Escena I
Entran ARDEN y FRANKLIN
FRANKLIN:
Alegra tu espíritu, Arden; basta de pesares. Mi noble y generoso señor, el Duque de Somerset
[N]
X
Nota del traductor"Somerset"
Edward Seymour, Duque de Somerset, fue nombrado Regente (Lord Protector) en 1547, al inicio del reinado de Eduardo VI, el rey aquí aludido, quien a los nueve años de edad sucedió a su padre Enrique VIII. Somerset fue uno de los principales beneficiarios de la expropiación tras la disolución de los monasterios. Murió ejecutado en 1552.
, ha concedido mediante cédula real
[N]
X
Nota del editor digital"real"
Certificados que concedían el usufructo de un derecho o título por decreto del monarca. La concesión de las tierras a Arden fue, en realidad, obra del Regente.
4 que las tierras de la Abadía de Faversham sean tuyas y de tus herederos. Aquí tienes las escrituras, con sello y firma del Duque y del Rey. Lee, pues, y deja atrás el ánimo sombrío.
ARDEN:
Franklin
[N]
X
Nota del traductor"Franklin"
Este personaje es el único que carece de antecedente directo en la crónica de Holinshed. Su función es proporcionar a Arden un interlocutor solidario, sincero (frank), el único que no actúa con hipocresía, y también una especie de alter ego, para evitar excesivos soliloquios. Asimismo, representa, con el protagonista, al creciente grupo de ricos terratenientes autónomos beneficiados por la expropiación de bienes eclesiásticos que siguió a la Reforma inglesa, así como sus intereses y su visión de la sociedad y la justicia. De hecho, su nombre es la denominación común de tales propietarios “libres” (frank) en la época, si bien existen con anterioridad; el más notable precedente literario es el “Franklin” de Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer.
, tu afecto alivia mi hastío de vivir. Sin ti, cuán odiosa sería la existencia, que nada me ofrece, mas tortura mi alma y me llena los ojos de sucias visiones; tanto, que dichoso cambiaría el manto celeste por un velo de tierra que me cubriera el rostro. Mi esposa y Mosby han canjeado misivas de amor y secretamente se citan en el pueblo. Vamos, que en el dedo de Mosby he visto el anillo que nos puso el cura en nuestra boda. ¿Habrá pena más grande en este mundo?
FRANKLIN:
Consuélate, querido amigo; no es extraño que las mujeres sean desleales y veleidosas.
ARDEN:
Es verdad. Pero adorar a un tipo así, Franklin, es monstruoso, intolerable.
FRANKLIN:
¿Por qué? ¿Cuál es su condición?
ARDEN:
La de un sastre remendón, y nada mejor es su cuna. Amasó cierta fortuna haciendo de alcahuete, se ha colado entre los siervos de un noble y, a fuerza de reverencias y lisonjas, hoy es mayordomo de su palacio y pasea con arrogancia en traje de seda.
FRANKLIN:
¡No hay caballero que tolere a un patán así!
ARDEN:
Pues lo hay: Lord Clifford
[N]
X
Nota del traductor"Clifford"
Nombre ficticio. En realidad, Mosby fue siervo de Lord North. El cambio podría obedecer a que Thomas North —hijo de Lord North, hermanastro de Alice Arden y célebre traductor de Plutarco cuya obra sirvió de base para piezas de Shakespeare— aún vivía cuando esta tragedia fue escrita.
, quien no me ama. Mas no crezca su altivez por tal favor: aunque el propio Regente le respaldara, no haría de mí burla del mundo. Nací caballero, mi sangre es noble, y el canalla que me insulta tratando de violar la castidad de mi mujer —a quien, Dios lo sabe, amo tanto como al cielo— habrá de ver sus miembros destazados en el mismo lecho que pretende deshonrar, mientras en el suelo yazga su cuerpo agonizante, ahogado en el torrente de su sangre lujuriosa.
FRANKLIN:
Paciencia, querido amigo; aprende de mí a calmar tu pena y defender la castidad de tu mujer: sé amable con ella; las frases dulces son la mejor herramienta para allanar los ásperos muros del corazón femenino. No muestres suspicacia en ningún caso, ni dudes del amor que te profesa; mejor, confiado, apresta tu montura y pasa conmigo en Londres la temporada de tribunales
[N]
X
Nota del traductor"tribunales"
Los tribunales de Inglaterra sólo sesionaban durante tres o cuatro temporadas específicas cada año.
6. La mujer, cuando tiene ocasión, no se atreve a nada; rechazada, estalla en furia.
ARDEN:
Así lo haré, aunque repugne a la razón. La llamaré para despedirme de inmediato. ¡Alice, ven aquí!
Entra ALICE
ALICE:
¿Por qué os habéis levantado tan temprano, esposo y señor mío? Las noches de verano son cortas y sin embargo estáis en pie antes del amanecer. De estar despierta, no habríais abandonado tan pronto vuestro lecho.
ARDEN:
Bien sabes, amor mío, cuán a menudo —a la manera de Ovidio—
[N]
X
Nota del traductor"Ovidio—"
Compárese con la Elegía XIII de los Amores, frecuentemente aludida en la poesía y el drama de la época. Entre sus traductores al inglés destaca Christopher Marlowe.
la aurora nos ha oído reprocharle que asome y desear que los ciegos corceles de la noche oscura, tirando de su manto púrpura, la arrojaran al mar de vuelta con su amor. Pero esta noche, querida Alice, me has partido el corazón: he oído que llamas a Mosby entre sueños.
ALICE:
Sin duda dormía si lo he hecho, pues despierta nunca ocupa mi pensamiento.
ARDEN:
Ah, pero te has sobresaltado, y has abrazado mi cuello de repente, creyendo que era el suyo.
ALICE:
¿El suyo? ¿Pero quién estaba allí sino mi esposo? ¿Cómo he de equivocarme cuando nadie más hay a mi lado?
FRANKLIN:
Arden, no la abrumes con tu insistencia.
ARDEN:
Es cierto, amor mío: no hay verdad en los sueños. Baste saber que me amas.
ALICE:
Ahora recuerdo el motivo. ¿No hemos hablado de Mosby ayer noche?
FRANKLIN:
Os he oído nombrarle una o dos veces, señora mía.
ALICE:
De ahí que le llamase, y allí mismo encontraréis mi inocencia.
ARDEN:
Así fue, sin duda; por tanto, olvidémoslo. Querida esposa, debo ir a Londres de inmediato.
ALICE:
¿A Londres? ¿Será larga vuestra ausencia?
ARDEN:
No más que la conclusión de mis asuntos.
FRANKLIN:
No más de un mes, a lo sumo.
ALICE:
¿Un mes? ¡Ay de mí! Amado señor, moriré si no volvéis antes de un día o dos.
ARDEN:
No resistiré mucho tiempo teniéndote lejos, querida esposa. Mientras Michael trae del campo nuestros caballos, Franklin y yo iremos al muelle, pues tengo allí ciertos bienes que aguardan descarga
[N]
X
Nota del traductor"descarga"
En esa época, Faversham era un puerto sobre el río Medway. Arden tenía a su cargo el control aduanero del mismo, por concesión de su suegro, Lord North.
.8 En tanto, amor mío, prepara el desayuno; debemos partir antes del mediodía.
Salen ARDEN y FRANKLIN
ALICE:
¡Quiere partir antes del mediodía! ¡Dulces noticias! ¡Ay, que un espíritu del aire tomara la forma de un corcel, y galopando sobre las olas con Arden en las espaldas, le arrojara al mar! Mi corazón pertenece al gentil Mosby y Arden lo usurpa, sin más título que un lazo nupcial. El amor es un dios y el matrimonio sólo palabras; por tanto, Mosby tiene mayor derecho. ¡Pero basta! Lo tenga o no, Mosby será mío, a despecho de marido, de Himeneo
[N]
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Nota del traductor"Himeneo"
Dios del matrimonio y, por extensión, el matrimonio mismo.
y de rituales.
Entra ADAM, dueño de La Flor de Lis10
Aquí viene Adam, el mesonero de La Flor de Lis
[N]
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Nota del traductor"Lis"
Este mesón se hallaba a unos minutos a pie de la casa de Arden.
. Ansío que traiga noticias de mi amado. Y bien, Adam, ¿qué nuevas me tienes? Nada temas; mi marido no está en casa.
ADAM:
Mosby, a quien bien conoce mi señora, ha llegado al pueblo y manda decir que no debéis visitarle por motivo alguno.
ALICE:
¿Qué no le visite?
ADAM:
No, y tampoco debéis percataros de su presencia.
ALICE:
¿Pero está enojado o a disgusto?
ADAM:
Así parece: su tristeza es asombrosa.
ALICE:
Pues he de verle, así rabie como Hércules furioso
[N]
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Nota del traductor"furioso"
Alice se refiere ya sea a la furia que Hera le provocó a Hércules y lo condujo a cometer los hechos sangrientos luego de los cuales debió refugiarse en Tirinto y someterse a las doce tareas de Euristeo, o bien a la que sufrió cuando Deyanira le hizo ponerse una prenda empapada con la sangre emponzoñada del centauro Neso.
. Y aunque fuera tu mesón toda una fortaleza, con estas mismas manos lo haría polvo, si no consientes en llevarme hasta mi amado.
ADAM:
Pues si con tanta impaciencia me tratáis, yo me marcho.
ALICE:
¡Espera, Adam, espera! Que entre nosotros siga reinando la amistad. Pregunta a Mosby por qué he merecido su ira; dale de mi parte estos dados de plata, con los que tantas veces nos hemos jugado los besos, y al perder, he vencido, como él también. ¡Qué triunfos y derrotas me ha concedido Júpiter! Dile, también, que si su amor no ha decaído, se acerque esta mañana a mi puerta y me salude como cualquier desconocido. Así podrá hacerlo sin temor ni sospecha.
ADAM:
Le daré vuestro mensaje, y con ello me despido.
ALICE:
Hazlo así y un día veré que todos hallen reparación.
Sale ADAM
Sé que me ama, pero no osa venir, pues los celos de mi esposo son grandes y los rumores de mis vecinos y atentos fisgones ponen trabas al ansia de estar juntos. Mas, por mi vida que tales murallas han de caer. ¡Mosby, que a mí vienes oculto: no temas la afilada lengua de los hombres, ni la mirada de Arden; tan cierta estoy que él ha de morir, como que le aborrezco y sólo te amo a ti!
Entra MICHAEL
Michael, ¿adónde vas?
MICHAEL:
Por el jamelgo del amo. Espero que no olvidéis vuestra promesa, señora.
ALICE:
No lo haré. Tú cumple tu palabra y cuida de que tu silencio sea tan grande como tu determinación.
MICHAEL:
De mi cuenta corre que vuestro marido no viva más de una semana.
ALICE:
Con esa condición, toma mi mano: la hermana de Mosby será tuya y de nadie más.
MICHAEL:
Mas he sabido que el pintor del vecindario dice que lo suyo con Susan es cosa hecha.
ALICE:
Nada de eso, Michael, no lo creas.
MICHAEL:
Pero le ha enviado un corazón partido por una daga, con uno o dos versos que se robó de un lienzo pintado;
[N]
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Nota del traductor"pintado;"
“...a painted cloth”: un lienzo sobre el cual se ha pintado alguna escena, en lugar de tejerla; por ende, no un tapiz sino una imitación barata. El propio emblema del que habla Michael —y que parece entender literalmente, según lo que expresa renglones abajo— es un ejemplo de los más comunes en la época.
y oí que la moza se lo ha guardado en el pecho. ¡Pues que lo guarde! Me hallaré un tipo que sepa leer y escribir, y también hacer rimas... y cuando le encuentre... vaya, que nada más diré: de Londres voy a enviar a Susan una carta tan mordaz, que con sal se ha de comer el corazón aquel y a la cabeza del pintor lanzar la daga.
ALICE:
¿Pero a qué viene esto? He dicho que Susan es tuya.
MICHAEL:
Pues entonces digo que he de matar al amo, o hacer cualquier cosa que mande mi señora.
ALICE:
Tú cuida de hacerlo con astucia.
MICHAEL:
Y bien, digamos que me prendieran: jamás confesaría que vos sabéis nada; y ya que Susan es doncella, podría rescatarme del cadalso
[N]
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Nota del traductor"cadalso"
Michael alude a la conseja popular de que una virgen podía evitar una ejecución si ofrecía casarse con el condenado.
.
ALICE:
No pongas en ello tus esperanzas, Michael.
MICHAEL:
No hay ni que decirlo, si lo he visto con mis ojos. Pero decidle a Susan que, sea que viva o muera, le traeré más honor que veinte pintores juntos, pues pienso deshacerme de mi hermano mayor, para que la granja de Bolton
[N]
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Nota del traductor"Bolton"
El poblado de Boughton-under-Blean, entre Faversham y Canterbury.
sea mía por completo. ¿Quién no se arriesgaría por casa y propiedad, cuando para tenerlas basta un golpe certero?
Entra MOSBY
ALICE:
Aquí llega Mosby. Retírate, Michael; que ni él ni nadie conozca tus planes.
Sale MICHAEL
¡Mosby, mi amor!
MOSBY:
¡Aléjate de mí! No quiero hablar contigo.
ALICE:
Una o dos palabras, cariño mío, y luego callaré. Es temprano aún, no debes temer nada.
MOSBY:
¿Dónde está tu esposo?
ALICE:
En el muelle; quiere aprovechar que ha subido la marea.
MOSBY:
Pues que le aproveche. En adelante, no sabes quién soy.
ALICE:
¿Hasta aquí llegan tus solemnes juramentos? ¿Tal es el fruto de aceptar nuestra unión? ¿Para esto te he prodigado mis favores, he causado la ira de mi esposo y, ¡ay de mí!, he llevado mi honra al naufragio por tu amor? ¿Y ahora dices, “en adelante, no sabes quién soy”? Recuerda cuando te encerré en mi alcoba: ¿cuáles fueron nuestras palabras? ¿No resolvimos matar a Arden en la oscuridad? El cielo es testigo y el mundo lo sabe: antes de que mis ojos vieran tu mirada falsa, antes que me enredara en tus frases seductoras, amaba a Arden más que a mi propia alma... y he de seguirlo amando así. Lárgate, patán, y no te ufanes de haberme conquistado, que fue por artes mágicas y mera brujería. ¿Qué puedes ofrecer para mirar mi amor cara a cara, si mi cuna es noble y tengo por consorte a un caballero, cuyo criado podrías ser? Adiós, entonces, adiós.
MOSBY:
Cruel y dura Alice, ahora veo lo que siempre he temido y hallo demasiado cierto: el amor de una mujer es como la llama que se enciende; apenas brilla cuando ya se ha consumido. He sido esquivo sólo por comprobar la firmeza de tu amor. ¡Qué jamás lo hubiese hecho y me contentara con la esperanza de tenerlo!
ALICE:
¿Por qué pones a prueba a quien jamás te fue desleal?
MOSBY:
Te ruego perdón; el amor es suspicaz.
ALICE:
Así escucha el marinero a las sirenas; así mira el viajero al basilisco: me contenta nuestra reconciliación, y sé que también será mi ruina.
MOSBY:
¿Tu ruina? ¡Antes caiga por tierra el mundo!
ALICE:
Calla, Mosby; quiero gozar tu amor, a pesar de todo. Pase lo que pase, estoy resuelta. Mi previsor marido apila sacos de oro que hagan ricos a nuestros hijos;
[N]
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Nota del editor digital"hijos;"
La referencia es imprecisa: “our children”. En la tragedia no aparecen niños o niñas, pero de acuerdo con la crónica de Holinshed, los Arden tenían una hija, o quizá más. Sin embargo, la frase más bien parece significar que Arden amasa riquezas para el disfrute de los hijos de Alice y Mosby.
ahora mismo ha ido a descargar bienes que serán tuyos, y junto a Franklin partirá hacia Londres de inmediato.
MOSBY:
¿A Londres? Escucha lo que digo, Alice, y le daremos fin antes de que llegue ahí.
ALICE:
¡Ah, cómo lo ansío!
MOSBY:
Ayer noche me topé con un pintor, el hombre más astuto de la cristiandad, capaz de mezclar veneno en los colores de tal modo, que quien mira sus lienzos, por conducto de la luz que despiden sus pupilas
[N]
X
Nota del traductor"pupilas"
Mosby alude a una teoría de la época según la cual la vista era producto de la luz que los ojos proyectaban en los objetos.
, absorbe la ponzoña hasta llevarla a su pecho y así muere. Dulce Alice, haremos que pinte tu retrato, para que Arden muera al contemplarte.
ALICE:
Pero el riesgo es demasiado, pues tú o yo, o cualquiera que entrase donde colgara el retrato podría morir.
MOSBY:
Así es, pero lo cubriremos con un paño y lo haremos colgar en su gabinete.
ALICE:
Imposible; Arden querrá mostrarme el retrato en cuanto quede terminado.
MOSBY:
Nada temas, hallaremos la solución que nos convenga. Esta es la casa del pintor. Le llamaré.
ALICE:
Pero no quiero ese retrato, Mosby, no.
MOSBY:
Déjalo en mis manos, te lo ruego. ¡Ea, Clarke!
[N]
X
Nota del traductor"Clarke!"
Nombre ficticio; al parecer, el verdadero fue William Blackborne.
Entra CLARKE
He aquí un hombre honrado y de palabra que me ha servido bien.
CLARKE:
Os serviré en todo y cuando sea, señor mío, siempre que cumpláis vuestra promesa y me concedáis a Susan Mosby por esposa. Pues así como los poetas de agudo ingenio —cuyo dulce canto aparta a los dioses del néctar y les hace prestar oídos a la humilde tierra— hacen promesas modestas a su sagrada musa, nosotros, espejos de los bardos, debemos tener un amor. Sí, el amor es musa del pintor y le hace dar forma al rostro expresivo, al ojo humedecido que atestigua cuánto pena el corazón. Decid, pues, señor Mosby, ¿será mía?
ALICE:
Qué lástima si no lo fuese; le dará buen trato.
MOSBY:
Clarke, toma mi mano: mi hermana será tuya.
CLARKE:
Entonces, hermano, en pago de la cortesía, a tus órdenes pongo mi vida, mis talentos y todo lo mío.
ALICE:
¿Pero seréis capaz de guardar un secreto?
MOSBY:
Calla, Alice, nada temas; lo que he dicho de él es suficiente.
CLARKE:
Sólo quien no me conoce puede albergar tales dudas. Baste, señora, que sé de vuestro amor por Mosby y cuán sinceramente deseáis que muera vuestro esposo. Con ello demostráis la nobleza de vuestro espíritu, pues antes que vivir con quien odiáis, arriesgaréis la vida para morir con vuestro amado. Lo mismo haría yo por mi Susan.
ALICE:
Sólo mi amor es capaz de empujarme a tales actos. Ah, Mosby, si pudiera gozarte sin barreras, Arden no tendría que perecer; mas siéndome imposible, muera entonces.
MOSBY:
No digas más, amada mía; tus tiernas palabras hacen que desfallezca. El truco del retrato emponzoñado nos desagrada, Clarke; otro veneno sería mil veces mejor.
ALICE:
Así es, uno que pudiésemos verter en su comida sin que jamás lo traicionara su sabor.
CLARKE:
Sé lo que queréis, y aquí lo tengo. Apenas una pizca en su copa, o en cualquier caldo que coma, y habrá muerto antes de una hora.
ALICE:
Por mi cuna, señor Clarke, que al día siguiente tendréis a Susan por esposa.
MOSBY:
Y no tendré palabras para describir la dote que de mí recibirá.
CLARKE:
Se acerca vuestro esposo, señora. Mosby, debo irme.
[N]
X
Nota del traductor"irme."
Las acotaciones entre corchetes son enmiendas editoriales que intentan aclarar la acción donde esta no se colige del diálogo.
Entran ARDEN y FRANKLIN [con MICHAEL]18
ALICE:
¡Cuán oportunamente llega mi señor! Él mismo dará respuesta a vuestras dudas, señor Mosby.
Sale CLARKE
MOSBY:
Maese Arden, la noche de ayer, en Londres, las tierras de la Abadía que hoy tenéis por vuestras me fueron ofrecidas por Greene, un súbdito de Sir Anthony Ager.
[N]
X
Nota del traductor"Ager."
Históricamente, Sir Anthony Aucher, un caballero de Hautsbourne, en el condado de Kent.
Decidme, os lo ruego, ¿os pertenecen o no? ¿Alguien más las reclama?
ARDEN:
Ya resolveremos ese asunto. Alice, sirve el desayuno, que debo partir.
Sale ALICE
En cuanto a las tierras, Mosby, son mías por decreto real. Mas querría tener igual potestad sobre mi esposa. Dicen que buscas robarme su amor. Canalla, ¿con qué mérito buscas su compañía? No es mujer para un rufián como tú.
MOSBY:
No es ella quien me ocupa, Arden; he venido a hablar con vos. Pero antes que guardarme estas ofensas...
FRANKLIN:
¿De qué serías capaz, Mosby?
MOSBY:
De vengarme en el más altivo de vosotros.
ARDEN coge la espada de MOSBY
ARDEN:
¡Y bien, patán, no deberías siquiera portar espada! La ley se lo prohibe a los tinterillos.
[N]
X
Nota del traductor"tinterillos."
Un decreto expedido en tiempos de Eduardo III prohibía portar armas a cualquiera de menor posición que un caballero.
Es mi derecho hacer esto. Así que intenta con tus punzones, tus agujas españolas y tus planchas, porque este acero se queda conmigo. Y escucha bien mis palabras, tintorero remendón, es a ti a quien hablo: si te encuentro de nuevo por mi casa, terminarás arrastrándote en los muñones que te deje en vez de piernas.
MOSBY:
Me ofendéis, señor; por Dios y por el mundo que me ofendéis.
FRANKLIN:
¿Cómo? ¿Niegas haber sido un remendón?
MOSBY:
Valorad lo que soy, no lo que fui.
ARDEN:
¿Y qué eres hoy, sino un lacayo en librea de terciopelo, un mayordomo bribón, un palurdo vil?
MOSBY:
Maese Arden, ya que habéis vomitado la ponzoña de vuestro corazón, henchido de rencor sin fundamento, escuchad un poco. Como que mi esperanza es vivir en el cielo con Dios y sus santos elegidos, jamás tuve intención de cortejarla nuevamente; ella lo sabe y el mundo entero será testigo. Alguna vez la quise, sí... por ello ruego vuestro perdón, noble Arden. Pero no tuve más remedio: su belleza incendió mi corazón. Pero el tiempo ha extinguido el furioso ardor de aquellas brasas, y aunque hoy frecuente vuestra mansión, lo hago por mi hermana, la doncella de vuestra esposa, y no por ella misma. ¡Quiera el cielo que la disfrutéis largamente! ¡Caigan sobre mí la furia de la venganza y el fuego del infierno si llegase a deshonrarla o a injuriaros!
ARDEN:
Tus juramentos aplacan el odio mortal de mi corazón. Tú y yo seremos amigos si esto resulta verdad. Olvida las injurias que acabas de sufrir; he tenido motivo para pronunciarlas, pues cada noble y caballero de Kent os hace tema de vulgares sobremesas.
MOSBY:
¿Y quién vive libre de las bocas calumniosas?
FRANKLIN:
Luego entonces, para evitar los rumores de la gente, de cuya labia depende todo honor, no vuelvas a esta casa, Mosby.
ARDEN:
¿Qué no vuelva? No. Que la frecuente más, en cambio. El mundo verá que no desconfío de mi mujer. Pedirle que de golpe se aleje de mi casa sería confirmar los rumores.
MOSBY:
Decís verdad, a fe mía. No dejaré esta casa antes de que nuestros enemigos hayan saciado su hambre de palabras. Luego, espero, callarán, y al fin admitirán cuán injustamente han agraviado a vuestra mujer y a mí.
ARDEN:
Y yo en Londres pasaré esta temporada, para hacerles ver cuán ligeras me resultan sus palabras.
Entra ALICE
ALICE:
Señor mío, tomad asiento, que se enfría vuestro desayuno.
ARDEN:
Comparte la mesa con nosotros, Mosby.
MOSBY:
Os haré compañía, aunque por ahora no pueda comer.
ARDEN:
Michael, apresta las monturas.
[N]
X
Nota del traductor"monturas."
Por la orden recibida, parece forzoso que Michael abandone el escenario. Empero, tendría que entrar de nuevo antes de hacer el mutis que el texto señala renglones abajo; o bien, no regresar a escena, en cuyo caso, ese mutis sería erróneo. Parece más adecuado, entonces, que intente salir y se detenga cuando Alice se percata del malestar de Arden. De cualquier modo, estamos ante un ejemplo de las incongruencias que con cierta regularidad se presentan en los textos de la época. En este caso, he preferido no enmendar y dejar al lector la mejor conclusión.
ALICE:
¿Por qué habéis dejado de comer, esposo mío?
ARDEN:
Tengo un malestar. Hay algo en este caldo que no me sienta bien. ¿Lo has preparado tú, Alice?
ALICE:
Sí, y por eso os ha disgustado.
ALICE arroja el caldo al suelo
Nada puedo hacer que satisfaga vuestro paladar. Mejor sería decir que os he envenenado. No puedo hablar ni mirar cosa alguna sin que mi esposo imagine que doy un mal paso. Señor mío, aquí está el hombre cuya amistad tanto me habéis echado en cara; es hora de ser condenada o absuelta. Mosby, exijo que le habléis a este hombre desconfiado, vos, que desearíais verme en la horca. Vamos, ¿qué favor os he concedido más que un beso al saludaros cuando venís del pueblo o vais a él?
MOSBY:
Os insultáis vos misma, y a mí, con tales dudas; vuestro amante esposo no siente celos.
ARDEN:
Vamos, querida esposa, ¿no puedo sentirme enfermo sin que te eches la culpa? Franklin, ¿llevas contigo una caja de mitridato?
[N]
X
Nota del traductor"mitridato?"
Compuesto químico que se consideraba remedio universal contra los venenos.
Dame un poco, para evitar lo peor.
FRANKLIN:
Aquí tienes. Pero salgamos de inmediato. Te apuesto la vida que no habrá otro malestar.
ALICE:
Una cuchara, pronto, que yo misma vaciaré el tazón. ¡Cómo quisiera que estuviese colmado de veneno! Así terminarían mis agobios y pesares. ¿Habrá jamás sufrido tal tormento una estúpida mujer?
ARDEN:
Paciencia, amada mía, que no desconfío de ti.
ALICE:
Dios se vengaría si lo hicierais; pues nunca mujer amó a su esposo más de lo que yo os amo.
ARDEN:
Lo sé, querida Alice. Acalla tus quejas o te responderé con lágrimas de nuevo.
FRANKLIN:
Vamos, basta de demoras; debemos irnos.
ALICE:
No me hagáis daño, señor, con esa palabra amarga; Arden no irá a Londres si no es en mis brazos.
ARDEN:
Me pesa hacerlo, mas debo partir.
ALICE:
¿Iréis a Londres, pues, dejándome aquí? Ah, si me amáis, Arden mío, quedaos. Y bien, como vuestros asuntos son tan importantes, partid ya, si lo deseáis; me consolaré como mejor pueda. Escribid cada semana, ¡qué va, cada día! No permanezcáis en Londres más de lo estricto, que moriré de dolor.
ARDEN:
Una carta tendrás con cada bajamar.
[N]
X
Nota del traductor"bajamar."
Para viajar a Londres desde Faversham había que ir por tierra hasta Gravesend y de allí navegar en barca por el Támesis.
Hasta pronto, Alice querida, hasta vernos otra vez.
ALICE:
Hasta pronto, esposo mío; veo que no cambiaréis de parecer. Y ya que vos le alejáis de mí, Maese Franklin, recibid un beso mi parte, con la esperanza de que pronto le haréis volver a casa.
ALICE besa a FRANKLIN
FRANKLIN:
Mas no sería mi culpa si permaneciera en Londres. Hasta pronto, Mosby; cumple tu promesa.
MOSBY:
Espero que no dudéis más de mí, Maese Arden.
ARDEN:
No, Mosby, no. En adelante piensa que soy el mejor de tus amigos. Hasta pronto.
Salen ARDEN, FRANKLIN y MICHAEL
ALICE:
Qué alegría verle partir. Estuvo a punto de quedarse, ¿pero has visto cómo lo he impedido?
MOSBY:
Sí, Alice, y has sido muy astuta. ¡Pero Clarke, el pintor, vaya granuja!
ALICE:
¿Pero qué dices? ¡Si nos ha dado un gran veneno! ¡Bah! Arden está ahora tan sano como siempre. Hubiese sido mejor una fina confección que diera al caldo un sabor exquisito. Ese polvo era basto y repugnante.
MOSBY:
Así y todo, sólo tres cucharadas más y habría muerto... y nada podría detener nuestro amor.
ALICE:
Y así será, Mosby, aunque siga vivo.
MOSBY:
Imposible; he jurado nunca más acercarme a ti, ni buscar tus favores, mientras él no muera.
ALICE:
Y no tendrás que hacerlo: yo te buscaré. ¡Vamos! ¿Podrá un juramento hacer que me olvides? ¡Como si yo no hubiese hecho una promesa de amor al darle mi mano en el templo! ¡Calla, Mosby! Las promesas son palabras; las palabras, viento apenas, y el viento es mudable. He aquí mi conclusión: es de niños cumplir una promesa.
MOSBY:
Excelentes argumentos, señora Alice. Pero, con vuestra venia, no he de romper mi promesa mientras Arden viva.
ALICE:
Anda, pues, y no escatimes en cumplir tus votos. Como sea, no le queda mucho tiempo, pues si tu espíritu es tan firme como el mío, le haremos matar en plena calle. Hay en Londres muchos hampones de taberna que, según he oído, a cualquiera matarán a cambio de oro. Buena paga han de tener si le dan su merecido.
Entra GREENE
MOSBY:
¿Quién viene allí? ¿Le conoces?
ALICE:
¡Aléjate, Mosby! Espero que sea alguien que ponga en marcha nuestros planes.
Sale MOSBY
GREENE:
Buenos días, señora Alice. Siento mucho que vuestro marido no se encuentre en casa, pues he venido por algo que le compete. Así y todo, mi esfuerzo no ha sido en vano; supongo que vos podréis explicarme en detalle y satisfacerme por entero en el asunto que me trae.
ALICE:
¿De qué asunto se trata, señor Greene? Si puedo hacerlo sin riesgo, os daré respuesta.
GREENE:
He oído que recientemente vuestro esposo recibió, mediante cédula real, la concesión total e ilimitada de las tierras de la Abadía, de modo que cualquier escritura previa carece de valor. Una de ellas me pertenecía, pero hoy mi derecho es nulo. Tal es mi asunto, señora. ¿Es cierto lo que he oído?
ALICE:
Es verdad, señor Greene: las tierras por ley pertenecen a mi esposo, y todos los contratos existentes quedan cancelados mientras tenga vida. La escritura le ha sido entregada bajo sello de la Cancillería.
[N]
X
Nota del traductor"Cancillería."
Esto es, con la aprobación del Lord Canciller, cuya autoridad en cuestiones de tierra sólo era menor a la de la Casa de los Lores.
GREENE:
Os pido perdón, señora, por lo que ahora diré, pero esto me daña. Vuestro marido me ofende al usurpar las pocas tierras que poseo. Esos terrenos son mi vida, lo único que resta de mi herencia. Su afán de enriquecerse no conoce límites; la boca de su avaricia jamás se cierra; y nada le importa que un joven caballero deba mendigar, siempre que pueda arrancarle los mendrugos para llenarse el bolsillo. Pero ya que se ha hecho con mis tierras, pondré mi vida en tanto riesgo cuanto crezca su apetito de riquezas. Decidle esto de mi parte, pues: que me habré de vengar de modo tal que deseará que esas tierras jamás hubiesen cambiado de dueño.
ALICE:
Ay, pobre caballero, cómo os compadezco. Me duele que cualquiera deba sufrir carencias. Dios sabe que no es mi culpa. Mas no os sorprendáis, amable Greene, de que Arden sea duro con otros, cuando conmigo... ¡Ah, sólo Dios sabe cuánto abusa de mí!
GREENE:
¿Cómo, señora: es posible que ese patán iracundo os trate con dureza? ¿No respeta vuestra cuna, vuestras honorables amistades ni el monto de vuestra dote? Vamos, que todo el Condado de Kent conoce vuestra alcurnia y posición.
ALICE:
Ah, señor mío, debo confesaros que jamás he tenido un buen día a solas con él. Cuando está en casa, recibo miradas de disgusto y palabras duras... y golpes, para completar la cuenta. Y aunque yo podría satisfacer a cualquiera de su clase, tiene rameras en cada esquina, y al cansarse de las que halla cerca de casa, se larga de inmediato a Londres, donde festeja entre la suciedad de quienes le aconsejan deshacerse de su esposa. Vivo cada día en incesante terror, adolorida, y tan grande es mi desesperanza de justicia que día tras día rezo con fervor por que él o yo seamos arrancados de este mundo.
GREENE:
Me llena de dolor, señora, os juro, que tan bella criatura sufra abuso tal. ¿Y quién hubiese creído que un hombre tan cortés fuera así de huraño? Con esa apariencia delicada. ¡Caiga la vergüenza sobre el patán! Si vive un día más, será un día de más. ¡Ánimo, mujer!, que yo habré de libraros del fastidio. Y si el canalla niega mis derechos y no pone esas tierras otra vez en mis manos, le mandaré al infierno, no importa qué me suceda.
ALICE:
¿Habla vuestro corazón, señor Greene?
GREENE:
Sí. Dios es mi testigo: soy sincero, pues antes moriría que perder mis terrenos.
ALICE:
Entonces, escuchad mi consejo: no arriesguéis vuestra vida por ese canalla; contratad un carnicero que recorte la de él. Aquí hay diez libras con las que podréis tentar a algún matón. Os daré veinte más cuando Arden haya muerto, y las tierras que le han sido otorgadas volverán a sus antiguos dueños.
GREENE:
¿Cumpliréis vuestra palabra?
ALICE:
Creedme falsa y perjura por siempre si no es así.
GREENE:
He aquí mi mano, entonces; haré que lo despachen de ese modo. Iré a Londres de inmediato y no he de descansar hasta lograrlo. Mientras tanto, adiós.
ALICE:
¡Que la buena fortuna acompañe vuestra audacia! Y a quien intente la faena, le deseo feliz conclusión. Adiós.
Sale GREENE
Esto marcha. Ah, Mosby, cómo ansío contarte mi treta.
Entran MOSBY y CLARKE
MOSBY:
¿Qué nuevas tienes, Alice?
ALICE:
Tales que habrán de complacerte, cariño mío.
MOSBY:
Bien. Mas antes dime, ¿cómo te las has arreglado con mi hermana? ¿Aceptará a mi vecino Clarke o no?
ALICE:
¡Vamos, Mosby! Que la corteje por sí mismo. ¿Crees que las doncellas no buscan palabras hermosas? Señor Clarke, id a buscarla; Susan está dentro, completamente sola. Michael ha perdido su favor por entero.
CLARKE:
Gracias mil, señora. Entraré, y si la bella Susan y yo llegamos a entendernos, os serviré hasta agotar mi vida y mis bienes.
Sale CLARKE
MOSBY:
Y ahora, Alice, habrá que escuchar tus nuevas.
ALICE:
Son tan buenas, que quisiera reír de alegría antes de contar mi historia.
MOSBY:
Vengan, pues, para compartir tu dicha.
ALICE:
Esta mañana, el señor Greene —Dick Greene, a quien mi esposo despojó de sus tierras— ha venido, furioso, para saber si en verdad le han sido escrituradas. Le he dicho todo, y ha respondido con un torrente de ira, jurando ponerse a mano con el canalla; y más: que si Arden negase sus derechos, le apuñalará, sin importar qué pueda sucederle. Al ver que su cólera crecía, la afilé con palabras, y en suma, Mosby, hemos acordado la muerte de mi esposo. Le he dado diez libras para contratar matones que con ardides se encarguen de despachar al canalla. Cuando haya muerto, tendrá veinte más y le devolveré sus antiguas tierras. Tal es nuestro acuerdo, y ha partido de inmediato a Londres para propiciar su muerte.
MOSBY:
¿Pero a esto llamas buenas nuevas?
ALICE:
Sí, mi bien; ¿no lo son?
MOSBY:
Bueno sería oír que el canalla ha muerto; mas juro, Alice, que tomo a mal cuánto descuidas lo nuestro y le haces crónica al primer bribón que pasa. ¿Cómo? ¿Pones al tanto de nuestros planes a cualquier desconocido; peor aún, cuando se trata de matarle? Vamos, que de ese modo el propio Arden ha de enterarse, y a ti y a mí nos conduces a la perdición. Ante advertencia, hay cautela; quien amenaza al enemigo, le da una espada para defenderse.
ALICE:
Ha sido con la mejor intención.
MOSBY:
Vaya, que si hecho está, pongamos buena cara. ¿Le conoces bien? ¿No es este Greene un hombre religioso; un hombre, según creo, devoto en extremo?
MOSBY:
Entonces, dulce Alice, adelante. Tengo un plan que a todos hará callar, pase lo que pase.
Entran CLARKE y SUSAN
ALICE:
¿Qué tal, señor Clarke? ¿Os parece que he mentido? ¿No han sido convincentes mis oficios para ganaros su favor?
MOSBY:
¿Entonces, habrá feliz pareja?
CLARKE:
Feliz, por cierto. Sí, pues he vencido. Los colores del pintor imitan la vida, su lápiz no pone sombras en su amor. Susan es mía.
ALICE:
Ved cómo se sonroja la doncella.
MOSBY:
¿Cómo, hermana? ¿Será Clarke el elegido?
SUSAN:
Está en tus manos. Algo hemos hablado ya, y con suerte seremos uno del otro si estás dispuesto a ello.
MOSBY:
Ah, Clarke, queda a mi voluntad, pues como puedes ver, mi hermana sigue bajo mi mando. Pero en cuanto me hagas un favor, me complacerá que Susan te pertenezca.
CLARKE:
¿De qué favor se trata?
MOSBY:
Según recuerdo, en secreto me has dicho que tus artes te permiten pintar un crucifijo de tal suerte envenenado que quienquiera lo mirase fijamente, ciego quedaría, le ahogaría su aroma, y al punto moriría. Haz un crucifijo así y mi hermana será tuya.
CLARKE:
Aunque me repugne, pues se trata de quitar la vida, lo haré en cuanto pueda, antes que renunciar al amor de la bella Susan. ¿Pero, para quién será?
ALICE:
Eso quedará a nuestro juicio. Pero, ¿cómo podréis pintarlo sin haceros daño, si los colores rebosan ponzoña y malignidad?
MOSBY:
Buena pregunta. ¿Cómo respondes a eso, Clarke?
CLARKE:
Fácilmente. Así manejo los venenos: ciño los anteojos a mi cara de modo que nada pueda dañarme la vista, y al poner una hoja al alcance de mi nariz, me aplico también ruibarbo,
[N]
X
Nota del traductor"ruibarbo,"
Se le utilizaba sobre todo como purgante, pero aquí parece actuar como repelente de los efectos tóxicos por inhalación.
para evitar el aroma; así trabajo tan a salvo como siempre.
MOSBY:
Muy bien. ¿Pero cuándo he de tenerlo?
CLARKE:
Antes que pasen diez días.
MOSBY:
Buen plazo para nuestros fines. Y ahora, Alice, entremos en tu mansión y veamos cuán grande es tu hospitalidad. Espero, ya que Arden no está en casa, que me permitirás hacer la parte del marido.
ALICE:
Mosby, tú sabes quién es el amo de mi corazón; y ése bien puede ser, también, el amo de esta casa.
Salen
Escena III
Entra MICHAEL
MICHAEL:
He pergeñado una carta que habrá de sacudir al pintor. Hela aquí:
Entran ARDEN y FRANKLIN y oyen a MICHAEL leer la carta
“En observancia de mis deberes, dulce Susan, y esperando en Dios que gocéis de salud tanta cuanta yo, Michael, he tenido al componer esta misiva. Sirva la presente para certificaros que, tan fiel como la tórtola que ha perdido su pareja y se posa solitaria, yo, dolido por vuestra ausencia, he recorrido de arriba abajo la Catedral de San Pablo
[N]
X
Nota del traductor"Pablo"
El pasillo central de la Catedral de San Pablo era uno de los lugares preferidos para concertar citas de negocios en el Londres isabelino y, por ende, sitio favorito de prostitutas y carteristas.
hasta caer dormido y perder las galochas de mi amo. Ah, bella Susan, de aquel miserable pintor olvidaos, cortadlo de tajo con una huraña mirada de vuestro rostro rezongón, y pensad en Michael, quien, ebrio con los posos de vuestro favor, se apegará a vuestro amor con firmeza igual que un emplaste de brea a una llaga en las ancas de un bridón. Con esperanza de que mi ardor encuentre alivio en vuestro seno, o más bien, que le acoja la piedad de vuestras dóciles manos, doy a esta fin.
Vuestro,
Michael, que de otro modo no sería Michael.”39
ARDEN:
Bribón miserable, ¿qué haces aquí de ocioso, sabiendo con cuánta prisa mis asuntos exigen enviar un mensaje a Kent?
FRANKLIN:
En verdad, Michael, que esto está muy mal. ¿Descuidas los asuntos de tu amo en favor de los tuyos, a sabiendas de que no cuenta con nadie más?
ARDEN:
Venga esa carta, bellaco, quiero verla.
MICHAEL le entrega la carta
Mira esta sarta de disparates, Franklin. La sirvienta de mi esposa, el pintor y mi criado, ¡vaya triángulo: dos rufianes y una puta! Infame palurdo, no quiero volver a saber de esto. ¡No le escribirás otra palabra, que en ello te va la vida!
Entran GREENE, BLACK WILL y SHAKEBAG
¿Quieres tener a una ramera por esposa? ¡Es la hermana de Mosby! En cuanto vuelva, veré que se largue de mi casa. A la Catedral, Maese Franklin; demos una o dos vueltas antes de partir.
Salen [ARDEN, FRANKLIN y MICHAEL]
GREENE:
El primero de ellos es Arden, y aquel es su criado; el otro es Franklin, su amigo más querido.
BLACK WILL:
A los tres mato, con un demonio.
GREENE:
No, señores; en cualquier caso, dejad en paz al mozo. Esperad donde mejor convenga, y en cuanto Arden se aproxime, a darle muerte. Voy al Mesón del Jamelgo, que allí tiene su guarida este cobarde. No he de veros más hasta que quede hecho.
Sale GREENE
SHAKEBAG:
Si no le damos su merecido, nunca más confiéis en Shakebag.
BLACK WILL:
Escucha, gandul: en cuanto se acerque, lo atravieso con el puñal; luego salimos por Blackfriars,
[N]
X
Nota del traductor"Blackfriars,"
Vale la pena señalar —entre otras cosas por su relación con hechos posteriores (vid. escenas XV, XVII y Epílogo)— que el barrio de Blackfriars conservó el derecho de dar asilo a los perseguidos aun después de la clausura de su monasterio dominico en 1538.
cruzamos el río en una barca, y adiós.
SHAKEBAG:
Mejor plan, imposible; pero no lo pierdas de vista.
BLACK WILL:
¿Y cómo lo voy a perder de vista, si me esperan otros cuarenta ángeles?
Entra un APRENDIZ
APRENDIZ:
Qué tarde se ha hecho; será mejor cerrar el puesto,
[N]
X
Nota del traductor"puesto,"
Puesto o quiosco para la venta de libros. El atrio de la Catedral de San Pablo era el centro de ese comercio.
que habrá muchos robos en cuanto salga el gentío de la Catedral.
Deja caer la compuerta del quiosco, la cual golpea a BLACK WILL en la cabeza
BLACK WILL:
¡Voto a Dios! ¡Shakebag, desenvaina, desenvaina! Que casi me matan.
APRENDIZ:
¡Calla o habrá que domesticarte!
BLACK WILL:
¡Quita, que bastante me has domesticado ya!
Entran ARDEN, FRANKLIN y MICHAEL
ARDEN:
¿Qué jaleo es este?
FRANKLIN:
Nada más que una riña escandalosa, un plan de rateros para meter mano en los bolsillos durante la confusión.
ARDEN:
¿Sólo eso? Vamos, Franklin, al mesón.
Salen [ARDEN, FRANKLIN y MICHAEL]
BLACK WILL:
¿Y cómo piensas pagarme este descalabro?
APRENDIZ:
Caramba, pues así: que si no te largas de inmediato, a palos acabarás tras las rejas de Counter.
[N]
X
Nota del traductor"Counter."
Otra prisión londinense, cuyos reclusos eran principalmente deudores.
Sale el APRENDIZ
BLACK WILL:
Pues me marcho; pero cuida tus letreros, ¡que no pienso dejar uno en pie! Ay, Shakebag, me duele la cabeza. Pero más me duele que por esto Arden se nos haya ido vivo. Alcancé a verlo con su compadre.
Entra GREENE
GREENE:
Señores, ¿cómo es que Arden goza de tanta salud? Le he visto hace un momento ir alegremente al mesón en compañía de Franklin. ¿Qué ha pasado? ¿Os ha faltado valor?
BLACK WILL:
En absoluto, señor mío. Mas si pudiera volver a negociarlo, no aceptaría este trabajo sin exigir otras diez libras. Cada gota de mi sangre vale al menos una corona francesa. Diez libras he cobrado por robarme un perro, y sólo eso nos has dado por matar a un hombre. De no ser porque ya hemos acordado un precio, tendrías que hacerlo tú sin más ayuda.
GREENE:
¿Pero cómo te has partido la crisma?
BLACK WILL:
Vaya, por fin te has dado cuenta.
SHAKEBAG:
Will estaba apoyado en un puesto, esperando que Arden pasara, cuando alguien ha dejado caer la compuerta del tenderete y le ha rajado la cabeza. Después comenzó una riña y en el tumulto Arden se ha escapado sin darnos cuenta. Pero omitir no es dimitir: lo haremos más adelante, de seguro.
GREENE:
Límpiate esa sangre de la frente, Will, y pensemos dónde más podremos encontrar a Arden con ventaja. Recuerda con cuánta devoción prometiste matar a ese canalla; has hecho un voto, recuerda cumplirlo.
BLACK WILL:
¡Quita, que quinientas promesas he incumplido por lo menos! Si buscas la magia que ha de obligarme al hecho, habla de dinero: el oro es la medida de mi devoción. Dime que ves a Mosby postrado ante mí, alabando mi altísimo servicio; y que la bella Alice se acerca con gran reverencia y el regazo colmado de coronas, diciendo: “aceptad este humilde anticipo; os garantizo un tributo anual cuatro veces mayor”. Vamos, que algo así volvería acero la fofa materia de la cobardía, con la cual nunca nos hemos manchado Shakebag ni yo. Escucha, Greene: el viajero extraviado cuyos labios reseca y sella el calor del verano no ansía encontrar un arroyo tanto como yo quisiera poner fin a la tragedia de Arden. ¿Ves la sangre pegada aquí en mi frente? Juro que no he de limpiar esta mancha antes de tener el corazón de Arden palpitando en la palma de mi mano.
GREENE:
Bien dicho. ¿Pero qué hay con Shakebag?
SHAKEBAG:
Yo no sé pintar mi valor con palabras, mas dame sitio y ocasión, y con Arden seré tan piadoso como la leona hambrienta con su presa luego de que sus cachorros impacientes le han vaciado las tetas.
GREENE:
Así habla la firmeza de los hombres decididos. Y ahora, señores, en vista de que abordarle en la Catedral no ha dado fruto, pensemos en otro lugar cuya tierra pueda tragarse la sangre de Arden.
Entra MICHAEL
Mirad, allí viene su criado. ¿Sabéis que este idiota se ha enamorado de la hermana de Mosby, y que por ella, a quien no podrá tener sin los oficios del hermano, el canalla ha jurado asesinar a su amo? Interroguémosle, pues mucho podría aprovecharnos. ¿Qué tal, Michael, adónde vas?
MICHAEL:
A preparar la cama de mi señor, que acaba de cenar.
GREENE:
¿Y dónde ha cenado Maese Arden?
MICHAEL:
En el Mesón del Jamelgo, en el comedor más caro.
[N]
X
Nota del traductor"caro."
“...the eighteenpence ordinary”: comedor donde se sirven platos de dieciocho peniques. Se refiere a que ciertos mesones y tabernas podían ofrecer una variedad de comedores (ordinaries) cuya denominación reflejaba los precios que cobraban, y por ende la posición social de sus comensales.
¿Qué tal, señor Shakebag? ¡Pero Black Will, por Dios y por la Virgen! ¿De qué suerte tienes la cara ensangrentada?
BLACK WILL:
Calla, zoquete; suerte será lo que te falte, que tu insolencia te puede costar una paliza.
MICHAEL:
Vaya, pues si te ofendes, mejor me marcho.
GREENE:
Espera, Michael. No escaparás tan fácilmente. Mira, sé que tienes en gran estima a tu amo.
MICHAEL:
Pues, vamos, sí. ¿Por qué lo preguntáis?
GREENE:
Porque creo que sientes mayor estima por su esposa.
MICHAEL:
Pues yo no lo creo. Y bueno, ¿qué tal si fuera así?
SHAKEBAG:
Al grano, Michael. Sabemos que en Faversham tienes una enamorada.
MICHAEL:
Pues hasta dos o tres. ¿Y a ti qué te importa?
BLACK WILL:
No trates tan suavemente a este granuja, Shakebag. Que te quede claro: sabemos de tu amor por la hermana de Mosby; sabemos, también, que a él has jurado allanarle el camino hasta la cama de tu patrona, y a ella, matar a su marido por el amor de Susan. Pero dime una cosa: si en toda la costa de Kent jamás nació cobarde peor que tú, ¿cómo es que semejante alimaña ha jurado cosas de tanta envergadura?
BLACK WILL:
A callar, que estoy hablando. A esto se reduce todo: ya que has hecho tal promesa, podemos revelar la nuestra propia; y sea que la hayas divulgado o pienses hacerlo, hemos urdido un plan por lo bajo que, pase lo que pase con cualquiera de nosotros, te entregará directamente al diablo del infierno. Entiende, pues: las Parcas
[N]
X
Nota del traductor"Parcas"
Las tres deidades del destino entre los griegos: Cloto, Láquesis y Átropo.
me marcaron para ser quien ponga fin a la vida de Arden en la tierra. Tú serás sólo una pieza para afilar la daga que habrá de clavarse en el cofre de su corazón. Tu oficio es escoger el sitio y conducir a tu señor a su tragedia; el mío será poner fin a la obra cuando mejor convenga. Deja atrás los escrúpulos, pues, y aquí con nosotros planea cómo y en qué circunstancia podremos al fin darle muerte.
SHAKEBAG:
De ese modo tendrás la amistad de Mosby, y con esa amistad, el amor de su hermana.
GREENE:
Y la señora Arden te favorecerá, y también quedarás libre de la promesa hecha.
MICHAEL:
Caballeros, he de confesar —pues tanto insistís y sin rodeos— que he jurado matar a Maese Arden. En vuestras manos pondré a mi señor, aunque su noble afecto y mano pródiga no merecerían otra recompensa que actos de bondad. Acercaos esta noche a sus aposentos en Aldersgate, y a vuestra llegada encontraréis las puertas abiertas de antemano. En cuanto traspaséis el umbral y lleguéis al patio interior, justo a la izquierda veréis la escalera que conduce en línea recta al cuarto de mi señor. Allí estará; disponed de él a vuestro gusto. Ahora es mejor que nos separemos. Cumpliré lo prometido.
BLACK WILL:
Mal te vendrá tratar de engañarnos.
MICHAEL:
Cuanto he dicho habré de hacer.
BLACK WILL:
Venga, bebamos algo, que esta bilis me tiene más seco que a un perro.
[N]
X
Nota del traductor"perro."
De acuerdo con la teoría de los cuatro humores, el exceso de bilis (cólera amarilla) propiciaba un temperamento ardiente y seco (fogoso), o en otras palabras, iracundo e impaciente.
Salen BLACK WILL, GREENE y SHAKEBAG
MICHAEL:
El carnero pace confiado en el valle mientras el lobo, acosado por el hambre, espía a su presa entre las ramas del arbusto y, con todo a su favor, la devora. Ah, inocente Arden, ¿qué falta, qué mal habéis cometido que hace de vuestra noble vida blanco de asesinos? Los muchos favores que me habéis dado hoy debo pagarlos con traición. Yo, que debería esgrimir arma y broquel contra vuestros enemigos, libre de sospecha os llevo al matadero con una sonrisa maligna y fraudulenta. Tal ha sido mi promesa con Mosby y mi señora, tal mi promesa con los carniceros; y si no cumpliera mi parte en esos pactos, con furia inclemente tomarían venganza en mí. ¡A callar!, que en este caso debo abandonar la misericordia; que la piedad descanse donde duermen las débiles mujeres. Resuelto estoy: Arden tiene que morir.
Sale
Escena IX
Entran GREENE, BLACK WILL y SHAKEBAG
SHAKEBAG:
Vamos, Will, apresta tus herramientas. ¿Traes la pólvora mojada, o serás capaz de arrancarle chispas a tus piedras?
BLACK WILL:
¿No prefieres saber si tengo nariz en la cara, o si la lengua se me ha congelado? ¡Qué bronca la tuya, demonios! Más te valdría preguntarme bajo juramento cuántas pistolas he cargado conmigo, o si me gusta el olor a pólvora, o si me atrevo a soportar el ruido de un disparo, o si cierro los ojos ante el fogonazo. Escucha, Shakebag, y toma lo que sigue por respuesta: yo he robado más bolsas en este páramo que pistolas hayas jamás tenido en mano.
SHAKEBAG:
Pues sí, tal vez hayas cogido más en medio de un gentío. Pero si el caso es presumir cuántos botines he logrado, la suma de mi ventaja, según creo, está muy por arriba de la escasa plata que darían por ti y todos los de tu calaña. ¡Demonios! Les odio tanto como al sapo que carga un mosquetón en la lengua pero en las manos no tiene arma de veras mortal.
BLACK WILL:
¡Escucha, Greene, qué tipo insoportable! No va con mi honor tolerar cosa así. Trae acá, Shakebag, que yo he servido al Rey en Bolonia, y tú no puedes alardear de nada.
SHAKEBAG:
¡Quita! Que lo mismo podría decir aquel fulano de Faversham que cayó redondo con una puñada en la nariz y que juraba que le había alcanzado un mortero cuando el que lo golpeó simplemente le gritaba al oído.
BLACK WILL y SHAKEBAG comienzan a pelear
GREENE:
Señores, os ruego que atendáis la lección de Esopo:
[N]
X
Nota del traductor"Esopo:"
En el teatro isabelino abundan las referencias a Esopo.
dos canes bravos peleaban por un hueso cuando llegó un perro enclenque y los dejó sin nada. Así, mientras os enfrascáis en riñas por cuestión de hombría, Arden se nos va de las manos.
SHAKEBAG:
Ha sido él quien comenzó esto.
BLACK WILL:
Y ya verás qué fin le doy. Sólo me lo guardo para mejor ocasión. Y si me olvidase de ello...
BLACK WILL se hinca y alza las manos al cielo
GREENE:
Basta ya. Apostaos en el lugar más ventajoso y untad con liga nuevamente vuestras ramas para atrapar al fatigado pájaro.
[N]
X
Nota del traductor"pájaro."
Se refiere a la práctica de untar ramas con cola vegetal (bird-lime: liga) a fin de atrapar aves pequeñas; es figura frecuente en la época para denotar una trampa.
Os dejo aquí, y en cuanto escuche estallar vuestras armas, vendré de prisa, cual perro cazador que espera agazapado el trueno de un disparo y después se lanza sobre la presa. ¡Cómo quisiera ver tendido a Arden, como antes he visto aves sacudir las alas en agonía!
SHAKEBAG:
Pues eso verás si acaso pasa por aquí.
GREENE:
Y lo hará, Shakebag, lo aseguro. Pero no riñáis en cuanto me aleje; más bien, aseguraos de despacharle cuando se acerque. Con esa esperanza os dejaré solos una hora.
Sale GREENE.
Entran ARDEN, FRANKLIN y MICHAEL
MICHAEL:
Debí haber regresado a Rochester. Mi caballo cojea miserablemente. No está bien que continúe con semejante dolor hasta Faversham. Acaso le hará bien quitarle una herradura.
ARDEN:
Vuelve a Rochester, pues; mas no dejes de alcanzarnos antes del páramo de Rainham, bellaco, pues mucho tardaremos en llegar a casa.
MICHAEL:
[aparte] Ay, Maese Arden, bien sabe Dios, al igual que Shakebag y Black Will, que ese páramo es el fin de vuestro camino. Por eso he lastimado adrede a mi caballo; no quiero presenciar la matanza.
Sale MICHAEL
ARDEN:
Vamos, Franklin, continúa con tu relato.
FRANKLIN:
Exiges demasiado, amigo mío. Tengo el pecho lleno de sangre espesa, y el aliento me falta sin aviso; tanto, que mis palabras se ahogan al buscar salida. Jamás había sentido un malestar así.
ARDEN:
Sigamos poco a poco, amable Franklin. El molesto polvo, o bien alguna de las viandas que comiste, han causado el malestar. A menudo he sentido lo mismo y no he tardado en recuperarme.
FRANKLIN:
¿Recuerdas en qué punto dejé mi relato?
ARDEN:
Sí: cuando el caballero reprendía a su mujer.
FRANKLIN:
Pues bien: tras el regaño y la presencia de testigos que la vieron en acción, amén del guante que dejó en la escena, y muchas otras pruebas contundentes, su marido preguntó si aquello era verdad.
ARDEN:
¿Y cuál fue su respuesta? ¿Y cuál su gesto, al probársele culpable tras jurar y perjurar con vehemencia lo contrario?
FRANKLIN:
Al principio hundió los ojos en la tierra, y vio caer una tormenta de lágrimas; después, con lentitud sacó un pañuelo y recatadamente borró de su cara las huellas del llanto; tosió ligeramente, tal vez para aclararse la garganta, y majestuosa se alzó para afrontar los cargos. Mas ruego tu perdón, amigo mío; no puedo continuar, la pesadumbre me roba el aliento.
ARDEN:
Vamos, que casi hemos llegado al páramo de Rainham. Tu excelente narración hace burla del fatigoso camino. Cuánto querría que pudieses concluirla.
SHAKEBAG:
[aparte] Acércate, Will; los oigo llegar.
Entra LORD CHEYNE con su escolta
BLACK WILL:
[aparte] Apréstate, Shakebag; no flaquees.
LORD CHEYNE:
¿Tenemos encima la noche, como parece, o es que el rostro sombrío del atardecer quiere obsequiarnos un chubasco? ¡Maese Arden, dichoso de veros! He querido hablaros durante las últimas semanas. No visitáis con frecuencia la isla de Sheppey, señor mío.
ARDEN:
¡A vuestras órdenes como siempre, señoría!
LORD CHEYNE:
¿Cómo, venís de Londres sin escolta?
ARDEN:
Pronto llegará mi criado, y me acompaña un buen amigo.
LORD CHEYNE:
Un súbdito del Regente, según recuerdo.
FRANKLIN:
Así es, señoría, y me honro también en serviros.
LORD CHEYNE:
Pues vos y vuestro amigo habréis de acompañarme a cenar.
ARDEN:
Os ruego disculpas, vuestra señoría, pues he prometido encontrarme en casa con otro caballero, un fiel amigo también. Se trata de una cita importante; de otro modo, os acompañaría.
LORD CHEYNE:
¿Vendréis a almorzar mañana, entonces, junto con vuestro honrado compañero? Tengo varios asuntos que tratar con vos.
ARDEN:
Mañana mismo os visitaremos, mi señor.
LORD CHEYNE:
[a su escolta] Que uno de vosotros lleve mi caballo a lo alto de la cuesta. ¡Black Will! ¿Pero a quién acechas para birlarle la bolsa? Te espera la horca de Kent cuando hayas terminado.
BLACK WILL:
Dios os guarde, señoría, ¿por qué la horca? Vuestro humilde siervo no conoce más oficio que orar por vuestra gracia.
LORD CHEYNE:
A fe mía que jamás has pronunciado oración alguna. [a su escolta] Que alguien le dé una corona. Y tú, bribón, deja ya esta clase de vida. Si te llegas a manchar las manos por cosa de un penique y terminas procesado, de seguro colgarás de la soga. Vamos, Maese Arden, en marcha, que aún podemos recorrer cuatro millas juntos.
Salen ARDEN, FRANKLIN y LORD CHEYNE y su escolta
BLACK WILL:
¡Que el diablo os rompa el cuello al final de las cuatro millas! ¡Con un demonio, que podría matarme ahora de pura rabia! Su señoría me ha interrumpido justo cuando mi pistola apuntaba al corazón de Arden. ¡Preferiría que esta corona fuera plomo derretido en su garganta!
SHAKEBAG:
¿De qué asombrosa y divina suerte gozas, Arden? ¿Pudo jamás alguien escapar como tú lo has hecho? Echaré mi tiro al aire, que esta bala no será causa de tu muerte.
Entra GREENE
GREENE:
Y bien, ¿ha caído? ¿Le habéis despachado?
SHAKEBAG:
Sí, sano y salvo camino de Faversham, para vergüenza nuestra.
GREENE:
¡El diablo lo crea! ¿Pero cómo ha escapado?
SHAKEBAG:
Cuando nos aprestábamos a disparar, mi señor Lord Cheyne apareció para salvarlo.
GREENE:
El Señor de los cielos le ha protegido.
BLACK WILL:
¡De los cielos, narices! El señor Cheyne lo ha salvado de morir y lo ha invitado a un festín en su casa de Shorlow. Mas si lo encuentro nuevamente de camino allá, y aunque todos los lores del mundo se opusieran, mañana pondré en su pecho una bala. Andando, Greene, que vamos a Faversham.
GREENE:
Sí, para dar explicaciones a la señora Alice. ¡Cuánta rabia le dará cuando me escuche!
SHAKEBAG:
De seguro pensará que no hemos tenido el valor de hacerlo.
BLACK WILL:
Vayamos, pues, a dar cuenta del asunto y a urdir un plan para liquidarlo mañana.
Salen
Escena X
Entran ARDEN, su esposa ALICE, FRANKLIN y MICHAEL
ARDEN:
Mirad cómo las afanosas Horas, guardianas de la puerta celestial, han removido las nubes oscuras para que Sol pueda observar el hollado sendero que atravesará su carro áureo.
[N]
X
Nota del traductor"áureo."
Hijas de Zeus y Temis, las Horas custodiaban las puertas del Olimpo y gobernaban el clima; congruentemente, Arden habla del sol también personificándolo, de ahí que en el original aparezca la palabra “Sol” en lugar de “sun”, y por ello la grafía con mayúscula y sin artículo en castellano.
El tiempo es propicio, Franklin; partamos.
ALICE:
Creí que habíais acortado vuestro reposo para salir de cacería.
ARDEN:
No me he levantado tan temprano por eso, sino, como dije anoche, para ir a la isla de Sheppey, a compartir la mesa con Lord Cheyne, quien hace poco lo ha ordenado.
ALICE:
Parece que a los maridos así de amables pocas veces les faltan pretextos. El hogar es al espíritu inquieto tan agradable como un gato huraño. Hubo una vez —¡ojalá no hablase en pasado!— que ni el título ni la orden de un noble señor os hubiesen arrancado un momento de mis brazos. Pero hoy mis méritos son nada, o nada son vuestros deseos, o ambos nada son; mas si el amor verdadero pareciera meritorio, merecería vuestra presencia a mi lado.
FRANKLIN:
Te ruego, amigo mío, que permitas a tu esposa acompañarnos. Seguro estoy de que su señoría le dará bienvenida, y a nosotros más, por llevarla.
ARDEN:
Que así sea. Michael, ensilla el rocín de tu señora.
ALICE:
No. Los favores que se mendigan poco agradecimiento merecen. Si os acompañara, nuestra casa caería en el desorden, o bien sería robada; por tanto, aquí me quedaré.
ARDEN:
No, Alice, te equivocas. Ven con nosotros, te lo ruego.
ARDEN:
Permite entonces que te satisfaga así: no hay lugar, tiempo ni persona que mude mi amor; te tengo en más estima que la vida misma.
ALICE:
Eso lo comprobará vuestro pronto retorno.
ARDEN:
Que será antes que caiga la noche, si vivo para ello. Hasta pronto, amada esposa; es nuestro propósito cenar contigo.
Sale ALICE
FRANKLIN:
¿Has aprestado las monturas, Michael?
MICHAEL:
La vuestra está pronta, señor, pero yo no lo estoy, pues he perdido la bolsa, con treinta y seis chelines dentro, mientras me ocupaba del jamelgo de mi amo.
FRANKLIN:
Te ruego que vayamos por delante, Arden, mientras este mozo busca su dinero.
ARDEN:
¡Deprisa, muchacho! Y ocúpate de alcanzarnos en la isla de Sheppey, en casa de su señoría, donde hemos de comer.
Salen ARDEN y FRANKLIN
MICHAEL:
¡Que os acompañe el buen clima! Pues Black Will y Shakebag os esperan junto a la cerca del zarzal, demasiado cerca de vosotros, a fe mía. Ellos serán los barqueros que os conduzcan a la orilla oscura.
[N]
X
Nota del traductor"oscura."
Alusión a Caronte, el barquero que llevaba las almas hasta el Hades cruzando la laguna Estigia. Esta alusión podría servir como antecedente al barquero, aparentemente paródico, que aparecerá en las escenas XI y XII.
Entra CLARKE, el pintor
¿Quién llega? Mi rival, el pintor que quiere conquistar a Susan.
CLARKE:
¿Qué tal, Michael? ¿Cómo se encuentran mi señora y el resto de la casa?
MICHAEL:
¿A quién te refieres, Clarke, a Susan Mosby? ¿Es ella tu señora también?
CLARKE:
Así es. ¿Cómo están ella y el resto de la casa?
MICHAEL:
Todos bien... excepto Susan; está enferma.
CLARKE:
¿Enferma? ¿Enferma de qué?
MICHAEL:
Padece una gran fiebre.
CLARKE:
¿Fiebre? ¡Dios no lo quiera!
MICHAEL:
Oh, sí, y también la acosa un bicho... de tu tamaño, por cierto.
CLARKE:
Vaya, Michael, cuánto te escuece la bilis. Quita, que tienes el ojo puesto en Susan.
MICHAEL:
En efecto, para protegerla de algún pintor.
CLARKE:
¿Por qué de un pintor más que de un criado como tú?
MICHAEL:
Porque los pintores tienen a las hermosas doncellas sólo por lienzos y permiten que su belleza se llene de manchas ajenas.
CLARKE:
¿Qué quieres decir?
MICHAEL:
Pues que vosotros los pintores pintáis corderos en los forros de sus enaguas, y nosotros los criados les ponemos cuernos y los hacemos carneros.
CLARKE:
Una palabra más te cuesta un bofetón, o una puñalada.
MICHAEL:
¿Con una daga hecha de un lápiz? Tan débil el arma cuanto débil tú para conquistar a Susan.
CLARKE:
¡Que el amor de Susan dependiera de este golpe!
Le parte la cara a MICHAEL.
Entran MOSBY, GREENE y ALICE
ALICE:
A fe mía que han reñido por Susan. ¿Para esto dejaste solo a tu señor? ¿No tienes hora mejor para disputas que ésta, cuando nos ocupan asuntos tan serios? Veamos, Clarke: ¿has hecho lo prometido?
CLARKE:
Sí, aquí está; tan sólo tocarlo sería la muerte.
ALICE:
Espero entonces que esto, si lo demás fallase, pondrá fin al señor de Faversham, y con la muerte hará sabio a quien en vida fuera idiota. ¿Por qué habría de segar nuestra cosecha con su guadaña? ¿Cómo podría alzarse sobre ti, mi amor, o dominarme a mí, si mi destino es ser mi propia soberana? Ah, ¿pero no dicen que debo alejarme de ti, para salvar mi reputación? ¡No! Él debe alejarse de la vida, para que podamos amarnos. Si vivimos, nos amamos, ¿pues qué es la vida sino amar? Y el amor perdurará mientras la vida dure, y la vida acabará antes de que mi amor se agote.
MOSBY:
Sí, ¿pues qué es el amor sin verdadera constancia? Como un pilar hecho de muchas piedras pero sin sólido mortero ni argamasa que sellen sus bordes; así, tiembla con cada golpe de viento, y con sólo tocarlo, de inmediato cae por tierra y su altivez queda sepultada en el polvo. No. Sea nuestro amor roca adamantina que ni tiempo, lugar o tempestad logren dividir.
GREENE:
Basta de juramentos, Mosby. Pensemos ahora en lo que debemos hacer. He dejado a Black Will y Shakebag junto a la cerca del zarzal, a la espera de Arden. Vayamos con ellos, a ver qué han hecho.
Salen
Escena XIII
Entran Dick REEDE y un MARINERO
MARINERO:
Escucha, Dick Reede, que te afanas en vano. Su ánimo es en extremo displicente y demasiado avaro para desprenderse de nada que te beneficie.
REEDE:
Viene de Shorlow, según he oído. Aquí le detendré, pues nunca accederá a recibirme en su casa. Si mis ruegos y justas peticiones no dan resultado ni hacen mella en su corazón de piedra, maldeciré al canalla, y ya veremos qué nos trae eso.
Entran FRANKLIN, ARDEN y MICHAEL
Aquí viene, para avivar mis intenciones. Maese Arden, estoy a punto de zarpar, mas vengo a veros a propósito del terreno que injustamente me habéis arrebatado. Por pequeña que sea su renta, en algo ayuda a mi esposa y mis hijos, a quienes dejo aquí en Faversham, Dios bien lo sabe, sin recursos y sin protección. ¡Permitid que lo conserven, por el amor de Dios!
ARDEN:
Franklin, ¿has escuchado a este tipo? El terreno que ambiciona se lo he comprado en alto precio, pese a que su renta de todas maneras me correspondía. Tú, bribón, ya que lo preguntas, si con lengua escandalosa me incriminas y reclamas, como he sabido que lo haces, te haré encerrar un año entero a piedra y lodo, de modo que no puedas ver la luz del sol ni de la luna. Me olvidaré de toda compasión si así me tratas.
REEDE:
¿Cómo? ¿Amenazas, además de hacerme daño? Pues bien, aquí te desafío, Arden de Faversham; haz lo peor que te venga en gana. Ah, ruego a Dios un milagro para ti y los tuyos: ¡que una plaga te azote por lo que haces! ¡Que el terreno que me arrebatas —mi espíritu agoniza al decirlo— sea tu ruina y tu muerte! Que allí te despedacen tus amigos más queridos, o bien que te expongan al escarnio del mundo; que en ese lugar tú y los tuyos no recibáis más que daños, o bien que pierdas la razón y así terminen tus malditos días.
FRANKLIN:
¡Calla, patán amargado, pon freno a la envidia de tu lengua! Las maldiciones son como la flecha que se lanza a las alturas y al descender se clava en la cabeza del arquero.
REEDE:
¡Que caiga donde le plazca! Si al navegar los mares en medio de inclemente tempestad, como tantas veces antes, supiera que se acerca el vendaval maligno que hace temblar de miedo a los pilotos, y a los gavieros rezar de hinojos, aun en tan horrendo instante, me postraría ante Dios para pedirle, sin importar lo que me sucediera, venganza en contra de Arden, o algún desastre que mostrara al mundo cuánto daño ha causado este canalla. Le dejaré este encargo a mi afligida esposa; tales serán los rezos que aprenderán mis hijos. Con ello, parto; mas quede contigo mi maldición.
Salen REEDE y el MARINERO
ARDEN:
No hay patán más injurioso en toda la cristiandad; un canalla que rabia a menudo. Poco importa lo que diga, pero te juro que nunca le he hecho daño.
FRANKLIN:
Así lo creo, Maese Arden.
ARDEN:
Ya que hemos enviado a casa los caballos, quizá mi esposa salga a recibirnos; Dios sabe cuán amable ha sido últimamente y cuánto ha mudado el perverso humor que acostumbraba, pues hoy busca redimir antiguas faltas mediante amables tratos.
FRANKLIN:
¡Feliz mudanza la que cambia las cosas para bien! Pero no menciones, por motivo alguno, los placeres que hemos disfrutado en casa del pródigo Lord Cheyne, por generosos que hayan sido; eso le haría sentirse aún más ofendida por no haberla llevado con nosotros, pues sin duda ha lamentado quedarse aquí.
ARDEN:
Vamos de prisa, Franklin, para recuperar el tiempo perdido y sorprenderla en la cocina, pues me parece que intenta darnos especial bienvenida.
Entran ALICE y MOSBY
FRANKLIN:
¿Habrá en el mundo mejor criatura que la mujer cuando está de buen humor?
ARDEN:
¿Pero quién viene con ella? ¿Mosby? ¿Qué trato libertino es este? ¡Ramera sinvergüenza, bribón insolente! ¡Separad vuestros brazos!
ALICE:
Pues sí, pero que sea con un beso azucarado.
ARDEN:
¡Ah, Mosby, bestia perjura! ¡Que deba yo soportar esto y más!
MOSBY:
Bestia, tal vez; pero no por llevar cuernos, porque esos son vuestros.
FRANKLIN:
¡Ah, monstruosidad! Es hora de desenvainar.
ALICE:
¡Auxilio, socorro, que matan a mi esposo!
Entran BLACK WILL y SHAKEBAG
SHAKEBAG:
¡Madre de Cristo! ¿Quién ataca al señor Arden? Socorro, que me han herido.
MOSBY:
Os agradezco la herida que me han dado, señora Alice.
Salen MOSBY, BLACK WILL y SHAKEBAG
ALICE:
¿Pero qué locura os ha cegado así? Celoso insensato, ¿qué habéis hecho? Con todo amor hemos salido a daros alegre bienvenida, ¿y de inmediato esgrimís la espada, rabioso de celos, para herir a un amigo carente de malas intenciones? ¿Todo porque hemos puesto a prueba vuestra paciencia con bromas inocentes: por un beso sin valor y por venir del brazo? Infeliz de mí, autora de una chanza que termina en sangre pese a comenzar cual simple juego.
FRANKLIN:
¡Que Dios me proteja de broma semejante!
ALICE:
¿No habéis visto que sonreíamos amigablemente al venir brazo con brazo y cuando he besado su mejilla? ¿No habéis notado mi trato cordial últimamente? ¿No me habéis oído gritar que os atacaban? ¿No he pedido que socorran a mi esposo? No, vuestros oídos y demás sentidos estaban embrujados. ¡Ah, sufro la maldición de que el amor me ate a un hombre desvariado! En adelante, seré vuestra esclava, nunca más vuestra esposa, pues con ese título jamás lograré complaceros. Si estoy contenta, al momento me creéis ligera; si triste, decís que mi agobio es mero enfurruñamiento; si me visto bien, pensáis que busco perderme por ahí; si no me acicalo, a vuestros ojos parezco una golfa. Soy, pues, siempre y hasta morir, una infeliz mujer que sufre el abuso de un déspota.
ARDEN:
¿Pero es verdad que no albergabais malas intenciones al obrar indecorosamente?
ALICE:
El cielo es testigo de nuestro inocente propósito.
ARDEN:
Perdóname, entonces, amada esposa, y excusa mi falta. Olvida este trance y nunca verás cosa igual. Dame penitencia, que habré de cumplirla, pues tu descontento es para mí la muerte: una muerte que atormenta más que la muerte misma.
ALICE:
No, que si me amarais como decís, habríais prestado atención a las palabras de vuestro amigo, quien al marcharse herido ha dicho que mi ardid fue causa única de que su piel sufriera un tajo. Y si el triste dolor os culpara por tal falta, le habríais seguido, habríais ordenado que le curaran y rogado perdón a quien dañasteis. Mientras no lo hagáis, no habrá paz en mi corazón.
ARDEN:
Date por satisfecha, querida Alice: se hará tu voluntad, sea cual sea. Caiga la vergüenza sobre mis faltas, pues te he ofendido y he causado daño a un amigo. Ven conmigo tú misma y media entre nosotros.
FRANKLIN:
Pero, amigo mío, ¿te das cuenta de lo que haces? ¿Buscarás a quien te ha deshonrado?
ALICE:
Y bien, Maese Franklin, ¿podéis probar mi deslealtad?
FRANKLIN:
Mosby ha desafiado a vuestro esposo llamándole cornudo.
ALICE:
Así es, luego de que le insultasteis con el nombre de bestia perjura. Mosby sabía que no hay ofensa peor para un celoso que la odiosa mención de los cuernos.
FRANKLIN:
Supongamos que es verdad; aun así, es peligroso buscar a quien acabáis de herir.
ALICE:
Confesar la falta es casi reparar el agravio; pero los hombres de mal espíritu como vos, Maese Franklin, inventáis desacuerdos y disputas entre marido y mujer.
ARDEN:
Te ruego guardar silencio, amable Franklin; sé que mi esposa alberga las mejores intenciones al aconsejarme así. Iré a buscar a Mosby donde le estén curando la herida, para apaciguar esta querella infortunada, si me es posible.
Salen ARDEN y ALICE
FRANKLIN:
Nada detiene a quien el diablo guía. ¡Pobre caballero, cuán facilmente cede ante el embrujo! Pero siendo su esposa el instrumento del mal, más vale que el amigo se ahorre las opiniones.
Sale
Escena XIV
Entran BLACK WILL, SHAKEBAG y GREENE
BLACK WILL:
Dime, Greene, ¿cuándo había tardado tanto en matar a un hombre?
GREENE:
Parece que jamás lo haremos. Démonos por vencidos.
SHAKEBAG:
¡Que no, caramba! Lo mataremos, aunque por ello nos cuelguen de su propia puerta.
BLACK WILL:
¿Sabes, Greene, que llevo en Londres doce años y allí he causado que algunos acabaran caminando en patas de palo por no haberme cedido el muro en la calle;
[N]
X
Nota del traductor"calle;"
Es decir, por no cederle el espacio más cercano a la pared de la calle y así forzarlo a caminar entre la suciedad comúnmente acumulada en medio de ella.
que varios más han tenido que hacerse narices de plata por decir “ahí va Black Will”; y que he hecho crujir tantos huesos como nueces has cascado?
GREENE:
¡Vaya mentiras monstruosas!
BLACK WILL:
A fe mía que de algún modo lo he hecho. Los burdeles me han rendido homenaje; no hubo puta que osara abrir sus puertas sin antes negociar conmigo. Cuando me ha importunado un tabernero, uno tras otro he perforado sus barriles con mi daga y lo he cogido por las orejas hasta hacerle escurrir toda la cerveza. En la Calle del Támesis, el carro de un cervecero estuvo a punto de pasarme por encima; pero no armé un gran lío sino que fui con su secretario, corté todas sus tarjas
[N]
X
Nota del traductor"tarjas"
Las tarjas (tallies) eran parte de un antiguo sistema de registro de deudas. El Diccionario de María Moliner define tarja como “Caña o palo partido longitudinalmente de modo que ambas partes se puedan casar siempre en la misma forma, que se empleaba para anotar las ventas al fiado, haciéndolo con una muesca marcada en ambas partes a la vez y quedándose con una parte el acreedor y con otra el deudor”.
por las muescas y le di con ellas en la crisma. Con mis compinches he sacado al alguacil de su ronda y lo he paseado por los campos colgado de una vara. He partido la cabeza de un sargento con su propia maza, y he sacado de prisión a quien me dio la gana a fuerza de espada y broquel. Cada mañana, los cantineros de todas las tabernas caras me recibían con un cuarto de galón en mano, diciendo, “Ruego a su señoría el honor de beber nuestra cerveza”; y quien no lo hiciera podía estar seguro de que a la noche siguiente su letrero acabaría en el suelo y la celosía en cualquier parte, pero no en su sitio. En pocas palabras, ¿qué no he hecho? Y sin embargo, no he podido con esto. No hay duda que se ha salvado de milagro.
Entran ALICE y MICHAEL
GREENE:
¡Sal de aquí, Will, que viene la señora Alice!
ALICE:
Dime, Michael, ¿estás seguro de que han hecho las paces?
MICHAEL:
Sí, que les he visto darse la mano. Mosby sangraba, y mi señor incluso lloraba de pesar y acusaba a Franklin de causar el lío. Apenas entró el médico por la puerta, mi amo echó mano a la bolsa y le ofreció dinero. Para concluir, me ha enviado a daros noticia de que Mosby, Franklin, Bradshaw y Adam Fowle, con otros vecinos y amigos, cenarán en vuestra casa esta noche.
ALICE:
Ah, gentil Michael, vuelve allá deprisa. Y di a Mosby que en cuanto mi marido vaya a la feria, se aleje de él y venga conmigo. Hazlo así y esta noche tú y Susan serán uno y lo mismo.
MICHAEL:
De inmediato, señora.
ALICE:
De camino informa de nuestros invitados a John el cocinero; dile que se apreste y que no repare en gastos.
BLACK WILL:
Vaya, que si habrá tanta hospitalidad, nosotros mismos nos invitaremos. Señora mía, Dick Greene y yo también querríamos cenar con vosotros.
ALICE:
Y seréis bienvenidos. Pero, caballeros, ¿cómo es que fallasteis anoche?
GREENE:
Por culpa de Shakebag, un canalla sin suerte.
SHAKEBAG:
Me ofendes; hice tanto como cualquier otro.
BLACK WILL:
Nada, señora Alice, yo os diré cómo ha sido. Cuando este debía cruzar aceros hasta el pomo con su rival, por hacerse el bravucón agitó la espada sobre su cabeza. En eso Franklin lo atacó fieramente, hiriendo a este gandul, quien al momento huyó. Debió haberse lanzado a puñetazos y patadas, uno y dos, directo a la cabeza, mas como idiota mantuvo la punta de la espada media yarda lejos del oponente. Yo asumí esta posición, para protegerme. Si llegara el diablo y no tuviese otro recurso que la esgrima, jamás podría romperme esta defensa. Juro y lo sostengo: un broquel en brazo hábil es tan infranqueable como un castillo; qué va, mejor que un fortín, lo digo por experiencia. Al ver esto, Mosby comenzó a flaquear. En eso vino Arden con el arma en mano y le perforó el hombro en un instante.
ALICE:
Sí, pero me intriga saber por qué vosotros dos no atacasteis.
BLACK WILL:
Es que yo estaba tan asombrado que no acerté a atacar.
ALICE:
Ah, señores, si anoche le hubieseis matado, por cada gota de su sangre detestable habría llenado de ángeles vuestro puño, y os hubiera besado también, y estrechado entre mis brazos.
BLACK WILL:
Tened paciencia; por lo pronto, no hay nada que hacer. Greene y nosotros dos lo seguiremos como perros en la feria para apuñalarlo entre la muchedumbre y desaparecer.
Entra MOSBY
ALICE:
Sería imposible. Pero aquí llega la esperanza de mejores ideas. Cariño mío, oculta tu brazo, que me parte el alma.
MOSBY:
¿Cómo, señora Arden, ocultar el favor que me habéis otorgado?
ALICE:
No digas eso, que al verte herido quise recoger el arma que cayó de tus manos y atacarle, pues he jurado que mis ojos, agraviados por esta imagen, no habrán de cerrarse antes que Arden deje de existir. Pasé la noche despierta, y al caminar por mi alcoba, dos o tres veces he pensado en matarle.
MOSBY:
¿Cómo? ¿En plena noche? ¡Nos habrías condenado!
ALICE:
¿Pues cuánto más ha de vivir?
MOSBY:
Te juro, Alice, que no verá un nuevo día. Black Will y Shakebag: ¿haréis lo que hemos planeado?
BLACK WILL:
Desde luego, señor; si no, tenedme por canalla.
GREENE:
Y antes de que fracasen, lo haré yo mismo.
MOSBY:
No, señor mío; más bien debéis alejar a Franklin y distraerle con un largo y asombroso relato, de modo que no llegue a casa antes de la cena. En tanto, vendré con Arden y, como amigos, jugaremos una o dos partidas con los tableros.
[N]
X
Nota del traductor"tableros."
“...a game or two at tables”. Se trata específicamente del backgammon, si bien en lengua inglesa a ese juego se le llamó solamente “tables” hasta mediados del siglo XVII.
ALICE:
¿Pero a qué viene esto? ¿Cómo ha de morir?
MOSBY:
Black Will y Shakebag estarán encerrados en el gabinete, y con un santo y seña, atacarán de prisa.
BLACK WILL:
¿Cuál será la señal?
MOSBY:
“Venga atrás la pieza”, eso he de decir. Por ningún motivo debéis salir antes.
BLACK WILL:
Lo prometo. ¿Pero quién me encerrará en el gabinete?
ALICE:
Yo lo haré y tú te guardas la llave.
MOSBY:
Greene vendrá conmigo. Alice, que todo quede listo antes de nuestra llegada.
ALICE:
Déjalo de mi cuenta. Tú cuida de traerle a casa; si vuelve a salir de ella, será mi culpa.
Salen MOSBY y GREENE
Ven acá, Black Will, que a mis ojos eres bello; salvo Mosby, a ti honro más que a nadie. En vez de hermosas frases y promesas abundantes, mis manos os darán la música del oro. ¿Qué os parece, caballeros? ¿Seréis capaces de hacerlo?
BLACK WILL:
Sí, y de manera exquisita. Este es mi plan: haced que Mosby, el invitado, ocupe la silla,
[N]
X
Nota del traductor"silla,"
Las sillas no abundaban en la época, incluso en mansiones opulentas, y su uso se reservaba al jefe de la casa; empero, se les podía ceder como cortesía a un invitado importante.
y que vuestro marido coja un banquillo, de modo que pueda acercarme por detrás astutamente, lo eche por tierra con un paño y a puñaladas lo acribille hasta hacer de su carne un cedazo. Luego tiraremos su cadáver tras la Abadía; así, quienes lo hallen pensarán que algún miserable o cosa así lo ha matado por robarle.
ALICE:
¡Excelente plan! Veinte libras merecéis, y cuando haya muerto os daré cuarenta más. Para evitar sospechas por vuestra presencia, Michael os dará dos vigorosas monturas. Iréis donde mejor os plazca: Escocia o Gales; veré que nada os falte allá.
BLACK WILL:
¡Palabras así harían que cualquiera matara mil hombres! Venga la llave. ¿Cuál es el gabinete?
ALICE:
Querría quedarme aquí para seguiros animando, pero sé cuán resueltos estáis.
SHAKEBAG:
¡Bah! Vuestro corazón es blando; nosotros lo haremos.
ALICE:
Pero Mosby también estará aquí. Tan sólo verle llenará mi espíritu de un extraño valor que me hará emprender la aventura antes que nadie.
BLACK WILL:
Mejor callad y retiraos; este asunto es nuestro. Cuando volváis a abrir esta puerta, será para verle muerto.
[BLACK WILL y SHAKEBAG se encierran en el gabinete]
ALICE:
¡Ah, que ya viniese y yo pudiera abrirla! Nunca más han de ceñirme los brazos de Arden, que al estrecharme me mordían cual sierpes de Tisífone la oscura.
[N]
X
Nota del traductor"oscura."
Una de las Furias que perseguían a quienes cometían crímenes contra los de su propia sangre. Cada una llevaba una antorcha y un látigo, y en sus cabellos y brazos se enroscaban serpientes, cuya mordedura servía para atormentar la conciencia de los culpables. La ironía es evidente.
Los brazos de Mosby me envolverán de modo tal, que si yo fuera una estrella, otras esferas no aceptaría. ¡Sólo en labios de Mosby existe el néctar! Si la casta Diana los besara, enfermaría de amor como yo y arrojaría a Endimión
[N]
X
Nota del traductor"Endimión"
El hermoso mortal de quien Diana, diosa de la luna y la castidad, estaba enamorada.[N]
X
Nota del traductor"morada."
La luna, sede de Diana, se asocia con el agua —y con la plata y los espejos, también— en el sistema planetario, zodiacal y simbólico de la época.
por tierra para elevar a Mosby hasta su líquida morada.
[N]
X
Nota del traductor"morada."
La luna, sede de Diana, se asocia con el agua —y con la plata y los espejos, también— en el sistema planetario, zodiacal y simbólico de la época.
¿Qué culpa puede haber, entonces, en matar a un necio que no tiene siquiera la mitad de los dones de Endimión
[N]
X
Nota del traductor"Endimión"
El hermoso mortal de quien Diana, diosa de la luna y la castidad, estaba enamorada.[N]
X
Nota del traductor"morada."
La luna, sede de Diana, se asocia con el agua —y con la plata y los espejos, también— en el sistema planetario, zodiacal y simbólico de la época.
?
Entra MICHAEL
MICHAEL:
Señora, mi amo está a la vista.
ALICE:
¿Quién le acompaña?
MICHAEL:
Mosby, solamente.
ALICE:
¡Bien! Trae los tableros y luego monta guardia a la puerta del gabinete.
ALICE:
Black Will está encerrado allí, para cumplir nuestro propósito.
MICHAEL:
¿Cómo? ¿Se hará esta noche?
MICHAEL:
¿Pero Susan no lo sabrá?
ALICE:
Sí; estará al tanto como cualquier otro.
MICHAEL:
¡Bien! Iré por los tableros.
ALICE:
Primero escúchame un momento: una vez que esté dentro mi marido, echa el cerrojo a la puerta de la calle; debe morir antes de que lleguen los invitados.
Sale MICHAEL [y al poco rato entra de nuevo con los tableros.]
Entran ARDEN y MOSBY
Esposo mío, ¿por qué venís a casa con Mosby? Si exigí vuestra reconciliación fue más por temor a vos que por amarle. Se ha confabulado con Black Will y Greene, un par de matones que podrían haceros mal; por ello creí bueno contentaros. ¿Por qué le traéis aquí? Con este alimento, la cena sale sobrando.
MOSBY:
Noble Arden, al parecer vuestra esposa prefiere que me marche.
ARDEN:
No, buen Mosby; las mujeres a menudo parlotean así. Alice, dale la bienvenida, que somos amigos.
ALICE:
Podéis obligarme, si os place, mas antes moriría que darle bienvenida. Su amistad me ha ganado mala fama entre la gente y por ello no deseo cultivarla más.
MOSBY:
[aparte] ¡Ah, con cuánta astucia finge!
ARDEN:
Está en mi casa y no toleraré una conducta así.
ALICE:
Apagad vuestra cólera, os lo ruego. Ya que lo deseáis, le recibiré con gusto. Bienvenido, señor Mosby. ¿Os place tomar asiento?
MOSBY:
Sé que vuestro amable esposo me recibe con afecto, pero vos no habláis con el corazón.
ALICE:
Y creo tener causa para ello, señor mío.
MOSBY:
Será mejor que parta, señor; con vuestra venia.
ARDEN:
No, mi buen amigo.
ALICE:
Su ausencia no hará que nos falten invitados.
MOSBY:
Dejad que parta, Maese Arden, os lo ruego.
ARDEN:
Y yo te ruego, Mosby, que le permitas hablar hasta el cansancio.
ALICE:
Allí está la puerta, señor Mosby; nada os impide salir.
MICHAEL:
[aparte] Vaya mentira, si la he cerrado con llave.
ARDEN:
Michael, trae una copa de vino; haré que se reconcilien.
[Sale MICHAEL]
En vista de tu obstinación, Alice querida, serás la primera en levantar la copa. No frunzas el ceño; es mi voluntad.
ALICE:
Os ruego que no os ocupéis de más asuntos que los vuestros.
ARDEN:
Pero, Alice, aun mi mayor esfuerzo será pequeño en beneficio de una vida que he puesto en peligro sin motivo.
[Entra MICHAEL, con el vino]
ALICE:
Es verdad; y ya que tuve parte en ese entuerto, me contenta beber a su salud por esta vez. ¡Bienvenido, señor Mosby! Mas os pido que en adelante me desconozcáis cuanto yo os desconoceré. Vuestra amistad me ha traido mala fama; por vuestra causa, Dios lo sabe, he sufrido en todas partes calumnias injustas. Así pues, no volváis a mi casa desde ahora.
MOSBY:
Pese a vos, querría seguir frecuentando a vuestro esposo. Pero no. Maese Arden, os juro por los cielos que después de esta noche no habréis de verme más. A Roma iría antes que faltar a mi palabra.
ARDEN:
Calla; votos así no se profieren en mi casa.
ALICE:
Os ruego que permitáis el juramento, esposo mío. Si tal es el voto, que Mosby lo selle conmigo.
MOSBY:
Así lo haré, con tanta voluntad como deseo vivir.
[ALICE y MOSBY brindan]
ARDEN:
Y bien, Alice, ¿está lista nuestra cena?
ALICE:
Lo estará cuando terminéis la partida.
ARDEN:
Venga, Mosby, ¿cuál será la apuesta?
MOSBY:
Tres partidas por una corona francesa, si así os place.
Juegan al backgammon.
[BLACK WILL y SHAKEBAG entran a espaldas de ARDEN]
BLACK WILL:
[aparte] ¿No es hora de echarle atrás una pieza? ¡Vaya afrenta!
ALICE:
[aparte] Aún no, Will. Cuida de que no te vea.
BLACK WILL:
[aparte] Temo que me vea venir.
MICHAEL:
[aparte] Para evitarlo, pasa entre mis piernas.
MOSBY:
Un as, o perderé la partida.
ARDEN:
Vamos, que ese dos también te sirve.
MOSBY:
Entonces, “venga atrás la pieza”, Maese Arden.
BLACK WILL derriba a ARDEN con un paño
ARDEN:
¡Mosby! ¡Michael! ¡Alice! ¿Qué hacéis?
BLACK WILL:
Nada más que recoger las piezas, señor mío.
MOSBY:
Toma esto, por la plancha de que hablaste antes.
SHAKEBAG:
Y esto, por las diez libras en mi bolsillo.
ALICE:
¿Cómo? ¿Ahora gimes? ¡Venga una daga, entonces! Toma esto, por impedirme amar a Mosby.
[ARDEN muere]
BLACK WILL:
Quita, que este canalla nos ha de traicionar.
MOSBY:
A callar; no hay nada que temer, guardará el secreto.
MICHAEL:
¿Crees que me traicionaría a mí mismo?
SHAKEBAG:
En Southwark
[N]
X
Nota del traductor"Southwark"
Barrio londinense al sur del Támesis, entonces independiente del gobierno de la ciudad. Allí se encontraba la mayoría de los teatros de la época, así como un número de tabernas, prostíbulos, arenas para peleas de animales y otras formas de diversión popular.
vive una linda norteña, la viuda Chambley. A su casa iré, y si me niega refugio, le robaré cosa tras cosa hasta dejarla en calzones.
BLACK WILL:
Ahora, velad por vuestros propios intereses, que nosotros nos marchamos.
ALICE:
Antes, llevad el cadáver al gabinete.
[BLACK WILL y SHAKEBAG] llevan el cadáver al gabinete [y vuelven]
BLACK WILL:
Con el oro en el bolsillo, a despedirse. Adiós, señora Alice; Mosby, adiós; y Michael, adiós a ti también.
Salen [BLACK WILL y SHAKEBAG].
Entra SUSAN
SUSAN:
Señora, escuchad, los invitados llaman a la puerta. ¿Les permito entrar?
ALICE:
Ve a hacerles compañía, Mosby.
Sale MOSBY
Susan, trae agua y limpia esta sangre.
[Sale SUSAN y vuelve con un cubo; intenta limpiar la sangre]
SUSAN:
La sangre se aferra al piso y no quiere salir.
ALICE:
Pues la arrancaré con las uñas. ¡Con cada esfuerzo surge más sangre!
SUSAN:
¿Sabéis por qué, señora; lo sabéis?
ALICE:
Sí. Porque no me avergüenza la muerte de mi esposo.
Entra MOSBY
MOSBY:
¿Qué sucede? ¿Todo bien?
ALICE:
¿Bien? ¡Todo estaría bien si Arden volviera a la vida! Luchamos en vano: su sangre no desaparece.
MOSBY:
¿No podéis cubrir el suelo con esteras? Esta muchacha no sabe hacer nada. ¡Vamos, a trabajar!
ALICE:
Tú me obligaste a darle muerte.
ALICE:
Nada, Mosby, en tanto no se divulgue.
MOSBY:
Pues guarda el secreto y no se sabrá.
ALICE:
Pero no podré. ¿No le he matado yo? La muerte de mi esposo me atormenta el corazón.
MOSBY:
No será duradero este tormento, Alice querida. Yo soy tu esposo; no pienses más en aquel.
Entran ADAM FOWLE y BRADSHAW
BRADSHAW:
¿Qué pasa, señora Arden? ¿Qué os hace llorar así?
MOSBY:
Que su esposo esté fuera de casa tan tarde. Anoche lo amenazaron un par de matones y ella, alma piadosa, teme que le hayan herido.
ADAM:
¿Eso es todo? Paciencia; llegará en cualquier momento.
Entra GREENE
GREENE:
¿Y bien, señora? ¿Os falta algún invitado?
ALICE:
Ah, señor Greene, ¿habéis visto a mi marido últimamente?
GREENE:
Hace un momento le he visto caminar tras la Abadía.
Entra FRANKLIN
ALICE:
No me agrada que esté fuera así de tarde. Maese Franklin, ¿dónde habéis dejado a mi esposo?
FRANKLIN:
Creedme, señora, que no le he visto desde la mañana. No temáis; pronto ha de llegar. Entre tanto, haríais bien en pedir a vuestros invitados que tomen asiento.
ALICE:
Y así será. Tomad asiento, señor Bradshaw; nada de protestas, os lo ruego, es mi voluntad. Señor Mosby, en el sitio de mi esposo.
MICHAEL:
[aparte] Susan, ¿haremos de sirvientes o, basta que lo digas, también nos sentaremos?
SUSAN:
[aparte] ¡Calla! Hay cosas más urgentes por resolver. Temo que todo se descubra.
MICHAEL:
[aparte] ¡Bah! ¿Y qué importa si también se sabe que serás mi esposa por la mañana, aunque me cuelguen en la noche? Mas para evitar lo peor, me haré de algún veneno.
SUSAN:
[aparte] ¿Cómo, Michael, piensas envenenarte?
MICHAEL:
[aparte] No a mí, a mi señora; temo que lo cuente todo.
SUSAN:
[aparte] Calla y no temas, que no es nada tonta.
MOSBY:
Michael, un vaso de cerveza. A la salud de vuestro marido, señora Arden.
FRANKLIN:
¿Qué aflicción os hace llorar tan de repente, señora?
ALICE:
Ah, queridos vecinos, un súbito escrúpulo me agobia el corazón. La ausencia de mi esposo atormenta mi espíritu. Sé que algo ha ido mal; no se halla bien o ya habría tenido noticias de él.
MOSBY:
[aparte] Estas tonterías serán nuestra perdición.
GREENE:
No temáis, señora mía; vuestro marido goza de salud.
ALICE:
No digáis eso; sé que no está bien. Nunca acostumbró estar fuera tan tarde. Id en su busca, Maese Franklin y si le halláis, devolvedle mí, decidle cuánto miedo me ha causado.
FRANKLIN:
[aparte] No me agradan sus palabras; quiera Dios que todo vaya bien. De ser posible, le hallaré, señora mía.
Salen FRANKLIN, MOSBY y GREENE
ALICE:
[aparte] Michael, ¿cómo he de deshacerme del resto?
MICHAEL:
[aparte] Corre de mi cuenta; dejadme solo. Se ha hecho tarde, señor Bradshaw; andan por ahí muchos maleantes y me parece que os quedan varios callejones por recorrer.
BRADSHAW:
A fe mía que dices verdad, Michael. Te ruego que me muestres el camino y me prestes una lámpara.
ALICE:
Acompáñales hasta la puerta, Michael, pero no tardes; sabes que no me agrada estar a solas.
Salen BRADSHAW, ADAM y MICHAEL
Susan, di a tu hermano que venga. ¿Pero para qué vendría? No conoce más que el miedo. Espera, Susan, quédate y ayúdame a pensar.
SUSAN:
¿Qué piense yo? Si el miedo me ha arrancado el seso.
Abren la puerta del despacho y miran el cadáver de ARDEN
ALICE:
Mira cómo yace quien fuera mi esposo, Susan: el noble Arden, cubierto de sangre y sucias costras.
SUSAN:
Mi hermano, vos y yo hemos de lamentar este crimen.
ALICE:
Ven, Susan, ayúdame a levantar el cadáver; que nuestras lágrimas amargas sean sus exequias.
Entran MOSBY y GREENE
MOSBY:
¿Qué pasa, Alice, adónde le lleváis?
ALICE:
¿Has vuelto, amado Mosby? Que llore quien quiera llorar, entonces: mis deseos se cumplen con la dicha de verte.
GREENE:
Haríamos mejor en guardar compostura.
MOSBY:
Así es, pues Franklin piensa que le hemos matado.
ALICE:
Pero no puede probarlo, así le vaya la vida. Esta noche es de gozo y celebración.
Entra MICHAEL
MICHAEL:
¡Ay, señora; el alcalde y la guardia entera se aproximan, con sables y alabardas en las manos!
ALICE:
Echa los cerrojos, pronto; que no pasen por esa puerta.
MOSBY:
Alice, amor mío, ¿cómo he de escapar?
ALICE:
Por la puerta de atrás, saltando la pila de leños; pasa la noche en La Flor de Lis.
MOSBY:
Sería lo mismo que entregarme.
GREENE:
Ay, señora, que la guardia me ha de prender aquí mismo y sospecharán de que no haya nadie más.
ALICE:
Id por el mismo camino que Mosby. Pero antes, llevaos el cadáver a campo abierto.
[MOSBY, GREENE, MICHAEL y SUSAN] se llevan el cadáver al campo [y vuelven]
MOSBY:
Hasta mañana, amor mío, y por ahora, adiós. No debes confesar nada, por ningún motivo.
GREENE:
Coraje, señora, nada de traiciones; os daremos la misma lealtad que nos déis.
Salen MOSBY y GREENE
ALICE:
Y ahora, que juez y jurado hagan cuanto puedan. Mi casa está limpia y no les tengo miedo.
SUSAN:
Afuera nevaba, señora; temo que descubran nuestras huellas.
ALICE:
¡Calla, tonta! La nieve las cubrirá de nuevo.
SUSAN:
Pero dejó de nevar cuando volvíamos.
ALICE:
¡Escucha cómo llaman a la puerta! Anda, Michael, hazles pasar.
Entran el ALCALDE y la guardia
¿Qué hay, señor alcalde? ¿Habéis encontrado a mi marido?
ALCALDE:
Hace una hora le vi llegar a vuestra casa.
ALICE:
Os equivocáis; fue un visitante de Londres.
[N]
X
Nota del traductor"Londres."
Otro remanente de la crónica de Holinshed; en ella, Alice invita a cenar a dos hombres de Londres, Prune y Cole, después del asesinato.
ALCALDE:
Señora Arden, ¿conocéis a un tipo de nombre Black Will?
ALICE:
No le conozco. ¿A qué vienen las preguntas?
ALCALDE:
El Consejo me ha dado orden de prenderlo.
ALICE:
Me conforta que sólo sea eso. Pero, señor alcalde, ¿me creéis capaz de dar refugio a alguien así?
ALCALDE:
Hemos tenido noticia de que aquí se encuentra y por tanto, con vuestra venia, debemos registrar la casa.
ALICE:
Adelante, y no escatiméis, buscad en cada habitación. Si mi esposo estuviera en casa, no le ofenderíais de este modo.
Entra FRANKLIN
Maese Franklin, ¿por qué tan triste?
FRANKLIN:
El gentil Arden, vuestro esposo, mi amigo, ha sido asesinado.
ALICE:
Ay, ¿quién ha sido? ¿Lo sabéis, señor?
FRANKLIN:
No lo sé, mas su cuerpo destrozado yace tras la Abadía.
ALCALDE:
¿Estáis seguro de que es él?
FRANKLIN:
Demasiado seguro; ¡que Dios me concediera estar equivocado!
ALICE:
Encontrad a los asesinos; descubrid quién ha sido.
FRANKLIN:
Así será. Venid con nosotros, señora.
FRANKLIN:
¿Reconocéis este paño y este puñal?
SUSAN:
[aparte] Michael, con esta negligencia nos has traicionado a todos y nos llevas a la perdición.
MICHAEL:
[aparte] Mi miedo era tan grande que no he sabido lo que hacía. Creí haberlos arrojado al pozo.
ALICE:
Es la sangre del cerdo que matamos para la cena. ¿Por qué demoráis así? Buscad a los asesinos.
ALCALDE:
Temo que vos misma estaréis en la lista.
ALICE:
¿Yo misma? ¿Qué palabras son estas?
FRANKLIN:
Sospecho que lo asesinaron en esta casa y después le llevaron a campo abierto, pues desde aquí hasta el lugar donde yace, y de vuelta, podréis observar muchas huellas en la nieve. Y si buscáis en esta misma habitación, encontraréis parte de su inocente sangre: en su sandalia hallé rastros de estera que indican que fue muerto en este cuarto.
ALCALDE:
Revisad el sitio que solía ocupar en la mesa. ¡Hela allí, su sangre! Es demasiado evidente.
ALICE:
Es vino, de una copa que Michael derramó.
MICHAEL:
Es verdad, así fue.
FRANKLIN:
Es su sangre, la misma que tú, puta, has derramado. Si vivo para ello, tú y los cómplices con quienes has conspirado para matarle habrán de lamentarlo.
ALICE:
Ay, Maese Franklin, Dios y el cielo son testigos de que le amaba más que al mundo entero. Llevadme adonde se encuentra, quiero ver su cadáver.
FRANKLIN:
Prended a este canalla, y a la hermana de Mosby, también. Uno de vosotros irá a La Flor de Lis a buscar a Mosby, y allí también le prenderá.
Salen