Giambattista Giraldi Cinzio, Orbecche: Tragedia

Orbecche





Texto utilizado para esta edición digital:
Giraldi Cinthio. Orbecche. Editada por Pau Sanchís. Traducción de Pau Sanchís para esta colección Emothe: Valencia, 2014.
Marcación digital para Artelope:
  • Romeu Guallart, Luis María (Artelope)
  • Burgos Segarra, Gemma (Artelope)

AL ILUSTRÍSIMO Y EXCELENTÍSIMO SEÑOR EL SEÑOR HÉRCULES DUQUE II DE ESTE Y III DUQUE DE FERRARA

Se hace difícil en estos tiempos, Ilustrísimo Señor, para los escritores de cualquier tipo evitar los mordiscos de la envidia, la cual, como un enemigo armado, lleva siempre los dientes fuera para morder y lacerar a quien escribe. Y teniendo en cuenta que tal cosa es difícil en cualquier tipo de composición, es ya sumamente difícil cuando alguien se propone escribir en formas poéticas que han sido abandonadas durante tantos siglos que apenas queda de éstas sino una leve sombra. Por eso yo considero que es casi imposible que escapen de los mordiscos de la envidia los que se dedican a componer nuevas tragedias en este tiempo, cuyo uso, que es el único maestro en cualquier materia, ha sido abandonado, según creo, por la gran lascivia del mundo, después de que los Griegos la inventasen, y que los Romanos, tomándola de éstos, la hiciesen sin duda todavía más grave. Y aunque Aristóteles nos dé la manera de componerlas, él, además de su oscuridad intrínseca, la cual (como sabéis) es suma, resulta además muy oscuro y lleno de muchas tinieblas porque no conocemos a los autores de los cuales aduce las autoridades y los ejemplos para confirmar los órdenes y las leyes que él impone a los escritores de éstas, lo que dificulta la comprensión, no diré del arte de lo que enseña, pero sí de la definición que da de la tragedia. Cada una de estas cosas por sí mismas, y por supuesto todas juntas, debería haberme disuadido de meter mano en algo tan fatigoso y que fácilmente dará materia para que otros me critiquen. Pero han tenido tanta fuerza sobre mí los ruegos de muchos amigos, y especialmente del magnífico M. Girolamo Maria Contugo, gentilísimo joven lleno de virtudes, que aunque yo supiese que mis fuerzas eran pocas ante tamaña empresa y viese que me ponía en riesgo, antepuse el deseo de los amigos a todos mis prejuicios. Cuando hube compuesto, pues, esta tragedia, lo cual hice en menos de dos meses, habiendo preparado ya en mi casa el dicho M. Girolamo un suntuoso y honorable escenario, fue representada por M. Sebastiano Clarignano de Montefalco, a quien podríamos llamar seguramente el Roscio o el Esopo de nuestro tiempo, para vos Ilustrísimo Señor y patrón mío. Y puesto que la misma recibió los maravillosos elogios de Vuestra Excelencia y de todos los divinos ingenios que con vos la vieron y la oyeron, y también considerando yo la importancia que podía tener dejar salir a la vista del mundo tales cosas, y cuánto más fácil sea criticarlas que componerlas quería que, estando ella celada detrás de mí, se alegrase de aquellos elogios que tuvo entonces y prefiriese haber sido elogiada una vez dentro de los confines de mi casa que, sacada por una vana esperanza, se pusiese en riesgo de no gustar y de ser lacerada miembro a miembro por los mordiscos de la envidia del público. Pero puesto que plugo al Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal de Ravena que ella volviese a mostrarse ante Su Reverendísima Señoría y ante el Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal Salviato, muchos preclaros Señores e ingenios extranjeros me la han pedido con suma insistencia muchas veces, atraídos por los elogios que también vos, Señor Mío, más juicioso que nadie y adornado con todos los elogios y las altas virtudes que corresponden a tan excelentísimo Señor y nobilísimo espíritu, le dedicasteis entonces y después junto con vos hicieron también aquellos dos Reverendísimos Señores, célebres y preclaros en los estudios de todas las honestas disciplinas que contienen los papeles griegos y latinos. Allá donde no pudiendo yo negarme a ellos sin quedar como un villano, del mismo modo que los ruegos de los amigos me constriñeron a componerla, así también las continuas demandas de éstos me fuerzan a dejarla salir.
Así que, puesto que debe salir fuera de todos modos, he querido, Ilustrísimo Señor mío, que ella a vos, antes que a nadie, os sea ofrecida: ya sea para que tomando como pantalla contra cualquiera que la quisiese atacar la autoridad de vuestro ilustre nombre, como fortísimo escudo de defensa, se encuentre más segura contra los ataques ajenos; ya sea para que esté con vos, por cuanto ella es prenda evidentísima de la reverencia que siento por vos y claro testimonio de mi mente, siempre devota a vos. Y si ella fuese recibida por vos con aquel espíritu con que vuestra singular virtud y mucha cortesía me prometen que será, no tengo dudas de que ella estará a salvo de cualquier envidia, y mostrándome, si no en todo, al menos en parte agradecido a vos, espero que os tengáis gran confianza en mi afecto sincero y mi voluntaria servidumbre, por el que yo me siento con suma observancia cercano a vos. Y es así, esto infundirá valor a sus otras hermanas, Altila, Cleopatra y Dido, que ahora se esconden tímidas detrás de mí, para dejarse ver. Mientras tanto, besando a V. Il. S. la honorable mano, humilmente me encomiendo a vos. A día XX de Mayo de MDLXLI

D. V. IL. S Ser[vidor] Giovanbat. Cinthio Giraldi


TRAGEDIA DE M. GIOVANBATTISTA GIRALDI CINTHIO DE FERRARA

Se representó en Ferrara en casa del autor en el año M.D.XLI primero ante el Ilustrísimo Señor el Señor Ercole II de Este Duque III de Ferrara, después ante los ilustrísimos y reverendísimos Señores, el Señor Cardenal de Ravena, y el Señor Cardenal Salviati. La representó M. Sebastiano Clarignano de Montefalco. Hizo la música M. Alfonso Dalla Vivuola. Fue el arquitecto y el pintor de la escena M. Girolamo Carpi de Ferrara.


EL ARGUMENTO

Orbecche, hija de Sulmón, rey de Persia, siendo niña, infantilmente dio indicios al padre de que Selina, su esposa y madre suya, yacía con su primogénito. Sulmón, encontrándolos juntos, los mató. Algunos años después, Orbecche, sin que lo supiese el padre, tomó por marido a un joven de Armenia, llamado Oronte. Cuando Sulmón la quiere casar con un Rey de los Partos, se descubre el matrimonio oculto y que de ellos han nacido dos hijos. Sulmón finge que esto lo satisface y después mata a Oronte y a los hijos. Después regala la cabeza y las manos del marido a su hija, la cual, vencida por la indignación y el dolor, mata al padre y luego a sí misma.
La escena es en Susa, ciudad real de Persia


LOS PERSONAJES QUE HABLAN

NÉMESIS, Diosa
FURIAS infernales
SOMBRA de Selina
ORBECCHE, hija del Rey
NODRIZA de Orbecche
ORONTE, consejero
MALECCHE, consejero
SULMÓN, Rey
MENSAJERO del Rey
CORO
TAMUL
ALLOCCHE
MENSAJERO
SEMICORO
MUJERES DE LA CORTE de Orbecche

El coro es de mujeres de Susa


Acto

EL PRÓLOGO
No os debe causar ninguna sorpresa,
espectadores, que aquí haya venido
antes que nadie, separando el prólogo
de las otras partes de la Tragedia,
5
a hablaros, fuera de lo acostumbrado
en Tragedias y Poetas antiguos;
porque sólo la piedad por vosotros
me ha hecho salirme del común estilo,
y presentarme aquí, maravillado.
10
Pues no sin gran razón me maravilla
que tan altos Señores, nobles damas
de alta alcurnia y espíritus ilustres,
al margen de nuestra opinión, veloces
hayan venido aquí, donde no van
15
a contarse las astutas insidias
de Davo o de Siro a viejos avaros,
o dichos ocurrentes que den risa,
o placeres amorosos, o abrazos,
de amantes queridos y bellas damas
20
que os darían diversión y deleite;
mas llantos, suspiros, penas, afanes
y crudas muertes. Así pues vosotros,
que vinisteis por solaz y placer
hallaréis dolor cruel e intolerable.
25
Por eso, para evitar vuestras quejas
(sin tener en cuenta la antigua usanza)
el poeta me hace comparecer
a dar de lo que ha de ocurrir indicio.
Así que si os tenéis en buena estima,
30
marchaos, por favor, y aquí dejadnos
con el poeta entre tales congojas
convenientes a nuestra áspera suerte
y al mísero estado en que nos hallamos.
Oh, no consintáis ser espectadores
35
de tanta adversidad, de tantas muertes,
como han de suceder en este día.
¡Ay de mí!, ¿cómo podrán vuestras mentes
llenas de piedad y amoroso afecto,
y más vosotras, damas, avezadas
40
a juegos, a deleites y a solaces
y de natural dulces, delicadas,
no sentir ardua angustia de oír raros
infortunios, tan graves y tan crueles,
como los que están por suceder hoy?
45
¿Cómo podrán vuestros ojos, que lucen
más que rayos de sol, ver casos tales
y así de miserables y tan tristes
uno tras otro, sin derramar llanto?
¡Oh, marchaos, por favor, que no turbe
50
vuestra felicidad y vuestros gozos
y lo que tenéis de dulce, el amargo
e impío dolor. Después que cada uno
piense cuánto habéis debido alejaros
de vuestras casas. Quizás pensaréis
55
que os halláis en Ferrara, ciudad llena
de virtudes, ciudad tan feliz como
cualquiera que temple el sol o el mar bañe,
gracias a la justicia y al valor,
al juicio maduro y a la prudencia
60
de su Señor, que iguala a cualquier sabio;
pero aunque no lo creáis, todos juntos
(por obra oculta de nuestro Poeta)
os hallaréis en un instante en Susa,
noble ciudad persa, antigua morada
65
de reyes tan felices, como ahora
sede de penas y calamidades.
Aunque os parezca, porque no os dais cuenta
de que avanzáis velocísimamente,
que estáis en vuestra casa, estáis en ruta
70
y ya cerca de la ciudad que os digo.
Esta es la espaciosa ciudad real,
este el palacio real, más bien casa
de muertes y hechos sucios y nefandos
y de toda maldad, donde las sombras
75
y las horribles Furias pondrán pronto
tormento acerbo y muerte lamentable.
¿Aun así os quedáis?, ay, ¿por qué ninguno
de vosotros se va? ¿Pensáis acaso
que es mentira lo que os estoy diciendo?
80
Pues es la verdad, y ya estáis en Susa;
y cuando regreséis os daréis cuenta
de cuantos mares, ríos y montañas
tendréis que atravesar, antes que todos
de nuevo lleguéis a vuestra ciudad;
85
pues no os pondrá tan fácil el camino
de vuelta el Poeta, como ha hecho ahora.
Y de que aquí no hallaréis más que llanto
pronto veréis señales evidentes,
pues veo ya a la Diosa poderosa
90
llamada Némesis por los antiguos,
horrenda y encendida por la ira
que hace venir de la tartárea orilla
a las crueles Furias de rostro ardiente,
cuyo feroz y despiadado aspecto
95
temo tanto ver que ya no me atrevo
a seguir aquí hablando con vosotros.


Acto I

ESCENA I

NÉMESIS Diosa, FURIAS infernales

NEM.
La bondad infinita del gran Júpiter
templa talmente su inmensa justicia:
que aunque un malvado tenga grandes vicios
100
y se dedique sólo a hacer el mal,
y merezca un cruel y amargo castigo,
esperando aún Dios que se corrija,
reprime el azote y no le castiga
como merecen sus obras inicuas.
105
Más bien ¡bondad del Creador eterno!
para atraerle al bien y demostrarle
mejor su bondad sublime y eterna,
mientras no esté del todo la esperanza
perdida de corregirlo, le aumenta
110
el bien y lleva todos sus deseos
a feliz cumplimiento. Y a menudo
se ve que pasa lo contrario a aquellos
que se esfuerzan en obrar santamente.
Pues quien quiere siempre hacer buenas obras,
115
en la adversidad se hace más perfecto,
y recurre a Dios, de todo bien fuente,
y de toda salud, por su socorro,
despreciando lo que parece dicha
en esta tierra; y ve que Dios permite
120
que esto suceda a los justos en vida
porque todo el que vive entre mortales
(por justo que sea) comete errores
contra la alta bondad de su Hacedor;
por eso él quiere que esta breve pena
125
los purgue en esta condición y luego
gocen eternamente el bien del cielo.
Mientras que a quien vive inmerso en el mal,
cuando alcanzan sus pecados la cima
sin nunca haber querido saber cuánto
130
los ha reclamado Dios para sí,
les da una amarga muerte en esta vida
y en la otra agrios tormentos e infinitos
por los breves y efímeros placeres,
que quizás fueron toda la merced
135
recibida por algún bien que hicieron:
pues así como no hay mal sin su pena,
tampoco sin merced existe el bien;
y a menudo ocurre que los pecados
pasan incluso a los hijos y nietos
140
que del paterno error cargan la pena.
Ciro puede dar fe, pues él cargó
con el fallo de Giges y castigo
recibió cuando más feliz creía
ser; y también pasó hasta Roboam
145
la venganza áspera de Salomón.
Y pues no conoce la gente necia,
mortal y privada de todo ingenio,
qué procura la eterna providencia
si alguna vez ve que un mal hombre goza
150
y es feliz, mientras que un hombre cortés,
lleno de virtudes, soporta afanes,
reprueba a la divina alta justicia
y piensa que aquella alta providencia,
para quien todo es patente y al punto
155
ve presente y pasado y lo que debe
suceder, es ciega y no se preocupa
de las cosas que hay aquí bajo el cielo.
¡Oh gente necia, vosotros que a penas
veis lo que tenéis ante vuestros ojos,
160
pretendéis enjuiciar al Dios supremo!
¡Oh loca presunción! Nada sucede
sin orden infinito; y yo que soy
segura indagadora de los hechos
de los mortales y con vista aguda
165
juzgo y veo aquí con entero juicio
lo que está oculto y lo que es manifiesto,
anuncio que es certísimo que nunca
hubo buena acción sin merced, ni nunca
un malvado huyó de mi áspero azote.
170
Y si bien algunas veces la pena
fue diferida, después sobrevino
tan áspera y grave que satisfecha
quedó mi vengadora mano diestra.
Así puede verse que los felices
175
pueden decir por cuál de sus errores
padecen luego el debido castigo.
Y de esto dará un ejemplo muy claro
este fiero tirano que creía
ser parejo a la alta divinidad,
180
y despreciando a Dios desde su infancia,
hasta hoy se ha comportado siempre mal;
pues cualquiera podrá ver fácilmente
que todo lo que hasta hoy tuvo de bueno
fue en su perjuicio y el de su familia.
185
Que no he venido aquí por otra cosa
que para dar hoy a él y a su gente,
que han heredado su obstinado error,
justo galardón por sus malas obras;
por eso saco del oscuro abismo
190
a las Furias con sus teas ardientes,
para que pongan entre él y su gente
no tal furor como alguna vez hubo
en Tántalo, en Tiestes, en Atamante,
sino como nunca se vio en la tierra.
195
Salid pues con las teas encendidas,
oh, hijas de la Noche y de Aqueronte,
a cumplir lo que el altísimo Júpiter
para dolor de Sulmón por mi os manda.

FUR.
Aquí estamos, potente Dea, para
200
todo lo que por ti nos sea impuesto
Nunca tanto fuego trajo del cielo
un rayo ardiente, ni Bóreas o Euro
pusieron bocabajo el mar tranquilo
con tanta fuerza, como en esta corte
205
sembraremos furor y mudaremos
lo que en ella es dicha en dolor y llanto.
Impón pues lo que debemos hacer,
que en un momento cumpliremos todo.

NEM.
Llenad pues de gravísimo furor
210
la corte impía donde Sulmón vive,
que dolor y no otra cosa se vea
y tormento, llanto y muertes; que llueva
sangre en toda la depravada corte.
Que mísero sea quien es feliz
215
y por feliz se tenga el que más sufra;
y que padre e hija, ardientes de ira,
sólo busquen el dolor y la muerte.

FUR.
Ahora mismo lo hemos cumplido todo.

NEM.
Mucho habéis hecho; regresad veloces
220
a la casa de Dite, el reino oscuro,
y acelerad el paso, vuestro aspecto
no lo soportan ni tierra, ni cielo.
Ya el sol oscurece, y por todas partes
huyen de la tierra hierbas y flores,
225
se van las frondas y frutos y ramas,
y el mundo se torna pálido y negro.

ESCENA II

SOMBRA de Selina, mujer de Sulmón.

[SOMBRA]
He salido de la tartárea orilla
a donde van ahora las tres Diosas
que a los réprobos en el reino oscuro
230
causan suplicio grave e inmortal;
Y (como corre la voz allá abajo)
han venido hasta aquí a la luz del día
para encender de gran furor la corte
del rey Sulmón, quien fue mi cruel marido.
235
Y aunque hayan de recibir tal tormento
él y los de su sangre, que anhelar
no debiera más, venir he querido
con permiso de Plutón, aquí ahora.
No es que yo crea poder añadir
240
mal a Sulmón, pues ya es éste el más grande;
mas al menos que este día no acabe
sin que yo, según lo que pueda, cumpla
la cruel venganza de mi amarga muerte.
¿Necesitabas, Némesis, sacar
245
a las perversas Furias del infierno
para encender de furor esta casa?
¿qué Furia más poderosa que yo
podías tener? Mas, ya que el trabajo
que debía hacer yo, lo hicieron ellas,
250
para no quedarme sin hacer nada,
también yo he traído esta letal tea
encendida por mí en el Flegetonte
para dar la luz digna de las bodas
de Oronte y mi proterva hija Orbecche,
255
y que, secretea, por fin se conozcan.
Orbecche, sí, que fue la única causa
de que Sulmón me hallase con mi hijo
y nos diese a los dos una cruel muerte.
Así pues después que, al áspero padre,
260
al padre traidor, al inicuo padre,
dé tan despiadada y horrible muerte,
vencida por el dolor y la angustia
que sufrirá cuando vea matar
al querido esposo y a sus dos hijos,
265
como acto de fe hacia el injusto ancestro,
que ella, con la mano que delató
mi error a Sulmón, se mate ella misma.
Sean las otras muertes de las Furias,
esta será la mía. Así vendrán juntos el abuelo,
270
la madre y los dos hijos y su padre
a la oscura sombra, infernal región
donde serán condenados a tales
suplicios por Minós y Radamante
que tendrán envidia de la cruel sed
275
de Tántalo, y les parecerá leve
la pena de Ticio infeliz que al ave
ávida da duro cebo; y el siempre
girar de Ixión por la voluble rueda
y el subir la roca por la montaña
280
de Sísifo y caer de la alta cima
y cualquier pena por mayor que sea
en la ciega prisión del negro abismo,
será como un placer y un pasatiempo
ante el tormento que les causaremos.
285
Así nos saciaremos de su mal
yo y el hijo que en la región estigia
sigue ahora, donde vaya, mi sombra
y me amenaza y golpea y azota,
culpándome a mí de su áspera muerte.
290
Sulmón, Sulmón, no te servirán techos
de oro, ni torres fuertes y provistas,
ni tener contigo infinita gente,
ni que te guarden hombres escogidos,
para escapar de que tu propia hija
295
separe con perversa mano el busto
de la indigna cabeza coronada,
y esas manos de los brazos que raudas
corrieron a mancharse indignamente
con mi sangre y la de tu primer hijo.
300
¿Pero por qué no puedo yo obtener
de mis penas ese poco de espacio
para que presenciar pueda esta ruina?
¿Por qué me lleváis, sombras, con vosotras
al fuego eterno y al eterno daño?
305
Debo volver al tenebroso horror,
a soportar las penas habituales,
pues Plutón no quiere que aquí me quede:
pero quiero cumplir lo que hacer debo.
No queda nada más para saciarme
310
que poder estar en todo presente
mas como lo prohíbe mi destino,
me llevo esta satisfacción conmigo,
que antes que el sol se zambulla en las olas
vendrán ellos a la tartárea riba
315
a soportar conmigo eternas penas.

[CORO]

CORO
Oh, Venus, cuyo poder tierra y mar
y cielo y el ciego infierno,
sienten y lo oculto y lo manifiesto;
Diosa, de cuyo superno,
320
fértil valor cada cosa mortal
recibe reposo y paz,
de quien sólo cuanto agrada,
sea deleite frágil o inmortal,
viene, como el árbol de su raíz,
325
ni puede haber satisfacción tan cierta
en la tierra o el cielo, sin tu viva
y feliz luz, que honora y que venera
cuanto sostiene el cielo y el sol ve¡!
solo tú, cuando cada cosa oscura
330
era y el honor yacía,
como mejor maestra de natura,
la disputa injusta y cruel
que en tenebroso horror tenía envuelto
las estirpes de este mundo,
335
con tu haz de luz tan fecundo
retiraste y lo que allí estaba oculto
destapaste y las cosas opuestas
ligaste con un nudo tan propicio
que, llenas de concordia y voluntad
340
amorosa, nunca se resistieron
ya a sentir lo que tú vales y puedes
Después separaste el agua y la tierra
y el fuego y el aire leve,
cuya concorde y discordante guerra
345
llenarse hizo poco a poco,
de peces el mar, y el aire con aves,
el suelo con las manadas
y también con arboladas
frondas y con flores bellas y suaves,
350
y hierbas y todas lo que está vivo
aquí bajo el cielo, de un polo al otro;
y por tus llamas ardientes y vivas
comenzó, con amorosa esperanza,
a propagarse la estirpe mortal.
355
Y no sólo, sino el sol y la luna
y cuantas estrellas hay
en el cielo, fijas o errantes, todas
recibieron tu poder,
pues sin ti en la sombra aún estarían
360
con lo demás oprimidas;
y aquellas mismas mentes
que mueven siempre los circos celestes
no serían nada sin tu valor.
Tú principio y fin de cuanto eligió
365
crear el alto Motor,
sólo tú haces que él con perpetua ley
y providencia eterna el mundo rija.
Después de haber sido de tantas obras
donosas la única causa
370
evita que muertes duras e innobles
y tanto dolor atroz
soporten estos míseros amantes
pues todos de drama en drama
van en tus llamas a arder.
375
¡Cuánta agria muerte y llantos sofocantes
pesan sobre sus testas, si tu fuerza
que enciende e inflama todo lo creado
no presiona al influjo celestial!
Que convierta en alegría y en canto
380
tan doloroso y miserable llanto.
Pues, Diosa sagrada y noble
que te mueva el justo ruego
a hacer que cambie o ceda el cruel destino.

FIN DEL PRIMER ACTO

Acto II

ESCENA I

ORBECCHE hija del rey Sulmón, NODRIZA

ORB.
¡Ay, qué poco duran nuestros placeres!
385
¡Qué cerca de la risa siempre el llanto!

NOD.
¡Oh qué doliente voz es esta que oigo!
Parece que sea mi Reina: debo
saber si es ella y qué dolor la aflige.

ORB.
Creo que hace como dicen que suele,
390
la falaz fortuna, enemiga mía,
que cuanto más placer o gozo trae,
tanto mayor dolor después provoca;
y que sus bienes fugaces no son
sino sombra de bien, mas las angustias
395
son más que de verdad: y en mi lo siento.

NOD.
¿Y qué es lo que así os aflige y oprime,
pues viven vuestro Oronte y vuestros hijos?

ORB.
¡Ay de mí, la causa de mi dolor
es más cruel de lo que pueda creerse!
400
Nodriza, si la muerte despiadada
me hubiese quitado marido e hijos,
quizás fuese la mujer más feliz
nacida en el mundo. No es que yo anhele
ahora ni nunca tal fin para ellos
405
(pues Oronte y ellos mi vida son),
mas veo que es mucho peor que ahora
estén vivos. El bien morir a tiempo
es un don del cielo.

NOD.
¿Pero qué es esto?
¡Ay! Mi corazón herís, Reina mía,
410
con vuestros lamentos. ¡Oh que principio
habéis dado a vuestro razonamiento!
¡Pobre de mí, qué extraño augurio es este!

ORB.
Extraño es, por desgracia, mi Nodriza,
y yo la más triste de las mujeres.

NOD.
415
¡Ay, hacéis que hasta los huesos me tiemblen,
viéndoos tan triste! Ay de mí, Reina mía,
decidme la causa de tal dolor,
quizás tenga remedio vuestro mal.

ORB.
No por esperar remedio a mi pena,
420
mas porque el corazón respira un poco
al desfogar graves ansias internas,
te diré la causa de mi gran mal.
Cuatro años hace ya, como tú sabes
que tomé por marido al fiel Oronte
425
sin decir una palabra a mi padre.
Y aunque de nosotros hayan nacido,
dos hijos; ha sido esto tan secreto
(gracias a tu prudencia) que no hay nadie,
excepto tú que eres como una madre,
430
que haya oído siquiera una palabra.
Y puesto que mi padre se encontraba
asaz débil y de años muy cargado,
yo pensaba que él, antes que la cosa
se supiese, dejaría esta vida.
435
Pero mi destino me mostró bien
cuán vana había sido mi esperanza
y qué locos son nuestros pensamientos.
Pues hablando ayer mi padre conmigo
me dijo, tras muchas otras palabras:
440
“Orbecche, ya que plugo al Rey del Cielo
sólo en ti conservar nuestra simiente,
ahora que ya has alcanzado la edad
de deber tomar marido, y sabiendo
que el Rey Selín desea desposarte,
445
que es Rey de los Partos, nuestros vecinos,
un joven de tal posición e ingenio,
que sólo esposo tuyo debe ser;
puesto que él ya te ha pedido mediante
nuestro Lamocche, y a él te he prometido,
450
quiero, por el amor que has demostrado
siempre y que siempre hizo que tus deseos
y los míos fuesen siempre los mismos,
quiero que te contente cuanto he hecho,
para que en esta mi vejez extrema
455
vea yo la sucesión de mis nietos”.

NOD.
Demasiado imprevisto fue este asalto,
como para haceros perder el juicio.

ORB.
Poco me faltó para caer muerta,
querida Nodriza, al escuchar esto.
460
Mas retomando el aliento perdido
y mostrando el rostro el dolor del pecho,
esto respondí: “Padre, aquel amor
que hizo siempre que vuestra voluntad
fuese la mía, me hace hoy declinar
465
lo que me pedís. ¡Ay de mí, mezquina!”,
(y con esto dejé escapar el llanto
que subió a los ojos por otra cosa
que piedad del padre), “¿cómo podría
pasar una hora sin vos en el mundo?
470
¡Ay!, padre, mi deseo es complaceros:
pero por la piedad que os tengo os ruego
y por el amor que me demostráis,
que aún no queráis de vos alejarme
pues sois el único y mi mayor bien”.
475
Y aquí callé, vencida por el llanto.
Y él, sin saber qué dolor me causaba
las lágrimas, me dio un beso en la frente
y elogió mucho mi piedad, y un día
de plazo me dio para que pensara
480
y volvió a sus consuetos aposentos.
Nunca quedó de tanta aflicción llena
la madre que a sus hijos devorados
ve por el fiero lobo, como yo
colma de dolor y angustiosa pena.
485
Y mientras se extendían los lamentos
por el seno, me he recogido aquí
a esperar que llegue mi fiel Oronte
(que ocupado en los asuntos reales,
para mayor dolor mío, no pudo
490
venir todavía a mis aposentos),
para poder tomar con él consejo
y ocuparnos del peligroso caso.
Pero como has llegado antes te pido
socorro en la extrema necesidad.

NOD.
495
Me gustaría mucho complaceros,
Reina mía, segura como estoy
de que habrá remedio para el dolor
vuestro; porque la bondad de los Dioses,
nunca abandona a quien confía en ellos,
500
y, como hacéis vos, los honra y venera
de corazón. Por eso os serán sólo
benignos y piadosos. Mas querría
que no os aflijáis tanto ni que creáis
que estáis privada de toda esperanza,
505
aunque os golpee duro la fortuna.
Porque es así nuestra vida mortal
como sabéis, como nave
en el mar a merced de olas y vientos,
que ve una cruel tempestad
510
abordarla con furor repentino
y tanta fuerza que va de una orilla
a la otra zarandeada
y ve acercarse una muerte segura;
y otra vez con igual rumbo,
515
sin rolar barlovento o sotavento,
con el impulso suave
de las brisas favorables
surca el mar salado y las quietas olas:
por lo que está unas veces confortada
520
y otras angustiada lejos del puerto
Mas no quiero que dejéis caer presa
del dolor a vuestra mente,
que de cualquier mal puede rescataros.
Y ahora dejadme que os vea
525
tan potente contra el destino fiero
que de vuestro valor obtengáis el fruto,
y jamás debéis creer
que más perpetuo sea el mal que el bien.
Es más, el estar sufriendo
530
ahora donde antes erais dichosa,
os demuestra lo tranquila
que con vuestro alto consorte
viviréis feliz y feliz hasta la muerte;
y que así al mal después el bien sucede,
535
como tras el placer la angustia viene.
Mas mejor será que volváis a casa,
yo me ocuparé de encontrar a Oronte
y llevarlo con vos: estoy segura
que él, con su sensatez, encontrará
540
solución a este asunto sin demora
y os hará ver, gracias a su buen juicio,
que o la Fortuna es nada, o que es mortal,
no Diosa (como se cree), que no hay fuerza
en su poder, si se le opone ingenio.

ORB.
545
Ve, querida Nodriza, vete allí
donde sabes que suele estar Oronte,
y espera, si no está allí, hasta que llegue;
y dile, sin mostrarle mis afanes,
que con gran deseo lo espero en casa.

NOD.
550
Voy, Señora, y ruego que por lo menos
deis una tregua al dolor mientras tanto.

ESCENA II

NODRIZA, ORONTE

NOD.
Cuando conmigo misma voy pensando
en la inconstancia de todo lo humano,
veo que puesto que el mundo no es nada,
555
quien algo espera de él mucho se engaña
y que no hay nada aquí donde apoyar
pueda su pensamiento un juicio firme.
Y yo, con mis muchos años y tantas
veces como lo he visto en esta corte
560
y que he oído contar a gente varia
y también a muchos hombres prudentes,
puedo dar buena fe de todas ellas.
Mirad las edades y los estados
humanos y veréis abiertamente
565
que no es de otro modo. En primer lugar
la estimada infancia es la edad más triste,
pues es la que está privada del juicio
y entre el bien y el mal distinguir no sabe,
cosa infeliz y harto desventurada.
570
Después la juventud, en su locura,
no sabe hacia dónde va por sí misma:
lo que ayer le era grato, hoy le disgusta;
siguiendo ora aquél, ora este placer,
consume en vanidad todo su tiempo.
575
Y cuando la vejez la crin blanquea,
severo hace el ceño y aumenta el juicio,
y recuenta los años malgastados,
ve al fin con claridad que todo aquello
que le fuera grato en la edad temprana
580
fue sueño, leve sombra, humo, viento.
Ni la vejez tranquilidad conlleva,
más bien el vigor perdido y el verse
ir a grandes pasos hacia su fin,
agravan la angustia; más que los males,
585
las graves enfermedades que sufre,
y el ser ella misma su enfermedad,
turba todo placer, toda alegría.
Aunque es verdad que aumenta la prudencia,
el juicio y la sensatez, poco ayuda
590
el saber mucho para hallar sosiego;
porque no sólo es menester que cuide
de saber ocuparse de ella misma,
sino de las locuras de los otros,
de percances varios, de la fortuna,
595
y es pues enemiga de su reposo.
Miremos a los estados humanos
y veremos en todos la tristeza.
Si nace el hombre pobre, arrastra siempre
incomodo y vergüenza, y es por todos
600
despreciado; y aunque sea el más sabio
del mundo; se lo considera necio
porque hoy piensa la muchedumbre humana
que donde no hay riqueza, no hay prudencia.
Y quien se encuentre en un estado medio,
605
aspirará siempre a excelsas grandezas,
a favores, a honores, a altos cargos,
a aumentar su haber, pero no halla nunca
nada que lo satisfaga y lo sacie:
es más, ahogado un deseo, surge otro,
610
y aquel otro es principio de uno nuevo.
¿Qué diré de los que llevan coronas
en las testas y cetros en las manos,
que felices parecen y contentos?
Parece que algunos de ellos no sean
615
mortales. Pero son tantos tormentos,
tantas angustias, los que hay bajo aquellas
purpúreas prendas, tantos pensamientos
molestos y tantas cuitas que oprimen
ay de mí, aquellas soberbias coronas,
620
que quien se acerca y la verdad vislumbra
ve que es un mar de cuitas el imperio.
Además, los reyes más grandes siempre
sospechan del veneno, de las armas,
de traiciones cercanas, y a menudo
625
envidian las chozas y a los más viles.
Esto sería un juego, si supiesen
escoger su bien las mentes humanas;
pero suelen creer que lo que tienen
es lo mejor, mientras que es lo peor.
630
Así puede decirse como han dicho
ya muchos sabios, que sólo es feliz
aquél que nunca nace en este mundo
o el que justo después de nacer, muere:
y así huye, como si se lo llevase
635
un incendio, de la inconstante suerte.
Quien vive en las duras y horribles olas
del mar de esta vida, está a merced siempre
del hado, el cruel destino, la fortuna;
y ejemplo de ello puede dar mi Reina
640
al resto, pues en ella guarda el mundo
sus condiciones, comunes a todos
No quiero decir que la causa de esto
sea haberse casado con Oronte;
porque, mires donde mires, verás
645
que la penitencia está a todas horas
detrás de cualquier hombre, haga lo que haga
y aunque mantenga los ojos abiertos.
Es verdad que me duele el corazón
de verla tan afligida y tan triste.
650
Y si pudiera cargar con las ansias
que la atraviesan con ferocidad,
la descargaría de cualquier pena.
Mas no pudiendo más de lo que puedo
y no habiendo llegado aún Oronte
655
aquí donde tan a menudo viene,
intentaré encontrarlo en otra parte
y llevarlo a ella; pues gran placer
hay en compartir las propias angustias
con la persona amada y de la cual
660
cabe esperar ayuda o fiel consejo.
Mas lo veo ahora salir de casa.
Hace un buen rato, Señor, que la Reina
reclama veros y tratar con vos.

ORON.
Volved a casa y decidle que voy.

ESCENA III

ORONTE, ORBECCHE

ORON.
665
Difícil con olas duras y crueles,
que el mar airado levanta y refuerza,
mantener firme el timón. Mas no debe
el experto nauclero perder tanto
su arte y que la ira del mar lo venza
670
sin enfrentar su furia; pues valor
vence a menudo a la cruel tempestad.

ORB.
No menos mísero que yo es Oronte
si los actos muestran el corazón.

ORON.
Y si al final en el mar se sumerge,
675
gran satisfacción es no haber dejado
de hacer nada que pudiera salvarle.
Pero antes que yo ceda a la vil suerte
que tan imprevistamente me asalta,
usaré toda mi fuerza y mi ingenio.
680
Y (si no me enfrento a tretas ocultas)
por el Rey que todo gobierna espero
vencer al fin a la fortuna inicua.

ORB.
Ay de mí, ¿qué será? ¿se habrá sumado
un nuevo dolor a nuestra aflicción?

ORON.
685
Mira cómo son las cosas del mundo:
que queriendo maridar a su hija
el Rey me manda a mí, que soy su esposo,
desde hace años, a que la disponga
a tomar por marido al Rey Selín.

ORB.
690
Lo veo muy triste; voy a su encuentro
y juntos plañiremos nuestros males.

ORON.
Por allí veo que se acerca Orbecche
toda melancólica lagrimando
y pienso que sea por esta causa:
695
mas será mejor que vaya a su encuentro
con rostro alegre, aunque cruel sufrimiento
encierre el corazón, aunque es difícil
que en la cara no se muestre el dolor.
Dios os dé, alma mía, paz y contento:
700
¿Qué vano pensamiento os mueve al llanto?

ORB.
Ay, ¿qué preguntáis, Oronte? Jamás
tuve tanta razón de lamentarme
ni vos, si conocieseis mi dolor.
Ay, llegó aquella hora y llegó aquel día
705
que sólo pueden los más infelices
ser para ambos. Pues mi padre me quiere
casar con Selín, gran Rey de los Partos,
y forzoso es ahora que se sepa
lo que nos hará penar para siempre.

ORON.
710
Decid Reina, ¿dónde está aquel coraje
que me mostrasteis cuando en vuestro esposo
me convertí? ¿dónde está aquel real
ánimo que os hizo aparcar el miedo
cuando preferisteis tenerme a mí
715
más que al reino? ¿o no pensasteis entonces
que el tiempo, que al final todo descubre,
iba también a hacer bien manifiesto
lo que a escondidas nosotros hicimos?
No lo creo por la clarividencia
720
que sé que hay en vos, por vuestra prudencia.
¿Si ante tal temor tuvisteis mayor
coraje entonces, de qué sirve ahora
tanto penar? En vano aquel soldado,
vida mía, toma en mano las armas,
725
si, cuando encuentra a su enemigo, tiembla.
No os extraviéis: la cruel suerte al cobarde
vence, pero si un corazón invicto
se le opone, sale al fin derrotada;
pues no hieren sus saetas a quienes
730
se hacen un escudo con su virtud.
Vuestro padre me ha dicho a mí lo mismo
y a vos me envía para que consiga
que os dispongáis para tomar marido:
y aun así no estoy de aflicción tan lleno
735
como lo estáis vos. Ahora tomad,
vida mía, vuestro valor invicto
y mostraos así en la adversidad
como os he visto cuando os secundaba
la Fortuna; y ocupémonos juntos
740
de este nuevo caso pero sin llanto
pues ¿si nosotros nos desesperamos,
quién nos podrá ayudar o dar consejo?

ORB.
Parece que ignoréis cuán cruel e impío
es mi padre y lo poco que valora
745
estado, imperio y honor, a sí mismo
y a sus hijos cuando quiere vengarse.
¿Creéis que se mostrará más clemente
ahora que cuando mató de un golpe
sin piedad a mi madre y a mi hermano?

ORON.
750
Diferente fue aquello; y bien mirado,
no merecían otra merced ambos,
sino cruel y amarga muerte. ¡Qué error
grave que ella violase la fe
dada al marido, y que el hijo apreciase
755
tan poco, la piedad debida al padre
y que yaciese con su propia madre.

ORB.
Se podría creer que el grave ultraje
lo hubiese inducido a tan cruel venganza,
si sólo hubiera sido cruel con ellos;
760
¿pero acaso ignoráis a cuantos otros,
sin ninguna culpa, él ha matado?
¿qué error le hizo asesinar a su hermano,
que era más bueno que cualquier mortal?

ORON.
Eso lo causó el anhelo del reino,
765
que suele poder más que la piedad
Pero dejando de lado este caso,
no tengo nuevas de que vuestro padre
haya sido más cruel que cualquier otro;
tampoco de que algo sea tan firme
770
que no se pueda cambiar con el tiempo
ni corazón tan obstinado y duro
que el largo camino no ablande un poco.
El Rey Sulmón es viejo y la vejez
suele atenuar algo ira y orgullo
775
y templar la encendida sangre en parte,
de modo que el furor muda en razón.
Mas por grave que sea el error nuestro
y seamos dignos de una cruel pena;
la edad madura a la que ahora llega,
780
que suele conllevar piedad y juicio,
hará ver al Rey más claro que el sol
que su error sería mayor que el nuestro
si él, que por edad es sabio y maduro,
hiciese algo del todo irreversible,
785
dejándose llevar por su crueldad.
¿Qué pasaría después de matarnos
a ambos y a nuestros dos hijos? ¿quizás
que yo no fuese ya vuestro marido?
¿Qué no fueseis vos, como sois, mi esposa?
790
No dudo que si la ira lo empuja
al mal, también la razón le hará ver
lo que sería mejor; y aunque ceda
un poco de espacio a la ira, creo
que él no será tan cruel como pensáis:
795
pues viene y huye rápido la ira,
y si el ímpetu en seguida no sigue,
ella se queda tal como la abeja,
tras perder el aguijón con que pincha.
Y aunque quiera después recrudecerse,
800
mi querida esposa, contra nosotros,
de nada sirve quejarse y dolerse;
prefiero que me aflija o atormente
la crueldad ajena y no nuestro miedo.
Pero dejemos ya de suspirar:
805
pensando en lo que mejor nos conviene,
sería bueno (cuando vos queráis)
que hable yo con Malecche, en quien confía
nuestro rey, y de corazón nos ama;
y le ruegue que como mejor crea
810
dé noticia al rey de esto. Por los Dioses
espero que el ingenio de Malecche
apacigüe esta tempestad horrenda
que, nacida de nuestra calma, tanto
la amenaza.

ORB.
Oronte, yo estoy confusa
815
y no sé dónde dirigir la mente.
No hay cosa alguna que me dé esperanza,
y muchas me causan un temor arduo.
Con los años ha crecido en mi padre
el ánimo feroz y aunque ha cambiado
820
el pelo, todavía lleva el hábito.
Mas como en los casos crudos y extremos
debe seguirse el consejo más sabio,
haced lo que a vos parezca mejor;
y de todo lo que hagáis, yo también
825
me daré por contenta y satisfecha.

ORON.
Así pues iré a buscar a Malecche:
mientras, quedad tranquila y esperad
que los Dioses sean también benignos.

ORB.
Dios quiera que así sea, pero temo
830
que sucederá todo lo contrario.
No me dejéis mucho tiempo sin vos,
tanto si es la nueva buena o cruel.

ORON.
Así lo haré: quedad en paz

ORB.
Adiós.

ESCENA IV

ORBECCHE sola

[ORBECCHE]
A veces el mísero aprecia poco
835
cualquier esperanza y lo peor teme;
y otras parece que el más grande anhelo
vaya a tener el final deseado.
Así me encuentro entre estos dos opuestos
debatiéndome, pues por una parte,
840
ser la única hija del Rey Sulmón,
quien quiere tanto a Oronte como a un hijo,
y la piedad que él siempre me ha mostrado
aunque él sea más cruel que cualquier otro,
y los grandes elogios que de Oronte
845
ha hecho tan abiertamente me dan
cierta esperanza. Mas por otra parte,
que Oronte haya nacido de vil sangre
(siguiendo la opinión del vulgo necio
que cree gentil a quien mucho oro tiene)
850
y pudiendo darme a un Rey por esposa
el Rey mi padre, a tal temor me induce
que tiemblo como el pato que ve encima
suyo al fiero azor para devorarlo.
Bien es cierto que si él se propusiese
855
con buen juicio mirar todas las partes,
y considerar qué es justo, e impidiese
que pudiesen más el oro y la sed
del reino y del haber, que la virtud,
estoy segura que ya no vería
860
como tal mi error, sino que por digna
de elogio me tendría, por haber
querido a un hombre a quien no ciego error
o deseo loco, sino el buen juicio
me hizo elegir entre otros mil ilustres,
865
aunque fuera pobre, y no a un Rey potente
apto más para cualquier vil oficio
que para asir en mano el real cetro.
Por mucho que éste parezca a mi padre,
con la vista enturbiada por su estado,
870
el primer Rey que ciñese corona:
como si no supiese que más vale
a la mujer un hombre cuyo oficio
sea de oro, a que el oro ocupe a un hombre.
Mas el hambre de tener tanto crece
875
que en el mundo sólo el oro se aprecia.
Pobre y desnuda va la virtud misma.
¡Necia idea del vulgo pecador
ay grave error que enturbia ojos mortales,
cuántos yerran en esto! Mas dejando
880
de lado esto, y volviendo a mí, yo veo
que nada más me hace infeliz y triste
que el ser mujer. ¡Oh sexo con el mundo
reñido, lleno de angustia y miseria
que detestas, más que al otro, a ti mismo!
885
No creo (si contemplo nuestro mísero
estado, mujeres) que haya en el mundo
tan penosa suerte entre los humanos
que sea más infeliz que la nuestra.
A menudo desde el vientre materno
890
(por el don que nos da Naturaleza,
de los demás Madre, nuestra madrastra)
ya somos odiadas por nuestro padre.
Y si todo animal nace en la tierra,
por vil que sea en total libertad
895
(don más valioso que la propia vida)
nosotras para cadenas y cepos
nacemos, ay, y para servir siempre.
Porque en cuanto podemos conocer
algo, aunque seamos tiernas doncellas,
900
vivimos siempre bajo arbitrio ajeno,
como a perpetua cárcel condenadas,
siempre con temor, sin poder siquiera
mirar un momento donde no quiere
quien nos cuida. Y luego cuando aspirar
905
deberíamos un poco y tener
al menos de nuestra elección marido
(aunque no cambiemos suerte ni estado,
sino pongamos otro yugo al cuello),
la madre, el padre o el hermano u otro,
910
a cuyo severo arbitrio nos dieron,
ligan nuestros deseos a los suyos
y conviene casarse con quien a ellos
plazca. Y a nosotras, que con la dote
compramos maridos y hasta la muerte
915
debemos vivir con ellos, a un tal
que más disgusta que el propio disgusto.
Y si escogemos marido nosotras
y queremos contentar nuestro anhelo,
dura sentencia nos cae y sentimos,
920
con gran dolor, qué conlleva incumplir
la voluntad ajena. Y quien lo dude
que se fije en mí y observe mi suerte.
Pues no ayuda reino ni real sangre,
ni púrpura, ni cetro, ni corona
925
me permite escapar de este destino.
Es más, cuando mayor veo mi estado,
tanto más grave espero la sentencia.
¡Mejor no haber venido al ciego mundo,
o haberme muerto a una tierna edad,
930
antes que verme en este cruel estado!
¿Pero por qué añado más llanto al llanto,
y quejas a los lamentos? En vano,
suspiro y el dolor me sobrepasa
al querer desfogar el corazón.
935
Mas encerrando el dolor en el pecho
esperaré lo que de mi dispongan,
mísera y triste, los contrarios hados.

[CORO]

CORO
Como el río corriente que discurre
siempre, y jamás es una misma la ola,
940
sino que a la primera, la segunda
la sucede y otra a esta;
así nuestra vida mortal transcurre
y no somos hoy aquellos
que ayer éramos y rauda
945
más que saeta a escondidas se acerca
la débil vejez de blancos cabellos
acompañada de dolientes penas
¡Triste quien tiene esperanza
en las cosas mortales! Cuánto yerra
950
quien cree en la tierra poder ser feliz,
donde en incesante guerra
se encuentran siempre las cosas!
Y si alguna vez pasa que mitigue
algún placer el mal, causa en seguida
955
mayor dolor y si el bien aparece,
como la nieve al sol, pronto se esfuma.
¿Pues por qué se enturbia nuestra visión?
¿Por qué nuestra mente
pone sus esperanzas
960
en lo que aprecia más la necia gente?
¿No siente ella, no siente
que lo que gusta al mundo es humo y sombra
que inunda los corazones mortales?
Feliz quien puede elevar
965
el ardiente pensamiento
donde nada enturbia el placer de veras,
y así el corazón despeja
deseos vanos y esperanzas
que de cuanto le hizo falta
970
entre nosotros nunca antes
se convirtió en tan esquivo
que no sólo se lamenta
de haber sido privado el bien cierto,
sino que mucho más claro que el sol
975
ve que son todos de vidrio
los placeres mundanos
y más volubles que los leves vientos.
Y quien lo dude, que fije
(dejando atrás la vanidad mortal)
980
los ojos en las penas duras y ásperas
de estos dos amantes por los que ruego,
que se tenían por los más felices.
¿Quién hay que justos estime
y no considere insanos
985
nuestros placeres y cual fugaz sombra
todo lo que nos deleita y complace?

FIN DEL SEGUNDO ACTO

Acto III

ESCENA I

MALECCHE solo, consejeros del Rey

MAL.
Yo veo en este día pasar cosas
que me hacen pensar sin ninguna duda
que la prudencia humana poco ve
990
y aunque nada más hubiera, esto sólo
que ahora en casa me ha relatado Oronte,
mucho más claro que el sol me lo pone.
Muchas veces he rogado a Sulmón
que diese a Oronte por marido a Orbecche,
995
y aduciéndome él algunas reservas,
a fe débiles, siempre ha rehusado
querer hacerlo; y como si pensase
que su hija fuese menos dada que otras
a amar y no supiese él cuánto pueda
1000
la mirada, la palabra o la risa
despertar en alguien de amor la llama,
ha dejado conversar tan de cerca
a estos dos juntos, que la cosa tuvo
el efecto que debía, pues nunca
1005
pensé que otra cosa ocurrir pudiera
que lo que parece que ha sucedido.
Que jóvenes tiernas y delicadas,
criadas en el ocio y el deleite
conversen con jóvenes gentiles
1010
sin encenderse entre ellos llama ardiente,
es de necios pensarlo. Siempre tiene
Amor arco y flechas en mano a punto
para herir; por lo que quien esto quiera
censurar, no quiera librar de culpa
1015
al Rey Sulmón: con perdón de su Alteza.
¿No sabía lo que cuesta poner
freno al deseo, cuando el acomodo,
la edad, el amor, la belleza ajena
espolea el pecho al juego amoroso?
1020
Mas regresando al punto de partida,
aunque me satisfaga que al fin sea
Oronte el marido para mi Reina,
pues creo que fue la naturaleza
quien para tal fin les había hecho,
1025
me angustia gravemente que el Rey nuestro
no haya intervenido y estoy seguro
que cuando él lo sepa todo al furor,
al ímpetu, a la ira se dará.
Y ya creo ver cómo le arde el rostro,
1030
y lo difícil que será aplacarlo:
sea porque ya ha prometido a Orbecche
al Rey Selín, o porque los Señores,
los Reyes llevan consigo este vicio,
que si rehúsan una sola vez
1035
a alguna cosa, aunque esta sea buena
y útil y honorable para su ser,
porque pueda ser buena para el reino,
para que no parezca que han errado,
nunca quieren rebajarse y hacerla.
1040
Yo sé que el Rey consideraba a Oronte
digno de su hija y que siquiera él mismo
sabía encontrarle mejor marido;
pero la obstinación tanto ha podido
que la razón ha salido vencida
1045
y ha despreciado cualquier fiel consejo.
Así temo que el desdén y la ira
hagan que esto tenga efectos siniestros.
Mas puesto que Oronte mucho me ruega
que desvele esto a mi Señor e intente
1050
de la mejor manera que yo pueda
para que se contente con lo ya hecho
y acepte la divina voluntad,
aunque creo que he asumido una dura
empresa que me parece imposible,
1055
no cejaré hasta que todo mi ingenio
haya usado en intentar cualquier cosa
para que haya entre ellos paz y contento:
sea por ser útil a todo el reino,
sea por el bien común de ambas partes.
1060
Mas no quiero ir donde el Rey, como suelo,
cuando por los sucesos y las gestas
de la corona conversamos juntos.
Esperaré que venga a descansar
aquí como suele, libre de cuitas:
1065
pues es la ocasión la que a veces da
lo que sin ella nunca se obtendría;
y con la mejor ocasión que entonces
se me brindará, cumpliré mi encargo.
Veo que él viene: voy a retirarme
1070
aquí a un aparte y fingiré no verlo
y esperaré hasta que me haga llamar
por un mensajero, antes de moverme,
por no dar a entender que lo esperaba
para sonsacarle alguna palabra.

ESCENA II

Rey SULMÓN, MENSAJERO, MALECCHE

SUL.
1075
¿El que allí veo es Malecche?

MEN.
El mismo.

SUL.
Ve a él y dile que venga conmigo
y contigo rápido..

MAL.
Me parece
cruelmente turbado a primera vista
el Rey, lo que no es habitual en él
1080
cuando aquí viene, ni imaginar puedo
el motivo que le hace estar así,
pues las cosas del reino están tranquilas;
a no ser que hoy haya sucedido algo
que aún no haya llegado a mis oídos.
1085
Poder hablar hoy con él sobre Oronte
será imposible.

MEN.
Nuestro Rey os llama,
Señor Malecche.

MAL.
Voy, mas por favor
dime, si quizás sabes, ¿qué hace que él
esté tan turbado aparentemente?

MEN.
1090
No sé, Señor, mas gran dolor lo oprime
y creo que está en la corte la causa
del dolor y que no es ninguna broma:
pues no suele un gran Rey por cosas leves
dejarse llevar por ira y desdén
1095
ni mostrar tan expuesto el corazón.

MAL.
¿Qué quiere de mí vuestra alteza?

SUL.
Id
vosotros a casa. Lo sabrás pronto
y verás que hoy ya no se encuentra fe
ni piedad en el mundo; y que no puede
1100
un Rey mantener la fe en la familia
si sus propios hijos cometen fraude.

MAL.
Por otra vía el rey lo habrá sabido:
cualquier secreto al final se descubre.

SUL.
Mi hija, en quien depositado había
1105
toda mi esperanza, todo mi bien,
por quien sólo anhelaba yo vivir
lo poco que me queda satisfecho,
me ha demostrado lo loco que ha sido
mi pensamiento y qué infieles e ingratas
1110
son las mujeres, que a lo peor siempre
se aferran. Esta que puede a Selín,
uno de los grandes reyes del mundo,
tener por marido, tomó a un nacido
de sangre vil, que se en mi corte creció
1115
desde sus primeros años.

MAL.
¿Y quién
ha sido el tal?

SUL.
Ese traidor de Oronte
que siempre se demostraba tan fiel:
y ya dos hijos suyos han nacido.

MAL.
¿Y dónde os habéis enterado de esto?
1120
¿Quizás por ellos?

SUL.
No, por la Giglietta,
su camarera, que oyó sus lamentos
después de decirle a ella que la iba
a dar a Selín y mandarle a él
a pedir que acatase mis deseos.
1125
Oh, si tú hubieses visto con qué cara
escondió la deslealtad Oronte
cuando yo esto le ordené y que dispuesto
se mostró a cumplirlo, en verdad dirías
que nadie había tan fiel en la corte.
1130
Y si hubieses oído las palabras
de mi depravada e inicua hija
y oído las quejas y visto el llanto
que derramó de los ojos, fingiendo
amor por mí, seguro creerías
1135
que jamás hija alguna hubiese amado
a un padre, como esta mostraba amarme.
Pero que estén seguros que obtendrán
de mi un galardón digno de su error.
Pero antes de disponerme a vengarme,
1140
he querido que sepas cuánto debo
presumir yo de hija y servidor
y urdir contigo de qué modo puedo
vengar completamente tal ultraje:
que gran venganza alivie grave injuria.
1145
Así que anhelo oír qué te parece
que debo hacer ante tan grave ofensa.

MAL.
Lamento, Señor, que algo haya pasado
que tanto os disguste y si yo pudiese
hacer que el hecho no fuese, yo haría
1150
lo que conviene que haga un siervo fiel.
Pero puesto que esto no puedo hacerlo
y vos me pedís que os diga qué pienso,
os digo, Señor, ya que no hay remedio
que será mucho mejor que vengarse
1155
acomodarse al tiempo, a la fortuna,
que así se ve la prudencia del hombre.
Nadie hay que la fortuna favorable
no sepa conllevar con alegría,
pero pocos son los que la fortuna
1160
adversa toleran prudentemente.
Y como se conoce a un buen nauclero
cuando hay mala mar y el temporal crece
mucho más que si el mar yace sin olas,
así el valor de un hombre y su juicio
1165
en la contrariedad se ven completos.
Mucho mejor sería que su alteza
perdonase el yerro y considerase
yerno fiel a uno, e hija a la otra.
Sea porque el padre imponga a los hijos
1170
penas pequeñas por sus grandes yerros,
o porque cualquiera puede vengarse,
pero el perdón hace al Señor gentil.
Cuanto más alto estado tiene un hombre,
más aplacable debe ser su ira,
1175
y cuanto menos el mundo lo observa
más obligado se debe sentir,
que el corazón a ser cortés lo inclina.

SUL.
¿Tener por hija a una que por padre
no me tiene? ¿Y por fiel a quien me engaña?
1180
Más simple sería que cualquier necio
si dejase entrar esto por mis ojos
y no demostrase a los dos lo grave
que es tener por un Rey poco respeto.
Verá así aquel traidor, verá la hija
1185
(si hija esa mujer puede llamarse)
lo que hacer pueden cetros y coronas
y si yo a ambos sabré demostrar
(como a tantos) que soy un Rey de veras.

MAL.
Señor, ni los cetros ni las coronas
1190
ni vengar ultrajes han revelado
nunca a ningún Rey.

SUL.
¿Y qué lo revela?
¿mostrarse a quien sea como objetivo
donde erigir cualquier nefanda injuria?

MAL.
No digo que esto deba hacer a un rey,
1195
sino alma gentil, corazón invicto,
prudencia firme y sensatez capaz
de dominar, más que a nadie, a sí mismo;
esto es poseer un mayor imperio
que si a un rey sirviesen alba y ocaso.
1200
¿Cómo puede ser que alguien rija a otro
y no sepa regirse? La mejor
prueba de que un hombre es digno de imperio
es no dejarse vencer por la furia
que a menudo lleva donde no hay que ir.
1205
Y si es así, como en verdad parece,
¿qué otra prueba mejor, alto Señor,
podréis dar de ser un Rey de verdad,
que esta que tenéis ahora delante?

SUL.
¿Quieres que crea que lo blanco es negro
1210
y que el mal manifiesto torna en bien,
Malecche? ¿como si fuese un muchacho
y no supiese discernir verdad
de mentira? Loco estás.

MAL.
Decid todo
lo que queráis de mí, Señor, que todo
1215
lo que de vos viene es honor y estima.
Pero os ruego que queráis escuchar
(pues habéis preguntado) lo que pienso:
que por eso no se os quita el arbitrio
de hacer lo que sea de vuestro agrado.
1220
Y os ruego también que tengáis por cierto
que no os diré nada más que verdad
y que aprecio mucho más vuestro bien
que el mío propio, ni el de nadie más.

SUL.
Sigue pues.

MAL.
Invicto, Señor, yo creo
1225
que cuanto más acerca un hombre su alma
a la virtud, sólo propia del hombre,
más hombre que cualquiera se descubre.
Cuanto más humano ante otros se muestra,
más justamente puede llamarse hombre
1230
Después creo que cuanto más honor
a su gran mérito el de otros añada
tanto más su gloria y su valor crecen.
Y por estas causas concluyo ahora
que si queréis que todo el mundo diga
1235
que por cuanto superáis en potencia
y estado a cualquier mortal muy de largo,
también mucho y mucho lo aventajáis
mostrándoos hombre. Debéis perdonar
a vuestra hija y a Oronte; y la gloria
1240
que obtendréis al perdonar tal error
aumentará todos vuestro honores.
Que aunque ahora seáis muy elogiado
por haber vencido en tantas batallas,
derrotado a los pueblos enemigos
1245
y extendido el límite del imperio
más de lo que nunca hizo un Rey de Persia,
no considero que pueda igualarse
a éste aquel elogio. Pues no hay fuerza
tan grande en el mundo ni tan gran número
1250
de gente armada y torres bien provistas
que no puedan ser del todo vencidas
por el hierro, el valor y la potencia.
Mas vencerse a uno y templar la ira
y perdonar a quien merece pena
1255
y en la misma ira, que es enemiga
de la prudencia y del consejo ajeno,
mostrar juicio, valor, piedad, clemencia,
no sólo algo de invicto Rey estimo
sino de hombre que se asemeje a un Dios.
1260
Esta es, esta es la única victoria
verdadera en el mundo, y sólo de esta
Debe jactarse un Rey sobre las otras:
porque en tal victoria no hay ningún mérito
que sea de soldados o fortuna,
1265
sino toda del Rey es esta gloria.
Mas yo quiero, Señor, que estéis seguro
de que perdonando este yerro, como
debéis perdonarlo, no sólo a vos,
sino a la victoria misma venceis;
1270
y que no habrá gente ni lengua alguna
que no eleve vuestro nombre hasta el cielo
por tan honorable y tan bella acción.

SUL.
Es fácil dar consejo a los demás,
mas si tú fueras yo, no lo dirías.

MAL.
1275
Señor, por esa fe que a vos me une
y me hace leal y fiel siervo vuestro,
nada más os digo que lo que siento
y lo que yo haría si fuese vos.
Y si me pareciese que a vos place
1280
que continuase tratando de esto
quizás, además de lo que ya he dicho,
os haría ver con más eficacia
(no por creerme más sabio que vos,
que en prudencia no hay mortal que os supere,
1285
mas porque sé que la ira a menudo
nubla la vista a quien le hace más falta)
que debe hacerse sólo lo que os digo,
de tal manera que también diríais
que digo verdad.

SUL.
Di lo que te plazca
1290
sin ningún temor, que me gustará
oírte.

MAL.
Entonces, gran Señor, yo digo
que no es, como vos decís, un traidor
Oronte, por haber cometido esto.
Bien se le podría llamar traidor
1295
si a vuestra hija hubiese deshonrado
sin que fuese su esposa, como muchos
hacen hoy en día. Mas puesto que ella
es su mujer, no veo en esto nada
que yerro de amor no pueda llamarse.
1300
Y si ahora os queréis ensañar tanto
contra este que con tan sólida fe
ha amado y ama a vuestra amada hija,
¿quién bien podría consagrarse a vos?
Debe perdonar yerros como éste
1305
un corazón magnánimo, cual hizo
Pisístrato cuya hija fue besada
por el amante en medio de la calle.
Él no recurrió a cadenas, ni cepos
o a martirio o a muerte, como muchos
1310
de los suyos querían; mas sabiendo
(por clara experiencia y ejemplos ciertos)
que un joven mal se resiste a las llamas
del amor, excusó al ardiente amante
y le perdonó el error cometido:
1315
prefiriendo que la razón le hiciese
digno de él, más que dejarse llevar
por la ira más allá de justicia;
sabiendo que le sigue a la venganza
hecha sin motivo, la penitencia,
1320
la cual, siendo intempestiva y tardía,
trae sólo al hombre dolor y angustia.
Quizás diréis que la razón que os lleva
a vengaros de Oronte es el estado
vil en que nació, distinto del vuestro,
1325
tan alto, en todo. Y yo os digo, Señor,
que el ser nacido Oronte de vil sangre
(y por lo que hasta ahora hemos sabido,
quizás sería también lo contrario)
no debe encenderos en contra suya.
1330
Y sin sacar a colación que todos
hemos nacido de un mismo principio
y que iguales nos produjo Natura;
si la ciega, rea y falaz fortuna,
enemiga de espíritus gentiles,
1335
hubiese contemplado la virtud,
que lo hace exceder la nobleza ajena,
digno sería Oronte de un imperio;
y me basta con vuestro testimonio
para probar esto: porque teniéndolo
1340
como siervo desde que era un muchacho,
cuando habéis percibido su valor,
le habéis dejado en esta tierna edad,
todo vuestro estado en sus manos, antes
que a ningún otro de los más maduros
1345
de vuestra progenie. Por lo que elogio,
invicto Señor (si puedo decir
lo que siento), y mucho por esta parte
la sensatez de vuestra hija que
vos condenáis: por haber preferido
1350
ella a un hombre de baja condición,
pero ánimo real, a un Rey que tenga
un gran imperio y corazón vulgar.
Que porque Oronte sea pobre debe
seros menos querido, que el haber,
1355
los bienes de la fortuna, que hoy son
de uno y mañana de otro, son caducos:
vienen y van como olas a la orilla:
y a menudo vemos que los que tienen
las arcas repletas de oro y de plata
1360
tornan en mendigos y los mendigos
alcanzan los cetros y las coronas.
Y por esto yo no he apreciado nunca
a quien se hace llamar noble o gentil
por mucho haber, como los demás hacen.
1365
Creo que la virtud (bien permanente
del hombre) es la única nobleza vera
y que vale más que cualquier riqueza.
Y diré más: que la pobreza honesta,
acompañada de nobles virtudes,
1370
ha sido antepuesta por los más sabios
a reinos e imperios; y han estimado
a un hombre poderoso, tanto cuanto
en él han visto virtud. Mas si aún
para vos cuentan sólo grandes reinos,
1375
puede vuestra alteza, Señor, poner
remedio a este ultraje y tan grave injuria
que la Fortuna inicua hizo a Oronte.

SUL.
¿Es que puedo yo hacer de una paloma
un águila? ¿o de un ratón, león fiero?

MAL.
1380
Sí que podéis, Señor, cuando gustéis:
Porque al no tener a nadie más que esta
hija, podéis dejar a ella y a Oronte
el reino en herencia y así tener
un yerno igual a vuestro excelso estado.

SUL.
1385
Bien que lo haré yo Rey de tal manera
que le dolerá haberme conocido.

MAL.
Está en vuestras manos, podéis hacer
con él lo que os plazca. Mas si la ira
cede en parte a la razón, a lo justo,
1390
os mudará el juicio y vos a vos mismo
os reprobaréis tan extraña idea;
y no permitiréis que el corazón
que no vencieron armas enemigas,
a un repentino furor cual villano
1395
se someta y de Rey se torne en siervo.
Más cuando el corazón me hace mostraros
que por mucho que hubiese Oronte errado,
el gran discernimiento de vuestra hija
al haber preferido no a Selín
1400
sino a Oronte por marido, merece
que a ambos deis vuestro perdón finalmente.

SUL.
Tú quieres alejarme de lo justo,
Malecche, con tus palabras.

MAL.
Señor,
os ruego que no os encolericéis,
1405
dejad que os diga lo poco que queda.
Que si no os muestro que Orbecche ha elegido
mucho mejor que vos al desposarse
y que más utilidad y sosiego
y satisfacción os debe dar que ella
1410
prefiera a Oronte antes que al rey Selín,
quiero al menos que descarguéis la ira
no sobre ellos, sino sobre este viejo
que podría morir por vuestro honor.

SUL.
Oh, si esto demuestras, creer podría
1415
que los ciervos se alimentan del aire.

MAL.
Os lo mostraré, Señor, si escucháis
sin desdén y dais benévola audiencia
a lo que os diré con fe verdadera.

SUL.
Sigue pues.

MAL.
Vos, alto Señor, la hija
1420
pretendíais dar por esposa a un hombre
cuya progenie siempre ha sido infesta
para vuestro reino, a quien no hace un año
os mató a dos hijos y a dos hermanos
y tanta sangre derramó en los campos
1425
de este pueblo vuestro que grita y gime
aún esta ciudad de punta a punta:
y ella ha tomado a quien de muerte y fuego
con su invicto valor más de mil veces
ha apartado del todo a vuestro imperio.

SUL.
1430
Y esto es lo que más me pesa y me duele
que así quería yo acabar un día
tantas guerras y asegurar la paz
a mi pueblo, y este era el mejor modo
que podía hallar.

MAL.
Así pues, Señor,
1435
¿creéis que la mano de la que aún
gotea sangre de vuestros parientes
y que debe ser vengada por tantos
que han muerto de su lado, traerá
alguna vez la paz a vuestro pueblo?
1440
Yo más bien creería que la nieve
pudiera ser fuego y el fuego hielo,
antes que esto ocurriese. Me parece
que el reino pondría patas arriba
y al fin haría sierva a vuestra gente.
1445
¡Oh si hubieseis oído como yo,
Señor, cuánto aborrece a todo el pueblo,
estimaríais que el eterno Júpiter
ha concedido a vuestra hija a Oronte
por sacaros de un aprieto y calmaros!
1450
¿Cómo sabéis que no trama una insidia,
bajo esta tapadera, el Rey Selín,
contra vuestra cabeza y vuestro estado,
para conseguir con engaño aquello
que no ha podido obtener con valor?
1455
No se debe dar nada por seguro
del enemigo; es más, si este demuestra
querer ser amigo y buscar la paz,
más se debe temer la guerra cruel.
¿No sabéis, Señor, que bajo el aspecto
1460
de parentesco y leyes maritales
llevó a la muerte a los hijos de Egipto
el cruel Dánao? Quizás aspira a esto
ahora Selín. ¡Oh, cuánto mejor
es que tengáis un yerno que conozca
1465
por vos el imperio, que uno que os prive
del imperio o que os dé grandes afanes!
Merece ya esta edad grave y canosa
paz y reposo, no trabajo y guerra.

SUL.
Quien se empeña en ir siempre tras sospechas
1470
nunca llevará a cabo cosa alguna.

MAL.
No se debe, Señor, temer por todo,
pero quien no teme al menos aquello
que podría ocurrir, mucho se engaña,
más cuando los hechos de los demás
1475
ponen ante los ojos el futuro.
¡Dichosos los que ante éxitos ajenos
son cautos! Por lo que os ruego, Señor,
que prefiráis que los casos ajenos
os iluminen, antes que otros tomen
1480
ejemplo altero de vuestra fortuna
Pero dejemos, si os parece, a un lado
estas razones, aunque sean tales
para plegaros aunque fuerais mármol.
¿Qué lamentable será que ahora vos,
1485
que tantos años cargáis y sois sabio
más que ningún otro Señor del mundo,
dejéis la razón presa de la ira,
y lo que de joven condenaríais
de todo hombre, queráis hacer de viejo?
1490
Conceded, Señor, que Oronte y Orbecche
no sean condenados por su error,
al cual les ha llevado el poco ver
y que vuestro juicio puede enmendar,
ya que con impiedad inexorable
1495
vos ensuciaríais vuestra prudencia
y el nombre real por el fallo suyo:
lo que sería unir a un error, otro,
y no enmendar lo que enmendar queréis.
Y mejor es que alguien sea injuriado,
1500
a que manche por venganza su honor;
y es tanto mejor, Señor, que os disguste
esto, aunque que pueda llevar a buen fin
y a vuestro contento, que por cumplir
venganza impetuosa, con el tiempo
1505
después os disgustéis vos a vos mismo:
pues no otra cosa resultará de esto,
si vuestra alma cae del furor presa.

SUL.
Es difícil, Malecche, que la ira
no venza a aquel hombre que por aquellos
1510
que debían honrarlo y respetarlo,
mostrarle gratitud y complacerle,
ve que su propia sangre le hace ultraje.
La razón frenar no puede a la ira
y de esto se ven ejemplos hoy día.

MAL.
1515
Sí, en los que, Señor, no tienen juicio
y dentro de ellos no hay virtud que pueda
mostrarles verdad, al llegar la ira;
sino que, cuanto más los otros quieren,
mostrando la verdad, calmar su furia
1520
con más ahínco en ella se sumergen.
Mas si la ira asalta a hombre prudente
(no podemos frenar impulsos básicos),
tanto que no vea qué le conviene,
tan pronto se le hace ver lo que es justo
1525
abre la mente y expulsa la ira.
Si yo no supiese por experiencia
larga lo inmensa que es vuestra virtud
y cuán gustoso seguís la razón
que os guía, yo nunca habría tenido
1530
la osadía de mostraros lo que
con tanto hablar os he demostrado.
Y así como vuestro saber y vuestro
sabio consejo y la prudencia vuestra
me han hecho atreverme a decir lo dicho,
1535
también me aseguran aquellas mismas
excelsas virtudes que vuestra alteza
se asirá a lo mejor y verá claro
que no debe este error dejar a Oronte
y a vuestra hija sin vuestro perdón;
1540
y que en vos podrá más el largo amor
que por ambos habéis sentido siempre,
que este odio súbito y este desdén.
Y aunque esto no os conmoviese (lo cual
no puedo pensar que llegue a ocurrir),
1545
que os conmuevan sus hijos, nietos vuestros:
que por ser nacidos de vuestra sangre
se podrán parecer a vos, su abuelo,
y ser faros de virtud en el mundo
y ser vuestro sustento. Y si aún esto
1550
puede poco en vos, aunque mucho deba,
que os mueva vuestro honor, que (como he dicho)
sólo puede tornarse en deshonor
con venganza tal. Y si también esto
poco apreciáis (lo que no creo), al menos
1555
(si es que algo puede ante un Señor excelso
el servicio de un leal y fiel siervo)
que pueda ahora mi fe tanto en vos
y el tanto servir, para impetrar paz
a la hija vuestra y a vuestro Oronte.

SUL.
1560
Malecche, tanto pudo el largo amor
que tuve a Oronte y la inmensa piedad
con la que he amado hasta hoy mismo a mi hija
y mucho valoro tu larga fe
y tanto pueden en mi tus palabras
1565
que me siento conmovido hasta el alma
mientras te escucho. Mas si después mira
el corazón la injuria, se endurece
especialmente ante Oronte, que nunca
debería haberme injuriado así.

MAL.
1570
Yo creo, Señor, que le pesa y duele,
y que no lo ha hecho por ultrajaros,
sino que, de Amor vencido, llevado
fuera de lo que es justo, fue privado
por deseo ardiente de juzgar bien.
1575
Pero aunque pongamos que esto fue ultraje,
que no lo es, aunque fuese mayor,
recordar los grandes hechos egregios
que él llevó a cabo por vuestra corona
extinguir vuestro desdén deberían
1580
y suavizar toda dureza. Y cuando
ninguna otra cosa a esto os condujese
(aunque muchas deberían hacerlo)
os ruego que no os salga de la mente
aquel infeliz y lloroso tiempo
1585
en que los Partos, que habían ganado
todo el reino, asaltaron esta tierra
con tal fuerza, con tan extremo asedio
que nadie hubo que no desesperase
por no poder resistir y temían
1590
todos salir extramuros. Oronte,
dando más valor a vos que a su vida
(despreciando el peligro), salió fuera
y desterró al Rey Selín que traía
el fuego ardiente a todo vuestro imperio
1595
y extrema masacre a vuestra corona:
lo rechazó, digo, tan animoso
que a los Partos pareció un nuevo Marte
y os conservó el reino y al reino, vos.
Yo veo, Señor, que estos mismos muros
1600
y columnas, pavimentos y techos,
y los que alma y sentido humano tienen,
ganados por tan raro beneficio,
para mostrar gratitud del placer
por él recibido, os piden conmigo
1605
piedad por Oronte; y que lagrimando
ruegan que si él a vos y a ellos salvó
con su propia sangre y su propia vida
de la esclavitud, el fuego y la muerte,
no pretendáis ahora destruirlo
1610
y hacer que la crueldad sea su premio
por tan ilustre y honorable empresa.
Perdonadle su error, en fin, y que esto
vacíe de desdén el corazón,
pues seguro estoy que a partir de ahora
1615
os complaceréis de tan benigno acto,
por varias causas, pues será vencido
por el gozo el dolor que ahora sentís.

SUL.
Grave me parece esto que me pides,
Malecche, y creo que es muy arrogante
1620
quererme hacer estar peor que ahora.
Mas por lo ya dicho y por amor tuyo
y por amor de esos nietos que hablando
me has grabado tanto en el corazón
que ahora quiero ver más que a la luz,
1625
y por esta acción ilustre que ahora
tú me has recordado, la cual conservo
aún con gratitud en mi memoria,
haré contento lo que me has pedido.
Y como prenda llévale este anillo
1630
a Oronte como sucesión del reino
y haz que ahora vengan todos aquí
él y su esposa y sus dos hijos juntos,
para que pueda disfrutar con ellos.

MAL.
Señor, esta bondad que ahora me habéis
1635
demostrado, me obliga tanto que
lamento que en mí no haya cosa alguna
que no sea vuestra desde hace tiempo,
para poder darla al menos en prenda
manifiesta de mi agradecimiento.
1640
Mas baste, Señor, con que vuestro siervo
os dé tanto como puede entregaros,
es decir esta sincera alma mía,
más unida a vos hoy que de costumbre,
pues este placer los supera a todos.
1645
Ahora me iré dentro a por Oronte
y los traeré a todos ante vos
para que compartáis esta alegría.

SUL.
Yo te esperaré aquí, pero ven raudo.

MAL.
Gracias Dios supremo, porque este pecho
1650
que siempre fue duro como la piedra,
haya encontrado piedad este día.
Es bien cierto que con el Rey del cielo
ninguna cosa es del todo imposible.

ESCENA III

SULMÓN solo

[SUL].
¡Malecche, en esta canosa edad, necio,
1655
piensa que con sus chanzas y sus cuentos
me ha girado el cerebro de tal guisa
que yo no vaya a mostrar al traidor
de cuánta importancia sea esta injuria!
Bien que está él privado de todo ingenio
1660
y también sería yo poco sabio
si dejase meterme esto en la testa.
No conozco en el mundo hombre tan vil
que pudiera aguantar tan grave escarnio.
Este ha manchado mi sangre y honor
1665
y la real corona; pues no dude
que en su sangre se bañarán las manos
del Rey Sulmón, que así serán limpiadas
de toda esta vergüenza y esta injuria.
Y no sólo él, también harán sus hijos
1670
la penitencia del error paterno.
Y es justo: pues él a mí, en mi hija
hizo gran deshonor, él y sus hijos
deben cargar con la pena debida.
¿Qué temes, alma mía? ¿Qué te asusta?
1675
Concentra toda tu fuerza en vengarte
y haz algo tan inusitado y nuevo
que esta edad aborrezca y que la nueva
que ha de llegar apenas creer pueda.
Este día nos da materia digna
1680
de demostrar nuestro poder al mundo.
Mas que no haya nada que nos aparte
de lo ya empezado y que todo tipo
de crueldad probemos nosotros hoy.
Los hijos son inocentes, bien: son
1685
hijos de un traidor y serán también
semejantes en todo al padre y aunque
pudiesen desviarse de su origen
y ser lo mejor del mundo, son claros
indicios del ultraje recibido.
1690
Mueran también ellos, que no me quede
ni una parte de venganza pendiente.
No, no hay que tomarse a broma mi injuria,
ni es este un escarnio que borrar pueda
con un castigo leve de mi honor.
1695
¿Pero qué hacer con mi malvada hija?
¿Debo manchar mis manos en mi sangre?
Sí que debería, viendo su error,
¿pero si pudiera cumplir venganza
sin la muerte, no sería mejor?
1700
Mejor sería, sí. ¿Y qué mayor pena
y más apta a la venganza le puedo
dar que mediante quien más la alegraba
provocarle dolor cruel e insufrible?
Si la mato, al dolor pondría fin:
1705
pues la muerte no es pena para el triste,
sino el fin de la pena y de la angustia.
Pero si ella permanece con vida
y sus ojos ven muertos a ambos hijos
y al marido, será tal su tormento
1710
que envidiará a los que están bajo tierra:
pues más ardua que cualquier muerte es siempre
una vida infeliz y miserable.
Esto me gusta, disponte ya a esto
alma mía, que nada te distraiga:
1715
porque quien no se venga de un ultraje,
se predispone a esperar otro más.
¿Me criticarán? ¿Qué crítica puede
hacerse a un Rey por cualquier cosa que haga,
si todas sus obras están cubiertas
1720
bajo el manto Real? Y como deben
sufrirlas todos por fuerza, a elogiarlas,
quieran o no, por gran temor, se obligan.
Esto es propio de Reyes, que sus crueles
obras sean elogiadas por todos.
1725
Para otros los elogios verdaderos,
estos son los nuestros y que hagan siempre
lo que gusten los Reyes poderosos;
y si así no lo hicieren, siervos son,
e indignos del nombre real y el reino.
1730
Mas veo que vienen juntos a verme.
Debo reprimir la ira y fingir
estar lleno de alegría y contento
y acompañar con palabras la cara,
para que no sospechen lo que pienso.

ESCENA IV

MALECCHE, ORONTE, ORBECCHE, SULMÓN, CORO

MAL.
1735
Yo jamás habría pensado, Oronte,
que se habría acercado tanto al punto
que queríamos. En verdad los dioses
nos han sido propicios. Dad conmigo,
excelsa Reina, y tú con ella, Oronte,
1740
las gracias a ellos por méritos tales.

ORON.
Malecche, aunque no es nuevo para mí
que si no quieren los Dioses del cielo
no acaba bien ningún hecho mortal,
considero aún que es mérito vuestro
1745
que esto pase; y así como agradezco
a todos los Dioses, os brindo a vos
gracias eternas del bien recibido.
Y aunque no pueda mostrar plenamente
qué obligado estoy a la bondad vuestra
1750
quiero que creáis que si alguna vez
sucede que yo os pueda de algún modo
demostrar mi sentir, cumplidamente
hallaréis mi agradecimiento a vuestro
favor; y más que lo que de palabra
1755
ahora digo, yo os demostraré
entonces, con hechos claros, qué siento
Favorezcan los Dioses nuestras cosas
tal como han empezado.

ORB.
Así les ruego.
Pero un no sé qué triste oprime el pecho
1760
y no sé la razón de mi temor.
Veo el bien ante mis ojos y tiemblo
entre tanta dicha y temo el anzuelo
que oculta el cebo y la hiel en lo dulce.

MAL.
Oh no pretendáis ser vos a vos misma
1765
enemiga y a vuestra propia dicha
Reina excelsa, y echad lejos lo triste
que os oprime el pecho y os importuna.
¿No veis del bien las muestras evidentes?
Ha prometido el reino a vos y a Oronte
1770
y junto a vuestros hijos os espera
tan contento, que una hora son mil
hasta que os tenga a todos en sus brazos,
y llorar lo he visto muy dulcemente.

ORB.
Oh, quiera Dios que él no llorase a un tiempo
1775
nuestra adversidad y nuestro destino;
que aunque yo vea y sienta y plenamente
note mi gozo, el corazón no puede
no suspirar; y no es buena señal
por algo así, que yo tanto anhelaba,
1780
no poderme alegrar.

ORON.
¿Y qué teméis?
Tenemos lo que queremos. ¡Gran cosa
es que las mujeres estén dispuestas
siempre a adivinar el mal! Esperad
el bien y el bien vendrá a vos.

ORB.
Yo no quiero
1785
turbar vuestro gozo; y ruego a los Dioses
que sean vanos mis temores, firmes
vuestras esperanzas, vuestros placeres
y que mis sospechas las lleve el viento.

ORON.
Decidme entonces, por favor, ¿por qué
1790
habría el Rey mostrado tanto amor
y mandado una señal evidente
de su paz, si él quisiese faltar luego
a la fe dada?

MAL.
La fe, Reina, es propia
del Rey, como de nuestro cuerpo el alma.
1795
Igual que no se mantienen con vida
estos despojos caducos
después que de ellos ha salido el alma,
así si quedan vacías
las promesas de fe de un Rey, no puede
1800
haber nada que como Rey lo muestre.
pues las gemas y los ostros
o el poseer mucho oro
no hacen Rey a nadie, si fe no tiene,
que vale más que el poder y el tesoro.
1805
Pues quiero que creáis que es esto cierto,
que antes podría perder
el imperio nuestro Rey que dejar
que se viese perdida en él la fe
Observad con que feliz
1810
aspecto él os contempla.
Sólo esto debe calmar vuestra alma
y borrar cualquier sospecha:
que por mucho que alguien quiere
guardar la ira en el pecho
1815
y utilice muchas treta
para que nadie pueda en su alma ver,
es forzoso que se vea
(muy a pesar suyo) su airada mente
que se descubre por fuera
1820
y en el rostro el corazón muestra abierto.

ORON.
Es así, y no puede ser de otro modo.
Vamos donde el Rey.

ORB.
Creo que no puedo
mover los pies, y aun así quiero ir,
es como si alguien me echara hacia atrás.
1825
Te ruego, Señor que riges el mundo,
que si me ha de suceder algo malo,
antes de ir con mi padre, yo me muera.

MAL.
Ya no suspires más, excelsa Reina;
vamos juntos y dejadme la carga
1830
de decir al Rey palabras que yo
creeré oportunas en este caso.

ORON.
Vámonos, Malecche, y vos hablad antes,
ya que hasta ahora habéis llevado el caso.

MAL.
Invicto Señor, he expuesto por vos
1835
a Oronte y a vuestra hija lo que
me habéis dicho; y ellos reciben vuestra
gracia que para ellos es la mayor;
y tanto ven que su error es más grave
como más descubren vuestra bondad.
1840
Aquí está Oronte y vuestra hija y vuestros
queridos nietos, en vuestra vejez
fiel sustento y sucesores del reino,
en sus caras estáis tan esculpido
que creo veros rejuvenecer
1845
dichosamente en sus hermosos rostros.
Acogedlos, Señor, y demostradles
que lo que les he dicho en vuestro nombre,
así lo cumplirá la alteza vuestra.

SUL.
Nunca viene a menos en mi la fe
1850
cuando la he comprometido con otros.

ORON.
No dudo, alto Señor, que vuestra alteza
tenga intención de mantener con fe
lo que su fiel consejero Malecche
en prenda de fidelidad me dijo
1855
en su nombre. Sólo os pido, Señor,
como gracia especial, que ya que tanto
se ha extendido vuestra enorme bondad,
no pretendáis atribuir mi fallo
a ultraje o deslealtad, sino a amor
1860
que fue mucho más fuerte que yo mismo,
en la joven edad, más dada a errar
que las demás. Del error cometido
pedimos perdón vuestra hija y yo;
y conmigo y con ella nuestros hijos
1865
van de la mano, no son menos muestra
de fe que de una rara fortaleza
y aunque sé que no hay en mí cosa alguna
que igualar pueda el presente que yo
de vuestra majestad he recibido,
1870
os ofrezco esta vida, siempre a punto
para exponerla por vos donde sea
y siempre intentaré que este error sea
muy superado por las buenas obras,
por las que podréis ver tan fácilmente
1875
cuanta fe os tengo.

ORB.
Y también yo, padre,
pido a vuestra alteza humilde perdón.

SUL.
Si yo os diese a ambos la pena debida
a vuestra falta y os mostrase cuanto
es inicuo y grave haberme ofendido,
1880
haría sólo lo que es conveniente
y lo justo al mal que habéis cometido.
Los ruegos de Malecche, que han podido
hacerme ver lo que el poder obliga
y el amor con el que os amo a vosotros
1885
y a vuestros hijos mis nietos, me inclinan
a hacer con vosotros lo que yo quiero.
Mas con la confianza que antes di
a Malecche y que él os ha transmitido
en mi nombre, te perdono tu error,
1890
Oronte, y el tuyo Orbecche. Y a ti
hija querida cuanto debe ser
te acojo y a ti como yerno y a estos
dulces mozalbetes como mis nietos,
que menos amados por mí no sean.
1895
Nietos míos, es más mis dulces hijos,
¡cuánto me sois queridos! ¡Oh qué bien
conozco en vosotros mi propio aspecto!

CORO
Después que un final dichoso,
fiel pareja y amiga,
1900
ha dado a tus deseos
el cielo benigno, en vez de martirios
con que amenazaba la adversa suerte,
ruego que dulce afecto
te llene tanto el pecho
1905
que nunca te turben llanto o suspiros,
y tan vanas se muestren las insidias,
que nada te prive del dulce gozo.

SUL.
Que os vea siempre tan felices, como
os tomo de rehenes de la paz
1910
hecha entre nosotros; que me dé el cielo
gracia para poder daros el bien
que para vosotros quiero y dispongo
y pienso dar también a los parientes,
por vosotros mismos, en pocas horas.
1915
Oronte, tú espera a Tamul y Allocche,
y después los tres vendréis a mi casa
rápidamente, a encontraros conmigo.
Nosotros iremos a hacer que empiecen
la alegría y el solaz que merece
1920
este día, y se pueda hacer la fiesta
y hacer sacrificios en los altares,
dados a los Dioses en estas bodas.

ESCENA V

ORONTE, TAMULE, ALLOCCHE

ORON.
Quien con buen ojo observe a los humanos,
verá que el polvo minúsculo y leve
1925
no se ve tan llevado por los vientos
de aquí para allá, como la fortuna
mueve y remueve las cosas mortales
Verá entonces que en esta situación
el triste puede esperar, y temer
1930
quien piensa ser feliz, y que el Eterno
Motor de las estrellas no dispone
que haya en la tierra inmortal bien o mal,
mas puesto que sin fin ni principio,
no permite que ninguna otra cosa
1935
contenga en sí misma esta condición.
Y de que son así las cosas que hay
en la tierra bajo el ciclo lunar
(además de tantos ejemplos que hacen
que parezca más que verdad), yo puedo
1940
dar buena fe, quizás más que cualquiera,
pues he sido un juguete largo tiempo
de la fortuna y largo tiempo un juego.
Yo nací en Armenia de un hombre noble
y de madre Reina, mas tras el parto
1945
pronto fui por ella lanzado al mar
en una caja, por tapar el fallo;
y fui (según entendí) recogido
por corsarios y en triste azar criado.
Y apenas cinco años después, a Persia
1950
fui llevado zarandeado siempre
por la ardua suerte, hasta que el Rey Sulmón
(no sé por qué azar mío) de las manos
de quien me esclavizaba me sacó.
Mas no cambié condición ni destino,
1955
aunque había cambiado tierra y cielo,
pues en cuanto entré en la corte del Rey
él sin piedad hizo que me criaran
cuatro y cuatro años cual siervo tan vil
y en vida tan triste, que la esperanza
1960
de obtener bien había descartado,
y no envidiaba a hombres y mujeres,
sino a perros y animales más viles.
Pero tan pronto llegué a los quince años
(ved que gran transformación se produjo)
1965
que crecí para él tanto en valor
que me prefirió al resto de la corte.
Y aquí los odios y crueles envidias
de cortesanos me atacaron como
las olas del mar a nave perdida.
1970
Mientras tanto la cruel suerte enemiga,
viéndome vencer la áspera procela
con valor en tan ardua tempestad,
de mi bien envidiosa al fin y al cabo
para que perdiese el arte y me hundiese
1975
bajo las olas, bajo sombra amable,
con insidias ocultas a mi dicha,
mostrándose más tranquila que nunca
meciéndose con las olas del mar,
puso un insalvable escollo en las olas;
1980
pues hizo que por la hija del Rey
ardiese, y ella por mí, fieramente,
que no hubo nunca tan ferviente fuego
en Mongibello o tan vivaz en Íschia,
que tibio no fuera al lado del nuestro.
1985
De modo que ambos ya ciegos de amor,
en marido y mujer nos convertimos
sin que el Rey no se enterase de nada.
Desde entonces un dolor cruel y amargo
(sabiendo yo después lo que no supe
1990
en el primer furor que ley ignora)
me roe el corazón, cual roer suele
a Ticio el cruel buitre entre oscuras sombras.
Nunca tuve pues, no diré dichosa
sino reposada hora; sino que
1995
viéndome entre escollos continuamente
siempre tuve la muerte ante los ojos.
Y hete aquí, cuando menos esperanza
tenía y los vientos se conjuraban
contra mí, para mi muerte, con remos
2000
velas, anclas y jarcias ya perdidos,
y el mar tocaba el cielo con las olas,
que me ha conducido tan felizmente
mi Señor de los ásperos escollos
al puerto perdonando nuestro error,
2005
y ya no temo ni a Escila ni a Caribdis;
así que si alguien es hoy más feliz
que yo, no es mortal. Ahora al Señor
que con sumo saber gobierna todo,
que quiera al fin, ya que del temporal
2010
(que me zarandeaba aquí y allí)
me hallo fuera, que vivir pueda en puerto
lo poco que me queda por vivir,
y que esta vez contra lo que acostumbra
me favorezca la cruel fortuna, aunque
2015
la constancia suya esté en ir mutando
Pero veo aquí que Tamul y Allocche
vienen, y yo quiero ir hasta ellos
para encontrarnos todos con el Rey.
Venid a mí, que nos espera en casa
2020
a los tres nuestro Rey.

TAM.
Ya voy, Señor.

AL.
Y yo. Id vos delante, que nosotros
iremos detrás de vos poco a poco.

TAM.
¡Cómo se equivoca el hombre! Este cree
que va hacia su contento, y va a la muerte.

NODRIZA, CORO. Habla la Nodriza

NOD.
2025
Después que los tristes y oscuros días
Amor (con su gracia) mudó en dichosos,
queridas mías, cambiamos las voces
nuestras para hablar de este nuevo estado
¿Mas quién dará con los versos o rimas
2030
que digan el bien que contiene el alma?

CORO.
Ahora que has la triste y afligida alma
vuelto a amables noches y puros días,
para que a todos mostremos en rimas
el bien que hay en nuestros pechos dichosos
2035
y loarte, junto al querido estado,
danos versos, Amor, y danos voces.

NOD.
¿Por qué no lleváis al cielo las voces
brisas, que ahora saca tan clara el alma,
y que sepan los Dioses nuestro estado,
2040
que las noches que vendrán y los días
serán tan gozosos y tan dichosos
que no los podrán explicar las rimas?

CORO.
Apolo, aunque tú cantases en rimas
usando escogidas y doctas voces,
2045
no podrías explicar cuán dichosos
son los deseos de aquella noble alma
que el cielo retaba con agrios días,
y temió vivir siempre en duro estado.

NOD.
Los que el triste vivir y áspero estado
2050
de mi Reina lamentasteis con rimas,
cuando oscuras noches eran sus días
acompañad las amorosas voces
y echad hoy tan fuera el dolor del alma
que se oigan notas y cantos dichosos.

CORO
2055
Mira Amor a los párvulos dichosos
con nosotras, pues fija nuestro estado
quien prende el dulce fuego en ajena alma.
Y Juno, movida por vivas rimas
(pues al cielo van las mortales voces)
2060
quiere que no vengan más tristes días.

NOD.
Los días os serán siempre dichosos,
pareja fiel, las voces y el estado,
mientras rimas ornen tan gentil alma.

FIN DEL TERCER ACTO

Acto IV

ESCENA I

MENSAJERO, CORO

MEN.
¿Oh por qué no habré nacido en los montes
2065
Rifeos o entre los tigres Hircanos
en los bosques yermos y abruptos campos,
donde no se viese vestigio humano,
en vez de aquí donde nací y crecí,
aquí donde más que cualquiera fiera áspera
2070
se hallan crueles hombres? ¿Oh, de qué sirve
vivir en ciudades en vez de en bosques,
si son más crueles que lobos y que osos
los hombres que las habitan? ¿Qué fiera
que se halla en los más desiertos lugares,
2075
usó crueldad contra su propia sangre?
Entonces la cosa más cruel he visto
que nunca se haya visto en ningún sitio.

CORO
Grave es esto por lo que amargamente
se queja éste. Oh Diosa que el cielo aclaras
2080
con luz serena y enciendes los pechos,
que no sean por nosotras las quejas.

MEN.
¿Por qué no me da Dédalo las alas,
para ascender al cielo y huir de esta
tierra inicua? ¿Cómo tierra? Refugio
2085
de actos sucios, despiadados y horribles.
Y si eso no puede ser, ¿por qué al menos
no me hace pasar el cruel Aqueronte,
ya que hasta aquí han venido los Atreos,
Tiestes y Atamantes, y los más fieros
2090
monstruos que había en la laguna Estígia?
Oh siglo cruel, siglo malvado y triste,
¿cómo puede darnos hoy luz el sol?

CORO
¿Qué es lo hace que te salgan del pecho
voces tan crudas y viertan los ojos
2095
tan amargo llanto? No nos ocultes
tu dolor.

MEN
Mujeres, aunque tuviese,
no diré tantas lenguas, cuanto manos,
brazos y pies y cuantos miembros tengo,
sino que se añadiesen muchos miles,
2100
y tuviese voz, no diré de hierro,
mas de duro diamante, no podría
contar el dolor que me hace llorar,
ahora pensad si puede bastarme
sólo esta lengua, ya débil y floja.

CORO
2105
Cuéntanos, te rogamos, lo que sea,
si no del todo, al menos cuanto puedas;
pues oír qué te hace llorar ansiamos.

MEN.
Lo que voy a decir, si tengo aliento
suficiente para que no se hiele
2110
por el grave horror la sangre, después
os arrepentiréis de haberlo oído.
Temo que vuestras orejas no puedan
oír cuanto han visto mis ojos tristes:
que es tan miserable que debería
2115
oscurecer a sol y luna en el cielo
y aquí aturdir a las mentes humanas.
Si no lo creéis, este rostro triste
y pálido y esta voz temblorosa
os lo mostrarán, sin que yo lo diga.

CORO
2120
Basta de quejas y de estar en vilo
y empieza ya a contarnos esta historia.

MEN.
Hay en lo más hondo de esta alta torre
en un rincón tan desierto y oculto
que nunca lo alcanza un rayo de sol,
2125
un lugar dedicado a sacrificios
que suele hacer nuestro Rey en la sombra,
a Proserpina airada, a Plutón fiero;
donde ni aún la tenebrosa noche,
sino el más horrible horror tiene sede.
2130
Aquí ha hecho Sulmón que lleven a Oronte
(Oronte mísero, quien ya pensaba
que se acababan por fin sus afanes)
dos que lo han retenido de repente,
mientras él los tenía a raya hablando.
2135
Después ha venido el rey a la torre,
y con sus dos manos lo cogió y le dijo:
“te quiero nombrar sucesor del reino
Oronte, en este lugar”. Y dicho esto,
hizo a los malvados que lo llevaron
2140
cogerlo por los brazos y las manos
ponerle sobre un tronco; y de los brazos
las separó el cruel con dos grandes golpes
con un gran cuchillo. Y después, se echó
hacia atrás, tomó en sus manos las manos,
2145
las mostró a Oronte, mientras le decía:
“este cetro te ofrezco. De este modo
te haré Rey. ¿Cuánto te satisface esto?
Házmelo saber”. Entonces Oronte
se giró y le dijo: “Ah, traidor, ¿es esta
2150
la confianza que en mi tienes? ¿esto
lo que de tu parte contó Malecche?
Sigue pues, tirano impío, hete aquí
el cuello, golpéalo, ruin; y el pecho
ábrelo con la cortante y cruel daga;
2155
que no de otra, sino de real mano
(si una tan vil, real debe llamarse)
morir debía Oronte. Mas si reina
en el cielo piedad y mira Dios
con ojo justo las cosas humanas,
2160
te espera una cruel venganza, traidor”.
Al oír esto sonrió el cruel, como
quien se toma a broma todo lo que oye.
Y sin decir nada más, a los hijos,
que había hecho llevar antes que a Oronte
2165
al sitio oscuro y esconder a parte,
cogió de la mano, los cuales simples
hacían fiestas al abuelo, como
si acariciarles quisiera el inicuo.
Comprendieron poco tiempo después,
2170
su error. Porque él, cuando agarró al primero,
a quien poco ayudó saber el nombre
del abuelo, le desnudó su torso
y le ató atrás las manos; después puso
entre sus piernas al menor, que como
2175
sabía piedad y merced rogaba,
cual cordero inocente, y con la daga
le cortó las venas cruelmente y muerto
lo tiró a los pies del mísero Oronte.

CORO
¡Ay, en cuanto dolor se ha transformado
2180
la alegría que en el corazón tuve,
cuando fingió el perdón el Rey impío
a Oronte y su hija! No hay en mis huesos
médula o sangre en fibra que no tiemble.
¿Mas qué hizo Oronte en este triste brete?

MEN.
2185
El corazón al que su mal no pudo
plegar, ni hacer que por su salud ruegue,
vencido fue por piedad de los hijos
Porque, estando dolorido, hincó Oronte
las rodillas en el suelo y alzando
2190
(creyendo tener, como antes, las manos)
los troncos de los brazos empapados
y manchados por la sangre copiosa,
empezó a rogar al cruel Rey piedad
por lo menos por el otro hijo vivo:
2195
quien clamando merced, brazos abiertos,
presa del pánico hacia el triste padre
había huido, buscando su ayuda.
Ay, que me estalla el pecho y las palabras
y la voz flaquean, sólo al pensar
2200
en el ímpetu y furia de este inicuo.
Sulmón, cuando el chico se fue hacia Oronte
lo siguió, cual perro lleno de ira
sigue por el bosque a un tímido gamo.
Viendo esto Oronte, lloroso en el suelo
2205
y retorciéndose, más tiernos ruegos
elevó a este ser cruel y así le dijo:
“Piedad, Sulmón, por los Dioses del cielo
perdona a esta edad que no tiene culpa;
confórmate desangrando al primero,
2210
perdona al otro y desángrame a mí.
Si otra cosa a tu corazón no obliga
a ser piadoso en tan extremo punto
de un mísero hombre al que antes tanto amaste,
que extraño se te haga ensuciar tus manos
2215
con sangre inocente; y haz que el honor
pueda en ti más que la venganza injusta.
Y si no temes el poder humano,
teme al menos a los Dioses que premian
las obras buenas y penan las tristes”.

CORO
2220
¿No se ablandó ese duro corazón
ante tan cálidos y justos ruegos?

MEN.
Ay, ¿qué preguntáis? Ante estas palabras
vi llorar a muros y a duras piedras
y temblar de horror a toda la torre.
2225
Y no vi también llorar a la imagen
del cruel Plutón, a quien el sacrificio
de almas inocentes hacía el Rey,
porque por no ver algo tan horrendo,
la vi volver a otro lado los ojos.
2230
Él sólo, más duro que cualquier piedra,
restó inmóvil, como frente a las olas
del mar permanece firme el escollo.
Ni tampoco abandonó el deber fiero,
cual sierpe pisada aprieta los dientes,
2235
toda llena de rabia y de veneno,
para morder a quien con el pie pisa,
así el Rey, duro ante tan dulces ruegos,
como tocado por punzante flecha,
se giró con gesto cruel hacia Oronte:
2240
“recibe –dijo- por tu grave error,
pérfido, desleal, el premio justo.
Si fuese bastante una sola muerte
para saciarme, nadie habría muerto.
Y estos dos son muy poco ante el ultraje
2245
que has cometido contra mí infielmente”.

CORO
¡Ay, que corazón debía tener
ya el triste padre, viéndose privado
de cualquier esperanza.

MEN.
El pobre Oronte,
vencido por el ansia y el dolor
2250
sacando ardor de la desesperanza,
dejando de lado los vanos ruegos,
y girado hacia el rey con rostro audaz:
“Ay perro fiero –dijo- y como lobo
para insidias nocturnas y traiciones
2255
sólo apto, sólo bueno y feroz sólo
con la sangre de muchachos, yo espero,
(y esto mitiga un poco mi dolor)
que no tarde mucho en llegar la nueva
de mi venganza a las oscuras sombras”.
2260
Después se giró llorando hacia el hijo,
y posando los brazos en su cuello
dijo: “pues quiere el cielo, hijo querido,
que veas tú mi muerte y yo la tuya,
y nos es piedad sorda como el áspid,
2265
coge (el último don, querido hijito,
de tu padre) estos sollozos y el llanto
y los postreros besos; vamos juntos
donde Dite y a los reinos oscuros,
donde quizás seremos menos tristes”.

CORO
2270
Mas, ¿qué hacía mientras tanto el Rey cruel?

MEN.
Gozaba el muy traidor de estas palabras,
de estas palabras que habrían partido
un pedernal, un diamante, y habrían
hecho más blando un corazón de acero.
2275
Y como gozando del largo llanto
de Oronte, del tormento y de la muerte
cruel de ambos hijos, el infame estaba
como riendo atento a las palabras.
Pero cuando el gran dolor dejó a Oronte
2280
sin voz, el Rey, con más desdén que nunca,
como el león que se esfuerza en matar
la manada ajena, y al ver la sangre
correr por los campos, se enciende más
de ira y de desdén y le más le aumenta
2285
el apetito de sangre y de muerte,
se abalanzó airado sobre el otro hijo
que tenía entre sus brazos cortados
Oronte, llorando y bañado en sangre,
lo quiso arrancar del seno paterno,
2290
como el tigre que ve que a la novilla
se acerca el tímido e imbele ternero,
y airado a la madre y al hijo mata.
Mas no queriendo dejar a su padre
Linco (pues así se llamaba el chico)
2295
y arrimándolo el padre al pecho, el fiero
tirano despiadado, alzado el brazo,
golpeó a ambos tan acerbamente,
que cayeron a sus pies los dos muertos.

CORO
¿Quién negará que corazón de tigre
2300
o de oso tiene en el pecho, este cruel,
bajo aspecto de hombre? Nunca se oyó
hablar de algo tan extraño o malvado.

MEN.
¿Acaso creéis que este sea el fin
de la crueldad de tan horrible monstruo?
2305
Lo que os parece el fin, fue sólo inicio
de un mal mayor, de una obra más perversa.

CORO
Mas, ¿qué puede haber peor que la muerte?
¿No es la peor de las cosas horrendas?
¿No el fin de todos los males del mundo?

MEN.
2310
Nada puede haber peor que la muerte
para quien muerto yace, mas quien vive
puede hacer gala de su crueldad sobre
los cuerpos muertos.

CORO
¡Ay, es algo sórdido
cebarse en los muertos! ¡Cuánto desdice
2315
mantener ira y furia tras la muerte!

MEN.
Es sórdido, mas por no dejar nada
sórdido por hacer, el Rey impío,
zanjado el cruel y mezquino trabajo,
empapado en sangre, se acercó a Oronte,
2320
le cortó la cabeza e hizo echar
el cuerpo a milanos, buitres y perros.
Después hizo traer un jarrón noble
de plata pura, donde las dos manos
y la cabeza puso, y lo cubrió
2325
con un cendal negro y lo hizo guardar.

CORO
¡Ay, qué excelsa que es la justicia eterna!
Ves cómo este cruel, creyendo ensañarse,
mostró piedad; de manera que aquella
cabeza ilustre y honrada y las manos
2330
dignísimas de cetro, han recibido
el honor merecido del terrible,
del enemigo mismo. Pero dinos,
¿qué es lo que ha hecho con los chicos muertos?

MEN.
Tan pronto quitó la cabeza a Oronte,
2335
le arrancó al hijo de los brazos, quien
aún estrechaba el mísero tronco;
y viéndolo resistirse bastante
dos y tres veces le golpeó el pecho
delicado el muy cruel, y así expiró
2340
del todo el alma inocente con sangre.
Lo desnudó después, y fue hacia el otro
que yacía ya frío y sin espíritu,
le quitó también la ropa y desnudos
los puso a ambos en dos jarras de plata;
2345
y en el pecho uno y la garganta el otro
llevaban los hierros que los mataron;
y los hizo llevar con la cabeza
y las manos del padre al aposento
real y allí están no sé con qué fin.

CORO
2350
¡Ay, mísera Reina, que este espectáculo
horrendo te espera! ¡Para ti guarda
el cruel este don! Mas quizás el cielo,
piadoso de tu mal, justa venganza
prepare a través de ti a este vil perro;
2355
pues a quien va a hacer algo injusto, donde
no tema, debe esperar la venganza.

[CORO]

CORO
La fe, por cuyo leal nudo juntas
las cosas contrarias van
unidas con tanta fe,
2360
que nunca se ha visto que alguna cambie
el sitio dado por la natura,
cuando la simiente oculta
y conjunta de las cosas creadas
con tanto estudio y extremo cuidado
2365
fue abierta desde el profundo
horror que en sí celaba cuanto es bello.
Si es por ti que de ciclo en ciclo el cielo
guarda de la ley la usanza
y al movimiento primero
2370
todos los demás ciñen su camino,
ni nunca del orden se aparta nadie
ni por un pequeño pelo,
del más sublime círculo al más ínfimo,
donde con tan bello estudio y tanto arte
2375
la luz errante del sol
cede a la noche y al día retoma;
si los elementos su propia sede
conservan con orden tal
que sólo el fuego caliente
2380
sobre todos sublime y leve sube,
y en medio el aire entre éste y las olas,
y la tierra puede verse
siempre teniendo un sitio establecido,
y que si uno al otro bien corresponde,
2385
aunque sean enemigos,
devienen al crear el todo amigos;
es más, se hacen eternos e inmortales,
para que nazcan las cosas
que en ellos eran potencia,
2390
en parte mortales, como dispuso
el supremo Motor de las estrellas.
luego plantas, animales
vienen, quienes después en sus principios
se resuelven, por lo que bellas obras
2395
producen los elementos,
de modo que nunca el generar cesa:
la corrupción de esto, aquello produce
con un temple tan certero
que uno del anterior viene,
2400
donde al morir uno, renace siempre
otro y de mortales tornan eternas
las cosas en esta luz;
pues la falta de uno al otro mantiene,
y con fe perpetua funciona así
2405
y así será mientras gire
el cielo en la tierra, y el sol lo vea.
Por eso con tal fe al invierno sigue
tan bella la primavera,
y el otoño al verano,
2410
y el honor, que el hielo había quitado
vuelve a campos, frondas, frutos y plantas;
y al final, si con eterno
modo las cosas van todas unidas,
fe, por ti, ¿por qué no haces que conserve
2415
la fe la humana cohorte?
¿Por qué tu pureza sólo ellos manchan?
¿Por qué dejas que en tu nítido y puro
nombre, vayan a la muerte
bajo aspecto de hacer bien,
2420
algunos por vías crueles e injustas?
Haz que cargue del error cometido
cada pecho desleal,
no sólo el cruel Sulmón, tan agrias penas,
que sirvan como ejemplo y como horror
2425
de los que tendrán deseos
de hacer tu santo nombre perecer.
Sulmón, Sulmón, soberbio y cruel Tirano,
tienes la muerte y la vida
de tus siervos en tus manos,
2430
empero tu fuerza no es infinita,
sobre ti hay un Señor de otra potencia
que, para tu grave daño,
puede en ti hacer lo que tú a los pequeños,
porque al fin, sin usar ya la clemencia,
2435
con orden firme y certero
da a la injusticia lo que merece.
Así si no viene a menos
esa inmensa justicia, inicuo, espera
por tu fe rota la justa venganza.

FIN DEL ACTO CUARTO

Acto V

ESCENA I

SULMÓN, ALLOCCHE, TAMUL

SUL.
2440
Me he quitado aquella mancha que Oronte
en mi cara había impreso. Ha sentido
junto a su innoble y malnacida prole
lo que conlleva faltar al honor
de un Rey como soy yo. Si no son necios,
2445
los otros que por él hay en la corte
podrán tener delante tal ejemplo
que sabrán qué camino tomar deben
para esquivar tan cruel y fiero escollo.

[AL.]
Así será, invicto señor, si tienen
2450
juicio y no están ciegos.

SUL.
Y si están ciegos,
de tal guisa les abriré los ojos
que podrán hacer ver a los demás
eso que no habrán querido ver ellos.
Si no se hiciese así, el Rey y los Nobles
2455
por debajo estarían de los hombres
más viles que haya en el mundo y sus cortes
se degradarían más que las chozas.

TAM.
Es como vos decís, alto Señor,
y se deben mostrar los Reyes como
2460
Señores y Reyes como hacéis vos:
y que hable quien quiera hablar. Los ultrajes
a Señores esperan este premio
que ya ha recibido el traidor Oronte,
y este es el fruto que les da el imperio.

SUL.
2465
Dicen algunos que la violencia
consume los estados y que sólo
el amor los mantiene y que un Señor
debe asir la brida con mano leve
y que un Rey debe temer sobre todo
2470
el ser temido. Pero yo sostengo
que es mucho más cierto que es el temor
la columna de un reino y que sin éste
caminen los imperios a la ruina.
Un rey debiera ser siempre terrible,
2475
y bien que lo demuestra el rey del cielo,
quien, cuando quiere conservar su altura,
sostiene en mano el feroz rayo ardiente,
y al deponerlo, de Rey de los Dioses
deviene buey, ave, sátiro y cabra.
2480
Ten por seguro que haré cualquier cosa
que esté en mi mano que temor infunda.
Puedes odiarme, y que también me teman
todos mis súbditos. De un solo parto
nacieron, como hermanos, reino y odio,
2485
y quien no intenta ser temido, quiere
dejar el reino pronto y tornar siervo.
No seré yo. ¿Mas qué te pareció
el valor de Oronte, cuando se vio
atrapado en la red?

AL.
Me pareció
2490
que hiciese como los desesperados,
que en la desesperanza hallan salud.
Él consideró que con el reproche
por la fe rota y mostrándose fuerte
tolerando la muerte, ya que huir
2495
no podía; encontraría merced;
o os haría avergonzar a vos mismo
al oír sus palabras, y dejar
vuestra empresa. ¿Pero es que no sabía
que quien engaña a quien confía en uno
2500
debe ser por esa fe castigado?
Y quien condena a aquellos que así actúan
mucho yerra y de la verdad se aleja.
Se debe ser fiel a quien sea fiel,
pero tener fe en quien falta a la fe
2505
es una infidelidad manifiesta;
y es bien dichoso hasta cuatro y seis veces
quien de las injurias puede vengarse.

SUL
¿Y por qué crees tú que pudiendo yo
haber matado al traidor en seguida
2510
sin darle esperanza, se la haya dado?
Sólo para que fuera semejante
la venganza al ultraje. Si él la injuria
me hizo cuando para mí era el más fiel
de mi corte, yo quise que esa fe
2515
fuera la que lo llevara a la muerte.

AL.
No pensaba otra cosa. Y en verdad
digo que siempre vi que eráis prudente,
pero hoy más que nunca; y en muchas pruebas
os vi ser Rey; pero en esta ocasión,
2520
Señor, os superasteis a vos mismo.
Desde ahora tengo vuestro ánimo invicto
por dignísimo de cetro y corona.

SUL
Yo me precio también que casi el fin
de mi vida con un acto tan digno
2525
me he presentado cual rey verdadero.
¡Oh, si hubiese dejado que Malecche
me hubiese hecho pensar con sus locuras
que perdonar los ultrajes sufridos
es lo que conviene a un Rey más que nada,
2530
cuánto habría hecho menguar mi gloria!

TAM.
¿Qué sabrá Malecche? Si él fue criado
entre mujeres y ocios y os mesura
con su corazón vil; él nada sabe
de reales y gloriosas empresas.
2535
Invicto Señor, yo siempre diré
que el remedio al ultraje es la venganza
y que muerte cruel y sangre vertida
son pruebas de los ánimos reales:
¿pues quién debe hacerlo, si no los reyes?

SUL.
2540
No es de otro modo. Mas dejemos ya
de discutir de esto: quiero que vayas
a casa y traigas aquí los tres platos
con las cabezas de Oronte y sus hijos
que cubiertos están con cendal negro.

[AL.]
2545
Voy, Señor.

SUL.
Ve pronto y pronto regresa.
Y tú, Tamul, ve donde está mi hija
y dile que venga rápido a verme,
que le daré un regalo digno de ella,
de las nupcias y de tan feliz día.

TAM.
2550
¿Le queréis ofrecer, Señor, los platos
que hemos llevado a casa donde están
la testa de Oronte y sus hijos muertos?

SUL.
Eso quiero hacer.

TAM.
Por Dios que hacéis bien.
para que lleve de su error la pena,
2555
pues el golpe que a vos ha sacudido
justo es que también la sacuda a ella

SUL.
Vete y dile que no tarde.

AL.
Ya estoy
aquí, Señor, ¿dónde queréis los platos?
¿Aquí quizás?

SUL.
No, aléjalos un poco
2560
de esta tarima.

AL.
Aquí?

SUL
Sí: ¿mas con qué ojos
crees que mi hija verá este regalo
que quiero hacerle?

AL.
No me cabe duda
que más dolorosa será la herida
que en su corazón hará tal regalo
2565
que atravesándola con un cuchillo;
es peor que una herida y que la muerte
un continuo dolor y sin remedio.
Ha sido una buena idea pensar
que, sin darle muerte, y estando viva
2570
la mate la pena continuamente.
Pero veo que Tamul ya se acerca
sin ella.

SUL.
¿No viene, Tamul, Orbecche?

TAM.
Dice que vendrá prontamente, alteza,
con vos, para obtener vuestro presente.

SUL.
2575
Pues retirémonos todos a un lado
para que al mostrarse no pueda vernos.

ESCENA II

NODRIZA, ORBECCHE, SULMÓN, SEMICORO

NOD.
¿Cuándo llegará ese día, alta Reina
en que se acabarán vuestros lamentos?

ORB.
Querida nodriza, ese feliz día
2580
será el que me mande bajo la tierra.

NOD.
Vanos sean, Señora, estos augurios
que ahora hacéis vos de forma insensata.
Mucho os ruego, si es que algún valor tienen
mis súplicas y estos mechones blancos
2585
y la fe y el amor con que hasta ahora
os he criado, que queráis al fin
desterrar dolor, suspiros y llantos.
Teméis la lluvia en el tiempo sereno
y en el mar quieto la cruel tempestad.
2590
Los demás el bien en el mal esperan
y la esperanza los sustenta: vos,
cuanto más bien tenéis, peor teméis.
¡Oh, que inútiles dudas y temores
no turben placer y calma veraces.

ORB.
2595
¿Ignoras, Nodriza, que si dichosa
se nos presenta la fortuna, tanto
más debemos temer y recelar
de sus lisonjas siempre tan falaces?
Ella a veces nos lleva a lo más alto
2600
para que mayor sea al fin la ruina;
y muchas veces, creyendo tenerla
a favor, en un brevísimo instante,
gira la espalda y huye de nosotros
y de nuestra falaz creencia deja
2605
como único galardón nuestra pena
y el ver claramente que quienes ponen
en ella esperanza y en sus lisonjas
quedan con las manos llenas de viento.
¿Y quién no temería, viendo a un tal,
2610
como fue Tamul, venir hacia mí
y llamarme de parte de mi padre?
¿No sabes que nunca hubo un ser tan cruel
y letal como Tamul en la tierra?
¿Ni nadie en quien mi padre más confíe
2615
para hacer el mal? Además de un sueño
que he tenido esta noche y hasta ahora
he ocultado a Oronte, para no darle
más motivos de agrio y crudo dolor,
que no me deja esperar nada bueno.

NOD.
2620
¿Qué sueño es este? Dejad, por favor,
que lo conozca yo, si no os disgusta.

ORB.
Llegaba a su fin la pasada noche
y ya la Aurora con bella crin de oro
se mostraba en el balcón del oriente
2625
feliz, con rostro cándido y bermejo,
para escoltar al sol como acostumbra,
cuando vencida de dolor y pena,
el sueño me sorprendió (si se puede
llamar sueño aquel estupor que ocupa
2630
la mente que sufre dolor interno).
Y apenas cerré los lánguidos ojos,
que me pareció ver que se acercaba
una paloma más blanca que nieve,
seguida del compañero y dos hijos,
2635
acogiendo a los pollos bajo el ala,
gozando con el compañero. Vino
un águila del cielo, perturbada,
se lanzó sobre las crías y el macho,
que en dulce juego estaba con la amiga,
2640
y con el rostro cruel y con las garras
hizo una destroza acerba y feroz
que sólo recordarla me entristece.
Y así muertos delante de la pobre
los lanzó ferozmente y ella triste
2645
con débil murmullo llorando el hecho
salvaje, rendida al amargo afán,
cayó muerta sobre los cuerpos muertos.
Entonces desperté, con tanto miedo
que temblaba el corazón en el pecho.
2650
Me ha puesto tanto terror en el alma
este horrible sueño, que sólo puedo
pensar en cosas tristes y penosas.
Oh Dios inmortal, haz que sea vana
la horrible visión y aparta a los míos
2655
de cosa tan cruel y tan miserable.

NOD.
Me temo que habéis acogido dentro
del corazón tanta melancolía
como hay en el mundo. ¿Pues no es de locos
que se tema a la noche en pleno día?
2660
Así, Señora, (y os pido perdón
por decir esto), es muy poco prudente
con tanta fiesta, en tan dichoso día,
temer algo que os pueda traer pena.
Ni quiero que el mal sueño horror añada,
2665
pues si dice poco de alguien dar fe
a tales cosas, menos de vos dice
que debéis tener esa inteligencia
que conviene a vuestro grado real.
Decidme, ¿qué queréis sino soñar
2670
con penas y muertes, si en pena estáis
siempre y os oponéis al placer vuestro?
No deben llenar la mente los sueños
pues son vanos e hijos del pensamiento
del día y casi siempre son falsos.
2675
Si hubieseis pensado en cosas alegres,
en vez de tristes, alegres serían
los sueños y no, como ahora, mustios.

ORB.
Parece que no sepas que los dioses
por proteger a alguien suelen mostrar
2680
en sueños el futuro; y despreciarlos,
es despreciar la salud y la vida.
Así fue ya el sueño de Apolodoro
y el de Hímera y el de Hiparco también,
y el de Alejandro, de Cresso, de Aníbal
2685
y de muchos otros que, si a sus sueños
hubieran creído, habrían salvado
o un hecho acerbo o muerte abominable.

NOD.
La fe, Reina, que del Rey se os ha dado
debe ser para vos cual rayo claro
2690
que despeje toda sombra de pena.

ORB.
Yo sé, Nodriza, y tengo buenas pruebas,
que la fe siempre se halla ante las puertas
de las reales estancias, mas no osa
poner el pie más allá del umbral.
2695
¿Y además cuál es la fe de mi padre
(para decirnos como están las cosas)
quien bajo la fe ha traicionado a miles?
Ya no es buen refugio para los fraudes
del venerable nombre de una fe
2700
que raro es ver hoy en casa de Reyes.

NOD.
Reina mía, dejémonos ahora
de quejas y vamos con vuestro padre,
que espero que el regalo que os dará
os dejará en estado jubiloso.

ORB.
2705
¡Que los dioses te oigan! Vayamos pues
que él está donde suele recogerse
y allí espera.

NOD.
y alegrad esa cara
tanto como podáis y desterrad
lo que encierra de triste el corazón.

ORB.
2710
Lo haré tanto como sea posible.
¿Qué quiere de mí vuestra majestad?

SUL.
No quiero sino el bien. Marchad a casa
todos, pues quiero estar un rato a solas
con mi amada hija y hablar con ella.
2715
Orbecche, al saber que era tu marido
nuestro Oronte, y mi yerno, le he abierto,
hace menos de una hora, el corazón
para que supiese cuán feliz era
desde que me había enterado que él
2720
te había tomado por mujer. Sólo
falta que sepas tú cuánta alegría
me ha dado que lo tengas por marido;
y por eso quiero hacerte un presente
en el que podrás ver con claridad
2725
lo satisfecho que me quedo de esto
y cuán sólida es también nuestra paz.

[ORB.]
Padre, no pretendo obtener más pruebas
de la paz que da vuestra majestad
que el perdón que de vos ya he recibido
2730
es más de lo que creía y merezco.
Mas, si queréis hacerme este presente
no para aclarar el bien que me hacéis,
sino por complaceros y mostraros
que lo que a vos place, tanto a mi gusta.
2735
Lo aceptaré con frente despejada.

SUL.
Así quiero que lo hagas hija mía.
Levanta aquel cendal y allí debajo
hallarás mi alegría y tu contento.

ORB.
Parece que tema llegar la mano
2740
a aquel cendal, el corazón me tiembla
en el pecho, y que no ose levantarlo.

SUL.
¿Qué esperas, hija? Levanta sin miedo,
que verás que desvelará qué siente
por ti mi corazón.

ORB.
¿Ay, ay, qué es esto?

SUL.
2745
Este es el regalo, malvada hija,
que ha merecido vuestro amor fingido
por nos.

ORB.
¡Ay, triste de mí! mezquina!

SUL.
Es tu fe rota.

ORB.
¡Ay de mí, qué dolor!

SUL.
Y el considerar poco nuestro honor.

ORB.
2750
¡Oh cruel espectáculo, oh caso acerbo!

SUL.
Es así, tal como lo has merecido.

ORB.
¡Ay, con qué áspero cuchillo me habéis
atravesado!

SUL.
El que más digno os era.

ORB.
Ay, al menos podíais ser piadoso
2755
con los hijos.

SUL.
No cabe la piedad
ante injuria tan atroz.

ORB.
¡Ay, mejor
estar muerta, que haber de ver tal cosa!

SUL.
Contempla la satisfacción, oh aviesa,
que has dado a tu padre.

ORB.
¡Qué lagrimoso,
2760
ay triste, se me ofrece este regalo,
del que esperaba yo estar satisfecha!
¡Ay, padre amado!

SUL.
¡Padre soy ahora,
pero no lo fui cuando cogiste a este
traidor por marido, hija perversa!
2765
Me gusta que hayas abierto los ojos
y me conozcas.

ORB.
¡Qué cruel espectáculo!
¡Ay, mi marido, ay de mí!
¡Ay, hijitos, ay de mí!
¡Cuántos afanes, ay, me habéis causado!

SUL.
2770
Cuanto más te duele a ti, más gustoso
y grato es para mí, hija proterva;
y cuanto más te veo penar, tanto
más me alegro y goza mi corazón.

ORB.
Me sería aún más desagradable,
2775
padre, ver que una cosa así de cruel
no a otros, sino a vos mismo podría
daros piedad, y lo que agravaría
más mi dolor, sería que de vos,
de quien debían esperar grandeza
2780
y honor mis queridos marido e hijos,
hubiesen recibido ultraje y muerte.
Mas la alegría que por lo que veo
os provocan mi dolor y su muerte
y que consideréis que el grave error
2785
que cometimos no haya merecido
pena menos cruel ni fiero castigo,
más paciencia me da en tan gran dolor
que no tendría sin esto: pues yo
valoro mucho más vuestra alegría,
2790
que ser yo dichosa, si vos sufrís.
Mas porque, pensando en la gravedad
de mi culpa y en mi yerro tan grave,
no merezco yo pena menos dura,
puesto que he sido la causa primera
2795
de tanto mal, padre mío, yo os ruego
(si obtendría una hija gracia del padre)
que con mi nocente sangre lavéis
la mancha hecha a la progenie real
y al nombre venerable de su padre.
2800
Y para que la cosa no se alargue
tomad la que os guste más de estas dagas
para golpear mi pecho culpable
de tal manera que el alma se vaya
y me quede aquí pálida y exangüe.

SUL.
2805
Debiera hacerlo, si sólo quisiera
fijarme en tu error, pero ya no quiero
ensuciarme las manos con mi sangre:
es bastante con que sepas al fin
qué te conviene hacer en el futuro
2810
y qué respeto me debes tener.
Que por ahora hasta aquí llegue la ira,
extinta toda en la sangre culpable.
Te aprecio, como antes, hija querida
y quiero que me tengas por tu padre.

ORB.
2815
No merezco tanto, padre: la muerte
debe enmendar el error cometido.

SUL.
Mejor vive y alégrate conmigo
de que ya estén muertos los que debían,
y eran mi infamia tanto como tuya;
2820
y disponte para un marido igual
a tu alteza y a tu sublime grado,
con el cual tendrás hijos de tu estirpe
dignos, para mi satisfacción. Baja
estas dagas y entra en casa conmigo,
2825
y te daré un claro signo de paz.

ORB.
Si el cielo aún no me es contrario, poco
tardará en llegar, traidor, la venganza
que yo misma tomaré, por la injuria
recibida si no fallan las dagas.

SUL.
2830
¿Ah, malvada, ay, cruel, ay de mí, que muero,
ay, me ha clavado la daga en el pecho
la perversa hija! Ay de mí, ayudad
a vuestro Rey, soldados. ¿Qué esperáis?
Cogedla, matadla, que vea yo
2835
antes de que me muera, la venganza.

SEM.
¿Qué grito, ay, qué es esta voz horrenda
del Rey Sulmón? La hija con el cuchillo
que oculto estaba en la mano derecha
le ha dado en medio del pecho, cuando él
2840
la quería abrazar, y lo ha matado
mas no le basta, también lo degüella
con otro cuchillo.

SUL.
Ay de mí, ¡piedad!

SEM.
Está muerto del todo. ¡Oh cuánta sangre
derraman las heridas! ¿Mas que veo?
2845
¿Cabe tal furor en un pecho humano?
¿Y especialmente una mujer? La testa
le separa del cuello y de los brazos
ambas manos. Es tal como se dice
que ni viento, fuego, ni fuerza alguna
2850
es tan temible, como una mujer
que se vea privada del marido
y movida por Amor y dolor.
Mas quien para sí la crueldad contempla,
de Sulmón ve que bien se merecía
2855
por las manos de aquella a la que había
con los hijos y el marido también
asesinado; y con las mismas dagas,
con una de las cuales abrió el pecho
de un inocente y al otro las venas
2860
cortó, fuese él abierto y degollado
también; y si la cabeza de Oronte
cortó del cuello y de brazos las manos,
contra justicia, también él debía
de manos que debían defenderle
2865
de ataques, recibir igual merced.
Pues no está mal hecho haberlo matado,
que se entrega a Dios víctima tan grata
como un malvado Tirano como este:
fue el mal para Oronte, quien nunca tuvo
2870
rival en gentileza, y el mal fue
para aquellos dos hijos que podían
(como era justo) parecerse al padre,
y fue el mal también de esta pobre Reina,
cuyo dolor es tanto y es tan grave
2875
que es sorprendente que aún siga viva.
Me parece ver a una hosca tigresa
a quien el cazador dejó sin hijos,
buscando por el bosque y dando voces
amargas, rugiendo cruel por el campo,
2880
por su dolor devorada y roída.
Pues nada más que dolor es su rostro,
del corazón salen sólo lamentos,
y desquiciada, aquí y allá mirando
fija y cruelmente, busca con los ojos
2885
que asemejan a dos teas de fuego.
Mas veo que la cabeza y las manos
del padre cruel lleva ahora hacia fuera,
con la daga en mano; y pues yo ya a casa
me quiero ir, pues no me gustaría
2890
que con este tiempo oscuro y nublado
me cayese encima esta tempestad;
que a veces la ira y el dolor fiero
ciegan el ingenio que no discierne
amigo de enemigo; y conduce
2895
a desgracia y muerte sin miramientos
a quien está dispuesto a hacer venganza.

ESCENA III

ORBECCHE, NODRIZA, MUJERES DE LA CORTE de la Reina

ORB.
Disfruta traidor de tus fechorías,
disfruta, más duro y cruel que un escita,
más fiero que las fieras, de tu orgullo
2900
y de la fe violada. Despiadado,
te has saciado con mi sangre inocente;
y yo me he saciado con tu delito,
mas por razón más justa. ¿En qué te había
ofendido mi Oronte, cruel, y yo?
2905
¿y si en nosotros estaba el ultraje
qué culpa tenían los hijos nuestros
para que tú me los hicieras ver
como ahora los veo? Oh depravado,
¿y cómo al querer con la daga herir
2910
a los claros y generosos hijos
no te cruzó el pecho la piedad vera?
Oh sol que el mundo adornas e iluminas,
¿por qué no escapaste entonces del cielo
cuando el Tirano cruel que por mi yace,
2915
cometió un acto tan horrible y sucio?
¿Cómo pudo tu serena luz ver
una cosa tan cruda y tan horrenda
sin oscurecer? Oh supremo Júpiter,
¿por qué no ardió con tus rayos un monstruo
2920
tan abominable y tan execrable?
¿y cómo consentiste, tierra, tú,
que sobre ti hiciese este acto maligno?
ay de mí, ¿por qué tú no lo arrastraste
hasta el bajo centro al fiero homicida
2925
que causas tan crudas da para el llanto,
y no sé cuál debo lamentar antes,
si al marido o a los hijos. Ay, ojos,
¿cómo podéis mirar esto vosotros,
sin quedar ciegos? Y tú, corazón,
2930
¿cómo me mandas para sostenerme
el espíritu vital, si están muertos
los que eran mi vida, cuyas imágenes
con tanta dicha habías esculpido?
Ay de mí, marido, ay, mis hijos, ay,
2935
¿por qué no me concede el rey del cielo,
en su bondad, que igual que yo vivía
en los tres dichosa, muriendo ahora
a los tres os diese también la vida?
Y si no me permite con mi muerte
2940
daros la vida, ¿puedes por lo menos
mi esposo, impetrar un poco de espíritu,
para que a tu triste e infeliz esposa,
que con amarga voz te llama ahora,
puedas decir una sola palabra?
2945
Cabeza amada sobre cualquier cosa,
¿de qué sirve pedir un imposible?
Maldito sea aquél que me hizo verte
tal como ahora te veo. Recibe
lo que te ofrece tu mujer, la testa
2950
de aquel traidor que te cortó la tuya,
y las manos autoras del cruel acto.
Y vosotros, fieles sustentos míos,
hijos nacidos de madre infeliz,
vísceras manifiestas de mi cuerpo,
2955
imagen viva y real de mi Oronte,
¡cómo estoy sin vosotros, ay mezquina,
triste, mísera, afligida y doliente!
¿Por qué os di, como inocentes corderos,
a aquel lobo rabioso y no dejé
2960
que me desangrase y abriese el pecho
antes que daros a esas crueles manos,
mucho más sedientas de vuestra sangre,
que aquellas del feroz oso salvaje?
Ay de mí, que bien los dioses del cielo
2965
me mostraron mi triste suerte en sueños
y del claro mal tuvo un buen presagio
mi mente; pero esquivar no se puede
el destino atroz ni la aviesa suerte.
Gozad, al menos, almas inocentes
2970
gozad, de que aquí yace ahora aquél
por quien vosotros yacéis. Y las dagas
mismas con las que él os ha asesinado,
lo han matado a él, por aquellas manos
que debían haberos defendido
2975
del furor, si hubiese querido el cielo,
y cual víctima ahora os da sacramento.
¡Ay, mi marido, ay de mí,
ay, hijitos, ay de mí,
¡Qué gran dolor que por vosotros siento!

NOD.
2980
¡Oh qué llanto, qué gritos, que lamentos
crueles oigo!

MUJ. DE
Son en verdad muy graves,

SEMICORO
y no está muy lejano este lamento.

ORB.
¡Oh día siempre acerbo ante mis ojos,
más negro y aciago que cualquier otro,
2985
qué tristeza me das, cuánto dolor!
¡Qué buen morir si fuese hace cuatro años!
No debe ser más infeliz que yo
la propia infelicidad; y si puede
tener cuerpo mortal, el mío es suyo.

NOD.
2990
No tendré piedad hasta que no sepa
la razón del mal o quién se lamenta.

ORB.
¿Pero por qué prolongo más mi vida?
He acabado mi empresa con vosotros,
hijos míos, querido esposo mío;
2995
y ya no me queda por hacer nada
sino que se reúna con vosotros
este alma miserable y desdichada.
Mas, querido esposo y queridos hijos,
cuyas almas llamadas por mis gritos
3000
quizás han venido y aquí disfrutan
juntas de la venganza que he tomado,
tomad este alma que va hacia vosotros
para no separarse ya y gozaros
siempre. A nosotros, contra su costumbre,
3005
de separar los unos de los otros,
nos unirá la muerte en nudo eterno.
¡Ay, querido esposo, oh queridos hijos!

NOD.
Intentemos si acaso puede verse
quien alza al cielo tan tristes palabras.

ORB.
3010
Os ruego, si la piedad de este mundo
no ha sido expulsada, se me conceda
una gracia en este extremo momento:
que así como se juntarán las almas
en aquella otra vida…

MUJ. DE
¡Ay, ay, Nodriza,

SEMICORO
3015
¡Que es nuestra reina la que se lamenta!
Mírala allá con una daga en mano,
que parece que se quiera matar.

NOD.
¡Ay, que el traidor del padre habrá faltado
a su confianza y la habrá forzado
3020
a darse muerte con su propia mano!
¡Ay, triste de mí! Vamos a su encuentro,
queridas mujeres, pero escondidas
que no se dé cuenta, no vaya a ser
que se apresure a atravesarse el pecho
3025
al vernos cerca; y en cuanto podamos
salvémosla de la muerte.

ORB.
Así
juntos en un mismo sitio reposen
nuestro cuerpos en esta vida que ora
atravesándome el pecho abandono.

NOD.
3030
Ay, ¿qué es esto, ay de mí, Reina, qué impío
furor os conduce tan ciegamente
a daros muerte?
¡Mísera de mí, qué tarde
hemos llegado! ¡Ay de mí!
3035
¡Nuestra excelsa Reina!
¡Ay de mí, que muerta
la veo, ay, yacer!
Veo la razón
de su acerba muerte.
3040
ay crudo padre,
¿cómo has podido siendo tú su padre
privar a tu hija de sus propios hijos,
por lo que fuera, tan indignamente?
No digo del marido, aunque haya sido
3045
algo indigno y perverso asesinarlo.
¡Oh qué pérdida! ¡Ay de mí, qué dolor!
¡Ay, vejez infeliz, ay vida amarga
y más cruda que la muerte! Ay destino
feroz, rapaz y cruel, destino injusto,
3050
¿cuánta más infelicidad, tristeza
y congoja pondrás en esta corte
hasta quedar saciado?
¡Ay de mí, Reina!
Y por qué no habéis llamado también
3055
a esta vieja para morir con vos,
de manera que alguien pueda decir:
¿Orbecche ha muerto y la Nodriza vive?
Bien adivinaste qué pasaría,
mientras que yo, simple y necia, no quise
3060
creeros nunca, sino que os empujé,
oh infeliz, a una muerte manifiesta
al persuadiros de que os gustaría
el regalo del padre despiadado,
que ha sido el causante de que os deis muerte.

MUJ. DE.
3065
Tristes de nosotras, como extraviada

SEMICORO
nave somos sin gobierno en el mar,
llenas todas de dolor
y sin honor ninguno,
sin esperanza de ayuda.
3070
Después de que aquella que nunca tuvo
parangón entre nosotras,
al final ya de sus días
cual relámpago vino y se esfumó.
¡Ay, fortuna áspera y cruel,
3075
ay, suerte acerba, ay suerte,
cómo nos mataste a todas de un golpe!

NOD.
Justo dolor os hace lamentaros,
hijas mías, porque la muerte os quita
toda esperanza y honor, y a mí, vida.
3080
¡Oh falsas ideas de los mortales!
Cuando a vos Reina, casada y dichosa
esperaba veros en suma alteza,
os veo muerta. ¡Ay triste y doliente!
¡Oh, señora, oh Reina amada y querida,
3085
alzad los ojos a vuestra Nodriza
y veréis su llanto; y que a las palabras
responda esta boca de la que dulces
salían y tan sutiles acentos
que podían dulcemente paliar
3090
cualquier gran llanto, ay de mí!
mas no podrá hacer la muerte
que no reciba al menos de estos labios
el último suspiro, si algo queda.
Oh dulces y amados labios,
3095
oh labios queridos,
que con tanta dicha mía chupasteis
mis tetas, como os veo ahora exangües!
Mísera de mí, ay que son de vidrio
nuestras esperanzas y huyen veloces
3100
como una brisa ligera,
oh vida mía,
responded al menos una palabra
a la mísera Nodriza que os llama.
¿Mas por qué la llamo? Ella no oye nada.
3105
Queridas hijas mías, ayudadme
a llevarla con los hijos a casa
y la testa del marido; que al menos
cumplamos con su postrero oficio
y echemos al cruel e impío Tirano
3110
a buitres y lobos que lo devoren.
¡Oh, peso que el más dulce eras de todos,
como ahora eres el más amargo!
Ay de mí, Reina, ay de mí,
ay de mí, ¿por qué no muero,
3115
sabiendo que ya estáis muerta?
Oh, ¿cómo podré
seguir viviendo sin vos en el mundo?
oh, ¿por qué, privándome de mi bien,
acerba, cruel, inexorable muerte,
3120
quitándome a aquella por quien vivía,
no me has quitado con ella mi vida?

MUJ. DE
Nosotras, tristes, ¿qué esperamos ya?

SEMICORO
Muerta toda la esperanza,
sólo hay suspiros, angustias y penas,
3125
con vos perdimos todo nuestro apoyo,
querida Reina nuestra, y con vos yace
toda nuestra alegría y nuestra paz.

[CORO]

CORO
Qué vana y qué fugaz es
esta felicidad nuestra mortal,
3130
que sólo es una sombra de la eterna,
y a quien en la divina alma se interna,
cuanto más bella parece, vale menos.
Así a aquella inmortal
que es dónde el Señor que gobierna el cielo,
3135
discierna cualquier verdad,
del veloz razonar debe elevarse
y dejar la débil carne
para que gocen los necios
a quien lo terrenal la vista empaña.

FIN DEL QUINTO ACTO

Acto

LA TRAGEDIA
3140
Ya ha llegado mi doloroso fin,
querido lector, y de haber podido
disponer de mí misma a voluntad,
escondida, no habría molestado
a nadie con mis doloridas quejas.
3145
Pues aun yo sabiendo que los más sabios
anteponían a cualquier poema
la gravedad real de la Tragedia,
porque vieron bien que no había nada
en el mundo de donde sacar pudo
3150
la humanidad mejor modo de vida,
veía sin embargo que aumentaba
(por la ruina del mundo) la lascivia
y la Tragedia ya no era apreciada,
sino que a muchos su nombre era odioso.
3155
Pero como han vencido a mis deseos
los de otros y a la luz debo salir
sin querer yo, si en ti hay piedad te ruego
que seas conmigo censor más bien
benigno e indulgente, que agrio y crudo:
3160
para que no añadas a mi dolor,
que ya es duro, al herirme, más afanes.
Si acaso parece que no me muestro
con el hábito altivo que debiera,
me excusen la fuerza de los martirios
3165
que tanto me han quitado de adornarme
el deseo, que a menudo he envidiado
a las más toscas pastorelas, pues
en su humilde hábito hay reposo,
donde lo grave y real halla cura.
3170
No debes despreciarme por nacer
yo de algo nuevo y no de historia antigua:
pues quien con buen ojo la verdad mira,
verá que no se condena y se deja
que de nueva materia y nuevos nombres
3175
nazca nueva Tragedia. Ni tampoco
porque traiga el prólogo separado
debo ser criticada, porque el tiempo
en el que he nacido y mi novedad
y algún otro aspecto escondido me hacen
3180
llevarlo conmigo: bien loco fuera
aquel que, por no hacer uso de nada
que no fuera usanza de los antiguos,
dejase lo que tiempo y lugar piden
sin deshonor. Y si en todo no soy
3185
igual a las antiguas, es porque hace
un momento nací de padre joven
y sólo joven puedo aparecer;
y quizás podrá aliviar tu pesar
por mi grave dolor, la verde edad.
3190
Y tampoco que esté yo dividida
en actos y escenas debe imputarse
a vicio, sino a aparecer más leve
Pues tal como un hombre que no tuviese
separados sus miembros fuera un monstruo,
3195
creo que sería desagradable
verme confusa en un todo. Pues vieron
bien Séneca y los antiguos romanos,
cómo los griegos erraban en esto.
Que yo sea grande y grandes mis partes,
3200
no está fuera del orden natural,
es más, mayor beldad reina en los cuerpos
que son los mayores de su especie.
Y si hay alguien a quien le pese oír
razones que puedan causar piedad
3205
a una alma predispuesta a la venganza,
quizás se le haga muy largo Malecche,
que no dude en acortarlo, que yo
no vendré nunca a discutir con él.
Y que no te extrañe que las mujeres
3210
que vienen conmigo sean más sabias
de lo que otros ven propio de mujeres.
Que además de la luz de la razón,
que tiene, igual que el hombre, la mujer,
el gran saber de esa sublime y rara
3215
mujer, cuyo real y excelso nombre
con suma reverencia y sumo honor
escondo en mi interior bien conservado
puede dejar claro a todo buen juicio
no sólo el valor que en sí tener puede
3220
dama gentil, mas que en prudencia y juicio
(dejando de lado la envidia ajena)
puede igualar a cualquier hombre sabio.
Tampoco te extrañe que no haya en mí
ni Ciros, ni Daríos ni Satipnas,
3225
aunque yo declare que soy de Persia:
de esta crítica me puede excusar
mi propio nacimiento, bien mirado.
Ni debe parecer duro, a quien sepa
lo que puede la desesperación
3230
y el dolor en corazón de mujer,
que la hija, sin esperanza alguna
por el dolor diese muerte al cruel padre.
Y a pesar de que muera el cruel tirano
no podrá nadie acusarme jamás
3235
de maldad si mira con ojos sanos
la piedad que surge en los corazones
viendo el caso de aquellos por quien nazco.
Y si ha conducido el Estagirita,
quien tanto vio y supo y tanto escribió
3240
y abrió el arte de componer tragedias,
a darse explícita muerte la Reina,
de aquí mi nombre, para acortar su mal,
no debe sorprender que de las leyes
del Venusino se alejase en esto
3245
y quisiese ante el pueblo con el hierro
darse con mano fuerte en escena muerte.
A los que amantes de los circunloquios
andan mendigando con ansiedad
palabras vanas y epítetos graves
3250
y ciegos de horror y sangrientas muertes,
de Aquerontes, de noches negras y hórridas
llenan sus papeles si escriben penas,
y si alegrías, no se oye otra cosa
que flores, sombras, cuevas, olas y brisas
3255
rubís, zafiros, topacios y oro,
diría que para eso me hizo inepta
la fuerza del dolor que me oprimía;
y más bien he preferido plasmarlo
con el adorno adecuado a natura,
3260
que con voz pomposa de arte fingida.
A muchos que hoy escriben en vulgar
y no siguen a escritores selectos,
fiándose de ellos –por ser nacidos
en lugares donde creen perfecta
3265
la lengua vulgar, que no vale nada
sin el honor de los antiguos autores–,
tú podrás cómodamente decir,
si quisieran hablar en contra mía,
que yo he seguido en parte al gran Toscano
3270
que por Laura cambió el Arno por Sorga,
y el buen certaldés, eternas y claras
luces de la vulgar y dulce lengua.
Pues así las lenguas romana y griega
como ahora la vulgar, por autores
3275
que en ellas se mostraron excelentes
y no por el habla común, tuvieron
nombre y tanto se valoraron cuanto
semejaban la una y la otra a aquellos
tres, cuatro o seis que habían elegido
3280
lo mejor del habla del pueblo inculto.
Y quien en el decir buscaba fama,
seguía a aquellos buenos escritores
sin fiarse de ser él griego o romano.
Es verdad que porque está todavía
3285
vivo este vulgar y agradable idioma,
creo que es bien lícito que cualquiera
que escribe en tal lengua, use una palabra
(elegida con singular criterio)
que no se halle en los citados toscanos.
3290
Y a los que sólo conocen la lengua
(que en tal situación muchos están hoy)
por las voces de los claros toscanos,
si una palabra mía no está en ellos,
que por ti responda el divino Bembo,
3295
Bembo divino que la vulgar lengua
sacó del Reino de Dite, la cárcel
lúgubre y ciega, con más feliz plectro
que Orfeo con su mujer deseada;
y el gentil Trissino que con su canto
3300
antes que nadie del Tíber e Iliso
llevó la Tragedia a las olas del Arno;
y el gran Molza, cuyo honorable nombre
vuela con grito claro en todas partes;
y el buen Tolomei quien vulgares versos
3305
con nuevo modo a números latinos
ha adaptado y a la forma Romana;
y el que más allá de los duros Alpes,
de Tebas tradujo al Toscano modo
a la pía hermana de Polinices:
3310
hablo del Alamani quien me vio
por raro destino salir a escena.
Felices y peregrinos ingenios,
con los demás que siguieron sus huellas
(aunque aquellos dos célebres autores
3315
se sigan apreciando como debe),
intentando ensanchar este lenguaje
con firme elección y juicio veraz,
han querido más bien abastecerse
con loable libertad, de palabras
3320
que les abran conceptos, que en prisión
con cepos en los pies serían mudos.
Dejándote a ti ese peso y a ellos,
esperaré, bajo el raro presidio
del Señor por cuyo favor hoy salgo
3325
que otros, gracias quizás a mis palabras,
de forma más altiva y honorable
den Tragedias más bellas y preciadas.
Porque a sus virtudes, a sus dones,
a su admirable y preciada belleza
3330
(mientras no diverja de mi dolor)
me intentaré parecer cuanto pueda.

FIN