Texto utilizado para esta edición digital:
Shakespeare, William. Julio César. Traducido por Guillermo Macpherson. Madrid, 1885. Obras dramáticas de Guillermo Shakespeare.
- Soler Sánchez, Victoria
Prólogo
El Julio César de Shakespeare fué impreso por vez primera en el in-folio de 1623, y, según Ulrici y otros célebres críticos, escrito en 1607; pero Payne Collier pretende probar que se escribió y representó antes de 1603, fundándose en la patente analogía que hace notar entre un trozo del drama de Drayton, intitulado La guerra de los Barones, publicado en ese año, y los siguientes versos del quinto acto de esta tragedia, puestos en boca de Marco Antonio cuando le anuncian la muerte de Marco Bruto:
Dulce su vida fue. Los elementos
En él tan combinados, que bien pudo
Orgullosa exclamar naturaleza:
«Un hombre ahí ved,» al universo entero.
Los versos de Drayton y de Shakespeare son verdaderamente tan semejantes, que no cabe razonable duda de que los unos sean copia de los otros; y es natural suponer, aun cuando no existieran mas que recelos acerca del particular, que Drayton fue el plagiario; pero en realidad pueden aducirse argumentos sólidos para dar más fuerza á esta presunción.
Pudiera Shakespeare, acaso inconscientemente, haberse apropiado el pensamiento de Drayton, mas en este caso es difícil suponer que hubiera sido así; pues la mayor prueba que un poeta como este puede dar de creer que una idea le pertenece, es repetirla en sus obras, y Shakespeare repite este mismo pensamiento en el Hámlet, cuando en el famoso diálogo del tercer acto, entre Hámlet y su madre, el hijo indignado, celebrando á su padre, exclama:
……….Tal conjunto
De belleza formado parecía
En competencia por los Dioses todos
Para mostrar lo que es un hombre al mundo.
Además, en las ediciones del drama La guerra de los Barones de 1605, 1607, 1608, 1610 y 1613, los versos de que se trata fueron impresos como aparecieron en la edición de 1603; pero en la de 1619, después de la muerte de Shakespeare, y, por consiguiente, antes de que se imprimiera el Julio César en el in-folio de 1623, Drayton introdujo una variación en ellos, con la cual acentuó aún más esta semejanza.
Enrique Víctor Hugo añade que, bajo la fe de la generalidad de los comentaristas, por largo tiempo creyó que el Julio César fue escrito en los últimos años de la vida del poeta; pero que el estudio profundo del texto le ha demostrado lo erróneo de esta opinión; pues en este drama no aparece aún esa forma precisa y potente que revelan las últimas producciones de Shakespeare, esa frase lacónica hasta la brusquería, elíptica hasta la oscuridad, condensada hasta el punto de reunir en las menos palabras que es posible la mayor posible cantidad de ideas.
En el Julio César se observa más claridad en los pensamientos, más limpieza en la frase, más verbosidad, lenguaje más redondo y fácil, indicando que fue escrito en la época que la crítica alemana ha denominado la segunda de Shakespeare, ó séase entre los años 1592 y 1598, cuando el Gran Dramático produjo el Ricardo III, El Mercader de Venecia, Sueño en noche de Verbena, Romeo y Julieta y otras obras.
Halliwell viene también á confirmar estas opiniones; pues afirma que Weever, en su Espejo de Mártires publicado en 1601, alude al discurso de Marco Antonio, y que evidentemente tuvo á la vista, no el texto de Plutarco, sino la oración que Shakespeare pone en boca del futuro triunviro ante el cadáver de César. Voltaire, aunque á veces se siente fascinado por el genio de Shakespeare, como se sentía a veces Moratín también, no pudo ni por un momento sacudir el yugo de sus prejuicios, y al hablar de esta tragedia, la censura duramente porque la acción es doble y porque no hay verdadero héroe en ella; y realmente si se la juzga por los cánones clásicos, es quizá una de las más defectuosas del teatro Shakesperiano. Mas como el objeto del autor no es dramatizar la muerte de César, ni encomiar la virtud de Bruto, ni patentizar las premeditaciones de Casio, ni hacer ver el mundanal talento de Marco Antonio, ni, en una palabra, dramatizar un suceso aislado en la vida de un héroe, no puede ser juzgado por leyes aplicables al caso.
El Julio César forma la segunda parte de la trilogía romana que escribió Shakespeare para manifestar cómo iba muriendo la República y cómo se iba aproximando el Imperio, tarea literaria tan legítima como lo es la de escribir un drama ajustado á clásicos dogmas. Esta trilogía principia con el Coriolano, en donde vemos á Roma joven todavía. Sigue con el Julio César representando una Roma adulta, y acaba con Marco Antonio y Cleopatra que nos muestra una Roma caducando ya.
Shakespeare en esta obra acaso juzga injustamente á César, realzando sus defectos y no acentuando sus virtudes; pero lo juzga como lo juzga Plutarco y como lo juzgaba el pueblo inglés en vísperas de su revolución. No son imputables á Shakespeare equivocaciones que sólo la profunda crítica histórica de más modernos tiempos ha logrado desvanecer. Él se atuvo á la historia de Plutarco, y para él Julio César era sobre todo un ser ambicioso que pretendía mermar las libertades patrias.
Maravilla que con semejantes prejuicios un poeta se muestre tan imparcial como Shakespeare aparece en esta obra, en la que con asiduo cuidado y con escrupulosa honradez procura atenerse á lo que juzga la verdad histórica.
Quiso evidentemente dramatizar los incidentes de aquel interesante período de la historia de Roma, ateniéndose á las Vidas de Julio César y de Marco Bruto escritas por Plutarco, y conserva y glosa aun lo anecdótico y trivial que es esas Vidas se encuentra; pero de manera tan natural introduce en las diferentes escenas de su tragedia el texto de esas biografías, que es difícil conocer cuándo copia ó cuándo inventa sin tener el original delante ó sin tener muy feliz memoria.
El pronóstico de la muerte de César por el adivino, su ratificación más tarde; el aviso de Artemidoro; la ofrenda que se vió no tener corazón; el sueño de Calpurnia; las vacilaciones de César, su preocupación con respecto á la esterilidad de las mujeres, su antipatía á la gente flaca; todas las circunstancias referentes al juramento de los conjurados; las relaciones de Porcia hacia Bruto; la prueba de que habla, sus quejas; la contestación de Bruto á Porcia, su intranquilidad, su salida de casa; la pregunta de Casio á Bruto de si se conoce; los anónimos; los accidentes todos de la muerte de César; la manera de hacer á César ir al Capitolio propuesta por Decio Bruto; la conducta de Marco Antonio inmediatamente después de la muerte de César; el sueño del poeta Cina, su muerte por haberlo confundido el pueblo con Cina el conspirador; la disputa de Bruto y Casio, su reconciliación antes de la batalla, su discusión acerca de si el hombre debe ó no suicidarse; la equivocación de Bruto creyendo perdida la batalla, su ambiguo éxito al principio; el suicidio de Bruto, el de Casio, la muerte de éste con la misma arma que hirió á César, — todo esto y mucho más se encuentra en las biografías de Plutarco y en el Julio César de Shakespeare.
¡Cuán equivocados están los que imaginan que Shakespeare escribía únicamente á impulsos de lo que se da en llamar inspiración!
Con la lectura de este drama queda probado el gran esmero que ponía al escribir sus obras. En esta pretende casi ser historiador, ateniéndose, como queda dicho, con una escrupulosidad que pasma, á lo que considera ser la verdad. Por otra parte, las que para menor inteligencia serían seguramente insuperables ligaduras, para aquel ingenio brillante no resultan ni aun estorbo siquiera; y, sin apartarse un punto de la historia que le sirve de base, traza cuadros tan animados y sorprendentes, cual no los ha producido la imaginación que menos trabas se haya impuesto.
La conversación del primer acto entre Bruto y Casio, cuando éste trata de indagar cómo piensa su amigo; la escena también del primer acto entre Casio y Cina; el pacto entre los conjurados; las quejas de Porcia á su esposo; el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César, y la disputa y reconciliación de Bruto y Casio, son muestras de lo que puede hacer el ingenio humanos en obras literarias apropiándose la historia.
Shakespeare, con profundo conocimiento del corazón y con arte superior, presenta —sin faltar á la verdad histórica de su siglo— como personaje escasamente simpático á César, cuando ya empañaban su gloria milita las nubes de su desordenada ambición pretendiendo ser rey, y cuando despreciaba el poder del Senado y abyectamente adulaba á la plebe; y logra así no conmover por demás con aquel alevoso asesinato las fibras sensibles de su auditorio, conservando vivo hasta el final el interés de su tragedia, que en realidad lo mismo se podría intitular Marco Bruto ó Cayo Casio ó Marco Antonio, que Julio César.
Elenco
| JULIO CÉSAR |
| OCTAVIO CÉSAR, Triunviros después de la muerte de César. |
| MARCO ANTONIO, Triunviros después de la muerte de César |
| M. EMILIO LÉPIDO, Triunviros después de la muerte de César |
| CICERÓN, Senadores. |
| PUBLIO, Senadores |
| POPILIO LENA, Senadores. |
| MARCO BRUTO, Conspiradores |
| CASIO, Conspiradores |
| CASCA, Conspiradores. |
| TREBONIO, Conspiradores. |
| LIGARIO, Conspiradores. |
| DECIO BRUTO, Conspiradores. |
| METELO CÍMBER, Conspiradores. |
| FLAVIO, Tribunos. |
| MARULO, Tribunos. |
| ARTEMIDORO, sofista de Gnido. |
| UN ADIVINO |
| OTRO POETA. |
| LUCILO, Amigos de Bruto y Casio. |
| TITINO, Amigos de Bruto y Casio. |
| MESALA, Amigos de Bruto y Casio. |
| CATÓN, el joven., Amigos de Bruto y Casio. |
| VOLUMNIO, Amigos de Bruto y Casio. |
| ESTRATO, Siervos de Bruto. |
| LUCIO, Siervos de Bruto. |
| DARDANIO, Siervos de Bruto. |
| PÍNDARO, Siervo de Casio. |
| CALPURNIA, mujer de César. |
| PORCIA, mujer de Bruto. |
| Senadores, ciudadanos, guardias, servidores, |
| etc. |
| CINA, Conspirador |
| CINA, el poeta |
Acto I
ACTO PRIMERO.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA II.
ESCENA III.
Acto II
ACTO SEGUNDO.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA II.
ESCENA III.
ESCENA IV.
Acto III
ACTO TERCERO.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA II.
Aquí llega su cuerpo, que doliente conduce Antonio, quien, aunque no tuvo parte en su muerte, saldrá ganancioso por ella, pues ocupará un puesto en la República. ¿Y quién de vosotros no?— Con esto os dejo. Maté a mi mejor amigo por la salud de Roma, y conservo ese mismo puñal para cuando mi patria requiera la muerte mía.
¡Ay pobres mudas bocas!— y les pido
ESCENA III.
Acto IV
ACTO CUARTO.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA II.
ESCENA III.
Acto V
ACTO QUINTO.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA II.
ESCENA III.
ESCENA IV.
ESCENA V.
