Yo nací mal inclinado
como se ve en los efetos
del discurso de mi vida
que referiros pretendo.
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Con regalos me crié
en Nápoles, que ya pienso
que conocéis a mi padre,
que aunque no fue caballero
ni de sangre generosa,
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era muy rico; y yo entiendo
que es la mayor calidad
el tener en este tiempo.
Criome, al fin, como digo,
entre regalos, haciendo
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travesuras cuando niño,
locuras cuando mancebo.
Hurtaba a mi viejo padre,
arcas y cofres abriendo,
los vestidos que tenía,
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las joyas y los dineros.
Jugaba, y digo jugaba,
para que sepáis con esto
que de cuantos vicios hay
es el primer padre el juego.
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Quedé pobre y sin hacienda,
y yo me he enseñado hacerlo,
di en robar de casa en casa
cosas de pequeño precio.
Iba a jugar, y perdía;
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mis vicios iban creciendo.
Di luego en acompañarme
con otros del arte mesmo;
escalamos siete casas,
dimos la muerte a sus dueños;
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los robadores partimos
para dar caudal al juego.
De cinco que éramos todos,
sólo los cuatro prendieron,
y nadie me descubrió
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aunque les dieron tormento.
Pagaron en una plaza
su delito, y yo con esto,
de escarmentado, acogime
a hacer a solas mis hechos.
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Íbame todas las noches
solo a la casa del juego,
donde a su puerta aguardaba
a que saliesen de adentro.
Pedía con cortesía
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el barato, y cuando ellos
iban a sacar qué darme,
sacaba yo el fuerte acero,
que riguroso escondía
en sus inocentes pechos,
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y por fuerza me llevaba
lo que ganando perdieron.
Quitaba de noche capas;
tenía diversos hierros
para abrir cualquiera puerta
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y hacerme capaz del dueño.
Las mujeres estafaba,
y no dándome el dinero,
visitaba una navaja
su rostro luego al momento.
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Aquestas cosas hacía
el tiempo que fui mancebo;
pero escuchadme y sabréis
siendo hombre las que he hecho.
A treinta desventurados
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yo solo y aqueste acero,
que es de la muerte ministro,
del mundo sacado habemos.
Los diez muertos por mi gusto,
y los veinte me salieron,
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uno con otro, a doblón.
¿Diréis que es pequeño precio?
Es verdad; mas voto a Dios
que en faltándome el dinero,
que mate por un doblón
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a cuántos me están oyendo.
Seis doncellas he forzado;
dichoso llamarme puedo
pues seis he podido hallar
en este felice tiempo.
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De una principal casada
me aficioné; ya resuelto
habiendo entrado en su casa
a ejecutar mi deseo,
dio voces, vino el marido
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y yo, enojado y resuelto,
llegué con él a los brazos,
y tanto en ellos le aprieto
que perdió tierra; y apenas
en este punto le veo,
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cuando de un balcón le arrojo
y en el suelo cayó muerto.
Dio voces la tal señora;
y yo, sacando el acero,
le metí cinco o seis veces
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en el cristal de su pecho,
donde puertas de rubíes
en compás de cristal bello
le dieron salida al alma
para que se fuese huyendo.
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Por hacer mal solamente,
he jurado juramentos
falsos, fingiendo quimeras,
hecho máquinas, enredos.
Y a un sacerdote que quiso
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reprehenderme con buen celo,
de un bofetón que le di,
cayó en tierra medio muerto.
Porque supe que encerrado
en casa de un pobre viejo
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estaba un contrario mío,
a la casa puse fuego;
y sin poder remediallo
todos se quemaron dentro
y hasta dos niños hermanos
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ceniza quedaron hechos.
No digo jamás palabra
si no es con juramento,
un «pese» o un «por vida»,
porque sé que ofendo al cielo.
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En mi vida misa oí,
ni estando en peligros ciertos
de morir me he confesado,
ni invocado a Dios eterno.
No he dado limosna nunca,
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aunque tuviese dineros;
antes persigo a los pobres,
como habéis visto el ejemplo.
No respeto a religiosos;
de sus iglesias y templos
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seis cálices he robado
y diversos ornamentos
que sus altares adornan.
Ni a la justicia respeto;
mil veces me he resistido
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y a sus ministros he muerto;
tanto que para prenderme
no tienen ya atrevimiento.
Y finalmente, yo estoy
preso por los ojos bellos
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de Celia, que está presente;
todos la tienen respeto
por mí, que la adoro, y cuando
sé que la sobran dineros,
con lo que me da, aunque poco,
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mi viejo padre sustento,
que ya le conoceréis
por el nombre de Anareto.
Cinco años ha que tullido
en una cama le tengo,
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y tengo piedad con él
por estar pobre el buen viejo
y como soy causa al fin
de ponelle en tal extremo,
por jugarle yo su hacienda
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el tiempo que fui mancebo.
Todo es verdad lo que he dicho,
voto a Dios, y que no miento.
Juzgad ahora vosotros
cuál merece mayor premio.