestas de mayo, donde me lucí,
con mis bandas y anillos, y con un buqué en la mano.
Tras esta acción, me ascendieron,
y me eligieron capitán de Mile End,
con birrete y plumas, y el bastón de mando,
y entrené a mis hombres, y todos quedaron indemnes,
menos uno que se confundió en el ruido.
Pero todo esto yo, Raúl, lo emprendí
solo por el amor de mi estimada Susana.
Al fin, al volver a casa, sentado en mi taller
con el mandilón azul, la Muerte se acercó a mi sitio
a regatear por licor; pero antes de que yo
tomara la botella para probar,
la Muerte agarró una libra de pimienta
y me la esparció por toda la cara y cuerpo,
y en un instante se desvaneció.

Ciudadano
Bella invención, a fe mía.

Raúl
Tomé entonces mi arco y mi lanza
y hacia Moorfields fui … para refrescarme.
Pero la cruel Muerte salió mi encuentro
y me atravesó esta flecha de puntas en el cráneo.
Y ya desfallezco. Esta advertencia os doy, pues,
compañeros todos, con puntas en la cabeza.
¡Quedad con Dios, juventud del feliz Londres!
Ya no más en Jueves Santo nos veremos
ni arrasaremos las casas de mancebía.
Mi dolor se acrecienta. Ya nunca más
me abriré mientras otro a la pídola me salta,
ni ensuciaré con huevos podridos ropas satinadas.
¡Ni prepararé estacas, oh, nunca jamás!
Muero. Alma mía, en la Casa de los Mercaderes te esperan.
¡Oh, oh, oh, etc.!

Esposa
¡Muy bien dicho, Raúl! Haz el saludo a estos señores, y márchate. ¡Muy bien dicho, Raúl!

Sale Raúl.

Alegre
Creo que todos nosotros, reconciliados con tanto cariño y tan de imprevisto, no deberíamos irnos sin una canción.

Mercader
Bien propuesto.

Alegre
Suene, pues, la música.
ErrorMetrica
Que la música es mejor
si nos une un corazón.
Si estás tú sufriendo ira,
rabia y furia, ven deprisa
a aprender a estar ufano
como ahora nos estamos.
Canta, antes de morir;
levanta, eh, y alto di:
"¡Hale, solo la alegría
nos mantiene, sí, en vida!"

Salen todos.

Epílogo

Ciudadano
Eh, Leonor, ¿nos vamos? La función ya ha terminado.

Esposa
No, Jorge, por mi fe. Tengo mejores modales. Primero hablaré con estos caballeros. — A todos os agradezco, caballeros, vuestra paciencia y apoyo a nuestro Raúl, una pobre criatura sin padre; y, si os volviera a ver en mi casa, os puedo asegurar que tendría dos galones de vino y una pipa de tabaco para vos; pues en verdad espero que os haya agradado el joven, aunque me placería saber la verdad. En vuestra discreción lo dejo, si le aplaudiréis o no, pues yo cerraré los ojos, y, mientras, haréis lo que os venga en gana. Os lo agradezco de todo corazón. Dios os conceda una buena noche. — Vamos, Jorge.

[Salen.]
FIN

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