John Webster, The Duchess of Malfi

La duquesa de Amalfi





Edición filológica utilizada:
John Webster, The Duchess of Malfi, traducción de Jorge Salavert para la colección EMOTHE (proyecto ARTELOPE), 2014
Procedencia:
Texto base
Edición digital a cargo de:
  • Teruel Pozas, Miguel (Artelope)

Personajes

Duquesa de Amalfi
Antonio
Fernando
Cardenal
Bosola
Cariola
Delio
Pescara
Malateste
Julia
Castruchio
Silvio
Rodrigo
Grisolán
Vieja Dama
Doctor
Eco
Astrólogo loco
Abogado loco
Doctor loco
Cura loco
Criados
Oficiales
Verdugos
Peregrinos

Acto I

Escena i

Entran ANTONIO y DELIO.

DELIO
Bienvenido a la patria, estimado Antonio:
largo tiempo has estado en Francia y regresas,
por tu indumentaria, hecho un genuino francés.
¿Qué te pareció la corte francesa?

ANTONIO
Admirable;
5
con la pretensión de someter tanto a la nobleza
como al pueblo a un orden fijo, el rey, juicioso,
empieza por su propia casa. Ha limpiado primero
el palacio real de falaces aduladores, de personas
disolutas e infames – a esto lo llama
10
tiernamente la obra maestra del Señor,
labor divina – pues considera, debidamente,
que la corte de un príncipe es como una fuente pública,
de donde debieran siempre manar gotas de pura plata.
Mas si sucediera que algún espécimen corrupto la envenenase
15
en su nacimiento, muerte y enfermedades se propagarían por todo el país.
Y este bendito gobierno lo compone un consejo
sumamente previsor, que con libertad puede informarle
de la corrupción de los tiempos.
Aunque algunos en la corte tienen por presuntuoso
20
instruir a los príncipes en lo que debieran hacer,
noble es el deber de informarles de lo que ellos
podrían prever. Este es Bosola,
[Entra BOSOLA.]
la hiel en la corte. Mas sé muy bien
que su amargura no se debe a su devoción.
25
De hecho, critica amargamente aquello que más ansía;
él quisiera ser tan lascivo, codicioso, soberbio,
cruel o envidioso como cualquier hombre,
si tuviera los medios para serlo. Ha llegado el Cardenal.

Entra el CARDENAL.

BOSOLA
Siempre tras vos.

CARDENAL
30
Y pues…

BOSOLA
Bien os he servido, para que así me rechacéis. ¡Oh, tiempos miserables en los que la única recompensa de hacer el bien es el bien hecho!

CARDENAL
Exageras en demasía tus méritos.

BOSOLA
Por serviros, estuve dos años en galeras, donde por dos años vestí dos toallas en lugar de camisa, anudadas al hombro, a la manera del manto romano. ¡Y me rechazáis! Prosperaré de algún modo, que con el mal tiempo engordan los mirlos. ¿Por qué no yo en estos días de perros?

CARDENAL
Quisiera que pudieras ser honesto.

BOSOLA
Indicadme, con vuestra divinidad, el camino. He conocido a muchos que viajaron lejos con tal propósito, mas regresaron tan consumados bribones como partieron, pues nunca se separaron de sí mismos. [Sale el CARDENAL.]
¿Se marchó? Dicen que hay algunos hombres poseídos por el diablo, pero este gran personaje podría poseer al mayor de los demonios, y tornarle peor.

ANTONIO
¿Os ha negado alguna petición?

BOSOLA
Él y su hermano son como ciruelos que crecen torcidos sobre una charca: son ricos y están bien cargados de fruta, mas no alimentan sino a cuervos, urracas y gusanos. Si fuera yo uno de esos alcahuetes aduladores, como una sanguijuela de sus orejas me colgaría hasta estar saciado, y sólo entonces me soltaría. Os lo ruego, dejadme. ¿Quién habría de confiar en un puesto tan miserable con la esperanza de mejorar mañana? ¿Acaso hubo criatura peor alimentada que el esperanzado Tántalo? No hubo nunca una muerte más horrible que la del hombre que esperaba el perdón. Hay recompensas para halcones y perros cuando nos han hecho un servicio; pero al soldado, que pone en peligro su vida en la batalla, al final no le sustenta nada más que una especie de geometría.

DELIO
¿Geometría?

BOSOLA
Sí, colgado de un par de correas, para salir después de este mundo sobre un honorable par de muletas, de hospital en hospital. Adiós, señores. Mas no os burléis de mí, porque los puestos en la corte son como las camas del hospital: aquél tiene la cabeza donde éste tiene los pies, y así más y más abajo hasta el final.

Sale BOSOLA.

DELIO
35
Sabía que este hombre pasó siete años en galeras
por un asesinato muy notorio, y se pensó
que el Cardenal le instigó a ello; fue liberado
por el general francés Gastón de Foix
cuando recuperó Nápoles.

ANTONIO
Lástima es
40
que padezca tanto desdén, pues he oído hablar
de su gran valor. Esta melancolía
será veneno para toda su bondad, porque te digo,
que si es cierto que el dormir en demasía
es la herrumbre interior del alma, la falta de acción
45
engendra entonces todo negro descontento; y su crianza
grandes males causa, como la polilla a los ropajes que no usamos.

Escena ii

[Entran CASTRUCHIO, JULIA, SILVIO, RODRIGO Y GRISOLÁN.]

DELIO
La sala empieza a llenarse. Prometiste
darme cuenta del carácter
de algunos de los nobles de la corte.

ANTONIO
¿Del señor Cardenal
50
y otros que no conoces que están ahora en la corte?
Lo haré. Aquí llega el gran Duque de Calabria.

Entra FERNANDO.

FERNANDO
¿Quién ganó en más ocasiones el anillo?

SILVIO
Antonio Bologna, mi señor.

FERNANDO
¿El mayordomo de nuestra hermana, la Duquesa? Entregadle la joya. ¿Cuándo dejaremos el deporte y nos dedicaremos a la acción de verdad?

CASTRUCHIO
Pienso, señor, que no debierais ir a la guerra en persona.

FERNANDO
(aparte) Hablémosle con solemnidad. — ¿Por qué no?

CASTRUCHIO
Bien está que un soldado ascienda a príncipe, mas no es necesario que un príncipe se rebaje a capitán.

FERNANDO
¿No?

CASTRUCHIO
No, señor, mejor fuera que lo hiciere mediante un suplente.

FERNANDO
¿Y habría pues de dormir o comer mediante un suplente? Ello le libraría de una tarea vana, ofensiva e infame, pero lo primero le privaría de la honra.

CASTRUCHIO
Creed en mi experiencia: nunca hay un reino tranquilo si quien gobierna es un soldado.

FERNANDO
Me contaste que tu mujer no soporta las peleas.

CASTRUCHIO
Cierto, mi señor.

FERNANDO
Y me hablaste de una chanza que le dijo a un capitán al que encontró muy malherido. La he olvidado.

CASTRUCHIO
Le dijo, mi señor, que le tenía mucha lástima, pues estaba echado como los israelitas, en tiendas.

FERNANDO
He ahí un ingenio que podría arruinar a todos los cirujanos de la ciudad, pues aunque los valientes discutieran, y sacaran sus armas dispuestos a dar guerra, ella con sus persuasiones les daría buen sosiego.

CASTRUCHIO
Eso mismo haría, mi señor.
¿Qué os parece mi jaca española?

RODRIGO
Es todo fuego.

FERNANDO
Soy de la opinión de Plinio y creo que fue engendrada por el viento. Corre como si estuviera llena de mercurio.

SILVIO
Cierto, sire; a menudo se tambalea.

RODRIGO y GRISOLÁN
¡Ja!¡Ja!¡Ja!

FERNANDO
¿Por qué reís? Es mi parecer que mis cortesanos han de ser la yesca que se encienda cuando yo doy fuego; es decir, que rían cuando yo río, aunque la chanza no sea graciosa.

CASTRUCHIO
Cierto, mi señor; yo mismo he oído una chanza muy buena, y rehusado aparentar ser lo bastante necio como para entenderla.

FERNANDO
Pues a mí me da risa tu bufón.

CASTRUCHIO
Ya sabéis que no puede hablar, pero hace muecas; mi esposa no lo aguanta.

FERNANDO
¿No?

CASTRUCHIO
Ni tolera las alegres compañías. Dice que el mucho reír y el exceso de compañía la cara le llenan de arrugas.

FERNANDO
Entonces yo mandaría que le hicieran un instrumento matemático a propósito para su cara, para que no riese más de la cuenta. En breve os visitaré en Milán, señor Silvio.

SILVIO
Su Excelencia será bienvenido.

FERNANDO
Buen jinete sois, Antonio. En Francia tienen excelentes jinetes. ¿Qué pensáis de la buena equitación?

ANTONIO
Por noble la tengo, mi señor; así como del caballo griego salieron muchos príncipes famosos, de la buena equitación nacen las primeras chispas de un propósito decidido, que conduce la mente a nobles acciones.

FERNANDO
Con dignidad lo habéis descrito.

Entran la DUQUESA, el CARDENAL y CARIOLA.

SILVIO
Vuestro hermano, el señor Cardenal, y vuestra hermana, la Duquesa.

CARDENAL
¿Han llegado las galeras?

GRISOLÁN
Sí, mi señor.

FERNANDO
Lord Silvio os pide licencia para partir.

DELIO
[aparte a ANTONIO] Cumple ahora tu promesa. ¿Cómo es el Cardenal? Me refiero a su temple. Dicen que es hombre valiente, capaz de jugarse cinco mil coronas al tenis, que gusta de bailar, cortejar a las damas, e incluso que se ha batido en más de un duelo.

ANTONIO
[aparte a DELIO] Tales destellos cuelgan sobre él superficialmente, es mera imagen. Mas observa su carácter íntimo: es un eclesiástico melancólico. El manantial en su rostro no es más que un engendro de sapos; cuando está celoso de algún hombre, conjura contra él tramas peores que las que le fueron impuestas a Hércules. A su paso va dejando aduladores, alcahuetes, espías, ateos y cientos de monstruos de tal calaña. Pudo haber llegado a ser Papa; pero en vez de perseguirlo con el tradicional decoro de la Iglesia, empleó sobornos con tanta frecuencia y tanto atrevimiento como si lo hiciera sin que el cielo lo supiera. Aunque algún bien ha hecho.

DELIO
Mucho me has dicho de él. ¿Cómo es su hermano?

ANTONIO
¿El Duque? Es de naturaleza perversa y turbulenta;
lo que en él semeja alegría es mera apariencia;
55
si ríe de corazón, se ríe de la honradez,
como si estuviera pasada de moda.

DELIO
¿Son gemelos?

ANTONIO
Por sus cualidades.
Este habla por boca ajena y escucha peticiones personales
con oídos prestados; hará ver que se duerme en su asiento
sólo para cazar a los infractores en sus respuestas;
60
por un soplo sentencia a los hombres a muerte;
por un rumor, concede recompensas.

DELIO
Así pues, la ley es para él
como la sucia y oscura tela de una araña;
hace de ella su morada, y también prisión
para atrapar a los que han de servirle de alimento.

ANTONIO
Muy cierto;
65
nunca paga sus deudas, excepto las motivadas
por alguna travesura; éstas confesará tenerlas.
Finalmente, en cuanto a su hermano, el Cardenal.
Dicen los que le halagan, que manan oráculos
de sus labios, y ciertamente yo les creo,
70
pues el demonio habla por ellos.
Mas por lo que toca a su hermana, la muy noble Duquesa,
nunca habrán visto tus ojos tres medallas
forjadas en una misma figura y con temple tan distinto.
Pues sus palabras te llenan de un éxtasis,
75
y sólo empezarás a entristecer cuando ella
deje de hablar; y desearás, maravillado,
que ella tuviera en menos vanagloria hablar mucho,
y que fuera penitencia tuya el escucharla;
cuando te habla, dirige una mirada tan dulce,
80
que podría poner a bailar una gallarda
a aquel que yace paralítico,
y volverte loco con su dulce semblante.
En esa mirada se expresa tan divina castidad
que elimina toda lasciva y vana esperanza.
85
Sus días transcurren con tan noble virtud
que sin duda sus noches, aún más, sus sueños,
son más celestiales que las confesiones de otras damas.
Que todas esas señoras rompan sus espejos aduladores
y se miren en ella para acicalarse.

DELIO
Antonio,
90
En demasía alargas tus lisonjas.

ANTONIO
Enmarcaré pues el retrato. Sólo añadiré
que su valía toda se resume en esto:
ella eclipsa el tiempo pasado e ilumina el porvenir.

CARIOLA
Debéis atender a mi señora, en la galería,
95
dentro de una media hora.

ANTONIO
Así lo haré.

Salen ANTONIO y DELIO.

FERNANDO
Hermana, tengo que haceros una petición.

DUQUESA
¿A mí, señor?

FERNANDO
Un caballero de la corte, Daniel de Bosola.
Uno que estuvo en galeras.

DUQUESA
Le conozco.

FERNANDO
Es un hombre de valía. Os ruego que le hagáis
100
palafrenero vuestro.

DUQUESA
Vuestro conocimiento de él
le alaba, y le otorga mi preferencia.

FERNANDO
Dile que venga.
Sale el CRIADO.
Pronto partiremos. Buen señor Silvio,
saludad a todos nuestros nobles amigos
en el campo de batalla.

SILVIO
Así lo haré, señor.

DUQUESA
105
¿Vais a Milán?

SILVIO
Así es.

DUQUESA
Preparad las carrozas. Os acompañaremos hasta el puerto.

Salen la DUQUESA, CARIOLA, SILVIO, CASTRUCHIO, RODRIGO, GRISOLÁN y JULIA.

CARDENAL
Asegúrate de que empleas a Bosola
como espía a tu servicio. No quiero verme mezclado.
Por eso muchas veces le he ignorado
110
cuando imploraba nuestra ayuda, como esta mañana.

FERNANDO
Antonio, el jefe de la casa, hubiera sido
más apropiado.

CARDENAL
Respecto a él te engañas.
Su naturaleza es demasiado honesta para tales empresas.
Ya llega; os dejo.

Entra BOSOLA.

BOSOLA
Ante vos me presento.

Sale el CARDENAL.

FERNANDO
115
Mi hermano, el Cardenal, nunca pudo soportaros.

BOSOLA
Nunca, desde que conmigo quedó en deuda.

FERNANDO
Quizá algún marcado rasgo de vuestro rostro
le hace sospechar de vos.

BOSOLA
¿Qué sabrá él de fisonomía?
No se debe dar más crédito a un rostro
120
que a la orina de un hombre enfermo, a la que algunos llaman
la prostituta del médico, porque le engaña.
Erró al sospechar de mí.

FERNANDO
Es por eso
que debéis dejar a los nobles que se tomen su tiempo.
La desconfianza pocas veces nos engaña.
125
Ya sabéis que cuanto más a menudo se sacude al cedro,
más firme este arraiga.

BOSOLA
Escuchadme:
sospechar de un amigo sin motivo
le enseña a sospechar de vos en la próxima ocasión
y le incita a engañaros.

FERNANDO
Tomad: oro.

BOSOLA
¡Vaya!
130
¿Qué viene ahora? Nunca caen chaparrones como estos
sin truenos que les sigan.
¿De quién es el cuello que debo cortar?

FERNANDO
Vuestra inclinación a derramar sangre se adelanta
al empleo que os ofrezco. Os lo doy para vivir aquí
135
en la corte. Vigilad a la Duquesa.
Anotad todos los detalles de su conducta:
qué pretendientes la piden en matrimonio
y a quién muestra más afecto. Es una joven viuda.
No quisiera que se volviese a casar.

BOSOLA
¿Por qué no, sire?

FERNANDO
140
No preguntéis la razón. Que os baste con que diga …
Como dije, no quisiera.

BOSOLA
Parece que queréis hacerme
familiar vuestro.

FERNANDO
¿Familiar? ¿Qué decís con ello?

BOSOLA
Un taimado, invisible demonio de carne y hueso:
un espía.

FERNANDO
Algo tan próspero desearía para vos.
145
Y en breve, podréis llegar a un más alto puesto.

BOSOLA
Tomad vuestros demonios…
En el infierno les llaman ángeles. Estos malditos regalos os convertirían
en un corruptor, y a mí en un inmundo traidor.
Si las aceptara, me llevarían al infierno.

FERNANDO
150
Nada tomaré de vos que antes os haya dado.
Hay un empleo que os he conseguido
esta mañana, el de palafrenero.
¿No lo sabíais?

BOSOLA
No.

FERNANDO
Vuestro es. ¿No merece las gracias?

BOSOLA
Quisiera que vos mismo os maldijerais. Es cierto que vuestra bondad
155
es una virtud que a los hombres hace nobles,
mas hace de mí un villano. Y por no caer en la ingratitud
por el bien que me hacéis, debo hacer
todo el mal que un hombre pueda concebir. Es así
como endulza el demonio los pecados, y lo que el cielo
160
denomina vileza, él lo llama necesidad.

FERNANDO
No cambiéis.
Seguid vistiendo vuestros ropajes de melancolía;
que muestren vuestra envidia a los que están por encima de vos,
mas no os esforcéis por estar cerca de ellos.
Eso os valdrá para ganar acceso a aposentos privados,
165
donde podréis, como un lirón sagaz …

BOSOLA
Como he visto a algunos,
que comían en la mesa de su señor, adormilados,
y simulando no escuchar charla alguna. Mas esos bribones
soñaban con degollarle. ¿Cuál es mi puesto?
¿Donde el caballo? Entonces mi corrupción nace
170
del estiércol de un caballo. Vuestra creación soy.

FERNANDO
¡Marchaos!

BOSOLA
Que los hombres honestos, con buenas acciones, ambicionen un buen nombre.
Porque a menudo, un empleo o la riqueza,
es vergonzoso soborno; a fe mía, que veces predica el diablo.

Sale BOSOLA.
Entran el CARDENAL y la DUQUESA.

CARDENAL
175
Hemos de separarnos. Tu propia discreción
deberá ser en adelante tu guía.

FERNANDO
Eres una viuda;
ya has conocido qué es un hombre.
No permitas pues que la juventud, un alto rango, o la elocuencia …

CARDENAL
Que nada que no lleve añadida la honra
180
mueva tu noble sangre.

FERNANDO
¿Casarse? Las que se casan dos veces
son las más lujuriosas.

CARDENAL
¡Qué infamia!

FERNANDO
Sus hígados están más manchados
que las ovejas de Laban.

DUQUESA
Dicen que los diamantes adquieren más valor
por cuantas más manos de joyeros pasan.

FERNANDO
Las rameras, por esa regla, han de ser preciosas.

DUQUESA
¿Vais a escucharme?
185
Nunca me volveré a casar...

CARDENAL
Eso dicen la mayoría de las viudas.
Pero tal intención con frecuencia dura
no más que la vuelta de un reloj de arena. El sermón del funeral
y ella, a una vez acaban.

FERNANDO
Escúchame.
Vives en un rico prado aquí en la corte.
190
Mas hay un tipo de néctar que resulta mortal.
Lleva cuidado, que no envenene tu fama. No seas taimada.
Aquellas cuyos rostros contradicen a sus corazones
son brujas antes de cumplir los veinte años.
Amamantan al diablo.

DUQUESA
Vuestro consejo es terriblemente bueno.

FERNANDO
195
La hipocresía se teje con un hilo muy fino,
más sutil que la red de Vulcano. Créeme,
tus acciones más ocultas, hasta tus más íntimos
pensamientos, verán la luz.

CARDENAL
Puedes darte lisonjas,
y obrar a tu albedrío; casarte en privado
200
bajo las alas de la noche …

FERNANDO
Piensa en ello como el mejor viaje
que jamás hicieras. Como el cangrejo,
el cual camina hacia atrás y cree que progresa
porque camina a su modo. Pero escucha:
que tales bodas, más propiamente se ejecutan,
205
pues no se celebran.

CARDENAL
La noche de bodas
es el ingreso en una prisión.

FERNANDO
Y tales deleites,
esos placeres lascivos, son como sueños profundos,
precursores de la maldad del hombre.

CARDENAL
Adiós.
La sabiduría comienza al final. No lo olvides.

Sale el CARDENAL.

DUQUESA
210
Creo que este discurso ya lo teníais preparado.
Os ha salido redondo.

FERNANDO
Eres mi hermana;
he aquí el puñal de mi padre. ¿Lo ves?
Detestaría verlo enmohecer porque era suyo.
Quiero que abandones estos costosos devaneos,
215
pues viseras y máscaras son recámaras de secretos,
que para nada bueno se construyeron. Adiós.
A las mujeres les gusta esa cosa que, como la lamprea,
no tiene hueso.

DUQUESA
¡Por vergüenza, sire!

FERNANDO
No,
me refiero a la lengua. La variedad en el cortejo.
220
¿Qué no podrá hacer creer a una mujer un pícaro elegante
con sus relamidos cuentos? Adiós, viuda lasciva.

Sale FERNANDO.

DUQUESA
No me van a hacer mudar. Si todos mis nobles parientes
se interpusieran ante tal boda, de ellos haría
el puente para mis pies. Ante este odio, como los hombres
225
en las grandes batallas, que al intuir el peligro
ejecutan acciones casi imposibles, tal y como he oído
contar a los soldados, así, entre temores y amenazas,
me lanzaré a esta peligrosa empresa.
Que digan las comadres que escogí
230
un marido en abrir y cerrar de ojos. Cariola.
A tu probada discreción he confiado
más que mi vida, mi honra.

CARIOLA
Ambas están a salvo.
Pues yo ocultaré al mundo vuestros secretos
tan cautamente como los que comercian con veneno
235
protegen a sus hijos de él.

DUQUESA
Tu promesa
es bien ingenua y sincera. Te creo.
¿Ha venido Antonio?

CARIOLA
Os espera.

DUQUESA
Vete, tesoro.
Mas sitúate detrás del tapiz,
donde puedas escuchar. Deséame éxito,
240
pues voy a aventurarme en un terreno
donde ni sendero ni pista amistosa hallaré
que me guíe.
CARIOLA se oculta tras el tapiz. Entra ANTONIO.
Os mandé llamar. Sentaos.
Tomad pluma y tinta, y escribid. ¿Estáis listo?

ANTONIO
Sí.

DUQUESA
¿Qué os dije?

ANTONIO
Que escribiera algo.

DUQUESA
245
Ah, ya recuerdo.
Después de estas fiestas y grandes gastos
conviene que, como maridos ahorradores,
averigüemos qué nos queda para el mañana.

ANTONIO
Como plazca a vuestra bella excelencia.

DUQUESA
¿Bella?
250
De veras que os lo agradezco. Gracias a vos, parezco joven.
Habéis hecho vuestras mis preocupaciones.

ANTONIO
Traeré a su señoría
los detalles de ingresos y gastos.

DUQUESA
Vos sois un tesorero honrado, pero erráis,
porque cuando os dije que deseaba averiguar
255
lo que nos queda para el mañana, quise decir
lo que hay para mí allí.

ANTONIO
¿Dónde?

DUQUESA
En el cielo.
Voy a hacer testamento, como es oportuno que hagan
los príncipes, en plenas facultades. Decidme, os ruego,
si acaso no es mejor hacerlo así, sonriente,
260
que con profundos gemidos y terribles miradas cadavéricas,
como si los bienes de los que nos separamos ocasionaran
una violenta locura.

ANTONIO
Es mucho mejor.

DUQUESA
Si tuviera ya un esposo, libre estaría de esta tarea.
Por eso me propongo hacer de vos mi albacea. Decidme,
265
¿qué buena acción debemos recordar primero?

ANTONIO
Comenzad con la primera buena obra con que comenzó el mundo
tras la creación del hombre, el sacramento del matrimonio.
Debierais primero procuraros un marido,
y confiárselo todo.

DUQUESA
¿Todo?

ANTONIO
Sí, todo vuestro noble ser.

DUQUESA
270
¿Cómo? ¿Envuelta en una sábana?

ANTONIO
Más bien entre un par de ellas.

DUQUESA
¡Por todos los santos! ¡Qué extraño testamento!

ANTONIO
Extraño sería
si no hubiera en vos voluntad de casarse de nuevo.

DUQUESA
¿Qué pensáis vos del matrimonio?

ANTONIO
Lo entiendo como aquellos que niegan el purgatorio.
275
Lo sitúan ora en el cielo, ora en el infierno.
No existe un tercer lugar para él.

DUQUESA
¿De qué modo os afecta?

ANTONIO
En mi exilio, dando alimento a mi melancolía,
a menudo razonaba así…

DUQUESA
Os lo ruego, permitidme escucharlo.

ANTONIO
Si un hombre nunca se casa, ni tiene hijos,
280
¿de qué le priva ello? Sólo del mero nombre de padre,
o del tonto placer de ver al bribonzuelo cabalgar
montado en un caballito, o de escucharle parlotear
como un estornino amaestrado.

DUQUESA
Basta, basta. ¿Qué os ocurre?
Tenéis un ojo ensangrentado – usad mi anillo,
285
dicen que es muy eficaz. Es mi anillo de boda,
e hice votos de no separarme de él,
salvo en segundas nupcias.

ANTONIO
Os lo habéis quitado ahora.

DUQUESA
Sí, para socorrer vuestra vista.

ANTONIO
Ciego me habéis dejado.

DUQUESA
¿Por qué?

ANTONIO
290
Porque en este círculo baila un demonio
muy descarado y travieso.

DUQUESA
Expulsadlo.

ANTONIO
¿Cómo?

DUQUESA
Pequeño es el conjuro necesario cuando con vuestro dedo
podéis hacerlo. Así. ¿Os queda bien?

ANTONIO se arrodilla.

ANTONIO
¿Qué habéis dicho?

DUQUESA
Sire,
este hermoso techo vuestro me resulta demasiado bajo,
295
no puedo permanecer derecha bajo él, ni conversar
sin hacerlo más alto. Poneos en pie.
O si os place, mi mano os ayudará. Así.

Le ayuda a levantarse.

ANTONIO
La ambición, señora, es la gran locura del hombre;
no se la ata con cadenas ni se la encierra en cuartos oscuros,
300
sino en hermosas y alegres moradas; se la rodea
con el bullicio de visitantes charlatanes que la tornan
lunática, sin posible curación. No me creáis
tan necio que no intuya hacia donde tienden
vuestros favores. Mas tonto es aquél que,
305
teniendo frío, las manos pone en el fuego
para calentarlas.

DUQUESA
Una vez abierto el camino,
puedes descubrir de qué rico tesoro
te hago dueño.

ANTONIO
¡Oh, yo no soy digno de vos!

DUQUESA
Haces muy mal en venderte.
310
No ocultes tu valía, no hagas como acostumbran
los mercaderes de la ciudad, que se sirven
de sus parcas luces para zafarse
de las malas mercancías. Escúchame,
si quieres saber donde habita un hombre cabal, y no exagero,
315
gira los ojos, contémplate a ti mismo.

ANTONIO
Aunque no hubiera un cielo ni un infierno,
trataría de ser honesto. Largo tiempo he servido a la virtud,
y jamás he aceptado paga de ella.

DUQUESA
Ahora te paga.
Es la desgracia de las que nacemos nobles
que nos vemos forzadas a requerir amores,
320
pues nadie se atreve a cortejarnos. Y así como un tirano
engaña con sus palabras y equívocos, del mismo modo
nos vemos obligadas a expresar nuestras pasiones
mediante acertijos, y en sueños, y a abandonar la senda
de la virtud, la cual nunca existió para aparentar
325
aquello que no es. Ve, ve, jáctate de que me has
hurtado el corazón. En tu pecho lo llevas ahora.
Ojalá multiplique en él tu amor. Estás temblando.
No permitas que el corazón sea un trozo de carne muerta,
con más temor que amor por mí. Ten confianza.
330
¿Qué te aturde? Esto, sire, es carne y hueso,
no la figura tallada en alabastro, arrodillada ante la tumba
de mi esposo. Despierta, hombre, despierta.
Desde ahora abandono toda vana ceremonia
y ante ti me presento como una viuda joven
335
que te pide que seas su esposo; y pues que soy viuda,
no me avergüenzo de ello.

ANTONIO
Que la verdad hable por mí:
seré por siempre el constante santuario
de tu buen nombre.

DUQUESA
Te lo agradezco, mi dulce amor,
y para que no quedes en deuda conmigo
340
por ser mi mayordomo, en tus labios sello
la quitanza. Debieras habérmelo pedido;
con frecuencia he visto a niños que así comían dulces,
con miedo de devorarlos demasiado pronto.

ANTONIO
Pero, ¿y tus hermanos?

DUQUESA
No pienses en ellos.
345
toda discordia fuera de este nuestro círculo
es digna de compasión, y no merece temor.
Mas, si lo supieran, con el tiempo fácilmente
se calmará su tempestad.

ANTONIO
Esas debieran ser mis palabras,
y todas las que has pronunciado, si algo en ellas
350
no hubiese sonado a lisonja.

DUQUESA
De rodillas.

Entra CARIOLA.

ANTONIO
¡Ah!

DUQUESA
No temas, esta mujer es mi confidente.
He oído decir a letrados que un contrato
celebrado en cámara, per verba de presenti, es matrimonio válido.
Que el cielo bendiga este sagrado nudo, que nunca la violencia
355
lo desate.

ANTONIO
Que nuestros dulces afectos, como las esferas,
persistan imperturbadas.

DUQUESA
Llenos de vida, y con su misma dulce música.

ANTONIO
Imitemos pues a las cariñosas palmeras,
360
el mejor emblema de un matrimonio feliz,
que nunca dan fruto si están separadas.

DUQUESA
¿Qué otra obligación impone la Iglesia?

ANTONIO
Que nunca nos traiga Fortuna lance alguno,
sea de gozo o de tristeza, que desuna
365
nuestros firmes deseos.

DUQUESA
¿Acaso construye la Iglesia con más solidez?
Ahora somos marido y mujer, y la Iglesia
debe hacerse eco de ello. Doncella, apártate,
me quedé ciega.

ANTONIO
¿Qué idea es ésta?

DUQUESA
370
Quiero que lleves de la mano tu fortuna
hasta el lecho matrimonial.
(Esto dices tú por mí, pues ya somos los dos uno).
Acostémonos ahora; consideremos
cómo aplacar la ira de mis irascibles hermanos;
375
si te place, como en el cuento de Alejandro y Ludovico,
pongamos una espada desnuda entre nosotros,
que nos mantenga castos. ¡Oh, déjame ocultar mi rubor
en tu pecho, tesoro de todos mis secretos!

CARIOLA
[aparte]
Si en ella impera el espíritu de grandeza o el de mujer,
380
no lo sé, pero da muestras de temible locura.
Me merece gran compasión.

Salen.

Acto II

Escena i

Entran BOSOLA y CASTRUCHIO.

BOSOLA
¿Y decís, pues, que bien quisierais que os tomaran por una eminencia en la corte?

CASTRUCHIO
No tengo mayor ambición.

BOSOLA
Veamos. Vuestra faz es razonablemente buena para ello, ya lo creo; y vuestro gorro deja ver qué par de buenas orejas tenéis. Mas deberéis aprender a anudaros las chorreras de vuestro fajín con más gracia. En un discurso, al final de cada frase, debéis carraspear, unas tres o cuatro veces, o sonaros la nariz hasta que os escueza de nuevo, para recobrar la memoria. Y cuando os nombren juez de causas criminales, colgad al reo si le regaláis una sonrisa, y aseguraos de que se libre de la horca si ponéis gesto hosco y le amenazáis.

CASTRUCHIO
Sería pues un juez festivo.

BOSOLA
No cenéis por las noches, que eso os proporcionará un ingenio admirable.

CASTRUCHIO
Antes bien me dotaría de un buen estómago para pelear. Dicen que los matones jaraneros rara vez comen carne, y que eso les hace tan valientes. Mas, ¿cómo habré de saber si las gentes me toman por una persona eminente?

BOSOLA
Os enseñaré un truco: haced correr la voz de que os estáis muriendo, y si oís al populacho maldecir vuestro nombre, estad seguro de que os consideran uno de los más importantes abogados. Entra una VIEJA DAMA.
¿Venís de maquillaros?

VIEJA DAMA
¿De dónde?

BOSOLA
De daros esos vuestros afeites canallescos. Contemplaros sin pinturas raya en lo milagroso. Estos en vuestro rostro no eran sino surcos profundos y zanjas inmundas, la última frontera. Hubo una dama francesa que padeció la viruela, y se arrancó la piel de la cara para hacerla más llana. De tal guisa, que si antaño recordaba a un rallador de nuez moscada, después semejaba más bien un malogrado erizo.

VIEJA DAMA
¿Y a esto llamáis pinturas?

BOSOLA
No, no. Vos lo llamáis calafatear una vieja nave, para que vuelva a surcar las aguas. Hete ahí una tosca descripción para vuestro modelo.

VIEJA DAMA
Diríase que conocéis muy bien mi alcoba.

BOSOLA
Cabría sospechar que es una tienda de brujería, pues en ella se puede encontrar grasa de sierpes, huevos de culebra, la saliva de judíos y las inmundicias de sus pequeños. Y todo ello, ¡para el rostro! Antes me comería un pichón muerto sacado de debajo de los pies de un apestado, que besaros a una de vosotras cuando hacéis ayuno. Tengo ante mí a dos cuyo pecado de juventud constituye el patrimonio del médico, que le permite reparar su manto con la primavera, y cambiar de cortesana a la llegada del otoño. En verdad que me asombra que no os aborrezcáis a vosotros mismos. Escuchad esta mi reflexión:
¿qué hay en la externa forma del hombre
que le haga digno de ser amado? Creemos ominoso
que natura cree en potro o cordero,
385
cervatillo o cabra, un miembro semejante
al del hombre; y huimos de él por ser un portento.
El hombre siente pánico al ver la deformidad
en otra criatura excepto en sí mismo.
En nuestras propias carnes, aunque sufrimos males
390
que toman su verdadero nombre a partir de las bestias,
como la úlcera o el cochino sarampión,
aunque seamos alimento de piojos y lombrices,
y arrastremos de continuo nuestro cuerpo
putrefacto y muerto, nos deleitamos
395
en ocultarlo tras ricos paños. Nuestros miedos, no,
quiá, nuestro terror, estriba en que el doctor
no nos envíe bajo tierra, y nos haga sanos.
Vuestra esposa está en Roma; a los dos os digo, haced pareja,
y llegaos al balneario de Luca, a recobraros allí de vuestros males.
Salen CASTRUCHIO y la VIEJA DAMA.
400
Tengo otra tarea entre manos. He observado a la Duquesa
enferma algunos días: vomita y tiene el estómago inflamado.
Se le ven los párpados amoratados e hinchados,
las mejillas le han menguando, mas le crecen los costados.
Y, contrario a la costumbre italiana,
405
luce un muy holgado vestido. Algo debe haber en todo ello.
He ideado un ardid que quizás pueda revelarlo,
uno bien bueno. He comprado unos albaricoques,
los primeros que nos trae la primavera.

Entran ANTONIO y DELIO.

DELIO
¿Tanto tiempo hace desde las nupcias?
Me asombras.

ANTONIO
Permíteme sellar tus labios para siempre,
410
porque si creyera que nada más que el viento
pudiera arrancar estas palabras de tus labios, desearía
que no supieras hablar.
[A BOSOLA]
Ah, sire, ¿qué meditáis ahora?
¿Estudiáis cómo llegar a ser un hombre erudito?

BOSOLA
Señor, la opinión erudita no es más que un inmundo sarpullido que se extiende por todo el cuerpo humano. Puesto que la sencillez nos conduce a no hacer el mal, nos lleva hacia la felicidad. La necedad más sutil surge de la más sutil sabiduría. Permitidme ser sencillamente honesto.

ANTONIO
Comprendo vuestro secreto.

BOSOLA
¿Eso pensáis?

ANTONIO
415
Porque no queréis mostraros al mundo
engreído por vuestro empleo, perseveráis
en esta melancolía tan anticuada. Dejadla, dejadla.

BOSOLA
Dadme pues licencia para ser honesto de palabra, con cualquier lisonja. ¿Queréis una confesión? No dirijo mis miras más arriba de donde pueda llegar. Son los dioses los que deben montar en caballos alados, pues una lenta mula, como la de los abogados, adecuada es para mi disposición y mis asuntos. Sabed que cuando la mente de un hombre galopa más rápido que su caballo, bien pronto hace mella la fatiga en ambos.

ANTONIO
Vos queréis mirar hacia el cielo, mas creo
que el demonio, que es señor del aire, os tapa la luz.

BOSOLA
Sire, vos sois personaje de influencia, el mayordomo de la Duquesa. Vuestro primo hermano fue duque. Supongamos que fuerais descendiente del propio rey Pepín, o que vos mismo lo fuerais, ¿qué más da? Buscad el nacimiento de los más grandes ríos del mundo, que no encontraréis más que riachuelos. Algunos hay que creen que las almas de los nobles nacieron con más importante causa que las de los humildes. Pero se engañan, pues la misma mano las guía; las mismas pasiones las mueven. La misma razón que mueve al párroco a acudir al tribunal por un insignificante diezmo y así arruinar a sus vecinos, les lleva a saquear una región entera y destruir hermosas ciudades con el cañón.

Entran la DUQUESA, la VIEJA DAMA, otras DAMAS.

DUQUESA
420
Vuestro brazo, Antonio. ¿No estoy engordando?
Si hasta me cuesta respirar. Bosola, quisiera
que me proporcionaseis una litera,
una tal como la que trajo a la Duquesa de Florencia.

BOSOLA
La señora duquesa empleó una cuando estaba encinta.

DUQUESA
425
Eso creo. Ven aquí. Arréglame la gorguera
de este lado. ¡Pero bueno! Qué mujer tan lenta…
Además, hueles a corteza de limón. ¡Acaba de una vez!
Me desmayaré bajo sus dedos…¡Me molesta
tanto este mal de madre!

BOSOLA
[aparte]
Mucho me temo que eso sea.

DUQUESA
430
Os he oído decir que los cortesanos franceses
lucen sus sombreros delante del rey.

ANTONIO
Así es. Lo he visto.

DUQUESA
¿En la sala de audiencias?

ANTONIO
Sí.

DUQUESA
¿Por qué no adoptamos esa costumbre?
Es más ceremonia que deber; sólo consiste
435
en quitarse una prenda de fieltro.
Sed vos ejemplo para el resto de la corte:
poneos el sombrero.

ANTONIO
Debéis perdonarme,
pues he visto, en países más fríos que Francia,
nobles que aparecían descubiertos ante el rey; tal distinción,
440
a mi parecer, demostraba reverencia.

BOSOLA
Tengo un regalo para su excelencia.

DUQUESA
¿Para mí, sire?

BOSOLA
Albaricoques, mi señora.

DUQUESA
¿Dónde están?
No sabía que los hubiera ya este año.

BOSOLA
[aparte] Ajá, se le suben los colores.

DUQUESA
En verdad os lo agradezco. Tienen un aspecto estupendo.
445
¡Qué poca maña tiene nuestro jardinero!
No tendremos ni siquiera uno este mes.

BOSOLA
¿No los pela su excelencia?

DUQUESA
No, no. Tienen sabor a moscatel. De verdad.

BOSOLA
No lo sé. Mas quisiera que su excelencia los hubiera pelado.

DUQUESA
450
¿Por qué?

BOSOLA
Olvidé deciros que el bribón del jardinero,
a fin de sacarles más pronto el beneficio,
los madura en excremento de caballo.

DUQUESA
Ah, bromeáis.
[A ANTONIO]
Juzgad vos, os lo ruego. Probadlo.

ANTONIO
En verdad, señora,
que no me gusta la fruta.

DUQUESA
Sire, ¿acaso no queréis
455
privarnos de los mejores bocados? Esta es fruta delicada,
y dicen que fortalece el cuerpo.

BOSOLA
Es todo un arte,
éste de injertar.

DUQUESA
Lo es. Es mejorar la naturaleza.

BOSOLA
Lograr una reineta de un manzano borde,
o ciruelas de un endrino.
[aparte]
¡Con qué voracidad los come!
460
¡Ah, si un torbellino arrancara esas obscenas enaguas!
Si no fuera por ellas y ese holgado vestido,
habría ya descubierto palpablemente
al mozalbete que hace cabriolas en su vientre.

DUQUESA
Os doy las gracias, Bosola. Ciertamente serían muy buenos
465
si no me causaran mareos.

ANTONIO
¿Qué os ocurre, señora?

DUQUESA
Es esta fruta, está verde. No me sienta bien.
¡Ay! ¡Cómo me hincha!

BOSOLA
[aparte]
Bien hinchada estás ya.

DUQUESA
Oh, siento un sudor muy frío.

BOSOLA
Mucho lo lamento.

Sale.

DUQUESA
¡Llevad luces a mis aposentos! Mi buen Antonio,
470
temo estar perdida.

Sale.

DELIO
¡Traed luces! ¡Luces!

ANTONIO
Mi buen y fiel Delio, estamos perdidos.
Me temo que ha empezado el parto; ya no hay tiempo
para alejarla.

DELIO
¿Has dispuesto
que esas damas la atiendan? ¿Y procurado
475
el secreto salvoconducto para la comadrona
que la Duquesa convino?

ANTONIO
Así es.

DELIO
Aprovecha la oportunidad que se ha creado:
extiende el rumor de que Bosola la envenenó
con esos albaricoques. De tal modo que haya un pretexto
480
para mantenerla oculta.

ANTONIO
De ningún modo. Los médicos
acudirían a ella en bandada.

DELIO
Para que puedas disimular,
di que ella ha empleado su propio antídoto;
de ese modo, los médicos no la envenenarán otra vez.

ANTONIO
Estoy aturdido con mi propio pánico. No sé qué pensar.

Salen.

Escena ii

Entran BOSOLA y la VIEJA DAMA.

BOSOLA
No cabe duda de que su malhumor y la voracidad con que comió los albaricoques son señales inequívocas de su estado. ¿Qué dices?

VIEJA DAMA
Llevo mucha premura, sire.

BOSOLA
Érase una vez una criada que tenía unos enormes deseos de ver la fábrica del vidrio...

VIEJA DAMA
Os lo ruego, dejadme ir.

BOSOLA
Pero era tan sólo para averiguar cuál era el extraño artilugio que hinchaba el vidrio hasta modelarlo como el vientre de una mujer.

VIEJA DAMA
¡No me habléis más de la fábrica del vidrio! Siempre andáis insultando a las mujeres.

BOSOLA
¿Quién, yo? Quiá, sólo hago mención, muy de vez en cuando, de vuestras flaquezas. El naranjo da fruta verde y madura, y florece, y todo ello a un tiempo. Algunas de vosotras proporcionáis entretenimiento por puro amor; pero las más, lo hacéis por alguna rica recompensa. La primavera huele bien en su lozanía, mas es el sabor del lánguido otoño el que nos gusta. Si los hombres disponemos de los mismos chaparrones dorados que caían en los tiempos de Júpiter el del trueno, las mujeres seguís siendo las mismas Dánaes, y abrís el regazo para recibirlos. Dime, ¿nunca has estudiado matemáticas?

VIEJA DAMA
¿Qué es eso, sire?

BOSOLA
Es un truco: es hacer que muchas líneas se junten en un solo punto. Vete, vete, mas dales a tus niñas un buen consejo. Diles que el demonio la goza colgándose de la faja de una mujer, tal si fuera un falso reloj herrumbroso, para que no pueda discernir cómo pasa el tiempo.

Sale la VIEJA DAMA. Entran ANTONIO, DELIO, RODRIGO y GRISOLÁN.

ANTONIO
485
¡Cerrad las puertas de palacio!

RODRIGO
¿Cómo, sire? ¿Qué peligro corremos?

ANTONIO
¡Cerrad las puertas traseras al instante! Y haced venir
a todos los oficiales de la corte.

GRISOLÁN
Lo haré al instante.

Sale GRISOLÁN.

ANTONIO
¿Quién guarda la llave de la puerta del patio?

RODRIGO
Forobosco.

ANTONIO
Haced que la traiga presto.

Sale RODRIGO.
Entran CRIADOS, GRISOLÁN, RODRIGO.

CRIADO 1º
490
¡Oh, nobles caballeros, traición, perfidia!

BOSOLA
[aparte]
¿Y si los albaricoques estuvieran envenados,
sin yo saberlo?

CRIADO 1º
Acaban de apresar
a un suizo en la alcoba de la Duquesa.

CRIADO 2º
¿Un suizo?

CRIADO 1º
495
Con un pistolón en los calzones.

BOSOLA
¡Ja, ja, ja!

CRIADO 1º
Los calzones le servían de funda.

CRIADO 2º
¡Qué astuto traidor!
¿Quién hubiera mirado en los calzones?

CRIADO 1º
Bien cierto… si se hubiera alejado de los aposentos de las damas. Todos los moldes de sus botones eran balas de plomo.

CRIADO 2º
¡Qué perverso animal! ¡Con que un trabuco en los calzones!

CRIADO 1º
A fe mía, que ha sido una conjura a la francesa.

CRIADO 2º
Por ver lo que el diablo es capaz de hacer.

ANTONIO
¿Están aquí todos los oficiales?

CRIADOS
Sí.

ANTONIO
Caballeros,
Ya sabéis la fortuna que hemos perdido; mas esta noche
500
han sido joyas, por valor de cuatro mil ducados,
las que han desaparecido del joyero de la duquesa.
¿Están las puertas cerradas?

CRIADO 1º
Sí.

ANTONIO
Es voluntad de la duquesa
que todos los oficiales se encierren en sus aposentos
hasta que amanezca. Ella desea que envíen las llaves
505
de todos sus cofres y de las puertas de salida
a su alcoba. Está muy molesta.

RODRIGO
Estamos a su servicio.

ANTONIO
Ella os ruega que no lo toméis a mal. Los inocentes
recibirán mayor encomio por ello.

BOSOLA
Caballero leñador, ¿dónde está ahora tu suizo?

CRIADO 1º
Doy fe de que uno de los pinches me informó de ello verazmente.

Salen BOSOLA, RODRIGO, GRISOLÁN y CRIADOS.

DELIO
510
¿Cómo está la duquesa?

ANTONIO
Sufre
la peor de las torturas, con dolor y temor.

DELIO
Hazle llegar mi más propicio consuelo.

ANTONIO
¡Cuán neciamente juego con el peligro!
Esta misma noche, amigo mío, partirás a Roma;
515
mi vida depende de tus servicios.

DELIO
No dudes de mí.

ANTONIO
Lejos está la duda de mí. Pero el miedo me hace ver cosas,
que semejan el peligro.

DELIO
Créeme,
no son sino las sombras de tus temores, nada más.
¡Cuán supersticiosos somos de lo maligno!
520
Echar la sal, o el salto de una liebre,
o sangrar por la nariz, el tropezón del caballo,
el canto del grillo, todos tienen fuerza suficiente
como para amedrentar al hombre que llevamos dentro. Adiós.
Te deseo todo el júbilo de un padre afortunado.
525
Confía en mí: guarda esto que te digo en el corazón.
Como con una espada, cuanto más viejo un amigo, más fe le has de tener.

Sale DELIO.
Entra CARIOLA con un niño en brazos.

CARIOLA
Señor, sois el feliz padre de un niño.
Vuestra esposa os lo encomienda.

ANTONIO
¡Bendito consuelo!
Por el amor de Dios, cuidad bien de ella. Al instante
530
prepararé el horóscopo de su nacimiento.

Salen.

Escena iii

Entra BOSOLA con un farol cubierto.

BOSOLA
Seguro estoy de haber oído gritar a una mujer. ¡Ajá, otra vez!
Y procedía, si no me equivoco, de los aposentos
de la Duquesa. Es un ardid, bien cierto es,
el encierro de todos los oficiales
535
en sus compartimentos. Debo averiguarlo,
o mis pesquisas no tendrán progreso. ¡Ah! ¡Otra vez más!
Puede que sea el pájaro melancólico,
el amigo del silencio y de la soledad,
el búho, el que así chilla. ¿Eh? ¿Antonio?

Entra ANTONIO con una vela en la mano y la espada desenfundada.

ANTONIO
540
He oído un ruido. ¿Quién va? ¿Quién sois? Hablad.

BOSOLA
¡Antonio! Apartad de vuestro rostro y cuerpo
el forzado gesto del temor.
Soy Bosola; vuestro amigo.

ANTONIO
¡Bosola!
[aparte]
Este topo va levantando el terreno que yo piso. ¿No habéis oído
545
un ruido hace un momento?

BOSOLA
¿Dónde?

ANTONIO
En los aposentos
de la Duquesa.

BOSOLA
No. ¿Acaso vos…?

ANTONIO
Sí. Tal vez lo soñé.

BOSOLA
Vayamos hacia allí.

ANTONIO
No. Pudo ser, quizá,
el murmullo del viento.

BOSOLA
Muy probable.
Diría yo que hace frío, y sin embargo, estáis sudando.
550
Vuestro semblante está alterado.

ANTONIO
He estado calculando
el valor de las joyas de la Duquesa.

BOSOLA
¿Sí? ¿Y qué valor
les concedéis?¿Algo primordial?

ANTONIO
¿Qué os importa a vos?
Antes bien, cabe preguntaros qué designios,
cuando todos los hombres debieran yacer en sus lechos,
555
hacen de vos un merodeador nocturno.

BOSOLA
En verdad, os diré
que ahora que duerme la corte, creo que el demonio
menos se acerca hasta aquí. Vine a rezar mis plegarias.
Mas si ello os ofende, esto es lo que hago.
Vos sois un buen cortesano.

ANTONIO
[aparte]
Este hombre va a ser mi perdición.
560
Le regalasteis a la Duquesa unos albaricoques.
Rogad al cielo que no estuvieran envenenados.

BOSOLA
¿Envenenados? Tomad ésta,
por vuestra acusación.

ANTONIO
Los traidores se confían
hasta que se les descubre. También han robado ciertas joyas,
y es mi opinión que nadie es más sospechoso
565
que vos mismo.

BOSOLA
Sois un falaz mayordomo.

ANTONIO
¡Esclavo ruin! ¡Os arrancaré esa sucia lengua!

BOSOLA
Mi ruina puede ser causa de vuestra perdición.

ANTONIO
Sois una sierpe insolente.

BOSOLA
Os mantenéis frío, aun mostrando los colmillos.

ANTONIO
570
Bien sabéis calumniar.

BOSOLA
Mandad hacer una copia,
que yo la firmaré, de puño y letra.

ANTONIO
Me sangra la nariz.
Si fuera supersticioso, diría que se trata de algo
ominoso. Mas ocurre por casualidad.
Dos letras bordadas, las iniciales de mi nombre,
575
cubiertas de sangre.
Un simple accidente. En cuanto a vos, señor, voy a dar órdenes.
Al alba estaréis bajo custodia.
[aparte]
Con esto excusaré
a la Duquesa. No atraveséis esta puerta.
580
No creo oportuno que os acerquéis
a los aposentos de la Duquesa, hasta que estéis exculpado.
[aparte]
Los nobles son como los humildes; es más, son iguales,
cuando por medios vergonzosos intentan evitar la vergüenza.

Sale.

BOSOLA
Antonio ha dejado caer un papel por aquí.
585
Préstame tu luz, farol amigo. Ajá, aquí está.
¿Qué es esto? ¡Las cuentas de un nacimiento!
La Duquesa dio a luz a un varón, entre las doce y la una de la noche. Anno Dominis 1504” (este mismo año), “decimo nono decembris” (¡esta noche!), “medido en conformidad con el meridiano de Amalfi”. (¡Nuestra propia duquesa! ¡Feliz descubrimiento!). “El señor de la primera casa, con su ascendiente en eclipse, da a entender una corta vida. Marte está en signo humano, unido a la cola del dragón, en la octava casa; amenaza, pues, una muerte violenta. Caetera non scrutantur”.
Ah, es algo evidente. Este es el rufián
que esconde a la Duquesa. Mis deseos se cumplen.
Esta es la causa por la cual
590
encerraron a los nobles cortesanos. Y es ahora necesario
que yo sea incriminado con la pretensión
de haberla envenenado. Lo soportaré, y me reiré de ello.
Y si se pudiera descubrir al padre… mas el tiempo
lo revelará. El viejo Castruchio parte
595
al alba hacia Roma. Enviaré con él
una misiva, que hará que a sus hermanos les revienten
los hígados de tanta hiel. Afortunado hallazgo éste.
Aunque la lujuria se esconda tras guisa extraña,
es con frecuencia ingeniosa, mas jamás resulta sabia.

Sale.

Escena iv

Entran el CARDENAL y JULIA.

CARDENAL
600
Siéntate. Tú eres el mejor de mis deseos. Dime,
¿qué treta concebiste para acudir a Roma
sin tu marido?

JULIA
Oh, Eminencia, le dije
que venía a ver a un viejo anacoreta que aquí vive,
por pura devoción.

CARDENAL
Eres muy ingeniosa para engañar;
605
engañarle a él, quiero decir.

JULIA
Me tenéis dominada,
más allá de mis más profundos pensamientos, y no quisiera
descubrir que sois inconstante.

CARDENAL
No te sometas
tú misma a tal tortura, que surge
de tu propia culpa.

JULIA
¿Qué decís, mi señor?

CARDENAL
Tú temes
610
mi constancia, porque tú misma aceptas
esas frívolas y alocadas maneras.

JULIA
¿Las habíais observado antes?

CARDENAL
Así es. Siempre en las mujeres.
Antes debiera un hombre esforzarse en moldear
el vidrio que en fijar vuestra conducta.

JULIA
¿Y entonces, Eminencia?

CARDENAL
615
Debiéramos pedir en préstamo la fantástica lente
que inventó Galileo, el florentino,
para observar aquel otro vasto mundo, el de la luna,
para tratar de encontrar una mujer fiel allí.

JULIA
Decís muy bien, Eminencia.

CARDENAL
¿Por qué lloras?
620
¿Te justificas con tus lágrimas? Esas mismas lágrimas
caerán sobre el pecho de tu marido,
mientras le prometes, con voz solemne, que le amas
más que a nada en el mundo. Ven conmigo, yo te amaré
con sapiencia, esto es, con celo, pues no me cabe duda:
625
de mí no puedes hacer un cornudo.

JULIA
Volveré a casa,
con mi marido.

CARDENAL
Dame las gracias, mujer,
pues te he bajado de esa tu altiva melancolía.
Te he sostenido en mi puño, y mostrado una presa,
para que la caces. Venga, dame un beso.
630
Cuando estabas con tu marido, te vigilaban
como a un elefante amaestrado. Debes estarme agradecida.
De él sólo recibiste besos, y caros manjares,
¿mas qué gozo hay en ello? Era, por así decirlo, como aquel
que sabe tocar algo en el laúd,
635
pero no sabe afinarlo. Sé agradecida.

JULIA
Vos me hablasteis de un lastimoso dolor en vuestro corazón,
de vuestro hígado enfermo, al cortejarme.
Hablabais como un desvalido.

CARDENAL
¿Quién va?
[Entra un SIRVIENTE.]
Sigue siendo constante, que mi afecto por ti,
640
es más rápido que el relámpago.

SIRVIENTE
Señora, un caballero
que trae el correo desde Amalfi desea veros.

CARDENAL
Hazle pasar. Yo me retiraré.

Sale el CARDENAL.

SIRVIENTE
Dice
que vuestro marido, el viejo Castruchio, ha llegado a Roma,
lastimosamente cansado de cabalgar con el correo.

Sale el SIRVIENTE. Entra DELIO.

JULIA
645
¡Signor Delio!
[aparte]
Uno de mis antiguos pretendientes…

DELIO
He sido osado al acudir a veros.

JULIA
Sois muy bienvenido.

DELIO
¿Os alojáis aquí?

JULIA
Vuestra propia experiencia, con seguridad,
os satisfará de que no es así. Nuestros prelados en Roma
650
no proporcionan alojamiento a señoras.

DELIO
Tanto mejor.
No os traigo saludo alguno de vuestro marido,
pues ninguno recibí de él.

JULIA
Me han dicho que ha llegado a Roma.

DELIO
Nunca he visto a hombre y bestia, corcel y jinete,
tan hastiados el uno del otro. Si él tuviera buenos lomos,
655
hubiera preferido llevar en ellos a su montura,
tan grande era el dolor que le causaba la llaga.

JULIA
Vuestras burlas
son mi aflicción.

DELIO
Señora, no sé si por ventura
os hará falta dinero, mas un poco os he traído.

JULIA
¿De mi marido?

DELIO
No, es el mío propio.

JULIA
660
Quisiera saber vuestras condiciones, antes que me obliguéis a tomarlo.

DELIO
Observadlo, es oro. ¿No os gusta su color?

JULIA
Tengo yo un pájaro más hermoso.

DELIO
Escuchad cómo suena.

JULIA
Una cuerda de laúd sonaría harto mejor.
No tiene tanto aroma como la canela o la algalia.
665
Tampoco es medicina, aunque necios doctores hay
que nos aconsejan guisarlo en caldos. Os digo
que esta criatura la engendra …

Entra el SIRVIENTE.

SIRVIENTE
Ha llegado vuestro marido,
y ha entregado una carta al Duque de Calabria,
la cual, según creo, le ha hecho enfurecer.

Sale el SIRVIENTE.

JULIA
670
Sire, ya habéis oído.
Os lo ruego, decidme, qué asunto y qué proposición traéis
con la mayor brevedad.

DELIO
Seré escueto. Quisiera que vos,
que en estos momentos no convivís
con vuestro marido, fuerais mi amante.

JULIA
675
Señor, le preguntaré a mi marido si hubiera de serlo,
y volveré presta con una contestación.

Sale JULIA.

DELIO
¡Qué bueno!
¿Me habló su ingenio, o fue su honra?
Escuché que el Duque estaba muy alterado
por una misiva procedente de Amalfi. Temo
680
que Antonio haya sido traicionado. ¡Qué temible
parece ahora su ambición! ¡Oh infortunio de Fortuna!
Cruzan vorágines, evitando profundas pesadumbres,
quienes las consecuencias sopesan antes de perpetrar sus actos.

Sale.

Escena v

Entran el CARDENAL, y FERNANDO con una carta en las manos.

FERNANDO
Esta noche he arrancado una mandrágora.

CARDENAL
¿Qué dices?

FERNANDO
685
Y me ha enloquecido.

CARDENAL
¿Qué te augura?

FERNANDO
Lee esta carta. Nuestra hermana, una perdida libertina,
convertida en ramera de gran fama.

CARDENAL
Baja la voz.

FERNANDO
¿He de callar?
Canallas habrá que no lo susurren, y querrán divulgarlo,
como hacen los criados con la generosidad de sus amos,
690
en voz bien alta; y con mirada codiciosa e indagadora,
observan a quienes les atienden. Oh, que la perdición la alcance.
Se ha servido de los más taimados rufianes en sus propósitos,
y ha gozado de los más seguros medios para la lujuria
que las mismas guarniciones que le sirven.

CARDENAL
¿Será posible?
695
¡No puede ser cierto!

FERNANDO
¡Ruibarbo! ¡Oh, traedme ruibarbo!
Sólo así podré purgar esta cólera. Maldito sea este día,
que queda grabado en mi memoria. No lo olvidaré
hasta hacer de su corazón sangrante una esponja
con que borrar su recuerdo.

CARDENAL
¿Por qué conviertes tu enfado
700
en airada tempestad?

FERNANDO
Ojalá fuera yo tal,
para zarandear su palacio violentamente,
arrancar de cuajo sus bosques, arrasar sus prados,
y dejar todas sus tierras hechas una inmundicia,
tal y como ella ha hecho con su honra.

CARDENAL
¡Nuestra sangre!
705
¡La sangre de los reyes de Aragón y Castilla,
así mancillada!

FERNANDO
Hay que aplicar un remedio desesperado.
No empleemos bálsamos ahora, sino el fuego,
y el dolor de las sangrías. Ese es el remedio para purgar
una sangre infecta, su sangre. De mis ojos mana
710
una suerte de piedad. La secaré con mi pañuelo. Ya está:
éste es el legado que yo dejo a su bastardo.

CARDENAL
¿Para qué?

FERNANDO
Para que haga tersas vendas para las heridas de su madre,
cuando la haya descuartizado.

CARDENAL
Oh, criatura maldita.
Natura es injusta, pues coloca el corazón de la mujer
715
más cercano al costado siniestro.

FERNANDO
Necios son los hombres
que confían su honra a una barca
hecha de tan frágil y débil enea como es mujer,
que es tan propensa a hundirla.

CARDENAL
La ignorancia no sabe manejar la honra
720
tras haberla obtenido.

FERNANDO
La imagino riéndose.
¡Como una hiena! Dime algo, pronto,
o mi imaginación me llevará al punto
de verla en el vergonzoso acto del pecado.

CARDENAL
¿Con quién?

FERNANDO
725
Pudiera ser con un musculoso barquero de piernas robustas,
o con uno de la leñera, que sabe darle bien al mazo,
o echar la tranca, o quizá con algún amoroso escudero
que le suba el carbón a sus aposentos privados.

CARDENAL
¡Desvarías! ¡Es un desatino!

FERNANDO
¡No, señora!
730
No será tu leche de ramera sino tu sangre de furcia
la que apague las llamas de mi ira.

CARDENAL
¿Dónde te llevará tanta ira? Te arrastrará
como a los hombres que, presos del conjuro de brujas,
vuelan en violentos remolinos por el aire. Tus airadas palabras
735
semejan la conversación a gritos de uno sordo,
que habla en voz alta porque piensa que los demás
comparten su defecto.

FERNANDO
¿Acaso no te sientes, como yo,
paralizado?

CARDENAL
Sí. Puedo sentir enfado,
mas sin arrebatos. Nada hay en natura
740
que muestre a un hombre tan deformado, tan bestial,
como la ira inmoderada. Reprímete.
Toma como ejemplo a hombres diversos que jamás
manifestaron deseos de descanso sino mediante la pelea,
con mucha molestia. Basta. Recobra la armonía.

FERNANDO
745
Sólo estudiaré, pues, cómo aparentar ser
aquello que no soy. Ahora mismo podría matarla,
en ti, o en mi misma persona, porque creo
que su pecado es el nuestro; el cielo se venga de nosotros
con ella.

CARDENAL
¡Has enloquecido!

FERNANDO
Oh, quisiera que sus cuerpos
750
ardieran en un pozo de carbón, que yo cerraría el respiradero
para que sus malditas cenizas no ascendieran al cielo.
O empaparía las sábanas en las que duermen con brea
o azufre, los envolvería en ellas y les prendería fuego;
en todo caso, haría hervir a ese bastardo en un caldo,
755
que le daría de beber al lujurioso padre para refrescar
el pecado que lleva en las espaldas.

CARDENAL
Me voy.

FERNANDO
Ya he terminado.
Seguro estoy de que, si hubiera sido condenado a los infiernos,
al haber sabido esto, un sudor frío hubiera sentido.
Entra, ve tú delante. Yo iré a dormir.
760
Nada haré hasta averiguar quién monta a mi hermana.
Cuando lo sepa, encontraré escorpiones para atarlos
a mi látigo. A ella la pondré en la total oscuridad.

Salen.

Acto III

Escena i

[Entran ANTONIO y DELIO]

ANTONIO
Noble amigo nuestro, mi muy querido Delio,
Llevas mucho tiempo ausente de la corte.
765
¿Llegaste con el séquito del Lord Fernando?

DELIO
Así es. Dime, ¿cómo está tu noble Duquesa?

ANTONIO
Por fortuna, muy bien. Da excelente alimento
a su linaje. Desde la última vez que la viste
ha tenido dos hijos más, un niño y una niña.

DELIO
770
¡Parece que fue ayer! Mas déjame que cierre los ojos;
Sin observar tu rostro, diría que te veo algo
más magro. Y en verdad que creo estar soñando,
si esto no ha acontecido en la última media hora.

ANTONIO
Delio, amigo mío, tú no has estado ante juzgados,
775
ni en prisión, ni has puesto una demanda ante magistratura;
tampoco te han suplicado la reposición en su puesto de algún grande,
ni te ha importunado una vieja esposa. Esas son cosas que hacen
que el tiempo pase rápido, casi sentirlo.

DELIO
Te ruego, amigo,
me digas si estas noticias han llegado a oídos
780
del Cardenal.

ANTONIO
Temo que así haya sido.
El Duque Fernando, que ha poco llegó a la corte,
se comporta de un modo harto peligroso.

DELIO
¿Peligroso?

ANTONIO
Está callado, y aparenta dormir como en mitad
de una tempestad, cual lirón en el largo invierno.
785
Dicen que las casas encantadas son las más silenciosas,
hasta que en ellas el diablo se levanta.

DELIO
¿Qué dice la gente?

ANTONIO
La chusma lo dice sin rodeos:
que es una furcia.

DELIO
Y los altos estamentos,
que debieran mostrar cierto tacto, ¿qué consideran?

ANTONIO
790
Me acusan de haber logrado reunir grandes riquezas
de modo siniestro, y suponen todos que la Duquesa
lo enmendaría si pudiese. Es sabido que los grandes príncipes,
aunque envidien a sus oficiales por tener al alcance
tan grandes e ilimitados medios para obtener riquezas
795
bajo su protección, no se quejan,
porque así no se le hacen tan odiosos
al pueblo llano. Aunque otro vínculo,
sea de amor o matrimonio, entre ella y yo,
no alcanzan a imaginar.

[Entran FERNANDO, la DUQUESA y BOSOLA]

DELIO
El Duque se retira.

FERNANDO
800
Al momento iré a acostarme.
Estoy muy fatigado. Tengo apalabrado
un marido para vos.

DUQUESA
¿Para mí, sire? ¿Quién es él, os lo ruego?

FERNANDO
El noble Conde de Malateste.

DUQUESA
¡Que le cuelguen!
805
¿Un conde? No es más que un palillo de golosina.
Si hasta se puede ver a través suyo. Cuando escoja un marido,
me casaré para merecer vuestra honra.

FERNANDO
Bien haríais con ello. ¿Cómo estáis, muy digno Antonio?

DUQUESA
Señor, he de hablar con vos en privado.
810
Se ha extendido un escandaloso chisme
acerca de mi honra.

FERNANDO
Permitidme que haga oídos sordos.
Es un pasquín, una calumnia cortesana,
un cotilleo inmundo. Los palacios reales rara vez
se libran de ellos. Mas digamos que fuese cierto:
815
dejémoslo en vuestro regazo. Mi amor, genuino como es,
lo excusaría, lo eliminaría con firmeza, negaría incluso vuestras
faltas, aunque fuesen manifiestas. No temáis; quedáis a salvo
en vuestra inocencia.

DUQUESA
¡Oh bendito consuelo!
Se ha purgado este aire tan nefasto.

[Salen la DUQUESA, ANTONIO y DELIO]

FERNANDO
Con su culpa
820
va pisando los surcos calientes que levanta. Ah, Bosola,
¿prosperas en nuestro espionaje?

BOSOLA
Sí y no, milord.
Se rumorea que ya ha tenido tres bastardos,
mas de quién, sólo podremos leerlo en las estrellas.

FERNANDO
Los hay
que piensan que todo está escrito en ellas.

BOSOLA
825
Ah, si tuviésemos lentes para leerlas…
Tengo sospechas de que han empleado brujería
con la Duquesa.

FERNANDO
¡Brujería! ¿Con qué propósito?

BOSOLA
Para enamorarla de algún hombre sin mérito alguno,
alguien de quien ella se avergüenza.

FERNANDO
¿Acaso tu fe
830
es tan poca que crees en el poder de pócimas y encantamientos
para hacernos amar, con voluntad o sin ella?

BOSOLA
Muy cierto es.

FERNANDO
¡Bah! No son sino engañabobos, cuentos horribles
que inventan charlatanes y embaucadores
835
para engañarnos. ¿Creéis que hierbas o encantos
pueden hacer mudarnos la voluntad? Algunos doctores necios,
lo han intentado; mas sus ingredientes
eran potentes venenos, con tanta fuerza
que enloquecían a los pacientes. El hechicero jura al instante
840
que, por su equívoco, están enamorados.
La brujería está en su propia y fétida sangre. Esta misma noche
la obligaré a confesar. Me dijiste que ibas a conseguir,
dos días hace de ello, la llave maestra
de sus aposentos.

BOSOLA
Aquí está.

FERNANDO
Cumples mis deseos.

BOSOLA
845
¿Cuál es vuestra intención?

FERNANDO
¿No la sabes?

BOSOLA
No.

FERNANDO
No preguntes, pues.
Aquel que sea mi brújula, y sepa de mis propósitos,
podrá decir que le ha puesto un cinto al mundo,
y ha sondeado todos sus puntos peligrosos.

BOSOLA
No es esa
850
mi opinión.

FERNANDO
Dime, pues, ¿qué piensas?

BOSOLA
Que vos mismo escribís la crónica. Vuestra vanidad
es desmesurada.

FERNANDO
Dame tu mano. Así te lo agradezco.
Nunca di retribución sino a aduladores,
855
hasta que te puse a mi servicio. Adiós.
Amigo es aquel que no se guarda para sí
los defectos de su amo noble, y así previene su ruina.

[Salen.]

Escena ii

[Entran la DUQUESA, ANTONIO y CARIOLA.]

DUQUESA
Tráeme el joyero y el espejo.
Milord, esta noche no obtendrás alojamiento aquí.

ANTONIO
860
Entonces tendré que convencerte.

DUQUESA
¡Qué bien!
Es de esperar que con el tiempo sea costumbre
que los hombres sean más humildes, y de rodillas,
imploren compartir el lecho de sus esposas.

ANTONIO
Mi sitio está aquí.

DUQUESA
¿De verdad? Si tú eres el maestro de ceremonias.

ANTONIO
865
Muy cierto es, pues aquí sólo gobierno de noche.

DUQUESA
Dime, ¿qué harás conmigo?

ANTONIO
Dormiré contigo.

DUQUESA
¿Y qué placer encuentran dos amantes en el sueño?

CARIOLA
Milord, a veces duermo junto a ella, y sé muy bien
que os desvelará.

ANTONIO
¿Lo ves? Hay quejas sobre ti.

CARIOLA
870
Ocupa toda la cama.

ANTONIO
Tanto más me gustará.

CARIOLA
Sire, ¿puedo preguntaros algo?

ANTONIO
Decid, Cariola.

CARIOLA
¿Por qué seguís madrugando cuando dormís
875
con mi señora?

ANTONIO
Los hombres que trabajan,
Cariola, miran el reloj continuamente,
y sólo se alegran cuando acaban sus tareas.

DUQUESA
Ven que te cierre la boca.

[Le besa.]

ANTONIO
¿Sólo uno? Venus contaba con dos palomas
que tiraban de su carroza. Tendrás que darme otro.
[Se besan.]
880
Y tú, Cariola, ¿cuándo piensas casarte?

CARIOLA
Nunca, milord.

ANTONIO
¡Qué vergüenza, toda la vida soltera! Abandona esa idea.
Leemos que Dafne, la perversa, por escapar,
se transformó en un laurel baldío. Siringe fue convertida
en un pálido junco, hueco en su interior. Anaxárete volvióse
885
frío mármol. Mas las musas que contrajeron nupcias
o mostraron comprensión por sus amigos, por divino efecto
fueron transformadas en olivos, granados y moreras.
Se convirtieron en flores, preciosas gemas o estrellas
del firmamento.

CARIOLA
Eso es sólo poesía. Decidme,
890
si mis pretendientes fuesen la sabiduría, la riqueza y la belleza,
encarnadas en tres hombres distintos, ¿cuál habría de escoger?

ANTONIO
Es difícil de saber. Ese fue el caso del noble Paris,
mas él quedó cegado, y por una buena razón.
Pues, ¿cómo hubiera de juzgar bien, teniendo a la vista
895
a tres amorosas diosas, y además desnudas?
El más estricto consejero de Europa
hubiera quedado sumido en la confusión
ante tales ejemplos. Mas ahora que observo
vuestros bien tallados rostros, me viene una pregunta
900
a la cabeza, que os ruego me contestéis.

CARIOLA
¿Cuál es?

ANTONIO
Me pregunto porqué las damas poco favorecidas
mantienen criadas que son menos hermosas que ellas
a su servicio, y no soportan a las hermosas.

DUQUESA
Fácil respuesta tiene tal pregunta.
905
¿Sabes de algún pésimo pintor que quiera
tener en su estudio junto al de un excelente
retratista? Sus retratos no lograrían prestigio,
y ello supondría su ruina. Ay,
nunca hemos sido más felices que ahora. Oh, tengo un nudo en el cabello.

ANTONIO
910
[aparte a CARIOLA]
Te ruego, Cariola, que nos retiremos
de los aposentos, y la dejemos hablar a solas.
Muchas veces le he pasado esta chanza,
que la ha enfurecido en extremo. Pero me deleita. En silencio, Cariola.

[Salen ANTONIO y CARIOLA.]

DUQUESA
¿No empieza mi pelo a mudar su color?
915
Cuando se vuelva canoso, toda la corte
habrá de empolvar el suyo con lirio para que esté como el mío.
Causa tienes para amarme, pues te puse en mi corazón
[Entra FERNANDO, oculto.]
antes que te dignases en reclamar las llaves.
Algún día mis hermanos te hallarán aquí durmiendo.
920
Fernando está en la corte y su presencia
aconseja que te quedes en tu propio lecho. Pero tú dices
que el amor más dulce con el temor se mezcla. Ya te digo
que no tendrás más hijos hasta que mis hermanos
se avengan a ser sus padrinos. ¿Te has comido la lengua?
[FERNANDO le entrega una daga.]
925
Bienvenida sea.
Has de saber que, tanto si he de morir como vivir,
ambas cosas sabré hacer con nobleza.

FERNANDO
Muere pues, aquí mismo.
Oh, virtud, ¿dónde te ocultas? ¿Qué horror
es el que te oscurece?

DUQUESA
Hermano, te ruego que me escuches…

FERNANDO
930
¿Es cierto que no es más que una palabra desnuda?
¿No es espiritual?

DUQUESA
Sire.

FERNANDO
¡Calla!

DUQUESA
No, señor.
Haré de mi alma oídos para escucharte.

FERNANDO
La luz imperfecta de la razón humana
935
nos hace infelices, pues podemos prever
lo más inevitable. Realiza tus deseos,
y glorifícate con ello; pues no hay vergüenza en el consuelo
sino sobrepasando los límites y el sentido del decoro.

DUQUESA
Te lo ruego, hermano. Escúchame. Estoy desposada …

FERNANDO
Muy bien.

DUQUESA
940
Y feliz, aunque no os agrade. Sólo por eso…
Con tus tijeras vienes a cortar muy a destiempo
las alas de un pájaro que ha tiempo echó a volar.
¿No quieres ver a mi marido?

FERNANDO
Lo haría, sí,
en tanto que pudiese mudar mis ojos con los del basilisco.

DUQUESA
945
Has acudido con su alianza.

FERNANDO
El aullido del lobo
es melodía para ti, búho chillón. Digo que guardes silencio.
Seas lo que seas, tú que has disfrutado de mi hermana,
seguro estoy que me escuchas, por tu propio bien
no te descubras. Vine aquí dispuesto
950
a averiguarlo, mas ahora tengo la certidumbre
que conocerlo sólo engendraría violencia tal
que nos condenaría a ambos. Por nada quisiera
haber visto tu rostro. Asegúrate pues de que nunca
pueda llegar a conocer tu nombre.
955
Disfruta de tu lujuria, y de tu miserable vida,
con esa condición. Y tú, mujer vil, si quieres
que tu amante llegue a viejo entre tus brazos,
haz que construyan una celda para él,
como las que habitan nuestros santos ermitaños.
960
No permitas que vea la luz del día hasta su muerte.
Que sólo perros y monos le hagan compañía,
y animales a los que natura niega el don de la voz.
No tengas con vos ni siquiera un periquito,
no vaya a aprender su nombre. Y si le amas,
965
córtate la lengua para nunca delatarle.

DUQUESA
¿Por qué no habría de casarme? Con ello
no he creado un nuevo mundo, ni costumbre.

FERNANDO
Estás perdida.
Has arrancado la gruesa plancha de plomo
970
que cubre las cenizas de tu marido, y la has
dejado caer sobre mi corazón.

DUQUESA
El mío sufre por ello.

FERNANDO
¿Tu corazón?
¿Qué otra cosa es sino una bala hueca,
llena de un fuego incontrolable?

DUQUESA
Eres muy severo
en tu juicio. Y si no fueras mi muy noble hermano,
975
diría que eres terco en extremo. Mi reputación
está a salvo.

FERNANDO
¿Sabes acaso qué es la reputación?
Yo te lo diré, aunque de poco sirva, pues mis enseñanzas
llegan tarde.
Hubo un tiempo en que la Honra, el Amor y la Muerte
980
viajaban por el mundo; y decidióse que debían
separarse, y tomar tres rumbos distintos.
La Muerte dijo que la encontrarían en las grandes
batallas, o en las ciudades acosadas por la peste.
El Amor dijo que le buscaran
985
entre los sencillos pastores, allí donde no se hable
de dotes; y en ocasiones, en silenciosas familias
a las que sus padres muertos nada hayan dejado.
“Deteneos”, dijo la Honra, “no me abandonéis.
Está en mi natura misma que aquel que de mí se separa
990
nunca jamás me encuentra”. Tal ha ocurrido contigo.
Estrechaste la mano con la Honra,
y no la volverás a ver. Adiós, pues.
Nunca más he de verte.

DUQUESA
¿Por qué yo, sólo yo,
de entre todas las princesas del mundo,
995
he de encerrarme como sagrada reliquia?
Soy joven, y aún poseo cierta belleza.

FERNANDO
También hay
vírgenes que resultan ser brujas. Nunca jamás
he de volver a verte.

[Sale.]
[Entra ANTONIO, con una pistola, y CARIOLA]

DUQUESA
Has visto un espectro.

ANTONIO
Sí. Nos han traicionado.
1000
¿Cómo logró entrar? Debería
apuntarte a ti por ello.

[Apunta a CARIOLA con la pistola.]

CARIOLA
Hacedlo, sire. Mas cuando
me abráis el corazón, en él leeréis
mi inocencia.

DUQUESA
Entró por esa galería.

ANTONIO
1005
Quisiera que este horror regresara hasta aquí,
que yo, montando guardia, le haría saber
de mi seguro amor. ¿Qué es eso?

DUQUESA
La dejó conmigo.

[Muestra la daga.]

ANTONIO
Y diríase que sus deseos eran
que la emplearas contra ti misma.

DUQUESA
Con sus acciones
1010
tal parecía indicar.

ANTONIO
Toda daga tiene un puño,
así como una punta. Dirígela contra él,
clava en su fétida hiel el agudo filo.
¿Qué ocurre? ¿Quién llama? Más sobresaltos…

DUQUESA
Mis pasos
son irresolutos, como si una mina fuera a explotar
1015
bajo mis pies.

CARIOLA
¡Es Bosola!

DUQUESA
Márchate.
¡Qué desgracia! Pienso que la injusticia
es más merecedora de esconderse tras máscaras
y lienzos que no nosotros. Debes partir al instante.
Está decidido.

[Sale ANTONIO; entra BOSOLA.]

BOSOLA
1020
El Duque, vuestro hermano, cual torbellino
montó su caballo y partió presto hacia Roma.

DUQUESA
¿Tan tarde?

BOSOLA
Me dijo, mientras subía a la cabalgadura,
que estáis arruinada.

DUQUESA
1025
Así es. Muy cerca de ello.

BOSOLA
¿Cuál es el motivo?

DUQUESA
Antonio, el jefe de nuestra casa, ha estado
muy falso en el manejo de sus cuentas.
Mi hermano tenía un compromiso conmigo, por dineros
1030
prestados por ciertos judíos de Nápoles.
Antonio ha hecho perderse la prenda.

DUQUESA
Y es por ello
que protestan en Nápoles los pagarés
de mi hermano. Llamad a los oficiales.

BOSOLA
Al instante.

[Sale BOSOLA.]
[Entra ANTONIO.]

DUQUESA
1035
El lugar donde te dirigirás es Ancona.
Arrienda una casa allí. Te haré llegar
mis joyas, mi hacienda. Nuestra seguridad, sutil,
gira sobre ruedas de ingenio. Pocas palabras
han de decirlo todo. Debo ahora acusarte
1040
de un crimen fingido, lo que Tasso denomina
magnanima mensogna: una mentira noble
para proteger nuestra honra. Escucha, ya vienen.

[Entran BOSOLA y OFICIALES.]

ANTONIO
¿No quiere su excelencia oírme?

DUQUESA
Este es el bien que me habéis dado. Me causasteis
1045
un millón en pérdidas. Voy a heredar
las maldiciones del pueblo por vuestro gobierno.
Tuvisteis el ardid de enfermar en aquel momento,
hasta que firmé vuestra quitanza. Y eso os sanó,
sin la ayuda de médicos. Caballeros,
1050
quiero que este hombre sea ejemplo para todos.
Así conservaréis mis favores. Os lo ruego, dejadle ir.
Ha hecho algo, oh señor, que no podríais imaginar.
y pues es mi intención deshacerme de sus servicios,
que no se haga público. Id a otras partes con vuestra fortuna.

ANTONIO
1055
Dispongo de fuerzas suficientes para soportar mi desgracia,
como los campesinos soportan un año malo.
No diré la causa de mi culpa; pensad
que mi maléfica estrella me trae
esto, que no su humor. Oh, cuán inconstante
1060
y poco de fiar es el puesto del servicio. Ya lo veis.
Es como aquel que, en una noche invernal,
duerme largo rato junto a un fuego moribundo,
sin querer alejarse de él. Mas se marcha tan frío
como cuando llegó.

DUQUESA
Confiscamos, pues,
1065
para satisfacer vuestras cuentas,
todo lo que poseéis.

ANTONIO
Soy todo vuestro. Y es por ello
que lo mío también es vuestro.

DUQUESA
Bien, sire.
Tomad. Vuestro salvoconducto.

ANTONIO
Aprended, caballeros, qué es servir
1070
a la nobleza en cuerpo y alma.

[Sale ANTONIO.]

BOSOLA
He aquí un buen ejemplo de exacción. Toda la humedad arrancada a los mares, cuando llega el mal tiempo, cae a cántaros y vuelve rauda al mar.

DUQUESA
Quisiera escuchar qué opináis vosotros
de Antonio.

2º OFICIAL
No podía soportar el puerco; diríase que su excelencia le tendría por judío.

3º OFICIAL
Ojalá os hubiera tocado a vos ser su oficial, por vuestro bien.

4º OFICIAL
Tendríais ahora mucho más dinero.

1º OFICIAL
Se ponía tapones de lana negra en los oídos, y a quienes acudían a él a pedir en préstamo les decía que era duro de oído.

2º OFICIAL
Se decía que era hermafrodita, pues que no soportaba la compañía de mujeres.

4º OFICIAL
¡Cuán orgulloso se mostraba el canalla una vez lleno su cofre! Está bien, dejadle ir.

1º OFICIAL
Hasta las migas de la mantequera le persiguen para limpiar su cadena de oro.

DUQUESA
Marchaos. ¿Qué pensáis vos de estos hombres?

[Salen los OFICIALES.]

BOSOLA
Son unos pícaros, que en su prosperidad,
1075
de haber esperado su fortuna, habrían deseado
que les atravesara las narices con el sucio estribo.
y habrían seguido a su mula como osos anillados.
Serían capaces de prostituir a sus hijas para su placer.
Y de hacer de sus primogénitos espías. Pensaban que nadie
1080
sería feliz excepto los nacidos bajo su bendita influencia,
y hasta vestían su librea. Y como piojos que son, ahora le abandonan.
No esperéis que algo similar vuelva a ocurrir.
Él deja tras sí a unos cuantos ruines aduladores.
Ellos encontrarán su destino. Los príncipes otorgan pago
1085
a los aduladores con su propia moneda. Los unos ocultan sus defectos,
los otros esconden sus mentiras. He aquí la justicia.
Pobre caballero…

DUQUESA
¿Pobre, decís? Bien ha llenado sus arcas.

BOSOLA
Seguro estoy de que fue honesto. Plutón, dios de la riqueza,
1090
acude a la cojera hasta al hombre al que Júpiter le envía,
para mostrar que la riqueza que llega en el nombre
de Dios, lo hace despacio. Mas cuando le envían
como recadero del diablo, lo hace al galope, raudo.
Permitidme mostraros cuán valiosa es la joya
1095
que habéis tirado por un capricho,
y que hará feliz al hombre que la encuentre. Era él
un excelente cortesano, y muy leal. Un soldado, que pensaba
que tan atroz era tener su propia estima en poco
como malvado creerla digna de excesivo mérito.
1100
Por su virtud y porte, merecía mejor fortuna.
En sus palabras prefería la autocrítica antes que la exhibición.
Y no obstante, aparentaba ser una sala de suspiros,
tan poco alardeaba de ello.

DUQUESA
Mas era de baja descendencia.

BOSOLA
¿Queréis acaso proclamarlo a cambio de un estipendio?
1105
¿Examináis antes el linaje de un hombre que sus virtudes?
Ya le echaréis en falta.
Sabed que un honesto hombre de estado es para un rey
como un cedro plantado junto a un manantial.
Este baña sus raíces, y el árbol, agradecido,
1110
le regala su umbría. No es eso lo que vos habéis hecho.
Preferiría ir nadando hasta las islas Bermudas
en balsa hecha con los hígados podridos
de dos políticos, anudados con las venas de un intrigante,
antes que depender del favor, tan mudable en un noble.
1115
Que vayas con Dios, Antonio. La malicia del mundo
había de hundirte, mas no se diga que mal alguno
te ocurrió. Tu desgracia te sobrevino con virtud.

DUQUESA
Oh, vuestras palabras me suenan a música.

BOSOLA
¿Por qué decís eso?

BOSOLA
Cuán extraño.
[aparte]
— Es muy astuta.

DUQUESA
1120
Este buen hombre de quien habláis es mi esposo.

BOSOLA
Estoy soñando… ¿Es posible, en estos tiempos
de ambición, tanta bondad como para preferir a un hombre
por sus méritos? ¿Sin las sombras de la riqueza,
de los honores añadidos? ¿Es acaso posible?

DUQUESA
1125
Suyos son los tres hijos que tengo.

BOSOLA
Afortunada sois,
pues habéis hecho de vuestro íntimo lecho nupcial
un humilde y hermoso seminario de paz.
Sin duda, muchos eruditos que no gozan de privilegios
rezarán por vos y por esta acción, y celebrarán
1130
que todavía haya en el mundo quien reconozca
el mérito. Las doncellas de vuestra patria
que no dispongan de dote confiarán que vuestro ejemplo
les traiga ricos esposos. Y si os faltasen soldados,
esto convertiría a turcos y moriscos a la cristiandad,
1135
y os servirían por este acto. Y finalmente,
los abandonados poetas de esta época,
para honrar a esta excelencia de hombre
ascendido mediante curiosa artimaña de vuestra mano,
os darán las gracias en vuestra tumba, y harán de ella
1140
un lugar más digno de respeto que los gabinetes
de los príncipes vivos. En cuanto a Antonio,
Su fama brotará de muchas plumas por igual,
Cuando los heraldos necesiten escudos, como don para la humanidad.

DUQUESA
Tanto como el consuelo que vuestras palabras me dan
1145
necesito ocultar esto …

BOSOLA
El secreto de mi príncipe
lo llevaré grabado en el corazón.

DUQUESA
Haceos cargo de mis arcones y mis joyas;
seguidle hasta Ancona, adonde él se dirige.

BOSOLA
Así lo haré.

DUQUESA
En pocos días yo misma hasta allí
1150
tengo intención de seguiros.

BOSOLA
Permitidme una sugerencia.
Quisiera que su excelencia fingiera un peregrinaje
hasta Nuestra Señora de Loreto, apenas siete leguas
de la bella Ancona. Podéis así partir de vuestra tierra
con más honor. Vuestra huida semejará
1155
una visita real, si lleváis vuestro séquito habitual
con vos.

DUQUESA
Sire, vos sois mi guía.

CARIOLA
En mi opinión,
mejor sería un viaje a los baños de Lucca,
o una visita al balneario de Alemania; creedme,
no me agradan estas chanzas con la religión,
1160
este peregrinar simulado.

DUQUESA
Eres una necia supersticiosa.
Preparad al instante nuestra partida.
Lamentemos las penas pasadas con moderación,
y busquemos prevenir las que vengan con sabiduría.

[Salen la DUQUESA y CARIOLA.]

BOSOLA
Un espía es el yunque acolchado del diablo;
1165
en él forja todos sus pecados, mas sus golpes
nunca se oyen. Puede trabajar en los aposentos de una dama.
Yo soy la prueba. ¿Qué queda por hacer?
¡Revelarlo todo a mi señor! Es ruin, e infame,
este mi papel de espía. Mas todo actor, en este nuestro mundo,
1170
no busca sino beneficio o recomendación.
Por esta acción lograré seguro un ascenso.
Elogio reciben los hombres que retratan las malas hierbas como son.

[Sale.]

Escena iii

[Entran el CARDENAL, FERNANDO, MALATESTE, PESCARA, SILVIO y DELIO.]

CARDENAL
¿Hemos pues de hacernos soldados?

MALATESTE
El Emperador,
sabedor de vuestra valía, antes que lograrais
1175
las prendas reverentes que vestís, os nombra oficial
junto al afortunado soldado, el Marqués de Pescara,
y al famoso Lannoy.

CARDENAL
¿El mismo que tuvo el honor
de hacer prisionero al Rey de Francia?

MALATESTE
El mismo.
Tomad este plano dibujado del nuevo fuerte
1180
de Nápoles.

FERNANDO
Veo que el gran conde Malateste
tiene un nuevo trabajo.

DELIO
No es tal, mi señor.
Es una nota marginal en el rol, esto es,
un voluntario, sire.

FERNANDO
¿No es soldado?

DELIO
Pólvora, sire, sí ha usado. Para los agujeros en los dientes,
1185
contra el dolor de muelas.

SILVIO
Se nos une al asedio con toda la intención de comer
carne fresca y ajos. Se quedará con nosotros
hasta que se pierda ese rastro, y tornará a la corte.

DELIO
Conoce muy bien las últimas operaciones militares
1190
a partir del relato de la Crónica Urbana.
Trae entre su servicio a dos pintores para que describan
las batallas en modelo.

SILVIO
Luchará, pues diestramente.

DELIO
Depende más bien del día.
Elige los buenos, y evita aquellos que son cruciales.
1195
Ese es el pañuelo de su dama.

SILVIO
Así es, y asegura
que mucho haría por ese tafetán …

DELIO
Tanto, que huiría del campo de batalla
para evitar que fuera hecho prisionero.

SILVIO
Teme
que el olor de la pólvora eche a perder el perfume …

DELIO
1200
Recuerdo a un holandés que le partió la testa
por llamarle cañonero; le hizo tal agujero
en la cabeza que parecía un mosquete.

SILVIO
Ojalá le hubiese puesto mecha en el agujero.
En verdad que no es más que un adorno
1205
reservado para el traslado de la corte.

[Entra Bosola.]

PESCARA
¡Ha llegado Bosola! ¿Qué asuntos traerá?
Hay desavenencias entre los cardenales.
Las facciones de los nobles actúan
como con los zorros cuando sus líderes se separan:
1210
llevan en sus colas el fuego, y el país entero
va al desastre por ello.

SILVIO
¿Quién es Bosola?

DELIO
Lo conocí en Padua. Un erudito, un tanto excéntrico, como aquellos que estudian cuántos nudos tenía el bastón de Hércules, o de qué color era la barba de Aquiles, o si Héctor padecía de dolor de muelas. Ha llegado a estudiar con ojos legañosos, con el propósito de conocer la verdadera simetría de las napias de César mediante un calzador. Y lo hizo por ganarse la fama de ser hombre especulativo.

PESCARA
¡Observad al duque Fernando!
Observad su mirada de salamandra,
pues con ella se burla de la violencia del fuego.

SILVIO
El Cardenal hace más muecas de sufrimiento que jamás Miguel Ángel pudiera hacer; mirad cómo alza la nariz, como el delfín antes de una tormenta...

PESCARA
1215
El lord Fernando parece estar riendo...

DELIO
Como el cañón, se enciende antes de echar humo.

PESCARA
Ved ahí el genuino dolor de la muerte,
el dolor de la vida que abate a los grandes hombres...

DELIO
En un silencio tan retorcido susurran las brujas
1220
sus conjuros.

CARDENAL
Y así, ella hace de la religión una caperuza
que la proteja del sol y de la tempestad.

FERNANDO
Eso es.
Esa es su maldición. Sus faltas y su belleza
van unidas; se muestran, como un leproso,
1225
a más blancas, más fétidas. Pongo en duda
que sus míseros mocosos hayan recibido el bautismo.

CARDENAL
Al instante solicitaré del estado de Ancona
su destierro.

FERNANDO
¿Vais a Loreto?
No he de asistir a vuestra investidura; adiós pues.
1230
Escríbele al duque de Amalfi, mi sobrino,
fruto de su primer marido, poniéndole al tanto
de la honra de su madre.

BOSOLA
Así lo haré.

FERNANDO
¡Antonio!
Un esclavo que apestaba a tinta y a fichas.
Nunca en su vida tuvo aspecto de caballero,
1235
salvo a la hora de sacar cuentas; parte de inmediato.
Prepárame ciento cincuenta de mis caballos,
y espérame en el puente.

Escena iv

[Entran dos peregrinos al Santuario de Nuestra Señora de Loreto.]

PEREGRINO 1º
Nunca antes he visto santuario más hermoso,
y he visitado muchos.

PEREGRINO 2º
El Cardenal de Aragón
1240
en este día renuncia a su capelo. También
su hermana, la Duquesa, acude hoy aquí
a cumplir su promesa de peregrina. Habrá
una noble ceremonia.

PEREGRINO 1º
Sin duda, pues ahí llegan.
[Tiene lugar la ceremonia de toma de hábitos de soldado del Cardenal; entrega la cruz, capelo, ropajes y anillo en el santuario, y recibe espada, casco, escudo y espuelas. Después Antonio, la Duquesa y sus hijos, tras presentarse en el santuario, son desterrados por el Cardenal y el estado de Ancona; esto se representa por medio de una pantomima. Varios clérigos entonan muy solemnemente este poema durante la ceremonia.]
Honor y armas son los galones de tu historia,
1245
para tu nombre existe la eterna gloria.
que la adversidad por siempre te evite,
que la desdicha nunca te aceche.
Sólo yo cantaré tus alabanzas,
tú, cuya virtud la mayor honra alcanza.
1250
Tus estudios, aunque de lo divino,
por disciplina te llevan a marcial destino.
Abandona todos esos tus ropajes,
engalana con las armas la corona de tu arte.
¡Oh digno entre los dignos! Ahora, así vestido
1255
guía tus huestes a la guerra, oh aguerrido;
que la fortuna te acompañe en tu marcial camino,
que tu mano dirija siempre sabia tus fuerzas.
que la victoria te premie, que tu nombre sea el dominio,
la conquista tu corona, la bendición tu designio.

[Salen todos excepto los dos peregrinos.]

PEREGRINO 1º
1260
He aquí un extraño suceso. ¿Quién habría pensado
que dama tan noble se uniera
con tan vil persona? Mas el Cardenal
ha actuado de modo bien cruel.

PEREGRINO 2º
Desterrados.

PEREGRINO 1º
¿Con qué poderes cuenta el estado de Ancona
1265
para juzgar a un noble independiente?

PEREGRINO 2º
Señor, es éste un estado libre; su hermano
ha demostrado que el Papa, sabedor de sus vicios,
ha incautado el Ducado que ella recibió
en herencia, y lo pone bajo la protección de la Santa Iglesia.

PEREGRINO 1º
1270
Pero, ¿qué le ley le ampara?

PEREGRINO 2º
Pienso que ninguna.
Lo hace instigado por su hermano.

PEREGRINO 1º
¿Qué fue que le arrancó de la mano
con tan atroz violencia?

PEREGRINO 2º
El anillo de bodas.
Y bien pronto juró que lo sacrificaría
1275
por obtener venganza.

PEREGRINO 1º
¡Oh, Antonio!
Si a un hombre al pozo se le empuja,
no importa quién lo dispone, pues su propio peso
le hará caer más rápido al fondo. Partamos.
La fortuna nos enseña a todos por igual
1280
que todo ayuda al infeliz a encontrar su ruina.

[Salen.]

Escena v

[Entran Antonio, la Duquesa, sus hijos, Cariola y varios criados.]

DUQUESA
¿Desterrada de Ancona?

ANTONIO
Así es. Ya ves cuánto poder
albergan las voces de los grandes hombres.

DUQUESA
Y nuestro séquito
queda reducido a estos menguados restos.

ANTONIO
Estos hombres,
que bien poco han ganado a tu servicio,
1285
juran seguir tu suerte. Mas los pájaros listos,
ahora que ya han plumado, han echado a volar.

DUQUESA
Bien que han hecho.
esto me recuerda a la muerte; así es como los médicos,
llenas sus manos de dinero, abandonan a sus pacientes.

ANTONIO
Éste es el curso del mundo.
1290
Los aduladores se apartan de las fortunas desmoronadas.
El hombre no vuelve a construir allí donde los cimientos se hunden.

DUQUESA
Anoche tuve un extraño sueño.

ANTONIO
Cuéntamelo.

DUQUESA
Soñé que llevaba mi corona de gala,
mas de pronto los diamantes todos
1295
mudaban a perlas.

ANTONIO
Interpreto tu sueño
como que en breve llorarás. Para mí, esas perlas
significan lágrimas.

DUQUESA
Las aves que viven en los campos
de la exuberante naturaleza tienen mayor dicha en la vida
que nosotros. Pues pueden escoger compañero,
1300
y cantan alegres su dulce goce a la primavera.

[Entra Bosola con una carta.]

BOSOLA
Felizmente os he alcanzado.

DUQUESA
¿Es de mi hermano?

BOSOLA
Sí, de milord Fernando, vuestro hermano. Con todo su amor y seguridad...

DUQUESA
Disfrazas el mal.
Bien quisiera que fuera blanco. ¿Lo ves? Como la calma
1305
que a la tempestad en alta mar precede, así hablan
los falsos corazones a quienes grandes males dirigen.
[Lee la carta.]
“Enviadme a Antonio. Necesito de su cabeza para cierto asunto.”
Taimado equívoco.
No quiere tu consejo, sino tu misma cabeza.
No podrá dormir hasta verte muerto.
1310
Y hay otra trampa, cubierta toda de rosas.
Escucha, es harto sutil:
“Tengo deudas pendientes de vuestro marido en Nápoles. Que no se preocupe por ello, pues prefiero su corazón a su dinero”.
Ya lo creo.

BOSOLA
¿Qué creéis?

DUQUESA
Que desconfía tanto del amor de mi esposo,
que creerá que tiene un gran corazón
1315
hasta que lo vea él mismo. Pero el demonio no es
bastante astuto como para burlarnos con sus acertijos.

BOSOLA
¿Rehusáis, pues, uniros a esta noble y libre liga
de amistad y amor que se os ofrece?

DUQUESA
Es ésa una liga de reyes arteros,
1320
que sólo buscan la fuerza y el poder,
a fin de ser nuestra ruina. Decidles esto.

BOSOLA
¿Y vos?

ANTONIO
Decidles que no de he acudir.

BOSOLA
¿Y vuestra razón?

ANTONIO
Mis cuñados han soltado
a sus sabuesos. Y mientras no sepa
1325
que llevan puesto un buen bozal, no habrá tregua
que resulte segura. Mientras dependa de la voluntad
de mi enemigo, aunque esté fraguada con maliciosa habilidad.
no me entregaré.

BOSOLA
Así proclamáis vuestra nobleza.
Las cosas más pequeñas llevan el miedo a las mentes
1330
más infames, tal como el imán atrae el hierro. Adiós, sire.
Pronto sabréis de nosotros.

[Sale Bosola.]

Acto IV

Escena i

[Entran Fernando y Bosola.]

FERNANDO
¿Cómo soporta nuestra hermana la duquesa
su prisión?

BOSOLA
Noblemente. Os daré una descripción.
Está triste, como alguien acostumbrado a la tristeza.
1335
Parece más bien abrazar su desdichado final,
en lugar de rehuirlo. Su conducta es tan noble
como la majestad que ella ostenta en su adversidad.
Uno puede admirar su belleza más en sus lágrimas
que en sus sonrisas. Pudiera meditar por cuatro horas,
1340
que su silencio, a mi parecer, mucho más expresaría
que todas las palabras que decir pudiera.

FERNANDO
Su melancolía parece cobrar fuerzas
con un extraño desdén.

BOSOLA
Cierto es. Es tan comedida –
como los mastines ingleses, que enfurecen si los atas –
1345
que en su pasión percibe los placeres
de los que ha sido separada.

FERNANDO
¡Yo la maldigo!
Nunca más habré de estudiar el libro
del alma ajena. Informadme de todo, como te he dicho.

[Sale.]
[Bosola aparta la cortina que revela a la Duquesa, Cariola y los criados.]

BOSOLA
Vuestra gracia tenga consuelo.

DUQUESA
Ninguno tendré.
1350
Decidme, os lo ruego, ¿por qué cubrís vuestro veneno
de oro y azúcar?

BOSOLA
Vuestro hermano, el noble Fernando,
ha venido a visitaros. Me encomienda deciros
que puesto que una vez, harto impetuoso, hizo promesa solemne
1355
de nunca más veros, acudirá en la oscuridad de la noche.
Os ruega gentilmente que ni antorcha ni candil
iluminen vuestra alcoba. Quiere besaros la mano,
y reconciliarse con vos. Mas, debido a su promesa,
no osa veros el rostro.

DUQUESA
Si es ése su deseo…
1360
Llevaos las luces. Aquí viene.

[Salen los criados, llevándose las luces. Entra Fernando.]

FERNANDO
¿Dónde estás?

DUQUESA
Aquí, sire.

FERNANDO
La oscuridad te sienta bien.

DUQUESA
Quisiera pedirte perdón.

FERNANDO
Ya lo tienes.
La más honrosa de las venganzas es el perdón,
aunque podría matarte. ¿Dónde tienes a tu prole?

DUQUESA
1365
¿De quién hablas?

FERNANDO
Llamémosles tus hijos.
Pues si bien nuestras leyes distinguen a los bastardos
de los descendientes legítimos y genuinos, la naturaleza,
tan compasiva, a todos los hace iguales.

DUQUESA
¿Por esto me visitas?
Estás violando un sacramento de la Iglesia.
1370
En el infierno aullarás por ello.

FERNANDO
Bien habría estado
si hubieses vivido así siempre; aunque cierto es
que a la vista estabas. Nunca más,
vengo a sellar la paz contigo, y te ofrezco esta mano…
[Le ofrece la mano de un hombre muerto.]
a la cual prometiste tanta devoción. En ella está el anillo
1375
que entregaste.

DUQUESA
La beso con todo mi afecto.

FERNANDO
Hazlo, te lo ruego. Entierra su huella en tu corazón.
Dejo este anillo contigo, como prenda de amor.
Y también la mano, junto con su anillo. Y no lo dudes,
que también te haré llegar el corazón. Cuando tú quieras
1380
a un amigo, enviáselo al que lo lucía. Ya verás
que podrá prestarte ayuda.

DUQUESA
¡Qué frío estás!
Temo que no estés bien tras tu largo viaje.
¡Ah! ¡Luces! ¡Traedme luces! ¡Horror!

FERNANDO
Dadle buena luz.

[Sale.]
[Entran criados con luces.]

DUQUESA
¿Qué suerte de brujería practica, que me deja
1385
la mano de un muerto?

[Descubren, tras un telón, las figuras de cera de Antonio y sus hijos, aparentemente muertos.]

BOSOLA
Observad. He ahí el resto de donde la separaron.
Él os regala este triste espectáculo,
para que sepáis vos misma que está muertos,
y sabiamente abandonéis, desde ahora, la aflicción
1390
por aquello que no puede ya remediarse.

DUQUESA
No me queda, ni en la tierra ni en el cielo, deseo alguno
por el cual yo quiera vivir, tras esto. Más dolor me causa
que si fuera mi propio retrato, labrado en cera,
atravesado con alfileres mágicos, y enterrado
1395
bajo el estiércol – he ahí una excelente oportunidad
para el tirano, que yo consideraría clemencia.

BOSOLA
¿Qué queréis decir?

DUQUESA
Atadme a ese tronco sin vida, y dejadme
morir de frío…

BOSOLA
No, debéis vivir…

DUQUESA
1400
Esa es la mayor tortura que sufren las almas en el infierno,
el infierno. Deben vivir, pues no les permiten morir.
¡Oh, Portia! He de avivar de nuevo tus brasas,
y revivir el raro, casi extinguido ejemplo
de una amante esposa.

BOSOLA
¡No! ¿Olvidáis
1405
que sois cristiana?

DUQUESA
La iglesia nos ordena hacer ayuno:
moriré pues de hambre.

BOSOLA
Abandonad vuestro vano dolor:
cuando peor están las cosas, pronto empiezan a mejorar.
La abeja que en vuestra mano clavó su aguijón
puede que haya jugado con vuestros párpados.

DUQUESA
Mi buen amigo,
1410
persuadís a un infeliz cuyos huesos el potro ha quebrado
para que se los recompongan. Le suplicáis que viva,
para que puedan volver a ejecutarlo. ¿Quién me ha de matar?
Este mundo no es sino un tedioso escenario,
pues mi papel lo interpreto contra mi propia voluntad.

BOSOLA
1415
Consolaos, que he de salvar vuestra vida.

DUQUESA
No tengo deseo alguno de atender un asunto tan trivial.

BOSOLA
Lástima os tengo, a fe mía.

DUQUESA
Un necio sois,
pues malgastáis vuestra compasión en una infeliz
que ni siquiera puede tener piedad de sí misma.
1420
Mis entrañas llenas están de puñales. Dejadme
que aparte de mí esas malditas víboras.
[Entra un Criado.]
¿Quién eres tú?

CRIADO
Alguien que os desea larga vida.

DUQUESA
Que te ahorquen, pues es una horrible maldición
la que me echas. Bien pronto voy a pasar a ser
1425
uno de los milagros más píos. Quisiera rezar. O no,
más bien quisiera maldecir.

BOSOLA
¡No!

DUQUESA
Podría maldecir las estrellas.

BOSOLA
¡Qué terrible deseo!

DUQUESA
Y maldecir las tres benevolentes estaciones del año,
hasta convertirlas en invierno ruso. Y al mundo entero,
1430
maldecirlo hasta que el caos se imponga.

BOSOLA
¡Pero mirad! Las estrellas brillan siempre.

DUQUESA
¡Ah! No lo olvidéis,
que a mi maldición le queda un largo camino que recorrer.
Que vengan plagas que abran surcos en las grandes familias,
hasta consumirlas.

BOSOLA
¡No! ¡Basta!

DUQUESA
Y que a los tiranos,
1435
por el gran mal que han hecho, jamás se les recuerde.
Que los sufridos clérigos les olviden en sus oraciones.

BOSOLA
¡Por piedad!

DUQUESA
Que el Cielo cese, por un instante, de coronar
a sus mártires, y que les dé castigo. Marchaos.
1440
Id y espetadles estas palabras: anhelo mi propia muerte.
Misericordia es cuando los hombres matan deprisa.

[Sale con criados.]
[Entra Fernando.]

FERNANDO
Es excelente. Tal y como yo lo deseaba. La desdichada
mordió el anzuelo. Estas son figuras hechas en cera,
la obra del excelso maestro de ese gran arte, el gran
1445
Vincenzo Lauriola; y ella las ha tomado
por cuerpos de verdad.

BOSOLA
¿Por qué hacéis esto?

FERNANDO
Para llevarla a la desesperación.

BOSOLA
¡Por Dios! ¡Acabad!
No prosigáis con vuestra crueldad.
Enviadle más bien un hábito de penitente con el que cubra
1450
su delicada piel; hacedle llegar libros de oraciones,
y rosarios.

FERNANDO
¡Yo la maldigo! Su cuerpo,
mientras mi sangre corría por sus venas, era más valioso
que a lo que tú quieres dar consuelo, su alma.
La rodearé de ordinarias prostitutas,
1455
y haré que harpías y rufianes le sirvan la comida.
Para que pierda el juicio, estoy resuelto a sacar
a los locos del manicomio, y a llevarlos
hasta sus mismos aposentos. Que le canten,
que bailen, que parloteen todos juntos, que hagan
1460
sus cabriolas a la luz de la luna llena.
Si de ese modo ella puede descansar mejor, que así sea.
Tu tarea está casi concluida.

BOSOLA
¿He de verla otra vez?

FERNANDO
Sí.

BOSOLA
No. Nunca más.

FERNANDO
Tendrás que hacerlo.

BOSOLA
No en mi propia imagen.
Mi condición de espía lo exige, así como
1465
esta cruel mentira postrera. Mi próxima misión
habrá de ser de consuelo.

FERNANDO
Es muy probable.
No es normal en ti esta piedad. Antonio está oculto
en Milán. Dirígete allí, presto,
y alimenta el fuego de mi venganza,
1470
que no habrá de cesar hasta consumirse.
Con las peores enfermedades, los médicos son crueles.

[Salen.]

Escena ii

[Entran la Duquesa y Cariola.]

DUQUESA
¿Quién gritó? Es horrible.

CARIOLA
Es una delirante comparsa
de locos, señora; el tirano de vuestro hermano
los ha desperdigado junto a vuestra alcoba. Nunca antes
1475
había visto tamaño abuso e iniquidad.

DUQUESA
Yo en cambio se le agradezco. Pues sólo el ruido y la locura
me harán conservar el juicio; la razón y el silencio,
por el contrario, me vuelven loca. Siéntate, Cariola,
relátame alguna lúgubre historia.

CARIOLA
1480
No hará sino acrecentar vuestra melancolía.

DUQUESA
Te equivocas.
Escuchar penas mayores hará que olvide la mía.
¿Esta es mi cárcel?

CARIOLA
Así es, pero viviréis
hasta escapar de ella.

DUQUESA
¡Te engañas, Cariola!
El gorrión y el ruiseñor jamás viven mucho tiempo
1485
si están enjaulados.

CARIOLA
Ay, secad esas lágrimas, señora.
¿En qué pensáis?

DUQUESA
En nada.
Cuando así me ves, es porque duermo.

CARIOLA
¿Como un loco, con los ojos abiertos?

DUQUESA
Cariola, ¿crees tú que nosotras nos veremos
1490
en el otro mundo?

CARIOLA
Sí, sin duda, señora.

DUQUESA
Ah, y si pudiésemos... y si fuese posible
conversar con los muertos por espacio
de dos días... de ellos podría aprender algo,
algo que aquí en la tierra segura estoy jamás sabré.
1495
He de hablarte de un milagro. No estoy loca...
todavía... para dolor mío. Allí arriba, lo ves, el cielo semeja
estar hecho de bronce fundido; la tierra es azufre ardiente,
mas no estoy loca. Me acompaña la desdicha,
tal como al cetrino esclavo de galeras el remo.
1500
La necesidad hace constante mi sufrimiento,
mas la costumbre lo hace llevadero. ¿A quién me parezco?

CARIOLA
Pues al retrato vuestro que se halla en la galería:
una hermosa estampa de la vida, pero sin poseerla.
O más bien, un venerable monumento
1505
sobre cuyas ruinas aún se llora.

DUQUESA
Dices bien.
La diosa Fortuna parece tener ojos
sólo para contemplar mi tragedia.
¿Qué sucede? ¿A qué viene ese alboroto?

[Entra un criado.]

CRIADO
Vengo a deciros
que vuestro hermano os ofrece una distracción.
1510
Dicen que un doctor, estando el Papa enfermo
de una profunda melancolía, le hizo presenciar la visita
de varios locos. Tan descabellado espectáculo,
tan distinto y con tanta diversión, le hizo reír;
fue de ese modo que reventó su absceso. El Duque desearía
1515
la misma cura para vos.

DUQUESA
Hacedles entrar.

CRIADO
Contamos con un abogado loco y un sacerdote seglar.
Hay un médico que perdió el juicio
por celos; y un astrólogo
que predijo en sus obras la fecha exacta
1520
del juicio final, y al no cumplirse,
perdió la razón. Hay también un sastre inglés, enloquecido
por el estudio de las nuevas modas. Y un ujier,
que perdió la cordura por tratar de recordar
el número de saludos de su señora,
1525
los ‘buenos días’ que le daba cada mañana.
Tenemos también un granjero, un pícaro de mucho cuidado,
que loco quedó al prohibírsele el comercio.
Si soltáis a un prestamista desvariado entre ellos,
pensaréis que el mismísimo diablo les acompaña.

DUQUESA
1530
Ven aquí, Cariola. Suéltalos cuando te plazca,
pues la tiranía me tiene encadenadas.

[Entran los Locos.]
[Un loco entona esta canción al son de música lóbrega.]

LOCO
Escuchad esta mi lúgubre balada,
este mi aullido de fiero can,
un sonido disonante, una amenaza,
1535
el rugido de animal, de ave mortal.
Como un cuervo o una lechuza, como un toro y un oso,
aullaremos y berrearemos nuestras versos,
hasta que con ello los oídos os perfore,
y os consuma el corazón.
1540
Cuando nuestro coro quede sin aliento,
y tengamos vuestra bendición,
cantaremos como los cisnes, y abrazaremos
la muerte, con amor y reposo.

ASTRÓLOGO LOCO
¿Todavía no ha llegado el día del juicio final? Habré de acercarlo con un telescopio; o mejor, construiré una lente que, en un instante, prenda fuego al mundo entero. No puedo dormir. Tengo la almohada repleta de puercoespines.

ABOGADO LOCO
El infierno no es más que una fábrica de vidrio, y allí los demonios hinchan continuamente las almas de las mujeres sobre huecas planchas de hierro, y las llamas jamás se consumen.

CURA LOCO
He de yacer con todas mujeres de mi parroquia cada diez noches. Así les sacaré el diezmo, como a las balas de heno.

DOCTOR LOCO
¿Acaso es mejor que yo el boticario porque a mí me hayan hecho un cornudo? Bien sé yo que es un pícaro, pues hace alumbre de la orina de su mujer, y se la vende a los puritanos, que tienen las gargantas irritadas, de tanto vociferar.

ASTRÓLOGO LOCO
Yo soy muy experto en heráldica.

ABOGADO LOCO
¿Lo sois?

ASTRÓLOGO LOCO
Tenéis por blasón la cabeza de una perdiz, a la que le han vaciado los sesos. Sois pues un caballero, y muy antiguo.

CURA LOCO
Los griegos se han vuelto turcos: nuestra única salvación es ahora la traducción helvética.

ASTRÓLOGO LOCO
[Al cura.] Señor, venid conmigo, que os he aplicar la ley.

ABOGADO LOCO
¡No! Mejor echadle ácido, que la ley se lo come todo, hasta la médula.

CURA LOCO
Maldito sea aquel que bebe sólo para satisfacer su naturaleza.

DOCTOR LOCO
Si mi lente tuviera conmigo, os haría ver una imagen que haría que todas las mujeres me llamasen doctor loco.

ASTRÓLOGO LOCO
[Señala al Cura.] ¿Quién es éste? ¿El soguero?

ABOGADO LOCO
No, no, no. Es un pícaro llorón, que mientras va mostrando las tumbas, mete la mano en las enaguas de la criada.

CURA LOCO
Que la desgracia se cebe en la carroza que trajo a mi esposa del baile de máscaras a las tres de la madrugada, pues había dentro un lecho de plumas.

DOCTOR LOCO
Cuarenta veces le he cortado las uñas al demonio. Las he guisado con huevos de CUERVO, y he curado fiebres con ellas.

CURA LOCO
Traedme trescientas hembras de murciélago, y prepararé bebedizos para ayudaros a conciliar el sueño.

DOCTOR LOCO
Que la escuela entera me ovacione. He aquí mi obra maestra: he conseguido que la caldera del jabón se atasque.

[Ocho locos interpretan una danza al ritmo de una música apropiada; tras ella entra Bosola, disfrazado de anciano.]

DUQUESA
¿También él está loco?

CRIADO
Preguntadle vos misma; con vuestro permiso.

[Salen el criado y los locos.]

BOSOLA
1545
Vengo a preparar vuestra tumba.

DUQUESA
¿Mi tumba?
Hablas como si estuviera ya en mi lecho de muerte,
como si me faltase el aliento. ¿Acaso me ves enferma?

BOSOLA
Sí. Peligrosamente enferma, pues vuestra enfermedad
no es visible.

DUQUESA
1550
Tú no eres uno de esos locos. ¿Me conoces?

BOSOLA
Sí.

DUQUESA
¿Y quién soy?

BOSOLA
Sois, en el mejor de los casos, una caja llena de larvas de gusanos. Sin embargo, puede que seáis un frasco de ungüento verde de momias. ¿Qué se esconde en esta carne? Un poco de leche cuajada y un pastel milhojas. Nuestros cuerpos son aún más endebles que esas trampas de papel que hacen los niños para atrapar moscas. Son incluso más despreciables, pues las nuestras sirven sólo para guardar lombrices. Decidme, ¿habéis visto alguna vez alguna alondra enjaulada? Así es el alma cuando se siente encerrada en el cuerpo. Este mundo no es sino una brizna de hierba para ella, y el cielo que nos cubre es como su espejito: sólo nos da un mísero conocimiento de la pequeñez de nuestra cárcel.

DUQUESA
¿Yo no soy tu duquesa?

BOSOLA
Vos sois una gran mujer, sin duda. Aunque la lujuria va dejando su marca en vuestra frente, revestida ya de algunas canas, veinte años antes que a una alegre lechera. Dormís peor que un ratón que se viera obligado a hacer noche en la oreja de un gato. Y un niño a quien le estén saliendo los primeros dientes, si tuviera que yacer con vos, lloraría sin pausa, como si fueseis el más intranquilo compañero de cama.

DUQUESA
Mas soy y seré la duquesa de Amalfi.

BOSOLA
Es eso mismo lo que os quita el sueño.
1555
La gloria, cual luciérnaga, brilla en la distancia.
Mas mirada bien de cerca, ni calienta ni ilumina.

DUQUESA
¡Qué bien te explicas!

BOSOLA
En mi oficio, halagamos a los muertos, no a los vivos. Soy un sepulturero.

DUQUESA
Y vienes a hacer mi tumba...

BOSOLA
Así es.

DUQUESA
Déjame que haga pues alguna chanza.
1560
¿Qué material vas a emplear?

BOSOLA
No, decidme vos antes cómo la queréis.

DUQUESA
¿Acaso nos tornamos caprichosos en el lecho de muerte?
¿Preferimos seguir la moda también en la tumba?

BOSOLA
Mucho, mucho. La imagen de los príncipes en sus tumbas
1565
no aparece como es costumbre, orando sus plegarias
al cielo. Antes bien, sus manos reposan bajo las mejillas,
como si hubiesen muerto de un dolor de muelas.
No están tallados con la mirada fija en las estrellas,
sino como si meditaran sobre el mundo,
1570
y del mismo modo parecen girar sus rostros.

DUQUESA
Explícame, pues, cuál es el efecto
de estos sombríos preparativos,
de tus palabras, que tan adecuadas son para un panteón.

BOSOLA
Lo haré.
[Entran los verdugos con un ataúd, cuerdas y una campana.]
Este es un presente de vuestros regios hermanos.
1575
Dadle la bienvenida, pues os comporta
la última ventaja, el último dolor.

DUQUESA
Déjame verlo.
Por mis venas corre la obediencia de la sangre,
y en las de ellos la deseo, y hacer el bien quisiera.

BOSOLA
Esta será vuestra última audiencia.

CARIOLA
1580
¡Oh, señora!

DUQUESA
Calla, Cariola. No me asusta.

BOSOLA
Yo soy uno de esos pregoneros
que es costumbre enviar a los reos,
la noche anterior a su condena.

DUQUESA
Hace un momento
dijiste ser un enterrador.

BOSOLA
Eso fue para mortificaros, para haceros
1585
sufrir más lentamente. Escuchad:
[Bosola hace sonar la campana.]
escuchad ahora en este silencio
cómo chillan la lechuza y el pato,
llaman a gritos a nuestra señora,
y le dicen que vista pronto su sudario.
1590
Aunque muchas tierras y riquezas poseíais,
ahora con lo que medís, en la tierra os basta.
Una larga guerra turbó vuestro pensamiento,
mas aquí y ahora se os firma la paz.
¿Qué es lo que los necios guardan en vano?
1595
Concebidos en pecado, lloran en su nacimiento;
su vida toda cubren con un velo de errores.
Su muerte, horrible tempestad del horror.
Cubríos los cabellos con delicados afeites,
vestid lino limpio, lavaos los pies,
1600
y para alejar al malvado demonio,
haced que un crucifijo os bendiga el pecho.
Llega ahora la marea alta, entre la noche y el día,
cesad los gemidos, disponeos a partir.

[Se acercan los verdugos.]

CARIOLA
¡Marchaos, villanos! ¡Tiranos! ¡Asesinos! ¡Ay!
1605
¿Qué le vais a hacer a mi señora? Pedid ayuda.

DUQUESA
¿A quién? ¿A nuestros vecinos? ¡Están locos!

BOSOLA
Deshaceos de esa molestia.

[Los verdugos apresan a Cariola, que opone resistencia.]

DUQUESA
Adiós, Cariola.
No me queda mucho que pueda darte en mi última voluntad.
A muchos y hambrientos invitados he dado de comer.
1610
El tuyo ha de ser un pobre legado.

CARIOLA
¡Dejadme morir con ella!

DUQUESA
Te lo ruego, cuida de mi pequeño, no olvides darle
el jarabe para el resfriado, y que mi niña rece sus oraciones
antes de irse a dormir.
[Se llevan a Cariola.]
Y ahora, haz
lo que te plazca. ¿Cómo he de morir?

BOSOLA
1615
Estrangulada. Estos son vuestros verdugos.

DUQUESA
Yo les perdono.
Una apoplejía, una hemorragia o la tos ferina,
sería todo lo mismo.

BOSOLA
¿No os da miedo morir?

DUQUESA
¿Quién habría de temer
1620
a la muerte, sabiendo que encontrará tan excelente compañía
en el otro mundo?

BOSOLA
Y sin embargo,
debiera afligiros el modo en que vais a morir.
¿No os asusta esta soga?

DUQUESA
En absoluto.
¿Qué placer me daría que me cortases la garganta
1625
con diamantes? ¿O que me asfixiases con humo
de canela? ¿O que me mataras con perlas?
Bien sé yo que la muerte tiene miles de puertas
para que los hombres hagan su salida; y se sabe que descansan
sobre extraños goznes geométricos, y se abren
1630
hacia ambos lados. Por el amor de Dios, hazlo ya,
no quiero escuchar más tus susurros. Y a mis hermanos,
diles que, ahora que estoy despierta, siento que la muerte
es el mejor regalo que pueden hacer, o yo recibir.
Quisiera librarme ahora de mi última falta de mujer.
1635
No quiero aburrirte.

VERDUGOS
Estamos listos.

DUQUESA
Haced con mi aliento lo que os plazca. Mas entregad
mi cuerpo a mis doncellas. ¿Me lo prometéis?

VERDUGOS
Lo haremos.

DUQUESA
Tirad con fuerza, tirad. Que vuestra fuerza
haga caer el cielo mismo sobre mí.
1640
¡Deteneos! Las puertas del cielo no son tan altas
como los palacios de la realeza. Los que allí entran
deben hacerlo de rodillas. Ven, muerte, ven.
Como la mandrágora, hazme dormir.
Decidle a mis hermanos que, una vez amortajada,
1645
ya podrán comer en paz.

[La estrangulan.]

BOSOLA
¿Dónde está la criada?
Traédmela. Vosotros, matad a los niños.
[Salen los Verdugos. Entra uno con Cariola.]
Mira, mira cómo duerme tu señora.

CARIOLA
¡Maldito seáis
hasta la eternidad! Y ahora es mi turno.
¿No son ésas vuestras órdenes?

BOSOLA
Sí, y me da contento
1650
que estés tan bien dispuesta para ello.

CARIOLA
Os engañáis,
no estoy dispuesta. No he de morir sin obtener respuesta:
¿cuál fue mi ofensa?

BOSOLA
¡Matadla!
Tú guardabas su secreto. Guárdanos ahora el nuestro.

CARIOLA
¡No quiero morir! ¡No puedo morir! Estoy prometida
1655
a un joven caballero.

VERDUGO
Toma, que éste sea tu anillo de bodas.

CARIOLA
Dejadme hablar con el Duque. Le revelaré
la traición a su persona.

BOSOLA
Dilaciones. Terminad de una vez.

VERDUGO
Muerde y araña.

CARIOLA
Si me matas ahora,
quedaré condenada. Hace dos años
1660
que no me confieso.

BOSOLA
¡Tanto tiempo!

CARIOLA
Estoy preñada de un hijo.

BOSOLA
Si es cierto, a salvo quedará tu honor.
[La estrangulan.]
Lleváosla de aquí.
Dejad a esta.

[Salen los Verdugos con el cuerpo de Cariola.]
[Entra Fernando.]

FERNANDO
¿Está muerta?

BOSOLA
Tal y como vos
queríais. Mas con ello comienza ahora vuestro dolor...
[Le muestra a los niños, muertos.]
Por Dios santo, ¿qué delito cometieron?

FERNANDO
1665
Nunca es de lamentar que mueran lobos jóvenes.

BOSOLA
Clavad aquí vuestros ojos.

FERNANDO
Ya lo hago.

BOSOLA
¿No os provoca el llanto?
Hay pecados que son un mero murmullo. El asesinato
es un aullido. El agua humedece la tierra,
mas la sangre la salpica y mancha los cielos.

FERNANDO
1670
Cubridle el rostro. Me ciega los ojos. Ha muerto joven.

BOSOLA
No es cierto. Su infelicidad, a mi juicio,
duró muchísimos años.

FERNANDO
Ella y yo éramos gemelos.
Si muriera yo en este instante, viviría su vida
sólo un minuto más.

BOSOLA
Ella nació antes que vos.
1675
Con esta sangre demostráis la antigua sentencia,
de que peor acostumbran a llevarse los parientes
que los más distantes extraños.

FERNANDO
Déjame mirarla una vez más.
¿Por qué no tuviste compasión? Habrías sido un hombre
de honor sin igual si la hubieses llevado
1680
a algún santuario en secreto; o, envalentonado
por una buena causa, te hubieses interpuesto,
espalda en alto, entre su inocencia
y mi venganza. Yo te ordené, cuando estaba fuera de mí,
que mataras a mi mejor amiga. Y lo has hecho.
1685
Déjame ahora examinar bien la causa:
¿por qué su matrimonio me pareció tan innoble?
Debo confesarlo: esperanzas tenía yo,
si viuda se hubiese quedado, de haber ganado
una enorme fortuna a su muerte.
1690
Ese fue el motivo. Su matrimonio
me abrió un tajo de rencor en el corazón.
Y en cuanto a ti – como en las tragedias,
a un buen actor lo odian por hacer muy bien
el papel del villano – te odio por esto.
1695
Has causado mucho mal por mi causa. Lo has hecho bien.

BOSOLA
Permitidme refrescaros la memoria, pues veo
que estáis cayendo en la ingratitud. Os exijo la debida recompensa
por mis servicios.

FERNANDO
Yo te diré qué mereces...

BOSOLA
Hacedlo.

FERNANDO
Te concederé el perdón por estos crímenes.

BOSOLA
¡Cómo!

FERNANDO
1700
Sí. Este es el mayor premio que puedo considerar
para ti. ¿Qué autoridad tenías para ejecutar
esta sanguinaria sentencia?

BOSOLA
¡La vuestra!

FERNANDO
¿La mía?
¿Fui yo el juez? ¿Y bajo qué procedimiento legal
se la condenó a la muerte? ¿Hubo un jurado
1705
que pronunciase sentencia, ante un debido tribunal?
No encontrarás el acta de este juicio, no,
salvo en el mismo infierno. Así has arruinado tu vida
como un necio, y has de morir por ello.

BOSOLA
Pervertido queda el curso de la justicia
1710
cuando el ladrón cuelga a otro de su misma condición.
¿Quién revelará este acto?

FERNANDO
Yo te lo diré.
El lobo encontrará su tumba y en ella escarbará
no para devorar su cuerpo, mas para dejar ver
este horrible crimen.

BOSOLA
Vos, no yo, habréis de temblar por ello.

FERNANDO
1715
¡Fuera de mi vista!

BOSOLA
Antes mi estipendio.

FERNANDO
Eres un vil canalla.

BOSOLA
Si me juzga vuestra ingratitud,
entonces yo soy...

FERNANDO
¡Oh, horror! ¡Horror!
Que el temor a quien conjura a los demonios
no pueda inducir a la obediencia.
1720
Nunca jamás vuelvas a censurarme.

BOSOLA
Id pues con Dios.
Vuestro hermano, y vos mismo, sois hombres honorables.
Vuestros corazones, no obstante, son un par de sepulturas
vacías, pues están podridos y corrompen a otros. Vuestra venganza,
como dos balas encadenadas, os ha unido de la mano.
1725
Hermanos sois, sí; mas la traición, como la peste,
os ha infectado la sangre. Aquí quedo yo,
como uno que tuviera un largo y dulce sueño dorado...
ahora que despierto, enojado estoy conmigo mismo.

FERNANDO
Vete a alguna parte desconocida del mundo,
1730
donde nunca más te vuelva a ver.

BOSOLA
Decidme tan sólo
la razón de este vuestro desaire. Yo os serví
y obedecí en vuestra tiranía. Me esforcé por complaceros
antes que sacar ventaja del mundo en mi propio beneficio.
Aunque detestaba el mal, fui devoto a vos,
1735
que me dabais órdenes inicuas. Escogí ser vuestro fiel criado
antes que hombre honesto.

FERNANDO
Saldré esta noche a cazar tejones.
Es quehacer nocturno.

[Sale.]

BOSOLA
Está enloqueciendo. ¡Basta ya de honra fingida!
1740
Por vanas esperanzas extenuamos nuestra virtud,
sudando ante el frío y helándonos con el fuego.
¿Qué habría yo de hacer si esto tornase a suceder?
No vendería de nuevo la paz de mi conciencia,
ni por todas las riquezas de Europa. Se mueve. ¡Está viva!
1745
Regresad, oh alma buena. Retornad de la oscuridad,
y guiadme lejos de este infierno. Aún respira.
En vuestros pálidos labios derretiré mi corazón
para darles color de nuevo. ¿Hay alguien ahí?
Traedle una tisana. ¡Oh Dios! No me atrevo a pedir ayuda,
1750
pues se podría arruinar esta clemencia. Ha abierto los ojos.
Y en ellos parece abrirse el cielo, que antes estaba cerrado
a mi alma, para otorgarme misericordia.

DUQUESA
Antonio.

BOSOLA
Sí, mi señora, él vive.
Los cuerpos sin vida que visteis no eran más que figuras
1755
simuladas. Se ha reconciliado con vuestros hermanos.
El Papa ha hecho valer su intercesión.

DUQUESA
Misericordia.

[Muere la Duquesa.]

BOSOLA
¡Oh! Se ha ido, se ha quebrado el hilo que la sujetaba
a la vida. ¡Oh, sagrada inocencia, que descansas
en el plumaje de una tórtola! La conciencia culpable
1760
deja una negra señal donde quedan escritas
todas nuestras acciones, las buenas y las malas. Es una visión
que nos muestra el infierno. Nos duele que no podamos hacer el bien
cuando en nuestra mente esté hacerlo.
Hete aquí la mayor aflicción humana.
1765
Estas mis lágrimas, tenedlo por cierto, no bebí
con la leche del pecho de mi madre. Mi condición
queda ahora muy por debajo del miedo. ¿Dónde estaba
este llanto mientras ella estaba viva? ¡Seco estaba!
Esta visión me resulta tan espantosa como lo es
1770
la espada para el infeliz que ha matado a su padre.
venid, os sacaré de aquí.
Y he de ejecutar vuestra última voluntad: entregaré
vuestro cuerpo a la respetuosa atención
de unas buenas mujeres. Eso el cruel tirano
1775
no podrá negárnoslo. Después partiré hacia Milán.
Allí, algo habré de hacer que al instante
enmiende mi bajeza.

[Sale llevándose el cadáver de la Duquesa.]

Acto V

Escena i

[Entran Antonio y Delio.]

ANTONIO
¿Qué piensas de mis esperanzas de reconciliación
con los hermanos Aragón?

DELIO
No me fío.
1780
Pues aunque han enviado los salvoconductos
para que retornes a Milán, no semejan otra cosa
que redes para atraparte. El marqués de Pescara,
a cuyo nombre has puesto tierras en servidumbre,
en contra de su noble carácter, se ha visto obligado
1785
a usurparlas. Algunos de sus servidores
están ahora en pleno litigio
por el derecho a recibir tus rentas.
No puedo creer que los que te privan
de tus medios de vida, de tu misma subsistencia,
1790
te quieran bien.

ANTONIO
Nunca has creído
que pudiera esbozar mi propia seguridad.

DELIO
Aquí llega el marqués. Yo mismo le solicitaré
alguna porción de tus tierras. Sepamos
para dónde sopla el viento.

ANTONIO
Hazlo, te lo ruego.

[Entra Pescara.]

DELIO
1795
Sire, quisiera haceros una petición.

PESCARA
¿A mí?

DELIO
Es sencilla.
La ciudadela de San Benedetto,
y sus heredades, otrora propiedad
de Antonio Bologna. ¿Querréis entregármelas?

PESCARA
Vos sois amigo mío, mas esta es una petición
1800
que ni me corresponde satisfacer, ni vos podéis recibirla.

DELIO
¿No?

PESCARA
Os daré amplias razones bien en breve,
mas en privado. Aquí viene la querida del Cardenal.

[Entra Julia.]

JULIA
Oh, milord, quisiera que atendieseis un pequeño ruego,
aunque con ello me convierta en vulgar pedigüeña.
1805
Traigo conmigo esta carta del Cardenal, un hombre noble,
para obtener vuestras mercedes.

[Le entrega una carta.]

PESCARA
Pide para vos
la ciudadela de San Benedetto, la cual pertenecía a Bologna,
quien ha caído en desgracia y está desterrado.

JULIA
Así es.

PESCARA
No podría haber pensado en otra amiga a quien complacer
1810
con tal regalo. Vuestra es.

JULIA
Os lo agradezco, milord.
Le haré saber al Cardenal cuán reconocida os quedo,
tanto por el obsequio, como por la presteza en darlo,
lo que hace vuestra dádiva más grande.

[Sale.]

ANTONIO
[aparte]
¡Cómo se enriquecen con mi ruina!

DELIO
Sire, nuestra amistad
1815
desde ahora lo es menos.

PESCARA
¿Por qué decís eso?

DELIO
Me habéis negado antes lo que habéis regalado
a esa persona.

PESCARA
¿Sabéis qué era eso?
Eran las tierras de Antonio. Arrebatadas, no por vía legal,
sino arrancadas de sus mismas manos
1820
por petición del Cardenal. No sería decoroso
disponer de tan gran agravio para ponerlas
en manos de un amigo. Se trata de una prebenda
para retribuir a una meretriz. Es pues una injusticia.
¿Habría acaso de derramar la sangre de inocentes
1825
para que mis partidarios, mis amigos, me tuviesen
un mayor desprecio? Me complace que estas tierras,
con gran injusticia desposeídas a su dueño,
terminen teniendo un uso tan vil,
el pago de su lujuria. Mi buen Delio, aprended
1830
a pedir de mí nobleza, y descubriréis
lo generosamente noble que puedo ser.

DELIO
Buena es la enseñanza.

ANTONIO
[aparte]
Hete aquí un hombre que podría ahuyentar
al más insolente de los mendigos.

PESCARA
El noble Fernando
ha arribado a Milán, enfermo, dicen, de apoplejía.
1835
Dicen otros que delira. Es mi propósito
visitarle.

[Sale.]

ANTONIO
Es un hombre de la nobleza.

DELIO
¿Qué propósitos tienes, Antonio?

ANTONIO
Voy a arriesgar toda mi fortuna, la cual
se reduce a la desventurada vida que me queda,
1840
merced a la maldad del Cardenal. Puedo obtener
acceso a sus aposentos. A medianoche iré a visitarle,
tal y como hizo su hermano con nuestra Duquesa.
Quizá una repentina sensación de peligro,
al presentarme ante él sin disfraz alguno,
1845
acompañada de mi devoción y obediencia,
elimine de sus entrañas el veneno, y merezca
una amigable reconciliación. Mas si fracaso,
ello me librará de mi carga infame.
Mejor es una sola caída que tropezar repetidamente.

DELIO
1850
A tu lado estaré frente a todos los peligros.
Mi vida pongo al servicio de la tuya.

ANTONIO
Eres por siempre mi más amado y preciado amigo.

[Salen.]

Escena ii

[Entran Pescara y un Doctor.]

PESCARA
Decidme, doctor, ¿puedo ir a ver al paciente?

DOCTOR
Si eso desea vuestra señoría. Mas se dispone
1855
a tomar el aire aquí en la galería,
por indicación mía.

PESCARA
Decidme, pues, ¿qué mal le aqueja?

DOCTOR
Es una enfermedad infecciosa, milord.
La llaman licantropía.

PESCARA
¿De qué se trata?
No conozco el término.

DOCTOR
Os lo diré.
1860
En aquellos que la padecen, ciertos humores fluyen
que les hacen imaginarse transformados en lobos,
y penetran en los camposantos en la oscuridad de la noche,
y desentierran a los muertos. Hace dos noches
encontraron a nuestro noble señor, a eso de la medianoche,
1865
en una callejuela, a espaldas de la Iglesia de San Marcos.
Llevaba al hombro la pierna de un muerto. Aullaba
de modo pavoroso. Dijo ser un lobo, mas con la diferencia
de que la piel del lobo es peluda por fuera, y que la suya
lo era por dentro. Ordenó a los guardias desenvainar,
1870
y que rasgaran sus carnes comprobarlo.
Me llamaron al instante, y tras administrarle
mis cuidados, le encontré muy recuperado.

PESCARA
De lo cual me alegro sobremanera.

DOCTOR
No obstante, persiste el temor a una recaída.
1875
Si le diera de nuevo un ataque, le daré un tratamiento
tan directo que ni el propio Paracelso soñaría.
Si me dieran licencia, lo libraría de su locura.
Apartaos, os lo ruego. Por ahí viene.

[Entran el Cardenal, Fernando, Malateste y Bosola.]

FERNANDO
Dejadme.

MALATESTE
¿Por qué busca su señoría la soledad?

FERNANDO
Las águilas vuelan solas. Sólo los cuervos, grajos y estorninos vuelan en bandada. ¡Oh, mirad! ¿Qué es eso que me sigue?

MALATESTE
Nada, mi señor.

FERNANDO
Sí, hay algo ahí.

MALATESTE
Es vuestra sombra.

FERNANDO
Detenedla. No permitáis que me siga.

MALATESTE
Es imposible mientras os mováis a la luz del sol.

FERNANDO
La estrangularé.

[Se lanza a tierra, sobre su propia sombra.]

MALATESTE
Mi señor, os enojáis con algo que no existe.

FERNANDO
Sois un necio. ¿Cómo voy a atrapar mi sombra a menos que me abalance sobre ella? Cuando descienda a los infiernos, deberé llevar conmigo un soborno. Debéis saber que un buen regalo le abre las puertas a la peor de las personas.

PESCARA
Levantaos, milord.

FERNANDO
Estoy estudiando el arte de la paciencia.

PESCARA
1880
Esa es una noble virtud.

FERNANDO
Conduciré seis caracoles desde aquí a Moscú, y lo haré sin usar ni fusta ni látigo, les dejaré que se tomen su tiempo. Traedme al hombre más paciente del mundo, dejad que me rete en un experimento. Yo los seguiré como un cuatrero.

CARDENAL
Obligadle a levantarse.

FERNANDO
Tratadme con sumo cuidado, por lo que os conviene.
Lo que yo haya hecho, hecho está. Nada pienso confesar.

DOCTOR
Permitidme atenderle. Mi señor, ¿estáis loco?
1885
¿Habéis perdido vuestro noble juicio?

FERNANDO
Y éste, ¿quién es?

PESCARA
Es vuestro médico.

FERNANDO
Haced que le rapen la barba, y que le arreglen las cejas.

DOCTOR
Habré de emplear alguna artimaña con él.
Será el único modo. Mi señor, mirad, os he traído
1890
la piel de una salamandra para protegeros
de las quemaduras del sol.

FERNANDO
Me duelen tanto los ojos.

DOCTOR
La clara del huevo del basilisco es un remedio infalible.

FERNANDO
Que sea fresco el huevo, por lo que os conviene.
No le permitáis que me examine, que los médicos
1895
son como los reyes: no admiten disputas.

DOCTOR
Ahora me teme:
os lo ruego, dejadme a solas con él.

CARDENAL
[A Fernando]
¿Qué haces? ¿Por qué te despojas de tus ropas?

DOCTOR
Haced que me traigan cuarenta bacinillas llenas de agua de rosas. Nos los arrojaremos el uno al otro. Ya me tiene miedo. ¿Sabéis hacer cabriolas, milord? Soltadle, soltadle, os lo ruego. Veo en su mirada cierto grado de respeto. Cuando acabe con él, le habré dejado más manso que un lirón.

FERNANDO
¡Haced vos las cabriolas! A patadas lo voy a sacar de aquí. Le arrancaré la piel a tiras, para cubrir alguno de los cuerpos que este bribón habrá destripado en la sala de cirugía. ¡Fuera, marchaos! Sois todos iguales, animales para el sacrificio, de vosotros al final no queda más que lengua y entrañas, adulación y lascivia.

[Sale.]

PESCARA
Doctor, no os tenía tanto temor.

DOCTOR
Es cierto, es cierto. Quizá haya sido demasiado franco.

BOSOLA
1900
[aparte]
¡Misericordia! Una mortal condena ha caído
sobre el Príncipe Fernando.

PESCARA
¿Sabe Su Excelencia
qué infortunio le causó al Príncipe
esta tan extraña locura?

CARDENAL
[aparte]
Algo he de fingir. — Me contaron que ocurrió así:
1905
como sabéis, según patrañas que vienen desde muy antaño,
a la muerte de algún miembro de nuestra familia
se suele aparecer la figura de una vieja mujer,
la cual, dice la leyenda, fue asesinada
por sus sobrinos para apropiarse de sus riquezas.
1910
Una noche, mientras el Príncipe estaba leyendo, apareció
dicha figura ante sus ojos. A gritos, pidió socorro;
su ayuda de cámara lo encontró
bañado en un sudor frío, el rostro desencajado,
sin decir palabra. Desde esa aparición
1915
ha ido de mal en peor, y ahora mucho temo
por su vida.

BOSOLA
Mi señor, quisiera hablar con vos.

PESCARA
Os dejamos ahora,
con nuestros mejores deseos para el Príncipe,
nuestro muy noble señor, de un total restablecimiento.

CARDENAL
Mucho os lo agradezco.
[Salen Pescara, Malateste y el Doctor.]
1920
[aparte]
¿Ya estás aquí? Bien. Mas no debes averiguar
por medio alguno que yo tomé parte
en la muerte de la Duquesa. Pues, si bien la induje,
el grueso del acto mismo emanó
de Fernando.
1925
[A Bosola.]
Y bien, señor, ¿cómo está
nuestra hermana? Diríase que la congoja
hace que parezca tan debilitada. Mas pronto
recibirá consuelo de mi parte. ¿A qué viene
esa furia que delatan vuestros ojos? Ah, el Príncipe
1930
ha dejado de daros sus favores, lo sé. Pero consolaos,
pues si hacéis una cosa por mí, yo suplicaré por vos,
y aunque una fría lápida cubriese sus huesos,
obtendría para vos lo que vos quisierais.

BOSOLA
¿Qué cosa?
Decídmelo en pocas palabras, que lo haré al instante.
1935
Quienes largo tiempo piensan sus acciones, pocas empresas completan,
pues tanto meditan su final que nunca las emprenden.

[Entra Julia.]

JULIA
Eminencia, ¿venís a cenar?

CARDENAL
Tengo asuntos que atender. Márchate.

JULIA
[aparte]
¡Qué hermoso porte tiene ese hombre!

[Sale.]

CARDENAL
Escuchadme: Antonio merodea por aquí en Milán.
1940
Encontradlo, y matadlo. Mientras él viva,
nuestra hermana no podrá casarse, y tengo pensado
un excelente compromiso para ella. Haced esto que os pido,
y decidme qué recompensa desearíais.

BOSOLA
¿Cómo he de encontrarlo?

CARDENAL
Hay un noble caballero, un tal Delio,
1945
entre nuestras tropas; es su probado y leal amigo
desde hace mucho tiempo. Vigiladlo, seguidle los pasos
cuando acuda a misa. Es posible que Antonio,
para quien la religión no es más que una materia escolar,
le acompañe, aunque sea sólo por seguir costumbres
1950
algo mundanas. O podéis encontrar al confesor
de Delio, y tratar de sobornarle para que os revele
su paradero. Hay mil maneras de encontrar
su rastro. Por ejemplo, podríais averiguar
qué personas importunan a los judíos pidiéndoles
1955
grandes sumas de dinero en préstamo, pues debe estar necesitado.
O podríais acudir a los retratistas, y preguntar
por la persona que ha traído un cuadro de la Duquesa.
Con algo de fortuna, una de estas...

BOSOLA
No cejaré en este asunto.
Encontraré a ese desalmado Antonio,
1960
por encima de cualquier otra cosa.

CARDENAL
Hacedlo, y seréis feliz.

[Sale.]

BOSOLA
Este hombre cría basiliscos tras sus ojos,
lleva la muerte grabada en la mente. Mas no parece
saber nada de la muerte de la Duquesa.
¿Será su astucia? Debo seguir su ejemplo,
1965
porque no hay mejor manera de seguir un rastro
que la de un zorro viejo.

[Entra Julia portando una pistola.]

JULIA
Os he encontrado.

BOSOLA
¿Qué deseáis?

JULIA
Las puertas están atrancadas.
Ahora, sire, os haré confesar vuestra traición.

BOSOLA
¿Traición? ¿De qué habláis?

JULIA
Decidme a cuál de mis criadas
1970
habéis sobornado para que pusiera esa pócima
de amor en mi copa.

BOSOLA
¿Una pócima? ¿De amor?

JULIA
Así es. Durante mi estancia en Amalfi.
De lo contrario, ¿cómo iba a enamorarme de vos?
¡Con ese rostro! Tanto dolor he sufrido
1975
por vuestra razón, que el único remedio que me queda
es saciar con vos mi deseo.

BOSOLA
Sin duda, mas en el arma
que empuñáis contra mí no hay sino perfume y delicias.
Espléndida señora, éste es un singular modo de revelarme
vuestro deseo. Permitidme que os despoje de un arma
1980
y os proteja con mis brazos.
[La abraza.]
Cuán extraño es todo esto.

JULIA
Comparad vuestro porte con lo que ven mis ojos,
y veréis que mi amor no es tal milagro.
[Le besa.]
Mas ahora me diréis que soy
1985
una desvergonzada. La modestia, que se presume
propia de las damas, resulta ser pesada como un pariente
que nunca decide terminar su visita.

BOSOLA
Observadme; simplemente soy un vulgar soldado.

JULIA
Mejor que mejor, porque más apreciado es el fuego
1990
allí donde el roce no produce chispa.

BOSOLA
No sé hablar como un galán.

JULIA
La ignorancia en el cortejo no os hará errar,
siempre que el corazón os conduzca al bien.

BOSOLA
Sois muy bella.

JULIA
Si vuestra acusación es de belleza, debo confesarme
no culpable.

BOSOLA
Vuestros ojos, con su resplandor
1995
llevan un haz de flechas que penetran mucho más
que los rayos del sol.

JULIA
Vais a echarme a perder con vuestras lisonjas.
Inculpaos vos mismo con el cargo de cortejarme,
mientras yo os hago la corte.

BOSOLA
[aparte]
Sé qué he de hacer con esta criatura.
Aparentaré que nuestro amor crece sin mesura.
2000
[A Julia.]
Si nos viese así su Eminencia el Cardenal,
¿no me tendría por un perverso villano?

JULIA
No, me acusaría a mí de ser una lasciva,
mas a vos no os lo contaría como una ofensa.
Pongamos que yo viese un diamante y lo robara.
2005
La falta no es de la piedra preciosa, sino del ladrón
que la hurta. Yo voy a ser temeraria por vos.
Nosotras, damas que gustamos de placeres,
acostumbramos a refrenar nuestro deseo, nuestros anhelos,
mas en un instante unimos la dulzura del goce
2010
con una excusa elegante. Si hubierais estado en la calle,
apostado bajo mi ventana, allí mismo os habría
cortejado.

BOSOLA
¡Oh, excelentísima señora!

JULIA
Pedidme cualquier cosa, aquí y ahora,
que yo os probaré que os amo.

BOSOLA
Lo haré.
2015
Si de verdad me amáis, no falléis en el intento.
Anda el Cardenal sumido en un gran abatimiento;
exigidle conocer la causa, no le permitáis obviaros
con algún motivo falseado. Descubrid la razón de su tristeza.

JULIA
¿Por qué queréis saberla?

BOSOLA
Estoy a su servicio,
2020
y a mis oídos ha llegado el rumor de que ha caído en desgracia
ante el Emperador. Si es cierto, como los ratones que abandonan
las casas en ruinas, iría a ofrecerle mis servicios
a otra parte.

JULIA
No tendréis que ir a la guerra, milord.
2025
Yo seré vuestro sustento.

BOSOLA
Y yo vuestro muy leal servidor,
mas no puedo renegar de mi oficio.

JULIA
¿No abandonaréis
a un ingrato general por el amor de una dama?
Sois como algunos que no pueden dormir en lecho de plumas
2030
si no se colocan una piedra por almohada.

BOSOLA
¿Haréis esto por mí?

JULIA
Con astucia.

BOSOLA
Debo saberlo mañana.

JULIA
¿Mañana? Ocultaos en mi alcoba pues,
y obtendréis vos mismo la información. No os demoréis
más de lo que yo lo haga. Me siento como un reo de muerte
2035
al que hayan prometido el indulto: quiero verlo firmado. Entrad.
Veréis de qué manera le envuelvo el corazón con mis palabras,
como si fuera una madeja de seda.

[Bosola se oculta. Entra el Cardenal.]

CARDENAL
¿Dónde estáis?

[Entra un Criado.]

CRIADO
Aquí, Eminencia.

CARDENAL
Si quieres conservar la vida,
asegúrate de que nadie hable con el Príncipe Fernando
2040
sin que yo lo sepa.
[Aparte]
En su locura podría revelar
el crimen.
[Sale el Criado.]
Ahí está la que sin cesar me corroe.
Hastiado estoy de ella; por cualesquiera medios
me libraría de...

JULIA
¿Qué os sucede, milord?
2045
¿Qué os aflige?

CARDENAL
No es nada.

JULIA
Estáis muy alterado.
Venid conmigo, confiad en mí, que yo os aliviaré
ese peso que os oprime el corazón. ¿Qué os ocurre?

CARDENAL
No puedo decírtelo.

JULIA
¿Tanto os gusta el dolor que no podéis
2050
separaros ni siquiera un poco de él? ¿Pensáis
que no puedo amaros, Eminencia, tanto en la tristeza
como en la alegría?¿Sospecháis acaso de mí,
quien durante años ha guardado los secretos
de vuestro corazón? ¿No habré de saber guardar
2055
el secreto de vuestras palabras?

CARDENAL
Date por satisfecha.
El único modo de guardar mi secreto
es no revelártelo.

JULIA
Decidle eso al eco,
o a los aduladores, que como el eco, siempre proclaman
lo que oyen, aunque no sea completo. Mas no me lo digáis a mí.
2060
Si de verdad sois honesto con vos mismo,
yo habré de saberlo.

CARDENAL
¿Acaso vas a torturarme?

JULIA
No, milord. El juicio mismo
os lo hará revelar. Tan malo es revelar un secreto a voces
como no decírselo a nadie.

CARDENAL
2065
Lo primero es de necios.

JULIA
Lo segundo es de tiranos.

CARDENAL
De acuerdo. Imagina que haya cometido alguna acción
ocultamente, sobre la cual yo querría que nunca nadie
supiese nada.

JULIA
Es por ello que no debo saberlo.
Por mí, Eminencia, habéis ocultado pecados
2070
tan enromes como el adulterio. Milord, nunca he tenido
ocasión de daros pruebas de mi constancia.
Os lo ruego, Eminencia.

CARDENAL
Te arrepentirás.

JULIA
Jamás.

CARDENAL
Te conduce hacia la ruina. No te lo diré.
Escúchame bien: piensa bien en el peligro que entraña
2075
hacerse partícipe de los secretos de un noble. Los que así lo hacen,
han de revestirse el pecho con acero
para contener esos peligros. Te lo ruego, no insistas.
Piensa en tu fragilidad. Más fácil es hacer un nudo
que desenredarlo. Es un secreto que podría esparcirse
2080
por tus venas como un veneno latente,
y acabar con tu vida en siete años.

JULIA
Estáis jugando conmigo.

CARDENAL
¡Basta pues! Quieres saberlo:
por orden mía, la Duquesa de Amalfi
y dos de sus niños murieron estrangulados
2085
hace cuatro noches.

JULIA
¡Cielo santo! ¿Qué habéis hecho, Eminencia?

CARDENAL
¿Qué me dices ahora? ¿Cómo te sienta? ¿Piensas que tu pecho
será una tumba oscura y profunda donde guardes para siempre
este secreto?

JULIA
Os habéis descubierto, milord.

CARDENAL
¿Por qué?

JULIA
Ya no me corresponde a mí ocultarlo.

CARDENAL
¿No?
2090
Ven aquí. Júramelo sobre esta Sagrada Biblia.

JULIA
Con toda mi alma.

CARDENAL
Besadlo.
Y ahora, jamás habrás de decirlo. Te ha perdido
tu curiosidad. El libro estaba envenenado.
Sabía yo muy bien que eras incapaz de guardar un secreto,
2095
y por ello te he atado a él, con la muerte.

[Entra Bosola.]

BOSOLA
¡Por caridad! ¡Deteneos!

CARDENAL
¡Bosola!

JULIA
Os perdono, Eminencia.
Lo que habéis hecho es justo.
Yo os traicioné, permití que este hombre
escuchase vuestras palabras. Es por eso que os dije
2100
que no me correspondía a mí ocultarlo.

BOSOLA
¡Necia mujer!
Pudiste haberle envenenado a él.

JULIA
Sólo los débiles
meditan sobre lo que podría haber sido. Me voy,
mas no sé adónde.

[Muere Julia.]

CARDENAL
¿Qué haces tú aquí?

BOSOLA
Busco a un gran hombre, como vos,
2105
que no haya perdido el juicio, como milord Fernando,
y hacer patente mi servidumbre.

CARDENAL
Haré que os descuarticen.

BOSOLA
No juréis disponer de esa manera de una vida
que no os pertenece.

CARDENAL
¿Quién te dejó entrar?

BOSOLA
Ella, y su lujuria. Esas eran sus intenciones.

CARDENAL
Muy bien.
2110
Ahora tú y yo somos cómplices de asesinato.

BOSOLA
¿Por qué disfrazáis vuestros sucios propósitos
ante mí? ¿Acaso imitáis a aquellos que, tras planear
una gran traición, y haberla llevado a cabo,
corren a ocultarse en el panteón
2115
de los que tomaron parte?

CARDENAL
Calla. Hay una gran fortuna a tu alcance.

BOSOLA
¿De nuevo he de esperar los favores de esa diosa?
Ese es el peregrinaje de un necio.

CARDENAL
Tengo grandes honores
reservados para ti.

BOSOLA
Muchos son los caminos que aparentan llevarnos al honor, mas algunos de ellos son muy indecorosos.

CARDENAL
2120
Háblale al demonio de tus desventuras.
Ya arde bien el fuego: no hace falta removerlo.
Echa humo en abundancia. ¿Matarás a Antonio?

BOSOLA
Sí.

CARDENAL
Llévate su cuerpo.

BOSOLA
Voy a convertirme
en el más popular ataúd de los cementerios.

CARDENAL
2125
Te proporcionaré una docena de esbirros
que te ayudarán a asesinarlo.

BOSOLA
De ninguna manera. Hay médicos que aplican sanguijuelas a toda inflamación pestilente, y acostumbran a cortarles la cola para que la sangre corra por ellas más veloz. No quiero tener séquito a la hora de derramar sangre; pues más numerosa sería la compañía camino de la horca.

CARDENAL
Vuelve aquí a la medianoche. Me ayudarás a llevar
su cuerpo hasta sus aposentos. Diré que ha muerto
apestada, así menos querrán saber acerca de la muerte.

BOSOLA
2130
¿Dónde está su marido, Castruchio?

CARDENAL
Ha partido hacia Nápoles, a tomar posesión
de la ciudadela de Antonio.

BOSOLA
Creedme. La fortuna os ha sonreído en este envite.

CARDENAL
No faltes esta noche. Esta es la llave maestra
2135
que da acceso a mis aposentos. Con ella te hago entender
la confianza que en ti deposito.

[Sale el Cardenal.]

BOSOLA
Estaré dispuesto.
¡Pobre Antonio! Por su posición, la clemencia
es necesaria, pero cuán peligrosa me resulta.
Debo vigilar mis pasos. En terrenos helados
2140
que resultan tan resbaladizos es mejor que un hombre
use clavos en su calzado. Es posible partirse el cuello.
Este es un buen precedente. ¡Cuánta sed de sangre
tiene ese hombre! ¡Parece no temer a nada!
Hay hombres que dicen que el exceso de confianza
2145
está contiguo al infierno, un falso tabique los separa.
Antonio, he de encontrarte; he de velar
por tu seguridad, y ponerte fuera del alcance
de esta jauría cruel que ya se ha cobrado
parte de tu sangre. Y puede que yo,
2150
a ti me una en esta la más justa de las venganzas.
Aun el brazo más débil encuentra fuerzas
cuando golpea con la espada de la justicia.
No puedo olvidar a la Duquesa. Me parece verla
a todas horas. Es la congoja. ¡Penitencia! ¡Déjame en verdad
2155
beber de tu cáliz, y coróname tras asestar tu golpe!

[Sale.]

Escena iii

[Entran Antonio y Delio.]

DELIO
Aquella es la estancia del Cardenal. Este fuerte
fue construido sobre las ruinas de una vieja abadía.
A aquel lado del río hay un muro, que fue parte del claustro.
Es un muro, que a mi parecer, ofrece el mejor eco
2160
que jamás hayas oído. Es tan profundo, tan lúgubre,
tan perfecto en su respuesta, que mucho hay que suponen
que se trata de un espíritu que responde.

ANTONIO
Muy estimadas me son estas ruinas.
Cada paso que damos sobre ellas es un avance
2165
que hacemos con nuestros pies sobre la historia.
No me cabe duda de que en este patio abierto al cielo,
que aparece desnudo a las inclemencias de la tempestad,
yacen enterrados hombres que amaban a la Iglesia,
que mucho le entregaron, pensando que ella
2170
protegería sus huesos hasta el día mismo del juicio final.
Mas todo llega a su fin. Como los mismos hombres,
iglesias y ciudades enferman,
y deben morir, como nosotros.

ECO
Morir como nosotros.

DELIO
El eco repitió tus palabras.

ANTONIO
Fue un gemido,
2175
tenía un sonido mortecino.

ECO
Un sonido mortecino.

DELIO
Ya te dije que era un eco muy bueno.
Puede sonar como un cazador o como un músico,
o con un profundo lamento.

ECO
Profundo lamento.

ANTONIO
Es cierto. Eso es lo mejor.

ECO
Es lo mejor.

ANTONIO
2180
Me recuerda a la voz de mi esposa.

ECO
Voz de mi esposa.

DELIO
Alejémonos de aquí. Preferiría que no acudieras
a ver al Cardenal esta noche. No vayas.

ECO
No vayas.

DELIO
La prudencia no atempera el dolor
2185
más que el tiempo. Debes llevar cuidado.

ECO
Lleva cuidado.

ANTONIO
La necesidad me obliga a ello.
Vuelve la vista atrás, examina los episodios
de tu propia vida, y verás que es imposible
escapar de tu destino.

ECO
Escapa de tu destino.

DELIO
2190
Escucha. Las mismas piedras parecen tener pena de ti,
y te dan buen consejo.

ANTONIO
No voy a hacerle caso al eco;
no es más que unas piedras, sin vida.

ECO
Sin vida.

ANTONIO
A estas horas, mi Duquesa debe estar durmiendo,
y los pequeños, espero que dulcemente. ¡Oh, mi Dios!
2195
¿No la he de ver nunca más?

ECO
Nunca más.

ANTONIO
Hasta ahora había ignorado las palabras del eco,
mas esta última, de pronto, me ha hecho ver
un rostro envuelto en el dolor.

DELIO
Es tu imaginación.

ANTONIO
Marchemos de aquí. Quiero librarme de esta fiebre.
2200
Vivir así, ciertamente, no es vivir.
Es un escarnio, una afrenta a la vida.
En adelante, no he de intentar salvarme a medias.
He de arriesgar: lo perderé todo, o nada.

DELIO
Que tu virtud
sea tu misma salvación. Buscaré a tu hijo. Te seguiremos.
2205
Puede que al ver a un muchacho que es sangre de su sangre,
que es tan buena persona, se produzca en él
mayor compasión.

ANTONIO
Aun si así fuera, ve con Dios.
Aunque Fortuna juega su papel en nuestra desgracia,
no lo hace en nuestra pesadumbre.
2210
Desdeñemos el dolor, porque es nuestro.

[Salen.]

Escena iv

[Entran el Cardenal, Pescara, Malateste, Rodrigo y Grisolán.]

CARDENAL
No hace falta montar guardia por el Príncipe esta noche.
Su Excelencia ha mejorado mucho.

MALATESTE
Eminencia, permitidnos...

CARDENAL
No, de ningún modo.
Cualquier ruido o movimiento no hacen
2215
sino enloquecerle. Os lo ruego, id a descansar.
Y aunque le oigáis sufrir uno de sus violentos ataques,
no os lo levantéis, os lo ruego.

PESCARA
Milord, no haremos...

CARDENAL
No. Quiero vuestra promesa, vuestra palabra
de honor. Es él mismo quien me ha hecho prometerlo.
2220
A mi juicio, en su apremio se mostraba muy sensato.

PESCARA
Demos pues todos nuestra palabra de honor.

CARDENAL
Y dadla también por vuestros sirvientes.

PESCARA
También por ellos.

CARDENAL
Pudiera ser que, para poner a prueba vuestra palabra,
yo mismo me alce mientras él duerme, y finja
2225
uno de esos trances de locura, y grite pidiendo ayuda,
aparentando estar en grave peligro.

MALATESTE
Aunque os cortasen el cuello,
no acudiría en vuestra ayuda. Para eso os he dado mi palabra.

CARDENAL
Os quedo muy agradecido.

[El Cardenal se aparta del grupo.]

GRISOLÁN
Terrible tempestad la de esta noche.

RODRIGO
Los aposentos del Príncipe se mecían como una cuna.

MALATESTE
2230
Mucho afecta demuestra el diablo
cuando acuna a su hijo.

[Salen.]

CARDENAL
Motivos sobrados tengo para no permitirles
acercarse a mi hermano. A medianoche
podré, con absoluta reserva, llevarme
2235
el cuerpo de Julia a su aposento. ¡Ah, mi conciencia!
Quisiera ahora poder rezar, pero el demonio me ha hurtado
el corazón; ya no tengo confianza en las plegarias.
Le ordené a Bosola que viniera a recoger el cuerpo
sobre esta hora. Tan pronto me preste ese servicio,
2240
ha de morir.

[Sale.]
[Entra Bosola.]

BOSOLA
Esa era la voz del Cardenal. Le he oído hablar de mí,
y mencionar mi muerte. Mas alguien viene.

[Entra Fernando.]

FERNANDO
Muy silenciosa es la muerte por asfixia.

BOSOLA
Veo que debo estar alerta.

FERNANDO
2245
¿Quién va? Con susurros, en voz baja. ¿Comprendes?
Hay que hacerlo en la oscuridad. El Cardenal no querría
que lo viese el Doctor, ni por todo el oro del mundo.

[Sale.]

BOSOLA
Han planeado mi muerte; hete aquí las consecuencias de mi crimen.
No hay aprecio por el mérito, ni las palabras piadosas;
2250
sabemos que las malas acciones con la muerte deben pagarse.

[Se oculta. Entran Antonio y un Criado.]

CRIADO
Esperadme aquí, milord. Confiad en mí, os lo ruego.
Os traeré una lámpara.

[Sale el Criado.]

ANTONIO
Si lo encontrara rezando,
quizá hubiera una posibilidad de perdón.

BOSOLA
Haz justicia, espada.
2255
No os daré mucho tiempo para plegarias.

ANTONIO
¡Oh! Me han herido de muerte. En breve tiempo habéis puesto fin
a este largo pleito.

BOSOLA
¿Quién sois?

ANTONIO
Un pobre desdichado,
que sólo ha encontrado vuestro favor con la muerte.

[Entra el Criado con una lámpara.]

CRIADO
¿Dónde os halláis, milord?

ANTONIO
2260
Muy cerca del final. ¡Bosola!

CRIADO
¡Oh, infortunio!

BOSOLA
Calla tu pena, o mueres aquí mismo. ¡Oh Antonio!
El hombre por quien habría dado mi propia vida.
Qué somos sino esferas que se estrellan y vagan
al capricho de las estrellas. ¡Mi buen Antonio!
2265
Debo decirte algo en tus oídos moribundos.
Es algo que te partirá el corazón. Tu amada Duquesa,
tus dos preciosos niños...

ANTONIO
Sólo saber de ellos
enciende la llama de la vida en mí.

BOSOLA
Están muertos.

ANTONIO
Algunos hombres han querido morir
2270
al recibir tristes noticias. Yo me alegro
de morir, os lo digo en serio. No quisiera que ahora curaran
mis heridas. No sabría encontrarle sentido
a mi vida. En nuestra busca de la grandeza,
como muchachos cuyo único interés es pasar el tiempo,
2275
semejamos perseguir burbujas que estallan en el aire.
¿Dónde está el placer de vivir? Tan sólo unas horas
en una larga enfermedad. Nos prepara para el descanso,
para soportar las molestias. No te pido conocer
cómo sobrevino mi muerte, tan sólo que me encomiendes
2280
a Delio.

BOSOLA
¡Oh funesto suceso!

ANTONIO
Y haced que mi hijo escape de las cortes de los príncipes.

[Muere Antonio.]

BOSOLA
Diríase que tú estimabas a Antonio.

CRIADO
Aquí le traje
para que se reconciliase con el Cardenal.

BOSOLA
No te voy a pedir que lo hagas.
2285
Toma este cuerpo, y si en algo aprecias tu vida,
llévalo donde Lady Julia solía alojarse.
Avanza rápido mi destino.
Ya tengo al Cardenal en el yunque:
ahora lo someteré al martillo. Nefasto error ha sido este.
2290
No quisiera ahora imitar proezas,
ni infamias. Yo mismo pondré el ejemplo.
¡Ea, muévete! Y asegúrate de respetar con tu silencio
a quien llevas en tus brazos.

[Salen.]

Escena v

[Entra el Cardenal leyendo un libro.]

CARDENAL
Hay una cuestión acerca del infierno que me tiene intrigado.
2295
Este autor nos dice que en el averno existe un fuego material,
el cual, no obstante, no quema a todos los hombres por igual.
Dejémoslo estar. ¡Qué tedioso tener una conciencia culpable!
Cuando he mirado esta tarde en los estanques del jardín de palacio,
me ha parecido ver algo armado con un estoque,
2300
y dispuesto a acuchillarme. ¿Quién va? Por fin llegaste.
[Entran Bosola y el Criado portando el cuerpo de Antonio.]
Tienes muy mal aspecto.
Hay en tu rostro muestras de una gran determinación,
unida al miedo.

BOSOLA
Ojalá ilumine mis actos,
pues he venido a mataros.

CARDENAL
¡Auxilio! ¡A mí la guardia!

BOSOLA
2305
No os engañéis.
No pueden oír vuestros gritos.

CARDENAL
Detente. Repartiré mi fortuna contigo.

BOSOLA
Vuestras oraciones,
así como vuestros ofrecimientos, llegan a destiempo.

CARDENAL
¡Llama a la guardia! ¡Traición!

BOSOLA
Os he cortado la huida.
2310
Podéis ir hasta la alcoba de Julia,
pero no más lejos.

CARDENAL
¡Socorro! ¡Traición!

[Entran Pescara, Malateste, Rodrigo y Grisolán arriba].

MALATESTE
Escuchad.

CARDENAL
¡Venid a rescatarme!

RODRIGO
¡Bah! Está fingiendo.

MALATESTE
Pero no es el Cardenal.

RODRIGO
Sí, es él, sin duda.
2315
Mas prefiero verlo ahorcado que ir en su ayuda.

CARDENAL
¡Me han tendido una trampa! ¡Me atacan! Me van a matar
si no venís en mi ayuda.

GRISOLÁN
¡Qué bien que actúa!
Pero no voy a permitirle reírse de mi honor.

CARDENAL
¡Me van a cortar el cuello!

RODRIGO
2320
No gritaríais tanto si así fuese.

MALATESTE
Vayámonos. Volvamos al lecho.
Eso mismo nos dijo que hiciéramos.

PESCARA
Era su deseo que no acudiéramos en su ayuda.
Mas creedme, por su voz no parece ser mofa.
2325
Por si acaso, bajaré hasta él
y forzaré la puerta.

[Sale.]

RODRIGO
Vayamos a verlo desde la distancia.
Veréis cómo se mofa el Cardenal de él.

[Salen.]

BOSOLA
Tú has de ser el primero.
Así no podrás desatrancar la puerta para que acudan
2330
en su auxilio.

[Bosola mata al Criado.]

CARDENAL
¿Qué motivos tienes para querer matarme?

BOSOLA
Mirad eso.

CARDENAL
¡Antonio!

BOSOLA
Muerto a mis manos, sin yo quererlo ni saberlo.
Rezad ahora, Eminencia. Mas apresuraos. Cuando matasteis
a vuestra hermana, le quitasteis a la justicia su equilibrio,
2335
y ahora no le queda más que la espada.

CARDENAL
Tened piedad de mí.

BOSOLA
Ahora parece que toda vuestra grandeza era tan sólo fachada.
Os estáis desmoronando mucho más deprisa que la calamidad
os pudiera arrastrar. Basta ya, se acaba el tiempo. ¡Tomad esto!

[Acuchilla al Cardenal.]

CARDENAL
Me has herido...

BOSOLA
Una vez más.
[Acuchilla al Cardenal otra vez.]
¿Voy a morir como un conejo
2340
sin oponer resistencia? ¡Auxilio! ¡Ayudadme!
¡Me matan!

[Entra Fernando.]

FERNANDO
¿Sonó la alarma? Dadme un caballo que esté fresco.
Formad la vanguardia, o perderemos la batalla.
¡Rendíos! Os daré el honor de las armas:
2345
sacudiré mi espada sobre vos. ¿Os rendís?

CARDENAL
Ayúdame. Soy yo, tu hermano, el Cardenal.

FERNANDO
¿Me habla el diablo?
¿Lucha mi hermano en el bando contrario?
[Fernando hiere al Cardenal, y en la refriega, hiere mortalmente a Bosola.]
Ahí tienes tu rescate.

CARDENAL
¡Oh, justicia!
Sufro ahora por todo lo que he consumado.
2350
El dolor es el primogénito del pecado.

FERNANDO
¿Sois ahora hombres valerosos? Sabed que César mismo corrió peor suerte que Pompeyo, pues César murió en los brazos de la prosperidad, en tanto que Pompeyo lo hizo a los pies de la desgracia. Vosotros, en cambio, morís en el fragor de la batalla. El dolor no es apenas nada. Las más de las veces, el dolor desaparece cuando tenemos un sufrimiento mayor, así como se desvanece un dolor de muelas tan pronto llega al barbero que vino a arrancárnosla. Aprende, ésta es buena filosofía...

BOSOLA
Mi venganza es ahora perfecta: postraos,
vos, causa de mi perdición. Los momentos finales de mi vida
van a resultar ser los más útiles.

[Bosola hiere de muerte a Fernando.]

FERNANDO
¡Ay! Traedme heno fresco, que pierdo el resuello.
2355
Este mundo, a mi parecer, es una perrera:
rebasaré las expectativas y gozaré de grandes placeres
más allá de la muerte.

BOSOLA
Parecéis recobrar la cordura
ahora que estáis tan cerca del final.

FERNANDO
¡Hermana! ¡Oh, mi hermana! Ella fue la causa.
2360
Sea por ambición, por la sangre o la lujuria,
como el diamante, el corte que nos mata lo hacemos nosotros.

[Muere Fernando.]

CARDENAL
Tú también tienes ya tu pago.

BOSOLA
Lo sé. Mi alma, aunque cansada, se afierra a las palabras.
Estoy presto a partir. Me sabe a gloria que vos,
2365
que cual enorme pirámide se mantuvo
sobre una noble e inmensa base,
acabéis como su punta, como la nada.

[Entran Pescara, Malateste, Rodrigo y Grisolán.]

PESCARA
¿Qué os sucede, Eminencia?

MALATESTE
¡Oh, qué funesto suceso!

RODRIGO
¿Por qué ha ocurrido esto?

BOSOLA
2370
Por venganza. He vengado a la Duquesa, quien fue asesinada
por sus hermanos. También a Antonio, muerto
por mi mano. A la lasciva Julia,
envenenada por este hombre. Y por último, a mí mismo,
que mero actor fui aunque en el centro de sus disputas,
2375
aun en contra de mi buen carácter, y al final
menospreciado.

PESCARA
¿Cómo os halláis, Eminencia?

CARDENAL
Cuidad de mi hermano.
Fue él quien nos causó estas heridas, mientras nosotros
forcejeábamos. Os lo ruego, dejadme reposar,
y que nadie haga memoria de mí.

[Muere el Cardenal.]

PESCARA
2380
Funesta ha resultado ser su negativa a recibir
auxilio.

MALATESTE
Y tú, desdichado, aunque ensangrentado estás,
dinos cómo encontró Antonio su muerte.

BOSOLA
Fue en la confusión. No sé cómo llegó a ocurrir.
2385
Fue un desconcierto como los que tantas veces he visto
en las obras de teatro. Ya muero.
Somos tan sólo muros sin vida, criptas abandonadas,
que una vez en ruinas, no damos eco. Adiós.
Puede que sienta dolor, mas no me duele morir
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en tan noble combate. ¡Oh lúgubre mundo!
¿En qué penumbra, en qué oscuro pozo vive
el hombre, ser pusilánime y temeroso?
Que jamás sucumban las nobles ideas a la desconfianza,
para morir o sufrir la vergüenza por una causa justa.
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Mi viaje es muy distinto.

[Muere Bosola.]

PESCARA
Al llegar a Palacio, el noble Delio
me alertó de la presencia de Antonio, y me mostró
a un apuesto muchacho, su hijo y heredero.

[Entran Delio y el hijo de Antonio.]

MALATESTE
¡Oh, milord! Llegáis tarde.

DELIO
Eso me han dicho:
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me preparé para esto antes de venir. Hagamos
noble uso de esta desgracia, y unamos nuestras fuerzas
para restablecer a este joven caballero
con las potestades que de su madre recibe. Estos infortunados nobles
que aquí yacen no dejan tras de sí mayor huella de fama
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que la que deja uno al caer sobre un terreno helado.
Tan pronto brille el sol, se desharán su forma
y su materia. Siempre ha sido mi parecer
que la naturaleza no hace mejor para los hombres grandes
que cuando los hace valedores de la verdad.
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Una vida íntegra es la mejor ayuda al buen nombre,
el cual, tras la muerte, corona con nobleza nuestro fin.

[Salen.]