Edición filológica utilizada:
Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias, M.G. Profeti (ed.), Nápoles, Liguori, 1999.
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Texto base
Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias, M.G. Profeti (ed.), Nápoles, Liguori, 1999.
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Edición digital a cargo de:
- Revenga García, Nadia
Dirigido a la Academia de Madrid
Mándanme, ingenios nobles, flor de España
(que en esta junta y Academia insigne
en breve tiempo excederéis no solo
a las de Italia, que, envidiando a Grecia,
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ilustró Cicerón del mismo nombre,
junto al Averno lago, sino a Atenas,
adonde en su platónico Liceo
se vio tan alta junta de filósofos),
que un arte de comedias os escriba,
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que al estilo del vulgo se reciba.
Fácil parece este sujeto, y fácil
fuera para cualquiera de vosotros,
que ha escrito menos de ellas y más sabe
del arte de escribirlas y de todo:
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que lo que a mí me daña en esta parte
es haberlas escrito sin el arte.
No porque yo ignorase los preceptos,
gracias a Dios, que ya, tirón gramático,
pasé los libros que trataban de esto
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antes que hubiese visto al sol diez veces
discurrir desde el Aries a los Peces,
mas porque, en fin, hallé que las comedias
estaban en España en aquel tiempo
no como sus primeros inventores
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pensaron que en el mundo se escribieran,
mas como las trataron muchos bárbaros
que enseñaron el vulgo a sus rudezas;
y así se introdujeron de tal modo,
que quien con arte agora las escribe
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muere sin fama y galardón, que puede,
entre los que carecen de su lumbre,
más que razón y fuerza, la costumbre.
Verdad es que yo he escrito algunas veces
siguiendo el arte que conocen pocos;
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mas luego que salir por otra parte
veo los monstruos de apariencias llenos,
adonde acude el vulgo y las mujeres,
que este triste ejercicio canonizan,
a aquel hábito bárbaro me vuelvo;
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y cuando he de escribir una comedia,
encierro los preceptos con seis llaves,
saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
para que no me den voces, que suele
dar gritos la verdad en libros mudos,
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y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron;
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Ya tiene la comedia verdadera
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su fin propuesto, como todo género
de poema o poesis, y este ha sido
imitar las acciones de los hombres
y pintar de aquel siglo las costumbres.
También cualquiera imitación poética
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se hace de tres cosas, que son plática,
verso dulce, armonía, o sea la música,
que en esto fue común con la tragedia;
solo diferenciándola en que trata
las acciones humildes y plebeyas,
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y la tragedia las reales y altas.
¡Mirad si hay en las nuestras pocas faltas!
“Acto” fueron llamadas, porque imitan
las vulgares acciones y negocios.
Lope de Rueda fue en España ejemplo
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de estos preceptos, y hoy se ven impresas
sus comedias de prosa, tan vulgares
que introduce mecánicos oficios
y el amor de una hija de un herrero;
de donde se ha quedado la costumbre
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de llamar “entremeses” las comedias
antiguas donde está en su fuerza el arte,
siendo una acción y entre plebeya gente,
porque entremés de rey jamás se ha visto.
Y aquí se ve que el arte, por bajeza
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de estilo, vino a estar en tal desprecio,
y el rey en la comedia para el necio.
Aristóteles pinta en su Poética,
puesto que escuramente, su principio,
la contienda de Atenas y Megara
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sobre cuál de ellos fue inventor primero;
los megarenses dicen que Epicarmo,
aunque Atenas quisiera que Magnetes.
Elio Donato dice que tuvieron
principio en los antiguos sacrificios,
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da por autor de la tragedia Tespis,
siguiendo a Horacio, que lo mismo afirma,
como de las comedias a Aristófanes.
Homero, a imitación de la comedia,
la Odisea compuso, mas la Ilíada
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de la tragedia fue famoso ejemplo,
a cuya imitación llamé “epopeya”
a mi Jerusalén, y añadí “trágica”;
y así a su Infierno, Purgatorio y Cielo
del célebre poeta Dante Alígero
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llaman Comedia todos comúnmente,
y el Maneti en su prólogo lo siente.
Ya todos saben que silencio tuvo,
por sospechosa, un tiempo la comedia,
y que de allí nació también la sátira,
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que, siendo más cruel, cesó más presto,
y dio licencia a la comedia nueva.
Los coros fueron los primeros; luego
de las figuras se introdujo el número;
pero Menandro, a quien siguió Terencio,
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por enfadosos despreció los coros.
Terencio fue más visto en los preceptos,
pues que jamás alzó el estilo cómico
a la grandeza trágica, que tantos
reprehendieron por vicioso en Plauto,
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porque en esto Terencio fue más cauto.
Por argumento la tragedia tiene
la historia, y la comedia el fingimiento;
por eso fue llamada “planipedia”,
del argumento humilde, pues la hacía
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sin coturno y teatro el recitante.
Hubo comedias paliatas, mimos,
togatas, atelanas, tabernarias,
que también eran, como agora, varias.
Con ática elegancia los de Atenas
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reprehendían vicios y costumbres
con las comedias, y a los dos autores,
del verso y de la acción, daban sus premios.
Por eso Tulio las llamaba “espejo
de las costumbres y una viva imagen
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de la verdad”, altísimo atributo,
en que corre parejas con la historia:
¡mirad si es digna de corona y gloria!
Pero ya me parece estáis diciendo
que es traducir los libros y cansaros
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pintaros esta máquina confusa.
Creed que ha sido fuerza que os trujese
a la memoria algunas cosas de estas,
porque veáis que me pedís que escriba
Arte de hacer comedias en España,
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donde cuanto se escribe es contra el arte;
y que decir cómo serán agora
contra el antiguo, y que en razón se funda,
es pedir parecer a mi experiencia,
no al arte, porque el arte verdad dice
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que el ignorante vulgo contradice.
Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,
que leáis al doctísimo utinense
Robortelio, y veréis, Sobre Aristóteles
y aparte, en lo que escribe De comedia,
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cuanto por muchos libros hay difuso;
que todo lo de agora está confuso.
Si pedís parecer de las que agora
están en posesión, y que es forzoso
que el vulgo con sus leyes establezca
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la vil quimera de este monstruo cómico,
diré el que tengo, y perdonad, pues debo
obedecer a quien mandarme puede,
que, dorando el error del vulgo, quiero
deciros de qué modo las querría,
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ya que seguir el arte no hay remedio,
en estos dos extremos dando un medio.
Elíjase el sujeto, y no se mire
(perdonen los preceptos) si es de reyes,
aunque por esto entiendo que el prudente
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Filipo, rey de España y señor nuestro,
en viendo un rey en ellos, se enfadaba:
o fuese el ver que al arte contradice,
o que la autoridad real no debe
andar fingida entre la humilde plebe.
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Esto es volver a la comedia antigua,
donde vemos que Plauto puso dioses,
como en su Anfitrión lo muestra Júpiter.
Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
porque Plutarco, hablando de Menandro,
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no siente bien de la comedia antigua;
mas pues del arte vamos tan remotos,
y en España le hacemos mil agravios,
cierren los doctos esta vez los labios.
Lo trágico y lo cómico mezclado,
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y Terencio con Séneca, aunque sea
como otro Minotauro de Pasife,
harán grave una parte, otra ridícula;
que aquesta variedad deleita mucho:
buen ejemplo nos da naturaleza,
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que por tal variedad tiene belleza.
Adviértase que solo este sujeto
tenga una acción, mirando que la fábula
de ninguna manera sea episódica;
quiero decir inserta de otras cosas
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que del primero intento se desvíen;
ni que de ella se pueda quitar miembro
que del contexto no derribe el todo.
No hay que advertir que pase en el período
de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,
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porque ya le perdimos el respeto
cuando mezclamos la sentencia trágica
a la humildad de la bajeza cómica.
Pase en el menos tiempo que ser pueda,
si no es cuando el poeta escriba historia
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en que hayan de pasar algunos años,
que estos podrá poner en las distancias
de los dos actos, o si fuere fuerza
hacer algún camino una figura;
cosa que tanto ofende a quien lo entiende,
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pero ¡no vaya a verlas quien se ofende!
¡Oh, cuántos de este tiempo se hacen cruces
de ver que han de pasar años en cosa
que un día artificial tuvo de término,
que aun no quisieron darle el matemático!
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Porque, considerando que la cólera
de un español sentado no se templa
si no le representan en dos horas
hasta el final juicio desde el génesis,
yo hallo que si allí se ha de dar gusto,
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con lo que se consigue es lo más justo.
El sujeto elegido escriba en prosa,
y en tres actos de tiempo le reparta,
procurando, si puede, en cada uno
no interrumpir el término del día.
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El capitán Virués, insigne ingenio,
puso en tres actos la comedia, que antes
andaba en cuatro, como pies de niño,
que eran entonces niñas las comedias;
y yo las escribí, de once y doce años,
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de a cuatro actos y de a cuatro pliegos,
porque cada acto un pliego contenía;
y era que entonces en las tres distancias
se hacían tres pequeños entremeses
y agora apenas uno, y luego un baile,
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aunque el baile lo es tanto en la comedia,
que le aprueba Aristóteles, y tratan
Ateneo, Platón y Jenofonte,
puesto que reprehende el deshonesto,
y por esto se enfada de Calípides,
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con que parece imita el coro antiguo.
Dividido en dos partes el asunto,
ponga la conexión desde el principio,
hasta que vaya declinando el paso;
pero la solución no la permita,
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hasta que llegue a la postrera scena;
porque en sabiendo el vulgo el fin que tiene,
vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
al que esperó tres horas cara a cara:
que no hay más que saber que en lo que para.
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Quede muy pocas veces el teatro
sin persona que hable, porque el vulgo
en aquellas distancias se inquieta
y gran rato la fábula se alarga;
que, fuera de ser esto un grande vicio,
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aumenta mayor gracia y artificio.
Comience, pues, y con lenguaje casto
no gaste pensamientos ni conceptos
en las cosas domésticas, que solo
ha de imitar de dos o tres la plática;
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mas cuando la persona que introduce
persuade, aconseja o disuade,
allí ha de haber sentencias y conceptos,
porque se imita la verdad sin duda,
pues habla un hombre en diferente estilo
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del que tiene vulgar cuando aconseja,
persuade o aparta alguna cosa.
Dionos ejemplo Arístides retórico,
porque quiere que el cómico lenguaje
sea puro, claro, fácil, y aun añade
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que se tome del uso de la gente,
haciendo diferencia al que es político;
porque serán entonces las dicciones
espléndidas, sonoras y adornadas.
No traya la Escritura, ni el lenguaje
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ofenda con vocablos exquisitos,
porque si ha de imitar a los que hablan,
no ha de ser por Pancayas, por Metauros,
hipogrifos, semones y centauros.
Si hablare el rey, imite cuanto pueda
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la gravedad real; si el viejo hablare,
procure una modestia sentenciosa;
describa los amantes con afectos
que muevan con extremo a quien escucha.
Los soliloquios pinte de manera
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que se transforme todo el recitante,
y con mudarse a sí, mude al oyente;
pregúntese y respóndase a sí mismo;
y si formare quejas, siempre guarde
el debido decoro a las mujeres.
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Las damas no desdigan de su nombre;
y si mudaren traje, sea de modo
que pueda perdonarse, porque suele
el disfraz varonil agradar mucho.
Guárdese de imposibles, porque es máxima
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que solo ha de imitar lo verisímil.
El lacayo no trate cosas altas,
ni diga los conceptos que hemos visto
en algunas comedias extranjeras.
Y de ninguna suerte la figura
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se contradiga en lo que tiene dicho;
quiero decir, se olvide, como en Sófocles
se reprehende no acordarse Edipo
del haber muerto por su mano a Layo.
Remátense las scenas con sentencia,
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con donaire, con versos elegantes,
de suerte que, al entrarse el que recita,
no deje con disgusto el auditorio.
En el acto primero ponga el caso,
en el segundo enlace los sucesos,
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de suerte que hasta el medio del tercero
apenas juzgue nadie en lo que para;
engañe siempre el gusto, y donde vea
que se deja entender alguna cosa,
dé muy lejos de aquello que promete.
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Acomode los versos con prudencia
a los sujetos de que va tratando:
las décimas son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
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aunque en otavas lucen por extremo;
son los tercetos para cosas graves,
y para las de amor las redondillas.
Las figuras retóricas importan,
como repetición o anadiplosis;
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y en el principio de los mismos versos
aquellas relaciones de la anáfora,
las ironías y adubitaciones,
apóstrofes también y exclamaciones.
El engañar con la verdad es cosa
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que ha parecido bien, como lo usaba
en todas sus comedias Miguel Sánchez,
digno por la invención de esta memoria.
Siempre el hablar equívoco ha tenido,
y aquella incertidumbre anfibológica,
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gran lugar en el vulgo, porque piensa
que él solo entiende lo que el otro dice.
Los casos de la honra son mejores,
porque mueven con fuerza a toda gente;
con ellos, las acciones virtuosas,
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que la virtud es dondequiera amada,
pues que vemos, si acaso un recitante
hace un traidor, es tan odioso a todos
que lo que va a comprar no se lo venden,
y huye el vulgo de él cuando le encuentra;
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y si es leal, le prestan y convidan,
y hasta los principales le honran y aman,
le buscan, le regalan y le aclaman.
Tenga cada acto cuatro pliegos solos,
que doce están medidos con el tiempo
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y la paciencia del que está escuchando.
En la parte satírica no sea
claro ni descubierto, pues que sabe
que por ley se vedaron las comedias
por esta causa en Grecia y en Italia;
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pique sin odio, que si acaso infama,
ni espere aplauso ni pretenda fama.
Estos podéis tener por aforismos
los que del arte no tratáis antiguo,
que no da más lugar agora el tiempo.
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Pues lo que les compete a los tres géneros
del aparato que Vitruvio dice,
toca al autor, como Valerio Máximo,
Pedro Crinito, Horacio en sus Epístolas,
y otros los pintan con sus lienzos y árboles,
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cabañas, casas y fingidos mármoles.
Los trajes nos dijera Julio Póllux,
si fuera necesario, que en España
es de las cosas bárbaras que tiene
la comedia presente recebidas:
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sacar un turco un cuello de cristiano,
y calzas atacadas un romano.
Mas ninguno de todos llamar puedo
más bárbaro que yo, pues contra el arte
me atrevo a dar preceptos, y me dejo
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llevar de la vulgar corriente adonde
me llamen ignorante Italia y Francia.
Pero ¿qué puedo hacer, si tengo escritas,
con una que he acabado esta semana,
cuatrocientas y ochenta y tres comedias?
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Porque, fuera de seis, las demás todas
pecaron contra el arte gravemente.
Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco
que, aunque fueran mejor de otra manera,
no tuvieran el gusto que han tenido,
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porque a veces lo que es contra lo justo
por la misma razón deleita el gusto.
Humanæ cur sit speculum comoedia vitæ,
quæve ferat iuveni commoda, quæve seni,
quid præter lepidosque sales, excultaque verba,
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et genus eloquii purius inde petas,
quæ gravia in mediis ocurrant lusibus, et quæ
iucundis passim seria mixta iocis,
quam sint fallaces servi, quam improba semper
fraudeque et omnigenis fœmina plena dolis;
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quam miser, infelix, stultus et ineptus amator,
quam vix succedant, quæ bene cœpta putes.
Oye atento, y del arte no disputes;
que en la comedia se hallará de modo,
que, oyéndola, se pueda saber todo.