¿Quién puede ver
la fuerza de su destino?
En la más bella ciudad
que mira el sol en Europa,
pues todo el oro que cría
1275
es para hacerle corona;
en la gran puerta de España,
pues, abriéndola a dos flotas,
entra por ello el gobierno
universal para todas;
1280
en Sevilla, y en la calle
Baños de la Reina Mora,
nació Dinarda, Camilo,
tú juzgarás si es hermosa,
que yo desde que la vi
1285
juzgaba que della sola
hiciera Zeusis de Elena
la estampa maravillosa.
Servila, y después de un año
de paseos y de rondas,
1290
papeles y diligencias
de terceras cautelosas,
rindiose a solo escribirme,
que, si dijera otra cosa,
a mi verdad y a su sangre
1295
haría ofensa notoria.
Todo aqueste amor fue en letras,
que a letra vista se cobran,
mas no se pagó ninguna,
aunque se acetaron todas.
1300
No hay estilo tan dichoso
que no corte y interrompa
el acelerado rayo
de una estrella rigurosa.
Tiene el duque de Medina
1305
-ya entenderás que es Sidonia-
junto a su casa en Sevilla
un corredor de pelota.
Como era todo en un barrio,
frecuentaba a todas horas
1310
su juego, o viendo o jugando,
que va esta edad por la posta.
Tiene aqueste corredor,
no enfrente, sino en la popa,
las armas de los Guzmanes,
1315
y, sobre el timbre y las hojas,
que con diversos penachos
cercan el escudo y orlas,
al gran don Alfonso Pérez
de Guzmán -y el Bueno nombran-
1320
sobre el muro de Tarifa,
que al moro la daga arroja
para que mate a su hijo
-¡divina hazaña española!-,
y, debajo de las armas,
1325
aquella sierpe espantosa
que mató en África, haciendo
la hazaña de Heracles corta.
Entra por la boca el asta,
sale por las duras conchas
1330
el hierro bañado en sangre,
ciñe el escudo la cola.
Estas armas, timbre y sierpe,
que aquesta pared adornan,
un día estaba mirando
1335
grande juventud ociosa,
porque, acabado un partido
y desde una parte a otra,
peloteándose andaban,
por ser la tarde lluviosa.
1340
Dio un caballero a la sierpe
un pelotazo en la boca,
y dijo: «En África había
una contienda dudosa
sobre quién mató esta sierpe,
1345
pero sepan desde agora
que yo la he muerto, pues hay
testigos desta pelota».
Respondí, aunque era de burlas,
por la afición que me toca
1350
a la casa de Medina:
«Cuando el moro hurtó la honra
en África a don Alonso
desta sierpe venenosa
la boca le mandó abrir,
1355
faltó la lengua, mas diola
don Alonso; y así el moro
perdió el crédito y la joya».
«Miraré yo si la tiene»,
me replicó. Yo, la cólera
1360
revuelta, asile del brazo
y dije: «Lo dicho sobra;
que el Guzmán que tiene allí
daga, si cortáis su gloria,
os la tirará a los pechos».
1365
¡Mira qué ocasión tan loca!
Era su mayor amigo
un hermano de la diosa
que idolatraban mis ojos,
pues fui de los suyos Troya.
1370
Llegó y dijo: «Si esta sierpe
saliera echando ponzoña
de donde la veis pintada,
alguno que aquí blasona
huyera, mientras mi primo
1375
la despedazaba y, rota,
honraba también sus armas,
como el Guzmán de Sidonia».
Respondí, sin reparar
en amor ni en otra cosa:
1380
«Pues veamos quién la mata,
quién huye o quién se alborota,
que yo quiero ser la sierpe
de Guzmán, aunque Mendoza».
Dije y, alzando la pala,
1385
antes de sacar la hoja,
le di con ella en los pechos;
y como si la persona
del propio Guzmán saliera
a la defensa forzosa,
1390
despejan el corredor,
donde tras esta deshonra
salieron heridos tres
y yo con justa vitoria.
Mis padres, deudos y amigos,
1395
por escusar la discordia
que ya en todos se engendraba,
por discreto acuerdo toman
que me pasase a Sicilia,
y por cartas me acomodan
1400
con el de Feria, virrey
de aquestas islas famosas,
donde el ausencia y el tiempo,
que cuanto quieren transforman,
mudándome de Dinarda,
1405
de Fenisa me enamoran,
en cuya casa hoy he visto
este español, esta sombra,
que si no es ella, una estampa
las hizo. Esta fue mi historia.