Cabría sospechar que es una tienda de brujería, pues en ella se puede encontrar grasa de sierpes, huevos de culebra, la saliva de judíos y las inmundicias de sus pequeños. Y todo ello, ¡para el rostro! Antes me comería un pichón muerto sacado de debajo de los pies de un apestado, que besaros a una de vosotras cuando hacéis ayuno. Tengo ante mí a dos cuyo pecado de juventud constituye el patrimonio del médico, que le permite reparar su manto con la primavera, y cambiar de cortesana a la llegada del otoño. En verdad que me asombra que no os aborrezcáis a vosotros mismos. Escuchad esta mi reflexión:
¿qué hay en la externa forma del hombre
que le haga digno de ser amado? Creemos ominoso
que natura cree en potro o cordero,
385
cervatillo o cabra, un miembro semejante
al del hombre; y huimos de él por ser un portento.
El hombre siente pánico al ver la deformidad
en otra criatura excepto en sí mismo.
En nuestras propias carnes, aunque sufrimos males
390
que toman su verdadero nombre a partir de las bestias,
como la úlcera o el cochino sarampión,
aunque seamos alimento de piojos y lombrices,
y arrastremos de continuo nuestro cuerpo
putrefacto y muerto, nos deleitamos
395
en ocultarlo tras ricos paños. Nuestros miedos, no,
quiá, nuestro terror, estriba en que el doctor
no nos envíe bajo tierra, y nos haga sanos.
Vuestra esposa está en Roma; a los dos os digo, haced pareja,
y llegaos al balneario de Luca, a recobraros allí de vuestros males.
Salen CASTRUCHIO y la VIEJA DAMA.
400
Tengo otra tarea entre manos. He observado a la Duquesa
enferma algunos días: vomita y tiene el estómago inflamado.
Se le ven los párpados amoratados e hinchados,
las mejillas le han menguando, mas le crecen los costados.
Y, contrario a la costumbre italiana,
405
luce un muy holgado vestido. Algo debe haber en todo ello.
He ideado un ardid que quizás pueda revelarlo,
uno bien bueno. He comprado unos albaricoques,
los primeros que nos trae la primavera.