Texto utilizado para esta edición digital:
Giraldi Cinthio. Orbecche. Editada por Pau Sanchís. Traducción de Pau Sanchís para esta colección Emothe: Valencia, 2014.
- Romeu Guallart, Luis María (Artelope)
- Burgos Segarra, Gemma (Artelope)
AL ILUSTRÍSIMO Y EXCELENTÍSIMO SEÑOR EL SEÑOR HÉRCULES DUQUE II DE ESTE Y III DUQUE DE FERRARA
Se hace difícil en estos tiempos, Ilustrísimo Señor, para los escritores de cualquier tipo evitar los mordiscos de la envidia, la cual, como un enemigo armado, lleva siempre los dientes fuera para morder y lacerar a quien escribe. Y teniendo en cuenta que tal cosa es difícil en cualquier tipo de composición, es ya sumamente difícil cuando alguien se propone escribir en formas poéticas que han sido abandonadas durante tantos siglos que apenas queda de éstas sino una leve sombra. Por eso yo considero que es casi imposible que escapen de los mordiscos de la envidia los que se dedican a componer nuevas tragedias en este tiempo, cuyo uso, que es el único maestro en cualquier materia, ha sido abandonado, según creo, por la gran lascivia del mundo, después de que los Griegos la inventasen, y que los Romanos, tomándola de éstos, la hiciesen sin duda todavía más grave. Y aunque Aristóteles nos dé la manera de componerlas, él, además de su oscuridad intrínseca, la cual (como sabéis) es suma, resulta además muy oscuro y lleno de muchas tinieblas porque no conocemos a los autores de los cuales aduce las autoridades y los ejemplos para confirmar los órdenes y las leyes que él impone a los escritores de éstas, lo que dificulta la comprensión, no diré del arte de lo que enseña, pero sí de la definición que da de la tragedia. Cada una de estas cosas por sí mismas, y por supuesto todas juntas, debería haberme disuadido de meter mano en algo tan fatigoso y que fácilmente dará materia para que otros me critiquen. Pero han tenido tanta fuerza sobre mí los ruegos de muchos amigos, y especialmente del magnífico M. Girolamo Maria Contugo, gentilísimo joven lleno de virtudes, que aunque yo supiese que mis fuerzas eran pocas ante tamaña empresa y viese que me ponía en riesgo, antepuse el deseo de los amigos a todos mis prejuicios. Cuando hube compuesto, pues, esta tragedia, lo cual hice en menos de dos meses, habiendo preparado ya en mi casa el dicho M. Girolamo un suntuoso y honorable escenario, fue representada por M. Sebastiano Clarignano de Montefalco, a quien podríamos llamar seguramente el Roscio o el Esopo de nuestro tiempo, para vos Ilustrísimo Señor y patrón mío. Y puesto que la misma recibió los maravillosos elogios de Vuestra Excelencia y de todos los divinos ingenios que con vos la vieron y la oyeron, y también considerando yo la importancia que podía tener dejar salir a la vista del mundo tales cosas, y cuánto más fácil sea criticarlas que componerlas quería que, estando ella celada detrás de mí, se alegrase de aquellos elogios que tuvo entonces y prefiriese haber sido elogiada una vez dentro de los confines de mi casa que, sacada por una vana esperanza, se pusiese en riesgo de no gustar y de ser lacerada miembro a miembro por los mordiscos de la envidia del público. Pero puesto que plugo al Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal de Ravena que ella volviese a mostrarse ante Su Reverendísima Señoría y ante el Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal Salviato, muchos preclaros Señores e ingenios extranjeros me la han pedido con suma insistencia muchas veces, atraídos por los elogios que también vos, Señor Mío, más juicioso que nadie y adornado con todos los elogios y las altas virtudes que corresponden a tan excelentísimo Señor y nobilísimo espíritu, le dedicasteis entonces y después junto con vos hicieron también aquellos dos Reverendísimos Señores, célebres y preclaros en los estudios de todas las honestas disciplinas que contienen los papeles griegos y latinos. Allá donde no pudiendo yo negarme a ellos sin quedar como un villano, del mismo modo que los ruegos de los amigos me constriñeron a componerla, así también las continuas demandas de éstos me fuerzan a dejarla salir.
Así que, puesto que debe salir fuera de todos modos, he querido, Ilustrísimo Señor mío, que ella a vos, antes que a nadie, os sea ofrecida: ya sea para que tomando como pantalla contra cualquiera que la quisiese atacar la autoridad de vuestro ilustre nombre, como fortísimo escudo de defensa, se encuentre más segura contra los ataques ajenos; ya sea para que esté con vos, por cuanto ella es prenda evidentísima de la reverencia que siento por vos y claro testimonio de mi mente, siempre devota a vos. Y si ella fuese recibida por vos con aquel espíritu con que vuestra singular virtud y mucha cortesía me prometen que será, no tengo dudas de que ella estará a salvo de cualquier envidia, y mostrándome, si no en todo, al menos en parte agradecido a vos, espero que os tengáis gran confianza en mi afecto sincero y mi voluntaria servidumbre, por el que yo me siento con suma observancia cercano a vos. Y es así, esto infundirá valor a sus otras hermanas, Altila, Cleopatra y Dido, que ahora se esconden tímidas detrás de mí, para dejarse ver. Mientras tanto, besando a V. Il. S. la honorable mano, humilmente me encomiendo a vos. A día XX de Mayo de MDLXLI
D. V. IL. S Ser[vidor] Giovanbat. Cinthio Giraldi
TRAGEDIA DE M. GIOVANBATTISTA GIRALDI CINTHIO DE FERRARA
Se representó en Ferrara en casa del autor en el año M.D.XLI primero ante el Ilustrísimo Señor el Señor Ercole II de Este Duque III de Ferrara, después ante los ilustrísimos y reverendísimos Señores, el Señor Cardenal de Ravena, y el Señor Cardenal Salviati. La representó M. Sebastiano Clarignano de Montefalco. Hizo la música M. Alfonso Dalla Vivuola. Fue el arquitecto y el pintor de la escena M. Girolamo Carpi de Ferrara.
EL ARGUMENTO
Orbecche, hija de Sulmón, rey de Persia, siendo niña, infantilmente dio indicios al padre de que Selina, su esposa y madre suya, yacía con su primogénito. Sulmón, encontrándolos juntos, los mató. Algunos años después, Orbecche, sin que lo supiese el padre, tomó por marido a un joven de Armenia, llamado Oronte. Cuando Sulmón la quiere casar con un Rey de los Partos, se descubre el matrimonio oculto y que de ellos han nacido dos hijos. Sulmón finge que esto lo satisface y después mata a Oronte y a los hijos. Después regala la cabeza y las manos del marido a su hija, la cual, vencida por la indignación y el dolor, mata al padre y luego a sí misma.
La escena es en Susa, ciudad real de Persia
LOS PERSONAJES QUE HABLAN
NÉMESIS, Diosa |
FURIAS infernales |
SOMBRA de Selina |
ORBECCHE, hija del Rey |
NODRIZA de Orbecche |
ORONTE, consejero |
MALECCHE, consejero |
SULMÓN, Rey |
MENSAJERO del Rey |
CORO |
TAMUL |
ALLOCCHE |
MENSAJERO |
SEMICORO |
MUJERES DE LA CORTE de Orbecche |
El coro es de mujeres de Susa
Acto
Acto I
ESCENA I
ESCENA II
[CORO]
Acto II
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA III
ESCENA IV
[CORO]
Acto III
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA III
ESCENA IV
ESCENA V
Acto IV
ESCENA I
[CORO]
Acto V
ESCENA I
ESCENA II
ESCENA III
[CORO]
Acto