Torquato Tasso, L’ Aminta

Aminta





Edición filológica utilizada:
Torcuato Tasso. Aminta. Traducción de Juan de Jáuregui. Barcelona, Olegario Salvatella, s. a.
Procedencia:
Texto base
Edición digital a cargo de:
  • Soler Sasera, Eva (Artelope)
  • Ojeda, María del Valle (Artelope)

Personas

AMOR, en hábito pastoril
DAFNE, compañera de Silvia
SILVIA, amada de Aminta
AMINTA, enamorado de Silvia
TIRSI, compañero de Aminta
SÁTIRO, enamorado de Silvia
NERINA, mensajera
ERGASTO, mensajero
ELPINO, pastor
CORO DE PASTORES

Acto I

Prólogo

Amor, en hábito pastoril.

AMOR
¿Quién creyera que en esta humana forma
Y así en estos despojos pastoriles,
estaba oculto un dios? No un dios agora
salvaje o de la plebe de los dioses,
5
Mas entre los celestes y los grandes
El de mayor poder; que muchas veces
Derriba a Marte la sangrienta espada
De la robusta mano, y a Neptuno
Que las tierras combate, el gran tridente,
10
Y los rayos a Júpiter supremo.
En este aspecto y en aquestos paños
No reconocerá tan fácilmente
Mi madre Venus al Amor, su hijo,
Esme forzoso andar huyendo della
15
Y disfrazarme así, porque ella quiere
Disponer a su gusto de mis flechas
Y de mi mesmo; y de ambición movida,
Cual liviana mujer, me insiste y lleva
A las ilustres cortes y los cetros,
20
Y allí procura que mi fuerza emplee;
Y sólo al vulgo de ministros míos
Mis menores hermanos, da licencia
Que puedan alojarse entre las selvas,
Y usar las armas en silvestres pechos.
25
Yo, que no soy criatura, aunque mi rostro
Lo representa y mi ademán travieso,
Quiero usar de mis armas a mi gusto
Y disponer de mí según mi antojo;
Que a mí fue concedido, y no a mi madre,
30
El fuego omnipotente y arco de oro.
Por esto, disfrazándome y huyendo,
No su imperio, que en mi no tiene alguno,
Mas los ruegos, que al fin, siendo de madre,
Tienen fuerza, me escondo entre las selvas
35
Y en las cabañas de la gente humilde.
Ella me sigue y busca, prometiendo,
A quien me manifeste, un dulce abrazo
O algun premio mayor, cual si no fuese
Yo poderoso para dar en cambio
40
Regalos semejantes o mayores
A quien me encubra della. Esto a lo menos
De cierto sé: que los halagos míos
A las doncellas les serán más gratos,
Si yo, que soy Amor, de amor entiendo.
45
Así me busca de ordinario en vano;
Que nadie quiere revelarme y callan.
Pues por estar aun más oculto, y que ella
No pueda descubrirme por las señas,
Dejé las alas, el aljaba y arco;
50
Mas no por eso vengo desarmado,
Que aquesta que parece simple vara,
Es mi encendida hacha transformada,
Y toda espira llama invisibles.
También aqueste dardo, aunque no tiene
55
La punta de oro, es de divino temple,
Y doquiera que pica, amor imprime.
Hoy he de hacer una profunda herida,
No menos incurable, al duro pecho
De la más cruda ninfa que en los campos
60
Siguió jamás el coro de Diana.
Será tan grande llaga la de Silvia,
Que este es el nombre de la ninfa fiera,
Como una que yo hice, habrá algún tiempo,
Al tierno pecho del zagal Aminta,
65
Cuando los dos de un modo pequeñuelos,
Él por el campo á caza la seguía;
Y porque el golpe en ella más encarne,
Esperaré que la piedad primero
Ablande el duro hielo, que apretado
70
Alrededor del corazón le ha puesto
La honestidad y virginal decoro;
Y en el instante mismo que lo sienta,
Algo más tierno, lanzaréle el dardo;
Pues para ejecutar cómodamente
75
Mi empresa noble, ir quiero a entretenerme
Envuelto con la turba de pastores,
Que todos festejantes, coronados,
Aquí se juntan ya, donde los días
Solenes gastan en solaz y fiesta,
80
Y fingiré ser uno de su escuadra.
En este puesto, en este, haré mi golpe,
Que no le puedan ver mortales ojos.
Hoy estas selvas en manera nueva
Se oirán hablar de amor; hoy ha de verse
85
Que aqui presente mi deidad asiste
Ella en sí misma, y no en ministros suyos.
Inspiraré sentido noble y puro
A los rústicos pechos, y en sus lenguas
Pondré un estilo dulce y delicado,
90
Pues en cualquiera parte que yo asista
Soy Amor en efecto, en los pastores
No menos que en los héroes poderosos;
Y la desigualdad de los sujetos,
Como me place, igualo. Esta es la suma.
95
Gloria que alcanzo, el gran milagro mío:
Que suelo hacer las rústicas zampoñas
A la lira más docta semejantes.
Y si mi madre, que desdeña el verme
Andar errando por agrestes bosques,
100
Esta verdad no reconoce acaso,
Ella es ciega, no yo, que falsamente
Usa llamarme ciego el ciego vulgo.

Dafne y Silvia

Dafne
¿Querrás, Silvia, en efecto,
Sin los placeres de la hermosa Venus
105
Pasar tus verdes y floridos años?
¿Ni oirás el dulce nombre
de madre, ni verás los tiernos hijos
Con apacible juego rodearte?
Muda, muda de intento,
110
Simplecilla de ti, que no te entiendes.

Silvia
Siga otra los contentos amorosos,
Si es que hay en el amor algún contento
Yo desta vida gusto, y mi deleite
Es atender el arco y la saeta,
115
Seguir la fiera fugitiva, y luego
Aterrar, combatiendo la más brava;
Y mientras no faltaren
Al bosque fieras y a la aljaba flechas,
Por cierto, y vida en todo desabrida,
120
A mí no temo que placeres falten.
Que si agora te agrada,

Dafne
Desabridos placeres
Es por no haber probado otra ninguna.
Así la gente que habitó primero
125
En el mundo, que aun era simple infante,
Tuvo por dulce y buen mantenimiento
Agua y bellotas; ya bellotas y agua
Es manjar y bebida de animales,
Por ser puestas en uso uvas y trigo.
130
Tú por ventura si una vez gustases
Cualquier mínima parte del contento
Que goza un corazón amante amado.
Dijeras, suspirando, arrepentida:
"Todo el tiempo se pierde
135
Que en amor no se gasta.
¡Oh, mis pasados años!
Cuántas prolijas noches,
Cuántos silvestres solitarios días
He consumido en vano,
140
Que pudiera ocuparlos
En estos amorosos pasatiempos!"
Muda, muda de intento,
Simplecilla de ti, que no te entiendes,
Y arrepentirse tarde importa poco.

Silvia
145
Cuando yo arrepentida, suspirando,
Esas palabras diga,
Que tú finges y adornas a tu gusto,
Hacia sus fuentes volverán los ríos,
Huirá el hambriento lobo del cordero,
150
El galgo de la liebre, amará el oso
El mar profundo y el delfín los Alpes.

Dafne
Conozco ya la juventud esquiva,
Así cual eres tú, también yo he sido;
Así también gocé de gentileza,
155
De hermoso rostro y de cabello rubio;
Así tuve, cual tú, los labios rojos,
Y en mis llenas mejillas delicadas
Mezclada así con el jazmín la rosa.
Acuérdome que sólo era mi gusto
160
(¡Qué simple gusto!) componer las redes
Armar con liga la una y otra mata,
Dar nuevos filos en la piedra al dardo,
Y acechar de las fieras en el bosque
La cueva y huellas; y si vez alguna
165
Era mirada de lascivo amante,
Volvía la vista rústica y salvaje
Al suelo con vergüenza desdeñosa,
Desplaciéndome entonces la hermosura
Tanto como a los otros agradaba,
170
Cual si fuera mi culpa a mi deshonra
El ser vista, querida y deseada.
Mas ¿qué no puede el tiempo, y qué no puede,
Sirviendo, mereciendo y suplicando,
Hacer un importuno y fiel amante?
175
Vencida fui, yo lo confieso, y fueron
Del vencedor las armas
Humildad y continuo sufrimiento,
Llanto, suspiros y piadosos ruegos.
Mostróme, en fin, entonces
180
La oscura sombra de una breve noche
Lo que la luz de mil enteros días
En largo tiempo no me había mostrado;
Reprendime entonces de mi engaño
Y simple ceguedad, y suspirando,
185
Con voz alegre dije:
"Toma allá, Cinta, tu bocina y arco;
Que desque aquí renuncio
Tu aljaba, flechas, ejercicio y vida."
Así también espero que tu Aminta
190
Llegue a domesticar en algún día
Esa tu condición rústica y dura,
Y ablande en ese pecho
El intratable corazón de acero.
¿No es gentil mancebo? ¿No te quiere?
195
¿Acaso no es querido de otras ninfas?
¿Te dejó a ti por el amor de alguna
o por el odio tuyo?
Pues ¿en nobleza acaso le aventajas?
Si tú eres hija de Cídipe, y ésta
200
Nació del dios de nuestro noble río,
El de Silvano es hijo, cuyo padre
Fue Pan, aquel gran dios de los pastores.
No es menos que tú bella, si te miras
Al espejo tal vez de alguna fuente,
205
La cándida Amarilis, y él desprecia
Sus afables caricias,
Y sigue tus desprecios desdeñosos.
Haz cuenta, y quiera el cielo que sea vana,
Que él, de ti desdeñado, al fin procura
210
Agradarse de aquella que le adora;
¿Qué sentirás? me di; ¿con cuáles ojos
Verás tu amante con ajeno dueño,
Y ya en ajenos brazos,
Feliz y alegre, estar de ti burlado?

Silvia
215
Haga Aminta de sí lo que gustare,
Y de su amor, que a mí me importa poco,
Y como no sea mío,
De quien quisiere sea;
Mas no será, no le queriendo, mío,
220
Y aunque él lo fuese, no sería suya.

Dafne
¿De dónde nace tu aborrecimiento?

Silvia
De su amor solamente.

Dafne
Padre apacible de hijo riguroso,
¿Cuándo se vio del corderillo manso
225
Nacer el tigre, ni del cisne el cuervo?
O a mí, Silvia, me engañas, o a ti mesma.

Silvia
Aborrezco su amor, porque aborrece
Su amor mi honestidad, y amélo en tanto
Que de mí quiso lo que yo quería.

Dafne
230
Tú quieres lo peor, y él te desea
Lo que a sí mismo.

Silvia
Tú, mi Dafne, calla,
O habla de otra cosa, si pretendes
Que te responda.

Dafne
235
¡Qué desapacible,
qué soberbia rapaza! Dime al menos,
Si otro alguno te amara,
¿admitieras su amor desa manera?

Silvia
De aquesta misma admitiré a cualquiera
240
insidiador de mi virgineo pecho,
que tú llamas amante, y yo enemigo.

Dafne
¿Juzgas por enemigo
por ventura el carnero de la oveja,
el toro de la vaca?
245
¿Juzgas por enemigo
al caro esposo de su tortolilla?
¿Juzgas por tiempo, acaso,
de enemistad y enojo
la dulce primavera,
250
que agora alegre y verde
enseña a amar el mundo y animales
los hombres y mujeres, y no adviertes
cómo todas las cosas
en este tiempo están enamoradas
255
de un amor apacible y provechoso?
Mira allí aquel palomo
con qué dulces arrullos y caricias
besa a su compañera;
oye aquel ruiseñor, de ramo en ramo
260
cómo salta, cantando: "Yo amo, yo amo"
Pues la culebra, si es que no lo sabes,
deja el veneno y corre
fervorosa al amante;
siente de amor el tigre,
265
ama el bravo león; tú sola, fiera
más que las fieras todas,
le niegas en tu pecho acogimiento.
Mas ¿qué digo león, serpiente y tigre,
que tienen sentimientos?
270
También aman los árboles y plantas.
Mirar puedes la vid con cuánto afecto
y con cuántos abrazos repetidos
a su marido enlaza.
Ama un abeto al otro, el pino al pino,
275
el fresno al fresno; el sauce por el sauce
y una por otra haya arde y suspira;
aquella grande encina,
que parece tan áspera y salvaje,
siente también el amoroso fuego;
280
y si tuvieras tú de amor sentido,
bien sus mudos suspiros entendieras.
¿Qué has de ser en efecto para menos
que las plantas, huyendo ser amante?
Muda, muda de intento,
285
simplecilla de ti, que no te entiendes.

Silvia
Pues bien, cuando a las plantas
oyere los suspiros,
digo que entonces quiero ser amante.

Dafne
Tú recibes a burla mis consejos
290
fieles, y así con mis palabras juegas.
¡Oh en amor sorda, cuánto boba y necia!
mas anda, vendrá tiempo en que de veras
de no haberlos seguido te arrepientas.
Y no te digo cuando irás huyendo
295
Las fuentes, donde agora te deleitas:
cuando huirás las fuentes, por el miedo
de verte ya tan arrugada y fea,
bien que esto te avendrá. Mas no te anuncio
esto solo, que aunque es tan grave daño,
300
es daño al fin común; ¿no te se acuerda
lo que Elpino contaba el otro día,
el sabio Elpino, a su Licori hermosa,
la que en Elpino puede con los ojos
lo que él debiera en ella con el canto,
305
cuando el deber en el amor se hallara?
Pues lo contaba, oyendo Bato y Tirsi,
de amor grandes maestros, en la cueva
de la aurora, do encima de la puerta
escrito está: "Lejos de aquí, profanos"
310
Él dijo ( y dijo que se lo había dicho
aquel, de ingenio grande,
que cantó los amores y las armas,
cuya zampoña le dejó muriendo)
que hay una oscura cueva en el infierno,
315
allá donde los hornos de Aqueronte
exhalan negro humo abominable,
y que en aquesta con tormento eterno
de llanto y de tinieblas espantosas
son castigadas merecidamente
320
las mujeres ingratas y rebeldes.
Aguarda, pues, que allí se te apareje
albergue a tu fiereza, y será justo
que saque el humo llanto de unos ojos
do la piedad jamás pudo sacarlo.
325
Sigue, sigue tu estilo,
desconocida ninfa y obstinada.

Silvia
¿Y qué le respondió Licori entonces
a tales cosas?

Dafne
Tú del propio hecho
nada cuidas, ¿e inquieres los ajenos?
330
con los ojos le dio respuesta.

Silvia
¿Cómo
responder pudo con los ojos solos?

Dafne
Ellos, a Elpino vueltos, respondieron
con una dulce risa: "Tuyos somos,
y el mismo corazón de la que miras.
335
Ni más debes pedirle,
ni más te puede dar". Y esto bastara
por muy cumplido premio al casto amante.
Cuando él aquellos ojos
juzgara verdaderos como bellos,
340
y entera fe les diera.

Silvia
¿Y por qué no los cree?

Dafne
Luego ¿no sabes
lo que Tirsi escribió cuando, perdido,
sin seso, ardiendo anduvo por los campos
de tal manera, que a la par movía
345
piedad y risa en ninfas y pastores?
No fue lo que escribió digno de risa,
si bien sus hechos, como ves, lo fueron.
Él escribió mil troncos, y con ellos
creció la letra juntamente y versos,
350
donde me acuerdo haber así leído:
"Falsas lumbres, espejos engañosos
del triste corazón, bion os conozco,
y los engaños vuestros; mas ¿qué importa
si amor impide que de vos me aparte?"

Silvia
355
Yo estoy perdiendo el tiempo aquí en palabras,
sin acordarme que es el día prescrito
que habemos de ir a la ordenada caza
del encinal. Si te parece, Dafne,
me espera en tanto que en la fuente lavo
360
el polvo de que estoy toda cubierta
desde ayer, por seguir un presto gamo
que al fin pude matar.

Dafne
Esperaréte,
y aun yo quizá me bañaré contigo;
mas quiero ir antes a mi casería,
365
pues hasta agora no parece tarde.
Espérame en la tuya: iré a buscarte
y en tanto piensa tú lo que te importa
más que la fuente y caza, y si no sabes,
cree que no sabes, y a los sabios cree.

Aminta y Tirsi.

Aminta
370
He visto al llanto mío
el mar, las piedras responder piadosas,
y suspirar las hojas
he visto al llanto mío;
mas no he visto jamás, ni ver espero,
375
compadecerse mi enemiga bella
(que no sé si mujer la nombre o fiera);
pero ya niega ser mujer humana
la que piedad me niega,
no habiéndola negado
380
hasta la dura inanimada piedra.

Tirsi
Pace el cordero la menuda hierba,
y el lobo se alimenta del cordero;
mas el amor de lágrimas se ceba,
y sin jamás mostrarse satisfecho.

Aminta
385
Ay triste, que el amor bien satisfecho
está ya de mi llanto; sólo tiene
sed de mi sangre, y quiero que mi sangre
él y mi ingrata con los ojos beban.

Tirsi
¡Ay, Aminta infeliz! ¿Qué devaneas?
390
¿Qué estás diciendo? Esfuérzate y conforta
que otra ninfa hallarás si te desprecia
esta cruel.

Aminta
¿Cómo podré hallar otra,
si hallarme a mí no puedo? Y si yo mismo
me perdí, ¿qué ganancia
395
adquiriré jamás que me contente?

Tirsi
¡Oh mísero zagal! No desesperes;
que adquirirás la misma que deseas.
Sabe que el tiempo largo enseña al hombre
poner freno al león y tigre hircana.

Aminta
400
Sí, pero el desdichado
no puede largo tiempo
sostener la tardanza de la muerte.

Tirsi
Será breve tardanza, porque en breve
se enojan las mujeres y se aplacan,
405
a quien naturaleza hizo mudables
más que la hoja al viento y que la punta
de blanda espiga. Pero yo te ruego
que de lo oculto de tu triste estado
me des noticias; que si bien me has dicho
410
diversas veces que de veras amas,
la causa de tu amor siempre callaste;
y mi fiel amistad pienso merece,
con el común estudio de las musas,
que me descubras lo que a todos celas.

Aminta
415
Tirsi, yo soy contento de decirte
lo que las selvas, montes y los ríos
ya saben, y los hombres aun no saben;
porque ya estoy tan cerca de la muerte,
que me importa dejar quien manifieste
420
de mi morir la causa, y que la imprima
en la corteza de una haya infausta,
junto al lugar do yacerá mi cuerpo,
donde tal vez pasando aquella ingrata,
huelgue pisar los infelices huesos
425
con el soberbio pie, y entre si diga:
"Este es mi triunfo"; y de mirar se alegre
que ya es patente su vitoria a todos
los pastores vecinos y extranjeros,
que allí traiga la suerte, y ser podría
430
(mas mucho espero) se llegase un día
que ella, aunque tarde, de piedad movida,
llorase muerto al que quitó la vida,
diciendo: "¡Oh! Ya viviese y fuese mío."
mas oye agora.

Tirsi
Di, que bien te escucho,
435
quizá con mejor fin que tú no piensas.

Aminta
Siendo yo zagalejo,
tanto, que apenas con la tierna mano
podía alcanzar de las primeras ramas
en los pequeños árboles el fruto,
440
tuve pura amistad con una ninfa,
la más amable y bella
que al viento dio jamás sus hebras de oro.
Bien conoces la hija de Cidipe
y del rico Montano, Silvia cara,
445
honor de nuestras selvas
y ardor de nuestras almas: desta digo.
Viví con ésta un tiempo tan unido,
que entre dos tortolillas más conforme
fidelidad ni se verá ni ha visto.
450
Eran nuestros albergues
bien juntos, pero más los corazones;
conformes las edades,
pero los pensamientos más conformes.
Con ella muchas veces
455
tendí la red a pájaros y a peces;
seguí con ella el ciervo y el veloz gamo,
y era común la caza y el contento.
Mas mientras de animales hacía presa,
sin saber cómo, fui yo mismo preso.
460
Poco a poco nació en el pecho mío
no sé de qué raíz (como la hierba,
que suele de sí misma ella nacerse).
Un incógnito afecto,
que mi deseo movía
465
a ver siempre delante
mi compañera Silvia
y de sus bellos ojos
solía gustar una dulzura extraña,
que al fin dejaba un no sé qué de amargo
470
mil veces suspiraba, y no sabía
cuál fuese la ocasión de mis suspiros.
De manera que fui primero amante
que el amor conociese. Vine al cabo
bien a entenderlo; mas el modo escucha,
475
y nota cómo fue.

Tirsi
Debe notarse.

Aminta
De un álamo a la sombra Silvia y Filis,
y yo junto con ellas,
huyendo del sol estábamos un día,
cuando una abeja, que ligera andaba
480
su miel cogiendo en los floridos prados,
a Filis fue volando,
y en la mejilla hermosa,
más fresca y más rosada que la rosa,
a nuestros ojos le picó atrevida
485
(quizá engañada con la semejanza,
creyó que fuese flor). Entonces Filis
como impaciente comenzó a quejarse
de la aguda picada;
pero mi bella Silvia dijo: "Calla,
490
calla; no te lamentes, Filis mía,
que con palabras, que yo sé, de encanto
te quitaré el dolor. Este secreto
supe de Aresia, maga, y le di en trueco
mi cuerno de marfil y engaste de oro".
495
Esto diciendo, avecinó los labios
de aquella dulce boca a la mejilla
herida, y blandamente murmurando,
dijo no sé qué versos, y al momento
¡Maravilloso efecto! Sintió Filis
500
quitársele el dolor. O fue la fuerza
y virtud de las mágicas palabras,
o, como yo presumo,
la virtud de tu boca,
que sana lo que toca;
505
pues yo, que hasta entonces
otra ninguna cosa deseaba
que la agradable lumbre de los ojos
y sus palabras dulces, más suaves
que el lento murmurar de un arroyuelo
510
que rompe el curso entre menudas guijas,
y el resonar del céfiro en las hojas,
entonces me encendió nuevo deseo
de juntar a los suyos estos labios;
y con mayor astucia y más aviso
515
que nunca había tenido (mira cuánto
el amor sutiliza nuestros ingenio)
se me ofreció un engaño con que en breve
llegar pudiese a conseguir mi intento,
y fue desta manera: que fingiendo
520
me había picado otra molesta abeja
el labio bajo, comencé a quejarme
de suerte, que el remedio que la lengua
no demandaba, el rostro le pedía.
La simplecilla Silvia
525
piadosa de mi mal, se ofreció luego
con el remedio a la engañosa herida
y hizo, (¡ay triste!) mucho más crecida
y más mortal mi herida verdadera
cuando llegó sus labios a los míos.
530
No suelen las abejas
coger tan dulce miel de flor alguna,
como yo entonces de sus frescas rosas,
aunque el vivo deseo
que ardiente me incitaba a humedecer.
535
Se abstuvo, de temor y de vergüenza,
siendo más lento y menos atrevido;
mas mientras descendía
al corazón la gran dulzura, mixta
de un secreto veneno,
540
tanto regalo de este bien sentía,
que fingiendo no habérseme del todo
pasado aquel dolor, hice de suerte,
que ella más veces repitió el encanto.
De allí adelante de manera anduvo
545
creciendo mi impaciencia y mi deseo,
que como ya en el pecho no cupiesen,
por fuerza hubieron de salir; y un día
que en cerco se sentaban muchas ninfas
y pastores, haciendo un juego nuestro,
550
que cada uno por orden le decía
en la oreja un secreto al más vecino,
le dije a Silvia: "Yo por ti me abraso,
y moriré si tú no me remedias."
A etsas palabras inclinó su rostro,
555
y de improviso le tiñó de rojo,
dando señales de vergúenza y rabia.
No tuve otra respuesta que un silencio
mudo, turbado y lleno de amenazas.
Quitóse de allí luego, y nunca quiso
560
más hablarme sin verme. Y ya tres veces
ha el segador cortado las espigas,
y tantas el invierno ha despojado
los verdes bosques de sus frescas hojas,
y todos los caminos he tentado
565
por aplacarla, fuera de la muerte.
Morir me falta en fin por aplacarla,
y moriré en buen hora, como entienda
que he de causarle sentimiento o gozo:
ni sé cuál quiera más de estas dos cosas
570
bien fuera piedad más rico premio
de mi fe verdadera,
y mayor recompensa de mi muerte;
más no debo querer cosa que turbe
la luz serena de sus ojos bellos,
575
ni que moleste aquel hermoso pecho.

Tirsi
¿Es posible que Silvia, si te oyese
palabras semejantes, no te amase?

Aminta
No lo sé, ni lo creo;
más huye mis palabras,
580
cual áspid el encanto.

Tirsi
Pues confía;
que el corazón me dice
que he de ser poderoso a que te escuche.

Aminta
O nada alcanzarás, o cuando alcances
al fin que yo le hable.
585
Yo sé que nada he de alcanzar hablando.

Tirsi
¿Por qué así desesperas?

Aminta
Desespero
con justa causa, porque el sabio Mopso
ya me pronosticó mi dura suerte;
Mopso, que entiende el canto de las aves,
590
la virtud de las hierbas y las fuentes.

Tirsi
¿De cuál Mopso me dices? ¿Del que tiene
en la lengua melosas las palabras,
un amigable término en los labios,
y engaños y traiciones en el pecho?
595
Ora está de buen ánimo; que todos
los pronósticos suyos infelices,
que entre ignorantes vende con su falsa
severidad, jamás tienen efecto;
y de experiencia sé lo que te digo.
600
Antes, por eso sólo que él te anuncia,
me atrevo a asegurarte un fin dichoso
en tus amores.

Aminta
Pues si sabes cosa
que aliente mi esperanza, no la calles.

Tirsi
Dirétela en buen hora: a los principios
605
que me trajo la suerte en estos bosques
ese hombre conocí, del cual juzgaba
lo que tú juzgas. Una vez, en tanto,
me vino gusto de ir donde su asiento
tiene la gran ciudad cerca del río;
610
y primero, tratándolo con éste,
me dijo así: "Tú irás a la gran tierra
donde el astuto vulgo y cortesanos
soberbios e insolentes muchas veces
hacen pesadas burlas de nosotros,
615
como de gente rústica y salvaje.
Así, ve sobre aviso: no te acerques
mucho a las sedas de color ni al oro,
nuevos trajes, divisas ni penachos;
y sobre todo, guárdate no veas,
620
por mala suerte o juvenil descuido,
la casa de los chismes y las charlas;
huye aquel encantado alojamiento.
"¿Qué puesto es ése?" pregunté; y él dijo:
"Aquí habitan las magas, que encantando
625
hacen que se trasoiga y se trasvea;
lo que parece de diamante y oro
es vidrio y cobre; aquellas ricas arcas,
que juzgarás muy llenas de tesoro,
espuertas son de viles trastos llenas.
630
Aquí están las paredes con grande arte,
que hablan y responden al que habla,
y no responden la palabra escasa,
cual eco suele por las selvas nuestras.
Mas la replican toda entera, entera,
635
y aun aumentada de lo que otro dice;
hasta las sillas, mesas y los bancos,
los escaños, las camas, las cortinas,
y el adorno de la casa, todos
tienen su lengua y voz, y siempre gritan.
640
Las charlas, en figura de rapazas,
andan triscando, que si entrase un mudo
un mudo a su despecho charlaría.
Mas éste es, dijo, el más ligero daño
que te avendrá; tú puedes trasformado
645
quedar en sauce, en fiera, en agua o fuego,
agua de llanto y fuego de suspiros."
Así me dijo, y yo me fui con éste
pronóstico feliz a mi Ferrara.
Y como quiso Dios benigno, acaso
650
un día pasé por el feliz albergue,
de donde dulces y canoras voces
salían de cisnes, ninfas y sirenas,
de sirenas celestes; y salía
un blando y claro son, con tal dulzura,
655
que atónito gozando y admirando,
embebecido me paré un gran rato.
Estaba encima de la puerta un hombre
de semblante magnánimo y robusto,
como por guarda de tan gran belleza,
660
del cual, según pude entender, se duda
si es mejor capitán que caballero.
Él, con afable y grave cortesía,
siendo un humilde príncipe, yo humilde
bajo pastor, me convidó a que entrase.
665
¡Oh lo que vi! ¡Lo que sentí yo entonces!
Yo vi celestes dioses, ninfas bellas;
nuevas lumbres purísimas, y Orfeos:
y otros hallé también sin velo o nube.
La aurora vi, cual suele aparecerse
670
ante los inmortales, esparciendo
sus rayos de oro y su rocío de plata.
Vi fecundando relucir en torno
a Febo y a las musas, y acogido
Elpino entre éstas; y en aquel instante
675
sentí más grande hacerme de mí mismo,
lleno de gran virtud, lleno de nueva
deidad; luego cantando héroes y guerras,
desdeñé el pastoril rústico verso.
Y aunque después por gusto ajeno vine
680
otra vez a las selvas, no por eso
dejé de sostener alguna parte
de aquel altivo espíritu. No suena
ya mi zampoña humilde cual solía;
sino con voz más alta y más sonora,
685
émula de la trompa, hinche las selvas.
Después oyóme Mopso, y con malvada
vista mirando, me aojó, que ronco
vine a quedar, de que callé gran tiempo.
Pensaban los pastores que me hubiese
690
el lobo visto, y era Mopso el lobo.
Esto te he dicho, porque entiendas cuanto
crédito debe darse a lo que dice.
Tú, Aminta, puedes esperar sin duda,
por sólo que éste quiere que no esperes.

Aminta
695
Mucho me alegra todo lo que cuentas.
a tí el cuidado, Tirsi, te remito
desta mi vida.

Tirsi
Yo tendré el cuidado,
y tú me espera aquí dentro de una hora.

Coro de pastores
¡Oh bella edad del oro venturosa!
700
No porque miel el bosque destilaba
y de las fuentes leche se vertía;
no porque dio sus frutos abundosa
la tierra, que el arado no tocaba
ni venenosa sierpe consentía;
705
no porque relucía
sin tristes nubes el sereno cielo,
y siempre era templada primavera
(que ya no persevera,
mas la destemplan el calor y el hielo),
710
ni llevó nave a la extranjera tierra
la vil codicia o la sangrienta guerra;
mas sólo porque entonces este vano,
vano y fingido nombre sin sujeto,
este ídolo de errores engañoso,
715
a quien la urbanidad y el vulgo insano
llamó después honor, y es en efecto
de la naturaleza opuesto odioso,
no mezcló malicioso
su afán en los dulcísimos amores,
720
ni de su dura ley tan importuna
tuvo noticia alguna
aquella libre escuadra de amadores,
mas de una natural, que consentía
fuese lícito aquello que placía.
725
Entonces por el agua y por las flores
iban con dulces bailes retozando
los cupidillos sin aljaba o lazo.
Sentábanse las ninfas y pastores,
caricias mil al razonar mezclando,
730
y a las caricias uno y otro abrazo.
De velo ni embarazo
jamás cubrió sus rosas encarnadas
la pastorcilla, ni la pura frente;
desnudó juntamente
735
su blanco pecho y pomas delicadas.
Y a menudo en el agua detenida
triscar se vio el amante y la querida.
Tú, honor, fuiste el primero que negaste
la fuente de deleites tan copiosa,
740
y a la sed amorosa la escondiste.
Tú a los hermanos ojos engañaste.
A encubrir en sí mismos temerosa
la viva luz que en su belleza asiste;
tú en redes recogiste
745
las hebras de oro que trataba el viento,
y tú pusiste el ademán esquivo
al proceder lascivo,
freno a la lengua y arte al movimiento.
Efecto (¡oh vil honor!) es sólo tuyo
750
que el don de amor se llame hurto suyo.
Y suelen ser sus célebres hazañas
las penas del que oprimes a tus leyes.
Más tú, señor de la naturaleza
y del amor, tú, que sujetas reyes,
755
¿qué pretendes oculto entre cabañas,
donde caber no puede tu grandeza?
Allá con la nobleza
te va a turbar el sueño preeminente:
deja sin ti nuestros humildes pechos
760
en limitados techos
vivir al uso de la antigua gente.
Amemos; que no hay tregua diferida
entre los tiempos y la humana vida.
Amemos; que el sol muere y luego nace
765
a nosotros se esconde y se deshace
la breve luz del día,
y el sueño eterna noche nos envía.


Acto II

Sátiro

Sátiro
Es pequeña la abeja por extremo,
y con sus breves armas, cuando pica,
770
hace molesta y grave la herida;
mas ¿qué cosa tan breve y tan pequeña
como el amor? Que en todo y breve espacio
entra y se esconde; ya en la sombra escasa
de unas pestañas; ya entre las primeras
775
sutiles hebras de un cabello rubio,
ya en los hoyuelos de una dulce risa;
y en pequeñez tan mínima, le vemos
hacer mortales incurables llagas.
¡Triste de mí, que es todo llaga y sangre
780
mi corazón y entrañas, y mil dardos
puso el amor en los airados ojos
de Silvia: ¡crudo amor, ingrata Silvia,
más cruda y más ingrata que las selvas!
La selva encubre al oso, tigre y sierpe
785
¡Oh, cómo te compete el nombre, y cómo
en su arboleda verde, y tú en el pecho
quien tal nombre te puso lo entendía!
escondes impiedad, soberbia y odio,
fieras mayores que oso, tigre y sierpe;
790
que aquellas suelen aplacarse, y éstas
no se aplacan por dádivas ni ruegos.
Tú, cuando te presento flores nuevas,
esquiva las desprecias, por ventura
viendo en tu rostro más hermosas flores.
795
Pues si te traigo las manzanas frescas,
tú las desprecias arrogante, acaso
porque en tu pecho las verás más bellas.
Cuando te ofrezco los panales dulces.
Altiva los ultrajas, por ventura
800
por ser más dulce miel la de tus labios.
Mas si no puede darte mi pobresa
cosa que no haya en ti más dulce y bella,
a mí mesmo te doy: ¿por qué desprecias
y aborreces el don? Que no merezco
805
ser despreciado, si en el mar tranquilo
bien me miré cuando callado el viento,
sus claras ondas serenaba un día.
Este mi rostro de color sanguíneo,
estas espaldas anchas, estos brazos
810
de nuros nervios, mi cerdoso pecho
y vedijudos muslos, son indicio
de mi viril y poderoso esfuerzo.
¿Qué piensas tú hacer destos donceles,
apenas florecido el blando bozo
815
en sus mejillas, que con arte y cuenta
disponen su cabello limpio y fresco?
Mujeres son aquestos en semblante
y en obras. Dile a alguno que te siga
por selva y monte y que por tí combata
820
contra el valiente jabalí y el oso.
No soy, pues, malo yo, ni tú me dejas
por la forma que tengo, sino sólo
por mi pobreza: en fin, las caserías
siguen de las ciudades el ejemplo.
825
Sin duda alguna el siglo de oro es éste,
pues sólo vence el oro y reina el oro.
¡Oh, tú, que fuiste el inventor primero
de vender el amor! Maldita sea
tu enterrada ceniza y huesos fríos,
830
y no alcancen jamás pastor o ninfa
que pasando les diga: "Hayáis descanso"
mas los bañe la lluvia y mueva el viento,
y con inmundo pie todo ganado
los huelle. Tú primero envileciste
835
la nobleza de amor, y su dulzura
alegre convertiste en amargura.
Amor vendible, amor siervo del oro
es el monstruo más vil y abominable
que el mar y tierra engendran y producen.
840
Mas ¿para qué me quejo al aire en vano?
usa las armas cada cual que expuestas
le dio naturaleza a su defensa.
Usa los pies el ciervo, el león las garras,
el jabalí el colmillo; así son armas
845
de la mujer beldad y gentileza.
Pues ¿cómo yo al presente no me valgo
de mi ferocidad para defensa
de mi salud, pues la naturaleza
apto me hizo a la violencia y robo?
850
Yo me quiero robar lo que me niega
esta enemiga, y al amor ingrata.
Pues como agora me contó un cabrero,
que sabe sus costumbres, ella suele
refrescarse a menudo en una fuente,
855
y me enseñó el lugar; pienso esconderme
en él entre los céspedes y ramas,
aguardando a que venga, y como vea
buena ocasión, me arrojaré tras ella.
¿Qué puede contrastar una mozuela
860
con la débil carrera o con los brazos
contra mí, tan ligero y peligroso?
Llore, suspire, oponga toda fuerza
de piedad o hermosura, que si puedo
revolver esta mano a su cabello,
865
de allí no irá, sin que primero tiña,
por venganza, mis armas de su sangre.

Dafne y Tirsi

Dafne
Como te dije Tirsi, yo ya vía
que Aminta amaba a Silvia, y sabe el cielo
cómo le he hecho siempre buen oficio,
870
y agora con más gusto he de hacerle,
porque los ruegos tuyos intervienen.
Mas antes me atreviera, te prometo,
a domar un novillo, un tigre, un oso,
que una rapaza destas simple y boba,
875
tan boba como bella, que no advierta
cuan ardientes y agudas son las armas
de su belleza y con el llanto y risa
a muchos mate y del herir no entienda.

Tirsi
¿Qué mujer hay tan simple, que en saliendo
880
de las mantillas, ya no aprenda el arte
de contentar y parecer hermosa,
de matar agradando y saber cuáles
armas pueden herir y cuáles matan,
y cuáles dan salud y resucitan?

Dafne
885
¿Quién es maestro de tan grandes artes?

Tirsi
Tú finges y me tientas; el que enseña
el canto y vuelo a las ligeras aves,
el nadar a los peces, el encuentro
a los carneros, a los bravos toros
890
usar del cuerno, y al pav¥Áon soberbio
tender la pompa de bizarras plumas.

Dafne
¿Cuál es el nombre suyo?

Tirsi
El nombre es Dafne.

Dafne
¡Oh falsa lengua!

Tirsi
Luego ¿tú no bastas
a dar a mil discípulas escuela?
895
aunque a decir verdad, bien poca falta
les hace otro maestro; su maestra
es la naturaleza, y a las veces
también la madre y ama alcanzan parte.

Dafne
Tu eres en suma malicioso, Tirsi;
900
pues yo te sé decir que no resuelvo
si es ya tan boba Silvia y tan sencilla
como en sus hechos y palabras muestra.
Vi ayer cierta señal, y ésta me puso
en mucha duda. Yo la hallé cercana
905
a la ciudad, donde sus anchos prados
tienen entre lagunas una isleta
con un estanque transparente y limpio;
allí la vi, toda pendiente el cuerpo,
de modo que mostraba deleitarse
910
de mirar a sí mesma, y le pedía
consejo al agua cómo dispondría
por cima de la fuente su cabello,
sobre el cabello el velo, y sobre el velo
diversas flores que tenía en la falda
915
de allí sacaba la azucena y rosa,
y la llegaba a su purpúreo rostro
y a su cándido cuello, cotejando
las colores; y luego, muy ufana
de la vitoria, un tanto se reía,
920
como diciendo: "Yo en efeto os venzo.
No os traigo aquí por ornamento mío,
mas solo os traigo por vergüenza vuestra
y por mostrar que os llevo gran ventaja".
Mas mientras se adornaba y componía,
925
volvió los ojos bien acaso, y viendo
cómo yo la miraba, con vergüenza
se alzó del suelo y derramó las flores,
cuanto más yo de verla me reía
mas ella de mi risa se encendía:
930
y porque estaba descompuesto en parte
su cabello, y en parte recogido,
dos o tres veces revolvió los ojos
hacia la fuente consejera a hurto
como temiendo ser de mi entendida.
935
Miróse descompuesta, más con todo
se satisfizo, que se vio muy bella,
si descompuesta. Yo entendilo todo,
pero callé.

Tirsi
Tú me refieres, Dafne,
lo que he pensado siempre: ¿no lo dije?

Dafne
940
Bien lo dijiste, más a todos oigo
que no fueron las ninfas y pastoras
tan entendidas antes, ni yo tuve
tal juventud. El mundo se envejece,
y en la vejez se aumenta su malicia.

Tirsi
945
Quizá entonces no usaban tantas veces
los ciudadanos ver el campo y selvas,
ni tantas veces nuestras zagalejas
entrar en la ciudad. Ya están mezclados
linajes y costumbres; más dejando
950
agora estos discursos, ¿no harías
por conformar a Silvia en que le hablase
Aminta solo, o tú delante, un día?

Dafne
No sé; Silvia es esquiva por extremo.

Tirsi
Y Aminta por extremo comedido.

Dafne
955
Pues no hará nada comedido amante;
tú le aconseja que a otra cosa atienda,
si es de ese humor. El que saber quisiere
de amar, deje respetos, ose y pida,
solicite, importune, y si no basta,
960
tome lo que pudiere. ¿Tú no sabes
de la mujer la condición precisa?
Huye, y huyendo quiere que la alcancen;
niega, y negando quiere que la apremien;
lucha, y luchando quiere que la venzan.
965
Ya sabes, Tirsi, que de ti me fío,
porque en silencio guardes lo que digo.

Tirsi
No hay ocasión por qué de mi sospeches
que jamás diga cosa que te ofenda;
mas ruégote, mi Dafne, por la dulce
970
memoria de tus años juveniles,
me favorezcas, ayudando a Aminta
mísero, que perece.

Dafne
¡Qué conjuro
tan gentil ha buscado este inocente!
La juventud me trae a la memoria;
975
el bien pasado, en el presente enojo.
Pues ¿qué dices que haga?

Tirsi
No te falta
ingenio ni consejo; basta sólo
que a querer te dispongas.

Dafne
Ora sabe
que vamos Silvia y yo dentro de un rato,
980
a la fuente que llaman de Diana
allá donde aquel plátano da sombra
al agua dulce y al lugar convida
las ninfas cazadoras: en aqueste
es cierto ha de lavar sus miembros bellos.

Tirsi
985
Pues bien.

Dafne
¿Cómo, pues, bien? ¡Qué mal entiendes!
Si en ti cabe discurso, eso te basta.

Tirsi
Ya entiendo; mas no sé si ha de atreverse
él a tanto.

Dafne
Pues si él no ha de atreverse,
990
estése así y aguarde que le busquen.

Tirsi
Él es por cierto tal, que lo merece.

Dafne
Pero nosotros ¿No hablaremos algo
de ti mismo? Di, Tirsi, ¿tú no quieres
enamorarte, pues aún eres mozo,
995
que no serán tus años veinte y nueve,
y ayer te conocimos bien criatura?
¿Has de vivir ocioso y sin contento?
Que sólo sabe de placer el que ama.

Tirsi
No desecha de Venus los placeres
1000
quien se retira del amor, mas goza
el dulce del amor sin el amargo.

Dafne
Es desabrido dulce el que le falta
mezcla de algún amargo, y luego cansa.

Tirsi
Más vale, pues, hartarse
1005
que estar siempre hambriento.

Dafne
No ya con el manjar que se posee;
y cuanto más me gusta más me agrada.

Tirsi
¿Quién es tan poseedor de lo que gusta,
que a todas horas pueda
1010
hallarlo expuesto a su apetito y hambre?

Dafne
Mas ¿quién halló jamás lo que no busca?

Tirsi
Es peligro buscar lo que adquirido
causa breve contento
y no adquirido mucho más tormento.
1015
Hasta que llantos y suspiros falten
en el amor y en su tirano reino,
Tirsi no ha de volver a ser amante.
Ya basta lo que tengo padecido.
Otro fiel amador hará su parte.

Dafne
1020
Mas no tienes gozado lo que basta.

Tirsi
Ni gozarlo deseo
si tan caro se compra.

Dafne
Amar te será fuerza, si no gusto.

Tirsi
No me pueden forzar estando lejos.

Dafne
1025
¿Quién está lejos del amor?

Tirsi
Quien huye.

Dafne
Y ¿qué importa que huyas de sus alas?

Tirsi
Tiene al nacer amor las alas cortas,
que apenas le sustentan;
y así no las extiende a todo vuelo.

Dafne
1030
Pues no conoce el hombre cuando nace,
y cuando lo conoce es grande y vuela.

Tirsi
No, si otra vez no ha visto cómo nace.

Dafne
Ora veremos si tus ojos huyen
como dices, y luego te protesto,
1035
ya que presumes tanto de ligero,
que cuando te veré pedirme ayuda,
no moveré por ayudarte un paso,
un solo dedo, una pestaña sola.

Tirsi
¡Bravo rigor! Qué ¿me podrás ver muerto?
1040
pues Dafne amiga, si pretendes que ame,
quiéreme tú, y estamos concertados.

Dafne
Tú me burlas, en fin, y por ventura
no me mereces por amante: ¡ay, cuantos
engaña un rostro colorado y liso!

Tirsi
1045
No burlo a fe; más antes me parece
que con esa protesta me desechas,
cual hacen todas; pero ¿qué remedio?
viviré sin amor si no me quieres.

Dafne
Vive, Tirsi, contento, ocioso vive,
1050
que en ocio tal siempre el amor se engendra.

Tirsi
¡Oh Dafne, en esta ociosidad me ha puesto
el que en las selvas como Dios honramos,
para quien los ganados grandes pacen
del uno al otro mar por las campañas
1055
extendidas, alegres y fecundas,
y las alpestres cumbres de Apenino.
Él dijo así cuando me hizo suyo:
"Tirsi, ahuyenten otros los ladrones
y los lobos, guardando mis rebaños;
1060
reparta otro los premios y las penas
a mis ministros; otros apacienten
mis ganados; en fin, otro, conserve
la lana y la leche, y otro la dependa;
agora canta tú, que estás ocioso."
1065
Así será razón que no le burle
con mundanos amores, sino cante
los abuelos de aqueste verdadero,
no sé si Apolo o Júpiter lo llame,
que a ambos parece en el aspecto y obras,
1070
abuelos de mayor merecimiento
que el gran Saturno y Celo. Agreste musa
¿a mérito real? Mas no por eso,
que suene clara o ronca, la desprecia.
De su mismo sujeto nada canto,
1075
porque no puedo dignamente honrarlo
sino con el silencio y reverencia;
mas no faltan jamás en sus altares
las flores de mi mano ni los fuegos
de inciensos olorosos y suaves,
1080
ni faltará en mi pecho esta devota
y pura religión hasya que vea
pacer el aire por el aire el ciervo
y que, mudado el curso de los ríos,
beba la Sona el persa, el franco el Tigris.

Dafne
1085
Tú vas muy alto; ora desciende un poco
al propósito nuestro.

Tirsi
El punto es este:
que en estando en la fuente tú con Silvia
procures ablandarla, y yo entre tanto
procuraré que Aminta vaya, y pienso
1090
que no es menos difícil que la tuya
mi diligencia. Ve en buena hora.

Dafne
Voyme,
pero nuestro propósito no era ése.

Tirsi
Si bien diviso desde aquí un rostro,
allí parece Aminta: él es sin duda.

Aminta y Tirsi

Aminta
1095
Veré si ha hecho Tirsi alguna cosa;
porque si nada ha hecho,
antes de consumirme he de matarme
ante los ojos mismos de la ingrata;
que pues le agrada tanto
1100
deste mi corazón la viva llaga,
agudo golpe de sus ojos bellos,
también debe agradarle
la llaga de mi pecho,
golpe furioso de mis propias manos.

Tirsi
1105
Nuevas te traigo, Aminta, de consuelo:
bien puedes ya dejar tanto lamento.

Aminta
¡Ay, Tirsi! ¿Qué me dices?
¿Traes la vida o la muerte?

Tirsi
Traigo salud y vida si te atreves
1110
a acometerlas; pero ve dispuesto
a ser un hombre, Aminta,
a ser un hombre de ánimo resuelto.

Aminta
¿Cómo y con quién el ánimo me importa?

Tirsi
Si estuviese tu ninfa en una selva,
1115
que, cercada de altísimos peñascos,
diese albergue a los tigres y leones,
¿fueras allá?

Aminta
Fuera seguro y pronto,
mas que en la fiesta zagaleja al baile.

Tirsi
Y si estuviese entre ladrones y armas,
1120
¿fueras allá?

Aminta
Fuera resuelto y presto.
mas que a la fuente el ciervo caluroso.

Tirsi
Mayor empresa importa que acometas.

Aminta
Iré por medio el rápido torrente,
cuando la nieve desatada en agua
1125
al mar se precipita: iré por medio
el vivo fuego, y al infierno mismo
cuando en él estuviese, si ser puede
infierno donde está cosa tan bella.
Descubre, acaba, lo que pasa.

Tirsi
Escucha:
1130
Silvia te espera agora en una fuente,
desnuda y sola, ¿irás allá?

Aminta
¿Qué dices?
¿Silvia me espera a mí, desnuda y sola?

Tirsi
Sola con Dafne, que es de nuestra parte.

Aminta
¿Y desnuda me espera?

Tirsi
1135
Desnuda digo; mas...

Aminta
¡Ay triste! Acaba.
¿Qué más, Tirsi? Tú callas, tú me matas.

Tirsi
Mas no sabe que has de ir allá.

Aminta
Terrible
y fiera conclusión, que ya en veneno
la dulzura pasada me convierte.
1140
Cruel, ¿con cuál estudio me atormentas?
¿Tan pronto desdichado te parezco,
que aumentar quieres la miseria mía?

Tirsi
Haz tú mi parecer; serás dichoso.

Aminta
¿Qué me aconsejas?

Tirsi
Que pasar no dejes
1145
la dicha que te ofrece la fortuna.

Aminta
Dios no permita que jamás yo intente
cosa que la disguste; ni yo supe
hacer cosas jamás contra mi gusto,
sino es amarla; y el amarla es fuerza,
1150
fuerza de su hermosura y no mi culpa.
Así no se verá que, en cuanto pueda,
no procure agradarla.

Tirsi
Ora responde:
si potestad tuvieras
para dejar de amarla,
1155
¿dejárasla de amar por agradarla?

Aminta
Ni tal cosa consiente amor que diga,
ni que imagine ver en tiempo alguno
él dejarla de amar, aunque pudiese.

Tirsi
Desa manera a su pesar la amarás,
1160
pudiendo no quererla.

Aminta
No fuera a su pesar, mas la amaría.

Tirsi
¿Sin su gusto en efeto?

Aminta
Sí por cierto.

Tirsi
Pues ¿cómo sin su gusto no te atreves
a aprovecharte de tu bien presente?
1165
Que si al principio le ha de dar disgusto,
es cierto al fin que le será agradable.

Aminta
¡Ay Tirsi amigo! Amor por mí responda;
que a referir no acierto
lo que me dice el corazón. Tú agora
1170
estás muy diestro por el uso grande
en razonar de amor; a mí me liga
la lengua aquello mismo
que el corazón me liga.

Tirsi
¿No iremos en efeto?

Aminta
Iré sin duda.
1175
Mas no donde tú piensas.

Tirsi
Pues ¿adónde?

Aminta
Iré a morir, si en mi favor no has hecho
más de lo que dices.

Tirsi
¿Y esto poco?
¿Crees tú que Dafne nos aconsejara
ir a la fuente, cuando no entendiera
1180
de Silvia el pecho? Por ventura Silvia
sabe el concierto, y no querrá se entienda
que, sabiéndolo, calla. Si tú buscas
hasta el consentimiento suyo expreso,
buscas derechamente disgustarla;
1185
y siendo así ¿qué es deste tu deseo
que tienes de servirla y complacerla?
Y si ella aguarda que tu dicha alegre
se adquiera sólo por tu industria a hurto,
sin que ella de su mano no te ofrezca
1190
por tu vida me di ¿qué más te importa
ese modo que aquél?

Aminta
¿Quién me asegura
ser esa su intención y su deseo?

Tirsi
¡Oh simple! Ves aquí que al fin procuras
la certeza, que a Silvia le desplace,
1195
y desplacerle justamente debe,
cual tú debieras no buscarla; y ¿dónde
tienes quien te asegure lo contrario?
Si ella así lo pensase, y tú no fueses
(pues que la duda y riesgo son iguales)
1200
¿Será mejor morir como animoso
que como vil? Tú callas, tú conoces
que estás vencido. Agora me concede
esta pérdida tuya, que yo pienso
ha de ser causa de mayor victoria.
1205
Vamos, Aminta, vámonos.

Aminta
Espera.

Tirsi
¿Cómo espera? ¿No ves que el tiempo huye?

Aminta
Miremos antes si esto debe hacerse,
y en qué manera.

Tirsi
Todo lo que falta
podemos ver por el camino mesmo;
1210
mas nada hará quien muchas cosas mira.

Coro
Amor, ¿de qué maestro
en cuál oculta escuela
se aprende esa tu larga
arte de amar, incierta?
1215
¿Quién del entendimiento
declara las ideas,
cuando con alas tuyas
al mismo cielo vuela?
No lo explicó el Liceo
1220
no la famosa Atenas,
y en Helicona docta
ni Febo lo demuestra;
que si de amor discurre,
parece que le enseñan:
1225
corto razona y frío
con perezosa lengua.
No tienen voz de fuego
que a tu primor competa,
ni a tus misterios altos
1230
sus pensamientos llegan.
Tú, amor, eres el digno
maestro de tu ciencia,
y tú solo a ti mismo
te explicas e interpretas.
1235
Tú enseñas al más rudo
que en unos ojos lea
lo que tu mano escribe
con amorosas letras.
A los amantes fieles
1240
desatas tú la lengua
en delicado estilo
con elegancia extrema.
Y a mucho más se extiende,
amor, tu sutileza,
1245
¡Raro saber y extraña
manera de elocuencia!
Que a veces con palabras
confusas e imperfectas
un corazón amante
1250
sus sentimientos muestra,
mejor que con razones
lustrosas y compuestas;
y aun el silencio mismo
a veces habla y ruega.
1255
Amor, lea quien quiera
socráticas sentencias;
que yo en dos bellos ojos
aprenderé tu ciencia
y humillarán sus versos
1260
el más alto poeta,
con pluma sabia escritos
en doctas academias,
junto a los que imprimieron
mi pastoril rudeza
1265
con la grosera mano
en ásperas cortezas.


Acto III

Tirsi y el coro.

Tirsi
¡Oh extremo de crueldad! ¡Oh ingrato pecho!
¡Oh ingrata ninfa!¡Oh tres y cuatro veces
mujer ingrata! Y tú, naturaleza,
1270
negligente maestra, ¿por qué sólo
en el rostro pusiste a las mujeres,
y en lo aparente, cuanto tienen bueno
de agrado, de piedad y cortesía,
y te olvidaste de las otras partes?
1275
¡Ay, joven triste y mísero! Sin duda
se habrá dado la muerte; él no parece.
Bien ha tres horas que le busco, y busco
en donde le dejé y en los contornos,
sin hallarle, ni rastro de sus pasos.
1280
¡Ay, que se ha dado muerte el miserable!
Allí delante están unos pastores;
ir quiero a ver si sabe dél alguno.

Coro
Tirsi, paréceme que estás turbado.
decid, amigos, ¿quién ha visto a Aminta
1285
¿Qué causa te molesta y te fatiga?
acaso, o sabe dél alguna nueva?
¿De qué son estas ansias y sudores?
¿Hay algún mal? Por Dios, que lo sepamos.

Tirsi
Temo del mal de Aminta. ¿Habéisle visto?

Coro
1290
No le hemos visto desde que contigo,
ha buen rato partió, pero ¿qué temes?

Tirsi
No se haya muerto él mismo de su mano.

Coro
¿Él muerto de su mano? ¿Por qué causa?
¿Qué ocasión hallas?

Tirsi
El amor y el odio.

Coro
1295
Dos poderosos enemigos juntos
¿qué no pueden hacer? Habla más claro.

Tirsi
El amar una ninfa por extremo,
y el ser della en extremo aborrecido.

Coro
Cuenta el caso, te ruego, y entre tanto
1300
(este es el lugar de paso) por ventura
vendrá alguno que dél nos dé noticia,
y aún puede ser también que él mismo llegue.

Tirsi
Pláceme de decirlo; que no es justo
que ingratitud tan grande y tan extraña
1305
se quede sin la infamia que merece.
Tuvo noticia Aminta (y yo fui, triste,
quien noticia le di, ya me arrepiento)
que Silvia y Dafne en una fuente habían
de ir a bañarse; y hacia allá en efeto
1310
se encaminó, movido solamente,
no de su voluntad, mas de mi pura
persuasión importuna, pues mil veces
quiso volverse atrás, y a pura fuerza
yo lo detuve y lo llevé adelante.
1315
Llegábamos ya cerca de la fuente,
he aquí cuando sentimos de improviso
un femenil lamento, y juntamente
vimos a Dafne, que batía las palmas;
la cual, como nos viese, alzando el grito,
1320
"¡Ay, dijo, socorred, que a Silvia ultrajan!"
Luego que oyó su enamorada Aminta
estas palabras, aventóse al campo,
furioso como un pardo, y yo seguílo;
cuando vemos ligada con un árbol
1325
la bella ninfa, cual nació, desnuda;
y su cabello, su cabello mismo
servía de cuerda, y a la planta envuelto
estaba con mil nudos, y su cinto,
que fue del seno virginal custodia,
1330
de aquella ofensa era ministro, y ambas
las manos le apretaba al duro tronco,
hasta la misma planta ligaduras,
contra ella daba, y de un vencido ramo
dos tiernas varas duramente ataban
1335
sus delicadas piernas. Allí vimos
en su presencia un sátiro villano,
que entonces acababa de ligarla.
Fuese tras él Aminta con un dardo
(que tuvo acaso en la derecha mano)
1340
como un fiero león; y yo entre tanto
estaba ya de piedras prevenido,
con el tal sátiro vil huyó en efeto.
Pues como diese espacio su huida
a que Aminta mirase, él codiciosos
1345
volvió sus ojos a los miembros bellos,
que cual tremola entre los juncos leche,
delicados y blancos parecían;
y todo vi se demudó en el rostro.
Después llegóse blandamente a ella,
1350
y con modestia dijo: "¡Oh bella Silvia!
Perdona aquestas manos, si llegase
a tus miembros es mucho atrevimiento,
pues las obliga necesaria y pura
fuerza de desatar aquestos dudos;
1355
No (ya que les concede la fortuna
esta felicidad) te pese della."

Coro
Palabras de ablandar los pedernales.
Y ¿qué le respondió?

Tirsi
Ninguna cosa;
mas con vergüenza y con desdén al suelo
1360
bajando el rostro, el delicado seno,
cuanto podía torciéndose, cubría.
Él, echando delante su cabello
rubio, se puso a desatar, y en tanto
hablaba así: "¿Cuándo tan bellos nudos
1365
un tan grosero tronco ha merecido?
Pues ¿qué ventaja llevan los amantes
que sirven al amor, si ya comunes
son con las plantas sus preciosos lazos?
Planta cruel, ¿pudiste unos cabellos
1370
de oro ofender, que tal honor te hacían?"
Esto le dijo al desatar sus manos,
en tal modo, que junto parecía
que temiese tocarla y desease.
Bajó luego a los pies para desasirlos;
1375
mas como Silvia ya se viese libres
las manos, dijo esquiva y desdeñosa:
"No me toques, pastor; soy de Diana;
yo me desataré los pies, aparta".

Coro
¡Que tal orgullo en una ninfa albergue!
1380
Por cierto ingrata paga de tal obra.

Tirsi
Îl apartose con respeto a un lado,
aun sin alzar los ojos a mirarla,
aquel placer negándose a sí mismo,
por no darle cuidado de negarlo.
1385
Yo, que escondido lo miraba todo
y lo escuchaba cuando vi tal cosa,
mil voces quise dar; al fin me abstuve.
Mas oye qué extrañeza; ella en efeto,
después de gran fatiga, desatóse,
1390
y sin decir adiós, apenas libre,
partió de allí, como una cierva huyendo
y no había causa de temor ninguna,
que ya de Aminta conoció el respeto.

Coro
Pues ¿como así huyó?

Tirsi
Porque no quiso
1395
tener obligación a la modestia
y amor del joven, y sino a su carrera.

Coro
¿Que es hasta eso ingrata? Y el cuitado
¿Qué hizo entonces, dinos, o qué dijo?

Tirsi
Eso no sé, porque de furia ardiendo,
1400
corrí por alcanzarla y detenerla,
al fin perdíla y fue el trabajo en vano.
Después volví a la fuente donde había
quedado Aminta, y no le vi; mas siento
el corazón presago de algún daño.
1405
Sé que estaba dispuesto de matarse
aun antes que esto sucediese.

Coro
Es uso
y arte del que ama amenazarse a muerte,
mas raras veces ha llegado a efeto.

Tirsi
Quieran los altos dioses que no sea
1410
Aminta alguno de los raros.

Coro
Calla;
que no será.

Tirsi
Yo quiere irme a la cueva
del sabio Elpino, donde, si él es vivo,
por dicha le hallaré; porque allí suele
alentar sus tristezas y tormentos
1415
al dulce son de la zampoña clara,
que trae las piedras a escuchar del monte,
hace correr de pura leche el río,
y miel brotar de las cortezas duras.

Aminta, Dafne y Nerina

Aminta
Rigurosa piedad por cierto usaste
1420
conmigo, Dafne, al detener el dardo,
porque será mi muerte,
cuanto más dilatada más amarga.
Y dime agora, ¿para qué me engañas
por diversos caminos, y entretienes
1425
con tus varias razones tan en vano?
Si temes que me mate, mi bien temes.

Dafne
¿Por qué te desesperas
Aminta? Que si yo bien lo conozco,
no fue crueldad, sino vergüenza sola,
1430
la que movió a tu Silvia que huyese.

Aminta
¡Ay, triste yo, que mi salud sería
desesperar después que la esperanza
mi destrucción ha sido, y todavía
tienta reverdecer dentro del pecho
1435
sólo para que viva!
Y al que es tan desdichado,
¿qué más fiero tormento que la vida?

Dafne
Vive mezquino; miserable, vive
sólo para que goces
1440
de la felicidad cuando viniere.
Sea premio a tu esperanza
(si en vivir esperando te mantienes)
lo que esperaste en la desnuda bella.

Aminta
No pareció al amor y a mi fortuna
1445
que era yo entramente desdichado
si no me descubrían
enteramente aquello que me niegan.

Nerina
¿Que he de ser yo en efecto la siniestra
corneja de una nueva tan amarga?
1450
¡Oh para siempre mísero Montano!
¿Qué sentirá tu pecho cuando entiendas
el duro caso de tu Silvia cara?
¡Oh viejo padre y ciego!
¡Padre infeliz! Mas ya no serás padre.

Dafne
1455
Oigo una triste voz.

Aminta
Yo siento el nombre
de Silvia, que me hiere los oídos
y el corazón; mas ¿quién la nombra? Escucha.

Dafne
Esta es Nerina, ninfa a Cintia cara.
de bellos ojos y de lindas manos,
1460
talle gentil y movimiento airoso.

Nerina
Quiero, con todo, que lo sepa, y trae
de buscar las reliquias miserables,
si algunas han quedado, ¡ay, Silvia! ¡ay, Silvia!
¡Ay cómo fue tu suerte desdichada!

Aminta
1465
¡Ay de mí! ¿Qué será lo que esta dice?

Nerina
¡Dafne!

Aminta
¿Qué estás hablando entre ti mesma?
O ¿cómo a Silvia nombras y suspiras?

Nerina
Con ocasión bastante
suspiro el triste caso.

Aminta
¡Ay! ¿De qué caso
1470
podrá decir aquesta? Que yo siento,
yo siento el corazón que se me hiela
y enflaquece el espíritu. -¿Está viva?

Dafne
Cuenta: ¿qué triste caso es el que dices?

Nerina
¡Oh cielos! ¿Yo he de ser la mensajera?
1475
Y ¿me obligan también a que lo cuente?
Vino desnuda Silvia a mi morada
(y la causa ya debes de saberla).
Después, vestida, me rogó que fuese
con ella a cierta caza, que ordenada
1480
estaba al bosque dicho de la Encina.
Fuimos: hallamos muchas ninfas juntas
y luego a breve rato desemboca
(no sé de dónde) un carnicero lobo
de terrible grandeza, cuyo labio
1485
manchaba el suelo de sangrienta espuma.
Silvia al momento acomodó una flecha
a un arco que le dí; dispara, y dale
en la cabeza; él emboscose; y ella
al bosque le siguió, vibrando un dardo.

Aminta
1490
¡Oh qué principios de dolor! ¡Ay triste!
¡Qué fin me anuncian!

Nerina
Yo con otro dardo
seguí su rastro, pero lejos, lejos,
porque partí más tarde. Ya que estaban
dentro del bosque, allí no pude verla;
1495
mas tanto fui siguiendo sus pisadas,
que me hallé en lo más solo y más espeso.
En esto vi de Silvia el dardo en tierra,
y poco más abajo un blanco velo,
que yo misma primero a su cabeza
1500
le revolví. He aquí cuando miraba
a todas partes, siete lobos veo,
lamiendo de la tierra alguna sangre,
vertida en cerco de unos huesos mondos;
y fue mi suerte que ellos no me vieron
1505
(tan atentos estaban a su pasto)
así que, de piedad y temor llena,
volvíme atrás. Aquesto es cuanto puedo
decir de Silvia, y veis aquí su velo.

Aminta
¿Has dicho poco, ninfa? ¡Oh velo! ¡Oh sangre!
1510
¡Oh Silvia, tú eres muerta!

Dafne
¡Ay desdichado!
Amortecido está de pena o muerto.

Nerina
Aun todavía respira; esto habrá sido
algún breve desmayo; ya revive.

Aminta
¿Por qué así me atormentas,
1515
dolor, que ya no acabas de matarme?
Quizás a mis manos el oficio dejas.
Yo soy, yo soy contento
que ellas tomen el cargo,
ya que tú lo rehúsas o no puedes.
1520
¡Ay triste! Si no falta
a la certeza ya ninguna cosa,
y nada falta al colmo
de la miseria mía,
¿qué espero más? ¿Qué busco? ¡Ah Dafne, Dafne,
1525
¿Para este amargo fin me reservaste?
¿Para este fin amargo?
Dulce morir era por cierto el mío
cuando matarme quise.
Tú lo estorbaste, y estorbolo el cielo,
1530
al cual le parecía
que con mi muerte se evitaba el daño
que ordenado me estaba; mas agora,
que ha ejecutado su crueldad extrema,
bien sufrirá que muera,
1535
y tú sufrirlo debes.

Dafne
Suspende pues tu muerte,
hasta que la verdad mejor entiendas.

Aminta
¿Qué más quieres que espere?
Ya sobra lo esperado y lo entendido.

Nerina
1540
¡Oh quién antes hubiera sido muda!

Aminta
Ninfa, dame, te ruego
ese velo, esaa funesta y sola
reliquia suya, porque me acompañe
en este breve espacio
1545
que me queda de tiempo y de la vida.

Nerina
¿Debe darlo o negarlo?
Pero negarlo debo,
sabida la ocasión por que le pide.

Aminta
Cruel ¿así me niegas
1550
un tan pequeño don al punto extremo?
Hasta en esto se muestra mi enemigo
el fiero hado; pues dejarle quiero,
contigo quede, y aun quedaos vosotras,
que yo me voy donde volver no espero.

Dafne
1555
Aminta, aguarda, escucha;
¡ay de mí con la furia que se parte!

Nerina
Él camina de suerte
que es por demás seguirlo; así yo quiero
proseguir mi viaje, y por ventura
1560
será mejor que calle,
y nada cuente al mísero Montano.

Coro
No es menester la muerte;
que si es para obligar un pecho noble,
basta la fe con un amor conforme;
1565
ni la que se pretende
es tan difícil fama,
si persevera firme el que bien ama;
que es premio amor que con amar se alcanza
y muchas veces, si al amor inquiere.
1570
Gloria inmortal el amador adquiere.


Acto IV

Dafne, Silvia y coro.

Dafne
El viento lleve, con la mala nueva
que se esparció de ti, tus males todos,
los por venir, oh Silvia, y los presentes:
pues te juzgue ya muerta, y, gloria al cielo,
1575
viva y sana te miro. De tal suerte
ha contado Nerina tu suceso,
que ¡ojalá fuera muda y otro sordo!

Silvia
Cierto fue grande el riesgo, y ella tuvo
causa bastante de juzgarme muerta.

Dafne
1580
Mas no bastante causa de decirlo.
Ora cuéntame el riesgo, y de qué modo
tú lo excusaste.

Silvia
Yo, siguiendo un lobo,
me embosqué en lo profundo de una selva
tanto, que lo perdí de rastro; y mientras
1585
volverme procuraba al mismo puesto
que yo le había clavado de mi mano
donde partí primero, el lobo miro,
junto a la oreja. Vilo entre otros muchos,
al cual reconocí por una flecha
1590
alrededor de un animal que habían
de fresco muerto, cuya forma entonces
no supe distinguir. El lobo herido
pienso me conoció, porque se vino
contra mí con la boca ensangrentada.
1595
Yo lo esperaba audaz, y con la diestra
vibraba un dardo: ya tú sabes, Dafne,
si con destreza sé tirarle, y sabes
si jamás yerra de mi mano el golpe.
Ya que lo vi tan cerca de mi puesto,
1600
cuanto me pareció distancia justa
para la herida, le arrojé mi dardo,
en vano, porque, o fue de la fortuna
la culpa, o mía, por herir al lobo
clavé una planta. Entonces se venía
1605
con más furioso encuentro a acometerme.
Yo, viéndole tan cerca, que del arco
era imposible entonces ya valerme,
y no siendo señora de otras armas,
dispúseme a huir, y mientras huyo,
1610
él me viene siguiendo. Advierte agora:
un velo, que revuelto yo tenía
a los cabellos, desplegóse en parte,
y andaba ventilando, tal, que a un ramo
se marañó. Yo siento que me tiran
1615
y me detienen, sin saber quién fuese;
mas con el miedo a morir, redoblo
la fuerza a la carrera, y de su parte
el ramo no se vence ni me deja.
Al fin del velo me deshago, y pierdo
1620
con él algunas hebras del cabello;
y tantas alas a los piés fugaces
me puso el gran temor, que libre y sana
de la selva salí. Después, volviendo
hacia mi albergue, te encontré turbada,
1625
toda turbada, y me espanté de verte,
porque de sólo verme te espantabas.

Dafne
Tú estás viva, y alguno ya no vive.

Silvia
¿Qué me dices? ¿Te pesa por ventura
que viva esté? Qué ¿tanto me aborreces?

Dafne
1630
PPláceme de tu vida; mas me duele
de ajena muerte.

Silvia
¿De qué muerte dices?

Dafne
De la muerte de Aminta.

Silvia
¡Ay! ¿Cómo es muerto?

Dafne
El cómo no lo sé, ni aun el efeto
puedo afirmar, mas téngolo por cierto.

Silvia
1635
¿Qué es lo que dices? Pues ¿a qué atribuyes
la causa de su muerte? Di.

Dafne
A tu muerte.

Silvia
Yo no te entiendo.

Dafne
La terrible nueva
desa muerte, que por cierto tuvo,
le habrá dado al mezquino el hierro o lazo,
1640
o alguna cosa tal que lo haya muerto.

Silvia
Será vana sospecha la que tienes,
como la de mi muerte; que cualquiera
salva la vida tuya mientras puede.

Dafne
¡Ah Silvia! Tú no sabes ni lo crees,
1645
cuánto el fuego de amor puede en un pecho,
en un pecho de carne, y no de piedra,
cual ese el tuyo; que si lo creyeras,
hubieras ya querido a quien te quiere
más que las mismas niñas de tus ojos
1650
y el espíritu mismo de tu vida;
lo cual sé yo, y aún helo visto. Vilo
cuando huiste, como tigre fiera,
al tiempo que debieras abrazarlo,
volver le vi contra su pecho un dardo,
1655
desesperado y a morir expuesto,
y sin arrepentirse al fiero hecho;
pues en efecto se pasó el vestido
hasta la piel, dejándola teñida
de su sangre, y pasará más adentro
1660
la punta y fuera el corazón herido,
que tú con más violencia ya heriste,
si entonces yo no le detengo el brazo
y su furor impido. Quizá aquella
herida breve fue un ensayo solo
1665
de su furor, de la desesperada
constancia suya, y le mostró la vía
al hierro aidaz, para que ya supiese
arrojarse por ella libremente.

Silvia
¡Ay! ¿Qué me cuentas?

Dafne
Y después lo he visto,
1670
cuando escuchó la desdichada nueva,
de que eras muerta, del afán y angustia
amortecerse, y con furor extraño
luego partir de allí para matarse
y desta vez se habrá de veras muerto.

Silvia
1675
Qué, ¿lo tienes por cierto?

Dafne
Por sin duda.

Silvia
Triste de mí, ¿por qué no le seguiste
para impedirlo? Ven, busquemos, vamos
que si la muerte mía
le quitaba la vida,
1680
más fácilmente espero
que mi vida le salve de la muerte.

Dafne
Ya le seguí, mas tan veloz corría,
que se desapareció de mí en un punto
y nada me valió buscar sus huellas;
1685
mas ¿dónde quieres ir sin rastro alguno?

Silvia
Ay Dafne, él moriría si no le hallamos,
y será el homocida de sí mismo.

Dafne
Cruel, ¿sientes acaso que te usurpe
la gloria de tal hecho? ¿Tú en efeto
1690
quisieras haber sido su homicida?
¿No te parece, ingrata que su muerte
debe ser obra de otra que su mano?
Ora consuélate, que, como quiera
que el desdichado muera, tú le matas.

Silvia
1695
¡Oh Dafne! Tú me afliges,
y el gran dolor que siento de su daño
se aumenta más con la memoria acerba
de mi rigor pasado,
que honestidad llamaba, y fuelo cierto,
1700
pero fue muy severa y rigurosa.
Agora lo conozco y me arrepiento.

Dafne
¿Qué es lo que escucho? ¿Tú piadosa, Silvia?
¿Tú en ese corazón sientes afecto
alguno de piedad? ¿Qué es lo que veo?
1705
¿Tú lloras, tú? ¡Notable maravilla!
¿Y es de amor en efecto ese tu llanto?

Silvia
No lloro yo de amor; de piedad lloro.

Dafne
No importa; la piedad es mensajera
de amor, como el relámpago del trueno-.

Coro
1710
Y aun muchas veces, cuando él mismo quiere
entrar oculto en los sinceros pechos
que lo excluyeron antes con severa
honestidad, la semejanza toma
de la piedra, que es ministra y nuncia,
1715
y con estos disfraces engañando
las jóvenes sencillas.
Dentro en sus corazones se aposenta.

Dafne
Llanto de amor es éste, mucho abunda,
tú callas; en fin, amas, pero en vano.
1720
¡Oh poder del amor! Justo castigo
sobre esta ninfa envía.
Mísero Aminta, tú, como la abeja,
que hiriendo muere y en la ajena llaga
deja la propia vida, con tu muerte
1725
has herido en efecto un duro pecho,
que aún no picaste en tanto que viviste.
Si eres agora espíritu desnudo
ya de los miembros, como yo presumo,
aquí estarás sin duda.
1730
Mira su llanto y goza de tu suerte,
en vida amante y en la muerte amado.
Y si era tu destino que en la muerte
amado fueses, y esta fiera quiso
vender su amor por tan subido precio,
1735
el precio mismo que pidió le diste,
y ya su amor con tu morir compraste.

Coro
Por cierto caro precio al que le ha dado
cuanto inútil y vil a quien le admite.

Silvia
¡Oh si pudiera ser comprar su vida
1740
yo con mi amor o con mi vida mesma,
si al fin es muerto!

Dafne
¡Oh tardo desengaño!
Tarda piedad sobrada,
cuando a ningún efecto es de provecho.

Ergasto, Silvia, Dafne, Coro.

Ergasto
Traigo lleno de piedad el pecho
1745
y tan lleno de horror, que no oigo o veo
cosa alguna doquiera que me vuelva
que todo no me espante y me congoje.

Coro
¿Con qué puede venir ¡ay Dios! agora
este pastor, que muestra
1750
tal turbación en el semblante y lengua?

Ergasto
Traigo la nueva triste
de la muerte de Aminta.

Silvia
¡Ay, lo que dice!

Ergasto
El más noble pastor de nuestras selvas,
1755
el más gallardo, afable y comedido,
amado de las ninfas y las musas,
murió en su juventud: ¡ay, de qué muerte!

Coro
Dinos cómo, pastor, porque contigo
llorar podamos su desgracia y nuestra.

Silvia
1760
¡Ay, que no oso llegarme
adonde escuche y sepa
lo que saber no excuso!
Duro corazón mío,
áspero y fiero corazón, ¿qué temes?
1765
¿De qué te espantas? Vete presto, acaba
contra el cuchillo agudo de una lengua,
y aquí demuestra agora tu fiereza.
Pastor, yo vengo por la parte mía
de ese dolor que a los demás prometes,
1770
porque me pertenece
quizá más que tú piensas,
y cual debida prenda lo recibo.
Así que de dolor tan propio mío
no debes serme escaso.

Ergasto
1775
Ah ninfa, yo te creo,
que mil veces al mísero sentía
llamar tu nombre al acabar su vida.

Dafne
Comienza ya la dolorosa historia.

Ergasto
Yo estaba en lo más alto del collado
1780
donde mis redes hoy tendido había
cuando bien cerca vi pasar a Aminta
muy trocado en el rostro y movimiento
del que antes era, muy turbado y triste.
Tras él partí corriendo, y en efeto
1785
lo alcancé y lo detuve, el cual me dijo:
"Yo quiero, Ergasto, que un placer me hagas
y es que conmigo vengas por testigo
de cierta acción; mas quiero que me obligues
ante tu fe con juramento estrecho
1790
de estarte a un lado, y no moverte un paso
a impedir el efecto de mi intento."
Yo (¿quién pensara tan extraño caso
ni tan ciego furor?) hice, cual quiso,
mil conjuros horribles, convocando
1795
a Pan, a Pales, Príapo y Pomona
y a la nocturna Îcates. Luego anduvo
y me llevó por lo fragoso y agro
del collado, por cuestas y barrancos
incultos, sin camino o senda alguna,
1800
do pende al cabo un precipicio a un valle.
Aquí nos detuvimos; yo mirando
al fondo, estremecime de improviso
y al punto atrás me retiré; y el mozo
hizo alguna señal como de risa,
1805
y serenó su rostro, el cual afecto
fue el motivo mayor de asegurarme.
Después hablóme así: "Mira que cuentes
lo que verás, a ninfas y pastores."
Luego dijo, mirando al hondo valle:
1810
"Si yo a mi voluntad hallar pudiera
prontos así de los hambrientos lobos
el vientre y los colmillos, como tengo
este despeñadero, bien quisiera
morir la muerte que murió la vida.
1815
Quisiera que estos miembros miserables
fuesen despedazados
¡ay triste! como fueron
aquellos de mi Silvia delicados;
mas, puesto que no puedo, y ya que a mi deseo
1820
el cielo niega las voraces fieras
quiero seguir camino diferente
para morir. Yo seguiré otra vía,
la cual será a lo menos
la más breve, sino la que debía.
1825
Ea, Silvia, yo te sigo,
yo voy a acompañarte,
si tú no me desdeñas;
y muriera contento si entendiera
al menos con certeza que seguirte
1830
no fuese disgurtarte y que tus iras
se hubiesen acabado con la vida.
Ea, Silvia, ya te sigo."
Esto dicho, de encima del barranco
precipitóse, vuelta la cabeza
1835
hacia lo hondo, y yo quedéme helado.

Silvia
¡Ay desdichada!

Dafne
¡Miserable Aminta!

Coro
¿Por qué no lo impediste?
¿Hízote acaso estorbo
a detenerlo el juramento hecho?

Ergasto
1840
No, no; que, despreciando el juramento,
vano quizá en tal caso,
cuando advertí su temeraria y loca
resolución, corrí con ambas manos,
y como quiso su enemiga suerte,
1845
lo así deste cendal, que lo ceñía,
el cual, no siendo a sostener bastante
el peso con el ímpetu del cuerpo,
que ya del todo abandonado estaba,
se me quedó en la mano hecho pedazos.

Coro
1850
Y ¿qué fue de su cuerpo desdichado?

Ergasto
No lo sabré decir, porque yo estaba
con tal horror y lástima, que cierto
no tuve corazón para asomarme,
por no mirarlo dividido en piezas.

Coro
1855
¡Oh lastimoso caso!

Silvia
Bien soy de piedra dura,
pues una nueva tal aún no me acaba.
¡Triste de mí, si aquella falsa muerte
de quien le odiaba tanto
1860
le ha quitado la vida, justo fuera
que la infalible muerte
de quien me quiso tanto
me quitase la vida!
Y quiero me la quite, si no puede
1865
con el dolor, al menos con el hierro,
o ya con este ceñidor infausto;
este, que no sin causa
no siguió las ruinas
de su caro señor, más quedó sólo
1870
para tomar venganza
de mi crueldad y de su muerte injusta.
Prenda infeliz de dueño
mucho más feliz, no te disguste
quedar en este abominable albergue
1875
que solamente quedas
para instrumento de venganza y pena.
Por cierto yo debía
haber sido en el mundo compañera
del infeliz Aminta; y pues no quise,
1880
seré por obra tuya su consorte
en el profundo abismo.

Coro
Consuélate zagala;
que no es tuya la culpa,
sino de la fortuna.

Silvia
1885
¿De qué lloráis, pastores?
Si de mi afán lloráis, yo no merezco
piedad ninguna, que no supe usarla;
y si lloráis la desdichada muerte
del mísero inocente, es muy pequeña
1890
demostración de pérdida tan grande.
Y tú, mi Dafne, enjuga,
por Dios, esas tus lágrimas, si he sido
yo la ocasión, y suplicarte quiero
(no por piedad de mí, sino del triste,
1895
que fue más digno de ella)
me ayudes a buscar sus miserables
miembros y sepultarlos.
Este cuidado solamente impide
el darme aquí la muerte.
1900
En este oficio solo
quiero pagar, pues otro no me queda,
el amor que me tuvo. Bien que puede
contaminar esta homicida mano
la piedad de la obra, más con todo,
1905
entiendo y sé que le será agradable,
al menos por ser obra de mi mano,
por que me quiere y ama,
cual lo mostró muriendo.

Dafne
Soy contenta por cierto de ayudarte
1910
en el piadoso oficio;
mas tu morir del pensamiento borra.

Silvia
Hasta agora viví para mí mesma
y para m fiereza; agora quiero
vivir lo que me queda para Aminta,
1915
o viviré a lo menos
para su helado y mísero cadáver;
tanto, y no más es lícito que viva,
y luego que se acaben
a sun tiempo sus exequias y mi vida.
1920
Pero dime, pastor, ¿por qué camino
podemos ir al valle do el barranco
tiene su asiento?

Ergasto
Aqueste ha de llevaros,
y él estará de aquí poco distante.

Dafne
Vamos, guiárete yo; que bien me acuerdo
1925
deste lugar que dice.

Silvia
A Dios, pastores;
prados, adios; adios selvas y ríos.

Ergasto
Hablando va de suerte, que denota
estar dispuesta a la última partida.

Coro
Lo que la muerte rigurosa atierra,
1930
amor, tú lo reparas dulce y blando,
siempre amigos de paz y ella de guerra,
de cuyos triunfos siempre vas triunfando.
A la vez que dos almas en la tierra
ligas, sus voluntades conformando,
1935
tanto se muestra semejante al cielo,
que no desdeñas habitar el suelo.
En la pureza del celeste asiento
no se han visto jamás turbadas iras;
así tú en el humano entendimiento
1940
una apacible mansedumbre inspiras.
El odio, el alterado movimiento
del blando pecho y corazón retiras;
y casi hace tu valor superno
de todo lo mortal un giro eterno.


Acto V

Elpino y Coro.

Elpino
1945
No hay duda que la ley con que gobierna
amor su grande imperio eternamente
no es justa ni dura, y que sus obras,
llenas de providencia y de misterio,
sin razón se abominan y condenan.
1950
¡Oh cuán artificioso por caminos
no conocidos encamina al hombre
a su felicidad! Y entre los bienes
lo pone al fin de su amorosa gloria,
cuando él se juzga al fondo de sus males.
1955
He aquí precipitado Aminta sube
al sumo colmo del mayor contento.
¡Oh tú feliz, oh venturoso Aminta,
y más, cuanto más fuiste desdichado!
Esperar con tu ejemplo agora puedo
1960
que vez alguna aquella dulce ingrata,
con fiel piedad mi corazón repare,
que con piadosa risa encubre y cela
que con piedad fingida tiene herido.
el acero mortal de su fiereza,

Coro
1965
Aquí se nos acerca el sabio Elpino,
y escuchad sus razones, que de Aminta
hablando viene, como si él viviera,
y le llama feliz y venturoso.
¡Oh condición de los amantes dura!
1970
Sin duda juzga venturoso amante
al que muriendo al fin piedad alcanza
en el amado pecho de su ninfa.
Eso tiene por gloria y esto espera.
¡De cuán ligero premio al dios alado
1975
contenta sus secuaces! Dime Elpino,
¿en estado tan mísero te hallas,
que venturosa llamas a la muerte
del infeliz Aminta, y semejante
fin desdichado para ti deseas?

Elpino
1980
Amigos, bien podéis estar alegres,
porque es falsa la fama de su muerte.

Coro
¡Oh cuanto nos alegra lo que dices!
En fin, ¿ha sido falso, según eso,
que se precipitó?

Elpino
Verdad ha sido;
1985
mas fue feliz el precipicio, tanto,
que en una imagen mísera de muerte
le trajo vida y bien. Agora queda
entre los dulces brazos de su ninfa,
piadosa ya, lo que antes rigurosa:
1990
la cual en tanto con su boca misma
las lágrimas le enjuga de los ojos.
Así, voy a llamar al buen Montano,
della padre, y llevarlo donde agora
quedaban juntos, porque el gusto suyo
1995
les falta solamente, y ya dilata
la voluntad unánime de entrambos.

Coro
Iguales son de edad y gentileza,
en el deseo conformes, y Montano
de nietos deseoso, y de ampararse
2000
alegre en la vejez con tal presidio;
así que, el gusto de ambos será suyo.
Mas tú nos cuenta por tu vida, Elpino,
cual dios o cual ventura al buen Aminta
salvarle pudo de peligro tanto.

Elpino
2005
Yo lo diré: escuchad, escuchad todos
lo que vi por mis ojos. Yo me estaba
junto a mi cueva, que vecina al valle,
y casi al pie del gran collado, yace,
do forma falda su ladera enhiesta.
2010
Allí con Tirsi andaba razonando
de aquella que en la misma red y lazos,
primero a él, y a mí después, ha envuelto,
y anteponiendo mi servir continuo
a su retiramiento y libre estado;
2015
cuando una voz nos levantó los ojos,
y el ver de lo alto despeñarse un hombre;
y verlo dar sobre una espesa mata,
fue todo un punto. En el collado había
poco alto de nosotros, producido
2020
de mucha hierba, espinos y otros ramos
juntos y estrechamente entretejidos,
un grande haz. En éste, antes que diese
en otra parte, vino a dar el golpe;
y bien que el peso al fin lo desfrondase.
2025
Y él más abajo a nuestros pies cayese,
aquel estorbo, aquel impedimento
tanto ímpetu quitó de la caída,
que ella no fue mortal; pero con todo,
tan grave fue, que una hora larga estuvo
2030
como aturdido y fuera de su acuerdo.
Quedamos mudos de piedad y espanto
los dos al espectáculo improviso,
conociendo al pastor; mas conociendo
que no era muerto, ni tampoco estaba
2035
para morir, el duelo mitigamos.
Tirsi entonces me dio larga noticia
de sus secretos, sus amores tristes;
mas mientras con diversos argumentos
procuramos hacer que reviviese;
2040
enviado ya a llamar Alfesibeo
a quien Febo enseñó la medicina
cuando le dio la cítara y el plectro,
llegaron juntamente Dafne y Silvia,
que, como luego supe, iban buscando
2045
el triste cuerpo que tenía por muerto.
Pues cuando Silvia lo conoce, y mira
en las mejillas pálidas de Aminta
una belleza tal, que la violeta
nunca tan dulcemente se marchita
2050
y él con gemido débil, que parece
que en los suspiros últimos al aire
exhala el alma, a guisa de bacante,
con altos gritos y herirse el pecho
se arroja con el cuerpo, que yacía,
2055
juntando rostro y boca a boca.

Coro
Pues ¿cómo no la abstuvo la vergüenza?

Elpino
Abstiene la vergüenza un amor débil,
mas de un amor constante es débil freno
luego, como si fueran sendas fuentes
2060
sus ojos, comenzó con vivo llanto
del joven a bañar el rostro frío;
y fue aquel agua de virtud tan grande,
que en sí volvió, y abriendo ya los ojos,
un ay profundo le salió del pecho
2065
con gran dolor; y el ay que tan amargo
partió del corazón, se encontró luego
con el aliento de su Silvia cara,
que lo acogió en su boca, y en aquesta
se convirtió al instante dulce y puro.
2070
¿Quién os abrá decir cómo quedaron
en aquel punto entrambos, ya seguro
del amor de su ninfa el fiel Aminta,
y viéndose en sus brazos apretado?
Quien sabe qué es amor, él solamente
2075
por sí mismo lo juzgue, más no entiendo
puede juzgarse, cuanto más decirse.

Coro
¿En fin, Aminta está de suerte sano
que ya no hay riesgo de su vida?

Elpino
Aminta
está pues sano, aunque su rostro un poco
2080
tiene arañado, y quebrantado el cuerpo
mas es nada en efecto, y él lo estima
por menos de lo que es. ¡Dichoso joven,
que así ha dado señal de amor tan grande,
y agora logra del amor el premio,
2085
a quien las penas todas y peligros
pasados sirven de mayor contento!
Pero quedaos a Dios, por que yo sigo
mi camino a buscar al buen Montano.

Coro
No sé si, siendo tanta la amargura
2090
que ese pastor amante
ha padecido en su penoso estado,
puede al presente alguna gran dulzura
darle sabor bastante
en recompensa a todo el mal pasado,
2095
y si es más estimado
y más alegra el bien tras muchos males,
amor, de bienes tales,
premia a los otros que en dominio tienes;
que yo no pido tus mayores bienes.
2100
Tras breves ruegos y servicios breves,
quiero me admita luego
mi amada ninfa con amor piadoso,
y sólo mezcle de cuidados leves
nuestro dulce sosiego,
2105
no tan grave tormento y riguroso,
mas un desdén celoso,
una esquiveza blanda enamorada;
guerra en fin limitada,
a quien la dulce paz y tregua siga,
que en más ardor los corazones liga.