Pensarás, ingrato amante,
que a mí me hace novedad
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el ver esta variedad
en tu pecho y tu semblante.
Pues no, ninguna se espante,
ni otra acción del hombre espere,
que el que más gime y se muere
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por vencer nuestro desdén
dice lo que quiere bien,
mas no dice lo que quiere.
El hombre menos traidor
atrás nuestro engaño deja,
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y está el ser mejor su queja
en que se queja mejor.
Nosotras, nuestro dolor
no le sabemos decir;
sentirle sí, hasta morir,
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pero, ¿qué viene a importar,
si nos falta el ponderar,
que es el alma del sentir?
Hoy, pues, deja mi pasión
en las quejas que da al viento
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la voz de mi sentimiento,
mas no la de mi razón,
y cual suele en la prisión
ser lima más provechosa
la sorda, así en esta ociosa
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prisión deste dios rapaz
viene a ser más eficaz
la queja menos ruidosa.
Diestro can que, embravecido,
venga su cólera ardiente,
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usa del rabioso diente
primero que del latido,
antes de herir el oído,
mató el rayo. Consideren
pues, los que enojos tuvieren,
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que quejas de una pasión
truenos y latidos son
que avisan, pero no hieren.
Y así, aunque airada me ves,
sin más señas que irritarme,
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advierte, que el enojarme
mi mayor venganza es.
Este amor nos cura, pues,
mujeres, cese el abuso
de amar como Amor dispuso,
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muera el favor y el desdén
y desde hoy mal haya, amén,
la que no entrare en el uso.